2012 El pensamiento ilustrado en España Término <<Ciencia>> Daniel Espejo Díaz Filología Hispánica 28/01/2012 ÍNDICE CIENCIA…………………………………………………………….. Pág. 3 INTRODUCCIÓN…………………………………………………... Pág. 4 Literatura newtoniana y matemáticas sublimes…………………… Pág. 7 Hipocratismo y renovación de la clínica……………………………. Pág. 8 Linneo en la botánica española……………………………………… Pág. 10 CORDE. Análisis y comentario de citas……………………………. Pág. 12 Benito Jerónimo Feijoo……………………………………………… Pág. 12 Gregorio Mayans y Siscar…………………………………………… Pág. 17 Melchor Gaspar de Jovellanos……………………………………… Pág.18 CONCLUSIÓN……………………………………………………… Pág. 21 BIBLIOGRAFÍA……………………………………………………. Pág. 23 2 CIENCIA 1. Conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los que se deducen principios y leyes generales. 2. Saber o erudición. 3. Habilidad, maestría, conjunto de conocimientos en cualquier cosa. 4. Conjunto de conocimientos relativos a las ciencias exactas, físicoquímicas y naturales. 3 Introducción Según en el diccionario de la Real Academia Española, el término “ciencia” se divide en las cuatro acepciones que hemos visto antes. Básicamente podemos ver que la palabra ciencia se puede usar en tres grandes campos, y en ellos nos centraremos. Para empezar, se usa con el fin más puramente científico, refiriéndose a todas aquellas conclusiones a las que se llega mediante el raciocinio y la observación. En segundo lugar, ciencia como saber. Este término se usa constantemente para denotar los conocimientos de una persona en determinados campos. El término se usa globalmente, no sólo en aspectos relacionados con la ciencia como materia. Una persona puede poseer la ciencia sobre una materia como la literatura. Por último, podemos reseñar un tercer campo de uso de este concepto, el de ciencia como habilidad o maestría para realizar alguna tarea. Al igual que la segunda acepción, en este tercer campo podemos usar esta ciencia como maestría en materias tanto de la rama científica como en la de humanidades. Alrededor de estas tres acepciones haremos un repaso a los grandes autores del siglo XVIII y su forma de usarlo en las obras que han perdurado hasta nuestros días. Hemos de decir que aunque la definición de ciencia está tomada de la última edición del diccionario de la RAE, las acepciones son totalmente válidas para el trabajo en el que queremos centrarnos. Pero al estudio del término en las obras literarias nos dedicaremos más adelante. Ahora hemos de ver la concepción de la ciencia en el siglo XVIII. Qué se entendía por 4 ciencia, los avances que se realizaron en cuanto a sus predecesores, los grandes maestros de esta materia de dicho siglo, y un largo etcétera. A finales del siglo XVIII, España, como otros tantos países europeos se miraba en el modelo francés en lo que a avances científicos se refiere. Consecuencia de esto, existían instituciones para el progreso científico como el Jardín Botánico de Madrid, colegios de cirugía en ciudades como Cádiz, Barcelona y Madrid y múltiples academias para la formación de artilleros e ingenieros en Cartagena y Ferrol. Estas instituciones no sólo se dedicaron a promover la ciencia dentro del ámbito español, sino que gracias a su participación en grandes empresas cooperativas lograron su integración en todo el sistema científico europeo. Esas mencionadas relaciones fomentaron la elaboración de proyectos comunes tales como gestiones de recursos financieros y plantear colectivos científicos complejos en toda Europa. A pesar de todas estas medidas para asemejar el modelo institucional francés, el hecho de que en Madrid no hubiese una Academia de Ciencias constituye un problema de gran importancia. La causa de la ausencia de tal institución fue que con la llegada de los Borbones al trono, estos centraron todos sus esfuerzos en la rehabilitación del ejército, ya que el panorama de España que se habían encontrado era la de un país demasiado mermado y debilitado. A pesar de la carencia de una institución central que promoviese el sistema científico Nacional, la creación de la Academia de Ciencias Naturales y Artes de Barcelona, en la cual Campomanes participó y promovió de manera más que notable, consiguió que el modelo científico se aproximara un poco más al que tanto proliferaba en Francia. A la Corona española le causaba cierto resquemor para reconocer a científicos y encomendarles las tareas pertinentes, en la mayoría de los casos, fuese cual fuese el problema a resolver, no se buscaban científicos nacionales para tal contienda, sino que se nombraban comisionados o incluso se contrataban a expertos en el exterior para que se comprometiesen con dicha tarea. 