1 CATEDRA MERCEDES RODRIGO IV VERSIÓN 2008 PSICOLOGÍA Y POLÍTICA PÚBLICA CONSUMO DE ALCOHOL EN JOVENES. PROBLEMA DE SALUD PÚBLICA Expositores: José Arturo Briñez Horta y Liliana Muñoz Ortega. Universidad Javeriana. Bogotá. El alcohol es la sustancia más consumida entre los jóvenes según los reportes de los estudios realizados en los últimos años en Colombia y en el mundo por autores como Becoña y Vásquez, 2001; OMS, 2005; Plan Nacional sobre Drogas, 1997 Fenzel, 2005; Higgins y Marcum, 2005; Parrott, Morian, Moss y Scholey, 2004; Salazar y Arrivillaga, 2004; Gantiva y Flórez, 2006; Flórez, 2007. Estos autores confirman la existencia de un riesgo para alto consumo de alcohol en los jóvenes de los países en desarrollo y sus consecuentes efectos negativos en los espacios sociales, económicos y de salud. En Colombia, las investigaciones de la Dirección Nacional de Estupefacientes (1996), mostraron que el 72,5% de los hombres y el 51,4% de las mujeres, son consumidores habituales de alcohol, consumo que se da también en jóvenes, teniendo en cuenta que no sólo las personas mayores son consumidores de esta sustancia. En la misma línea, Barrios y cols (2004) encontraron que un 26% de jóvenes consumía de una a tres veces en el mes. Adicionalmente, según refiere Pérez (2000), citado por Gantiva y Flórez (2006), el 75% de los homicidios reportados en el país, el 50% de los accidentes de tránsito y aproximadamente el 42% de los suicidios en Bogotá, D.C., se encuentran relacionados con consumo de alcohol. Por otra parte, en población de escolares y universitarios, el consumo de alcohol se asocia con deserción escolar y bajo rendimiento (Flórez, 2007; Gantiva y Flórez, 2006). Cicua, Méndez y Muñoz (2007) y Albarracín y Muñoz (2008) han reportado que el consumo en jóvenes puede llegar a una frecuencia semanal llegando en su mayoría a tomar hasta 3 botellas de cerveza o un cuarto de botella de aguardiente, el consumo lo realizan tanto en lugares públicos como en las propias casas. Otro problema asociado al alcohol es el producido por su consumo por la mujer en estado de embarazo; y más delicado aún si es consumido por las jóvenes embarazadas. Bríñez, Duarte y Osorio (2006) encontraron en una muestra de 120 adolescentes embarazadas, entre 13 y 17 años de edad, de la ciudad de Bogotá que el 72,5 % de ellas habían consumido alcohol. Respecto a la edad de inicio de consumo Cicua, Méndez y Muñoz (2007) encontraron que un 20.4% de los adolescentes iniciaron el consumo de alcohol antes de los 10 años, un 76.8% lo hizo entre los 10 y 14 años y el 2.8% entre los 15 a 17 años, confirmando lo expuesto por RUMBOS (2002) y Barrios y cols. (2004). El temprano inicio de consumo de alcohol, permite suponer la aceptación por parte de los padres y otros adultos cercanos, ya que posiblemente en este grupo de edad los niños consumen alcohol con conocimiento y aprobación de los adultos, sin claridad por parte de estos sobre el impacto que produce el consumo de alcohol sobre la conducta futura de sus hijos; este aspecto está mediado adicionalmente por la presión cultural por iniciar el consumo de alcohol en la adolescencia temprana. En Colombia la prevalencia de consumo de bebidas alcohólicas, ha aumentado en los últimos años sobretodo en mujeres de todas las edades y en los hombres más jóvenes, como lo reporta la reciente Encuesta Nacional de Salud (2007). En jóvenes entre los 18 y los 29 años, el 8.4% presentan características alcohol-dependientes. 2 Más del 60% de los colombianos adolescentes ha consumido alcohol durante el último año, y un 60% ha consumido algún tipo de bebida alcohólica en el último mes, mientras que un 10%, incluidos adolescentes, realizan un consumo abusivo del mismo (Cicua, Méndez y Muñoz, 2007). Si a esto se le añaden los gastos del sistema de salud provocados por las consecuencias directas e indirectas del alcohol, se hace fundamental conocer los factores que causan y modulan el abuso y dependencia del alcohol para elaborar estrategias eficaces de prevención e intervención. El Ministerio de Protección Social (2005) citado por la Revista Semana (2006) reporta que el consumo de sustancias psicoactivas, fundamentalmente el