¡Venga Tu Reino! Metafísica de las costumbres H. Mario Quirarte Brambila L.C. FUNDAMENTACIÓN DE LA METAFISICA DE LAS COSTUBRES I. La buena voluntad: La buena voluntad es lo único que en el mundo puede ser considerado bueno sin restricción. Las cualidades del espíritu, del temperamento, dones de la fortuna deben ser dirigidas por una buena voluntad y por los principios de la acción hacia un fin común y universal. Esta buena voluntad constituye la felicidad y da valor de bien a las demás virtudes que la acompañan. La buena voluntad es buena en sí misma y vale más en sí que todas las acciones realizadas por ella. Aunque ésta no lleve a cabo todos sus propósitos, resta en sí misma con pleno valor. II. Razón, buena voluntad y su fin: 1. La felicidad no es fin de la razón: La razón dirige a la voluntad por naturaleza. Un primer principio de las disposiciones naturales de un ser adecuado teleológicamente para la vida es que no se encuentra ningún instrumento dispuesto para un fin que no sea el más propio y adecuado para dicho fin. Este fin en un ser dotado de razón y de voluntad no es su conservación, perfeccionamiento o felicidad, pues esto lo realizaría mejor el instinto. Si esto fuera así, no habría necesidad de razón ya que simplemente se quedaría en cumplir fines egoístas que requiere la simple naturaleza y no los fines de la razón. Así pues se puede establecer que la razón no está puesta para encontrar la felicidad ni en el bienestar material y ni siquiera en el intelectual. 2. La razón produce y dirige una buena voluntad: La razón no es lo bastante apta para dirigir a la voluntad en lo que se refiere a su objeto y satisfacción de nuestras necesidades. Para no dejar nada en manos de los instintos, se ha concedido a la razón el poder ser una facultad práctica, que pueda producir una buena voluntad. La razón práctica ejerce influjo sobre la voluntad haciéndola buena en si misma. La buena voluntad es el bien supremo y la condición para cualquier otro, incluso para el deseo de felicidad, pero solo como un fin segundo y condicionado a esta, que se siente satisfecha por haber realizado un fin determinado solo por la razón misma. Kant propone una razón práctica en lugar de un instinto para dirigir la voluntad y hacerla buena en sí misma. Ha sido la naturaleza quien ha dado a la razón esta finalidad. El fin primero de la razón es la buena voluntad. 3. Buena voluntad movida por el deber: La buena voluntad es estimada en sí misma sin ningún propósito exterior a ella, pues todo se encuentra ya en el entendimiento natural y el sujeto sólo debe ser ilustrado. Eso se hará por medio del deber que contiene en sí el de una buena voluntad. Será solo el deber lo que de un contenido moral, no las inclinaciones, el amor, honor, etc. Del deber estriba el valor del carácter. Se ha de hacer el deber no por inclinación sino por deber. III. Felicidad y deber: 1. ¿Qué es cómo se consigue la felicidad? La felicidad propia es un deber propio, pero indirecto. Las inclinaciones en su totalidad se resumen en la felicidad, que es comprendida como placer o bienestar. La felicidad, al estar comprometido por ciertas inclinaciones o no saber cuál es la felicidad completa, necesita del deber para poder procurarse la felicidad verdadera y dar a la conducta su verdadero valor. 2. El amor y el deber: El amor como inclinación no puede ser mandado, pero hacer el bien por deber cuando no se tanga ninguna inclinación o se le tenga aversión, es amor práctico que tiene asiento en la voluntad y que es el que puede ser ordenado. 3. El deber como principio y objeto de la verdadera moralidad: Una acción moral no hecha por deber no tiene valor moral en el propósito que por medio de ella se quiera conseguir, sino en la máxima por la cual ha sido resuelta. Se prescinde de cualquier facultad de desear y del mero principio del querer. No depende del objeto de la acción. Los propósitos e inclinaciones de las acciones consideradas como fines y motores de la voluntad no dan ningún valor moral. El valor moral reside en el principio de la voluntad, como principio a priori (formal) y su resorte es a posteriori (material). El principio moral general que determina la voluntad es cuando una acción sucede por deber substrayendo todo principio