5 Esto lo ejemplifica a la perfección Francisco Aguilar Piñal en su “Historia literaria de España en el siglo XVIII “: En definitiva, el colectivo científico español no consiguió monopolizar el discurso sobre el progreso y el bienestar social, ideología que la Corona se resistió a compartir con otras instituciones, bloqueándose así la posibilidad de que la ciencia se convirtiese en una institución social relevante. Literatura Newtoniana y matemáticas sublimes La literatura newtoniana en España brilló más que nada por su ausencia, sobre todo en la primera mitad del siglo XVIII. Pero no sólo ocurre esto con la literatura newtoniana, sorprende la ausencia de producciones y matemáticas así como de bibliografía respecto al término. Además de esta carencia de documentos, la física newtoniana tropezó en nuestro país con un obstáculo tan inesperado como insalvable, y no sólo en la primera mitad del XVIII sino prácticamente en la totalidad del siglo: la hipótesis aceptada por esta literatura del heliocentrismo. La disputa que había a principios de siglo en España no era por introducir o no el copernicanismo, que ya estaba asimilado por algunos individuos, sino desechar de una vez por todas el aristotelismo. Por otra parte, lo poco que se conocía de Newton, había llegado a través de resúmenes y divagaciones de otros autores como Tomás Vicente Tosca y el propio Benito Jerónimo Feijoo, del que hablaremos más tarde. Como adelanto, sólo decir que la obra de Feijoo respecto a la ciencia, al no ser científico, era insuficiente para los entendidos en esta materia, así como demasiado avanzada para el criterio de otros. Por lo que respecta al newtonianismo, “se aprecia una evolución que va desde considerarlo simplemente como un sistema más, contrapuesto al cartesiano, hasta verlo como la unión perfecta entre razón y experiencia” (Aguilar Piñal, 1996: 972). Lo más valorado de la ciencia de Newton por autores como Feijoo era su alto contenido empírico, ya que la física experimental estaba en alza. 6 En España se llega a la comprensión total de la obra de Newton gracias a Jorge Juan (1713-1773) que demuestra en su teoría sobre la rotación de la tierra, que conoce totalmente la hipótesis newtoniana. Aunque eso le llevó a tener problemas con la Inquisición, que aún consideraba que el heliocentrismo era un sistema dignamente condenado por la Iglesia. Se tuvo que retractar, con una escueta pero intensa frase al final de su tratado: “aunque esta hipótesis sea falsa”. Debido a esta retractación y al apoyo de Gregorio Mayans se libró de un castigo mayor. Más tarde se desquitó con su obra Estado de la astronomía en Europa (1774), donde defendió sus teorías sin tapujos ni censuras. Como dato para concluir este apartado, resaltar que los primeros que se hicieron cargo de la enseña sobre el cálculo integral y diferenciado en España, no fueron otros que los militares y los jesuitas. Hipocratismo y renovación de la clínica Tanto en el siglo XVIII como en sus albores, la producción editorial médica se caracteriza por las disputas entre dos grupos con divergentes opiniones. Por un lado, los partidarios de la tradición galénica, y, por otro, un grupo de mentalidad un poco más escéptica. La tendencia renovadora se verá impulsada por la incursión bajo el mandato de Felipe V, de médicos franceses, que debido a la protección que tenían por parte del rey, tuvieron carta blanca para influir en el desarrollo de la medicina en España. Esta disputa entre grupos, se ve reflejada en críticas y reproches que se suceden en las obras de Diego Mateo Zapata y Juan Martín Lesaca. Lo más reseñable de estas disputas no son los términos que defienden, sino el hecho de pujar por posturas distintas que reflejan el cambio que estaba dando en España a lo largo de toda la centuria. No sólo interesaba este tema a los aludidos directamente, sino a toda la sociedad. Esto es palpable en la velocidad con la que se publicaban textos y estudios que polemizaban unos con otros. 