CIEGO una película de Fernando Zuber

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CIEGO una película de Fernando Zuber
PRODUCTOR CAMPO CINE S.R.L / NICOLÁS AVRUJ – DIEGO LERMAN
FDO DE MONTALVO 150 / (1427) CDAD. DE BUENOS AIRES – ARGENTINA
TEL: 54-11-45549036 / nico@elcampocine.com.ar / www.elcampocine.com.ar
FORMATO: HD 4K
FORMATO DE PROYECCION: 35mm
DURACION ESTIMADA: 85 min
PRESENTACIÓN DEL PROYECTO
Ciego es la opera prima de Fernando Zuber producida por Campo cine de Nicolás Avruj y Diego
Lerman. El guión está escrito por Fernando Zuber y Diego Fleisher a partir de una idea original de
Fernando Zuber.
Luego de dos años investigando sobre la ceguera, el proyecto se encuentra en la etapa final de
escritura de guión para llegar a una primera versión el próximo octubre del corriente año.
Paralelamente estamos comenzando la búsqueda de un actor ciego que pueda realizar el papel
protagónico.
Ciego obtuvo el apoyo del Hubert Bals al desarrollo de proyecto en el año 2011 y formó parte del
BAL, TYPA y Rotterdam Lab en el mismo año.
LOGLINE
Marco perdió la vista cuando tenía 13 años. A los 50 decide regresar al pueblo de su infancia junto a su hijo
Martín de 13 años y recuperar las memorias visuales de su niñez a través de los ojos de su hijo.
Una película de diálogos, profunda, una road movie doméstica, un drama con algo de humor y mucha
emoción.
SINOPSIS
Marco vive en Buenos Aires, tiene dos hijos y una esposa a la que espera con la comida hecha. Tiene un
aserradero, un socio, es hábil en el trabajo con la madera, buen negociante, y es ciego. Tras la muerte de
su perro lazarillo, se maneja por la vida, tan solo siguiendo sus sentidos fortificados por su ceguera. Pero la
repentina llamada de Pedro, su hermano que vive en un salvaje rincón de la provincia de Formosa, al norte
de la Argentina, tuerce su rutina: le da la noticia que su Tía Ana, quien los ha criado, agoniza.
Marco, después de varios años de ausencia, decide volver al pueblo de su infancia mientras Martín, su hijo
de 13 años, se ve forzado a acompañar al padre ciego y dejar de lado sus intereses adolescentes.
Así comienza un viaje que cambia para siempre la vida y la relación de un padre y de un hijo: un viaje de
iniciación para Martín, que se convierte en los ojos del padre, y un viaje de reconocimiento para Marco, que
redescubrirá su pasado a través de los ojos del hijo. Un viaje de la ciudad a la selva, de lo gris a lo colorido,
de la confortable seguridad urbana a la perturbadora libertad de la naturaleza.
Al llegar a Formosa, Tía Ana ya habrá muerto y se vincularán con Pedro, el hermano esquivo que quiere
despojarse de todos los terrenos, mientras que Marco y Martín se dedican a arreglar juntos la casona de la
Tía Ana venida abajo.
Pedro intenta engañar a su hermano haciéndolo firmar documentos, pero es Martín quien alerta a su propio
padre y evitan la venta de la casa familiar.
Una experiencia conjunta que los acerca y los une para siempre: una obra que reconstruye la infancia del
padre y da inicio la juventud del hijo.
TRATAMIENTO
Trazos pastosos de un crayón sobre una hoja. La punta se desliza y se mezcla con colores saturados
que forman figuras imprecisas. Nina, de 4 años, dibuja sentada sobre las piernas de su padre. La mano de un
hombre se posa sobre la hoja y acaricia la textura con las yemas de los dedos. Nina dice: “¿Te gusta?”
Marco finge mirar el dibujo, y se rasca los ojos. “¡Sí, mucho! Pero a papá le gusta que se los cuentes”. ¨Es Pipo
cuando se fue al cielo¨ dice ella. Marco detiene la mirada como si el tiempo le fuera a devolver la vista.
Nina observa a su padre como si quisiera descifrarlo. Una voz electrónica anuncia las nueve: un reloj para
ciegos que corta tajante el silencio. Nina pregunta cuándo van a tener otro perro, y Marco le dice que no
va a ser fácil encontrar otro igual.
Las luces de la piscina iluminan el celeste intenso del agua que salpica: niños juegan al waterpolo en
un entrenamiento. El sonido de las voces es muy fuerte. Martín y Germán, de 13 años, nadan tras la pelota.
Compiten por ella y se trenzan en una pelea que culmina en un puñetazo en un ojo de Martín. El silbato del
entrenador suena una y otra vez tratando de imponer orden. Sangre. El agua se tiñe de rojo. Fuera de sí,
Martín se escapa nadando, se zambulle bajo el agua y queda ajeno al conflicto, protegido en un repentino
silencio subacuático, un silencio amniótico, protector, envolvente, embriagador. Solo se escuchan los latidos
de su corazón.
Martillazos cubren los latidos. Ruido de máquinas. Maderas cortándose. Los sonidos envuelven y
desconciertan. Marco camina mientras su mano curtida guía el camino apoyándose en cada madera de
las altas torres apiladas sobre los restos de aserrín que indican un camino geométrico, casi laberíntico, en el
que parece desenvolverse con absoluta facilidad.
Se detiene frente a la sierra y le da indicaciones a uno de los operarios. Acaricia la madera mientras
describe el corte: Marco se mueve entre las cuchillas con la habilidad propia de alguien familiarizado con
ese entorno. Luego su socio lo llama desde su oficina: un cliente necesita ayuda. Marco le da la mano a un
cliente, y lo escucha “mirándolo” a la cara. El cliente escucha atentamente cómo será el trabajo de la
colocación de las maderas. Marco le habla con suavidad y determinación: se nota que sabe de lo que
habla. No hay ningún indicio en esta escena que delate que Marco es ciego.
Ahora, los pies de Marco entre la gente. Camina solo, con su bastón, y cruza la calle sin ayuda. A lo
lejos, las bocinas, el bullicio de la ciudad se funde con el sonido del agua que cae.
Los niños se duchan después del entrenamiento. Martín sentado en un banco del vestuario, mira con
odio a Germán mientras se deja poner una curita en el ojo golpeado. Germán se le ríe tratando de
humillarlo. Presa del impulso, Martín se levanta para seguir la pelea pero el entrenador lo detiene y los
amenaza con dejarlos a los dos afuera del equipo en el próximo partido que es el más importante de la
temporada: la final del campeonato.
