La sexualidad del paciente esquizofrénico y una política hospitalaria LA SEXUALIDAD DEL PACIENTE ESQUIZOFRENICO Y UNA POLITICA HOSPITALARIA Dr. Jose Diaz Morfa Psiquiatra-Psicoterapeuta Académico Permanente-Coordinador de la Academia Internacional de Sexología Medica (AISM) Consultor de la sección de Psiquiatria y Sexualidad Humana de la World Psychiatric Association (WPA) Presidente de la Asociación Española de Sexología Clínica (AESC) Resumen: Este artículo examina la literatura pertinente a las necesidades y problemas sexuales de los pacientes mentales ingresados gravemente enfermos. Los temas revisados incluyen la prevalencia de la actividad sexual en el enfermo mental grave, su riegos de contraer el VIH, su probabilidad de experimentar abuso sexual, el problema de la disfunción sexual en esta población, su propensión a desarrollar repertorios sexuales mal adaptados y las enfermedades médicas concomitantes que contribuyen a las disfunciones sexuales en los pacientes mentales. Se avanza el argumento de que los pacientes mentales ingresados gravemente enfermos tienen el derecho a la intimidad sexual dentro de un marco privado, y que los hospitales psiquiátricos tienen el deber de proporcionar educación y tratamiento en lo pertinente a las necesidades y problemas sexuales de los pacientes, así como el deber de tener un cuidado razonable en proteger a los pacientes del daño que puede surgir de los encuentros sexuales dentro del hospital. La tesis primaria de este artículo es que el personal clínico y administrativo deben desarrollar políticas formales escritas para asegurar que se logra este derecho y que estos deberes sean promulgados. PALABRAS CLAVE: sexualidad, enfermo mental grave Abstract: This article examines the literature pertaining to the sexual needs and problems of seriously mentally ill inpatients. Issues reviewed include the prevalence of sexual activity in the seriously mentally ill, their risk of contracting HIV, their likelihood of experiencing sexual abuse, the problem of sexual dysfunction in this population, and their propensity for developing maladaptive sexual repertoires. Comorbid illness that promote to the sexual disfunction in the mental ill patients. An argument is advanced that seriously mentally ill inpatients have a right to sexual intimacy within a private setting, and that psychiatric hospitals have a duty to provide education and treatment relevant to patients' sexual needs and problems, as well as a duty to take reasonable care to protect patients from harm that may arise from sexual encounters within the hospital. The primary thesis of this article is that clinical and administrative staff must develop formal Dr. Jose Díaz Morfa 1 La sexualidad del paciente esquizofrénico y una política hospitalaria written policies to ensure that this right is achieved and these duties are enacted. KEYWORDS: sexuality, seriously mentally ill inpatients. PREVALENCIA DE LA ACTIVIDAD SEXUAL EN EL ENFERMO MENTAL GRAVE Buckley y Hyde (1997) observaron que hubo un tiempo en que se pensaba que la actividad sexual entre los pacientes psiquiátricos ingresados era infrecuente, quizás debido a la apatía y a la anhedonia inherente en enfermedades mentales importantes, o a los efectos secundarios de las medicaciones utilizadas comúnmente para tratar a estos pacientes, o a ambas. Sin embargo, estos autores también observaron que investigaciones recientes indicaban que la actividad sexual entre pacientes con trastornos psiquiátricos es altamente desestimada. Más específicamente, Welch y Clements (1996) encontraron que el 48% de una muestra de 118 paciente psiquiátricos crónicos ingresados informaron que eran sexualmente activos dentro del hospital o en los alrededores durante el año precedente. La actividad sexual incluía masturbación, contacto heterosexual, y/o contacto homosexual. Cournos y col. (1994) encontró que el 44% de una muestra de 95 pacientes ingresados y ambulatorios informaron que eran sexualmente activos durante los 6 meses precedentes. La actividad sexual incluía coito anal o vaginal, o sexo oral. McDermott, Sautter, Winstead y Quirk (1994) encontraron que una muestra de 61 pacientes ingresados informaron que tenían coito heterosexual u homosexual en un promedio de 6,8 veces durante los tres meses anteriores a su hospitalización. No hay ninguna razón para presumir que la actividad sexual cesaba después de la admisión. Otros estudios con pacientes psiquiátricos ingresados confirman que muchos son sexualmente activos (Bell, Wringer, Davidhizar & Samuels, 1993; Lyketsos, Sakka & Mailis, 1983). Carey, Carey, Weinhardt, y Gordon (1997) estudiaron pacientes ambulatorios. Aunque ningún paciente estaba ingresado en el momento del estudio, ellos fueron descritos como "enfermos