LA MATERIALIZACIÓN DEL ESPÍRITU BARROCO EN LA OBRA DE LOS JESUÍTAS EN CÓRDOBA - ARGENTINA. Arq. Olga Gallo de Castelló Arq. Felicitas Lerin de Jaimes Universidad Nacional de Córdoba. Argentina “Entonces las alas seguras al aire enfrento. No temo obstáculo de cristal o vidrio, sino que hundo las alas y me aventuro al infinito”. Giordano Bruno De l’ infinito, universo e mondi (1585) La aventura americana significó para la orden de los padres jesuitas, el desafío propio de los primeros años de la colonización. Provenientes de Brasil y Perú, en diferentes misiones, ya para finales del siglo XVI, sientan sus bases definitivas en territorio cordobés. Es conocido el entrenamiento de los miembros de la orden de Loyola, en lo referente al estudio de la filosofía y la teología, así como los conocimientos científicos. Es también visible el interés de los jesuitas por los problemas financieros, pese a su inflexible exigencia de pobreza personal y el realismo propio de la orden. Una instrucción relativa a la administración de las propiedades temporales de la Compañía establece la necesidad de un sólido conocimiento a cerca de los problemas económicos. Cada quien tenía su profesión, su oficio, su quehacer. La Compañía sabría utilizarlos en la medida de sus conocimientos. Y estos conocimientos les dará a cada quien la libertad de acción según las circunstancias. El barroco constituyó en Europa una concepción estética que se manifestó plenamente en la arquitectura y si bien esta denominación se aplicó casi exclusivamente a las obras de arte, la idea estético-artística barroca, influyó todas las manifestaciones de la vida de su tiempo, la literatura, la música, las costumbres y aun la filosofía. Imbuídos de este espíritu reinante en la época, la orden expresa con libertad en estas latitudes esta filosofía, ante los objetivos comunes y las varias opciones, se refleja la libertad en la organización del territorio, la libertad en la organización de la arquitectura y la libertad en las técnicas constructivas. Para 1614, la orden jesuítica del Paraguay, contaba repartidos en el territorio, colegios, residencias, misiones, convictorios y noviciado. Es así como en la segunda década del siglo XVII, por orden pontificia, los jesuitas ponen en funcionamiento el Colegio Máximo, destinado a los estudios superiores de religiosos y seglares, facultado para otorgar grados literarios o académicos. Las circunstancias desfavorables para el sostén de los establecimientos, llevó a los jesuitas a formar Estancias agrícola-ganaderas, con el fin de 769 sustentarlo. Así fue como adquirieron en primer lugar las tierras de Caroya y luego Jesús María y Alta Gracia, para ser completadas con otras importantes poseciones en el territorio provincial. En una elaborada decisión basada en la necesidad de sustentar económicamente a la universidad a la vez que evangelizar y encontrar relaciones físico-económicas con la ruta al Alto Perú, se crea la trama territorial basada estratégicamente en los centros de producción, las Estancias y la ciudad con su Universidad. La materialización de las ideas En relación a la concreción arquitectónica de esta idea se conjugarán aspectos como el tipológico que tiene que ver con la necesidad primera, claustrotemplo, y la derivada de las actividades propias de cada Estancia. Es así como en la ciudad el conjunto se ajustará al trazado urbano, aceptando la consigna de las órdenes de Roma, de “humildad en los claustros y magnificencia en los templos”. Las Estancias sumaran los trapiches, las bodegas, la ranchería, los corrales, el tajamar, el molino, la organización de los campos de cultivo, las acequias, etc. El lenguaje y la tecnología es en donde se hace más evidente la personalidad de los hacedores y los recursos intelectuales con que contaban. La formación europea jesuítica, el conocimiento de los tratadistas, así como la influencia de la arquitectura de los lugares de procedencia, jugaron un papel determinante en la concreción de las obras, en las que muy poco aporte conceptual de lo local, se ve reflejado, reducida su intervención solo a la mano de obra de negros e indios que dejaron