Hornalla en el fuego. Con destreza, Marco mete una cuchara, prueba la salsa, apaga el fuego, abre
el horno, saca una fuente con carne: su reloj anuncia las nueve de la noche. Sirve a Clara, su mujer, y a
Nina. Llega Martín y se sienta a la mesa. La madre mira la herida en el ojo de su hijo horrorizada, pero Martín
se lleva la mano a los labios para rogarle silencio y se lo oculte al padre. Sin embargo, la pequeña e
inocente Nina, le pregunta a Martín por qué tiene el ojo morado. Silencio. Marco le toca el ojo golpeado
con mucho cuidado, decodificando con parsimonia la información que le transmiten sus dedos. Martín
emite un chillido que es más de molestia que de dolor cuando siente el dedo en la herida. Martín no quiere
hablar del tema y le retira la mano a su padre.
Más tarde, en la oscuridad, cansado, Martín duerme y Marco se asoma y se queda quieto junto a la
puerta, escuchando la respiración del hijo, “mirando” para ver si está bien. La voz del reloj que marca la
medianoche: Martín suspira y se da vuelta.
Los dedos de Marco recorren textura de una madera. Marco le muestra su trabajo al cliente, entonces
se escucha, a lo lejos, un sonido del teléfono de la oficina. Marco duda en atender para no cortar la reunión
con su cliente pero el teléfono suena de manera insistente y frenética. Marco se excusa ante el cliente y
atiende: “¿Marco?”, dice una voz de hombre. “Pedro…”, contesta Marco. “¿Pasó algo?” “Si, es la tía”. Le
contesta la voz.
Un silbato suena, el entrenador de waterpolo reúne a su equipo para informar que Martín será el
capitán del equipo en la final del campeonato. Martín mira de reojo a Germán, vengativo: le ha ganado el
puesto. Los demás compañeros felicitan a Martín con palmadas en su hombro y vuelven a nadar excitados
por la inminencia de tan importante partido. Ese ruido de agua, se funde con el ruido de ducha; ahora es el
agua que cae sobre el cuerpo desnudo de Marco en su baño. Mientras Clara se maquilla, Marco le da la
noticia: cuenta que lo llamó Pedro, su hermano que vive en Formosa, que la Tía Ana está agonizando y que
debe viajar a Formosa antes de que muera para despedirse. Quiere estar con ella, precisa verla y arreglar
con su hermano qué harán con el terreno. Marco explica que puede hacer el viaje solo. Su mujer se opone y
plantea un panorama desolador: no puede viajar con él por su trabajo, y Pipo, el perro lazarillo, murió hace
pocas semanas. ¿Qué hacer?
Los ojos de Martín se abren y Marco está a su lado. El papá lo acaricia con dulzura, le dice al hijo que
debe acompañarlo a Formosa. Martín escucha en silencio, la bronca le desfigura la cara a medida que
reconoce que debe partir de viaje con urgencia a un pueblo del interior, junto a su padre ciego, para visitar
a una vieja moribunda que casi ni conoce. “No puedo ir, tengo la final, soy el capitán”, se escucha en un
sollozo que va ahogándose mientras el niño hunde su cara en la almohada.
Los dedos de Marco se deslizan sobre fotografías de la infancia. Los ojos se mueven de un lado a otro
como si pudiesen ver. Cómo si buscaran una imagen que no llega, como si buscara algo que ha perdido.
Siente la cercanía de Martín y lo llama para mostrarle una foto de Tía Ana y de Formosa. Le pide al hijo que
le describa las fotos: “Nada, es una pileta nada más, papá...” El hijo se resiste a ser el ojo del padre, pero el
padre quiere ver a través de su hijo. Marco promete al hijo volver lo antes posible. Le toma la mano y se la
acaricia. Por fuera el niño permanece quieto pero por dentro lo atormentan ideas contradictorias. Sin
embargo, logra contenerse, se muerde levemente el labio inferior negando con la cabeza. Desde la puerta,
Clara los observa expectante y sorprendida, al ser testigo de un rasgo hasta ese momento desconocido de
su hijo.
Gentío, bullicio, olores en los pasillos de la estación. Por la plataforma de la terminal, Marco camina
con la palma apoyada sobre el hombro de Clara. Atrás, de mal humor, viene Martín. Clara se frena para
despedirse, toma la mano de su marido y la apoya sobre el hombro del hijo. Da una caricia sobre la mano
de Martín cuando queda apoyada en el padre: así queda sellada la unión.
Solos y entre la gente esperan la partida. El caos de Retiro se amplifica aún más para esta extraña pareja
formada por un padre ciego y un hijo descubriendo el mundo. Difícil saber quién cuida a quién.
Martín quiere comprar una revista y deja al padre solo. Es entones cuando se le acerca un vendedor de
objetos robados y le ofrece un reloj. Marco dice que no, y agradece, el hombre insiste. Marco teme, y
cuando vuelve Martín, le explica al hijo que si alguna vez lo llega a perder, va a empezar a gritar bien fuerte
su nombre para encontrarlo. ¨Solo te pido que me respondas¨
Ya en la ruta, el reloj anuncia la hora y los pasajeros del ómnibus miran al hombre ciego. Marco le
pide a Martín que le describa en dónde están. “Aún estamos en la ciudad” responde el hijo mientras mira su
revista. “No puede ser, huelo, pasto, vacas”, contesta Marco. Del otro lado de la ventanilla se extiende el
campo. Marco deja pasar la mentira de su hijo, y en cambio le cuenta entusiasmado recuerdos visuales y
situaciones de su infancia en Formosa. Martín sonríe al escuchar al padre: pero no lo hace porque el relato le
interesa, sino porque más allá una chica habla sin parar con su papá. Marco entonces le pregunta a Martín
si ella le gusta. “¿Cómo sabés que estoy mirando a una chica?, pregunta Martín, “Porque cada vez que
habla, te movés inquieto… y si yo que no veo nada me doy cuenta, es obvio que ella ya está al tanto, hijo”.
Noche, los pasajeros duermen. El ómnibus baja la marcha… Murmullos de la gente que despiertan.
“Cuando los micros bajan la velocidad, enseguida me hace acordar al accidente”, suspira Marco
despertándose. Tras la ventana, titilan las luces de los autos de los policías y de las ambulancias. Martín
miente para cuidar al padre: le dice que solo están arreglando la ruta.