mentales graves" y habían sido pacientes ingresados en el pasado, o llegarían a serlo en el futuro. El 68% de la muestra de 60 pacientes dijeron que tuvieron encuentros heterosexuales u homosexuales durante el año anterior. Kalichman, Kelly, Johnson, y Bultos (1994) también estudiaron pacientes ambulatorios. Encontraron que el 54 % de una muestra de 95 pacientes informaron que habían tenido coito vaginal o anal en el año precedente. Los hombres de la muestra tenían un promedio de 9,1 hospitalizaciones psiquiátricas y las mujeres tenían un promedio de 7,3. Así es razonable concluir que estaban mentalmente gravemente enfermos. Además parece razonable asumir que los pacientes de los estudios de Carey y col. (1997) y Kalichman y col. (1994) probablemente habían sido sexualmente activos en los momentos en que habían estado ingresados. Estos datos evidencian el hecho de que números relativamente altos de pacientes hospitalizados, anteriormente hospitalizados, o que iban a ser hospitalizados con una enfermedad mental grave eran sexualmente activos. Enfermedad mental grave y riesgo de infección por VIH. La enfermedad mental grave ahora es reconocida como un factor de riesgo para el VIH (Brady & Carmen, 1990; Cournos y col., 1994; Gottesman & Groone, 1997; Dr. Jose Díaz Morfa 2 La sexualidad del paciente esquizofrénico y una política hospitalaria McDermott y col., 1994; Sacks, Silberstein, Weiler, & Perry, 1990; Seeman; Lang, & Rector, 1990; Stefan & Catalán, 1995). En la literatura son citadas varias razones para considerar que aquellos con una enfermedad mental grave tienen un incremento en el riesgo de contraer una infección por VIH. Estas incluyen: (a) los pacientes psiquiátricos crónicos sexualmente activos probablemente van a tener múltiples parejas dentro del contexto de relaciones transitorias (Cournos y col., 1994; Kalichman y col., 1994; Kelly y col., 1992; Seeman y col., 1990); (b) la ocurrencia de contacto homosexual, incluyendo el coito anal (Brady & Carmen, 1990; Cournos y col., 1994; Lyketsos y col., 1983; McDermott y col., 1994); (c) el intercambio de sexo por dinero o mercancías es relativamente común (Cournos y col., 1994; Kalichman y col., 1994; Kelly y col., 1992; Welch, Meagher, Soos, & Bhopal, 1991; (d) el bajo uso del preservativo (Carey y col., 1997; Cournos y col., 1994; Kalichman y col., 1994; Kelly y col., 1992; Susser y col., 1995); (e) el uso de sustancias, incluyendo drogas intravenosas, a menudo asociadas con actividad sexual (Carey y col., 1997; Kalichman, y col., 1994; Kelly y col., 1992; Seeman y col., 1990); (f) la presencia de déficits cognitivos, incluyendo la impulsividad (Brady & Carmen, 1990; Kelly y col., 1992); (g) el impreciso conocimiento acerca de la transmisión del VIH (Kalichman y col.; 1994; Kelly y col., 1992; McDermott y col., 1994); (h) el aumento de patología asociada con el incremento de la actividad sexual (Bell y col., 1993; Cournos y col., 1994); (i) el deseo de algunas pacientes femeninas de quedarse embarazadas (Bell y col., 1993; Jacobs & Bobek, 1991); (j) el consentimiento de algunos pacientes de tener sexo con otros que saben que son VIH positivos (Cournos y col., 1994); (k) una historia importante de abuso sexual con una baja auto-estima y un incremento en el riesgo de victimización (Brady & Carmen, 1990; Goodman, Rosenberg, Mueser & Drake, 1997); y (l) la tendencia a tener lugares en la comunidad en las áreas más marginales de la ciudad donde hay un número incrementado de otros que son VIH positivos (Brady & Carmen, 1990; Kelly y col., 1992). A pesar de las muchas razones enumeradas anteriormente, los pacientes con una enfermedad mental crónica parecen subestimar su vulnerabilidad personal hacia la infección por VIH (Cary y col., 1997; Graham & Cates, 1992; Kalichman y col., 1994). En consideración a estos hallazgos, no debe llegar a sorprender que estos datos indican que la seroprevalencia del VIH es más alta en los pacientes psiquiátricos ingresados que en la población general. Basado en un análisis de varios estudios recientes (Cournos y col., 1991; Meyer y col., 1993; Sacks, Dermatis, Looser-Ott, Burton & Perry, 1992; Volavka y col., 1992), Cournos y col., (1994) estimaron que la seroprevalencia del VIH entre los pacientes psiquiátricos ingresados en la ciudad de New York estaba entre el 4,0% y el 8,9%. Ayuso-Gutiérrez (1997) encontraron que la prevalencia del VIH es del 5,1% entre un grupo de pacientes psiquiátricos ingresados en Madrid. Estos autores se refieren a otros dos estudios europeos donde se encontró que la seroprevalencia es del 6,5% y del 4,8%. Enfermedad mental grave y abuso sexual Hay evidencia de que pacientes con enfermedad mental grave tienen una mayor prevalencia de abuso sexual que las muestras de no pacientes. (Friedman