7 “La llegada de cirujanos y médicos franceses con Felipe V fue crucial para la renovación de los saberes médicos” (Aguilar Piñal, 1996: 976). Junto a esta renovación de saberes mencionada por Aguilar Piñal, España se vio inundada por una enorme cantidad de bibliografía médica. Esto se debió en gran parte a la traducción de obras modernas a cargo de los ya mencionados médicos franceses. Esta confrontación deja de ser una realidad a mediados del XVIII. Ya es un hecho que la medicina moderna se ha incorporado a la sociedad española ilustrada, así como el asentamiento de las diferentes corrientes europeas. Es también reseñable que una vez desaparecidas todas las epidemias que asolaban España y Europa en los siglos precedentes, exceptuando la viruela, el interés de estudiosos y médicos fue la fiebre. Las distintas patologías en las que la fiebre se manifestaba así como su dureza, su duración,… La fiebre es considerada como un mero síntoma de infinidad de patologías, por ello se convierte en una materia independiente, de estudio obligado para todos. Pasaron a describir todas las enfermedades que se manifestaban, con especial atención a aquellas sin precedentes y a las que atacaban a personalidades importantes. Junto a la peste bubónica, claro está, que estaba presente desde la Edad Media aterrorizando a Europa. Todo esto conlleva al interés del ser humano por el estudio natural de las enfermedades, ya no sólo estudiarlas cuando se habían contraído, sino el origen de éstas y la relación del ser humano con el medio ambiente que le rodea. Linneo en la botánica española En 1751 se introdujo en España el sistema linneano, a manos de Pehr Löfling, aventajado discípulo de Linneo, que vino a la península con el fin de estudiar la fauna y 8 la flora ibérica. Se barajan otras formas de entrada de este sistema, pero el de Löfling parece el más acertado. Löfling tuvo que luchar en España contra la concepción que había de Linneo, ya que este había criticado abiertamente el desconocimiento de los españoles en cuanto a lo que a botánica se refiere. Esto lo hizo rodeándose de botánicos españoles. La institución más determinante del XVIII a la hora de estudiar la botánica española fue el Real Jardín Botánico de Madrid. No hay ningún texto escrito específico, pero si hay comentarios de Quer muy ilustrativos en su obra Flora española, repartida en cuatro volúmenes donde sigue el sistema en teoría más sencillo y conciso: el sistema de Tournefort. José Quer defendía a Tournefort y su teoría frente a Linneo, más que nada por motivos nacionalistas. No estaba más de acuerdo con una teoría que con otra, pero la crítica de Linneo a la botánica española antes mencionada, hizo que se posicionara a favor de la tesis de Tournefort, a pesar de los esfuerzos de Löfling para corregir la visión que tenían los españoles de su maestro. Con la muerte de Quer, Miguel Barnades es nombrado profesor. Este personaje defiende la teoría de Linneo, en contraposición a su antecesor, proclamándolo como reformador de la botánica y maestro en la ciencia de las plantas. A pesar del esfuerzo de Barnades, la introducción del sistema linneano tardaría unos cuantos años más, en los que los diferentes autores y expertos del tema, en sus estudios y publicaciones alternaban tanto la teoría de Linneo como la de Tournefort. Una vez cimentada la teoría de Linneo en Madrid, vemos que el impulso de la botánica en España fue notable solamente en la capital. En otras ciudades españolas como Sevilla fracasaron una y otra vez los intentos de personalidades ilustres de crear un jardín botánico, bien fuera por falta de fondos, o por falta de espacio. Por ejemplo en Valencia, la enseñanza botánica moderna no se institucionalizó hasta casi finales del siglo XVIII, cuando se introdujeron los principios básicos en la universidad creando una cátedra de Química y Botánica. A las reformas en el terreno de la botánica que se produjeron en Sevilla o Valencia, se les unieron Barcelona, Cádiz, Cartagena y finalmente Zaragoza en 1796, aunque se perdió pronto por la situación que atravesaba el país; no recuperaría la cátedra hasta 1842. Los epígrafes que hemos visto nos sirven para hacernos una ligera idea del contexto cultural que se vivía en España durante el siglo XVIII. La madurez científica española de 9 este siglo llega en los años ochenta, cuando se consolidan un número reseñable de instituciones no sólo en Madrid, sino a lo largo de toda la geografía española. Conforme a los temas tratados, no es difícil apreciar que la importancia que tuvieron las matemáticas y la medicina no es la misma que tuvo la botánica. La renovación de las matemáticas y medicina se dio mucho antes que otras materias menos importantes, por llamarlas de alguna manera, ya que se redoblaron los esfuerzos para mejorar aspectos que pudieran ser útiles de cara a una política de regeneración. Debido a la precaria situación en el aspecto de la medicina, se priorizó el estudio de la cirugía y la medicina clínica para tratar las pésimas condiciones salubres de la población española. Además, tanto la medicina como las matemáticas se beneficiaron de la influencia de los expertos franceses que llegaron a la península por la causa borbónica, si bien hay que