COMENTARIO INTERNACIONAL EL CASO POLACO Y LA CRISIS DEL MODELO SOVIÉTICO GUSTAVO LAGOS Sin duda, !o más importante que está ocurriendo en el convulsionado escenario internacional de nuestros días es el desarrollo de tos acontecimientos polacos. Ellos representan una nueva crisis para la vigencia del ya deteriorado modelo soviético y las implicaciones políticas,que una posible invasión rusa a Polonia podn'a provocar en las relaciones de EE.UU. y sus aliados europeos con la URSS y sus aliados del Pacto de Varsovia, son de la mayor gravedad. Para evaluar debidamente el proceso polaco es preciso colocarlo dentro de una perspectiva histórica vinculada a la situación general de Europa Oriental y a la pérdida creciente de prestigio y atracción simbólica que el modelo soviético ha venido experimentando desde que Khruschev denunciara los crímenes de Stalin y, aún antes, desde que Yugoslavia entrara en conflicto con la URSS y escogiera su propio camino hacia el comunismo. El costo de la denuncia de los crímenes de Stalin fue inmenso para la URSS, ya que amagó seriamente su prestigio como líder del movimiento comunista. En todo el mundo, los comunistas habían mirado a Moscú como un líder infalible y súbitamente se encontraron con que este Mderazgo, ejercido por varias décadas,estaba ligado a la conducta criminal de su máximo jefe. El policentrismo formulado por Palmiro Togliatti, en el sentido que el modelo soviético ya no podía considerarse más como obligatorio y que el progreso hacia el comunismo debía realizarse si- 12 guiendo diferentes caminos, en el fondo fue un eufemismo para expresar la fragmentación del movimiento comunista mundial. El descrédito de Stalin llevaba implícito un llamado a la reforma a través de Europa Oriental y generaba un proceso de desatelización que colocó a los viejos líderes stalinistas a la defensiva frente a las fuerzas nacionalistas y liberales que habían sido desatadas por la nueva línea de Moscú. El titoísmo emergía como un símbolo y expresión de la búsqueda de un camino propio, y en Polonia, Gomulka, que había sido encarcelado por "desviaciones nacionalistas", surgió como un nuevo líder afirmando el derecho de Polonia a seguir un modelo distinto del soviético, aunque prudentemente declaraba al mismo tiempo que su país mantendría los lazos de alianza con la URSS. En esta forma, Gomulka logró temporalmente un mayor grado de independencia con respecto a Moscú, manteniéndose dentro de los límites de la destalinización tolerables para et Kremlin. En cambio, las fuerzas de liberalización desatadas en Hungría traspasaron dichos límites cuando en noviembre de 1956, Imre Nagy denunció el Pacto de Varsovia, rompió su alianza con la URSS y proclamó la neutralidad del estado húngaro. El desenlace es bien conocido: la invasión del Ejército Rojo y el aplastamiento de la rebelión después de diez días de lucha en que el pueblo de Budapest y de otras ciudades, bajo el liderazgo de las organizaciones de trabajadores comunistas, cdrnbatió contra los tanques y la artillería soviética. La ruptura entre Pekín y Moscú representó, posteriormente, un nuevo quebrantamiento del liderazgo soviético y una nueva crisis dei modelo de Moscú frente al movimiento comunista mundial. Luego, como es bien sabido, el modelo soviético fue otra vez cuestionado por el movimiento disidente dentro de su órbita. Últimamente, la alternativa euroconnunista, planteada principalmente ,jor los partidos comunistas de Italia y España,significó una reafirmación, esta vez con mucho mayores alcances, del policentrismo planteado por Togliatti. El nuevo shock provocado por la invasión soviética a Checoslovaquia, en 1968, que aplastó el movimiento liberal izador de la Primavera de Praga, jugó un papel relevante en la génesis de la tendencia eurocomunista. El caso polaco: la invasión o el "contagio" Dentro de esta perspectiva histórica es preciso situar los acontecimientos polacos. Sin duda ellos representan una continuación del proceso liberal izador ya mencionado, pero el conflicto se plantea ahora dentro de un sistema internacional mucho más sensible ante una eventual repetición de la represión húngara y checoslovaca. En efecto, de la guerra fría se ha pasado ahora a la distensión, aunque ésta se encuentra seriamente deteriorada por la invasión soviética a Afganistán que no solamente ha sido condenada por el bloque occidental, sino también por la mayor parte de los países del mundo. Por otra parte, e! movimiento polaco ocurre en momentos en que la economía de Europa Oriental y la propia economía soviética se encuentran seriamente afectadas por una baja productividad y por la incapacidad del sistema de planificación central para hacer