y Harrison, 1984). La incidencia en la población general de abusos sexuales en la infancia es de un 20% de mujeres y un 10% de hombres (Lopez y col., 1989). Jacobson y Herald (1990) entrevistaron a 50 hombres y 50 mujeres ingresadas, la mayoría de los cuales tenían un trastorno del estado de ánimo o esquizofrenia, respecto a experiencias de abuso sexual antes de los 16 años. "El abuso mayor" fue Dr. Jose Díaz Morfa 3 La sexualidad del paciente esquizofrénico y una política hospitalaria definido como un contacto sexual con los genitales mientras "el abuso menor" involucraba otros actos sexuales que no involucraban contacto genital (por ejemplo, exhibicionismo, voyeurismo, fotos de desnudos). El 16% de los hombres y el 20% de las mujeres habían experimentado abuso sexual mayor en la infancia. Cuando los tipos de abuso sexual mayor y menor fueron incluidos, estas figuras subieron hasta el 26% y el 54% respectivamente. Existen muchos otros estudios. Goodman y col. (1997) revisaron 13 PREVALENCIA DEL ABUSO SEXUAL artículos que involucraban victimización física y sexual de pacientes femeninas con enfermedad mental grave. En diez POBLACION POBLACION de estos artículos, encontraron abuso GENERAL PSIQUIÁTRICA sexual en la infancia o en la edad adulta. Goodman y col., reconocen y 10 % 26 % discuten los problemas metodológicos inherentes a la obtención de datos 20 % 54% respecto al abuso sexual del enfermo mental grave. No obstante, ellos encontraron apoyo al argumento de que las mujeres enfermas mentales graves experimentaban una prevalencia alta de victimización sexual. El abuso sexual en la infancia ha sido asociado con un posadero de trastornos psiquiátricos posteriores en la vida (Brady & Carmen, 1990; Goodman y col., 1997). No hay razón para creer que la secuela del abuso sexual en el enfermo mental grave no va a ser severa (Jacobson & Herald, 1990). De particular importancia es el incremento de la evidencia de que el abuso sexual del enfermo mental grave está asociado con conductas de riesgo relacionadas con el VIH. Goodman y col., (1997) revisaron los correlatos psiquiátricos de abuso en las mujeres que viven en la comunidad. Informan de la ocurrencia común de un conjunto de varios síntomas que incluyen conductas de auto-lesión tales como sexo con riesgo y trastornos de abuso de sustancias. Aunque hay muy pocos estudios sobre los efectos del abuso sexual en las conductas de riesgo del VIH en el enfermo mental grave, Goodman y col., encontraron dos estudios donde el abuso sexual infantil en estos pacientes estaba asociado con conducta sexual compulsiva, prostitución, y tener sexo con parejas conocidamente de alto riesgo tales como consumidores de drogas intravenosas o personas con VIH. ♂ ♀ Mulder (1998) encontró una asociación entre el abuso sexual y patología psiquiátrica en una muestra al azar de 1028 individuos donde la disociación jugaba un papel fundamental. Enfermedad mental grave y disfunción sexual Los pacientes con enfermedad mental grave comúnmente expresan preocupaciones respecto a su funcionamiento sexual. Por ejemplo, Lewis y Scott (1997) preguntaron a 39 pacientes psiquiátricos acerca de sus necesidades de educación sexual. La mayoría de estos pacientes tenían diagnósticos de esquizofrenia, trastorno esquizoafectivo, o trastorno bipolar: De 10 temas de educación sexual identificados como importantes, el 76% y el 74% de los pacientes querían información en (a) los efectos de la medicación en el funcionamiento sexual y (b) los efectos de la enfermedad en el funcionamiento sexual, respectivamente. Estos porcentajes fueron más altos que para cualquiera de los 8 temas restantes. Dr. Jose Díaz Morfa 4 La sexualidad del paciente esquizofrénico y una política hospitalaria A pesar del hecho de que muchos pacientes con enfermedad mental grave experimentaron problemas sexuales, incluyendo una gama completa de disfunciones sexuales (Bhui & Puffett, 1994), se ha conducido poca investigación para determinar si las disfunciones sexuales son debidas a los trastornos mentales en si mismos o a las medicaciones utilizadas para tratar los trastornos. Aizenberg, Zemishlany, DorfmanEtrog, y Weizman (1995), encuestaron a 71 hombres con esquizofrenia y 51 hombres control sin enfermedad mental. Veinte de los pacientes con esquizofrenia han estado libres de medicación durante al menos seis meses mientras 51 habían sido mantenidos con neurolépticos de depósito. Ambos grupos de pacientes informaron considerablemente más disfunción sexual que los del grupo control. Los pacientes no tratados sufrieron relativamente más de disminución del deseo mientras que el tratamiento con neurolépticos fue asociado con la restauración del deseo. Se informó de más problemas con la erección, el orgasmo, y la satisfacción en