Esos rayos de luz artificial se convierten en rayos de sol que golpean la cara de Martín: se despierta
con el ómnibus detenido. “¿Llegamos?”, "Aún No". Martín mira a su alrededor: en el asiento continuo ya no
están la chica con su padre. El motor arranca: a los lejos, tras la ventana, la chica y su padre se alejan.
Marco dice: “Hay más mujeres que hombres en el mundo. Si yo, siendo ciego, me casé con una mujer
hermosa, no tenés de qué preocuparte ”.
Se abre la puerta del ómnibus: baja Martín; la mano de su padre sobre su hombro. Un rostro curtido
por el sol, de ojos vivaces y grandotes, los recibe: es Pedro. Entonces, inmediatamente la noticia: la Tía Ana
no lo pudo lograr y falleció. Marco reacciona apretando la mano de su hijo. Camino al entierro en el auto
de Pedro, Martín nota que su padre llora sin lágrimas mientras que Pedro habla sobre los últimos días de Tía
Ana intercalando chistes sin sentido. De repente, Marco interrumpe a su hermano y nombra una hierba que
huele a la distancia, baja la ventana para olerla, pero una fuerte polvareda se levanta y le irrita los ojos.
Martin, inquieto, observa con tristeza la fragilidad de su padre.
Un monte en el medio del bosque, viento, hojas, y un discurso religioso que se interrumpe cuando llega
“el hermano ciego de la capital”. Julia, la mujer de Pedro, bebé en brazo, lo mira llegar con una sonrisa
iluminada en su rostro: es evidente que su visita la alegra. Manolo, su hijo mayor, frunce el ceño: hace años
que no ve a su tío ciego y a su primo de la misma edad. Silencio, sigue el sermón religioso, y en medio de la
ceremonia se escucha el reloj de Marco dando la hora. Toses nerviosas se solapan a la voz electrónica. Al
término, Marco saluda a su cuñada con un abrazo, y luego le toca la cara a su sobrino para ver cómo ha
crecido. Y Julia le presenta a su nuevo hijo: le pasa el bebé a Marco que lo toca enteramente, apretándolo
de tal manera que sus padres se inquietan.
Mientras estaciona su auto frente a la casona, Pedro le anticipa a Marco que hay ciertos papeles de las
propiedades de la tía que deben revisar. Al despedirse, la puerta de la casona se abre: Marco se detiene un
instante en el rellano de la puerta, como fulminado por un recuerdo, como si la quietud le permitiera
recordar mejor. Dos sillas de hierro oxidado descansan en el patio alrededor de una mesa que hace
demasiado tiempo no es testigo de una conversación. El quejido de un postigo que baila con el viento. El
hijo va delante de él, marcando el camino. Marco amaga con soltar el hombro de Martín, pero al dar un
paso, enseguida vuelve a él. El padre le pide al hijo que diga lo que ve. Martín va contando, y cuando
Marco pregunta por el tocador de música, el hijo le dice la verdad: el tocador no está. Entonces el pie de
Marco se traba con una madera del piso. Se agacha, la levanta, la acaricia. Con tono de voz diferente,
cantarín y algo aniñado, Marco cuenta una anécdota sobre la gran mesa de madera de la cocina, el
corazón de la casa, en donde su mamá y Tía Ana cocinaban. Cuando finalmente llegan a la cocina, Marco
toca la mesa, se da cuenta que es nueva, no es aquella vieja madera… Y Marco así pasa la mano sobre la
pared: la pintura y el revoque se van cayendo. El rostro de Marco va ensombreciéndose mientras se va
dando cuenta que la casa está arruinada. Ya en el jardín, Marco huele el agua podrida: la pileta está sucia
y con rajaduras. Marco le pregunta a su hijo por un árbol del cual colgaba una cubierta atada a una soga,
Martín le dice que ese árbol no está más. Marco le pregunta por el estado del trampolín. Y Martín, ahora,
luego de haberle dicho siempre la lastimosa verdad, le miente para preservarle la memoria, y le dice que el
trampolín allí está, intacto.
La primera noche: Grillos. Chicharras. Marco revuelve una olla. Martín enciende el televisor, pasan el
noticiero local. Comentan un terremoto en Japón, las imágenes son terribles. El padre quiere que el hijo le
cuente las imágenes; hay casas destruidas, caídas, gente sepultada. Mientras comen, medio en broma
medio en serio, Marco le recomienda a su hijo que con una linterna se fije si debajo de la cama no hay
algún bicho. Esta primera noche, Martín, temeroso, se acuesta en la misma cama del padre pero no puede
conciliar el sueño. Mira el techo: está roto, hay un agujero, y en lo alto, se ven las estrellas brillantes. Esa
intemperie lo fascina y, a la vez, lo atemoriza.
La primera mañana: sol, viento, pájaros. El lugar es bello pero también salvaje y áspero. La mano de Marco
se mantiene apoyada sobre el hombro del hijo mientras caminan por el bosque. Relata anécdotas de la
infancia, el calor lo sofoca, sin embargo continúan hacia el río. Sonido de la correntada, es un río de
frondoso caudal. Tocando al agua con los pies descalzos, Marco le cuenta a Martín que aprendió a nadar
en este río; y la anécdota de un amigo a quien una palometa le comió la falange del dedo meñique
fascina a Martín que se arroja al bosque a explorar y deja solo al padre. Pasa el tiempo… el extremo y
prolongado silencio desorienta e inquieta a Marco. Abruptamente, el silencio se rompe: se escucha un
chapuzón: no sabe si es un animal o su hijo. Llama a Martín, primero en voz baja, luego al no tener respuesta,
desesperado, con la voz quebrada en un aullido como un loco. El miedo de perderlo, de perderse por
momentos lo perturba.
Martín llega corriendo, y recibe el reto del padre, un reto que trata de ser contenido y racional pero
que evidencia un susto primitivo y animal: mientras habla, a Marco los labios le tiemblan, como si estuviese a
punto de llorar.
Atardece y Marco llama por teléfono a Clara: le dice que va a quedarse más tiempo: “Martín está de
vacaciones, y me gustaría arreglar la casa”. Del otro lado de la línea, Clara queda muda, desconcertada y
para nada a gusto. Y Martín mira a su padre con sorpresa y odio... Y así, la imagen de una carne en la
parrilla se interpone entre chispas de la grasa que caen sobre las brasas. Pedro, cerveza en mano, hace un
asado en el patio de su casa. Julia adormece al bebé que llora mientras Manolo termina de poner la mesa.
