WWW.LAPALABRAISRAELITA.CL VIERNES REFLEXIONES 26 DE JUNIO 13 Volver a lo simple Te quedas con POR DEBORAH CON K. Sin duda los adultos de hoy nacimos en un mundo muy distinto al actual. La modernidad no había explotado aun con esa fuerza arrolladora que en pocas décadas arremetió con la vida que hasta entonces conocíamos. Pensemos, por ejemplo, que cuando éramos niños o adolescentes ni soñaban con aparecer quizás la mayor parte de los elementos que hoy conforman nuestro diario vivir: la televisión a color, el control remoto, el fax, el DVD, el microondas, el teléfono inalámbrico, el celular, el iPod, el hervidor eléctrico, las ecografías, el láser, las operaciones por laparoscopia, la fotografía digital... y en la cima de todo la revolución informática con la vida instantáneamente conectada. Creo sintonizar con muchos al afirmar que este mundo que casi podría parecernos de ciencia ficción despierta en nosotros emociones entremezcladas. Por una parte, fascinación por el despliegue tecnológico que promete hacernos la vida cada día más cómoda y satisfacer mejor nuestras necesidades materiales. Y por otro lado, esta explosión de cambio nos aterra, la tecnología nos ofrece mil posibilidades, pero también nos desconcierta. Inevitablemente nos demuestra que hemos entrado en un nuevo mundo que hace tambalear nuestros puntos de referencia, nuestras creencias y convicciones. Como certeramente señaló hace ya más de 40 años Marshall McLuhan, somos hombres y mujeres avanzando en un automóvil que se desplaza a toda velocidad hacia el futuro, mientras miramos por un espejo retrovisor el paisaje que vamos dejando atrás. Esta amplitud de alternativas propia del mundo contemporáneo nos entrega una enorme capacidad de libertad ¡podemos hacer de nuestras vidas lo que deseemos! pero también nos pone en la disyuntiva de elegir. Antes, el futuro estaba trazado desde el nacimiento, y por eso planteaba menos dilemas: el rol de la mujer era casarse y tener hijos, buscar su realización en la vida de familia; el rol del hombre era ser proveedor y seguir la tradición de sus padres y abuelos. Pero hoy día nada está decidido de antemano, ni en el trabajo, ni en la familia que se formará o no se formará, ni en el estudio, ni en los viajes, ni siquiera en la forma de vivir las creencias. ¿En qué podemos afirmarnos en este mundo en que la constante no es la estabilidad sino el cambio? Un mundo en que el espectacular progreso tecnológico no ha ido a la par con el desarrollo de la virtud ni de la felicidad. No hay menos problemas hoy día que ayer, tampoco más serenidad, más bondad, más equilibrio sicológico, más unión familiar ni matrimonios más felices. La sociedad de consumo despliega para nosotros su pirotecnia de viajes, objetos y soluciones, y sin embargo tantas veces nos sentimos tan inseguros, tan solos, tan vulnerables, y necesitamos ayuda para estabilizar el ánimo, para controlar la ansiedad, el miedo y la angustia. De acuerdo a cifras de la OMS, en el 2020 la depresión se habrá convertido en una pandemia, llegando a ser la segunda causa de discapacidad en el mundo. Algo parece estar faltando en la cotidianeidad del siglo XXI, algo para lo cual la ciencia y la tecnología no tienen remedios ni respuestas. ¿No será que lo que estamos echando de menos es la simpleza esencial del ser humano? Es decir, esa capacidad de apreciar lo simple, donde habitualmente se encuentra lo profundo. No en el correr apurado, en pasar rápido, pensando en lo que viene; no en comprar el nuevo juguete de moda y abandonarlo apenas sale su versión corregida y mejorada, sino en ese tiempo que se detiene y es capaz de disfrutar de la riqueza del momento, de la emoción de la naturaleza, de la calidez de una conversación, del silencio, de la introspección, del necesitar poco y agradecer lo que se tiene. La cultura de lo desechable nos ha invadido también sicológicamente, y