los pacientes tratados que los no tratados, sugiriendo que la medicación neuroléptica causa algún tipo de alteración en las diferentes fases de la respuesta sexual en los hombres con esquizofrenia. Friedman y Harrison (1984) encontraron que la disfunción sexual era marcadamente más común en mujeres con esquizofrenia en relación con los controles no pacientes pero la contribución de la medicación no fue evaluada. Las estimaciones indican que el 54-88% de los hombres (Hummer Prevalencia de las et al., 1999; Teusch et al., 1995) y el disfunciones sexuales 30-94% de las mujeres (Friedman & Harrison, 1984; Hummer et al., 1999; Población Pacientes Pacientes Teusch et al., 1995) con general psiquiátricos esquizofrénicos con antipsicóticos (Laumann, graves esquizofrenia experimentaran 1999) (Wylie, 2002) (Hummer et al., 1999) disfunción sexual mientras toman medicamentos antipsicóticos. ♂ 31 % Ï 50% 54-88 % Además, (a) la mayoría de los individuos con esquizofrenia tendrán ♀ 43 % Ï 50% 30-94 % disfunción sexual, incluso cuando no tomen antipsicóticos; (b) las personas no tratadas muestran una disminución del deseo sexual; (c) los deterioros en la excitación y el orgasmo durante el sexo están asociados con el tratamiento antipsicótico, y (d) el tratamiento neuroléptico se correlaciona con la normalización del deseo sexual pero conduce a problemas de la excitación, el orgasmo y la satisfacción sexual (Aizenberg, Zemishlany, Etrog, & Weizman, 1995). Así, los efectos sexuales secundarios de los antipsicóticos pueden impactar negativamente en la calidad de vida (Baldwin & Birtwistle, 1997) y en la adhesión a la medicación (Hansen, Casey & Hoffman, 1997) de las personas con esquizofrenia. Las investigaciones preclínicas sugieren que los antipsicóticos producen disfunción sexual al menos por tres mecanismos: • el bloqueo directo de la dopamina tipo 2 (D2), • la elevación de la prolactina (un efecto indirecto del antagonismo central D2), y • el antagonismo en los receptores adrenérgicos α1 (Gitlin, 1994). En teoría, los antipsicóticos con un bloqueo reducido de los receptores de D2, menos elevación de la prolactina, y un antagonismo mínimo del receptor adrenérgico α1 pueden causar menos disfunción sexual inducida por los antipsicóticos. La quetiapina produce temporalmente un alto antagonismo a D2 que disminuye hasta niveles bajos al final de un periodo de 12 horas de la dosis (Kapur et al., 2001). La clozapina, que se vincula aproximadamente con el 50% de los receptores D2, Dr. Jose Díaz Morfa 5 La sexualidad del paciente esquizofrénico y una política hospitalaria comparte estas propiedades (Kapur & Seeman, 2001). Se ha propuesto que esta acción puede ser suficiente para su efecto antipsicótico, mientras limita los efectos secundarios relacionados con el antagonismo de D2 (Kapur & Seeman, 2001). El aripiprazol es un potente agonista parcial de los receptores de D2 (Burris et al., 2002). Todos los otros antipsicóticos comercializados producen altos grados de antagonismo al receptor D2, ocupando el 70% o más de los receptores D2 en todas las dosis clínicamente efectivas (Bench et al., 1993; Farde et al., 1992; Kapur, Zipursky, & Remington, 1999). Respecto a los efectos de la prolactina, el aripiprazol produce reducciones moderadas (Potkin et al., 2003) y la quetiapina produce una falta de cambio significativo (Arvanitis, Millar, & el Seroquel Trial 13 Study Group, 1997; Peuskens & Link, 1997) en los niveles de prolactina. La ziprasidona está asociada con un incremento leve (Documento informativo, 2000) y la olanzapina está asociada a un incremento de la prolactina dependiente de la dosis de leve a moderado (Beasley et al., 1996; Tran et al., 1997); los antipsicóticos tradicionales producen incrementos consistentemente altos en la prolactina (Casey, 1997); y la risperidona produce el grado más alto de elevación de la prolactina relacionada con el tratamiento de los antipsicóticos comercializados (Conley & Mahmoud, 2001). Los efectos antagonistas alfa1 adrenérgicos son de mínimos a leves con el aripiprazol, la ziprasidona, la olanzapina y la quetiapina, antipsicóticos tradicionales y la risperidona (Arnt & Skarsfeldt, 1998; Shapiro et al., 2003). El priapismo del pene y del clítoris esta relacionado con el antagonismo alfa adrenérgico de los antipsicóticos (Compton y col. 2001). Un estudio evaluó el efecto de cambiar a pacientes ambulatorios con esquizofrenia y disfunción sexual inducida por un antipsicótico a un tratamiento abierto con quetiapina. La quetiapina parece ofrecer una opción para reducir la disfunción sexual inducida por los antipsicóticos a los pacientes ambulatorios con esquizofrenia. (Byerly, 2004). Coincide en general con el estudio de Bobes y col. 2003, aunque se necesitan estudios a largo plazo