Martín se mantiene al margen de la escena en silencio, enojado por la decisión de su padre de quedarse a
restaurar la casa. Una bandeja con brasas a la mesa: se sientan a comer. La situación es incómoda, de
pocas palabras y chistes forzados, mayormente por parte de Pedro, quien intenta torpemente distender el
extraño encuentro. Cuando Marco dice que la casa está arruinada, su hermano propone tirarla abajo y
vender todo el terreno. Marco se opone, y así bordean una discusión que esconde, tras las diferencias en
torno a la propiedad, la intimidad del pasado familiar. Marco se pone nervioso, estira el brazo para servirse
de la bandeja caliente y se quema una mano, una de sus principales herramientas para relacionarse con el
mundo.
Ahora en la cocina de la casa, su cuñada Julia le pasa un algodón por sobre la quemadura, con
lentitud y afecto, casi con devoción. Julia le pide perdón a Marco por las impertinencias de Pedro, quizás no
es momento aún para hablar sobre la casa. Marco recuerda a Julia de cuando eran chicos, y al remontar
recuerdos ella se deja tocar la cara para ver cómo ha envejecido. Julia está contenta de ver de nuevo a
Marco, su vida tampoco ha sido muy fácil junto a Pedro... Al regresar a la mesa, Pedro se expresa
incoherentemente, . Ha tomado demás. Trata de volver al tema de la casa, pero Marco entonces se da
cuenta la ausencia de su hijo: “¿Y Martín?” pregunta.
Manolo maneja un coche a pesar de tener tan solo 13 años. Junto a él va un chico, y detrás va Martín
entre otros dos. Fuman cigarrillos. Llegan a una plaza en donde unas chicas los esperan. El ambiente es
festivo y provinciano. Martín es “nuevo” en el pueblo, es el centro de atención, a las chicas les gusta que
sea de capital, que juegue al waterpolo, y lo llenan preguntas dejando en evidencia más datos sobre la
vida de Pedro y Marcos como hermanos: hubo alguna vez un accidente, hubo alguna vez padres muertos,
hubo alguna vez una tía que debió hacerse cargo, hubo una sola persona en aquel accidente que salió
ileso: Pedro.
La mano de Marco se apoya sobre el hombro de Julia. Ella lo acompaña a la casa de regreso
después del asado. Bordean una ruta: camiones pasan muy cerca, se levanta polvo… Marco está
preocupado por Martín, ella lo tranquiliza porque es un pueblo chico, “y no pasa nada”. Así, Julia le
pregunta cómo hizo, siendo ciego, para criar a sus hijos, Marco, brutalmente, casi celoso, le responde que
seguramente le fue más sencillo que criar hijos con un padre como Pedro. Julia se queda ofendida. Marco le
pide perdón. Y es entonces cuando la bocina de un camión les corta el aliento y apuran el paso.
Herramientas colgadas en la pared. Marco y Martín limpian el cobertizo. Marco le cuenta a Martín
para qué sirve cada una de las herramientas, el hijo lo escucha de mala gana. Afuera el sol raja la tierra: y
ya adentro de la pileta, la limpian, sacando el agua podrida, cubriendo las grietas con una pasta, las
rajaduras, sacando partes sueltas del interior. Marco se da cuenta de que no hay trampolín y que Martín le
había mentido. Marco le pregunta por qué le mintió, Martín le responde que lo hizo para cuidarlo.
Marco, dominado por un aluvión de sensaciones, no sabe si enternecerse o enojarse. Solo dice “Dale,
apuremos que va a llover.” Martín contradice, “No, no hay ni una nube”. Marco, tajante; le dice que puede
oler la lluvia. Minutos después, ya empapados, y con una tormenta afuera, Marco le enseña a su hijo una
receta de Tía Ana, y Martín va viendo, con admiración y silencioso respeto, cómo su padre la cocina y lo
asiste, mientras que el papá le cuenta cómo conoció a su madre Clara: en la primera cita, le cocinó ese
plato.
Ruido de vasos que confrontan; bebidas, humo, cigarrillos. Un bar en el pueblo. El bullicio lo confunde
tanto como el silencio absoluto. Los hermanos discuten en torno a la casona y el terreno. Dos posturas se
confrontan: Marco la quiere restaurar y conservar, esa casa es la única memoria visual que aún mantiene,
mientras que Pedro saca a la luz que está endeudado, que necesita el dinero para su familia, que tienen
que venderlo todo para no quedarse en la calle. La discusión llega a un punto muerto: no logran llegar a un
acuerdo. Deciden irse, y a la salida, Pedro, se pone a discutir con un hombre. Marco queda en medio de los
empujones y termina evitando la pelea conteniendo a su hermano borracho con paciencia e inteligencia.
Martín observa esta desconocida actitud del padre con admiración y orgullo.
Entonces un martillazo: Marco clava una madera subido al techo. A su lado, Martín le pasa las
herramientas, y en torno a ellos, la desmesura de una naturaleza extraña y perturbadora. Marco le pide a
Martín que ahora ponga él la madera. Le va explicando qué es lo que tiene que hacer para arreglar la
fisura. Luego, ese mismo día, en un bote en el río, padre e hijo reman. Marco se queda en calzoncillos y se
tira al agua a nadar, le dice a Martín que se tire con él. Martín teme que una palometa le muerda el pie,
pero Marco que le dice que se haga hombre y enfrente el riesgo. Entonces los dos, padre e hijo, nadan en el
agua. Y a este sonido, se suma el cascabel de una pelota que se golpea: Marco y Martín juegan al futbol
con Manolo y sus amigos. Y así, exhausto y satisfecho, Marco se tira a dormitar en el pasto. Cierra los ojos
extasiado. Se funde con la naturaleza sintiendo un intenso placer recobrado.
La mano de Manolo hurga en la bosta de los cebúes: saca cucumelos. Con sus amigos limpian los
hongos y se los comen. Martín explora: escucha con más intensidad y ve más colores. Los chicos hacen un
círculo y juegan a una masturbación grupal. Y después, echados en la tierra, Martín y Manolo, hablan de la
ceguera de Marco. Martín cuenta anécdotas que recuerda de su relación con Marco de más chico,
situaciones que hacían que su padre fuese diferente por su ceguera. Luego le cuenta que su padre siempre
entra a su habitación a “mirarlo” mientras duerme, y que él siente que lo mira.