tener en cuenta la renovación cultural que se produjo en grandes ciudades de España como Sevilla, Valencia, Zaragoza o Madrid. Otras disciplinas como la química, se asentaron rápidamente en la España del siglo XVIII, gracias en parte a la nomenclatura lavoiseriana. La botánica, como hemos visto, tuvo un desarrollo paralelo a la química, esto se debió mayormente al debate que produjo el proceso de transición de la perspectiva tournefortiana a la teoría de Linneo. Pero lo que llama la atención no es la aparición de Jardines o el repentino interés por la flora ibérica, sino el carácter normativo de esta ciencia en auge. Resaltar una vez más la labor de Pehr Löfling, alumno aventajado de Linneo, que se encontró en España un ambiente hostil hacia su maestro y tuvo que debatir con Quer sobre el monopolio de una teoría botánica, ya que éste era acérrimo defensor de la mencionada teoría tournefortiana; pero el tiempo jugaba en contra de Quer, Casimiro Gómez Ortega impondría la tesis linneana frente a la defendida por el primer director del Jardin de Madrid. Como dato hay que añadir que el Reglamento del jardín promulgado por Floridablanca en 1783 se atenía a los principios botánicos promulgados por Linneo. Se descartaba así cualquier tipo de conflicto con otras teorías en la España ilustrada. La implantación de estas “nuevas” ciencias se refleja en lo rápido que llegaron manuales sobre la química lavoiseriana o la botánica de Linneo al ámbito educativo. A pesar de que en España no se manifestó la Ilustración con tanto peso como ocurrió en otros países europeos, podemos afirmar que se produjo un cambio de paradigmas 10 científicos; para ello tuvo una importancia absoluta la contratación de científicos extranjeros que ocuparon puestos importantes dentro de los centros de nueva creación. Consecuencia de esta intrusión extranjera en los núcleos científicos del país, fue la ruptura con el pasado a la que nuestros expertos se vieron obligados. También debido a este mismo motivo, se llevo a cabo una labor de traducción a causa del número incipiente de trabajadores extranjeros. Sobre este tema, Feijoo haría una dura crítica, por el “proceso de barbarización de la lengua patria”. La información redactada a lo largo de esta introducción ha sido elaborada mediante los datos obtenidos en “Historia literaria de España en el siglo XVIII”, de Francisco Aguilar Piñal. 11 CORDE Análisis y comentario de citas Una vez visto el contexto cultural en la España del siglo XVIII en lo que a ciencia se refiere, damos paso al estudio de citas de autores como Benito Jerónimo Feijoo, Gaspar Jovellanos o Gregorio Mayans. Con la ayuda de estas citas intentaremos crear un arco alrededor del concepto ciencia y cómo lo trata cada autor según su perspectiva de la época. Comenzando Con Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764), diremos que el mérito que tiene este autor en el terreno de la ciencia es enorme. Se dedicó a la teología y no salió apenas de su localidad natal, Oviedo. A pesar de eso, conocía muchas teorías y autores que otros personajes que habían dedicado su vida a adquirir conocimientos sobre estos, incluso viajando alrededor de Europa, desconocían. Si tenemos en cuenta que no salió apenas de su ciudad como ya hemos comentado, parece fascinante que supiera tantísimo sobre Newton; más teniendo en cuenta que la situación de la España ilustrada no era la más idónea para que los autores extranjeros se dieran a conocer en nuestro país. Introduciendo el término ciencia en el CORDE, en las obras de Feijoo, encontramos 222 casos en un total de 14 documentos. Nosotros nos centraremos prácticamente en su “Teatro crítico universal”. Vamos a comenzar analizando algunos párrafos de la obra “Theatro crítico universal o discursos varios en todo género” (1739). CORDE, Real Academia Española (Madrid), 2003. Solo es comparable a su ingenio su noticia. Es esta como el cetro del Júpiter, que describió Pausanias, Paus. Eliaç. prior. formado de todos los metales, o como aquella célebre piedra de los trogloditas que brillaba con el esplendor de sesenta piedras preciosas diferentes. Plin. lib. 37, cap. 10 ¿Qué ciencia hai en todo el dilatadíssimo campo de la erudición que este author no possea perfectamente? El más irrefragable testimonio de esta verdad nos dan sus mismas obras. (Feijoo, 1739: 24). De las acepciones del término ciencia vistas al comienzo de nuestro trabajo, ésta en concreto se refiere a la segunda. El término ciencia en este párrafo de Feijoo está tratado como saber, o bien como erudición. 