y con muestras más grandes con la quetiapina. En resumen, teóricamente la responsabilidad de los efectos sexuales secundarios de los antipsicóticos comercializados es como sigue: risperidona > agentes tradicionales > ziprasidona > olanzapina > aripiprazina ≈quetiapina. Aunque los clínicos ahora son conscientes de los efectos adversos potenciales de las drogas QUETIAPINA ≈ psicotrópicas en las vidas sexuales ARIPIPRAZOL de los pacientes, estos efectos < secundarios tienden a ser OLANZAPINA subestimados o ignorados en la < práctica clínica (Vandereycken, ZIPRASIDONA < 1993). Varias medicaciones AGENTES TRADICIONALES psicotrópicas pueden causar < disfunción en una o más áreas del RISPERIDONA ciclo de la respuesta sexual (por ejem., interés, excitación fisiológica, orgasmo). Los neurolépticos, los ISRS, los tricíclicos, los IMAO, y las benzodiacepinas han sido asociados a la disfunción sexual (Gitlin, 1994) y todos son comúnmente prescritos a los pacientes psiquiátricos crónicos hospitalizados. En consideración al hecho de que la disfunción sexual inducida por la medicación puede Dr. Jose Díaz Morfa 6 La sexualidad del paciente esquizofrénico y una política hospitalaria reducir el cumplimiento del paciente con la medicación (Fleischhacker, Meise, Gunther, & Kurz, 1994; Jacobs & Bobek, 1991; Lukoff, Gioa-Hasick, Sullivan, Golden, & Nuerchterlein, 1986; Vandereycken, 1993) y que el tratamiento de la disfunción sexual inducida por la medicación puede ser efectivo (Gitlin, 1994), los clínicos deberían preguntar rutinariamente a los pacientes acerca de su funcionamiento sexual. De hecho, en una revisión de 21 estudios relacionados con la no adherencia al tratamiento con antipsicóticos, el promedio de interrupción de la medicación fue del 41% (Young, 1986). Esta tasa de no seguimiento del tratamiento con antipsicóticos debido a los efectos secundarios no deseados, casi se duplica en el segundo año de tratamiento, pasando del 41% al 74 % (Corrigan, 1990). Entre las posibles intervenciones para la disfunción sexual inducida por antipsicoticos (Perkins, 2002) están las siguientes: o o o o Modificar los factores de riesgo Reducción de la dosis Cambiar a otro antipsicótico (por ejem., a quetiapina) Añadir otra medicación (por ejem., sildenafilo, amantadine) Enfermedad mental grave y conducta sexual mal adaptada. Muchos pacientes psiquiátricos crónicos tienen dificultad para establecer relaciones íntimas y comprometerse en conductas sexuales que pueden ser perturbadoras para otros o peligrosas para si mismos u otros. Akhtar y Thomson (1980) en una revisión de la literatura encontraron varios ejemplos de conducta sexual problemática y mal adaptada en pacientes con esquizofrenia, incluyendo la lesión genital auto-inducida, exhibicionismo, masturbación en público, conducta sexual sádica, pedofilia, y zoofilia. Lyketsos y col. (1983) entrevistaron a 113 pacientes masculinos y femeninos con esquizofrenia crónica. El 24% de la muestra, mayormente hombres, comprometidos en "auto-erotismo desinhibido", se encontró que el 8% eran promiscuos, y se encontró que el 23% tenían otras "desviaciones sexuales" no especificas. Welch y Clements (1996) encontraron que el 15 % de una muestra de 161 pacientes psiquiátricos crónicos ingresados fueron juzgados por las enfermeras como que tenían conductas sexuales problemáticas tales como: (a) exhibicionismo; (b) hacer proposiciones inapropiadas; (c) tener relaciones sexuales en público; (d) ser ofensor sexual; (e) permitir el abuso sexual de uno mismo; (f) hablar inapropiadamente; y (g) no practicar sexo seguro. Esto pone de manifiesto que muchas personas con enfermedad mental grave se comprometen en una conducta sexual mal adaptada. Bhui y Puffett (1994) sugieren que cualquier trastorno mental puede interferir con un desarrollo sexual adolescente normal. Más específicamente, ellos argumentan que el trastorno interrumpirá la adquisición de las habilidades sociales interpersonales y las oportunidades para una exploración sexual que se cree es integral para el desarrollo de una sexualidad saludable. Welch y col. (1991) también proponen que las circunstancias existentes dentro del hospital psiquiátrico en si mismas pueden contribuir al desarrollo posterior de una conducta sexual mal adaptada en los pacientes psiquiátricos crónicos ingresados. Describieron a un grupo de 21 pacientes psiquiátricos crónicos ingresados que habían sido referidos a un grupo de educación sexual a causa de conductas sexuales problemáticas. Estos hombres expresaron la creencia de que las conductas sexuales apropiadas fueron innecesarias y no realistas dentro del contexto del hospital psiquiátrico donde habían vivido durante muchos años. Establecer relaciones Dr. Jose Díaz Morfa 7 La sexualidad del paciente