DR. ELÍAS ANTONIO SACA GONZÁLEZ, CANDIDATO PRESIDENCIAL DE LA UNIDAD DE EL SALVADOR *Discurso pronunciado en el XX Congreso de ODCA, Foro internacional “Nueva Agenda Latinoamericana” 23 de agosto de 2013, México D.F DESAFÍOS Y PROPUESTAS HUMANISTAS PARA LA REGIÓN Muy buenas tardes para todos, quiero agradecer en primer lugar la oportunidad de formar parte de este encuentro internacional en el que se analiza uno de los temas más cruciales para el presente y, sobre todo, para el futuro de nuestros países. Nuestra sola presencia en este “Foro Internacional sobre la Nueva Agenda Latinoamericana”, demuestra el compromiso personal e institucional que tenemos por el desarrollo y bienestar de nuestros pueblos. Saludo con especial aprecio a nuestros amigos de la Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA), que celebran aquí su vigésimo Congreso. Recuerdo cuando en marzo de 2009, fecha en que este servidor estaba a punto de finalizar su período de Gobierno, les recibimos allá, en El Salvador, en un encuentro similar. Sin duda, aquella se trató de una actividad muy especial, sobre todo porque ese 2009 fue el año del relanzamiento de la ODCA y sus valores en toda Latinoamérica. Quiero felicitar a su Presidente, Jorge Ocejo Moreno, y a su vicepresidente, mi compatriota y amigo Rodolfo Parker, por el rumbo firme que le están dando a esta organización continental en aras de fortalecer su ideología basada en principios de libertad, humanismo y cohesión social. Saludamos también con mucha simpatía y gran esperanza los esfuerzos que hoy impulsan junto a la Fundación Konrad Adenauer y nuestros anfitriones del Partido Acción Nacional (PAN). Estamos seguros que juntos ayudaremos a construir la nueva agenda latinoamericana que estamos buscando. Debo aprovechar este primer momento para hacer referencia a la hospitalidad mexicana, ya que este hermoso país siempre ha evocado en mi los más profundos sentimientos de gratitud por ser un pueblo que ha sabido identificarse y apoyar a todos nuestros países, pero principalmente a El Salvador, en los momentos duros de nuestra historia. Quiero recordar que tras el fratricida conflicto armado que desangró a tantos hermanos salvadoreños en la década de los 80, las partes involucradas firmaron en el imponente Castillo de Chapultepec, los acuerdos que llevaron la paz a El Salvador en el año de 1992, creando toda una nueva institucionalidad democrática. Los salvadoreños estamos convencidos de que sólo en la paz, en la armonía y en la superación democrática de las diferencias, se construye el futuro de progreso y justicia, de pluralismo y participación que merecen nuestros pueblos. Ese es el espíritu con el que salvadoreños, mexicanos, colombianos, ecuatorianos, cubanos y latinoamericanos en general debemos trabajar, en lo individual y en lo colectivo para nuestro porvenir. Ese es el espíritu que debe prevalecer durante nuestras conversaciones diarias. Conversaciones entre políticos, empresarios, gobernantes, intelectuales, y entre los diversos sectores de nuestros países y que, forzosamente, debe verse reflejado en acuerdos de beneficio colectivo. Latinoamérica nunca debe perder de vista que el escenario internacional actual, caracterizado por la inestabilidad financiera, amenazas a la seguridad, crisis energética y crisis alimentaria presenta grandes retos y desafíos. Por lo tanto, dicho escenario no está para que nos pongamos a perder el tiempo en diferencias ideológicas o de metodología. Yo quisiera hacer algunas reflexiones. Esta mañana, cuando veníamos volando hacia México, platicábamos sobre la nueva agenda latinoamericana, por supuesto, poniendo en el centro de todas nuestras políticas a la gente. Cuando fui presidente, lanzamos programas sociales impactantes con importantes reducciones de la pobreza, pero pusimos en el centro a la gente. Trabajamos para que la economía creciera, pero no para que la gente estuviera al servicio de la economía, sino para que la economía estuviera al servicio de la gente. Y eso se logró. Hoy quisiera proponerles unas ideas para una agenda latinoamericana. Nuestros pueblos exigen cambios, que sea relanzada la relación ciudadanía – partidos políticos de manera lógica y no ideológica, para poder