12 Hay que tener en cuenta que la obra de Feijoo puede llegar a tener algún matiz sarcástico o irónico, ya que no eran pocos los que lo criticaban, ya fuesen expertos en las materia tratada o simplemente lectores de su obra. Pero Feijoo fue ante todo un gran maestro. Fue maestro para sus coetáneos, para los que vinieron después de él y para los de hoy en día. Un maestro para siempre. Y esa maestría no consistía sólo en contar y explicar cosas nuevas a aquellos que por su ignorancia las desconocían, sino que sabía encender la curiosidad de todos aquellos que le rodeaban, así como enseñarles a aprender a entender todas las cosas que pasaban a nuestro lado a lo largo de la vida. Aquí menciona ciencia refiriéndose a que no hay recoveco en el amplio ámbito de la erudición que el personaje al que va referido el párrafo, no posea. Su obra es tan ilustrativa que no tiene que explicar aquello que es verdad y qué no, sino que sólo leyendo su obra esto queda ilustrado a la perfección. Con esta suavidad sabe amistar su ingenio, la fuerza y la valentía de la expressión. Qualquiera que reconozca este libro fácilmente convendrá en que possee su autor perfectamente la ciencia de ganar con su voz los corazones. El contrasta los ingenios y persuade siempre quanto quiere. Pero principalmente se evidencia el poder de su pluma en los discursos éthicos y en los políticos. (Feijoo, 1739:27) En la misma obra, nos encontramos el término ciencia usado por el autor como una habilidad. La ciencia que aquí se nombra no es una materia, o la total comprensión de algún saber, no. Es la maestría de dominar algo, en este caso por ejemplo, la persona a la que se refiere Feijoo, posee una voz capaz de ganarse los corazones de las personas, ya sea por su melosidad o por su arte en la retórica, no lo sabemos con certeza. Como ya hemos dicho anteriormente, Feijoo fue una figura muy criticada. Por ello, consideraba de vital importancia la oratoria, el arte de persuadir con la palabra; es por ello, también, que en esta cita apreciamos que la ciencia de ganarse los corazones solo con la voz es un área altamente valorada por el asturiano. Estos ataques que recibía Feijoo eran maquinados en tertulias científicas, o al menos eso querían aparentar, donde sus contertulianos guiados por el rencor que le tenían por sus críticas al campo de la medicina, se dedicaban más a polemizar que a aprender. Este 13 ataque a cargo de los médicos ayudó a levantar cierto ambiente de hostilidad hacia la persona del autor ovetense; pero lo que a los galenos realmente molestaba no era que Feijoo los criticase, sino que pese a su escasa formación en ese terreno supiese mucho más que ellos. No, no me parece que tiene necessidad esta nave hermosa ni el diestro Palinuro que la govierna de disputar de la patria del rayo que alumbra, aunque convenza quál sea la patria del rayo que abrasa. Rayos se llaman unos y otros: los del sol, que comunica benéfica luz, y los de la nube, que causan estrago y horror. Rayos son también los rasgos de la pluma quando esta es clara, elevada y de abundante luz de ciencia y doctrina. (Feijoo, 1739: 34). Observando esta tercera cita del Teatro crítico universal vemos que Feijoo trata nuestro término como consecuencia de una buena y sabia escritura, capaz de aportar luz, literalmente, de saber. Es de todos sabido que la ciencia, cuando va ligada a la escritura, es un arma poderosa de convicción. Antes hemos mencionado que Feijoo era criticado por el gremio de médicos, sobre todo por los galenos, pero esto no es del todo cierto. A pesar de que criticaba los métodos y los preceptos que se tenían por válidos en la España ilustrada, no fueron poco los expertos que, lejos de criticarlo y guardarle rencor, lo que hicieron fue pedirle consejo. Eminencias en el ámbito de la medicina de esa época, como lo fueron Martín Martínez o el catalán Casal, consideraban a Feijoo poco menos que su maestro. Incluso la primera academia médica de España, la Regia Sociedad de Sevilla, le nombró miembro de honor y admitió como suprema autoridad sus consejos. Relacionándolo con la cita propuesta, la crítica de Feijoo pretendía arrojar luz y erudición a aquellas sombras de las que se encontraba rodeada la España del siglo XVIII en bastantes temas, y más aún a aquellas que asolaban la medicina. A mí me sucedió mil veces en diferentes materias, leyendo este o aquel autor de los más clásicos, notar alguna sentencia a que me era impossible conformar el entendimiento por hallarla opuesta a lo que claramente me dictaba la razón, sin que por esso dexasse de conocer y confessar que, en lo general, la ciencia de el mismo autor era mui superior a la mía. ¿Quién quita practicar lo mismo con los santos? ¿Ni qué necessidad hai, para salvar la estimación que merecen, de violentar sus dichos y traherlos arrastrados para que se conformen a nuestras opiniones? (Feijoo, 1739: 49). 