EL SÍNDROME DE LA BORRACHERA SECA DR. JOSÉ ANTONIO ELIZONDO LÓPEZ COORDINADOR DEL PROGRAMA DE REHABILITACIÓN DE ALCOHÓLICOS DEL HOSPITAL DE PSIQUIATRÍA DEL INSTITUTO MEXICANO DEL SEGURO SOCIAL El proceso de rehabilitación del alcohólico que ha determinado dejar de beber es, ciertamente, un proceso que implica autodisciplina, tolerancia, paciencia y consistencia para llegar a la meta, todo ello dentro de un marco de humildad, buena voluntad y mente receptiva para cumplir con el Programa de Alcohólicos Anónimos y dejarse ayudar por otros que puedan hacerlo. La Abstinencia es solo el primer paso de quien ha decidido rehabilitarse, pero la verdadera meta es la Sobriedad. Tal vez muchos aún confunden cuál es la diferencia entre abstinencia y sobriedad. Abstinencia es simplemente dejar de beber, pero sin lograr un verdadero cambio en todos aquellos defectos de carácter y viejos moldes que habían determinado una vida ingobernable, mientras que sobriedad implica no solo dejar de beber, sino experimentar gradualmente un profundo cambio en todos aquellos aspectos negativos de la personalidad. Muchos miembros de A.A. que no llevan bien su programa, sufren frecuentemente recaídas emocionales que les impiden obtener la sobriedad. Estas recaídas emocionales constituyen un conjunto de síntomas que provocan un estado de malestar e infelicidad en el alcohólico no activo lo que se conoce con el nombre de “Síndrome de la Borrachera Seca”. Se denomina “borrachera seca”, porque quien la padece, exhibe todos los trastornos típicos de una vida ingobernable, a pesar de que se está absteniendo de beber. Este síndrome se puede reconocer por la presencia de ocho síntomas característicos que son los siguientes: 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. Tendencia a la exageración. Conducta infantil. Insatisfacción persistente. negación de su realidad no alcohólica. Racionalización de sus problemas neuróticos. Persistencia de los problemas familiares. Conducta inapropiada en su grupo de A.A. Angustia y depresión recurrentes. A continuación explicaremos cada uno de ellos: 1.-Tendencia a la exageración: Aquel que sufre de una borrachera seca tiende a pasar de un extremo al otro. Manifiesta incapacidad para mantenerse en el justo medio. Si antes se sentía culpable y auto devaluado por su alcoholismo activo, ahora tiende a “inflar” sus propias capacidades, inteligencia y criterio. Se siente dueño de la verdad y piensa que tiene derecho a decirle a todo el mundo lo que debe hacer y que es lo que está bien y está mal. Se vuelve muy rígido y estricto para juzgar a los demás, cayendo con frecuencia en el defecto de “ver la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el suyo”. Tiende a vivir por encima de su presupuesto y continúa siendo fanfarrón y presumido, como cuando se emborrachaba. Se torna impaciente y no tolera la frustración. Si la satisfacción buscada no llega con la suficiente rapidez, reacciona indignándose o deprimiéndose. Esto lo convierte en una persona irritable e impaciente. 2.-Conducta Infantil: Aunque ya no beben, muchos alcohólicos continúan siendo unos niños en muchos aspectos. Con facilidad se aburren, se distraen o se desorganizan. Son inconsistentes; nunca terminan lo que empiezan. Permanecen atados a sus dependencias emocionales de toda la vida y continúan esperando que los otros les resuelvan sus problemas. Siguen siendo superficiales y tienen mucha dificultad para tener relaciones profundas, consistentes y de respeto mutuo con otras personas. No están capacitadas para apreciar los aspectos de la vida de los que disfrutan las personas maduras. Son sentimentaloides, hipersensibles y frecuentemente reaccionan en forma de caprichos. 3.