material. IV. El Deber y la ley: 1. Ley cumplida por el deber: El deber es la necesidad de una acción por respeto a una ley. Para que algo sea objeto de respeto y tenga como consecuencia un mandato, debe relacionarse con mi voluntad como fundamento, no como efecto, como algo que domina mi inclinación, que puede descartarla en el momento de la elección, esto será la simple ley en sí misma. La acción por deber excluye toda inclinación y objeto de la voluntad. Lo único que determina la voluntad es la ley, y simplemente ese respeto puro a esa ley práctica; por lo tanto, la máxima de obedecer siempre esa ley incluso con prejuicio de todas mis inclinaciones. El objeto determinante de la voluntad es la ley misma y no es el efecto. La ley, pues, constituye el bien moral, el cual está presente ya en la persona misma que obra por la ley y no espera nada más. 2. La máxima a priori de la razón que guía a cumplir la ley por deber: La máxima, la ley que determina mi voluntad sin restricción, como absolutamente buena y se convertiría en el único principio de la voluntad será: “Nunca más obrar que de modo que pueda querer que mi máxima se convierta en ley universal”. Esta máxima ayudará a no convertir el deber en una quimera o ilusión. Este precepto coincide perfectamente con la razón común de los hombres en sus juicios prácticos y nunca se aparta de sus ojos; la usa como criterio de sus enjuiciamientos. Esta máxima es el compás que nos ayuda a saber si nuestro obrar es bueno y conforme al deber. Es el conocimiento de lo que el hombre está obligado a hacer, saber y lo que compete a todos. 3. La razón práctica ordena dialécticamente cumplir la ley por deber no por felicidad: La capacidad de juzgar prácticamente es superior a la capacidad de juzgar teóricamente, pues al quitar todo lo sensible se hace más certera haciéndose capaz de juzgarlo todo a partir de sí misma. La fuerza contraria a los mandatos del deber que la razón presenta como dignos de respeto se debe a sus necesidades e inclinaciones, cuya satisfacción total se resume bajo el nombre de felicidad. Cuando la razón ordena sus preceptos surge una dialéctica natural, pues al no ofrecer nada a las inclinaciones se tiende a discutir las leyes del deber y poner en duda su validez, lo cual se convierte en prueba de su dignidad. TRÁNSITO DE LA FILOSOFÍA MORAL POPULAR A LA METAFÍSICA DE LAS COSTUMBRES I. Origen de la moral: 1. La experiencia no es fundamento del deber ni de la moral: El concepto de deber no es concepto de experiencia. Se puede decir que si algo se hace por deber, todavía se podría dudar si realmente fue hecho por puro deber y si ha tenido un valor moral. Por ello filósofos se han equivocado y atribuido un egoísmo refinado, pero sin poner en duda la exactitud del concepto de moralidad y viendo la frágil naturaleza humana. La experiencia no lleva a la experiencia moral, ni a representar el deber o a dar fundamentos morales ni determinaciones, pues se puede llegar a obrar por egoísmo. No se puede llegar a los motores de la acción, pues ante el valor moral no importan las acciones, sino sus principios íntimos. Se mezcla continuamente el “Yo”. Pero a pesar de esto, la razón por sí misma es independiente de todo fenómeno y ordena lo que debe suceder y aunque en algunos casos no se tenga experiencia, son éstos indudablemente mandados por la razón. Antes que toda experiencia, en la idea de una razón que determina la voluntad por fundamentos a priori. 2. Ejemplo no son origen o condición de moral: El concepto de moralidad es válido para todos los seres racionales en general de modo absolutamente necesario. No hay leyes apodícticas semejantes, pues esta ley proviene completamente a priori en una razón pura práctica. Un ejemplo o un caso no pueden deducir una moralidad. Dios y la voluntad libre vienen de la idea de razón a priori. Todo principio supremo de moralidad descansa en la razón pura independiente de toda experiencia. 