Sinopsis Germán despierta en un día común y corriente, va a rendir las ultimas materias que le quedan del colegio junto a Ailyn, que es su mejor amiga. Una vez en el colectivo que los llevaría rumbo al establecimiento , comienzan a suceder una serie de conflictos. Sometido a encuentros cada vez más surrealistas y a una secundaria que se transforma en un paisaje tremendamente cambiante, Germán ya no puede distinguir lo que es realidad de lo que está pasando únicamente en su cabeza, ni dónde empieza él y termina . Su única opción es dormir para despertar “REALID ADES INCIERT AS” Me fui corriendo hasta la torre del colegio, a gran velocidad. Era una torre que, en lo más alto, tenía un tanque de agua. Mientras corría chocaba a mucha gente, llegué, subí las escaleras rápidamente y me encontraba en el punto más alto de la torre. Miré el enorme tanque extrañamente con la tapa fuera de su lugar. Estaba lleno de agua, Al mirarlo recordé cuando, en el mundo de blanco, había muerto ahogado. - ¿Qué haces ahí, Ger? preguntó como actuando que estaba preocupada por mi. - ¡¡Nada, me voy a tirar para terminar esto!! Grité decidido. - ¡¿Terminar qué German?! Preguntó riéndose con un tono burlón que ya me estaba cansando. - Como si no supieras de que estoy hablando, no te hagas la… - ¡¿Pero que decís German?! ¡¿No te das cuenta que estás diciendo locuras?! Me interrumpió. - ¡¡No, no me importa me voy a tirar y listo!! Grité nuevamente. La brisa no acariciaba mi piel, sino que, golpeaba sobre mi rostro queriendo adelantar mi destino, como que me absorbiera. - ¡Dale German, bajá de ahí! Dijo gritándome. No le dije nada, solamente la ignoré. - Bueno yo me voy un rato afuera a ver qué pasa ¿sí? Me dijo con un tono burlón. Cap. I “LA MESITA DE ESTUDIO” (Día anterior) Era de noche ya cuando miré por la ventana, me había pasado mucho tiempo estudiando varias materias a la vez; las había estudiado acorde su tiempo y prioridad, o sea en el orden que estaban para mañana, un poco de biología, un poco de matemáticas, un poco de lengua, un poco de historia, un poco de cívica, además un poco de psicología, maldita psicología, no iba conmigo. Me levanté de mi ''mesa de estudios''; era una mesa casera que había hecho mi papá. Él sabía hacer de todo y cuando digo ''de todo'' es todo, uno le daba un clavo y él se lo metía en la boca y al cabo de un rato escupía tachuelas. Obvio que es mentira. Era muy ingenioso, creativo y le gustaba hacer muchas actividades de ''macho'', como él decía. Ya sé que ya van muchos ''DECÍA, SABÍA, ERA '', él murió o falleció o desapareció, no existe más o como se diga. Era soldado, el mejor sin dudas. Sus compañeros cuentan que les había enseñado mucho de combates como por ejemplo combate cuerpo a cuerpo, con armas a cortas y de larga distancia .Ellos hablan de él como si fuera un héroe. Cuando “desapareció”, estaba salvando a un compañero, cuando lo puso a salvo en las trincheras le dijo: - ¡Listo!, uno más para el médico. El auxiliado lo miraba atónito por su grandeza, valentía y demás valores... De repente el gran héroe se nota sangre por todo su cuerpo o en parte y descubre que tenía esquirlas de granada en todo su esbelto cuerpo y una bala en cada hombro. En ese momento él ya sabía cual iba a ser su final... - ¿¡Que pasó!? Dijo el médico, interrumpiendo el autoexamen del moribundo. Rápidamente el joven ''cruz roja'' quiso ayudar a Don Axel, mi padre, quien estaba peor, pero le dijo: - Ya no hay tiempo para mí. Levantando la vista hacia el cielo, sus ojos se nublaron y pereció. Levantándome de mi ''gran mesa y su historia de vida'' me fui a la nevera, comí algo, no se muy bien que era, estaba segurísimo que era algún prototipo o invento de mama. Ella parecía experimentar con nosotros como si fuésemos sus conejillos de India o monos de pruebas. Se ponía a mezclar cosas e ingredientes que no tenían sentido alguno o relación entre sí, además no nos dejaba mirar, algo que de chiquito no entendía mucho pero ahora con diecisiete años entendía o saqué una buena conclusión de que la razón de que no viéramos era que le daba vergüenza de que veamos tanta incoherencia en la mezcla de sus ingredientes. Cerrando la puerta de su laboratorio de pruebas me dirigí a tomar un poco de leche. Regresé a la “mesa de estudios” que para ese entonces se había convertido en una “mesa de picnic”. Terminé de comer y me fui a mi cama. Necesitaba dormir. Eran las 5:40am. Cap. II “LOS GEMELOS” A la mañana siguiente me había levantado por el ruido ocasionado por mis hermanos. Ellos eran iguales. Al decir “iguales” me refiero a que son gemelos. Siempre jugaban a las peleas. Siempre estaban haciendo travesuras como niños que eran. Tenían siete años y ni mi madre los podía diferenciar, la hacían enfurecer con los juegos de confusión tan largos y casi “diabólicos”. Así los veía yo, pero ellos solo querían jugar nada más como niños que eran. Me habían levantado creo que con unos petardos que habían puesto en una lata, el ruido fue tan pero tan fuerte que en mi sueños lo tomé como si fuera una bomba y que yo estaba en el colegio, pero no lo recuerdo con exactitud. - ¡Corre! que mamá nos va a agarrar con las manos mojadas en los cachetes. Dijeron al mismo tiempo. Era como si estuviesen conectado y se avisaban lo que iban a decir, como que si estaba ensayado, a veces eran largas oraciones sin equivocarse, como por ejemplo: - “Querida mamá, ¿podemos ir al zoológico a ver el tigre de bengalas que tiene los colmillos como los de un gran elefante?” Eran tan “tiernos” que mi madre los llevaba casi todos los domingos y les compraba muchas cosas para comer y para beber. En cuanto a mi, no me compraba nada, ni me daba plata todos los días, sólo para el transporte y el colegio, a veces. Como iba contando, uno se acobijó conmigo y el otro se escondió debajo de la cama, el cual salió rápido por la mugre, desorden y mal olor de la “cripta” y se unió al escondite del gemelo. - ¿¡Dónde están German!? Gritó mi madre ayudándolos en mi despertar. - ¡¡Acá!! Grité. - ¡Shhht! Me dijeron los dos a la vez que cada uno levantaba un billete de dos pesos. - ¡Acá no están! Grité nuevamente. Reflexionando por la necesidad de los tres, era una ayuda mutua: mi silencio por cuatro pesos… Acepté sin duda