El poder curativo del hado

toyoko matsuzaki y
Natsumi blackwell
El poder curativo
del hado
Descubre la poderosa energía vibracional
presente en todo y en todos
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Colección Espiritualidad y vida interior
El poder curativo del hado
Toyoko Matsuzaki y Natsumi Blackwell
1.ª edición: mayo de 2016
Título original: The Healing Power of Hado
Traducción: Pilar Guerrero
Maquetación: Marga Benavides
Corrección: Sara Moreno
Diseño de cubierta: Enrique Iborra
© 2005, Toyoko Matsuzaki
(Reservados todos los derechos)
Primera edición por Beyond Words Publishing, Inc., Hillsboro, Oregon, USA.
www.beyondword.com
Edición conjunta con Atna Books, división de Simon & Schuster, Inc.
www.simonandschuster.com
Derechos de traducción cedidos por Sylvia Hayse Literary LLC, USA,
a través de Zarana Ag. Lit., España
© 2016, Ediciones Obelisco, S. L.
(Reservados los derechos para la presente edición)
Edita: Ediciones Obelisco, S. L.
Pere IV, 78 (Edif. Pedro IV) 3.ª planta, 5.ª puerta
08005 Barcelona - España
Tel. 93 309 85 25 - Fax 93 309 85 23
E-mail: info@edicionesobelisco.com
ISBN: 978-84-9111-096-5
Depósito Legal: B-8.456-2016
Printed in Spain
Impreso en España en los talleres gráficos de Romanyà/Valls S. A.
Verdaguer, 1 - 08786 Capellades (Barcelona)
Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación,
incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada,
transmitida o utilizada en manera alguna por ningún medio,
ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación
o electrográfico, sin el previo consentimiento por escrito del editor.
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Índice
Agradecimientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
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I.El poder del hado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25
II.Las aplicaciones del hado . . . . . . . . . . . . . . . . 41
III.Mensajes del más allá . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75
IV.Cómo desarrollar el poder de tu hado . . . . . . . 89
V.Trucos para vivir más sano y más feliz con
el poder del hado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 101
Apéndice . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111
Recordatorio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 113
Mensaje de la autora . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 115
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Agradecimientos
Mi más profunda gratitud va dedicada Cynthia Black de
Beyond Words Publishing, que supo confiar en mí y guiarme a través del proceso de edición. Nunca podré agradecérselo suficientemente. Ha sido un placer colaborar con ella.
También quiero dar las gracias a Julie Steigerwaldt, que
editó pacientemente mi manuscrito. Sus habilidades literarias han hecho de este libro una herramienta más concreta y
manejable.
Gracias también a Richard Cohn de Beyond Words y a
Rosalyn Voget Neumann por su aportación editorial.
De igual modo, doy las gracias todos los que me pusieron en contacto con las personas que han publicado este libro. Gracias a todos.
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Introducción
¿Qué es exactamente el hado? ¿Has entrado alguna vez en
una habitación llena de gente y, sin que nadie abra la boca,
has podido percibir el ambiente, la atmósfera, las vibraciones que hay allí? ¿Has sentido alguna vez una sensación
tranquilizadora y reconfortante cuando un amigo te da un
sentido abrazo en un momento de bajón? Si respondes afirmativamente significa que has conocido los efectos del hado
de primera mano. El hado es la fuerza vital que hay en todo.
Podemos aprovechar ese poder para enriquecer nuestra propia vida y para mejorar el mundo que nos rodea.
En español, hado se traduce como «onda de movimiento» o como «vibración». Esta palabra existe desde hace siglos
en la lengua japonesa, pero en los últimos decenios ha empezado a ser empleada en un contexto filosófico y científico,
como por ejemplo en la mecánica cuántica. (Quizás alguno
de vosotros estéis familiarizados con los trabajos del doctor
Masaru Emoto, un científico japonés que estudia los evidentes efectos del hado en los cristales de agua). Recientemente, la definición de hado se ha extendido hasta el ámbito espiritual, expresando el poder de las propiedades
curativas y transformadoras de esta energía vital.
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Sus posibilidades son infinitas, una vez que se empieza a
estudiar el hado. Los principiantes pueden recibir mensajes
del hado a través de otras personas, objetos y entornos.
Cuanto más nivel se alcanza, los practicantes del hado pueden cambiar la esencia de la materia física (por ejemplo,
pueden hacer que la joyas brillen más o que el sabor del
agua sea otro). Los que practican el hado a nivel magistral
pueden curar dolencias físicas que los afecten personalmente o afecten a otros (incluso a distancia), descubrir que tienen habilidades clarividentes e incluso recibir mensajes de
parte de seres queridos ya desaparecidos.
A medida que vayas leyendo este libro, seré para ti una
guía que te ayudará a familiarizarte con el poder curativo
del hado. Empezaremos con una introducción al concepto
hado y, luego, pondremos ejemplos para que puedas localizar tu propio poder. Al final del libro encontrarás lecciones
y consejos para continuar practicando.
He sido maestra de hado durante veintidós años y he
estado ayudando a gente como profesionales de los negocios, artistas, músicos, médicos, abogados y kabuki (actores
de teatro tradicional japonés), actores occidentales y muchos otros profesionales. Yo creo que nací con un hado
excep­cionalmente poderoso, aunque no empecé a darme
cuenta de todo su potencial hasta que tuve treinta y ocho
años. Dado que usar el hado se ha convertido, para mí, en
algo tan natural como respirar, me resulta complicado explicar cómo hacerlo. ¿Cómo enseñar a otra persona a rezar,
por ejemplo? Puedo ofrecer mi experiencia y mis herramientas para ayudarte a descubrir, dentro de ti, tus propias
habilidades. Por ello trataré de ser lo más específica y clara
posible, de manera que encuentres que tu propio camino es
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único y personal. Te animo a ser creativo, a poner a prueba
tus límites y a explorar todas las vías por las que la práctica
del hado te lleve.
Como maestra profesional de hado, me encuentro muy
ocupada ayudando a gente a recuperar su bienestar en todo Japón y en Taiwán, sin contar con las demandas internacionales provocadas por el crecimiento de mi trabajo.
Teniendo en cuenta que sólo soy un ser humano, no puedo ayudar a todo el que me lo pide. Es mi esperanza, por
lo tanto, que esta obra pueda llegar a suplir, en alguna
medida, mis servicios personales, de manera que la gente
pueda recurrir al poder del hado cuando yo no pueda estar
físicamente con ellas. También puedes ayudarte mirando
una foto mía o visualizándome conectada a mi hado. No
importa si estamos en puntos opuestos del globo terrestre,
mi hado llegará hasta ti para ayudarte y ayudar a los que te
importan.