alcohol y el cigarrillo, se han convertido en un problema de salud pública, realidad que tiene repercusiones sociales, económicas y políticas. El Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses (2007) a través de su sistema de vigilancia de lesiones por causa externa reporta un aumento de 1.4% de las lesiones fatales frente a los registros del año 2006, cifra que rompe con la tendencia decreciente registrada desde el año 2003. Los homicidios con 16.318 casos, los suicidios con 1.775 casos y las muertes violentas de manera indeterminada con 962 casos registraron aumento; siendo los accidentes de tránsito y las muertes accidentales las que más aportaron a este incremento con 5.642 y 3.223 casos respectivamente. Tanto el abuso como la dependencia en el consumo de alcohol van de la mano con las lesiones fatales y con las lesiones no fatales las cuales reportan un incremento del 9% con respecto al año 2006. El trabajo de investigación sobre el consumo de alcohol de los últimos veinte años, (Turrisi y col, 2006) revela que la proporción de la población que presenta consumo excesivo y con desordenes en el uso y consumo del alcohol así como dependencia en el uso de substancias múltiples está compuesta en cerca de un 90% por estudiantes universitarios, en edades entre 18 a 21 años (Grant, 1997; O`Malley y Johnston, 2002). Debido a las posibilidades de acceso a la compra y al incremento en la disponibilidad de situaciones de consumo que se presenta una vez ingresan al ambiente universitario, la población universitaria es una de las poblaciones de mayor vulnerabilidad como lo han demostrado diversos estudios (Flórez, 2007, 2.000; Palma, Iannini y Moreno, 2006; Londoño, García, Valencia y Vinaccia, 2005) Los factores que se han asociado como explicativos del consumo incluyen factores psicológicos, biológicos, económicos, políticos y ambientales. Existen múltiples modelos de comprensión y prevención en los que los que los factores mencionados adquieren mayor relevancia dependiendo de la óptica que se asuma (Pastor, y Lopez-Latorre, 1993). Esta complejidad debe ser asumida en los programas que se implementen para prevenir el consumo, los cuales deberían partir de las investigaciones existentes acerca de parámetros costo-efectivos para su diseño e implementación (Londoño y Vinaccia, 2007) En el año 2002 la Organización Mundial de la Salud dio a conocer un informe preparado por la Universidad de Perth (citado por Pérez, 2003), en el que muestran los resultados del análisis realizado a 1265 estudios de prevención publicados entre 1985 y 2001 en el mundo. Se encontró que los estudios han trabajado alrededor de cinco áreas, ellas son: regulación de la disponibilidad física y económica del alcohol; regulación de la disponibilidad física y económica de sustancias ilegales; uso de medios masivos de comunicación, iniciativas basadas en la comunidad y educación en la escuela o instituciones educativas. En cuanto a la regulación de la disponibilidad física y económica del alcohol, se encontró que ayuda a disminuir los accidentes pero que aumenta el consumo. La regulación de la disponibilidad física y económica de sustancias ilegales afecta al mercado impulsando a buscar otras drogas, aunque parecen no afectar el consumo. El uso de medios masivos de comunicación a través de “campañas” no ayudan a prevenir pero si dan información y soportan las políticas públicas. Las iniciativas basadas en la comunidad son efectivas para sensibilizar frente al problema, dar información y aceptar las alternativas pero no para modificar 3 comportamientos. Finalmente la educación en la escuela o instituciones educativas, es donde más acciones se han realizado y se pueden dividir en cinco áreas: educación por pares, resiliencia, conocimientos, actitudes, comportamientos, habilidades, bajo programas interactivos más que didácticos y más comprehensivos que centrados en el salón de clase. En la educación por pares las acciones preventivas son implementadas por jóvenes del mismo rango de edad de quienes reciben el programa. Los programas preventivos basados en el conocimiento dirigen sus acciones a dar información sobre los daños de las drogas para que la