el desafío de la modernidad es entonces adaptarse a lo nuevo, pero en un estrecho contacto con aquel centro interior que nos constituye como seres humanos donde lo fundamental no cambia: la necesidad de pertenencia, de afecto y de significado para nuestras vidas. Paradójicamente, la necesidad de espiritualidad es la enfermedad y al mismo tiempo la posibilidad de sanación del siglo XXI. ¿Seremos capaces de aplicar el remedio en nuestras propias vidas? nosotros, Raca... Estas quizás han sido las frases más difíciles que me ha tocado escribir. He empezado estas líneas una y otra vez para hablar de ti Raquel, Raca querida, nuestra Bojora, y siento que nunca van a ser suficientes las palabras para describirte. Gran mujer, llena de vida, de energía, de un cariño y una dignidad que quedará como legado en nuestra familia para siempre. Con tu agonía dignificaste la vida y aunque vimos como cada día te era más difícil empezar, estuviste luchando hasta el final y lograste reunir a tu alrededor a tus hermanos, hijos, nietos y bisnietos, como la gran matriarca que siempre fuiste. Nos enseñaste una nueva perspectiva del amor. Un amor que en tu vida nació desde la sencillez más íntegra y que se basó en darle sentido a las cosas simples de cada día. Tal como lo hizo alguna vez un violinista aventajado que logró su interpretación magistral con su instrumento sin dos cuerdas, tú supiste vivir magistralmente tu vida con sencillez y amor. Hoy me siento privilegiada de haberte tenido cerca. Tu «pichundeta», me decías y gracias a ti pude conocer chascarros y complicidades que tuviste con mi madre, que nos dejó tan tempranamente, a quien considerabas tu amiga más cercana. Tu alegría contagiosa, tu capacidad de haber hecho una familia preciosa y unida junto al tío Alejandro. Tu presencia protectora con tus hermanos, a quienes cuidaste y por quienes diste grandes batallas con las herramientas que contabas: tu tenacidad y tu gran corazón. Hoy que estoy lejos cumplo con la misión que me pediste cuando te acompaña muchas tardes en tu casa. Me dijiste que aprovechara las palabras para transmitir tus últimos deseos, y eso es lo que haré para cumplir con la promesa que te hice: En primer lugar, decirles a todos que los voy a estar mirando y protegiendo. A mi David, que se cuide y cuide a su familia. A mi Luchito, le agradezco todo su dedicación y cariño con que cuidó de mí. A mi Daddy (Ricardito) que nunca olvide nuestras largas jornadas de deportes. A mi Pepito que se cuide y esté unido a sus hermanos y a mi hija Vivi y su gran familia, que tenga la sabiduría para llevar a cabo la tarea de sacar adelante su gran proyecto de vida. Para mis nueras, nietos y bisnietos quiero dedicarles un agradecimiento único por hacer de mi familia una continuidad próspera y el sentido principal de mi existencia. Y a mis hermanos mi querido, Marcelo mi gran compañero en las malas y en las buenas, cuando la pobreza y el frío eran nuestros compañeros, le digo que nunca dejé de creer en él y que con gran orgullo vi como salió victorioso de sus últimas batallas y a Albertito y mi cuñadas Patty y Karen, les pido que siga las senda de la unidad familiar porque ahí está la riqueza más grande que todos tenemos. Nuestra Raca no se va, solo parte un poco antes de lo que todos quisiéramos, pero nos deja un regalo gigante. Una lección que ojalá guardemos en nuestras almas para siempre. Un mensaje de amor, de unidad, de sencillez, que ojalá sea una luz para todos quienes quedamos en esta vida y todavía estamos buscando darle un sentido profundo y verdadero. Con mucho cariño, Débora IZKOR Recuerda, oh D’s, el alma de mis queridos familiares y amigos que pasaron a la vida eterna. J CONDOLENCIAS Expresamos nuestras condolencias a la familia por el sensible fallecimiento de la señora Raquel Calderón Crispin vda. de Ventura (Z.L.) Raúl Federic y Myriam Hirnheimer