Para que comprendas cómo llegué a ser una maestra de
hado, me gustaría contarte un poquito de mi vida. Crecí en
Osaka, Japón, en las postrimerías de la segunda guerra
mundial. Japón estaba, por entonces, bajo ocupación estadounidense y se vivía una época de caos. Desde niña sentí
que tenía algún tipo de poder clarividente. Naturalmente,
nunca pensé que llegaría a ser una maestra hado ni que escribiría libros al respecto, pero siempre tuve imágenes muy
vívidas en mi cabeza, como verme conduciendo un coche y
yendo a muchos lugares distintos. La gente solía reírse de
mi fértil imaginación porque, en esos tiempos, los japoneses
éramos todos bastante pobres y sólo los millonarios podían
tener un coche propio. También me acompañó siempre la
extraña sensación de que siempre estaría sola.
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Cuando cumplí los quince años, me presenté a un concurso de canto coral y estaba segura de que ganaría el primer
premio. Nuevamente la gente se rio de mi insólita imaginación, pero lo cierto es que gané el primer premio, tal como
dije que pasaría. Al año siguiente, todo el mundo esperaba
que ganara de nuevo, pero yo sabía que eso no volvería a
suceder. Y tuve razón nuevamente.
En tanto que adolescente, tenía sueños raros. Más que
sueños eran visiones localizadas en algún lugar entre la realidad y el mundo onírico. En una de esas visiones, un hermoso ángel con emplumadas alas iba en un carruaje que
descendía desde el cielo y me tendía las manos. Un poco
asustada, le toqué una mano con la esperanza de que me
llevara a los cielos.
Sin embargo, el ángel se limitó a sonreírme y mantenerme la mano cogida. La visión fue tan vívida que aún en la
actualidad soy capaz de recordar con total claridad cada detalle, incluyendo la cara del ángel y su hermoso plumaje
(curiosamente, en ese tiempo yo iba a un instituto llamado
Plumage Private Academy). Cuando tuve ese sueño o visión
por primera vez, era muy jovencita y no me preocupaba su
significado. Pero después de haberlo tenido unas tres veces
más, empecé a pensar que se trataba de una señal. Comencé
a creer que ese ángel me transmitía su hado cuando me tocaba la mano.
Poco después de estas visiones, decidí estudiar música
vocal seriamente. En ese tiempo había una cantante de ópera con una maravillosa voz y yo quería ser como ella. Supongo que mis visiones con el ángel me proporcionaron un
extra de confianza en mí misma, suficiente para animarme
a estudiar canto. Mientras me aplicaba en uno de los con14
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servatorios más prestigiosos de Tokio, tuve el pálpito de que
pasaría el examen de acceso con una nota brillante. Llamé a
mis padres y les dije en tono solemne: «Creo que sacaré a
mejor nota». Recuerdo que uno de los profesores me escuchó decirlo. ¡Qué joven e inocente debí de parecer! Pero, tal
como sentí, pasé el examen con la nota más alta de todas.
Tras graduarme, consagré mi vida entera a convertirme en
cantante profesional. Entré a formar parte de una de las más
grandes compañías de ópera de Japón y aparecí en muchas
obras. Realmente me gustaba mucho cantar y vivía mi vida
intensamente. Ahora me doy cuenta de que ese pasado fue
crucial para permitirme descubrir el poder del hado en mi
vida posterior. El hado y el sonido son dos conceptos muy
similares porque ambos son el resultado del movimiento de
ondas invisibles, auténticas vibraciones, y hay que trabajar
lo mismo para cultivar la sensitividad a las vibraciones como cantante o como maestro de hado. También estudié
c­ómo conseguir que mi cuerpo produjese mejores sonidos,
por ejemplo, aprendí qué parte del cuerpo debía focalizar
cuando estaba cantando ante el público. Aprendí cómo respirar, cómo hacer circular el oxígeno desde la cabeza a los
pies. (Esto no sólo me sirvió para cantar, sino que mejoró mi
postura y contribuyó, así, a la mejora general de mi salud).
Dicho entrenamiento me proporcionó cimientos sólidos que
más tarde me servirían para desarrollar el poder del hado.
Conforme fui creciendo, mis pálpitos siguieron apareciendo con fuerza. Cuando iba a tener a mi hijo, Takori,
solía hacerme el seguimiento del embarazo en una clínica
en la que mi familia tenía algunos contactos. Pero no me
sentía a gusto en esa clínica y acabé por hacerme el seguimiento en otro sitio. Para mi sorpresa, la clínica anterior
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tenía mi tipo de sangre equivocado. Decidí ir a otro hospital
sin decírselo a nadie. Cuando empecé a tener contracciones
le pregunté a la comadrona si en ese hospital se practicaban
cesáreas y me dijo que sí.
Mi parto fue largo y doloroso. Le dije a la comadrona
que me daba por vencida, que no podía más pero ella me
contestó que sólo acabaría cuando saliera el bebé. Como
llevaba ya veintiocho horas de parto, empezaba a haber sufrimiento fetal. Los médicos decidieron que había que practicar una cesárea y así, en un momento, por fin tuve a mi
hijo entre los brazos. Tuve suerte al cambiar de hospital porque la clínica a la que había estado yendo no hacía cesáreas
y encima tenían mi tipo de sangre equivocado. Pasado el
amargo parto, la comadrona me dijo: «Me preguntaste por
las cesáreas en cuanto te pusiste de parto. Algo debías de
percibir para preguntar una cosa así en ese momento». Yo
estaba convencida de que ambos, tanto mi niño como yo,
estábamos protegidos por ángeles de la guarda, para haber
salido airosos de aquella situación.
Me di cuenta del poder de mi hado cuando tenía treinta
y ocho años. Mi madre tuvo una apoplejía y se le quedó el
cuerpo parcialmente paralizado. Para aliviar sus dolores, yo
le daba masajes. Mientras la masajeaba, sentí que algo brotaba de lo más profundo de mi alma y supe que algo milagroso estaba pasando. Seguí masajeando las piernas de mi
madre, rogando porque se recuperase. Le estaba transmitiendo todo el poder de mi hado sin darme cuenta. Extrañada por lo que empezaba a sentir, me dijo que sentía su cuerpo cada vez más ligero y cada vez más caliente, siempre
después de mis masajes. Pasado algún tiempo, su parálisis
desapareció por completo. Le había mandado mi energía
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curativa –el poder de mi hado– y pude curar su parálisis sin
instrucción alguna. El médico de mi madre comentó que le
parecía milagroso que se hubiese podido recuperar totalmente. En las subsiguientes visitas, los médicos no encontraban evidencia de parálisis por ninguna parte.
