Elena y Jaime White, un matrimonio en dificultades

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QUIERO SABER / ESPÍRITU DE PROFECÍA – Abril de 2005
Elena y Jaime White, un matrimonio en dificultades
¿Es verdad que los esposos White tuvieron dificultades y que estuvieron a punto de divorciarse?
Responde DANIEL OSCAR PLENC director del Centro de Investigaciones White en la Argentina.
Elena Gould Harmon conoció a Jaime Springer White durante los viajes que realizó por el
Estado de Maine y otros Estados vecinos en 1845, para compartir las primeras revelaciones de Dios.
Jaime era, en ese entonces, un joven y ferviente predicador adventista. Elena y Jaime se casaron en
Portland, Maine, el 30 de agosto de 1846 y tuvieron cuatro hijos: Henry Nichols (1847-1863),
James Edson (1849-1928), William Clarence (1854-1937) y John Herbert (1860).
Estos afectuosos y esforzados pioneros formaron un buen matrimonio que duró 35 años. Sin
embargo, el Patrimonio White posee cartas que dan evidencias de algunas situaciones de tensión
entre los esposos White. Se trata de las cartas 64 a 67 del año 1876. Hace pocos años, ese material
fue publicado, con la debida presentación de su contexto histórico, en el libro Hijas de Dios:
Mensajes especiales para la mujer (Nampa, Idaho: Publicaciones Interamericanas, 1999), pp. 280296. El material aparece como Apéndice E, titulado “La relación entre Elena G. de White y su
esposo”.
Las cartas en cuestión se escribieron en un tiempo cuando la enfermedad alteró las
emociones del pastor White. Algunos años antes de su muerte, Jaime sufrió repetidos derrames que
cambiaron su personalidad. Sin poder hacer uso de un razonamiento claro, se sentía atacado y
actuaba con dureza con su hijo Edson. Elena le pidió a su hijo tratar con ternura a “tu pobre padre,
que está desgastado, sobrecargado y atormentado” (Manuscript Releases, t. 10, p. 29, 1871).
En el año 1973, el Patrimonio White adquirió una colección de cartas dirigidas a Lucinda
Hall, una de las más queridas amigas de Elena de White. Una pariente de Lucinda las había
conservado durante muchos años. Entre las 2.000 cartas escritas entre 1860 y 1899 por dirigentes de
la iglesia, había un conjunto de 48 cartas de Elena de White de las que no se tenía noticia. Algunas
de ellas, escritas entre el 10 y el 17 de mayo de 1876, reflejaban algunas dificultades en la familia
White. Eran cartas confidenciales de una amiga a otra. Un día, después de haber escrito su tercera
carta, Elena lamentó haber compartido esos problemas con su amiga, y le pide que queme las cartas.
Evidentemente, Lucinda no lo hizo, y la correspondencia llegó al conocimiento público. En sus
cartas, Elena decía no haber perdido el amor por su esposo, pero había cosas que no podía explicar.
Veía cambios en la personalidad de Jaime. Por efecto de los derrames, a veces era suspicaz, duro y
exigente. En el mismo día de haber escrito la tercera carta a su amiga, también escribió a Jaime:
“Me entristece haber dicho o escrito cosas que te afligieron. Perdóname, y en adelante seré mucho
más cuidadosa de no comenzar temas que puedan molestarte e irritarte” (Manuscript Releases, t. 20,
p. 23, 1876). Lamentablemente, el pastor White no pudo recuperarse plenamente; tenía días buenos
y otros de depresión.
En la primera carta, confesaba Elena: “Temo los cambios de genio de Jaime; sus fuertes
emociones, sus censuras y la forma en que me juzga” (Carta 64, 10 de mayo de 1876). En una carta
a su esposo, decía Elena: “No reclamo para mí la infalibilidad, ni siquiera la perfección de un
carácter cristiano. No estoy libre de errores y defectos en mi vida” (Manuscript Releases, t. 20, p.
23, 1876).
Durante el tiempo en que fueron escritas estas cartas, los esposo White realizaron su trabajo
separados, y Elena, por el momento, no creyó conveniente viajar y unirse a su esposo en el este. Sin
embargo, pocos días después, Elena de White cambió de planes, y viajó para acompañar a su
esposo. En armonía, realizaron congresos, viajaron a Battle Creek y continuaron trabajando juntos
en California. Tiempo después, Elena escribió que su esposo se mostraba “paciente, tierno y
bondadoso” (Manuscript Releases, t. 10, pp. 36, 37, 1877). Los momentos de bonanza retornaron al
hogar de los White. Escribió, Elena, a su hijo Edson: “Papá está bien; se encuentra alegre y feliz. Es
muy amable y tierno conmigo, y piensa en mi comodidad. Está muy activo” (Carta 3, 1879). Una
semana más tarde, expresaba: “No sé si alguna vez hemos disfrutado de la sociedad mutua como lo
hacemos ahora” (Carta 5, 1879). En una carta a su hijo William y a su nuera Mary, brindó la
siguiente descripción: “Hemos tenido un invierno placentero y armonioso como nunca lo hemos
disfrutado en nuestra vida” (Carta 18, 1879).
Finalmente, Jaime White murió el 6 de agosto de 1881. En sus cartas posteriores, Elena
manifestaba cuánto lo echaba de menos. Recordó, después de la muerte de Jaime: “Aunque él ha
muerto, siento que es el mejor hombre que jamás haya vivido en esta tierra” (Documento del Centro
White, File 733-c). Las dificultades y limitaciones de los hombres de Dios no deben sorprendernos.
Por el contrario, su lucha por sobreponerse a sus imperfecciones es un estímulo para todos aquéllos
que enfrentan desafíos similares.
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