MÁS ALLÁ DE LO QUE VES Me llamo Adam Rey, soy alto, mono y tengo ojos claros. Todos mis rasgos físicos son proporcionales, es decir, mis ojos, mi boca, mis orejas, mi nariz, etc. son de tamaño "normal” y están ubicados donde deben estar ubicados. Con lo anterior ustedes podrán deducir que soy una persona “ordinaria” sin embargo, no son mis rasgos físicos los que me hacen común. La verdad, soy como las demás personas de este planeta, me gusta ser querido, amado, aceptado, feliz. Anhelo vivir rodeado de personas que me respeten y apoyen; es por eso que soy "normal", las características físicas no deben definir a las personas. Ustedes se deben estar preguntando la razón por la cual les estoy comentando esto, tranquilos, les voy a explicar. Antes de iniciar el colegio, el rector llamó a mi mamá, le comentó que iba a entrar un niño nuevo a mi salón, y quería que yo fuera a darle la bienvenida al colegio, para que se familiarizara con él y conociera algunos de sus futuros compañeros. Cuando mi mamá me comentó la propuesta del rector, se me hizo extraño. Cada año entran nuevos estudiantes, y nunca han llamado a ningún alumno a darles la bienvenida. Le pregunté a mi mamá si sabía el nombre del nuevo integrante del colegio, y me dijo que se llamaba Isaac Domínguez. En ese preciso momento, mi cabeza se llenó de recuerdos. Isaac vivía en mi barrio; la primera vez que lo vi fue en el parque, y mi reacción al verlo no fue la más apropiada. Verán, Isaac es distinto. Sus ojos están ubicados donde está mi nariz, su boca no está posicionada de manera correcta, no tiene orejas, o las tiene, pero son tan pequeñas que no las puedo ver. Es por eso que en esa ocasión me asombré tanto que grité. En ningún momento tenía la intención de hacerlo; temo que lo hice sentir mal o al menos eso creo. Cuando miré su cara estaba inexpresiva, supongo que está acostumbrado a ese tipo de reacciones. Al día siguiente fui al colegio a darle la bienvenida a Isaac, sin embargo no era la única persona que lo estaba esperando; también estaba Mariana Gallardo, la mejor estudiante de mi salón y Pe- dro Galán el niño más popular , era querido por todos los profesores, quienes pensaban que él era un “ángel de Dios caído del cielo”, pero no. Pedro es una persona completamente distinta con sus compañeros, siempre rechaza a aquellos que él considera feo, extraño o aburrido, por lo cual temía por Isaac. Saludé a mis compañeros, y juntos esperamos la llegada de Isaac. Cuando finalmente llegó, Mariana y Pedro trataron de no actuar tan sorprendidos, lamentablemente no pudieron disimular el asombro que tuvieron al verlo; y aunque yo ya lo había visto antes, aún era impactante estar junto a él. El rector le dijo a Isaac que nosotros éramos sus nuevos compañeros y que le íbamos a dar un recorrido por todo el colegio. Isaac no decía nada, mantenía su vista hacia el piso y solo asentía cuando el rector le decía algo. El rector nos dejó a solas con Isaac. Yo estaba a la espera de que Pedro dijera algo inapropiado, y efectivamente lo hizo. - ¿Qué le paso a tu cara Isaac? Preguntó Pedro. Isaac no respondió, solo evadió la pregunta y siguió caminando por el pasillo. Inmediatamente Mariana y yo miramos a Pedro con una expresión de enojo y vergüenza, claramente le estábamos insinuando que no hablara más al respecto. Sin embargo el continuó con sus interrogaciones. - Oye, ¿por qué no me respondes? ¿Te quemaste la cara o te pegaste tan duro que quedaste así deforme? ¿Por qué no eres como los demás? Isaac no respondió, solo lo miró fijamente a los ojos y volteó hacia mí, me preguntó dónde quedaba el baño y yo le indiqué el camino. Me sorprende que Isaac no estuviera llorando, mantuvo su carácter y no se dejó derrumbar por las groseras preguntas de Pedro. Realmente había mucho más en él que su apariencia física, me sorprendió lo mucho que podía aprender de una persona aparentemente “débil”. Mariana acompañó a Isaac al baño para que no se perdiera, y yo aproveché el momento a solas que tenía con Pedro para reclamarle por su mal comportamiento. - ¡Pedro! ¿Cómo puedes ser tan imprudente? Isaac, como cualquier otra persona merece nuestro respeto. - ¡Ay Adam! ¿acaso no ves que él no es una persona normal? Es deforme, no es igual a nosotros, apuesto a que no siente nada; te aconsejo que no me reclames, al menos de que quieras tener a todo el colegio, incluyendo profesores en contra tuya. No sabía que decir, sabía que Pedro no tenía la razón, sabía que Isaac si tenía sentimientos y que las preguntas hechas por Pedro debieron haberlo herido de alguna manera, sin embargo no fui capaz de responderle. Estar en bachillerato es bastante difícil y que todo el mundo te odie no es de mucha ayuda. Así que decidí darle la razón. - ¿Sabes qué? Estás en lo correcto, como puede una “persona” como Isaac, sentir lo mismo que nosotros. Es imposible ¿Cómo no lo había pensado antes? Dije esto con todo el dolor de mi corazón, esas no eran mis palabras, no las sentía. Pero no era capaz de decir lo que pensaba, de sostener mis creencias y hacerlas respetar. Solo pensaba en sobrevivir, y para poder hacerlo hay que seguir la corriente, hay que pensar y actuar como aquellas personas que poseen el poder. Cuando Isaac regresó, nos dirigimos al parque. Pedro decidió llamar a unos de sus mejores amigos para contarle sobre el nuevo “fenómeno” que entro al salón. Sé esto porque alcancé a escuchar un poco de su conversación. Como Pedro estaba tan ocupado hablando, no se dio cuenta de una piedra que estaba en su camino y tropezó. Mariana y yo no hicimos nada al respecto, creo que los dos estábamos silenciosamente molestos con Pedro como para ayudarlo, sin embargo Isaac si fue capaz. - ¿Estás bien Pedro? Le preguntó Isaac, y extendió su mano para ayudarlo. Pedro estaba sorprendido, y esta vez no era por la apariencia física de Isaac, era por su sorprendente amabilidad y facilidad para perdonar. Pedro no era el único que estaba asombrado. - ¿Qué te pasa? No me toques. No necesito ayuda de alguien como tú. –Pedro dijo esto con lágrimas en sus ojos y vergüenza en su corazón, y de la nada decidió pegarle a Isaac; sin embargo él se paró y miró a Pedro con gran decepción y lástima. Fue ahí, cuando verdaderamente entendí lo equivocado que estaba, no debería estar preocupado por agradarle a una persona que le desea y hace mal a otro. Debería preocuparme por aquellas personas que son respetuosas, únicas y buenas. Todos debemos aprender un poco de Isaac, a pesar de sus circunstancias, mantiene sus convicciones y las pone en práctica. Isaac sí es distinto, pero por razones diferentes. Es la luz que la sociedad ha perdido, es persona antes que nada y me enorgullece haberlo conocido. Laura Sofía Perdomo Rodríguez