Tras la milagrosa curación de mi madre, quise averiguar
más y aprender cosas sobre esta recién descubierta habilidad
que, más tarde, reconocí como hado. Cometí muchos errores mientras intentaba desarrollar este poder –errores de los
que aprendí muchísimo–. Un día, mandé mi hado al dolorido brazo de una pariente mía. Debí de mandarle más de la
cuenta porque la pobre empezó a quejarse de sentir el brazo
pesadísimo e incómodo. No sabía cómo arreglarlo y ella decidió darse un baño calentito. Más tarde la oí en el baño
exclamar: «¡Algo le pasa a mi codo!». Decía que había visto
algo parecido a una pelota de pimpón moverse alrededor de
su codo y luego sintió como si el brazo ya no le perteneciera.
Examiné su brazo y todo me pareció normal, pero ella insistía en que ya no lo sentía agarrotado. Quizás, se me ocurre,
la energía de mi hado abandonó su brazo por la articulación
del codo. De este modo aprendí que hay que buscar siempre
un punto de salida aplicando presión en el área que estoy
trabajando en lugar de mandar el hado solo, directamente al
cuerpo de alguien, a saco. El modo en que el hado abandona un cuerpo es diferente en cada persona y varía según la
constitución de cada cual; por ejemplo, alguna gente experimenta sacudidas en brazos y piernas. Si no se hacen vías de
escape para el hado, según mi experiencia, la persona sobre
la que se trabaja puede experimentar calambres en cuello,
brazos, piernas, además de dificultades para caminar correctamente. (Mi familia fue muy generosa dejándome practi17
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car la curación con hado en sus propios cuerpos y siempre
les estaré agradecida por ello).
Por el boca a boca, la gente comenzó a enterarse de la
milagrosa curación de mi madre y empezaron a visitarme.
Cuanta más familia y amigos me pedían ayuda, más profundamente pude poner en práctica el poder del hado, y
fue, sin duda, un gran «entrenamiento». Cuanto más usaba
el poder de mi hado, más cosas sabía de mis clientes, incluso sin conocerlos –eso era mi facultad clarividente intentando salir–. La habilidad para la clarividencia no tiene nada
que ver con el hado en sí mismo, pero, en algunas personas,
se da simultáneamente. Antes de saberlo yo misma, personas con problemas relacionales empezaron a llamar a mi
puerta. De modo que empecé a estudiar el poder de la clarividencia mientras me entrenaba con el hado. (Más tarde
desarrollé nuevas aplicaciones del hado, como cambiar la
esencia de los materiales y la comunicación con el más allá).
Yo creo que heredé el poder del hado de mis padres,
pero todo el que no lo haya heredado de ninguna parte
puede desarrollarlo mediante el entrenamiento, consiguiendo, en ocasiones, un mayor grado de habilidad que
cuando simplemente se hereda. La historia de mi familia
me da buenas razones para creer que el poder de mi hado
ha sido heredado. Mi familia materna montó una fábrica
de hiladuras de algodón en Osaka. Una noche, siendo mi
madre muy jovencita, tuvo un desagradable pálpito sobre
uno de los almacenes de la fábrica. Como no podía dormir,
se fue a la fábrica a media noche y se le ocurrió poner un
extintor en la puerta de entrada. Al día siguiente, se produjo un fuego en dicho almacén, pero los daños fueron mínimos gracias a que mi madre había colocado el extintor a la
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vista de todos. En otra ocasión tuvo una sensación incómoda y miró por un agujero que había en una tapia, hacia el
interior de la fábrica. Así vio cómo un encargado se llenaba
los bolsillos con bobinas de hilo. Se fue, entonces, a buscar
a su padre y se lo contó, pero mi abuelo la regañó y le prohi­
bió que considerase a un trabajador como ladrón. Aun así,
ella se fue a buscar corriendo al encargado, le pidió a un
trabajador que le registrara los bolsillos y los llevaba llenos
de bobinas. Luego se supo que había estado robando en
muchas ocasiones.
Mi hijo Takaori tiene un hado muy potente, más fuerte
que el mío. Sin lo que he aprendido de él no podría en­
tender con profundidad el poder del hado y las leyes de la
naturaleza. Cuando Takaori era pequeño, le gustaba acompañar a su abuelo a jugar pachinko (pinball japonés). Antes
de irse, solía decirme que no preparase cena para él porque
comerían algo fuera. En el sitio donde jugaban, mi hijo se
acercaba a una máquina precisa y le susurraba a mi padre
«¡Abuelo, si te pones en esa máquina sacarás el jackpot!». Mi
padre siempre le hacía caso porque el nieto siempre tenía
razón. Cuando sacaban algún dinerillo, se iban a cenar al
restaurante preferido de Takaori, que estaba cerca de mi casa. La habilidad para la clarividencia no siempre tiene que
ver con el juego, pero supongo que, al ser mi hijo tan joven
e inocente en ese tiempo, lo fue para él porque así conseguía
ir a cenar con su abuelo a su restaurante favorito.
A Takaori le encantaban los coches de carreras y soñaba
con ser piloto algún día, así que decidió estudiar mecánica.
Escogió para ello la más prestigiosa y estricta escuela de Japón; allí, los estudiantes que suspendían un solo examen
tenían que abandonar la escuela. Takaori acostumbraba a
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pedirme que le mandara mi hado. Una vez me contó que no
conseguía recordar una fórmula durante un examen; se puso a pensar en mí y me pidió ayuda mentalmente. Repentinamente, pudo visionar la fórmula como si la viera en una
pantalla de TV y pasó bien el examen. En ese momento me
pareció que estaba exagerando para hacerme feliz, pero, poco más tarde, una de mis alumnas de canto me pidió que le
mandara el poder de mi hado durante un examen que tenía
que hacer. Ella también me dijo que la respuesta a una pregunta dificultosa le apareció en la mente como en una pantalla de TV. Me emocioné mucho al ver que era cierto y
pensé en mandarle mucho hado a mi hijo cuando volviera a
examinarse. Cuando se presentó la oportunidad, mi hijo
me comentó que se había sentido mal durante el examen,
que le parecía estar flotando en la silla y que le costó mucho
concentrarse. ¡Realmente era muy sensible al hado!