esquizofrénico y una política hospitalaria monógamas satisfactorias emocionalmente estables con otros pacientes fue visto como innecesario porque los favores sexuales podían ser adquiridos bastante rápidamente con cigarrillos o café. En este contexto, las necesidades sexuales inmediatas podían ser gratificadas sin que estos hombres hayan aprendido las habilidades sociales necesarias para establecer una relación o tener la oportunidad de experimentar los beneficios de una relación íntima sostenida. Welch y col. (1991) concluyeron que las condiciones dentro del hospital pueden haber sido en parte responsables del desarrollo de las conductas sexuales problemáticas que estos hombres mostraban. Al fracasar en proporcionar un contexto normalizado para que las relaciones se desarrollen (por ejem.; la discusión abierta y la validación de las necesidades sexuales de los pacientes; la provisión de un marco digno y privado para practicar la actividad sexual apropiada), el hospital había dejado a estos hombres mentalmente enfermos desarrollar sus propios medios para la expresión sexual. No es sorprendente que resultaran repertorios sexuales no adecuados. Otros autores han expresado observaciones similares (Chase, 1988; Lukoff, y col., 1986). Viene al caso señalar un estudio (Bachman, 2000) realizado con 279 enfermeras/os de dos hospitales psiquiátricos, de los cuales el 17% de los hombres y el 11% de las mujeres admitieron tener "contacto físico con excitación sexual" con los pacientes. Enfermedades médicas concomitantes que contribuyen a las disfunciones sexuales en los pacientes mentales Dixon et al. (1999) mantuvieron entrevistas cara a cara con una muestra aleatoria de 719 pacientes con esquizofrenia para determinar la prevalencia de las comorbilidades médicas La presión sanguínea alta fue uno de los tres problemas más comunes (los otros son odontológicos y de visión) Las tasas de morbilidad médica fueron comparadas con aquellas de la población general: la tasa de diabetes excedió de lejos a la de la población general. Las tasas tanto para la enfermedad cardiaca como para la hipertensión se asemejaron a una cohorte más anciana. La diabetes, la hipertensión y la enfermedad cardiaca, pueden contribuir a la disfunción eréctil (Feldman et al., 1994). Además, Dickerson et al. (2002), entrevistó a 43 mujeres con esquizofrenia acerca de su estado de salud: tasas altas de obesidad y tabaquismo se encontraron entre los hallazgos más notables. La obesidad está vinculada a la hipertensión y la diabetes así como a la pobre auto-estima, todo lo cual puede contribuir a las dificultades sexuales. Por lo tanto, el impacto relacionado con el sexo de las drogas antipsicóticas también puede ser indirecto: Dr. Jose Díaz Morfa 8 La sexualidad del paciente esquizofrénico y una política hospitalaria La olanzapina, la clozapina, y la quetiapina están asociadas con un riesgo significativamente incrementado de diabetes (Sernyak et al., 2002). Y la olanzapina con un incremento en la concentración de lípidos (Koro et al., 2002) Estos dos factores, la diabetes y los lípidos elevados, están vinculados con la disfunción eréctil en los hombres (Feldman et al., 1994) y con el trastorno de la excitación sexual femenina genital. ANTIPSICOTICOS EFECTOS CAMBIOS ESTRUCTURALES SECUNDARIOS Hipertensión Hipercolesterolemia Ateroesclerosis CAMBIOS FUNCIONALES Deterioro de las relajaciones dependientes del endotelio Deterioro de las relajaciones neurogénicas Diabetes Insuficiencia arterial ARTERIAS ARTERIAS Estenosis arteri all arteria ENTRADA DE FLUJO REDUCIDA Trabicula Enfermedad oclusiva De los cuerpos cavernosos Atrofia y fibrosis del músculo liso Vasodilatación deteriorada Trabicula SALIDA DE FLUJO EXCESIVA Relajación deteriorada Modificado de Sáez de Tejada. J. of Sex Med. Feb. 2005 PERSONALIZANDO LA SELECCIÓN DE UN ATÍPICO PATRONES EMERGENTES DE COMPLICACIONES MÉDICAS ASOCIADOS CON LOS ANTIPSICÓTICOS ATÍPICOS QUE HAN SIDO UTILIZADOS EN LA COMUNIDAD DURANTE AL MENOS UN AÑO Risperidona Olanzapina Quetiapina Ziprasidona Haloperidol ++ + 0 + +++ ± ± 0 ± +++ +++ + ± ± +++ + +++ + 0 ± Diabetes + +++ + ± ± KAD/Salud + +++ + ± ± Hiperlipidemia + +++ + 0 ± SEP relacionadas con la dosis DT Elevación de la prolactina relacionada con la dosis Ganancia peso de Dr. Jose Díaz Morfa 9 La sexualidad del paciente esquizofrénico y una política hospitalaria Torsades Pointes de 0 0 0 0 0 Physician’s Desk Reference. 5th. Ed. Montvale, N.J: Thompson PDR; 2003 CONSENSO DE LA ADA/APA Conferencia sobre antipsicóticos, antipsicóticos, obesidad y diabetes Resumen Principio Activo Ganancia de peso Riesgo de diabetes Empeoramiento del perfil lipídico Clozapina +++ + + Olanzapina +++ + + Risperidona ++ D D Quetiapina ++ D D Aripiprazol* +/- - - Ziprasidona* +/- - - + = incremento del efecto; -= sin efecto; D = resultados discrepantes *Medicamentos más nuevos con datos a largo plazo limitados Diabetes Care. 2004, 27; 569-601 J Clin Psychiatry. 