3. La razón y sus principios a priori como origen de la moral: La teoría de las costumbres se debe fundamentar en una metafísica partiendo de los principios y bajando a lo popular, pues la moralidad se ha de buscar en los conceptos absolutamente puros de la razón y completamente a priori. La razón se convierte en la maestra del hombre. Estos conceptos van más allá de una antropología, pues provienen de la razón, pero sin que dependa de la naturaleza de la razón humana. Así se fundamentan las costumbres en sus verdaderos principios. Se ha de olvidar de una moralidad basada en ejemplos e investigar y exponer claramente la facultad práctica de la razón donde sus reglas universales de determinación hasta donde surge el concepto de deber. 4. La razón como guía de la voluntad: En la naturaleza, las cosas actúan por ciertas leyes. Solo un ser racional posee la facultad de obrar por la representación de unas leyes debido a su voluntad. La razón determina indefectiblemente la voluntad de un ser, sus acciones reconocidas como objetivamente necesarias. La voluntad elige lo que la razón reconoce como prácticamente necesario, como bueno independiente de la inclinación. Si la razón determina lo suficiente la voluntad, ésta también está sujeta a condiciones subjetivas, ya que la voluntad no está conforme a la razón, las acciones se hacen subjetivamente contingentes y la determinación de la voluntad en conformidad con las leyes objetivas se hace constricción y la voluntad no es necesariamente obediente. II. Los imperativos de la razón: 1. Rol de los imperativos: La representación de un principio objetivo en cuanto que es constrictivo para una voluntad se llama “mandato” y la fórmula del mandato se llama “imperativo”. Los imperativos se expresan por medio de un ¿? Y muestran la relación de una ley de la razón con una voluntad que por su constitución subjetiva no es determinada necesariamente por una ley (constricción). Se dice lo bueno que hay que hacer a una voluntad que no siempre hace lo que se le representa como bueno, pues está influenciada por la sensación. La voluntad buena perfectamente se hallaría bajo las leyes objetivas de la bien. Los imperativos constituyen solamente formulas para expresar la relación entre las leyes objetivas del querer en general y la imperfección subjetiva de la voluntad. 2. Trabajo del imperativo: El imperativo dice qué acción por sí es buena y representa la relación de una regla práctica con una buena voluntad que no hace una acción sólo por el hecho de ser buena, dado que el sujeto no siempre sabe que es buena o porque, aun sabiéndolo, sus máximas podrían ser contrarias a los principios de la razón práctica. 3. Tipo de mandato del imperativo: a. Hipotético: Representa la necesidad practica de una acción posible como medio de conseguir otra cosa que se quiere. Señala que la acción es buena para algún propósito posible, llamándolo “Principio Problemático Práctico”. Para realizar un propósito real, sería un “Principio Categórico Práctico”. b. Categórico: Representa una acción por sí misma como objetivamente necesaria sin necesidad de otro fin y cuyo propósito es posible para una voluntad. No tiene referencia a ningún propósito o fin, pues la acción es objetivamente necesaria por sí misma y tiene el valor de un “Juicio apodíctico práctico”. III. Tipos de imperativos hipotéticos: 1. Imperativo de habilidad: No tienen nada que ver con lo bueno, sino solo con el conseguir algo, por lo que se habrá de formar sobre el valor de las cosas que pudieran ponerse erróneamente como un fin. 2. Imperativo asertórico: El fin que está en todos los seres racionales y del que tiene una necesidad natural es el propósito de la felicidad. El imperativo hipotético que representa la necesidad práctica de la acción como medio para fomentar la felicidad se llama Asertórico. Es un propósito a priori que parte de la esencia del hombre. 3. Imperativo de sagacidad: El imperativo para elegir los medios para alcanzar la felicidad (bienestar) es la sagacidad. Es hipotético porque la acción no es mandada absolutamente, sino como un medio para otro propósito. IV. Tipo de imperativo categórico: 1. Imperativo de moralidad: El imperativo de la moralidad es categórico, no tiene condición, ni propósito, mandando una conducta inmediatamente. No se refiere a la materia de la acción, sino a la forma y al principio que la gobierna. Lo esencialmente bueno de la acción reside en el ánimo de llevarla a cabo, sea cual sea el resultado obtenido. V. Grados de constricción de la voluntad por parte de los principios: 1. Reglas de