APRIETA EL GATILLO El despertador sigue sonando, lleva así un

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APRIETA EL GATILLO
El despertador sigue sonando, lleva así un buen rato. Lo oigo desde mi sueño pero estoy
tan cansada que no voy a alargar el brazo para apagarlo. Por fin el despertador ha
cesado y es ahora, en este mismo instante, cuando mis ojos se van abriendo poco a
poco. La luz entra a través de las cortinas. Es una luz intensa que deja ver todo el
desorden de la habitación. Sólo llevo un mes viviendo en esta casa y aún no he tenido
tiempo de organizarlo todo.
Los vecinos me han acogido muy bien en su barrio. La primera en darme la bienvenida
fue Roser, una mujer chismosa, gracias a ella pude conocer enseguida todas las manías
de mis vecinos, e incluso de sus horarios. Me habló de Neus y Marc, de lo peculiares
que son y no se equivocaba. Son una pareja muy enamorada, pero son tan pocas las
ocasiones en las que están juntos que sólo alguien como Roser puede apreciarlo. Marc
es un joven atractivo y fuerte pero muy distante, en cambio Neus siempre viste alegre,
sonríe a todo el mundo pero no deja de tener algo extraño y sospechoso en ella. Ambos
aparentan la misma edad, entre veinticinco y veintiocho años.
Siento que la casa se me queda un poco grande. Camino lentamente hacia el cuarto de
baño y me miro en el espejo pero enseguida he tenido que desviar la mirada porque
tengo un aspecto horrible. Bajando las escaleras noto un olor que se vuelve más intenso
a medida que me acerco a la cocina, es un olor extraño, olisqueo el aire pero no lo
reconozco. Ya he llegado a la cocina y ahora lo veo.
-¡No!, ¡Dios que olor más apestoso! – olvidé tirar la basura y se ha derramado el
pescado de anoche. La prisa empieza a ser inevitable, no contaba con tener que limpiar
este desastre. Me despisto durante un segundo pero en seguida recuerdo algo y mi
mirada se vuelve hacia el reloj, son las nueve de la mañana, debería haber empezado a
servir desayunos en la cafetería en la que trabajo hace media hora.
Estoy recogiendo la basura todo lo rápido que puedo, salgo a la calle a tirarla y Roser
me saluda alegre, yo le respondo. Vuelvo a casa y subo las escaleras corriendo. Escojo
una camiseta vieja de tirantes y unos pantalones negros ajustados. Como cada mañana
salgo andando hacia el casco antiguo de la ciudad, allí se encuentra la cafetería “La
blava mar”, donde trabajo. Entrando por la puerta noto la mirada de Sabel clavándose en
mí. Llego una hora tarde, supongo que hoy me tocará hacer unas horas extras.
El día es bastante monótono, sirvo y recojo. Hay días en los que conozco a gente
extraordinaria, hoy no. He comido en la cafetería y normalmente ya habría salido de
camino a casa, son las seis y media. Mi retraso de hoy me costará dos horas más de
trabajo. El tiempo pasa mientras sirvo mesas y la luz del sol se va volviendo cada vez
más escasa. Las ocho y media, ya es la hora de irme. Me voy sin despedirme de nadie,
excepto de Sabel, con ella es con la que más relación tengo. Aparte de mi jefa es mi
amiga.
El camino de vuelta a casa se me esta haciendo más largo que de normal, a pesar de ser
el recorrido de siempre, claro que no suelo realizarlo de noche, seguramente la
oscuridad es lo único que me confunde. Estoy segura de que si hubiera llegado una hora
antes a trabajar ahora no tendría que volver de noche. Aunque nunca he tenido miedo de
la calle, hoy todo esta tan vacío que estoy deseando llegar a casa.
En la otra punta de la calle puedo ver a dos borrachos pegando gritos, prefiero torcer la
esquina, aunque esto significará alargar el camino unos dos minutos. Justo antes de girar
por la otra calle, estoy lo suficientemente cerca como para reconocer las caras de los
que yo consideraba dos borrachos. Son mis vecinos, una pareja adorable y me cuesta
creer lo que veo, están discutiendo. Marc le grita sin razón y ella asiente. He conseguido
quedarme a mirar sin que me vean, un seto detrás de un coche me sirve de escondite.