En la casa, solo, Marco habla por teléfono con su mujer: su deseo ahora ha aumentado: siente la
necesidad de volver a vivir en Formosa y dejar atrás Buenos Aires. Clara se asombra. Marco le pide que se
tome un ómnibus y que venga unos días y pruebe. Entonces llega Pedro para organizar aquellos pocos
papeles que anticipó: Pedro le pasa entonces papeles a Marco diciéndole que son solo permisos, pero justo
antes de firmar, Martín reaparece y frena la pluma del padre salvándolo del engaño: son escrituras de
venta. Pedro estuvo a punto de engañar a su hermano ciego haciéndolo firmar la venta de la casa y el
terreno. Marco le pide a Martín que le lea el documento. Enfurecido, echa a su hermano de la casa en un
estado de crisis, nerviosismo y desilusión que lo hace tropezar contra la mesa y caerse.
Mezclas de materiales, un balde. revocan la pared, el padre le enseña al hijo: hay, entre ellos, un lazo
mucho más fuerte, una corriente de unión y no de rivalidad. Pero a la tarde, cuando oscurece, y el arreglo
de la pared está terminado, Marco le cuenta a Martín que Clara y Nina vendrán por un tiempo a Formosa.
Martín se enfurece: no lo acepta, quiere regresar de una vez a Buenos Aires. Discute con su padre: ¿por qué
siempre tiene que hacer lo que quiere? Ha abandonado el equipo de waterpolo, perdido su puesto de
capitán en la final, dejado a sus amigos… Su papá le había prometido volver en cuanto antes. Martín saca a
la luz rencores, y en una catarsis de emociones le dice que lo odia. Martín sale de la casa hacia el bosque
en una carrera frenética y alocada.
Pisotones sobre pasto y barro, entre ramas, entre hojas. Martín penetra veloz y a los tumbos al bosque,
llorando. Los pies descalzos de Marco entre los yuyos vienen mucho más atrás. Grita el nombre de su hijo
cientos de veces. Martín no responde. Entonces, la naturaleza muestra su lado más salvaje: una pequeña
yarará pica a Marco. Al grito de dolor, llega Martín que levanta a su padre para salvarlo nuevamente, esta
vez no de un engaño, sino de la muerte. Lo arrastra en sus brazos fuera del bosque.
Golpes y gritos a la puerta de Pedro para pedir ayuda. Y es el mismo Pedro, el hermano antagónico
que quiso engañarlo, quien lo salva e impide que el veneno se le cuele: le corta el pasaje haciendo salir un
poco de sangre y le chupa la herida y la escupe. Martín presencia la escena espantado. Julia lo abraza.
Marco descansa en su cama, y la acción se revierte: Martín es quien se asoma a su cuarto para mirar
cómo está. Martín le toma la mano al padre: y esa mano de niño, entonces luego frota una madera bajo el
sol. Martín carga una madera para hacer el trampolín de la pileta. Mientras trabaja, lijándole un lado, la
mano de una mujer se apoya en su hombro: su mamá ha llegado. La hermanita de Martín salta sobre su
hermano mayor, feliz por el reencuentro. Martín le enseña a Clara la casa, le cuenta lo que han arreglado
con Marco, y le agrega anécdotas que le contó Marco de su niñez: de esta manera, sin ser consciente de
esto, deja asentada la transmisión de generación en generación del relato oral del padre. Y al caer la
noche, luego del reencuentro entre marido y mujer, se lleva a cabo la cena la familiar. Marco, Martín, Clara
y la hija. Ahora, a diferencia de la cena del inicio, la relación entre padre e hijo está afianzada y los dos
cuentan anécdotas conjuntas.
Agua que salpica, esta vez es agua del río: es la misma orilla en donde Martín dejó solo a su padre la
primera vez que fueron al río. Ahora es Nina que excitada juega con Clara en el agüita de la orilla. Martín le
pregunta a su papá si quiere acompañarlo al lugar adonde fue aquella tarde cuando lo dejó solo: dice que
conoció un lugar maravilloso. Entonces emprenden la marcha, Marco apoya la mano en el hombro del hijo,
y Nina, desde el agua, le pregunta a la mamá “¿por qué papá siempre tiene la mano apoyada en Martín?”.
Sucede entonces que padre e hijo caminan hacia un monte pedregoso. La caminata es dificultosa,
Martín explica que llegarán a un estanque con una vista que desea describirle. Y, antes de llegar, en medio
de la caminata, en esa zona desconocida para Marco, el padre pierde la necesidad de sostener al hijo. En
este escenario nuevo, yendo hacia un lugar que sólo Martín conoce, Marco suelta el hombro de su hijo y
empiezan a moverse separadamente.
PROPUESTA DE DIRECCIÓN
Introducción
Siempre me pregunté si el hecho de no ver es, de algún modo, una manera de no estar, de vivir la vida
como testigo pasivo, como un hombre invisible, de aislarse y protegerse, de que no te vean. Todavía me lo
pregunto.
Ciego cuenta el viaje que realizan un hombre ciego de 55 años y su hijo de 13 quien lo va a guiar hasta
llegar a la casa donde pasó su infancia cuando todavía veía. La casa es el ultimo recuerdo visual que
conserva con nitidez.
Padre e hijo: dos personajes que se necesitan, se buscan, se complementan, se rechazan, se protegen.
Ciego se desarrolla narrativamente a través de tres ejes: el doble, la metamorfosis interna y la metamorfosis
ciudad-campo.
El doble
En Ciego me interesa reflejar una especie de alter-ego reversible, de doppelganger cambiante entre el
padre y el hijo, un intercambio fluctuante, una oscilación, un tráfico de roles entre el que ve y el que no ve.
Quisiera trabajar el vínculo entre ellos a partir de la idea de un entero dividido en dos. Dos mitades que se
precisan para completarse como un todo. Dos mitades que trabajan mecánicamente en conjunto: sístolediástole; inhalación-exhalación, acción-reacción. El brazo del padre apoyando en el hombro de su hijo:
gesto de invalidez, de amparo, de funcionamiento de-a-dos y, también, de helada toma de distancia.
Me atrae trabajar la convivencia de dos personajes tan distintos entre sí, que a pesar del lazo sanguíneo,
por momentos es como si se empezaran a conocer.