2004; 65: 267-272 Basado en la literatura revisada anteriormente, está razonablemente claro que los pacientes mentales graves ingresados: (a) son sexualmente activos; (b) tienen un mayor riesgo de contraer el VIH y una prevalencia más alta de seropositividad del VIH que la población general; (c) experimentan más abuso sexual que los grupos de comparación de no pacientes; (d) experimentan más disfunción sexual que los grupos de comparación de no pacientes; (e) algunas veces se comprometen en una variedad de conductas sexuales mal adaptadas. (f) Enfermedades comórbidas influyen en la prevalencia de disfunciones sexuales en el paciente esquizofrénico. LA NECESIDAD DE POLÍTICAS HOSPITALARIAS. Welch y Clements (1996) presentaron tres argumentos relevantes para la sexualidad del enfermo mental grave: 1. los pacientes psiquiátricos crónicos hospitalizados tienen derecho a la intimidad sexual en un marco privado y digno. 2. el personal clínico tenía el deber de aceptar y situar la sexualidad de los pacientes de una manera humana. 3. el hospital tiene el deber de tener un cuidado razonable en proteger a los pacientes del daño que podría surgir de los encuentros sexuales dentro del hospital, así como el deber de proporcionar educación y rehabilitación relevante para la sexualidad del paciente. Dr. Jose Díaz Morfa 10 La sexualidad del paciente esquizofrénico y una política hospitalaria Los administradores del hospital y el personal clínico indudablemente acordarán que tienen una obligación clínica y ética en situar estos serios problemas porque, "los pacientes esquizofrénicos, como otros, son seres sexuales y el reconocimiento y validación de su sexualidad es un tema importante en su calidad de vida"(Lukoff y col., 1986, pág. 671). La pregunta inmediata por lo tanto, no es si situar la sexualidad de los pacientes mentales graves ingresados, sino cómo. El reconocimiento del problema es una precondición necesaria pero no es suficiente. Hay una amplia evidencia en la literatura que sugiere que los administradores y el personal clínico a menudo están confundidos acerca de cómo situar las necesidades y conducta sexuales de los pacientes, cómo prevenir las enfermedades de transmisión sexual, qué hacer acerca de su propio malestar en el manejo de los temas sexuales, y cómo situar las inevitables preocupaciones de la responsabilidad legal (Welch & Clements, 1996). De cara a estas preocupaciones, Vandercycken (1993) ha sugerido que el personal clínico frecuentemente recurre a una de dos respuestas, negligencia o "psiquiatrización". Lo primero involucra considerar que las necesidades y problemas sexuales del enfermo mental grave son inexistentes y por lo tanto no importantes. Lo segundo involucra la presunción de que las necesidades y problemas sexuales de los pacientes son meramente síntomas o consecuencias de su trastorno mental y como tal, no necesitan un tratamiento directo. Es fácil deducir si estas respuestas podrían servir para aliviar la ansiedad del personal, o si constituyen una aproximación éticamente responsable o realista a las necesidades y problemas sexuales de los pacientes psiquiátricos crónicos ingresados. Volviendo a la tesis primaria de este artículo, las necesidades y problemas sexuales de los pacientes mentales graves ingresados es más probable que sean reconocidas, validadas y situadas si se desarrollan políticas formales escritas para servir como directrices al personal administrativo y clínico (Welch & Clements, 1996). La ventaja de las políticas escritas es que pueden incrementar la probabilidad de que todo el personal tendrá una comprensión compartida de lo que necesitan hacer para asegurar que todos los derechos y deberes son actualizados. La literatura revisada anteriormente proporciona una base para determinar el contenido de la política sobre la sexualidad del paciente: 1. La afirmación de los derechos y deberes reconocidos por el hospital, preferiblemente determinados después de buscar la opinión legal, es esencial. 2. La política también necesitará especificar los apoyos del entorno, educacionales, y terapéuticos que estarán a disposición por el hospital para que la implementación de la política sea viable (por ejem., instalaciones físicas, materiales, y servicios que el hospital proporcionará). Esto probablemente incluiría provisión de: (a) instalaciones privadas para la intimidad sexual entre los pacientes; (b) preservativos; (c) cursos de educación sexual para los pacientes con énfasis en la reducción del riesgo del VIH; (d) consejo acerca de temas de abuso sexual y disfunciones sexuales; según sea necesario; y (e) cursos para el personal educador acerca de la sexualidad en los enfermos mentales graves y sobre la política en si misma. 