Estoy pensando en intervenir porque Neus parece débil y asustada, pero no lo es tanto.
De pronto ha sacado de su bolso una pistola aparentemente antigua, sin que él se dé
cuenta. Esa imagen me ha asustado hasta el punto de dejar escapar un grito tajante.
Parece que les ha pillado por sorpresa, él ha dejado de gritar y ella ha dejado caer la
pistola. Marc ha visto la pistola en el suelo, parece que no le molesta el hecho de que su
novia haya intentado matarlo. Y lo que veo ahora me sorprende bastante: la recoge y la
pone entre sus manos con el cañón apuntado hacía su cabeza. Acaba de enloquecer.
-Aprieta el gatillo - dice. Neus parece confundida y llora, llora mucho, como pidiendo
perdón.
-¡Dispara! – sigue gritando Marc. Lo que viene a continuación ya nunca lo sabré.
Simplemente se que ha habido un disparo que ha acabado con la vida de mi vecino, pero
no sé quién de los dos ha sido el que finalmente ha apretado el gatillo, he preferido no
saberlo.
Me quedo paralizada durante un segundo, finalmente me doy cuenta de que debería
haber llamado a la policía antes de que todo esto pasara. No puedo evitar cierto
sentimiento de culpabilidad, seguramente habré sido la única testigo, la única que podría
haberlo evitado. No lo pienso más, con las manos temblorosas y observando la triste
escena del joven en el suelo y Neus a unos pasos de distancia con la cabeza encerrada
en sus manos mirando de reojo, marco el teléfono de emergencias.
Me voy antes de que la zona se llene de policías porque pienso que me conviene ser una
anónima si quiero evitar toda clase de interrogatorios. Le diría lo mismo a Neus pero
pensándolo mejor, prefiero que la vean allí y la sometan a todo tipo de preguntas para
descubrir si es o no es una asesina.
Ya estoy bastante lejos del lugar de los hechos cuando empiezo a oír las sirenas de la
policía, pero oigo algo más, son pasos que me siguen. Voy buscando un lugar en el que
ver el reflejo de mi acompañante. En un escaparate la veo, es ella. Mis pasos son cada
vez más rápidos y cada vez oigo el fino tacón de su bota más cercano, intuyo que los
suyos también avanzan a mi ritmo. Si me sigue es porque busca algo ¿y si ella es la
asesina y quiere acabar con la única testigo? Para comprobar que me sigue he empezado
a dar vueltas a un edificio, suena algo infantil pero así es como finalmente he obtenido
la respuesta. Ya no hay duda, me está siguiendo.
No le tengo miedo, me he presentado en su casa más de una vez por cualquier tontería
pero es increíble cómo puede cambiar todo tan rápido. Estamos llegando al conjunto de
adosados en el que vivimos, bueno no es exactamente un conjunto más bien es una calle
por la que circulan pocos coches con casitas independientes que nada tienen que ver las
unas con las otras. En cualquier caso me cruzaré con ella tarde o temprano. Entonces
tomo la decisión, me paró y ella hace lo mismo. Tomo aire y me giro, mi mirada es una
mezcla entre furia y un pequeño temor. Neus tiene los ojos llorosos, pero no siento
compasión. Abro la boca para decir algo, cualquier cosa para matar este silencio pero
Neus hace un gesto con la mano para ser ella la que empiece la conversación. La verdad
es que me hace un gran favor pero yo aún así pongo cara de sentirme molesta por tener
que callar.