frente ante las crecientes demandas de consumo de la población. El estudio del acuerdo de 21 MENSAJE N° 296. ENEFlO F EBRERO 1981 COMENTARIO INTERNACIONAL puntos firmado entre el líder sindical Valessa y las autoridades polacas a fines de agosto de este año, revela que los trabajadores no se contentan sólo con el reconocimiento de sindicatos libres sino que únicamente están dispuestos a aumentar la productividad en caso de que se les conceda mayor libertad; una mayor libertad para controlar el proceso de producción, para dar satisfacción a las necesidades básicas de los que tienen menos y para expresar sus opiniones sin las cortapisas de un rígido sistema de censura. Et mismo hecho de este acuerdo significa que el Partido Comunista polaco ha dejado, por lo menos temporalmente, de representar a los diez millones de trabajadores agrupados en el movimiento de Solidaridad dirigido por Vajessa. De este hecho sin precedentes emerge la mayor amenaza que el modelo soviético haya experimentado hasta ahora dentro de su órbita. Mientras en el caso checoslovaco el movimiento liberalizador nacía de la propia cúpula del Partido y de los intelectuales, mientras en el caso húngaro las organizaciones de trabajadores que lucharon en Budapest fueron dirigidas por el P.C. húngaro, en el caso polaco el divorcio entre los trabajadores y los cuadros oficiales del partido comunista crea un proceso de naturaleza diferente en el cual la posición de los intelectuales es casi marginal mientras Solidaridad logra crear una alianza con los campesinos que también quieren sindicatos libres y que se oponen a la exportación de alimentos. Este divorcio entre los trabajadores y el P.C. podría implicar noel cuestionamiento sino la quiebra misma del modelo soviético. Por ello, si el proceso liberalizador continúa en la misma dirección y sobre todo si las huelgas recurrentes llegan a sectores estratégicos como los ferrocarriles, por ejemplo, y amenazan la seguridad de la URSS dentro del Pacto de Varsovia, la invasión soviética a Polonia aparece como un hecho casi inevitable. Sin embargo, el dilema que se plantea para Moscú es dramático. En efec- El divorcio entre los trabajadores y el P.C. polaco podrís implicar la quiebra del modeio soviético to, si Polonia es invadida el desprestigio del modelo soviético en la izquierda mundial aumentará significativamente v prqbabjemente los partidos comunistas de España e Italia romperían con Moscú. Si bien es muy improbable que EE.UU., aun con el nuevo gobierno de Reagan, y Europa Occidental, vayan a la guerra para defender a Polonia, lo que sí es seguro es que aplicarán fuertes represalias económicas que repercutirán adversamente en la ya deteriorada economía polaca y en el propio bloque soviético que se vería afectado por la cesación de los flujos financieros, tecnológicos y económicos, agravándose así el problema de la baja productividad. Parece muy probable que los trabajadores polacos enfrentarían por la vía armada la invasión, a través de una guerra de guerrillas y apelando a todos los recursos de una resistencia desesperada; ante esta última posibilidad y en el caso de que esta resistencia se prolongare ¿alentaría Occidente el envío de brigadas internacionales de apoyo al movimiento de resistencia? ¿Qué haría el Papa con su profunda influencia en su país natal eminentemente católico? Por otra parte, si Moscú adopta una decisión contraria a la invasión, el efecto de demostración causado por el movimiento polaco MENSAJE N° 296, ENERO-FEBRERO 1981 i—MENSAJE. podría extenderse como un "contagio" hacia otros países de Europa Oriental, erosionando la supremacía de Moscú en su propia órbita. Hace dos años, en París, un destacado intelectual francés de izquierda me decía que uno de los hechos más significativos de los próximos veinte años será la desintegración de! imperio soviético que se produciría por las múltiples contradicciones que aquejan al modelo soviético, por causas internas de la propia URSS y por la rebelión de los países de Europa Oriental. ¿Estaría la crisis polaca apuntando al desencadenamiento de un proceso semejante? Y si ello es efectivo, ¿no sería preferible para Moscú reprimir el movimiento por medio de la invasión aunque se profundice el desprestigio de su modelo y las represalias económicas lo afecten seriamente? Aunque la lógica señale este camino como el más probable, difícil es vaticinar cuál será el desenlace. Lo único cierto es que el caso polaco plantea uno de los más graves desafíos en la historia de la hegemonía de Moscú en la Europa Oriental en momentos en que la URSS ha visto debilitada su influencia por el repudio mundial a su invasión de Afganistán. 22 de diciembre de 1980.