Así, No ‐ Revista Outdoors ‐ Rodrigo Fica ‐ Enero 2002 ASÍ, NO Texto y Fotografías: Rodrigo Fica Enero 2002 Las fotografías que acompañan este artículo no corresponden a la historia misma. Su inclusión obedece al esfuerzo por tratar de hacer más ilustrativa esta insólita aventura y, con eso, ayudar a comprenderla cabalmente. Ubicado en un filo a trasmano al interior del Cajón de Lo Valdés, el cerro Diablo, se yergue como la montaña más alta del sector con 4.280 mts. Se identifica fácil por su cumbres bicéfalas que lo asemejan a una cabeza cornuda, siendo su dificultad, por la ruta normal, grado II o III en la escala UIAA, involucrando pasadas de roca y desplazamiento en neveros inclinados. Hace algunos años atrás, cuando empecé a conocer el montañismo, surgió como un desafío natural y lo intenté en tres ocasiones seguidas pero fallando siempre por motivos diversos. En el proceso, me hice fuerte e impetuoso, elevando mi nivel pero no acompañándolo del autocontrol necesario. Combinación explosiva que llegó a su apogeo con el feriado del día de la Raza cuando me dispuse a realizar un cuarto y último esfuerzo para conquistar su cumbre. Esta vez, dispuesto a no regresar sin el éxito. Préambulo para un Desastre A diferencia de los otros intentos, para mí en aquella ocasión los tres compañeros que venían conmigo eran un detalle (yo haciendo cordada con Temi). Nuestras vestimentas y el material en general era el estándar de todo principiante a comienzos de la década del 90, es decir, malo. El primer día transcurrió sin novedad. Lo habitual; una micro atiborrada, las empanadas de San José, la pesada subida inicial y la caminata hasta el fondo del Cajón. http://www.aruficax.cl/ I Así, No ‐ Revista Outdoors ‐ Rodrigo Fica ‐ Enero 2002 Me sentía en forma. Los meses de entrenamiento y el despertar de la nueva pasión me hacían identificarme con una máquina eficiente y curtida por los rigores cordilleranos. Pronto dejé atrás a mis compañeros y no los volví a ver más, excepto en un descanso que me sirvió para insistirles que se apuraran. Acampamos en el Circo que marca el final del valle. Al día siguiente, salimos a las 4:20 hrs. de la mañana y, como me sabía la ruta de memoria, abrí la huella y encadené sin problemas los diversos filos que se me presentaron. Mis amigos, como era de esperarse, quedaron muy atrás. Alrededor de las 8:00 hrs. arribé a una estribación donde se suele descansar y que posee una visión privilegiada para dar ʺ... como me sabía la ruta de memoria, abrí la huella y encadené sin problemas los diversos filos que se me presentaron. Mis amigos, como era de esperarse, quedaron muy con la ʺobviaʺ atrásʺ canaleta que conduce a la cumbre. Pero por más que miré con atención no la pude encontrar. En eso llegó Temi y, una hora después, la otra cordada. Como nuestros compañeros tenían más problemas para progresar con seguridad, les dejamos la cuerda antes de bajar raudos a la derecha. Nuestra idea era rodear la base del cerro en sentido contrario a las manecillas del reloj, pensando que la canaleta podía estar a un costado, oculta a nuestra posición. Progresamos rápido y pronto entramos en calor. Quise sacarme el chaleco de lana y la parka de nieve. Paré justo en medio de una inclinada ladera y clavé firmemente el piolet para poder quitarme la mochila, pero me distraje un instante y ésta se me deslizó de las manos cayendo por la pendiente con velocidad creciente. http://www.aruficax.cl/ I I Así, No ‐ Revista Outdoors ‐ Rodrigo Fica ‐ Enero 2002 Sin pensarlo, me lancé en su persecución a un ritmo vertiginoso y casi alcancé a agarrarla, pero tropecé y caí sin control algunos metros, hasta que pude auto detenerme. Resignado y ya sin opción de alcanzar mi equipo, me entretuve en el inútil ejercicio de ver como mi morral se perdía