- Insatisfacción persistente: El alcohólico no activo con borrachera seca se siente permanentemente incómodo consigo mismo, pero no sabe por qué. No tiene capacidad de autoanalizar sus propios conflictos, es decir, carece de una percepción interior personal. Hay una atmósfera persistente de amargura en todo lo que lo rodea y todos los malestares de su vida pasada revolotean en su derredor continuamente. Esto da lugar a que por un lado, esté continuamente anclado en el pasado y por otro se esté futurizando sistemáticamente, experimentando temor y pesimismo por el futuro. Tiene un persistente sentimiento de culpabilidad y nunca llega a reconciliarse consigo mismo. Lo anterior da lugar a que sea un individuo negativo y con una gran inclinación a criticarlo todo. Le cuesta trabajo adaptarse a los demás y tiene conflictos frecuentes con sus compañeros de grupo, amigos o familiares, a los que frecuentemente hostiliza, llegando inclusive a herirlos con sus actitudes. Es el típico A.A. que añora con mucha frecuencia sus épocas de alcohólico activo y que no se siente feliz a pesar de haber dejado de beber. 4.- Negación de su realidad no alcohólica: A pesar de que este tipo de alcohólicos ya aceptaron su alcoholismo y su determinación de dejar de beber, no se “han rendido” a sus otros defectos de carácter. Siguen siendo soberbios, egoístas, dependientes e inmaduros, pero no lo aceptan. Se auto engañan constantemente y todo lo malo que les ha ocurrido se lo achacan al alcohol, pero jamás a las tendencias neuróticas de su personalidad. Para ellos, lo único importante es dejar de beber y piensan que gracias a la abstinencia han logrado la perfección. Generalmente nunca han trabajado seriamente en el cuarto y quinto pasos del programa. Existe una gran diferencia entre lo que sus compañeros de grupo opinan de ellos y lo que ellos piensan de sí mismos. No toleran la crítica de los demás y generalmente tienden a cambiar frecuentemente de grupo “para no ser descubiertos”. Muchos de ellos se refugian y hablan más de otros o de la teoría del programa que sobre ellos mismos. En este tipo de alcohólicos, tanto los familiares o los amigos cercanos de ellos, aprecian que la abstinencia no ha sido suficiente para producir un verdadero cambio en ellos. 5.- Racionalización de sus problemas neuróticos: Así como antes trataba de justificar su forma ingobernable de beber mediante varios pretextos, ahora trata de justificar sus tendencias neuróticas mediante otros pretextos igualmente infantiles y absurdos. Una forma muy frecuente de racionalizar es criticando a los otros. Aunque no niega sus propias faltas, intenta ocultarlas a la atención de los demás, catalogando con mucho detalle los errores de su familia, amigos, patrón, médico, compañeros de grupo o cualquier persona, sobre todo aquella investida de autoridad. Realmente no está muy interesado en cambiar, sino más bien trata de decirse a sí mismo que “realmente no es tan distinto a los demás”. Continúa echando la culpa a todos los demás de sus propios fracasos o errores. Siempre encuentra un argumento muy convincente para no asistir a la junta de A.A. Este tipo de individuos son reacios a asistir a consulta espiritual con un sacerdote o tratamiento psicoterapéutico con un psiquiatra, racionalizando mucho sobre la ignorancia de los sacerdotes y los 2 psiquiatras sobre problemas del alcoholismo, pero lo que ocurre en realidad es que tiene mucho temor a que alguien lo ponga en evidencia ante sí mismo. Como consecuencia de esta ceguera emocional sobre sus propios defectos de carácter, se comportan muy sumisos, es decir, aceptan la crítica y hablan muy detalladamente de sus defectos personales, pero son incapaces de traducir sus palabras en actos, o sea, que sus hechos no son nunca iguales a sus promesas. Son también muy comodinos hacia cambios drásticos que impliquen sacrificio y renunciamiento, lo que se traduce en una gran resistencia al cambio. 6.