nonstante de autorregulación. LA NOTA ROJA Un hombre fue apuñalado. De su vientre sale sangre a borbollones. Él se queja y mucha gente se arremolina a su alrededor para ver qué está pasando. Cientos de personas lo están viendo a través de la televisión, desde un mejor ángulo que los curiosos que están presentes en la escena, con acercamiento a las heridas de donde emana sangre y primeros planos del rostro adolorido del hombre. Es mediodía y mucha de la gente que ve la “noticia” está almorzando. Con este tipo de imágenes almuerzan y cenan muchos nicaragüenses, sobre todo en los barrios populares, donde los noticieros de nota roja tienen gran audiencia. “Es que nos gusta ver esas cosas. Accidentes, violaciones, robos, asesinatos, para saber qué está pasando en el país”, dice don Agustín Jiménez Guido, del barrio Jorge Dimitrov y fiel televidente de uno de estos noticieros. La médula de estos noticieros, en sus diferentes horarios, es precisamente eso: robos, pleitos de pandillas, accidentes, asesinatos, discusiones vecinales, borrachos que deambulan por las calles. Todo un coctel de violencia y sangre que “espanta y da una idea de que somos un país sumamente violento y con una realidad marcada por el sensacionalismo”, comenta el sociólogo Juan José Soza, docente de la Universidad Centroamericana (UCA), quien afirma que esto hace, además, que “la gente se haga la idea de que la realidad es como la presentan los noticieros y se predisponga frente a la realidad”. A él se suman muchas voces que critican la nota roja en los medios de comunicación, la cual tiene sus antecedentes en la sección Sucesos de El Nuevo Diario, que en sus inicios fue muy cruda y con el tiempo se fue moderando; y el noticiero de la Radio Ya, que combina este tipo de noticias con servicios sociales. “La nota roja, en general, causa controversia porque violenta los derechos individuales de la gente involucrada, pero en la televisión causa mayor impacto por la imagen y el sonido. Se ponen imágenes de cadáveres y olvidan que esa persona fallecida tiene familiares, por ejemplo”, dice Gonzalo Norori, director de la carrera de Comunicación de la Universidad Centroamericana. En la televisión nicaragüense, el canal que incursionó en los noticieros de nota roja fue el 8, en los primeros años de la década pasada. Los hechos sensacionalistas y sangrientos se convirtieron en la prioridad y pronto otros canales siguieron la pauta. Uno de ellos fue el Canal 2, que inclusive hizo cambios y ajustes en el personal que hacía TV Noticias para crear el bullicioso 22-22 “rápido y veloz”, repetía la periodista Lucía Pineda Ubau en aquel entonces, para iniciar o cerrar una noticia. “Fue en noviembre del 2004. El personal se dividió y algunos nos fuimos a hacer 22-22 porque se necesitaba competir con el canal 8, que estaba incursionando fuerte en la nota roja y eso tenía mucha audiencia en el sector popular, el sector D y E en la clasificación de las encuestas”, cuenta Pineda Ubau. Hasta ese entonces, el Canal 2 estaba enfocado en lo social y político, sin cubrir mucho los sucesos y tenía gran audiencia en el sector A y B, según recuerda Pineda. “Nos llovieron las críticas. Se estaba haciendo lo mismo que hacía Canal 8, se ponían imágenes muy crudas. Fue como un shock para la gente que acostumbraba ver el Canal 2”, dice. Sólo unos meses después, en enero del 2005, los nicaragüenses tenían otro noticiero para conocer de los pleitos de vecindario, macheteados, accidentados o cualquier otro hecho sangriento. Su director de noticias, Mauricio Madrigal, dice que Acción 10 nació como una necesidad de la empresa de aterrizar sus espacios a los gustos de las masas, de las grandes mayorías. Y no se hizo de manera caprichosa, sino sobre la base de un estudio que reveló que ese sector quería tener un medio que manejara la denuncia pública y reflejara la problemática social de los barrios, afirma. “El canal se moldeó a esa demanda y eso implica cobertura de violencia callejera”, indica. Ese año, Nicaragua tenía tres noticieros de televisión compitiendo por cual emanara más sangre. Con el tiempo, 22-22 salió del aire y actualmente quedan dos. “Fui a varios debates de ese tema. La gente no nos decía que desapareciéramos, nos pedían que fuéramos responsables y empezamos a moderarnos, pero finalmente cerramos por problemas económicos”, recuerda Pineda. Las críticas son fuertes. “La forma en la que es presentada la nota de sucesos es un retroceso para el periodismo nicaragüense porque estigmatiza a los jóvenes, criminaliza a las personas de escasos recursos y violenta la dignidad de las personas y familiares cuando se muestran planos con detalles de