habilidad: Son principios técnicos, los otros pragmáticos y los terceros son morales. Este imperativo expresa la constricción de la voluntad en que el sujeto que quiere un fin quiere el medio indispensablemente necesario para alcanzarlo, si esto está en su poder. Es una proposición analítica, pues en el querer un objeto como producto de mi acción está ya pensada mi causalidad como causa activa, es decir, el uso de los medios, y el imperativo extrae el concepto de las acciones necesarias para tal fin del concepto de un querer ese fin. 2. Consejos de sagacidad: El consejo tiene necesidad subjetiva y contingente de acuerdo a lo que cada uno piense que como felicidad. Los imperativos de sagacidad son diferentes porque el concepto de felicidad es indeterminado, ya que sus elementos son empíricos y derivados de la experiencia, y la felicidad exige un todo absoluto. Nadie es capaz de determinar en un principio lo que le haría feliz, pues requeriría de una sabiduría absoluta y el conseguirla solo se haría por medio de consejos empíricos y no por mandatos. Los imperativos de sagacidad no pueden mandar o exponer acciones necesarias y son solo consejos de la razón. No se puede determinar con seguridad y universalidad que acción fomenta la felicidad y no hay imperativo para ello, pues la felicidad no es ideal de la razón, sino de la imaginación que solo descansa en fundamentos empíricos, una proposición analítico practica con un fin solo posible y no dado. El fin del imperativo de habilidad y sagacidad es analítico, pues ambos ordenan solo los medios para aquello que se supones ser deseado como un fin. 3. Leyes o mandatos de moralidad: Solo la ley lleva necesidad incondicionada y objetiva que se deben obedecer en contra de inclinaciones. El imperativo categórico debe ser completamente a priori expresando una ley práctica que no deje libertad a la voluntad con respecto al objeto y lleva la necesidad que exige una ley. Es una proposición sintético práctica a priori que tiene la necesidad de la máxima de adecuarse a la ley como necesario: “Obra sólo según aquella máxima que puedas querer que se convierta, al mismo tiempo, en ley universal”. De esto se derivan todos los principios que se piensan o derivan como deber. La universalidad de la ley por la que suceden diversos efectos constituye la naturaleza y la existencia de las cosas, en cuanto que están determinadas por leyes universales. Así se puede formular el imperativo ya mencionado de esta manera: “Obra como si la máxima de tu acción debiera convertirse, por tu voluntad, en ley universal. Aunque nos demos excepciones a nosotros mismos. VI. La voluntad y el deber: 1. Origen del deber en la voluntad: El deber debe tener significación e influencia autentica legisladora sobre nuestras acciones y se expresa en imperativos categóricos no en hipotéticos. El principio categórico no se puede hacer de la naturaleza de la persona. Para llegar a esta ley a priori se debe llegar a la “Metafísica de las costumbres”, dando fundamento a lo que debería suceder en una filosofía práctica. Se trata de leyes objetivas prácticas, de la relación de una voluntad consigo misma, en cuanto que se determina exclusivamente por la razón que determina la conducta a priori. 2. Rol de la voluntad: La voluntad es la capacidad de determinarse a sí mismo a obrar conforme a la representación de ciertas leyes. Su fin es aquello que le sirve como fundamento objetivo de su autodeterminación y que vale para todos los seres racionales. Un medio sería el fundamento de la posibilidad de la acción cuyo efecto es el fin. El estimulo es el fundamento subjetivo del deseo. El fundamento objetivo del querer constituye el motivo. Hay que distinguir entre los fines subjetivos que descansan en estímulos y fines objetivos que se convierten en motivos, los cuales pertenecen a los seres racionales. VII. Fundamento del imperativo en un fin: 1. Tipos de fines: Se ven los tipos de fines para ver cuales constituyen el deber y el imperativo categórico. Los fines pueden ser materiales o subjetivos o fines objetivos. 2. Fines materiales: Provienen de principios subjetivos. Nacen del capricho del sujeto y de valor relativo y provienen de estímulos y su valor reside en una facultad de desear del sujeto, por ello no pueden establecer leyes prácticas. Estos fines relativos se apoyan en imperativos hipotéticos. No pueden ser fundamento del imperativo categórico. 