LA PIEZA DEL MES Mosaico de Atalanta y Meleagro Las villas romanas nacieron como residencias de recreo situadas en el campo a las que los dueños acudían sólo durante ciertas épocas del año. En el siglo III d.C. se produjo una crisis económica que afectó especialmente al mundo urbano, por lo que las villas se convierten en unidades de producción de vital importancia, rodeadas de tierras fértiles que pueden ser cultivadas para comerciar con sus productos. El valle del Duero va a contemplar a lo largo del siglo IV un florecimiento de estos latifundios, que se constituyen en unidades socioeconómicas autónomas, disponiendo incluso de ejército propio. Con los asentamientos de pueblos germanos en los años 494 y 497 comienza un periodo de decadencia y desaparición de las villas, poniéndose fin a la cultura romana en Hispania. En 1975, en el transcurso de unas excavaciones arqueológicas en la villa tardorromana de Cardeñajimeno, muy cerca de la ciudad de Burgos, aparece, a tan sólo 30 centímetros de profundidad, el imponente mosaico de Atalanta y Meleagro, que decoraba la estancia más importante de la villa. Los mosaicos eran unos pavimentos de lujo que adornaban las principales habitaciones de la villa. Su elaboración era una tarea compleja y necesitaba de mucha paciencia. Están formados por pequeñas piedrecitas cuadradas de diversos colores llamadas "teselas" que el artesano va ensamblando cuidadosamente. Fechado a finales del siglo IV, este mosaico está dedicado al tema mitológico de Atalanta y Meleagro partiendo hacia la caza del peligroso jabalí de Calidón, que había sido enviado por la diosa Artemisa como castigo por no haberla dedicado sacrificios. En el cuadro central del mosaico aparecen Atalanta y Meleagro acompañados por un servidor. El centro estaba ocupado por un caballo, del que sólo se conserva parte del cuarto delantero. Alrededor del cuadro central discurre una interesante cenefa con escenas de caza y, al exterior, sobre fondo negro, una serie de medallones formados por roleos en cuyo interior se disponen cabezas humanas y prótomos de felinos. El jabalí de Calidón El rey Eneo de Calidón, una antigua ciudad griega, celebraba sacrificios anuales en honor a los dioses. Un año olvidó incluir a Artemisa en sus ofrendas. Ésta, ofendida, soltó al jabalí más grande y feroz imaginable en los alrededores de Calidón, obligando a la gente a refugiarse dentro de la ciudad, donde empezaron a morirse de hambre. Eneo envió mensajeros a buscar a los mejores cazadores de Grecia, ofreciéndoles la piel y los colmillos del jabalí como premio. Entre los que respondieron estaba el propio hijo de Eneo, Meleagro, y la cazadora Atalanta, enviada por Artemisa. Muchos de los cazadores se negaban a ir con una mujer, pero Meleagro, enamorado de ella, les convenció. Atalanta logró herir al jabalí con una flecha y Meleagro lo remató y le ofreció la piel a ella. Pero los hijos de Testio, avergonzados, se la arrebataron. Meleagro mató a los hijos de Testio y devolvió la piel a Atalanta. Altea, madre de Meleagro, que era familia de los asesinados, cogió el tizón de Meleagro y lo arrojó al fuego, provocando la muerte de su hijo. Y es que, cuando éste era un niño, las Moiras (personificaciones del destino) anunciaron a su madre que su vida estaría ligada a un tizón de leña, que la propia Altea guardó cuidadosamente. De esta manera, Artemisa consiguió vengarse de Eneo.