en la lejanía. Su contenido era vital: descendedor, mosquetones, cordines, cantimplora, alimentos, botiquín y la cámara fotográfica. Para afrontar el ascenso, sólo me quedaba el piolet ... Pero yo no volvería a Santiago sin otro fracaso; ʺhabía demasiado en juegoʺ. Hacia la Cumbre Maldiciendo, volví sobre mis pasos y tardé algunos momentos en retomar la cota. Sin darle a Temi el derecho a réplica, y aún con la cabeza caliente, le pase mi ropa para que me la guardara en su mochila y le ladré un seco ʺsigamosʺ. A la hora de marcha se nos hizo evidente que habíamos pasado por alto el canalón. Podríamos haber regresado por nuestros pasos pero no me atrevía a tentar suerte por alguna de las gargantas que habíamos visto, así que preferimos seguir, envalentonados además porque el cerro parecía tumbarse en una fácil ladera de piedra que quedaba a la derecha del bastión final. El esfuerzo ya era importante. Temi tendía a quedar atrás, pero yo, por supuesto, no lo esperaba. Cerca del mediodía, mi amigo me gritó que no iba a continuar. Hasta ese momento su buena voluntad lo había conducido más allá de lo que su cuerpo le permitía, quizás ayudado por mis palabras llenas con ʺqueda pocoʺ. ʺEl esfuerzo ya era importante. Temi tendía a quedar atrás, pero yo, por supuesto, no lo esperaba...ʺ http://www.aruficax.cl/ Antes de iniciar su propia y personal aventura para volver al campamento, y sin que lo supiera, Temi dejaría en un lugar visible mi ropa, para que yo la aprovechara en mi camino de regreso. A estas alturas pedirme mesura o prudencia era un III Así, No ‐ Revista Outdoors ‐ Rodrigo Fica ‐ Enero 2002 imposible. Yo ya no pensaba en nada, excepto continuar, así que proseguí en solitario. Lamentablemente, la cómoda ladera de piedra terminaba en un expuesto filo, tan complicado como los que habíamos eludido. A mi izquierda se intuía la cumbre, pero muy detrás de una serie de gendarmes, filos aéreos y toda la mugre de cerro descompuesto que habitualmente se encuentra en los Andes Centrales. Tratando de buscar lo más fácil, continué ahora escalando con la adrenalina al máximo, subiendo metro tras metro. Absurdo es tratar de dar una idea del grado de dificultad real, pues el tiempo transcurrido ha borrado toda objetividad posible. ʺ...continué ahora escalando con la adrenalina al máximo, subiendo metro tras metro. Lo cierto era que me rodeaban enormes Absurdo es tratar de dar una idea del grado de paredes resquebrajadas y abismos sin fondo. Y dificultad real, pues el tiempo transcurrido ha borrado toda objetividad posibleʺ que eso me asustaba. Para peor, al rato, tuve que descender gran parte de lo escalado como única solución para sortear un ancho corte que interrumpía el filo y que me demostró que el esfuerzo previo había sido en vano. Antecumbres, canalones, acarreos y mugre, hasta que a las tres de la tarde, emergí desde un pasadizo a la cúpula somital. Diez pasos después hollaba la marca más alta, aquélla desde donde todas las líneas sólo tienen un sentido: bajar. ¿Y Ahora Qué? En medio de la emoción contemplé el panorama. Hostil, duro y muerto. Sólo múltiples combinaciones del patrón nieve‐roca; lleno de grises. Nada que delatara algo del hombre o su presencia. http://www.aruficax.cl/ IV Así, No ‐ Revista Outdoors ‐ Rodrigo Fica ‐ Enero 2002 ʺEra tarde ya y, pese a que el clima se había mantenido estable, el Sol no había brillado en todo el día por la abundante nubosidad altaʺ Ni siquiera un testimonio, el cual infructuosamente busqué con ahínco. Hube de desistir porque el tiempo apremiaba. Era tarde ya y, pese a que el clima se había mantenido estable, el Sol no había brillado en todo el día por la abundante nubosidad alta. Por ningún motivo iba a volver por la misma ruta. Tenía que dar con la canaleta de la Normal, pero, como es