por las milicias del Donbass. Según Toro, nombre de guerra de un voluntario español que se alistó en el batallón Vostok para «defender los valores del comunismo y la lucha contra el capitalismo occidental», la tregua –constantemente violada– es útil a ambas partes para ultimar una nueva ofensiva. El capitán Kor, exempresario ucraniano, está convencido de que el próximo huracán de fuego será sobre Mariupol. Alì, nacido en Afganistán y quien logró la nacionalidad al alistarse como soldado profesional, señala, por contra, a la misma Odessa. Propaganda, por supuesto. Pero no solo. En Jarkov se palpa la tensión. Se combate en los alrededores del aeropuerto de Donetsk, en Piski y Shirokine El aparato militar en las repúblicas de Donetsk y Lugansk es impresionante. Un informe recientemente publicado por Rusi (Royal United Services Institute) indica como cierta la presencia en el Donbass de unos 10.000 soldados rusos desde diciembre de 2014, mientras que unidades de fuerzas especiales (Spetnaz) estarían operando en la zona desde julio. Vista la disponibilidad de vehículos blindados, artillería pesada y municiones, así como la organización puntual de los seis batallones que operan en las repúblicas de Novorossiya y la capacidad de combate demostrada durante el asedio de la ciudad de Debaltseve, importante centro ferroviario, resulta muy difícil creer que todo sea trabajo de voluntarios, cuyo aporte, según el mismo informe, no excedería el 50% de las unidades de combate en las filas de los pro-rusos. Chechenos, norteamericanos, franceses, suecos, italianos combaten en distintos batallones. Veteranos de otros conflictos, desde Chechenia a Bosnia. ¿Mercenarios? Muy difícil de determinar esto con certeza. Todos afirman ser simples voluntarios. La guerra de Ucrania es una matryoshka. En su seno acoge a docenas de guerras fratricidas que testifican la desintegración de una civilización, la europea, rehén de conflictos permanentes y llenos de contradicciones. En Donetsk, muchas familias viven en los sótanos de edificios deshabitados, por miedo a los bombardeos. En la página de la izquierda, una mujer que ha optado por vivir bajo tierra y, a su lado, efectos de la guerra en la fachada de una vivienda. Sobre estas líneas, cementerio militar cerca de Donetsk. Vivir en la guerra. El hospital número 3 de Donetsk, distrito Kievkj, es un montón de escombros y planchas de metal retorcido. Se levantan en vuelo llevadas por el viento y aterrizan con un gemido metálico en la zazpika 9