14 Aquí volvemos a ver el término tratado como sabiduría. Si la ciencia o saber de otra persona es superior a la de uno mismo, lo único que se puede hacer es aceptarla y beber de ella para aprender. En ningún caso se debe falsear en beneficio de uno mismo, ya que el saber es algo tan grandioso, que quedaría patente la superioridad de aquel que está escudado por la verdad ante aquel que miente. Feijoo no tiene ningún problema en confesar que el saber de otra persona es más amplio que el suyo, a pesar de que muchas personas lo acusaron de copiar libros y tratados extranjeros y hacerlos propios. Pero nada más lejos de la realidad, Feijoo no copió a nadie. Si hay algo que superaba su sentimiento y su amor por las letras, era su instinto de originalidad. Llegado a tal extremo, que algunos autores lo describieron como un pecado. “Sólo así se concibe que se atreviera a sacudir la pesadumbre de los prejuicios de su época para acometer valerosamente a los mitos intangibles de la sociedad y de su tiempo”, como reza Gregorio Marañón Posadillo en sus Consideraciones sobre Feijoo. En esta vida lo más fácil es criticar a aquellos que no piensan como nosotros, cualquiera puede criticar una doctrina que sea diferente o contraria a la que nosotros damos por válida. Lo extraordinario, lo original, es luchar contra los presupuestos que todos dan por buenos, ya sean amigos o enemigos los que lo prediquen. Por eso Feijoo luchó por cambiar los errores de los hombres de ciencia, y lo hacía en nombre de la verdad. Terminando con Feijoo, he elegido esta cita porque me parece que es la que mejor ejemplifica la esencia del trabajo que hemos elaborado. En mi opinión, aquí el término ciencia está magistralmente ejemplificado por el autor así como yo lo entiendo. Es el siguiente: Ostentación de el saber. La ciencia es un tesoro que se debe expender con economía, no derramarse con prodigalidad. Es precioso, posseída; es ridículo, ostentado; pero bien apurada la verdad, se hallará, que nunca le posseen los que le ostentan. Solo los que saben poco, quieren mostrar en todas partes lo que saben. No hai conversación, donde, sin esperar oportunidad, no saquen a plaza sus escasas noticias. (Feijoo, 1736: 72). No puede quedar más clara la opinión de Feijoo respecto a la ciencia en cuanto a sabiduría, que es la acepción dominante en nuestro estudio. Trata dicha sabiduría como 15 un bien, como un tesoro, algo inigualable que se debe guardar y cuando se entrega, hacerlo con sensatez. Cuando se posee, es preciosa; pero cuando se alardea de ella, parece casi ridículo, por utilizar el mismo apelativo que el autor. A pesar de que vaya a nombrar, aunque más brevemente, a autores como Gaspar Jovellanos y Gregorio Mayans, he elegido a Benito Jerónimo Feijoo para que sea el protagonista de mi trabajo porque desde mi punto de vista, me parece la figura más eminente en lo que a ciencia respecta, eso sí, dentro del ámbito literario. Me llamó mucho la atención que, a pesar de ser un afamado teólogo, Feijoo criticara abiertamente los milagros. Eso despertó una vez más las sospechas alrededor de su figura y no fueron pocos los que lo tacharon de heterodoxo. No criticaba estos milagros porque no creyera en Dios, lo hacía porque pensaba que estas supercherías, como él mismo las apodaba, erosionaban la fe de los religiosos, y que cuanto más se adentraba uno en el saber y en la ciencia, menos motivos había para creer en los milagros. Feijoo era ante todo un hombre de ciencia, y se esforzó por demostrarlo durante toda su vida. Es considerablemente menor el número de alusiones a la ciencia que podemos encontrar en la producción literaria de Gregorio Mayans y Siscar (1699-1781). No le interesa la ciencia, rechaza el escepticismo, de hecho no se le puede considerar un ilustrado sino más bien el último humanista. Esto se ve reflejado en que, al introducir su nombre junto al término ciencia en el CORDE, sólo hallemos 37 casos (frente a los 222 de Feijoo) en 9 documentos. Por eso, sólo resaltaré una cita de este autor, la que a mí me ha parecido la más ilustrativa de todas, es la que sigue: La idoneidad en sí supone, según digimos, la edad legítima, las buenas costumbres, la dotrina i la prudencia, cuyas buenas partes son el necessario i esencial constitutivo della. Pero deve considerarse que esta idoneidad puede tener mayores o menores realces en uno que en otro, i el que excede en uno puede ser