-No he hecho nada – su voz tiembla al igual que su mirada que no es capaz de orientarse
hacía al frente. Me mira como esperando una respuesta pero lo único que hago es
cruzarme de brazos.- Te lo juro fue él quien apretó el gatillo, yo…yo le quería. Siempre
llevo la pistola en el bolso pero nunca está cargada. Alguien la cargo, yo no lo hice…
-Vete – intento ser completamente fría y distante porque no quiero estar muy
relacionada con una presunta asesina. No digo nada más y doy media vuelta, mi casa
está justo en frente del lugar en el que hemos estado hablando, en un par de pasos ya
estoy dentro. En cambio ella aún tendrá que caminar un poco más para llegar a la que
ahora será una casa llena de recuerdos y me pregunto si podrá conciliar el sueño.
Me asomo por la ventana del comedor y la veo en mitad de la calle, me acaba de ver
pero no he hecho nada por evitarlo. Me sorprende ver que no se mueve, no se pone a
andar hacía su casa. Me olvido de ella y me voy a la cama pensando que posiblemente a
estas horas la policía ya habrá encontrado huellas o cualquier pista para descubrir si fue
un asesinato o un suicidio.
Al día siguiente la policía había rodeado todo el barrio y en concreto se encontraban
alrededor de su casa. Neus podría estar ahora mismo rodeada de policías intentando
detenerla y a pesar de sentir cierto rencor y rabia hacía ella, notaba que había algo cierto
en toda su historia.
No me molesto en vestirme, tan solo salgo de casa con mi pijama. Un policía joven me
mira de reojo y se ríe pero no le doy importancia a su burla. Voy directa al que parece el
policía más experimentado en su trabajo. Claro que incluso él no ha podido evitar mirar
hacia otro lado cuando me ha visto.
-¿Qué ha pasado? – lo he dicho en un tono bastante fuerte, con un carácter que no sabía
que tenía. Significa que realmente me preocupo por Neus aunque no me fie de ella.
-Anoche recibimos una llamada de un anónimo denunciando un asesinato, bueno no
dijo exactamente “asesinato”, más bien dijo “muerte”. Pero cuando llegamos al lugar
indicado no encontramos nada, no había testigos, ni cadáver solo sangre y huellas. – Me
dice esto muy sereno pero aún así la duda acecha en mi cabeza ¿cómo puede ser? vino
detrás de mí no pudo darle tiempo a recoger el cuerpo - Por eso estamos aquí, las
huellas coinciden con las de la joven que vive aquí. Ahora mismo están registrando la
casa para encontrarla, al parecer esta sospechosamente desaparecida – Prosiguió,
marcando la palabra “sospechosamente”. Seguramente ha huido, ya entiendo qué clase
de persona es. Estoy bloqueada, me ha mentido. Continúo escuchando al policía - Y
comprenderá joven que no puedo contarle nada más a no ser que tuvieras relación con
la sospechosa ¿la conocía?
-Era mi… amiga… - “Amiga”, bueno quizá no he debido usar esta palabra ni mucho
menos mentir a la policía, pero necesito saberlo – Bueno, en realidad nos conocíamos
por el barrio y teníamos mucha relación – Una mentira tras otra, si bien es cierto que
somos, o más bien éramos, del mismo barrio pero nada más.
- ¿Sabe? No sé si debería pero me fio de usted y si como usted bien dice eráis buenas
amigas, tiene todo el derecho del mundo a exigir una explicación – Mi expresión acaba
de volverse extraña, lo noto en la cara del policía que me mira sorprendido mientras
sigue hablando – Esto no se lo debería contar a nadie: anoche encontramos huellas de
alguien más. Coinciden con las de este hombre – Me muestra una foto, es un hombre
grande, lo he visto más de una vez con Marc, creo que son amigos aunque la diferencia
de edad entre ambos es amplia. - Creemos que este hombre podría haber sido el
secuestrador de tu amiga y el ladrón del cadáver – Eso no es posible Neus vino
conmigo, así que si es cierto que se trata de un secuestro fue más tarde, no la
secuestraron entonces. Me cuesta creer que ese hombre sea capaz de secuestrar a la
pareja de un amigo, pero no descarto opciones. Por otra parte yo estuve allí y no vi a
nadie más. Aunque ese hombre podría haber ido a la escena del crimen justo cuando nos
fuimos de allí, coger el cadáver y después seguirnos para llevarse a Neus.