Mi hijo también era excepcionalmente clarividente. En
cierta ocasión perdí mi monedero. A punto estuve de llamar
al banco para que anulasen mis tarjetas, pero él me dijo «No
llames, mamá. Ya sé dónde está. En el camino de regreso a
casa te has parado en el aparcamiento de un restaurante que
está a dieciséis kilómetros, ¿verdad? Pues tu monedero está
aún allí». Volvimos juntos al restaurante y, tan pronto como
aparqué el coche, mi hijo salió pitando del coche, se dirigió
a un arroyito cercano al parking y volvió corriendo con mi
monedero. Me dijo que había tenido una visión de mi monedero cerca de un pequeño curso de agua.
Cuando Takaori tenía veintiséis años, una noche me levanté asustada porque sonaba insistentemente el teléfono.
Era él informándome de que había tenido un accidente. Me
dijo «Por favor, no te preocupes por mí, estoy bien. Estoy
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a salvo ahora. Iba en moto y otro vehículo ha chocado con­
migo».
Salí corriendo para el hospital al que lo habían llevado.
La policía me dijo que el otro vehículo se había saltado el
semáforo en rojo y había atropellado a mi hijo. Lo cierto es
que fue un milagro que mi hijo no estuviera herido. Según
él, cuando le impactó el otro vehículo, saltó por los aires,
pero alguien –ambos sabíamos que se trataba de su abuelo
favorito– lo agarró y lo libró de todo mal. Agradecí a mi
padre por haber librado a mi hijo del peligro. Entonces
aprendí que las almas de los fallecidos pueden proteger a los
que aman cuando es necesario.
Sin embargo, este incidente era sólo una señal más de
algo malo que estaba por venir. Exactamente un año después del accidente de moto, me lavé y sequé el pelo antes de
irme a la cama porque sentí que debía estar preparada para
algo que iba a pasar inminentemente. Otra vez sonó el teléfono a medianoche. En esta ocasión, era la policía: mi hijo
había muerto en un accidente de coche. A la mañana siguiente llegó a mi casa una revista de carreras de coches con
un artículo sobre mi hijo; el artículo trataba sobre su debut
como piloto profesional del circuito internacional Suzuka el
mes siguiente.
Es imposible explicar la agonía de una madre que pierde
a su único hijo. Tras la tragedia, creí que iba a volverme loca
y sufrí lo indecible. No dejaba de pensar: «¡Ojalá hubiera
sido yo en vez de él! ¿Cómo voy a vivir sin él?». Sentí el
irresistible impulso de averiguar cómo habían sido los últimos instantes de vida de mi hijo, así que me fui al hospital
a visitar a su amigo, que era el que conducía y que había
salvado la vida con las piernas rotas. Me contó que algo raro
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había pasado unas cuantas noches antes. No podía dormir y
salió de la habitación del hospital para ver la tele en una
sala. De repente, la tele perdió la señal y él sintió un escalofrío –era la presencia de mi hijo–. Enseguida comprendió
que mi hijo estaba allí, con él, para comprobar que estaba
bien, lo cual no es de extrañar porque mi hijo tenía un gran
corazón. El amigo de mi hijo no podía parar de llorar porque se sentía verdaderamente afectado; no sólo se sentía
perdonado por Takaori, sino que éste estaba realmente preocupado por su estado de salud y no quería que su amigo se
sintiera culpable por el accidente. Ese hombre joven jamás
había sentido la presencia de un difunto, pero, desde entonces, cree en la vida después de la muerte.
Yo me deshice en lágrimas al oír esta historia. No era fácil de aceptar, pero decidí perdonar a ese chico como lo
había hecho mi hijo y me prometí tratarlo como si fuera mi
propio hijo. Estoy convencida de que es lo que mi hijo hubiera querido. Yo también percibo la presencia de mi hijo;
sé que él está conforme con mi decisión.
Durante varios años, tras la muerte de Takaori, me sentí
vacía, como si ya nunca más pudiese sonreír ni ser feliz nunca más. Hasta que una noche mi hijo se me apareció en
sueños. Debía de estar preocupado por mí porque yo estuve
completamente desolada por su pérdida durante mucho
tiempo. En el sueño me dijo: «Mamá, no te preocupes por
mí. Estoy bien. Trabaja mucho en la curación con tu hado
y ayuda a mucha gente que está sufriendo. Me encanta tu
sonrisa cuando has ayudado a quien lo necesitaba».
Cuando me desperté vi en mi mente, un rayo de luz con
las palabras «Teje el sonido del corazón» (Kokoro no orion).
Usé mis habilidades clarividentes junto con mi hado y tuve
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una visión en la que aparecía un folleto con ese título. Así
que escribí y publiqué un folleto de igual título. Trataba
sobre cómo resolver los problemas de mis clientes con el
poder del hado, como curar dolencias y transmitir mensajes
de los difuntos. Para mi sorpresa, un montón de copias de
ese folleto se distribuyeron en un corto espacio de tiempo.
Recibí muchas llamadas de lectores y viajé por todo Japón
para ayudar a resolver los problemas de la gente. Vi unos
cuantos milagros y supe que eran regalos preciosos que me
hacía mi hijo.
Tras ese sueño, entendí que debía volver a vivir mi vida
de nuevo. A mi hijo le había llegado su hora de irse, era su
destino. No es sencillo aceptar la tragedia, pero resulta más
fácil cuando sabes que tu ser querido está viviendo otra vida. Me mudé. Felizmente tenía, y tengo, un trabajo que
realizar como maestra de hado y mucha gente espera mi
ayuda.
El verdadero regalo que me hizo mi hijo fue la capacidad
para encontrar gente en todo el mundo y enseñarles lo que
sé del hado y de las leyes de la naturaleza. Cuando empecé
a escribir el libro que tienes entre las manos, comencé a
sentir un extraño dolor de tripa y me pregunté por qué;
entonces me di cuenta de que ese dolor era ligeramente parecido a las contracciones que tuve cuando nació Takaori.
En cierto modo, estaba pariendo de nuevo –en esta ocasión
el libro que me regalaba mi hijo–. Sentí con fuerza que
era el momento oportuno para empezar a trabajar en esta
obra sobre el hado. Percibía el alma de mi hijo cerca de mí
diciéndome: «Sí, mamá, ha llegado el momento. Empieza a
escribir».
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I
El poder del hado
¿Qué es el hado?