usual cuando se mira desde arriba, todas las muescas se denotaban iguales y me advertían de un descenso azaroso. Tres intentos hice, pero todos ellos terminaron mal, con gargantas cortadas a pique que me obligaron a regresar a la cumbre. Empezaba a preocuparme, cuando a la cuarta oportunidad di con algo más razonable que me permitió perder altura rápidamente. Igual era peligroso. Muchas piedras sueltas que requerían de toda mi concentración. Perdí la noción del tiempo y sólo me preocupé de mi metro cuadrado, minuto tras minuto. Hasta que llegué a una especie de desaguadero extraplomado que interrumpía la canaleta y la dejaba vertical por seis metros antes de continuar fácil hacia abajo. http://www.aruficax.cl/ V Así, No ‐ Revista Outdoors ‐ Rodrigo Fica ‐ Enero 2002 Incluso, ya se veían las huellas que habíamos hecho en la mañana, a unos cien metros acarreo abajo. Es decir, sólo tenía que superar este último obstáculo y, luego, pan comido. Intenté desescalar una y otra vez sin resultado. La roca estaba pulida y cubierta de una capa delgada de hielo, lo que me imposibilitaba agarrarme bien. Preocupado de no cometer errores, en una de las maniobras olvidé que el piolet estaba apoyado a mi costado y lo pasé a llevar, cayendo éste sin obstáculos. Quedó justo adonde yo quería llegar. Juraría que me miraba, llamándome, indicándome la solución. Sin opciones y alterado, me decidí al todo por el todo. Crucé hacia mi derecha a través de un lomo de piedra y, exigiendo al máximo la elongación de mis piernas, pude afirmarme de una pequeña fisura paralela que no había visto antes. Agarrándome con las uñas, con los dientes apretados y sin respirar, logré arribar a unos escalones descompuestos y luego, muy pronto, estuve al lado del piolet, sintiendo que el relajo se me venía encima. Me agaché para recoger el piolet pensando que lo había logrado. Y… luego ¡PAF!, sólo el tenue y breve conocimiento de mi conciencia difuminándose por el universo en pequeños estadillos de luz. Cae la Noche Nada. No‐ser. Después, la conciencia triunfó sobre el caos y mi mente pudo armar el concepto de algo frío. Luego, fui capaz de decidir que se ubicaba cerca de mi frente. Incluso abrí los ojos y descubrí que tenía la cara puesta en la nieve, y que está era blanca y roja. Motores atávicos se desencadenaron y me erguí asustado. Mareas de pensamientos que se agolpaban sobre mi. De tal confusión, dominó el concepto que algo me molestaba en la boca; una piedrecilla tal vez. http://www.aruficax.cl/ VI Así, No ‐ Revista Outdoors ‐ Rodrigo Fica ‐ Enero 2002 Instintivamente la escupí sólo para descubrir con estupor que era un pedazo de diente. No entendía nada y me observé el cuerpo: la ropa estaba manchada de sangre y rasgada hasta hacerla inútil. Aún sin pensar correctamente terminé de pararme y, borracho aún, traté de entender donde estaba. ¡Ah! Sí, claro. Lo Valdés, El Diablo... ¿Un accidente? Pero... ¿cómo? Como mi cara estaba llena de sangre, le seguí la pista hasta dar con un corte importante en mi cabeza. Algo debió caer, una roca quizás, y me golpeó, dejándome inconsciente. Comencé a dimensionar la gravedad de la situación. Eran las 6:45 de la tarde, lo cual significaba que había estado sin sentido como 15 minutos. No estaba el piolet y, mirando hacia arriba el rastro que mi cuerpo había dejado, comprendí que había rebotado a lado y lado por las paredes mientras caí como bulto, hasta detenerme. No había tiempo que perder. Empecé a desplazarme y ahí descubrí que no tenía fracturas ni esguinces. Menos mal. Descendí los últimos metros y retomé la huella. Con esfuerzo subí la pendiente que me llevaba al segundo filo y al llegar a él se hizo de noche. Me saqué las antiparras y descubrí que no tenían mica. O sea, las había llevada puestas sin darme cuenta que no