3. Fines objetivos: Todo ser racional es un fin en sí mismo y fin de todas sus acciones dirigidas a sí, como dirigidas a otro. Todos los objetos de sus inclinaciones tienen un valor condicionado y no absoluto. Los seres racionales son personas porque son fines en si mismos y no pueden ser usados como medios. El “principio práctico supremo” e “imperativo categórico” que corresponde a la voluntad humana habrá de ser tal que por la representación de lo que es necesariamente fin para todos. Por ser un fin en sí mismo constituye un principio objetivo de la voluntad y puede servir como ley práctica universal. El fundamento del principio es: “La naturaleza racional existe como fin en sí misma”. Así representa, el hombre, necesariamente su propia existencia como principio subjetivo, pero además como fundamento práctico supremo de donde pueden derivarse todas las leyes de la voluntad. El imperativo práctico será: “Obra de tal modo que las relaciones con la humanidad, tanto a una persona como a cualquier otro, sea siempre como un fin y nunca como un medio”. Esto no se deriva de la experiencia, pues es algo universal extendido a todos los seres racionales. El principio de la humanidad no es el fin del hombre, sino fin objetivo, ley suprema y condición limitativa de todo fin subjetivo y por ello originado en la razón pura. VII. Principio de autonomía de la voluntad: 1. Tercer principio de voluntad legisladora de sí: El sujeto de todos los fines según el segundo principio es todo ser racional como fin en sí mismo, de donde se deduce un tercer principio práctico de la voluntad como condición suprema de la concordancia entre éste y la razón práctica universal: “La voluntad de todo ser racional como voluntad universalmente legisladora”. La voluntad es autolegisladora sometida a aquella ley de la cual ella misma es autora. Se han de rechazar toda máxima que no puede compatibilizarse con la propia legislación universal de la voluntad. Así la voluntad que se rige a sí misma, no está sometida nunca a ningún interés, a un egoísmo. 2. Principio de autonomía de la voluntad: Si hay un imperativo categórico solo podrá mandar que se haga por una máxima de la voluntad que pueda considerarse a sí misma legisladora con respecto al objeto, pues solo entonces el principio práctico y el imperativo al que obedece son incondicionados, ya que no tienen ningún interés como fundamento. El hombre está sometido al deber como ley de su propia voluntad legisladora fuera de todo interés; surge el principio de autonomía de la voluntad o de heteronomía. VIII. El Reino de los fines: 1. Formación del Reino de los fines: El concepto de todo ser racional que por las máximas de su voluntad debe considerarse legislador universal para juzgarse a sí mismo y a sus acciones hace surgir el concepto de “Reino de los fines”, como enlace sistemático de distintos seres racionales mediante leyes comunes. Así será posible, evitando las diferencias, de los seres racionales y de sus fines privados, pensar en una totalidad de los fines en un enlace sistemático en un “Reino de los fines” posible según los citados principios, sobretodo en el que el ser racional debe tratarse a sí mismos y a los demás como fines y no como medios, perteneciendo a este reino como legislador universal y sujeto a las leyes. 2. El legislador universal: El legislador pertenece a este reino y no está sometido a la voluntad del otro. Se considera legislador en el “Reino de los fines” gracias a la libertad de la voluntad, como miembro o como jefe. El jefe es un ser totalmente independiente sin que la capacidad adecuada a su voluntad posea necesidades ni limitaciones. 3. Origen y fundamento de la moralidad en el “Reino de los fines”: La moralidad consiste en la relación de toda acción con aquella legislación por la cual es posible un “Reino de los fines”. Esta legislación se origina en la voluntad por la máxima que tal máxima pueda ser ley universal, y que la voluntad por su máxima pueda considerarse a sí misma, al mismo tiempo, universalmente legisladora. Entonces, la necesidad de la acción se llama constricción práctica o deber que se refiere, no solo al jefe, sino a todo miembro en igual medida. 