En la antigua medicina china y en su filosofía tradicional,
todo tiene que ver con la energía, o chi. Recientemente, en
Japón, la gente ha empezado a utilizar el término hado para
expresar un tipo específico de fuerza vital o energía, más
que nada porque la palabra chi tiene muchas acepciones,
tales como aire, emoción y sentimiento.
Por el contrario, hado significa concretamente «onda en
movimiento» o «vibración».
Personalmente extiendo el significado del hado como el
aliento mismo de la Madre Naturaleza. El hado está por
todas partes. Está en tu casa, en la oficina, en tus plantas, en
tu agua e incluso en tu ordenador. Lo llena todo y se mueve
por todas partes, porque es muy activo. Todo, incluido tú,
tus mascotas, las flores de tu jardín y la taza que hay sobre
tu escritorio, hace de antena para recibir al hado. Tras circu25
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lar por un cuerpo o por cualquier material, el hado regresa
a la Madre Naturaleza nuevamente.
El hado propio del ser humano (normalmente me refiero a éste como «energía del hado») contiene una tremenda
cantidad de información, tanta como un diario y un informe médico a la vez. Habla de nuestras emociones, nuestro
estado físico, nuestro pasado e incluso nuestro futuro. El
hado propio de los objetos inanimados nos puede hablar de
sus dueños, de su estado físico y mental y de muchas más
cosas. Cuando el hado es liberado con un propósito preciso,
como curar a la gente, lo llamo «poder del hado».
Puede que estés pensando que «el hado es otra forma de
llamar al aura, ¿no?». Es cierto que los conceptos de hado y
de aura tienen similitudes. El aura es algo que sale de la persona y se puede ver información en ella. El aura es sutil y se
mantiene alrededor del cuerpo, pero el hado es mucho más
activo y se mueve constantemente. Además, el aura no es una
cosa que puedas mandar fuera, no se la pueden enviar a otra
persona, mientras que el hado sí, el hado puede ser enviado
con un propósito específico cuando aprendes a utilizarlo. Por
último, el hado es capaz de manipular la esencia de lo físico
y de lo intangible. Por ejemplo, el hado puede cambiar el
sabor de un alimento o curar heridas; al mismo tiempo, puede cambiar la mente de una persona y convertir a alguien
estricto o agresivo en una personalidad dulce y serena.
¿Cómo es el hado?
La gente puede percibir el hado de maneras distintas. El
hado puede tener una apariencia concreta, densidad, tem26
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peratura e incluso un cierto aroma. Cuando yo veo el hado,
me recuerda copos de nieve de colores pálidos: amarillo,
rosa y celeste. Cuando un hado es muy poderoso, puedo ver
en él los siete colores del espectro, como pasa con las pompas de jabón. Pero tu experiencia puede ser muy diferente.
El hado tiene su propia densidad y peso. Hay hados muy
ligeros y confortables, así como otros pesados y molestos.
¿Alguna vez has sentido un ambiente pesado en casa de algún amigo? Si lo has percibido, seguramente te has topado
con el hado de esa casa. Muchas culturas tienen expresiones
que significan «pesado» o algo similar. Lo comento para
aclarar que mucha gente, en todas partes, es capaz de detectar un ambiente denso y pesado por simple instinto. Muchas culturas tienen expresiones sobre conceptos como
oscu­ridad, sombras y el color negro para referirse a lo negativo. En japonés, cuando se describe a personas con malas
intenciones se suele decir que tienen «el estómago negro».
Las personas psíquicas, tanto de Europa como del Lejano
Oriente, pueden ver realmente una especie de sombra negra
en algunas personas. Para mí todo ello significa que el hado
es universalmente conocido, aunque cada cultura lo exprese
a su manera. De igual modo, estamos percibiendo la temperatura del hado con expresiones como «personalidad cálida», «ambiente gélido» y demás. Yo percibo literalmente la
temperatura subiendo o bajando en presencia de los diferentes tipos de hado.
La densidad del hado, en un lugar dado, cambia cada
día, como el tiempo, porque el hado circula, no puede estarse quieto. Una vez enseñé a un cliente a percibir la densidad del hado. Tras la lección, me llamó desde su oficina:
«Algo no va bien en mi oficina, hoy. Creo que una de las
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secretarias me odia. Hay un hado extraño a su alrededor».
Utilicé, entonces, mis habilidades clarividentes y le dije:
«Nadie te odia en la oficina, Ken. A esa secretaria le ha pasado algo personal la pasada noche y ahora está deprimida y
arrastra un hado denso, más de lo normal. Antes no notabas
esas diferencias, pero ahora te has vuelto sensitivo al hado.
A partir de ahora debes aprender a interpretar lo que percibes de otra manera. Bienvenido al nuevo mundo».
Cuando mi web máster, Sayuri, estaba trabajando en mi
página web, intentó escanear mi foto y mi folleto varias veces, pero los escaneos nunca salían bien; aparecía con unas
rayas horizontales de un rosa amarillento alrededor de mi
cabeza y por todo el folleto. Creyendo que el escáner no
funcionaba bien, decidió darle un descanso. Unos días más
tarde, escaneó fotos de otras personas sin problema alguno,
así que, viendo que todo salía bien, volvió a intentarlo con
el folleto y mi foto. Para su sorpresa, otra vez aparecían las
líneas en rosa amarillento. Parece que incluso el escáner era
capaz de captar el hado que constantemente despido. Además, mi amiga había estado trabajando en mi libro por un
tiempo y supongo que mi hado se le transfirió, plasmando
el incidente en la imagen del escáner.
Como el escaneo debía hacerse ese día, sin falta, decidió
hacer una cosa que me había visto hacer cuando uso la energía de mi hado con los clientes: puso su mano en el escáner
y dijo: «Por favor, coopera conmigo y déjame escanear esto
con claridad porque ya no tengo más tiempo». Lo intentó
una vez más y la imagen salió estupendamente: el cielo tras
mi cabeza era de un azul puro e intenso, sin una sola línea
rosa amarillento. Antes de este incidente, ella nunca se había sentido totalmente convencida acerca del hado, pero
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ahora cree que hay cosas en este mundo que no se pueden
ver pero existen.
El hado cambia su apariencia constantemente porque es
de naturaleza mutable. Cuando la gente está feliz y de buen
rollo, despide un hado agradable y luminoso. Cuando lo
percibo es como si estuviera respirando oxígeno puro. Cuando la gente está triste o cansada, siente un hado pesado y
denso. Algunas veces, no soporto esa densidad y tengo que
bloquearlo. Cuando la gente se enfada, emana algo semejante al vapor de una tetera. Probablemente entiendas a qué me
refiero cuando recuerdes a alguien que hayas visto completamente cansado después de un buen arrebato de furia. Lo
que se emana es energía vital, así que yo intento recibir el
exceso de hado y manipularlo convenientemente. Te sientes
más pletórico cuando recibes ese tipo de energía directa desde su fuente correspondiente.