protegían. También entendí porque no estaba enfocando bien: había perdido un lente de contacto. En el filo, con la oscuridad reinante, me perdí. No reconocía el lugar y no identificaba el entorno. ʺCon esfuerzo subí la pendiente que me llevaba al segundo filo y, al llegar a él se hizo de nocheʺ http://www.aruficax.cl/ Pero a diferencia de lo que había hecho en todo el maldito día, ahora sí que estaba pensando. En lugar de quemar mis naves en una estupidez, busqué un lugar abrigado para descansar un poco y darme tiempo para encontrar una solución. VII Así, No ‐ Revista Outdoors ‐ Rodrigo Fica ‐ Enero 2002 Acerca de Abducciones No había duda que estaba en estado de shock. Tendría que estar destruido, hambriento deshidratado y herido de dolor, pero, todo lo contrario, me sentía calmado y en un estado de trance en el cual no sentía frío, hambre, dolor o miedo. Sólo la idea fija de bajar. No me moví de ahí, excepto lo justo para no helarme. Esperaba a que saliera la luna, cuyo cuarto creciente me daría la luminosidad suficiente para encontrar las huellas. En el intertanto, protegiéndome del viento, miraba las sólidas montañas que se insinuaban en la oscuridad. De repente me di cuenta que había confundido la silueta del Corona con la mole del Diente del Diablo y que eso me hacía buscar más a la derecha de lo que correspondía. Con el nuevo mapa mental, caminé por el filo, hice algunos giros oportunos y, después de algunos minutos... ¡tate!, encontré las huellas. El descenso en su parte superior era empinado, pero usando mis manos en forma coordinada a modo de piolets pude darme algo de seguridad. No tenía grampones, así que me esforcé por repetir exactamente el itinerario de venida para no ir a dar a una zona con hielo. Más tarde salió la luna, que me permitió distinguir marcas bermejas en la nieve. Me miré los guantes y vi mis dedos rotos emergiendo de la tela, desnudos para soportar la abrasión. La verdad es que no me importaba mucho. Usaría la lengua si fuese necesario. Atravesé unas rocas, luego hice un cruce y finalmente alcancé la parte superior del primer filo, aquel que forma el Circo. La bajada por las fáciles laderas fue agradable, casi etérea. Vi las lejanas luces del campamento y comencé a relajarme. Al llegar al plano, curiosamente empecé a distinguir en él más movimiento. Sin emocionarme me di cuenta que eran los extraterrestres, que en sus naves espaciales venían a salvar nuestro planeta. Las luces de sus naves se movían sobre mi y también por las carpas, todavía un kilómetro a lo lejos. http://www.aruficax.cl/ VIII Así, No ‐ Revista Outdoors ‐ Rodrigo Fica ‐ Enero 2002 Curiosamente mis amigos no manifestaban sorpresa por lo que estaba pasando. ¿Cómo es que no los ven?, me repetía a mi mismo. Los alienígenas advirtieron que yo venía caminando y, como no querían que diera un prematuro aviso a la raza humana, me colocaron un campo de fuerza para que no pudiera avanzar. Me detuvieron en seco y, por más que me esforzaba, tendía a quedarme en el mismo sitio. Hasta que comprendí que me había quedado dormido caminando, lo que me hizo desviarme de la huella y toparme con una loma de nieve que me estaba bloqueando el camino. A la 1.15 de la mañana llegué a la carpa. Sólo alcancé a decir que había hecho cumbre pero que había tenido un ʺpequeñoʺ accidente. Epílogo Al día siguiente apenas pude caminar. Como si hubiera sido atropellado. Cada centímetro de mis músculos rechinaban y no podía ni siquiera girar mi cabeza sin sentir dolor. Tenía masivas laceraciones en las piernas y en los brazos, y un gran derrame en el ojo derecho. Regresamos en el más absoluto silencio. Y aquel orgulloso atleta que de ida no esperaba a nadie, tubo que suplicar que lo fueran esperando. Rodrigo Fica aruficax@aruficax.cl http://www.aruficax.cl/ IX