4. Obrar por deber: La necesidad práctica de obrar por deber descansa en la relación de los seres racionales entre sí en lo que la voluntad es legisladora. La razón vincula toda máxima de la voluntad legisladora de sí por la idea de la dignidad de un ser racional que no obedece otra ley que la que se da a sí mismo. 5. Precio o dignidad: En el “Reino de los fines” todo tiene un precio o dignidad. a. Dignidad: Lo que se haya por encima de todo precio y no tiene equivalente tiene dignidad, pues es condición para que algo sea un fin en sí mismo con un valor interno. b. Precio: Lo que se refiere a la inclinación y a la necesidad tiene un precio comercial; lo que sin suponer necesidad se adecua a cierto gusto o satisfacción por el juego de facultades tiene un precio de afecto. c. La moralidad como lo único que posee dignidad: La moralidad es la condición bajo la cual un ser racional puede ser un fin en sí mismo y ser legislador en el “Reino de los fines”. Sólo la moralidad y la humanidad son lo único que poseen dignidad y un valor interno en un acto de virtud. La máxima de la voluntad son impuestos de la razón sin adulación. Esto lo aleja de todo precio. d. El respeto a la legislación como futo de su dignidad: El ser racional participa de la legislación universal siendo apto al reino de los fines al que por naturaleza está ya destinado por ser un fin en sí mismo; además de ser legislador de este reino libre de leyes naturales y obedeciendo solo a las que él pone y a las que se somete por ser universales y porque nada tiene más valor que el que determina la ley. Por ello la legislación misma tiene una dignidad de valores incondicionados e incomparables para el cual solo la palabra respeto ofrece la expresión conveniente de la estimación que un ser racional puede tributarle. La autonomía es el precio de la dignidad de la naturaleza humana y racional. 6. Constitutivo de las máximas o leyes: El proceso sigue la forma de las categorías de la voluntad, como universalidad, de la pluralidad de la materia como los fines, y de la totalidad del sistema que acerca la ley universalidad a la intuición. a. Forma: Todas las máximas tienen una forma que es la universalidad, pues son leyes naturales universales. b. Materia: Tienen una materia que es un fin que determina que el ser racional es un fin en sí mismo y condición limitativa de todos los demás. c. Determinación: Tiene una determinación integral en la que todo concuerda por propia legislación en un “Reino posible de los fines”. 7. Buena voluntad: a. No hay contradicción entre imperativo y buena voluntad: La voluntad es buena cuando su máxima no puede contradecirse nunca al ser transformada en ley universal. La condición bajo la cual una voluntad no puede estar nunca en contradicción consigo misma en el imperativo categórico de “obrar según la máxima que al mismo tiempo tenga por objeto el presentarse como leyes naturales universales”. La formula está constituida de una voluntad absolutamente buena. La materia de la buena voluntad sería el ponerse como fin de sí misma. El fin debe ser independiente contra el cual no pueda actuarse en contra y como fin de todo querer que es fundamento de todo fin y que sus máximas sea un fin en sí misma. 8. Reino de los fines y Reino de la naturaleza: El “Reino de los fines” es posible por analogía al “Reino de la naturaleza” que según las máximas y reglas que se pone a sí misma, según leyes de causa eficientes mecánicas. El conjunto de la naturaleza es considerado una máquina que se llama “Reino de la naturaleza” en cuanto que tiene referencia a los seres racionales como fines suyos. El ser racional como fin de sí mismo se considera con respecto a las leyes a las que está sometido como legislador universal, que viene de esa aptitud de sus máximas para una legislación universal que lo distingue con fin en sí, al igual que su dignidad sobre los seres naturales por ser su legislador. 