Esta estructura dual será construida, a lo largo del film, a través de encuadres conjuntos aunque los veamos
hacer acciones separados, de escenas de aprendizajes compartidos, de líneas de diálogo y de la dirección
de arte.
La metamorfosis interna
En Ciego se pondrá foco en el estado latente y en la metamorfosis de estos dos personajes: el padre a partir
de su discapacidad y el hijo a partir de su pubertad.
Me interesa desarrollar la idea de memoria como construcción de presente, como proyección hacia el
futuro, como resultado del aprendizaje. La idea cíclica del origen siempre presente. Volver a la infancia, al
pueblo, a un amor. Volver a ser. El origen no como espacio melancólico sino como cimiento, como base
sólida para construir el yo.
Me imagino una actuación contenida pero intensa, que construya a partir de la modificación interna y la
ausencia. No ver, no saber, no conocer, pero necesitar y desear. Los personajes van cambiando su forma
inicial hasta camuflarse con el sentido más primitivo del género humano. Comienzan erguidos, seguros,
“civilizados” y poco a poco van perdiendo mente y ganando cuerpo: se permiten la imperfección,
comienzan a ser más intuitivos, más sensoriales, a acercarse a un estado salvaje.
La metamorfosis externa
Propongo en Ciego recrear el tránsito campo-ciudad-campo, aunque los que vuelven al origen ya no son
los mismo, por supuesto. El padre conocía los colores, los árboles, el río, pero ya no. Solo conserva el
recuerdo mental de ellos.
Me inspira la sensación del viaje. El viaje espiritual, el físico, el iniciático, el final. El viaje hacia el origen y el
viaje hacia el destino. Busco a través de este viaje y de esta relación filial, ser testigo de la oscilante relación
protector-protegido, visionario-enceguecido, despertar-ocaso, descubrimiento-redescubrimiento, origendestino, yo y el otro que pude haber sido. Un padre que necesita de la ayuda de su hijo para caminar, que
pide
ayuda para ir al baño, y un hijo que lo protege del engaño, que los resguarda de la ambición adulta.
Deseo filmar en zonas pantanosas y montes, donde el espectador y los personajes se van involucrando con
la naturaleza hasta quedar dentro. El paisaje como personaje más que decorado. La tierra como útero,
cómo espacio de contención. El agua como elemento liberador y redentor, y como símbolo del constante
devenir.
El padre será un actor ciego. Quiero trabajar con el verdadero vínculo que tiene un ciego con el otro. Me
parece muy importante la pérdida de referencia y ubicación exacta del otro. Durante la investigación que
realicé con ciegos, fui grabando charlas, encuentros, situaciones y la capacidad de dirigir la mirada al otro
en una conversación, la relación con la cámara, la torpeza de sus desplazamientos son parte valiosa para
incluir dentro de la narrativa de la película.
Me atrae el uso de la cámara como un personaje más: un testigo omnisciente capaz de acompañar y
sugerir a la vez. Una ventana inquieta a una realidad ajena.
Quiero construir una película que pueda ser tan oída como vista. Juntas y por separado. Construir el sonido
como un elemento narrativo paralelo a la imagen. Me atrae la idea que pueda ser ¨vista¨ por los ciegos,
elaborando diálogos que narran, sugieren y acompañan de manera tangencial la comprensión de la
historia.
Me gusta pensar el cine como una experiencia audiovisual a la cual hay que ponerle el cuerpo. Me ilusiona
imaginar al espectador inmerso en un viaje audiovisual, no solo con goce, sino generar una incomodidad
manifiesta, cierta perturbación. Me gusta contar a partir de la imprevisibilidad, de lo inesperado. Respeto y
necesito las convenciones para poder hacer de ellas otras diferentes, en mi propio idioma.
Pienso en Ciego como una película para acercarse visualmente a realidades cotidianas desde otra mirada.
Disfrutar de la belleza de los paisajes, de los encuadres, de la particularidad del barro, el agua, de las
arrugas de un rostro. Un relato a través de los detalles de dos personajes, la interacción entre ellos y con
otros y de la inmensidad del paisaje.
Una referencia importante para CIEGO es “Luz silenciosa” del director mexicano Carlos Reygadas por la
sencillez y profundidad con la que construye un universo. Al mismo tiempo que
Ciego es una película que roza el límite imperceptible del registro documental y la ficción. Me interesa
trabajar con una base sólida de guion pero dándole libertad de acción y movimiento a un actor ciego.
Subirme a su registro y acompañarlo, utilizarlo narrativamente.
Durante un periodo de dos años de investigación, asistí a un centro de rehabilitación para ciegos y personas
con baja visión. Allí viví momentos inolvidables, conocí y aprendí sobre ciegos. Filmé pruebas y experimenté
situaciones muy valiosas para trabajar en el set. Entre otras cosas descubrí que la relación que tiene un ciego
con otra persona y sin duda con la cámara, es muy particular y diferente a la que habitualmente vemos. Si
bien tienen conciencia de la ubicación del otro, pierden la exactitud, la precisión y encuentro en eso una
herramienta muy rica para utilizar narrativamente. Su lentitud, su torpeza, sus temores y convicciones serán
elementos para construir el personaje del padre.
Para el personaje del hijo, me imagino un niño al que todavía le está cambiando la voz, un cuerpo formado,
fornido, con el pensamiento de un chico de 13 años recién cumplidos. Martín todavía no es consciente del
cambio de su cuerpo. A veces se choca con los marcos de las puertas, o tiene exceso de fuerza capaz de
lastimar, al mismo tiempo que la noche lo inquieta y la oscuridad atemoriza.
El ritmo de montaje está vinculado al ritmo interno de los personajes. No solo a sus acciones, sino también a
sus reflexiones, a su búsqueda interna, a sus dudas.
Como epílogo de Ciego, propongo decir que, a pesar de todo, el hombre tiene a su alcance la ruptura, la
resignificación, el cambio de vida, si es que se anima a ser soberano de su propio destino.
CARTA DE MOTIVACIÓN DEL PRODUCTOR
Producir cine hoy es el acto consciente de alguien que es guiado por impulsos de los cuales no puede terminar de
medir las consecuencias. Pero aún así, actúa. Y lo que es más extraño es que en ese cerrar de ojos y tirarse a una pileta
vacía no se rompe el alma. Antes bien, sigue acumulando fuerzas para volver a hacerlo. Es decir, se necesita estar
ciego para no ver. Y hacer esta película es parte de ese ejercicio de la voluntad y el deseo.