heridas y cadáveres o se realizan descripciones y discursos que alimentan el machismo, la discriminación, la polarización”, critica Xiomara Laguna, coordinadora del Proyecto Desarrollo de las capacidades del periodismo nicaragüense de la Facultad de Humanidades de la UCA. La periodista Lucía Pineda acepta que en su quehacer se hicieron cosas indebidas. “En los debates yo no iba a defender a capa y espada lo que estaba haciendo, llegaba a escuchar y la gente tenía razón. Algunas veces los periodistas nos cerramos y creemos que tenemos la razón, pero sí se violan los derechos humanos de la gente. Hay gente que te dice que no quiere que la filmes y a veces los camarógrafos no entienden. Es difícil”, comenta. Madrigal afirma estar de acuerdo en que no se debe invadir la privacidad de las personas ni publicar imágenes grotescas. “Estamos enfocados en esa dirección. El noticiero no es el mismo de cuando empezó, ahora hay una gran cantidad de imágenes que ya no son publicadas. Hemos recibido críticas de algunos sectores y todas las hemos asumido como parte de una propuesta para mejorar”, asegura. Sin embargo todavía hay muchas tomas crudas. “Si uno padece de los nervios, del corazón, del azúcar o de la presión no puede verlo porque se va a enfermar. Si ves que le están volando la cabeza a alguien y no estás sano, se te sube el azúcar, la presión, los nervios. A mí no me da miedo, pero no es apto para las personas nerviosas”, opina don José María Rivas Alonso, del barrio Jorge Dimitrov y quien siempre sintoniza estos noticieros. Madrigal acepta que algunas veces se pasa por alto ese esfuerzo que están realizando por mejorar. “Eso sucede más con el noticiero de la mañana, pero ya en la noche las imágenes se editan, cuando yo veo eso hablo con el personal y les digo que ya no debemos pasar ese tipo de imágenes”, dice. Agrega que también sucede durante las “transmisiones en caliente”, que es cuando se pasan material “en bruto”, sin editar, y que muchos críticos lo señalan como una manera “fácil” de transmitir. “Eso se hace por la inmediatez de la noticia, necesitamos publicar la noticia y no hay mucho tiempo para editar, a veces hay imágenes muy duras, pero estamos en proceso de mejorar y automatizarnos para hacer la edición más rápida y sacar todo ya procesado, como sale en el noticiero de la noche”, afirma Madrigal. Una nicaragüense está de visita en Costa Rica. No sabía que allá se presenta uno de los noticieros de Nicaragua, pero en la casa donde está de visita lo miran. En la pantalla, dos mujeres borrachas se pelean en una calle de un barrio de Managua. La manzana de la discordia: un hombre. También borracho y tirado sobre una cuneta. “Él me prefiere a mi”, le grita una de ellas a la otra, mientras se jalan las melenas. Nuestras “noticias” están en toda Latinoamérica y “algunos se asustan de ver algunas imágenes”, dice Madrigal, quien a pesar de eso, no considera que estemos ofreciendo una mala imagen del país. “Los hechos que suceden en Nicaragua no son nada nuevo en Latinoamérica. Nicaragua es la que menos presenta hechos sangrientos”, afirma. El sociólogo Juan José Soza analiza que con estas noticias “creemos que vivimos en el peor de los mundos posibles, porque se crea todo un ámbito cultural que no siempre es como aparece en la televisión. La gente de los barrios se lo cree, si se le dice que es violento y malo, termina creyéndolo y actúa de conformidad con ese estigma”, dice. Laguna, por su parte, valora que la presencia de estas notas en los espacios televisivos son una pérdida de recursos, equipos y personal que se esfuerzan por sobredimensionar sólo una parte de la realidad nicaragüense, porque bien se puede cubrir este tipo de hechos sin atentar contra la dignidad de las personas. Aunque se dice que estos noticieros atienden a una demanda de las masas, ella piensa que es posible hacer otro tipo de periodismo y que resulte atractivo a esas masas, en la medida en la que exista un compromiso real con la población. Cita como ejemplo: radio Palabra de Mujer en Bocana de Paiwas; Radio Vos, en Matagalpa; Radio Camoapa y La Brújula digital. “Los mismos medios tradicionales a través de sus suplementos incluyen historias exitosas de jóvenes y mujeres, de comunidades que buscan vencer los retos que les imposibilitan el acceso a los servicios básicos, crédito, educación, salud”, dice. Según Madrigal, el noticiero que dirige se rige por un código de autorregulación para evitar transgredir a la sociedad y respetar los derechos. “Estamos trabajando bastante. No publicamos suicidios ni accidentes domésticos, por ejemplo”, indica. Laguna destaca que aún dentro de estos noticieros, algunos