Al fondo hay sitio Al fondo hay sitio No sólo es una canción, sino también un comentario que se escucha a menudo cuando se sube a un bus en la ciudad de Lima, Perú. También conocidos como “combi”, “micro” o “colectivo”, los buses llenos de gente no pueden faltar en el sistema de transporte público de esta metrópoli. Aparecen en las calles limeñas en todos los tamaños y colores, a cualquier hora y conectan incluso el último rincón de la ciudad con el centro de la capital. Tras vivir y trabajar en Lima, una alemana nos cuenta de sus experiencias con las combis y de las curiosidades que enfrentó trasladándose como un ciudadano limeño más. S i pienso en el tráfico de Lima, en primera instancia recuerdo la notable extensión de la ciudad, la gran variedad y cantidad de vehículos públicos y el lío total que resulta la combinación de las tres variables. Para los peruanos no es nada más que la rutina diaria que les hace subir a un taxi o combi para llegar al trabajo o a casa. Sin embargo a un turista europeo le cuesta entender el sistema del transporte que parece no seguir ninguna regla. Cuando vivía en Lima, siempre pude observar la misma escena tanto en los barrios turísticos cómo en los más pobres: buses antiguos corriendo a una velocidad peligrosa uno al lado del otro en varios carriles, tratando de hacer caso a las señales de tráfico; hombres parados en las puertas abiertas de los buses gritando nombres incomprensibles de calles; y sonidos ensordecedores de bocinas y motores ruidosos. Independiente de la del coche y su tamaño, una característica que tenían casi todos los buses era su aspecto lamentable y las fallas de funcionamiento: bollas, neumáticos planos y señalizadores rotos que no transmitían seguridad y confianza. A pesar de todo, no hay manera de evitar las combis. “Son ellas quienes por un transporte de pequeña o larga distancia te cobran la mitad de precio que un taxi”, explica mi amigo peruano Fernando Flores, residente de Lima desde hace 20 años y cliente frecuente de las combis. Además, como para mí las combis limeñas representaron la forma más peruana y auténtica de trasladarme por la ciudad, me vi casi obligada a adaptarme a la cultura “anfitriona” y de atreverme a intentarlo. ¿Y quién hubiera pensado que al final me divertiría un montón? marca www.veintemundos.com - La revista para mejorar tu español Al fondo hay sitio La vida dentro de una combi El miedo de observar las combis por fuera se mantuvo cuando estuve dentro de una por primera vez. Los asientos parecían haber sido diseñados para niños. Estaban unidos de una manera poco “amigable” para mis largas piernas. El estilo de conducción me recordó a un recorrido en una montaña rusa. Además, me confundió la presencia de un personaje llamado “cobrador” que siempre va en el bus y que reclama el pago de sus pasajeros diciendo: “¡Pasajes!, ¡pasajes!”, y por hacer sonar una moneda suelta en su mano. Todo el tiempo veía personas en la calle que hacían señas para detener el bus. Continuamente bajaba gente de la combi en lugares donde había o no había paradero. Daba lo mismo. También subían artistas callejeros que cantaban, bailaban, recitaban poemas o hacían magia para entretener a los pasajeros y pedir una propina. Si el bus todavía no parecía estar suficientemente lleno, entraban también vendedores ambulantes que vendían todo desde alimentos y libros hasta medicina natural y aceite de motor. “Venden chocolates para el frío, gaseosas y aguas minerales cuando hace calor, queques de todos los sabores y caramelos cuando el clima es templado”, analiza Fernando. Muchas veces viajé en combis en las que ya no cabía ni un alfiler. Sin embargo, la gente no dejaba de subir. “Esto da risa porque cuando el bus está lleno, el cobrador dice: ‘¡Avancen hacia atrás, que al fondo hay sitio!’ Esto lo hacen sólo para subir más personas al vehículo, sabiendo que ya no hay espacio”, explica mi amigo. Menos mal que nunca pude enfadarme mucho por esta situación, ya que la música alegre del tipo cumbia o reggaetón a mí casi siempre me hacía olvidar la molestia. Cómo no perder la orientación En Lima, una ciudad con 8 millones de habitantes y de 45 distritos, nunca sabía cuál combi me servía para llegar a mi destino. Los buses no tienen horarios, a veces ni siquiera hay paraderos fijos y múltiples empresas de transporte controlan el tráfico. Aunque las combis siempre tienen números y muestran los nombres de las calles principales por las que pasan, es fácil equivocarse. Resultó que más de una vez me encontré en la calle desesperada y rodeada de un gran caos: buses con diferentes colores, números y letras y con varios cobradores que me gritaban desde sus combis “¡Arequipa!”, “¡Javier Prado!”, “¡Bolichera!”. Curiosamente también los peruanos tienen problemas para orientarse en Lima, me confesó Fernando: “Muchas veces me confundía y tomaba otras líneas. Es así que aprendí a reconocer www.veintemundos.com - La revista para mejorar tu español Al fondo hay sitio nombres y colores. No es muy recomendable preguntar a los cobradores sobre tu destino porque la mayoría no es sincera y te hace subir solo para pagar un pasaje. Algo mucho mejor es preguntar a las pequeñas tiendas o puestos de periódicos que están en cada esquina. Estos señores que trabajan ahí saben que bus o combi de que color, tamaño o nombre hay que tomar para llegar a un destino.” Con el paso del tiempo y con más práctica, averigüé las rutas principales y que “La Chama” pasa por “Ov. Higuereta” y que “La Orion” baja la “Av. Benavides”. Fernando me contó que allá por 1990 cuando subió por primera vez a una combi, le parecía fantástico porque el bus era pequeño como para un niño, pero, a la vez, muy rápido. Aunque ya no vivo en Lima, mis recuerdos de las combis son fantásticos también. Es cierto: los buses son caóticos, rápidos, inseguros y una aventura para cualquier europeo que creció con el lujo de un sistema de tráfico ordenado. Sin embargo, es justamente esa diferencia cultural la que tiene su encanto para mí. “Hay quienes quieren a las combis y quienes las odian”, solía decir Fernando. Y yo las quiero… www.veintemundos.com - La revista para mejorar tu español Al fondo hay sitio Resumen Una chica alemana, Katrin, nos cuenta su experiencia con el transporte público en Lima, Perú. Especialmente en lo que tiene que ver con “las combis” pequeños buses que llevan pasajeros por toda la ciudad. Sin embargo, el transporte es incómodo, caótico y difícil de entender. Las combis tienen un cobrador, persona encargada de recolectar el dinero; un conductor, quien guía la máquina; y un controlador, empleado que se ubica en diferentes puntos de la ciudad controlando el tiempo entre cada bus. Lo más difícil es entender cómo funciona el transporte, por ejemplo, que bus tomar o hacia adónde se dirige. Katrin cuenta que eso es algo que sólo se aprende con el tiempo. Dentro del bus también se puede encontrar a vendedores ambulantes que ofrecen diferentes productos de acuerdo al clima y artistas callejeros que alegran el viaje a los pasajeros. www.veintemundos.com - La revista para mejorar tu español Lee el artículo y escúchalo online: ____________________________ DEUTSCH http://www.veintemundos.com/ magazines/34-de/ ____________________________ ENGLISH http://www.veintemundos.com/ magazines/34-en/ ____________________________ FRANÇAIS http://www.veintemundos.com/ magazines/34-fr/