La Montaña, 2 de junio de 2015. “El helecho y el bambú” Mis queridas semillas, Había un hombre de unos 30, 35 años que estaba muy enfadado, estaba tan enfadado que estaba rabioso, rabioso, rabioso y dijo: “¡Se acabó, ya no quiero más avanzar, ya no quiero más trabajar, ya no quiero hacer más nada, no puedo más, he sido injustamente tratado por la vida, voy a abandonar a mi familia, a mi esposa, a tooodos!” y los abandonó. “Voy a abandonar el trabajo” lo abandonó, voy a abandonar la sociedad, ya estoy harto ¡no puedo más, bajo los brazos, no sé qué hacer, no sé a dónde ir, pero ya no puedo más! ¡No sé qué hacer, estoy harto!”. Abandonó a su familia, su esposa, su trabajo, sus amigos, su casa, la ciudad donde vivía, todo. Y empezó a andar, empezó por los pueblos, ciudades, países, pero estaba amargo, decepcionado, frustrado, lo dejaba todo y no encontraba nada, bajó tanto los brazos que sin querer escucho que en una Montaña, estaba siempre aquel Sabio y dijo: “Yo también voy a ir a verlo, quizás me dé la respuesta, no tengo nada he perdido todo y allí fue”. Subió La Montaña y encontró un Sabio, sentado, debajo de una sombra, de un bosque precioso, lo saludó y le dijo: “He oído que das consejos con tu sabiduría ¿Podrías ayudarme? Busco una respuesta; y le explicó que había bajado los brazos y que no podía más”. El Sabio lo contempló y le dijo: “Siéntate, bienvenido” con una gran sonrisa le enseñó: “Mira que, contempla esta Montaña, contempla las hierbas y las plantas, una vez tenía dos semillas, una de helecho y una de bambú, las dos semillas que me dieron las puse en la tierra, cada día las regaba, la semilla de helecho, la semilla de bambú, cada día miraba si había algunas hierbas que podían molestarles y lo limpiaba todo, cada día regaba el helecho y regaba el bambú. Al cabo de un mes el helecho empezó a nacer y estuve muy contento, porque con sus hojas brillantes, empezaba a dar hojas, hojas, hojas y se extendió, empezó a crecer y ya hizo un bosque maravilloso, donde planté la semilla de bambú, no había nada, después de unos seis meses, continué a regar las mismas semillas, el helecho creció, el bambú no aparecía. Después de un año, el helecho estaba maravilloso, el bambú naaada crecía, no veía nunca nada aparecer, continuaba a regarlo, al segundo año el helecho multiplicó, cada vez más bonito y más hojas; el bambú empecé a mirar y no había nada, continué cada día regarlo, a mimarlo, a cuidarlo, la semilla de bambú nunca quería aparecer. Después del tercer año, miré bien y dije a ver, no había nada, el helecho crecía y el bambú no había, nunca ni una hojita, nada. Cada día iba regando el bambú igual que al helecho, pasaron cuatro años, el helecho iba creciendo y cada vez la montaña más grande, el bambú nunca apareció nada. Llegó el quinto año, ¡ciiinco años! y miré, no había nada, continué regando esa semilla, continué regando, ya estaba desesperado y pensé ¿Por qué insisto? ¿Y si bajara los brazos? ¿Y si dejara porque ya está todo perdido? Bueno esperaré otro año. Cuando se iba a cumplir el sexto año, por la primera vez vi una pintita de bambú por la mañana, estaba tan sorprendido que me quedé mirando y por la noche había crecido veinte metros, al día siguiente veinte metros más y después de 15 días, todo un bosque todo lleno de bambú de cuarenta y sesenta metros. Me puse a llorar y le di las gracias, nunca lo abandoné siempre le eché el agua y lo cuidé, el bambú necesita cinco años para echar raíces, las otras plantas con unos meses ya están sólidas en la tierra, el bambú necesita cinco años para echar seguro de que cuando crezca, veinte, cuarenta, sesenta metros sus hojas, sus racimos, sus ramas puedan aguantar el viento, la tempestad, se doblan, se inclinan, pero no se arrancan, necesitan cinco años para ser sólidas, fijas y fuertes y desde entonces vengo siempre a este rincón y doy gracias a Dios y doy gracias al bambú que me enseñó a no bajar los brazos. Bambú de La Montaña Hombre, muchacho, niño que está en ti, anciano que serás mañana ¡Da Gracias a la Vida por un día de tu vida! ¡Da Gracias al Universo por cada día que vives! Por cada día que eres feliz y de felicidad, te haces siempre más dulce, por cada día de dolor te hace más humano, porque el dolor te recuerda que la vida no es de color de rosa, que la vida es una realidad, que los pies son tus raíces y tienen que estar en el suelo y tu cabeza en el Universo. Cuando estás decepcionado o que piensas que has fracasado, es que tienes que volver a empezar, es un tropiezo que te caes y te levantas y echas a andar; cuando tienes un éxito es recordarte que siempre serás un hijo de La Luz que puedes llegar a dónde quieres y que tus fuerzas son sin límites, que tus manos llevan la vida y que tu Átomo es Divino. Quizás te pasa como el bambú, creíste que teniendo una casa, una familia, hijos, esposa, una bicicleta, amigos, trabajo, ya habías llegado y eras fuerte, reflexiona, piensa bien, quizás te pasa como el bambú, no has tenido tiempo de echar raíces para alcanzar esa Felicidad, esa Temperanza y apreciar lo que tenías y no lo que quisieras, Aceptar cada día es estar en unión con lo Más Grande, Aceptar lo que has elegido es preparar tu Nueva Vida”. Mis semillas ¿Cómo podría repetirlo? ¿Cómo os podría decir lo que cada día a través de estas palabras, estos Mensajes que os llegan al alma? ¡Evolucionar, no os durmáis! El Maestro en Tiberiades nos enseñó a alimentar esa Luz, recordémoslo, vivamos el día a día y seamos felices. Hay un amor tan infinito de Servidora hacia toooodas ustedes mis semillas, tan grande, porque son almas especiales, porque son elegidos y porque tienen esa fuerza como el bambú, las raíces y la conexión con las estrellas, cada uno tienen su estrella, igual brillan por la noche que por el día, transmitan su conocimiento y verán cómo esa lucecita se hace grande, porque así son ustedes grandes estrellas. Con todo mi amor, La Jardinera