excedido en otro, teniendo Ticio, pongo por egemplo, mayor edad que Sempronio, pero menor virtud, o mayor ciencia o prudencia que el otro, en cuyos casos no es la comparación con absolutas ventajas, sino con respectivas, i de esto nacen las dudas de mayor dignidad i de dificultad de la prelación, o la facilidad de preferir el indigno por medio de sofisterías, siendo cierto que supuesta la idoneidad general o abstraída de circunstancias, que nunca deve faltar en las buenas elecciones, deve después considerarse para hacer una cierta i determinada elección, que importa más para el 16 govierno de la iglesia la mayoría de la virtud en Ticio, que de la edad en Sempronio; i supuesta la virtud necessaria para el buen govierno i el egemplo, aunque ésta en sí es mejor respeto de quien la tiene que la ciencia (Mayans, 1753: 44). Esta cita pertenece a la obra “Carta al arzobispo Andrés Mayola”. El término ciencia está tratado aquí como saber. Lo ejemplifica con la historia de Ticio y Sempronio, dos hermanos, el primero mayor que el segundo, que optaban al gobierno de la iglesia. A pesar de que Ticio tenía menos virtud que su hermano, la iglesia optó por elegirle a él, porque lo que le faltaba de virtud lo compensaba con creces en saber, con su ciencia. El propósito de Mayans guardaba ciertas similitudes con el de Feijoo: realizar una fuerte crítica a los presupuestos del pasado con el fin de erradicarlos, e instaurar en su lugar unos más acordes, que permitieran poner a España en igualdad de condiciones en cuanto a la educación se refiere, con el resto de países europeos. Criticó a las distintas órdenes religiosas por aferrarse a un método antiguo y no permitir la entrada de las ciencias modernas en las aulas, ni las corrientes europeas de prestigio, sobre todo en los ámbitos de derecho y humanidades. Mayans se esforzó por promover una política cultural que tuviera como objetivo prioritario la reforma de la Universidad. Pero, en contraposición a Feijoo, él no poseía el favor de personalidades ilustres, incluso sus opiniones no estaban bien vistas en la España del XVIII. Por último, veremos algunos fragmentos de Melchor Gaspar de Jovellanos (17441811). Autor más importante del siglo XVIII español. Para estudiar el concepto ciencia en la obra de Jovellanos, he utilizado su “Prosa escogida” edición de Jean Dessaintes, publicada por Orbis (Barcelona). Más concretamente dos apartados que le dedica exclusivamente a este tema: “Oración sobre la necesidad de unir el estudio de la literatura al de las ciencias” y “Oración sobre el estudio de las ciencias naturales”. Jovellanos opinaba que las ciencias eran el más digo objeto de estudio, el más respetable, pero no por ello, el único que merecía la pena estudiar. Él propone el estudio de las letras al considerarlas igualmente útiles y necesarias que las ciencias. Para apoyar esta afirmación, propone las letras como un complemento muy útil para el desarrollo y estudio de las ciencias. La literatura adorna lo que el espíritu, las 17 ciencias, esclarecen. Si la ciencia consiste en atesorar e ideas y conocimientos, la literatura pule ese tesoro; una vez que el espíritu ha adquirido todo el saber que le brinda la naturaleza, entran en juego las letras, para difundir y engalanar esos conocimientos. El concepto que Jovellanos tiene de la ciencia, lo vemos ejemplificado perfectamente en este apartado de la obra antes mencionada. Dice así: Las ciencias serán siempre a mis ojos el primero, el más digno objeto de vuestra educación; ellas solas pueden ilustrar vuestro espíritu, ellas solas enriquecerle, ellas solas comunicaros el precioso tesoro de verdades que nos ha transmitido la antigüedad, y disponer vuestros ánimos a adquirir otras nuevas y aumentar más y más este rico depósito; ellas solas pueden poner término a tantas inútiles disputas y tantas absurdas opiniones; y ellas, en fin, disipando la tenebrosa atmósfera de errores que gira sobre la tierra, pueden difundir algún día aquella plenitud de luces y conocimientos que realza la nobleza de la humana especie. (Jovellanos, 1797: 60-61). Con estas líneas apreciamos con total exactitud la opinión de Jovellanos sobre las ciencias, así como el respeto que les tenía. De hecho, Jovellanos, una de las cosas por las cuales más se interesó en este ámbito fue el porqué si los hombres de su época eran más inteligentes y más sabios que los antiguos, sabían mucho menos que éstos. Se preguntaba por qué la grandeza de sus coetáneos nunca llegaría a tener parangón con Cicerón, Homero o Virgilio por ejemplo. La solución que el da a este dilema, es que estas eminencias respetadas