algunas expresiones en lo decorativo y constructivo. Es indudable que es en los templo donde mejor se expresa el repertorio formal y constructivo propios del conocimiento de los jesuitas. La “planta jesuítica”, resuelta en una sola nave de cruz latina y cubiertas con bóvedas de cañón corrido y cúpula en el crucero, es utilizada en Santa Catalina, Jesús María y la iglesia de la Compañía en Córdoba. Sin embargo en Alta Gracia, la solución implementada, refleja la libertad de una solución diversa, transformando la nave transversal en dos profundos ábsides y una cúpula oval. En Caroya nuevamente, la solución es otra, una capilla de una sola nave cubierta con cabriada de madera, al igual que la Capilla Doméstica que manteniendo una sola nave se cubre con una bóveda de caña y barro como estructura, con un interior profusamente decorado. Las soluciones estructurales y de lenguaje también expresan la diversidad y el profundo conocimiento de las soluciones adoptadas. Se puede destacar la solución implementada por el jesuita belga Phillipe Lemaire, quien enfrentado a dar una solución para la cubierta del templo mayor en Córdoba, apela a sus conocimientos sobre técnicas constructivas navales, y con el apoyo bibliográfico del tratado de Philibert de l’Orme, existente en la biblioteca de la Compañía en Córdoba, resuelve la bóveda y cúpula de madera dando una excelente solución espacial. En relación al lenguaje no se crearon formas exclusivas sino también devinieron de la capacidad, el talento y el origen de procedencia. Es así como 770 Santa Catalina expresa una notable influencia del barroco rural del sur de Alemania, en donde se destacan en el paisaje las altísimas torres y el portal cóncavo-convexo, cuyo juego de luz y sombra son propias del estilo, al que se suma además otra particularidad del ideario barroco, el de la sorpresa al final del camino recorrido, hecho que se repite también en Jesús Maria y la Casa de Caroya. Datos referenciales Los jesuitas se establecieron definitivamente en Córdoba en 1599, en los solares que se les destinaron según la traza fundacional. Su labor religiosa y educativa se puso en marcha, centralizando en la ciudad todas las actividades de la Congregación, para el centro, norte y este del territorio. Con la creación del Noviciado en 1608 y el Colegio Máximo en 1610, se iniciaron los estudios de formación superior, que dieron origen a la primera Universidad Argentina en 1621. Durante el siglo XVII se fueron organizando las Estancias: Caroya, Jesús Maria, Santa Catalina, Alta Gracia y La Candelaria, ubicadas al NO y SO de la actual provincia de Córdoba. Todas en sectores apropiados para la producción agrícola-ganadera y que tuvieron por finalidad conseguir recursos económicos para el mantenimiento de la Universidad y desarrollar tareas evangelizadoras. Estos centros, cuyas variantes respondían a la especialidad de su producción se conformaron con la Iglesia, el o los claustros destinados a residencia y obraje, viviendas de indios y esclavos, trapiche, molino, acequias y reserva de agua: “el tajamar”; expresión de un acabado conocimiento técnico aplicado a las características de cada lugar. A modo de síntesis, estos datos referenciales ubican en el tiempo y el espacio y permiten remarcar con mayor énfasis aquel espíritu barroco que aportó al desarrollo y la capacidad de resolver en forma diversa cada situación, y las imágenes ayudan a visualizar la materialización del legado que dejaron, aquellos que trabajaban “para la mayor gloria de Dios”. La expulsión de los jesuitas significó la ruptura de esta compleja red religiosa y económica, que a pesar del tiempo transcurrido y la diversa suerte que cada uno de estos establecimientos tuvieron, hoy algunos en manos privadas, otros convertidos en museos y otros como el caso de la Compañía en Córdoba, segmentados, guardan la idea inicial de trama fuertemente ligada y de expresión propia de un orden nuevo, en un mundo nuevo. Nota: La Iglesia de la Compañía de Jesús, la Universidad y las Estancia Jesuíticas de la provincia de Córdoba en Argentina fueron declaradas Patrimonio de Humanidad en Diciembre del 2000. 771