gente tome decisiones adecuadas. Los que trabajan actitudes buscan cambiar la actitud positiva y de apertura a experimentar la droga para reducir a los interesados. También están los que buscan modificar los comportamientos relacionados con el consumo y los que buscan potencializar habilidades para enfrentar las dificultades de la vida cotidiana de los jóvenes y prepararlos para la vida. Finalmente están los que generan espacios innovadores para que el joven interactúe y los que buscan incluir a diferentes actores sociales como padres de familia, autoridades, etc. El estudio de la OMS señala que los programas centrados en actitudes y conocimientos no logran resultados a nivel preventivo, en contraposición con los que buscan modificación de comportamiento con el uso de sustancias, que sí generan resultados positivos. Señala igualmente que el programa debe ser realizado en momentos relevantes de la vida del joven, bien sea al comienzo o final de la adolescencia. Obtienen mejores resultados la combinación de programas en que se complementan habilidades de salud y de vida. La práctica muestra que es necesario hacer pre-tests con estudiantes y profesores para asegurar relevancia y deben adecuarse a las condiciones concretas de una comunidad. Los programas interactivos en los que los jóvenes pueden discutir ampliamente y recibir retroalimentación son entre dos y cuatro veces más efectivos que los no interactivos (Tobler, 1997 citado por Pérez, 2003). Los que se centran en una sola sustancia muestran mayor eficacia que los que trabajan múltiples sustancias, por tanto deberían basarse en las prevalencias locales y focalizarse en las sustancias que más daño estén haciendo. En los que se utiliza la interacción entre pares ofrecen mejores resultados, atendiendo a que sean pequeños grupos y con un número de sesiones no inferior a diez. A pesar de estos modelos, los índices de prevalencia aumentan, al igual que la severidad del consumo, lo que ha puesto en evidencia el bajo impacto de los programas implementados en el campo de la prevención y promoción de la salud y esto sugiere que hay una falla en el diseño o elaboración de los programas. Es posible que este fracaso se deba en parte a la no inclusión de la dimensión psicológica cuyo aporte a las actividades de promoción y prevención, como lo señala Flórez (2007), pero también a la implementación de programas que si bien se acogen a un modelo específico, no se derivan de la población con la que se pretende trabajar. La educación para la salud incluye no sólo la transmisión de conocimientos sobre lo que es beneficioso y lo que es dañino, sino que también comprende el desarrollo de habilidades que ayuden a las personas a utilizar sus conocimientos de manera eficaz; por esta razón, es necesario conocer las habilidades de las personas, las características del contexto donde desarrollan sus prácticas de cuidado de la salud y los factores que ellas mismas identifican como asociados a estas prácticas. Ante la situación descrita, surge de la necesidad de desarrollar programas efectivos que respondan a la problemática del consumo de alcohol en población juvenil en Colombia, enfatizando en este aspecto y señalando como eje la prevención secundaria. La prevención secundaria se refiere a todos los procedimientos que se realizan en personas que presentan características habituales de un tipo de comportamiento que a todas luces es un factor de desarrollo, cronicidad y deterioro en la salud, llevando a complicaciones clínicas y recaídas. Este nivel de intervención 4 busca facilitar una modificación en el comportamiento problemático con el fin de evitar la cronificación y en consecuencia, la discapacidad. Para el caso de la prevención secundaria en (del uso inadecuado del) alcohol, entre las variables que se han considerado más relevantes para el diseño de programas están la información acerca de los efectos del alcohol y consecuencias personales y sociales del consumo, el desarrollo de habilidades sociales y de autocontrol y la identificación de las condiciones de consumo (de alcohol) en la población, esto es creencias, normas, prácticas de riesgo, control emocional, entre otras (Sánchez –Ventura, 2003; Red Argentina de Municipios y Comunidades Saludables, 2004). Estos autores llaman la atención acerca de la importancia de involucrar a la población objeto de la intervención en el proceso de diseño y evaluación de programas, ya que de otra forma resultan descontextualizados y con actividades poco pertinentes y relevantes para el grupo receptor de la intervención. El uso de estrategias como tutores, líderes juveniles, y, en general aquellas que promuevan la participación activa de la población, son centrales para el éxito de las acciones de promoción y prevención (Losa, 2002; Gavidia, 2001). El desarrollo de programas de prevención en esta población debe considerar variables asociadas con estas situaciones que faciliten el control contextual del consumo así como el desarrollo de actividades y objetivos diferenciales para la población con los distintos niveles de consumo. Dentro de los objetivos importantes de una intervención psicológica a nivel de prevención se ha descrito la adhesión al tratamiento en términos del cumplimiento de las prescripciones, en tanto que la persona cambie estilos de vida y siga las prescripciones. La adherencia implica un compromiso y colaboración activa e intencional de las personas para aceptar de forma mutua el resultado preventivo o terapéutico deseado (Amigo, 2003). Se supone una baja adhesión al tratamiento cuando los comportamientos asociados son complejos, interfieren con la vida cotidiana, son duraderos en el tiempo y suponen una escasa o inadecuada supervisión (Brannon, 2001). Es importante entonces facilitar la creación de hábitos saludables en términos de cadenas conductuales rutinizadas, integradas a otros comportamientos habituales (Amigo, 2003). En consistencia con estos elementos, y basados en la evidencia de investigación sobre la eficacia de los modelos de prevención (Mitchell, Florin and Stevenson, 2002), los gobiernos estatales y locales están adoptando un papel más activo en el fomento de la capacidad de las organizaciones de base comunitaria para aportar los resultados de las intervenciones en prevención. Las innovaciones se están llevando a cabo en el establecimiento de asistencia técnica o los sistemas de apoyo que se involucren con y a la comunidad objetivo en las actividades orientadas a la salud. El criterio de costo-efectividad ha adquirido gran relevancia; por eso se está hablando de programas preventivos que sean específicos a nivel de la población, la sustancia, las condiciones socioculturales, dirigidos a entrenar en habilidades sociales y de afrontamiento específico, explicando claramente cómo se va a dar el cambio y sustentado en una teoría explicativa de la problemática. En el caso del alcohol, con una gran variedad de métodos de intervención, trascendiendo el enfoque centrado en la persona y sus relaciones, debería orientarse a los tres primeros semestres de universidad, en la población universitaria, y focalizado en lograr modificaciones ambientales. Optar por un nivel preventivo a desarrollar, en el que se clarifiquen los aspectos que serian modificables y las estrategias para lograrlo (Londoño y Vinaccia., 2007). Esta ponencia, presentada en el marco de la IV versión de la Cátedra Mercedes Rodrigo, busca cuestionar a los estudiantes de psicología frente al problema del consumo de alcohol en jóvenes en Colombia, el papel que las políticas pública están 5 ejerciendo y el alcance que debieran llegar a tener y los aportes de la Psicología. Se acompaña de unas diapositivas que muestran resultados de tres investigaciones sobre el consumo de alcohol en Colombia y realizadas como trabajos de grado de estudiantes de la Facultad de Psicológía. Estos trabajos son: 1. Factores Asociados al Consumo de Alcohol en Estudiantes de los Dos Primeros años de Carrera Universitaria de Bucaramanga y su Área Metropolitana. 2. Cicua, D., Méndez, M., y Muñoz, L. (2006). Factores Asociados al Consumo de Alcohol en Adolescentes en Bogotá entre 12 y 17 años pertenecientes a estratos 4 y 5. Trabajo de Grado, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia. 3. Bríñez, J., Duarte, A. y Osorio, L. (2006). 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