Las fuentes del hado
Como el hado está en todas partes, verás que todo lo que se
te ocurra lo emana. El hado es tan variado como variadas
son sus fuentes. Por naturaleza, todo el mundo tiene el mismo acceso al poder del hado. Sin embargo, la forma de producir energía de hado es diferente en cada individuo, dado
que pasa por cuerpos diferentes. La gente física y mentalmente sana tiende a emitir una energía muy fuerte; por el
contrario, la gente enfermiza produce un hado de poca potencia. Es como si sus circuitos fueran demasiado finos o
estuvieran desconectados y resultaran débiles. Incluso cuando no tienes un montón energía para empezar, puedes hacer
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tu hado más potente entrenándote para ello. (De este punto
hablaré en el capítulo 4).
Los niños desprenden un hado confortable y puro. Antiguamente, trataba de evitar a los niños en lugares públicos
donde pudieran mostrarse ruidosos, pero el hado que desprenden sigue siendo equilibrado y suave. Por eso entiendo
que estar con niños es completamente beneficioso para la
salud gracias al hado armonioso que despiden. Quizás sea
por eso que la gente mayor disfruta tanto empleando su
tiempo en estar rodeada de niños; por experiencia, saben
que se sentirán mucho mejor cuando estén con niños.
Los animales tienden a recibir tanto como a emitir hado
y son muy sensitivos a éste. Cuando voy a visitar clientes, la
gente se sorprende de ver que sus mascotas corren a recibirme y les gusta estar conmigo. Me dicen «Qué raro, mi gato
no se acerca nunca a nadie. Lo normal es que corra a esconderse cuando llega alguna visita». A los animales les gusta
mi energía hado. Muchas veces entornan los ojos, señal de
que están totalmente relajados. Cuando los animales jóvenes y sanos desprenden su hado, suele ser un hado sereno,
muy parecido al de los niños; siendo así, tiene sentido que
la gente mayor o enferma haga terapias con animales o tenga mascotas sanas en casa.
Los difuntos también desprenden hado. El hado de éstos
se emite como si fueran palabras, puesto que es su modo de
comunicarse con los vivos. Las personas muertas se aparecen en mis sesiones con clientes y me piden que les dé algún
mensaje. Cuando transmito el mensaje a mis clientes, ambos, clientes y yo, sentimos una sensación de frío o se nos
pone la piel de gallina. Esto ocurre porque los fallecidos
desprenden un hado frío cuando se sienten felices. Por el
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contrario, mis clientes pueden percibir un calor que les sale
de dentro y tener ganas de llorar sin saber por qué. Eso significa que captan señales de sus seres queridos y sienten ganas de llorar de felicidad.
Creo que las grandes personalidades religiosas como
Moisés, Jesucristo, Mahoma o Buda tuvieron un hado muy
fuerte. No sólo tenían un hado potente, sino que lo comprendían completamente y lo dominaban hasta el punto de
poder obrar milagros. Entiendo que, sin comprender el hado, no se puede descubrir la verdad del universo, como así
lo demuestran estas figuras religiosas. En épocas antiguas, el
aire no estaba tan contaminado como en la actualidad y
el hado era mucho más fuerte porque se movía en un ambiente puro. Recibiendo un hado fuerte y puro de la Madre
Naturaleza, imagino que esas grandes figuras religiosas, hoy
en día, podrían hacerlo todo: mover montañas, caminar sobre el agua y curar enfermos, como cuentan sus historias. El
poder del hado tiende a debilitarse con la contaminación.
Naturalmente, podemos beneficiarnos más del poder del
hado en lugares donde haya aire puro que en las grandes
ciudades embebidas de contaminación.
La Madre Naturaleza proporciona diversos tipos de
energía. Las plantas pequeñas y las flores desprenden un
hado suave y débil, mientras que los árboles grandes desprenden un potente hado con poderes curativos. Los bosques son grandes fuentes de hado. La energía combinada de
todos los grandes árboles de un bosque actúa desde fuera
para curar nuestros cuerpos. El mar también desprende
grandes cantidades de hado, que resuena directamente en
nuestro interior. Creo que eso debe ser porque la vida misma empezó en el océano, la concentración de sal en el agua
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del mar es la misma que en la sangre. Eso explica por qué la
gente va al mar para rejuvenecerse. Los ríos y los lagos despiden mucha energía también, pero los ríos tienen un hado
más potente porque el agua fluye con un movimiento lineal
que facilita la acumulación de energía. El hado del sol es
muy poderoso, como el del suelo. El suelo nutre las plantas,
los árboles, las flores y toda la vida; no hay duda de por qué
la gente que trabaja en granjas o en viveros gozan de tan
buena salud. El contacto diario con el suelo es beneficioso
para la fuerza vital que hay dentro de nosotros.
Cada vivienda tiene su propio hado, que se combina con
el hado de todos los que la habitan; cuando la gente cambia, el hado cambia también. Cada casa tiene un hado diferente porque la gente que vive en ella imprime su propio
hado todo el tiempo. Una casa con una familia feliz dentro
desprende un hado sereno y luminoso; una casa con una
familia triste desprende un hado pesado y opaco.
Cada ciudad emana su propio hado, que es único. Percibiendo el hado de una ciudad, y focalizándolo en tu propio
hado, se puede cambiar realmente para mejor, aunque sólo
sea un poco. Si vives en una ciudad que desprende un mal
hado, puedes intentar modificarlo empezando por el que te
rodea directamente, como por ejemplo el hado de tu casa o
de tu trabajo. La percepción que la gente tiene del hado
varía, pero, personalmente, percibo lo siguiente cuando mis
amigos me preguntan por el hado de muchas ciudades estadounidenses, algunas de las cuales ni siquiera he visitado.
(Por favor, recuerda que el hado cambia constantemente,
como lo hace el tiempo. Si los siguientes comentarios te
parecen negativos, recuerda que la ciudad nunca es la misma todo el tiempo).