- Persistencia a los problemas familiares: Es muy típico en el alcohólico “seco” que a pesar de que no ha bebido, continúa teniendo los mismos problemas con su familia, como cuando era un bebedor problema. Continúa estando ausente de su casa el mayor tiempo posible, su esposa e hijos siguen sin sentir su respaldo moral, no hay restablecimiento de la comunicación en la familia, persisten los resentimientos mutuos y las discusiones y los pleitos siguen siendo exactamente iguales que cuando bebía. Frecuentemente persisten los problemas de celos o de infidelidad a pesar de varios años de abstinencia. La mala relación con los hijos, padres o hermanos suele ser característica en estos casos. En muchos alcohólicos persiste la dependencia hacia la madre, la esposa o algún otro miembro de la familia, persistiendo la misma tendencia de antes de dejar de beber, de ser atendidos o esperar que los demás resuelvan sus problemas. En muchos casos de separación o divorcio ocurrido después de haberse incorporado a los grupos de A.A. se debió a que la esposa no advirtió en su cónyuge ningún cambio positivo hacia la familia, a pesar de la abstinencia. 7.-Conducta inapropiada en el grupo de A.A.: Este es un síntoma típico de la borrachera seca. El alcohólico “seco” empieza a hacer un mal uso de los grupos de A.A. olvidándose de los objetivos del programa y no aplicando las tradiciones. Las manifestaciones de conducta inapropiada más frecuentes son: Critica demasiado a los compañeros que usan la tribuna, a los servidores y a todos en general. Llega tarde al grupo y se interesa más por la política del grupo, los chismes o las relaciones sociales. Utiliza los grupos para conseguir trabajo, hacer negocios personales o seducir a los miembros del sexo opuesto. No guarda la discreción debida fuera del grupo, comentando o criticando lo dicho en tribuna por algún compañero o inclusive, no respetando el anonimato. Se enferma de “tribunitas” o utiliza la tribuna para crear polémicas o criticar compañeros. Se aleja progresivamente de los grupos de A.A., convirtiéndose en el mayor crítico del programa, al confundir los principios con las personas. 8.- Angustia y depresión recurrentes: El alcohólico “seco” lejos de experimentar un bienestar progresivo al dejar de beber, continuará cayendo cíclicamente en crisis de angustia y depresión. Se siente inquieto, irritable, no está a gusto en ningún lugar, tiene insomnio, temores inespecíficos, molestias orgánicas como sudor de manos, dolor de cabeza, sensación de opresión en el pecho, sensación de “vacío” en el estómago, dolor de espalda, mala digestión. A veces se tornan muy violentos y arrebatados. No se concentran bien. Se sienten tristes, auto devaluados, sin esperanza, culpables de algo, resentidos, sin ganas de trabajar, pesimistas y en ocasiones hasta contemplan la posibilidad de un suicidio. Este tipo de alcohólicos cae fácilmente en la auto medicación de tranquilizantes para poder dormir o en ocasiones caen en otros tipos de farmacodependencia como la marihuana, las anfetaminas o los barbitúricos. Cuando buscan la ayuda de un psiquiatra esperan la rápida resolución de sus problemas mediante medicamentos, y no el someterse a una psicoterapia 3 a largo plazo. Suelen ver muchos médicos y con ninguno siguen un tratamiento consistente. Toman muchos medicamentos y ninguno llega a aliviarlos satisfactoriamente. Diremos finalmente, que el alcohólico que padece una borrachera seca vive una existencia empobrecida. Experimenta limitaciones agudas para crecer, para madurar y para beneficiarse de las oportunidades que le brinda la vida. Su vida es un sistema cerrado y sus actitudes y conducta son estereotipadas, repetitivas y predecibles. Sus opciones son pocas y estériles. La posibilidad de una recaída en el alcohólico “seco” es diez veces mayor que en el verdaderamente sobrio. En la mayor parte de las veces, el síndrome de la borrachera seca solo está reflejando la presencia de una neurosis o un grave trastorno de personalidad que amerita la ayuda médica psiquiátrica conjuntamente con el programa de Alcohólicos Anónimos. 4