Carmen Fariña Vicuña, ed. Epistolario Diego Portales.

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RESEÑAS
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CARMEN FARIÑA VICUÑA (ED.)
EPISTOLARIO DIEGO PORTALES
Santiago de Chile: Ediciones Universidad Diego Portales, 2007. 727 páginas.
¿Cuál de las dos caras de Portales era la real: la del austero servidor público
que nunca faltaba a su despacho a las ocho de la mañana, o la otra faz, nocturna y
seductora, del hedonista furtivo que ensayaba cada noche su propio talento ante una
audiencia femenina igualmente improvisada?
El enigma de Portales sale a la luz con la reedición, por Ediciones Universidad
Diego Portales, del Epistolario de Diego Portales, libro que viene a completar el documento original que se publicó en 1937 con motivo del centenario del fusilamiento
del ex ministro. La nueva versión posee dos tomos, el primero con los prólogos de
Carmen Fariña, historiadora a cargo de la investigación, Iván Jaksic, Manuel Vicuña
y Jorge Guzmán; y las cartas que datan de entre los años 1821 y 1832. El segundo
tomo publica las cartas y documentos entre 1833 y 1837, además de un anexo con
algunas cartas sin fecha.
Carmen Fariña compendia este epistolario que resume el pensamiento y vida
del ministro. La editora se ocupa de la recopilación exhaustiva de la correspondencia
de Diego Portales, únicos materiales que permanecen y que él mismo heredó, quizá
sin proponérselo, a la posteridad.
La edición original del Epistolario, a cargo del historiador Ernesto de la Cruz,
apareció en 1930 y pocos años después, al cumplirse en 1937 el centenario de la muerte
de Portales, fue complementada por otros dos volúmenes, en una publicación dirigida
por Guillermo Feliú Cruz y patrocinada por el Ministerio de Justicia del Gobierno
de Chile. Dicha edición reunía, en principio, la mayoría de las cartas escritas por
Portales, con una selección de textos firmados por varios historiadores de la época,
quienes trataron a fondo su personalidad y su obra. Un detalle nada irrelevante de esa
edición original es que los compiladores, haciendo gala de un recato que hoy parece
excesivo, omitieron y sustituyeron por puntos suspensivos los términos subidos de tono
que no pocas veces afloraron en boca de Portales. En la edición de Carmen Fariña se
prefirió conservar esos términos y cuando hay puntos suspensivos es porque el mismo
ministro los omitió en el original. Además, se sumaron nuevas epístolas halladas con
posterioridad a 1937.
El material reunido en este epistolario da cuenta del hombre público y del
Portales íntimo, y no solo de ello: a través de sus cartas se percibe el lenguaje y, en
definitiva, el espíritu de su época, los usos y costumbres que la caracterizaron, el estado
de ánimo dominante en una república aún joven y recién surgida a la independencia.
Es, en tal sentido, una señal insoslayable de lo que fue la “chilenidad” en sus orígenes,
de la nación criolla en su etapa fundacional.
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RESEÑAS
Carmen Fariña sostiene que su edición es no canónica, en el sentido de que
elude de manera deliberada los juicios de valor o posicionamientos taxativos respecto al autor del epistolario. Casi toda la historiografía relativa a Portales coincide
en caracterizarlo como un hombre autoritario, advirtiéndose también una afinidad
muy palpable con el proyecto conservador o “pelucón”, pero se deja constancia, casi
siempre, de cierta renuencia íntima de su parte a identificarse con la elite gobernante
o el mundo popular.
Numerosos pasajes de cartas mencionan mujeres. Tres destacan en la lectura del
Epistolario. La primera aparece en la carta 1, de 1821, como “Chepita”, cuyo nombre
verdadero era María Josefa Portales Larrain, prima y esposa de Portales. Aunque se
casaron en 1819, otra es la mujer que ocupa un lugar realmente destacado en el Epistolario: Constanza Nordenflicht. Veintiuna cartas relativas a ella, que van de noviembre
de 1834 a marzo de 1835, aumentan la enorme extrañeza que su relación con Portales
ha suscitado siempre. Se sabe que tuvo en Constanza tres hijos, de los cuales solo la
mayor, Rosalía (1824), aparece con cierta frecuencia en el Epistolario.
Estas cartas de Portales que incluyen a Constanza, ponen de manifiesto que
Portales la manipula a través de su secretario Garfias, hasta conseguir que Constanza
se vaya a vivir con su tía, doña Ana Josefa de Azúa, mujer noble y rica, de cuya casa
había sido expulsada la sobrina, al parecer por intervención de José Antonio Torres,
confesor, administrador y heredero de la señora.
En una carta enviada el 26 de noviembre de 1834 a Antonio Garfias, le pide que
se vea “con la Constanza y trate de disuadirla de su viaje […] Dígale que precisamente
en los días en que me tiene anunciada su visita estaré fuera del puerto. Esta mentirilla
no puede pesar en su conciencia, porque así evita un mal mayor. Constanza es tesonera y solo entiende estar a mi lado en la cama, no dejándome trabajar en nada. Las
resultas ya podría usted calcularlas echando a este pícaro mundo un ser desdichado
nuevamente. Yo llamaré a Constanza tan pronto como pueda estar con ella todo el
tiempo que lo desee en mi dura cama”.
Por último, vale destacar la opinión que el escritor Jorge Guzmán resalta en su
prólogo del nuevo epistolario que “como fondo de las acciones públicas y privadas
de Portales, el lector de sus cartas consigue asomarse a pequeñas y muy significativas
escenas de la vida cotidiana de la época […] y hacen pensar en la enormidad de la
distancia que nos hace extraño el mundo de las primeras décadas del siglo XIX, a
pesar de las muchas semejanzas abstractas”.
CAROLINA A. NAVARRETE G.
Pontificia Universidad Católica de Chile
canavarr@uc.cl
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