transformar el avance de una anti-política, de una actitud anti-partidos muy peligrosa. Pero, ¿por qué ocurre una cierta desafección con la democracia y el sistema de partidos? Sería ingrato no reconocer todos los avances en materia democrática alcanzados en el continente. Sin embargo, tenemos que preguntarnos: Se traduce la democracia en el bienestar de los ciudadanos, se traduce la democracia en paz social, se traduce la democracia en igualdad para todos, se traduce la democracia en la disminución de las brechas, a pesar de los experimentos macroeconómicos, se traduce la democracia en poner a la gente en el centro de todas nuestras políticas públicas, se traduce esta democracia en mejor salud, mejor educación, y en una economía al servicio de la gente. Esta situación requiere del diálogo entre las naciones y de esfuerzos conjuntos creativos y muy sinceros para dar respuestas inmediatas a nuestros pueblos. Nuestros ciudadanos necesitan seguridad ante las crisis globales mencionadas y de ninguna manera les estamos ayudando si nos dedicamos a impulsar enfrentamientos ideológicos estériles que solo agotan nuestro intelecto y nuestros recursos. Si no actuamos ya, si no retomamos el rumbo que debemos, estaremos condenados a pagar las consecuencias negativas de una crisis aún más profunda que, hoy por hoy, estamos a tiempo de evitar. Estimados amigos: Si nuestras naciones están en paz y gozan de estabilidad, serán naciones que avancen con certeza hacia su progreso y desarrollo. Vemos que regiones, que poseen coincidencias pero también características muy variadas desde aspectos lingüísticos hasta intereses comerciales, emprenden con decisión la ruta hacia el desarrollo por las bondades de estar integrados. Terminemos de una vez por todas los enfrentamientos en nuestras fronteras. El mundo se abre cada día por medio de la tecnología, los grandes tratados y un mercado cada vez más global. Entonces ¿Por qué en nuestros países nos empeñamos en poner trabas fronterizas, obstáculos a nuestro comercio y al libre tránsito? La integración, no es algo que podamos evitar, sino más bien algo que debemos procurar… Que debemos buscar… y que debemos alcanzar. Reimpulsemos los procesos de integración y las grandes alianzas que fortalecen a las regiones, a fin de que juntos podamos redefinir nuestro futuro y salir de la crisis bien fortalecidos. A los centroamericanos les digo desde este foro: Tengamos en cuenta que los intentos del pasado en nuestra región fracasaron por la inestabilidad política y militar de muchos de nuestros países. Hoy el momento es distinto, es nuestro nuevo momento. Algunos países están haciendo apuestas por separado para convertirse en grandes centros logísticos o construyendo canales interoceánicos sin tomar en cuenta a sus vecinos. En algunos de estos proyectos compiten entre sí y en lugar de complementarse, terminan por separar a la región. La crisis solo debe ser vista como una oportunidad de la cual solo podemos salir unidos. Si lo hacemos así, lograremos la fortaleza regional necesaria y habremos definido una ruta bien marcada hacia el desarrollo sostenible. El tema de la seguridad de nuestras naciones y nuestros ciudadanos también debe ser visto desde el ámbito regional. Como bloque debemos promover iniciativas y estrategias conjuntas, así como mecanismos de diálogo permanentes, con miras a combatir la delincuencia organizada, el narcotráfico, las pandillas, el tráfico ilícito de armas y el tráfico y trata de indocumentados. Debemos actuar con valentía y determinación en el combate del crimen organizado transnacional, a fin de hacer un abordaje integral en la lucha contra estos flagelos. El intercambio de información y la ejecución de estrategias conjuntas son básicos para lograr con éxito este propósito. No olvidemos que nuestra región es vital para el mundo moderno y, por ello, no debemos actuar dispersos. La unidad regional es nuestro destino y debemos apreciarla con optimismo, a fin de estar preparados para ir en su búsqueda con confianza y determinación. Este servidor de ustedes abanderó el proceso de integración centroamericana con mucha determinación hace 5 años. Quiero decirles que a pesar de los obstáculos, alcanzamos grandes logros que