Acaban de salir dos policías gritando algo que no consigo entender, se están acercando
a nosotros. Ya están en nuestra misma posición y no se molestan ni en mirarme, están
muy alterados y se dirigen directamente al policía, que según parece es el jefe.
-Señor, ha aparecido el cadáver. Está en la cama del sótano – empieza el que parece más
nervioso. Mientras tanto el otro mira de un lado a otro. El jefe de policía me mira de
repente, no sé exactamente qué quiere decir con esa mirada así que no me muevo.
-Vamos a verlo – dice el jefe de policía. Supongo que ya no pinto nada ahí, me
dispongo a irme a casa, hoy no tengo que trabajar. De camino a casa, giro la cabeza un
par de veces, me habría gustado enterarme y seguro que a Roser también.
En casa miro la hora y me parece apropiada. Hace buen tiempo, desayunaré en el jardín.
Mientras el café se prepara, he salido a dejar un plato con tostadas en la mesita del
jardín, pero las he derramado todas al descubrir a una acompañante en una esquina
mirándome, con los ojos rojos recién recuperados de tanto llorar.
-¿Qué haces aquí? Te están buscando – la miro fijamente y ella me mantiene la mirada.
Mi tono es duro, como el de una madre que aconseja y riñe a su hijo. La diferencia es
que yo con Neus no tengo apenas confianza.
-Anoche cuando volví a casa encontré su cuerpo – dice ella, luego para en seco para
tomar alguien – Pero no solo fue eso lo que vi. Un amigo de Marc estaba también allí.
Voy a dejar de fingir que no siento nada por ese hombre. Marc nos presento hará un año
y medio, desde entonces estuvimos bastante unidos. Me enamoré de él y ya no podré
volverlo a ver. Su nombre es Eduard. Estaba allí escribiendo una nota de suicidio, para
colocarla junto al cuerpo de Marc. Me lo explico todo. Marc cargó mi pistola y esperaba
que yo apretara el gatillo para que luego fuera yo la que cargara con las culpas, pero no
lo hice. Al parecer llevaba varios meses planeando su suicidio, desde que se entero de lo
mío con Eduard. Era su crimen perfecto él moría y yo iba a la cárcel pero se lo estropeé.
Un día en el que discutíamos Marc y yo, Eduard nos vio, se volvió muy protector,
empezó a espiar a Marc y así es como descubrió sus intenciones. Pero entonces no me
dijo nada, se encargó de impedir que yo cargará con la culpa. Cuando yo salí tras de ti,
cogió el cadáver, lo metió en el coche y lo llevo a casa, lo tumbo cuidadosamente sobre
la cama del sótano y puso la pistola en su mano. Lo demás ya lo sabes, llegué mientras
escribía la nota de suicidio. Luego Eduard se despidió y se fue, pero no se adonde.
Esta historia parece completamente cierta y triste. Me acerco a Neus y le seco las
lágrimas que se le han derramado mientras hablaba. Estoy confusa, no sé lo que debo
hacer. De pronto un golpe acompañado de una voz nos asustan.
-¡Policía, abra la puerta! – no tengo más remedio, miro a Neus compadeciéndome de
ella, pero aún así entiendo que mi obligación es abrir. Me acerco al recibidor, dudosa,
triste por lo que voy a hacer. Ya es tarde para echarse atrás, he abierto la puerta. Veo
frente a mí al jefe de policía armado y acompañado de una chica joven, también de la
policía. Como no, por detrás esta Roser intentando enterarse.
El jefe y su acompañante no necesitan adentrarse demasiado en la casa. Neus está
viniendo hacía la puerta andando despacio, con la cabeza agachada, asumiendo su
destino, su castigo. El jefe de policía la obliga a entrar en el coche. Luego se despide de
mí y del resto del vecindario.
Mientras el coche está arrancando no puedo evitar dejar caer unas lágrimas. Este barrio
acaba de pasar por algo que ha cambiado todo. Yo simplemente confío en que la policía
crea la historia de Neus, al igual que yo y la dejen en libertad.
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