periodistas producen reportajes con información pertinente para la población de una forma sencilla y creativa, aunque por las limitaciones de tiempo no puedan hacerlo con mayor frecuencia”. “Esos esfuerzos a veces no representan ni la cuarta parte, esperamos que pronto se eleve al 50 por ciento. Hemos acudido a esfuerzos por mostrar el interior de un grupo que se diferencia de los demás por su forma de vestir, reportajes sobre educación, incluso la cobertura de accidentes con resultados trágicos para abordar las causas, las consecuencias emocionales y económicas que estos generan”, ejemplifica. Los protagonistas y espectadores de la nota roja en los medios de comunicación son los mismos: los sectores más populares de la población. El sociólogo Juan José Soza no está de acuerdo en que esta gente demande amarillismo. “La gente se educa en lo que los medios van estableciendo como agenda y si esa agenda tiene un contenido cercano a la situación social, no tiene que ser sensacionalista, puede ser bien elaborada, estructurada y con sentido ético”, opina. “La gente sencilla, con menor formación se convierte en el blanco de esta noticia y este tipo de información se ensaña en esta población”, señala. “El pueblo es más abierto a que llegués a su casa, el pobre abre más las puertas a los medios, te cuenta sus desgracias, sus problemas. Eso pasa porque la gente cree que uno les va a resolver su problema y he llegado a la conclusión que no es así. El problema, algunas veces, más bien se agrava. Yo me sentía mal después porque no era así, no ayudábamos. En pleitos de vecinos había muchas aclaraciones y se hacía un cuento de nunca acabar”, reflexiona Lucía Pineda. Madrigal indica que la gente más bien los llama y estima que esto ocurre precisamente porque el medio les resuelve su problema. Opina que mucha gente, cuando ocurre un hecho, en lugar de llamar a la Policía, la Cruz Roja o los Bomberos, llama a los canales de televisión debido a que sienten que las instituciones son deficientes y que el canal sí les atiende sus llamadas y demandas. “A través de muchas noticias hemos ayudado a mucha gente”, argumenta. Añade que los principales protagonistas de estas notas son las clases populares porque muchas veces, cuando los hechos involucran a “familias de renombre”, las mismas autoridades cierran un círculo y no brindan mucha información. En una casa de los Laureles Norte hay una niña maltratada por su padrastro. La información llega hasta un canal de televisión y un equipo periodístico se dirige a la dirección. La periodista toca la puerta y cuando ésta se entreabre, alcanza a ver los moretones de la niña, que fue quien atendió al llamado. El hombre tira la puerta en la cara de la periodista y huye. Este fue uno de los tantos casos que Lucía Pineda Ubau dio cobertura durante su paso por la nota roja. En ese momento llamó a la Policía y se produjo una persecución al hombre que maltrataba a aquella niña, hasta que un taxista logró capturarlo. Lucía fue testigo de los hechos durante el juicio que se llevó a cabo posteriormente. ¿Hizo lo correcto? Ese es uno de los grandes debates sobre el tema. “Me criticaron mucho, pero yo hice lo que creía que era correcto. Primero soy un ser humano y después soy periodista”, dice. “No me parece correcto haber dado cobertura a la noticia, dar la información y que no me importara lo que sucedería después con esa niña. No somos de hierro, pero mucha gente me criticó por haberme involucrado”, agrega. Esto también ha sucedido con otros periodistas. “Yo he llorado muchas veces junto con la gente, uno no puede dejar la sensibilidad a un lado. Algunas veces hemos dejado la cámara a un lado para socorrer a alguien, no vamos a dejar que alguien muera si podemos evitarlo”, dice Mauricio Madrigal. Sin embargo hay muchas críticas que se deben aceptar de manera humilde, porque hay muchas cosas que se hacen mal cuando se cubre sucesos, dice Pineda Ubau. “Damos una imagen errónea del periodismo porque se hace mal. Es posible hacer un suceso responsable y no ensañarse mostrando lo más crudo del ser humano. Muchos periodistas nos creemos dueños de la escena del hecho, de la verdad y no es así”, expresa. “Siempre estamos al acecho de la noticia. Queremos llegar primero y publicar primero, pero ahora lo hacemos con más madurez, con mucho cuidado, respetamos más a las personas que cuando empezamos, tenemos más mesura y mejoraremos todavía más”, afirma Madrigal. ¿Lo lograrán? ¿Compartirá ese compromiso el Canal 8, otro medio que transmite este tipo de noticias y que prefirió no brindar declaraciones? ¿Seguiremos almorzando y cenando con sangre y violencia? El debate continúa.