Ahora: ¿cómo me decido a encarar este proyecto de Fernando Zuber, a torturarme de aquí a varios años? Porque lo
que voy descubriendo desde la primera vez que me lo contó no hace más que seducirme, que motivarme, que
generar ansiedad de ver esas imágenes de un ciego caminando por paisajes intestables de colores primarios, al hijo
guiando a su padre entre las ciénagas del crecimiento entre las cuales él mismo confunde su norte.
He estado cerca desde antes de que hubiera una sinopsis escrita. Ciego participó de algunos laboratorios de
proyectos (Bal, Typa) y recibió el apoyo del Hubert Bals Fund.
De ahí en más arrancó para mí un proceso de pensar un diseño de producción que permita filmar la película sin que
sea un suicidio.
Y lo primero que hice en ese momento fue charlar con el director para entender su permeabilidad a las realidades
económicas que influirán sobre la dirección. Con el correr de las charlas fui percibiendo la madurez y la receptividad
de Fernando. Ese fue mi ticket de entrada definitivo. Mi imaginación empezó a correr. Pude verme embarcado,
comprometiéndome en lo afectivo, en la dedicación y en el terreno concreto de la realización del proyecto. Es decir,
tomé la decisión de arriesgarme.
Hoy ya pasaron varias versiones del guion y con la ayuda de un co-guionista, Fernando pudo llegar a la versión
definitiva, previa al rodaje.
La potencia expresiva y la claridad con la que Fernando sigue encontrando hilos en el enjambre de ideas para Ciego,
tiene encendida la confianza de todos los que se van involucrando junto a nosotros. Y eso me entusiasma.
NICOLAS AVRUJ
BIOFILMOGRAFIA DEL DIRECTOR
Fernando Zuber nació en Buenos Aires el 2 de enero de 1977.
Proveniente de las artes visuales, ha dirigido publicidades, documentales, realizado puestas teatrales,
perfomances multimedia y trabajos gráficos.
En 2000, Fabrica, el centro de investigación y comunicación de Benetton ubicado en Italia, le concede una
beca. Allí permanece durante dos años desarrollando campañas de comunicación para empresas como
Coca Cola, Tim y La Biennale di Venezia y para fundaciones como Witness de Peter Gabriel y FAO de las
Naciones Unidas. Asimismo desarrolla una serie de documentales para la revista Colors fundada por Oliviero
Toscani y Tibor Kalman; como Trash, Choi Hung Estate y Patagonia.
Su trabajo ha sido expuesto en museos como el Centre Pompidou de Paris, el Instituto Italiano de Cultura de
Londres, el MALBA y la Feria del Mueble de Milán.
Su primer largometraje, Soledad al fin del mundo, se ha presentado en diversos festivales alrededor del
mundo, como el de Rotterdam, Torino, Ciudad de México, Gijón, Barcelona y Corea, obteniendo entre
otros el Premio Especial del Jurado del BAFICI 2006.
Ciego es su primer largometraje de ficción.
BIOFILMOGRAFIA DEL PRODUCTOR
Diego Lerman nació en Buenos Aires el 26 de marzo de 1976.
En 2005, fundó CAMPO CINE junto a Nicolás Avruj desde dónde comenzaron a producir sus películas y la de otros
directores entre las que se destacan “Porfirio” de Alejandro Landes (Cannes / Quincena de realizadores 2011) , “Soi Cumbio”
documental de Andrea Yannino (Guadalajara 2011) y “Voyages, Voyages” largometraje de Edouard Deluc.
FILMOGRAFÍA COMO DIRECTOR DE CINE
- “La Prueba” (1999) – Cortometraje.
- “Tan de Repente” (2003) – Largometraje.
- “La Guerra de los Gimnasios” (2005) – Mediometraje.
- “Mientras Tanto” (2006) – Largometraje.
- “Servicios Prestados” (2007) – telefilm documental.
- “La Mirada Invisible” (2010) - Largometraje.
En Televisión dirigió y produjo distintas series para Canales culturales entre las que se destacan.
- “Fotos, retrato de un país” (dir Fernando Zuber) 2011
- “Clementina” (dir Nicolás Avruj) 2011
- “Entrevistas” (dir Diergo Lerman) 2011
- “Propaganda” (dir. Alejandro Hartmann) 2012
- “La Ley” (dir. Nicolás Avruj) 2012
En Teatro dirigió :
- “Nada del amor me produce envidia” (con María Merlino / texto Santiago Loza 2008 / 2012)
- “Que me haz hecho, vida mía” (con María Merlino / texto Marcelo Pitrola) 2012
Trabaja indistintamente como script doctor, como docente de actuación, de dirección y de guión dando seminarios tanto en el
país como en el extranjero.
BIOFILMOGRAFIA DEL PRODUCTOR
Nicolás Avruj nació en Buenos Aires el 23 de julio de 1975.
Coproductor y productor ejecutivo de “Voyages, Voyages”, largometraje dirigido por Edouard Deluc. En
coproducción con Bizibi (Francia). Actualmente en postroducción
Coproductor y productor ejecutivo de “Porfirio”, largometraje dirigido por Alejandro Landes -Cannes 2011, Quinzaine des
realisateurs.
En 2010 productor ejecutivo de “La Mirada Invisible”, largometraje dirigido por Diego Lerman, Cannes, Quincena de los
Realizadores -y ha recibido el Sundance/NHK award 2009, Ibermedia y Fonds Sud.
Productor de “Soi Cumbio”, dirigido por Andrea Yannino, selección oficial en Guadalajara, Huelva y Bafici, 2011.
Productor ejecutivo de “Donde está Kim Bassinger”, mediometraje dirigido por , coproducido junto a Bizibi, Francia, 2009, ganador
en Clermont Ferrand 2010, Les Lutins.
Productor ejecutivo “La Guerra de los gimnasios”, dirigido por Diego Lerman, que ha participado en Locarno Film Festival, 2004,
Rotterdam Film Festival, BAFICI, Huesca.
Productor de “Oscar”, largometraje documental dirigido por Sergio Morkin. Galardonado por la Fundación Alterciné (Canadá),
Premio AECI (España) Fondo nacional de las artes (Argentina). Premio JVC, Guadalajara 2004. Mención especial del jurado al
mejor documental Festival de cine pobre de Gibara, Cuba, Mejor documental derechos humanos, Vermont 2005, Derhumalc (Sgo.
Del Estero).