del pasado, llegaron a poseer tal grandeza por la simple razón de que ellos estudiaban la naturaleza, y nosotros los estudiamos a ellos por su grandeza. Nosotros para seguir sus huellas no debemos estudiarlos a ellos, sino estudiar como ellos. Sólo así conseguiremos poseer tal grandeza digna de admiración en los siglos venideros. Jovellanos era ante todo un economista, y que su interés por las ciencias era básicamente por el uso que éstas tenían y el bien que podían aportar a la economía del país. Por ello siempre estuvo al tanto de los avances en este terreno y se deleitaba con las “maravillas del mundo natural”. El veía que las ciencias al ser capaces de explicar mediante leyes objetivas el mundo de la naturaleza, eran una herramienta indispensable para dominar la Tierra y sus recursos en pos de la mejora económica. 18 En ambos apartados, dentro de la obra antes citada, podemos encontrar referencias a muchísimos científicos que con su estudio ayudaron a mejorar el día a día y a facilitar un poco más la vida de los españoles, alguno de los nombres citados por el asturiano son: Newton, Copérnico, Kepler, Galileo, Descartes, Leibniz, así como los botánicos mencionados en nuestra introducción Linneo y Tournefort por su inmenso inventario de las riquezas naturales. El habla de la ciencia en este ámbito como “ciencia útil” orientada a contribuir a la “felicidad de los Estados”, una ciencia al servicio del progreso social y económico, así como de la prosperidad nacional. Conclusión El motivo por el cual elegí este término para nuestro estudio, es sin duda, la mezcla entre mi gusto frustrado por las ciencias y por otro lado, el tiempo que le hemos dedicado en clase a este ámbito; no ha sido de una extensión reseñable, pero teniendo en cuenta las materias que estudiamos, me pareció tan importante como interesante. Creo que el día que más me llamó la atención este tema, fue en el que hablamos sobre por qué no existía la concepción de ciencia ficción en el siglo XVIII. Si nos paramos a pensarlo parece demasiado obvio, pero al menos en mi caso, nunca me había parado a preguntarme cuándo empezó a utilizarse el concepto de ciencia ficción. Es evidente que en la España ilustrada no existía esa concepción ya que no se concebía que hubiera nada más que nuestro planeta. La ciencia ficción empezó a ser conocida cuando nos preguntamos por primera vez si en toda la inmensidad del universo no habría otros planetas aparte del nuestro, u otras formas de vida. Gracias a la duda que me inculcó ese tema, me pareció oportuno e interesante estudiar la concepción de ciencia que tenían autores que habíamos estudiado por su producción literaria. Y debo decir que a día de hoy me alegro de haber elegido este tema. Ver el contexto científico que había en la España del XVIII, y eso que no era tan influyente y amplio como podía serlo en Francia por ejemplo, y como le llamó la atención a personajes como Benito Feijoo, que sin salir de su Oviedo natal prácticamente, atesoró muchísimos conocimientos sobre este tema, dejando anonadados a los, en teoría, expertos médicos, cirujanos, y un largo etcétera. 19 También hemos mencionado el respeto que le tenía Gaspar Melchor de Jovellanos a la ciencia, pero él, desde mi punto de vista, no tenía el mismo tipo de ansias de saber que podían tener Feijoo o Mayans. La suya era más un ansia de mejorar la economía y la vida española de su siglo, y la ciencia era una herramienta para conseguir eso más rápida y fácilmente. En definitiva, me gustaría darle las gracias por introducirnos en este trabajo, ya que ha sido algo nuevo, algo atípico con respecto a los demás trabajos que siempre hemos realizado. Las opciones que nos proporciona el CORDE para estudiar cualquier ámbito en cualquier época son innumerables, y ha sido una grata experiencia aprender a usarlo. 20 Bibliografía AGUILAR PIÑAL, FRANCISCO (1996), Historia literaria de España en el siglo XVIII, Trotta, Madrid. ÁLVAREZ DE MIRANDA, P. (1992), Palabras e ideas: léxico de la Ilustración temprana en España (1680-1760), Real Academia Española, Madrid. DOMÍNGUEZ ORTÍZ, ANTONIO (1999), Sociedad y estado en el siglo XVIII español, Ariel, Barcelona. JOVELLANOS, GASPAR MELCHOR. Prosa escogida. Orbis. Barcelona. MARAVAL, JOSÉ ANTONIO, (1999), Estudios de historia del pensamiento español, Madrid. http://corpus.rae.es/cordenet.html Recursos electrónicos: - http://www.filosofia.org/hem/dep/ine/1954c31.htm - http://www.eltiempodelosmodernos/tag/mayans.htm Gregorio Mayans y la Ilustración. - http://ub.edu/geocrit/sn/sn-241.htm Jovellanos y la naturaleza: economía, ciencia y sentimiento. 21