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Yo percibo que el hado de Nueva York es potentísimo y
muy activo, que sigue en movimiento tras la medianoche
mientras que otras ciudades a lo largo del río Hudson, en el
lado de Nueva Jersey, presentan un hado ya relajado a esas
horas. Washington D.C.L. tiene un hado muy complejo; la
capa inferior de la ciudad se mantiene ordenada y limpia,
mientras que las capas altas son muy densas. El hado de Los
Ángeles, en contraste, tiene una densa capa de hado en el
fondo, pero se vuelve limpia y luminosa conforme se acerca
al cielo. Portland, Oregón, tiene un precioso hado salido
directamente de la Madre Naturaleza (de ríos y bosques).
Miami desprende un hado húmedo y sofocante; se puede
percibir el hado de gente que vuelve a casa después de la
medianoche oliendo a alcohol. San Francisco tiene un hado
muy denso que proviene del cielo nublado, el agua turbia y
los movimientos tectónicos. Denver tiene un hado oscuro;
incluso veo crimen. La nieve está tintada y hay una enorme
brecha entre ricos y pobres. En Seattle, el hado es poco claro
y está como estancado. Comparado con el de otras ciudades, es como si estuviera metido dentro de un globo. (Esto
puede considerarse algo bueno para la gente que vive allí
porque están parapetados, a salvo de influencias externas,
sin verse muy afectados). El hado es tremendamente pesado
y solemne en Boston. Veo imágenes de edificios con historia; la gente se siente muy unida a esa historia y al fuerte
hado. Percibo una gran diversidad de gente en Dallas, pero
la vida ahí no es fácil. El hado de Atlanta es un tanto frívolo.
Veo imágenes de trabajadores y muchas cosas a medio terminar. Atlanta es una ciudad tipo de Estados Unidos.
Cada país emite su propio hado. Yo percibo el hado de
Estados Unidos como dinámico y activo. Percibo el movi33
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miento de la gente por las plazas, incluso en las áreas rurales
(quizás más porque al ser un territorio tan grande tiene mucho espacio para que la gente se mueva por él). Japón, por
el contrario, aparece compacto y bien organizado, con movimientos limitados. Alemania tiene un fuerte hado lleno
de historia, frugalidad y firmeza, con árboles muy altos.
Australia emite un hado propio de casas pequeñas, simplicidad, inmigrantes y rigidez. Corea tiene un hado perfumado
con una especie de ego colectivo y con la fuerza de las flores
silvestres. Inglaterra tiene el hado propio de las praderas y
los castillos. Francia desprende un hado de callejones, aguas
grises y gente inteligente. El hado de china es interesantísimo en estos momentos. El color de su hado se ha teñido,
supongo que por su masiva entrada en la economía de mercado y se sienten dispuestos a disfrutar de la prosperidad a
costa de perder su propia cultura y tradiciones. Todo en este
mundo es como un balancín que se mueve. Si ganas algo,
pierdes otra cosa al mismo tiempo.
Técnicamente, en el espacio exterior no hay aire, pero lo
cierto es que se percibe un tipo totalmente diferente de hado que proviene de otras dimensiones y que llena el espacio.
Dicho hado es extremadamente puro y, en consecuencia,
tremendamente poderoso. He oído historias sobre astro­
nautas que se han vuelto unos filósofos cuando han regresado o que se han vuelto muy espirituales tras volver del espacio. No me sorprende, porque se ven expuestos a un hado
poderosísimo; no importa lo que cambien sus vidas porque
están abiertos a otras dimensiones tras haber recibido ese
hado puro.
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¿Cómo interactúa el hado?
Al ser el hado una vibración de onda, cuando un hado se
encuentra con otro se presentan tres posibilidades de influencia entre ellos: rebote, resonancia y absorción.
Cuando el hado se libera, rebota. Imagina que tienes que
trabajar con una persona que te cae fatal. Tu hado rebotará
sistemáticamente, no importa los esfuerzos que hagas por
caerle bien o por soportarla. Evidentemente, esa persona notará que no te gusta y su hado empezará a rebotar también.
Eso es algo que me pasa de vez en cuando; ocurre que tengo
que aconsejar a gente que no siempre me gusta, pero les mando mi hado porque es mi trabajo. En algunos casos un tanto
extremos, procuro mandarles el hado de lejos, a distancia.
Cuando conoces a alguien que te gusta, y al que le gustas, tu hado y el del otro entran en resonancia. Se integran
el uno con el otro y forman uno solo muy potente. Parecen
copitos de nieve muy activos y reflectantes por la mutua
felicidad. Yo creo que por eso las parejas felices acaban pareciéndose cuando llevan toda una vida juntos: sus hados se
mezclan y permanecen integrados todo el tiempo, cada uno
influye en la energía del otro.
La emisión de hado es diferente en cada individuo.
Cuando una persona con un hado fuerte se encuentra con
una persona de hado débil, el hado débil absorbe el fuerte.
Cuando yo conozco gente mayor o enferma, absorben mi
hado como esponjas y acabo necesitando unos treinta minutos de descanso para recuperarme. Por otra parte, un hado nunca rechaza a otro; de algún modo, siempre se establece una retroalimentación entre el débil y el fuerte, no
importa lo muy débil o muy fuerte que sean uno y otro.
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El hado también se puede bloquear. A veces me topo con
clientes con la mente cerrada al hado, y ellos, a propósito,
bloquean mi propio hado. De hecho, el bloqueo es una técnica que se puede usar para protegerse del mal hado que a
veces nos encontramos. Cuando estás obligado a ir a un sitio o conocer una persona que emite mal hado, bloquéate
para que no te influya. No necesitas de ninguna técnica especial, simplemente ten la determinación de que no te afecte. Intenta pensar algo parecido a «¡Mal hado, no te me
acerques!» o como también me gusta decir «¡Fuera!». Algunas personas son capaces de bloquearse fácilmente si se imaginan una bonita luz que las ilumina desde arriba, protegiéndolas de todo lo que está fuera de ese haz luminoso;
otras visualizan una especie de caparazón de concha que las
envuelve el cuerpo como protección.
El hado puede ser tan poderoso que es capaz de mover
objetos. Por ejemplo, un día, estando en casa con unos amigos, recibí la llamada de una mujer buscando consejo sobre
una relación. Tras hablar con ella un breve espacio de tiempo, me di cuenta que sólo estaba tratando de mejorar una
situación de manera egoísta, y su actitud me molestó. Primero intenté razonar con ella, pero no quería ni oírme. Al
final perdí el control, le levanté la voz y le dije: «¿No le parece que está siendo una egocéntrica?». Al mismo tiempo
que lo decía, un par de pendientes que había dejado sobre
la mesita del teléfono salieron disparados hacia la pared.