Productor de series de TV, entre las cuales se encuentran
- “Fotos, retrato de un país” (8 x 26’), dirigida por Fernando Zuber
- “Entrevistas” (6 x 26’) dirigida por Diego Lerman
- “Ley Pareja” (1 x 26’), dirigida por Fernando Zuber
- “Propaganda” (8 x 26’) dirigida por Alejandro Hartmann
CAMPO CINE
En el año 2005, luego de tener experiencias como productores por separado - Diego Lerman con “Tan de Repente” (2002) de Diego Lerman y Nicolás Avruj con
“Oscar” (2004) de Sergio Morkin, deciden asociarse y nace así Campo Cine.
Es en ese mismo año que producen conjuntamente “La Guerra de los Gimnasios” de Diego Lerman (2005) mediometraje fundacional de Campo Cine.
A partir de esta experiencia común son responsables de manera parcial de diversas realizaciones y producciones tanto nacionales como internacionales
(videoclips, institucionales, servicios de producción) que permiten en paralelo el desarrollo de los proyectos cinematográficos.
Es en el año 2009 que la productora finalmente cobra entidad legal y desde allí producen íntegramente “La Mirada Invisible” de Diego Lerman (2010) que es
estrenada mundialmente durante el Festival de Cannes en la Quincena de los Realizadores. Con gran repercusión de la crítica y el público a nivel tanto Nacional
como Internacional dicha película hizo un amplío recorrido siendo estrenada en numerosos territorios (21 países) como así también adquirida por varios
canales de TV en todo el mundo (NHK Japón / Canal + Francia / LAP TV Latinoamérica / Canal 7 Argentina, entre otros).
En el año 2011 Campo Cine co.produce “Porfirio” de Alejandro Landes (que es también estrenada mundialmente durante el Festival de Cannes en la Quincena
de los Realizadores) y produce también el mismo año el documental “Soi Cumbio” de Andrea Yannino (estrenado internacionalmente en la Competencia
Internacional del Festival de Guadalajara).
En 2012 Campo cine co.produce “Marriage a Mendoza“ de Edouard Deluc, coproducida con Bizibi (Francia) y Versus (Bélgica) con el apoyo de Canal+, película
basada en el cortometraje del mismo director “Dónde está Kim Bassinger?” que ambas productoras co.produjeron en el año 2009 y que ganó más de 30
premios internacionales incluyendo Mejor Cortometraje del Festival de Clemont Ferrand (2010).
También en el año 2011 se funda Campo TV un área de Campo Cine especializada en la producción de televisión cultural, y se mudan las instalaciones a una
antigua casona que solía funcionar cómo imprenta en el barrio de La Paternal, produciendo su primer proyecto para TV ”Fotos, retrato de un país” dirigido por
Fernando Zuber (serie emitida por Canal Encuentro y Canal 7).
Luego, Campo TV produjo distintas series documentales a lo largo del año entre las que se encuentran “Clementina” dirigida por Nicolás Avruj (Canal
Encuentro) y “Entrevistas” dirigida por Diego Lerman (Canal Encuentro).
El área de TV sigue produciendo a lo largo de 2012 y 2013 nuevas series documentales y ampliando su staff de directores. Entre las series que se destacan se
encuentran : ”Matrimonio Igualitario” (dir: Fernando Zuber / Canal Encuentro), ”La Ley” (dir: Nicolás Avruj / Canal Aqua), ”Propaganda” (dir: Alejandro
Hartmann / Canal Aqua) ”Industria Nacional 2” (dir. Pablo Mazzolo / Canal Encuentro), ”Fotos, retrato de un país 2” (dir. Jonathan Perel / Canal Encuentro).
2013 ve nacer la primera producción de ficción para TV. Una serie llamada ”La Casa”, de 13 unitarios de 48 minutos para prime time (con la actuación de
Mercedes Morán, Cristina Banegas, Erica Rivas, Mirta Busnelli, Julieta Diaz, Belén Blanco, Rafael Spregelburd, Claudio Tolcachir, Gonzalo Heredia, Luis
Ziembrowski entre otros) co.escrita y dirigida por Diego Lerman.
Este año Campo Cine estrenará “Refugiado” de Diego Lerman (co.producción con Polonia, Francia, Colombia y Alemania) película seleccionada para Festival de
Cannes en la Quincena de los Realizadores de 2014.
Actualmente la Productora se encuentra desarrollando los largometrajes de ficción
“Mi Amiga del Parque”, de Ana Katz“ que muy pronto comenzará su rodaje.
Otros proyectos son ”Ciego” de Fernando Zuber (co.producción con Holanda) ”Disparen sobre el Pacifista” película documental de Nicolás Avruj (co.producción
con Israel, actualmente en post producción), “Sueño Florianópolis” de Ana Katz, (en coproducción con Pródigo Films de Brasil). “Sin Título” de Diego Lerman
(en fase de desarrollo).
CARTA DE MOTIVACIÓN DEL DIRECTOR
Fui criado por un discapacitado, y su discapacidad me esclavizó y me liberó. A partir de esta evocación,
Ciego cobra vida propia y sus disgresiones son esta película.
Necesito hablar sobre el Padre. Necesito embadurnarme de ceguera, de ser alguien diferente en un mundo
que no fue diseñado para gente ciega. Meterme con la aspereza, la demora, la humillación, la intemperie,
la perplejidad que eso genera. Sentirme el Otro, el Distinto como molestia, como amenaza. Necesito
también decir que, a pesar de todo, el hombre tiene a su alcance la ruptura, la resignificación, el volantazo,
si es que se anima a ser soberano de su propio destino.
Necesito hablar sobre el Hijo. Un hijo adolescente que, si bien ha sido cuidado, debe ocuparse de aquél que
le dio vida. Un hijo que ha sentido siempre el brazo extendido de su padre sobre su hombro, en un gesto de
invalidez, de amparo y también de helada toma de distancia. Un hijo que ve, pero aun no sabe qué es lo
que ve.
Y el viaje. El viaje espiritual, el físico, el iniciático, el final. El viaje hacia el origen y el viaje hacia el destino.
Busco a través de este viaje y de esta relación filial, ser testigo de la oscilante relación protector-protegido,
visionario-enceguecido,
despertar-ocaso, descubrimiento-redescubrimiento, origen-destino, yo y el otro que pude haber sido.
INFORMACION TECNICA
Título: Ciego
Género: Drama
Formato: HD 4K RED
Formato de proyección: 35mm
Duración estimada: 85 min.
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