9. Realización del “Reino de los fines”: El “Reino de los fines” es realizado por sus máximas prescritas por el imperativo categórico a todos los seres racionales. Éstas han de ser seguidas universalmente. Si uno no es fiel, los demás deben serlo aunque no satisfaga la felicidad, pues la ley obra las máximas de un miembro legislador universal en un posible “Reino de los fines” y manda categóricamente. El respeto por una pura idea como precepto ineludible de la voluntad, con independencia de toda estima muestra la dignidad del ser como legislador, y la grandeza de la máxima. 10. Dios como legislador: Aunque se pusiera un Ser Supremo como legislador, el valor interno de la ley continua independientemente. Aunque el hombre tuviera un poderoso motor para cumplir, el legislador solo juzgaría el desinterés con el que se cumple la ley. 11. Constitución de la moralidad: La moralidad es la relación de las acciones con la autonomía de la voluntad y con una posible legislación por medio de sus máximas. La acción permitida es aquella compatible con la autonomía de la voluntad. La voluntad cuya máxima concuerda necesariamente con las leyes de la autonomía (constricción moral) constituye una obligación. La necesidad objetiva de una acción obligatoria es el deber, no el ser santo. AUTONOMIA DE LA VOLUNTAD COMO SUPREMO PRINCIPIO DE MORALIDAD La autonomía de la voluntad es ser una ley para sí misma independiente al querer. Una voluntad que elige conforme a la máxima que sea al mismo tiempo incluida como ley universal. La voluntad no se da su propia ley, sino que es el objeto, y por su relación a la voluntad, la encargada de dar la ley. El imperativo moral dice que debo obrar al margen de lo que yo quiera. Se hace una abstracción de todo objeto, hasta el punto de no influir en la voluntad, por ello la razón práctica demuestra ser su propia autoridad imperativa como suprema legislación, no por interés. DIVISIÓN DE TODOS LOS PRINCIPIOS POSIBLES DE LA MORALIDAD SEGÚN EL CONCEPTO FUNDAMENTAL YA ADMITIDO DE LA HETERONOMÍA I. Tipos de principios morales: 1. Principios empíricos: Estos no son fundamento moral, pues son particulares y contingentes. Son derivados del principio de la felicidad asentado en el sentimiento ético moral. No es la felicidad el fin moral, pues el bien no concluye el actuar moralmente. El sentido moral puede acercarse a dar el honor a la virtud y atribuir satisfacción, pero no poner como fundamento algo que se mantiene en el sentimiento y en el provecho. 2. Principio teológico: La voluntad de Dios como causa determinante de nuestra voluntad. 3. Principios racionales: Son derivados del principio de perfección asentado en el concepto racional de dicha perfección como motivación posible. En estos es preferibles el concepto ontológico de la perfección que el teológico, pues al atribuir todo a la voluntad divina no se puede intuir la perfección divina y solo se puede deducir de nuestros conceptos de los cuales el principal es el de la moral. Si se hace esto se llega a las propiedades de la ambición y el afán de dominio unidos a representaciones de fuerza y venganza que dan origen a un sistema de costumbres a la moralidad. II. Heteronomia de la voluntad por medio de un principio de la naturaleza del sujeto: El concepto de perfección moral aleja la sensibilidad y se traslada al tribunal de la razón pura conserva la idea indeterminada de una voluntad buena en sí para una determinación más exacta y precisa. Los principios racionales establecen la heteronomía de la voluntad como fundamento primero de la voluntad. La heteronomía viene del objeto de la voluntad como fundamento para prescribir a la voluntad la regla que ha de determinarla “Hay que obrar de tal o cual modo si se quiere lograr este objeto o porque se quiere este objeto”. Este imperativo puede determinar a la voluntad por una inclinación o por la razón. Pero la voluntad no se determina por la acción, sino por motivos que actúan sobre la voluntad previsto en la acción, por ello no se necesita, para no tener una represión de motivos, una máxima proveniente de la naturaleza ni de la experiencia, sino que hay una heteronomía de la voluntad, de una voluntad que no se da una ley a sí misma, sino que la recibe de un impulso a través de la naturaleza del sujeto. Una voluntad absolutamente buena tiene como principio un imperativo categórico, se determina ante el objeto y contiene solo la forma del querer en general como autonomía, con la aptitud de hacerse a sí misma ley universal sin ningún interés.