Uno de mis amigos se levantó a recogerlos y comentó: «Mira, tus pendientes se han doblado. ¡Tu enfado los ha hecho
volar!». A partir de ese suceso, intenté controlar mis emociones y prometí que no volvería a pasarme una cosa así.
(Evidentemente, mis amigos aún me recuerdan el mal rato).
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Los mecanismos del hado
Nuestro mundo está lleno de hado que se mueve alrededor
nuestro todo el tiempo. El hado penetra en todas partes, en
todas las cosas de la tierra, circula por los materiales y sale
al aire. Cuando penetra en la materia, tanto el hado como el
material mismo cambian ligeramente; en otras palabras,
el hado deja su impronta en la esencia del material y el material añade sus propias características al hado que circula
por él. Después que el hado vuelva al aire, a la Madre Naturaleza, la influencia del material se diluye y se purifica.
Por mucho que circule por donde quiera que sea, el hado
permanece puro y luminoso. Sin embargo, cuando el hado empieza a estancarse se vuelve pesado y negativo; en este
sentido, es importante crear siempre una salida para el hado
en espacios cerrados como casas, pisos y oficinas temporalmente cerrados, para permitir el intercambio de hado. Tú
mismo puedes crear salidas en espacios cerrados abriendo
ventanas, puertas y usando ventiladores (los postigos y persianas bloquean el hado, asegúrate de abrirlos para que haya
ventilación). Enciende un ventilador, si no consigues que
haya corriente de aire, y deja que se cambie el aire viejo y
estancado por aire nuevo y fresco. (También puedes usar un
plumero limpio e irlo agitando para que se mueva el hado).
Piensa que, del mismo modo que no usas el mismo agua
para lavar y aclarar la ropa cuando haces la colada, tampoco
quieres usar el mismo hado continuamente. Hay que renovarlo.
La gente me pregunta de dónde sale el hado. En el caso
de la gente, el hado sale del corazón. Cuando piensas en
algo o en alguien, cuando estás cuidando a alguna persona,
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el hado se envía directamente a la persona o cosa en la que
estás pensando. Por eso es tan fácil mandar hado directamente a la persona u objeto desde un lugar remoto. Cuando
me piden que mande hado remotamente, me concentro en
sentir el hado de esa persona o cosa. Ni siquiera tengo que
saber su nombre ni dónde está; por alguna razón, me puedo
conectar con ellos remotamente, sin error. Después puedo sentir claramente su hado cerca de mí, como si hubiera
un cálido agujero de gusano que me conectara con él a través del espacio, y empiezo a mandarle mi hado. Por lo tanto, no hay diferencia alguna entre si tengo a la persona delante de mí o en la otra punta del planeta. En este sentido,
el hado es parecido a la oración. La siguiente historia ilustra
lo que intento explicar.
Estaba visitando un hospital y me fijé en un hombre mayor con una enfermedad pulmonar que lo obligaba a toser
todo el tiempo. A pesar de que no lo conocía de nada, me
resultaba doloroso ver a ese pobre hombre tosiendo tanto y
recé para que se encontrara mejor. Al cabo de un rato, me di
cuenta de que ya no tosía. Le pregunté a una enfermera qué
le había pasado y ésta me dijo que el señor había mejorado
bastante y que le iban a dar el alta. Lo que hice, en realidad,
fue mandarle la energía de mi hado esperando que se recuperase. Tus rezos llegan a la persona en la que piensas en
forma de hado, protegiéndola del peligro y minimizando su
sufrimiento.
El hado también puede compararse a la electricidad.
Cuando el hado trabaja para algo o para alguien, es como si
se encendiera un interruptor en tu interior. La fuerza del
hado de cada persona u objeto es tan variable como la electricidad; hay hados con mucha estática y otros son como
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rayos. De hecho, el hado y la electricidad están íntimamente conectados. Cuando uso el poder del hado, o cuando los
difuntos nos mandan energía para comunicarse con nosotros, muchas aplicaciones eléctricas se ven afectadas y empiezan a parpadear.
Un día visité una casa repleta de hado oscuro y pesado y
empecé a mover el aire del salón enviando mi hado. Todos
los presentes quedaron estupefactos al ver que la lámpara
empezaba a parpadear y moverse ligeramente; ahí estaba el
hado estancado y ahí fue donde yo envié mi hado.
En otra ocasión, las luces de mi dormitorio empezaron a
emitir un zumbido. En cuando salía del dormitorio, el
zumbido desaparecía. Al entrar de nuevo, el ruido aparecía
otra vez. Parecía que las luces estaban reaccionando ante
alguna parte de mi cuerpo, pensé, pero no sabía de qué parte podría tratarse. Seis meses después, visité al médico por
molestias abdominales y me descubrieron cálculos biliares.
Entonces supe que mis cálculos eran la fuente del zumbido
que había escuchado. Como era de esperar, el ruido desapareció cuando me extrajeron las piedras.
Algunas personas me preguntan si el hado se puede «encender y apagar» como la electricidad. Cuando mando mi
hado dentro de algo, necesito concentrarme en ello. A eso se
le podría llamar «encendido» del hado. Cuando percibo un
hado denso y pesado a mi alrededor, me aíslo para no recibir
malas vibraciones y a eso se le podría llamar «apagado». Sin
embargo, mi estado natural es la emanación permanente de
hado, incluso cuando duermo. Si estoy en un hotel, el hado
se vuelve luminoso sólo con que haya dormido allí una noche. Los objetos también se ven afectados por el hado que
desprendo. Una amiga me mandó un anillo antiguo como
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regalo, pero lo guardé en mi habitación porque me parecía
que estaba bastante desgastado para mi gusto. Pasado un
año o más, cuando me acordé del anillo, lo busqué y vi que
estaba mucho más brillante y bonito. Entonces me lo puse
para ver qué le parecía a mi amiga y, al verlo, no lo reconoció y me dijo: «¡Qué anillo más bonito! ¿De dónde lo has
sacado?».
El hado y la electricidad están unidos en mi mente por
otra razón. Hace pocos siglos nadie sabía qué era la electricidad. Si pudiéramos viajar en el tiempo y decirle a la gente
del siglo xviii que existe una energía invisible que se llama
«electricidad» y que es capaz de mover coches, iluminar,
etc., pensarían que estamos locos. El hado es, en el siglo xxi,
lo mismo que la electricidad era en el xviii. Poca gente sabe lo que es y nadie puede verlo realmente, incluso parece
difícil sentirlo, pero algún día todo el mundo lo entenderá
y lo encontrará lógico. Esperemos que sea bien pronto.
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