3. La afirmación de que las necesidades de educación sexual, consejo, y fármacos sexuales (por ejem., anticonceptivos) serán evaluados si es necesario. Lo más probable es que involucre la adopción de una selección de cuestionarios publicados para el paciente o la creación de una herramienta de evaluación por el personal clínico del hospital. 4. La afirmación respecto a lo que el hospital permitirá desde el punto de vista de literatura erótica, videos, etc. es importante. Muchos pacientes se Dr. Jose Díaz Morfa 11 La sexualidad del paciente esquizofrénico y una política hospitalaria comprometen en la masturbación, algunas veces como su salida sexual preferida, y algunos desearán utilizar tales materiales para lograr la excitación sexual. Ya que la masturbación es una práctica sexual relativamente segura, algún personal sanitario puede querer permitir el uso de materiales eróticos. Sin embargo, no hay duda de que habrá debates entre el personal acerca de si esto es saludable y si ciertos materiales eróticos son moralmente aceptables. Siguiendo la resolución de este debate, el atrincherar el resultado en la política del hospital incrementará la probabilidad de todo el personal de situar este tema de una manera consistente. 5. La política debería especificar las precondiciones, ya sean cualquiera, que serán requeridas a los pacientes para satisfacer que sea permitido el acceso a las instalaciones privadas para la intimidad sexual. Esto viene del deber del hospital a tener un cuidado razonable para proteger a los pacientes del daño que podría sucederles mientras utilizan las instalaciones privadas (por ejem., infección por VIH; embarazo). Es muy probable que los pacientes estén más seguros en instalaciones privadas donde los preservativos y artefactos estén disponibles para utilizarlos, y donde puede hacerse alguna evaluación de su capacidad para consentir y comportarse responsablemente. Los administradores y clínicos necesitarán decidir si las precondiciones tales como el requerir la completación del curso de educación sexual servirán para reducir el daño o meramente desalentarán a los pacientes para utilizar las instalaciones privadas más seguras. 6. La política debe especificar qué procedimientos tiene que seguir el personal clínico si un paciente con una enfermedad de transmisión sexual persiste en dañar la salud de otros pacientes (por ejem., negarse a utilizar el preservativo), o si un paciente persiste en comprometerse en conductas sexuales mal adaptadas (por ejem., exhibicionismo, asalto sexual). La legislación puede estar disponible para ayudar en este aspecto de la política. 7. La política también necesitará situar los temas que son específicos para cualquier hospital en particular y las leyes del país en el cual existen. Los temas enumerados antes son complejos y eso es precisamente por lo que necesitan ser situados por medio de una política escrita. Sería una tremenda insensatez dejar estos temas solamente al juicio del personal clínico porque las opiniones acerca de, y la reacción emocional a los temas pertinentes a la sexualidad del paciente será bastante diversa. Sólo por el camino de una política escrita (o series de políticas, según puedan ser más manejables) el personal clínico y administrativo pueden esperar lograr cualquier grado de consistencia en la reacción del personal hacia las necesidades y problemas sexuales del paciente. Además, se puede esperar que la política escrita reduzca el potencial de responsabilidad legal. El personal clínico está generalmente "legalmente seguro" si está siguiendo la política hospitalaria. El hospital probablemente va a estar mejor protegido de la responsabilidad legal si los administradores han situado los temas relacionados con la sexualidad del paciente por medio de una o unas políticas razonables (revisadas legalmente), como oposición a no tener una política formal y por consiguiente dejando que el personal y los pacientes desarrollen sus propias soluciones a los problemas de los pacientes (Welch & Clements, 1996). Dr. Jose Díaz Morfa 12 La sexualidad del paciente esquizofrénico y una política hospitalaria BIBLIOGRAFÍA • Aizenberg, D., Zemishlany, Z., Dorfman-Etrog, P., & Weizman, A. (1995). Sexual dysfunction in male schizophrenic patients. Journal of Clinical Psychiatry, 54, 137141. • Akhtar, S., & Thomson, J. (1980). Schizophrenia and sexuality: A review and a report of twelve unusual cases - part II. Journal of Clinical Psychiatry, 41, 166-174. • Arnt, J., & Skarsfeldt, T. (1998). Do novel antipsychotics have similar pharmacological characteristics? 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