necesitan seguimiento y continuidad. Con conocimiento de causa y retomando todo lo aprendido, es urgente dar un sólido impulso a la unidad regional centroamericana. Estimado amigos: Antes de lograr el desarrollo regional y la integración de nuestros países, primero debemos detenernos en un aspecto que mantiene agobiadas a muchas de nuestras sociedades. Me refiero a la estabilidad interna y a la paz social que anhelamos. Para algunos, quizás, no seamos el mejor ejemplo, pero es el que mejor conozco y aprecio, así que se los comparto con modesto orgullo y enorme esperanza: Como saben, nuestro país, El Salvador, salió de un período de guerra de cerca de 15 años y se reencontró con la paz, la reconciliación y el camino hacia una verdadera democracia hace apenas 20 años. La medición más certera de lo que le sucedió en nuestro país en el camino a la democratización –desde los gobiernos de unidad del Presidente Magaña y del democratacristiano José Napoleón Duarte hasta mi gobierno- lo expresa un censo poblacional que nos mostró con fidelidad y sustento estadístico científico, cómo El Salvador evolucionó en un marco de paz y cambio de mentalidad a partir de 1992. En El Salvador, desde que callamos las armas y firmamos la paz hace 20 años, los salvadoreños hemos dado enormes pasos de reconciliación, transformación social y cambios en el sector educativo que fundamentan la estabilidad económica y la armonía social. No podemos ocultar que existen otros problemas derivados del conflicto que estamos trabajando por solventar. Pero la base de la reconciliación y la transformación social es nuestra y la logramos con mucho trabajo de parte de todos, con el respaldo de decisiones gubernamentales responsables y reformas sensatas pensadas para ser sostenibles en el tiempo. Todos saben que un cambio de gobierno de diferente tendencia ideológica al nuestro ocurrió en mi país durante el año 2009. Este servidor entregó el poder al partido de la ex guerrilla, pero eso no fue obstáculo para continuar con las metas trazadas: la nueva administración renovó el compromiso con la inversión en educación, en salud y atención social. Nos enorgullece comprobar que los cimientos que plantamos en materia social siguen firmes y dando resultados. Los énfasis en los últimos gobiernos de El Salvador han variado, pero todos han construido sobre los mismos principios. Ninguno ha destruido, todos han construido sobre lo logrado. Han cambiado lo que era necesario mejorar o corregir, pero siempre en un afán productivo y democrático. Ese rumbo trazado y la necesidad de seguir forjando políticas de estado y planes de nación a largo plazo, han motivado a este servidor de ustedes a postularse a un nuevo período presidencial por el que competiremos el próximo año. Tengo el orgullo de abanderar un movimiento político – ciudadano incluyente y con enorme visión de futuro, cuyo gran objetivo es construir un gran acuerdo nacional para el desarrollo, estableciendo reglas claras, transparencia, fomento de oportunidades y apoyo a los programas sociales. Precisamente, nuestro esfuerzo se llama “Unidad”, un movimiento integrado por decenas de organizaciones sociales, sectores laborales, gremiales, profesionales, comunidades y partidos políticos, como la Democracia Cristiana aquí representada, con el que buscamos acabar con la polarización. Cuando se trabaja con visión de país, la creatividad y el compromiso de todos son necesarios. Por eso, como candidato anuncié la semana pasada a El Salvador que mi primera acción como Presidente electo será convocar a las fuerzas vivas y productivas para construir un gran acuerdo nacional para el desarrollo sostenido. Los salvadoreños queremos impulsar todo un esfuerzo renovador, dentro de un marco institucional, que nos permita planificar el país por lo menos a 25 años. Este servidor ha asumido un firme compromiso con El Salvador y creo que ese compromiso debe ser asumido por cada nuevo gobierno en nuestra región: se trata de conservar lo bueno, corregir lo malo y mejorar lo que haga falta para que las oportunidades lleguen a todas las familias. Debemos tomar como propias las palabras que pronunció el presidente John F. Kennedy, cuando en 1963 asistió a una graduación de estudiantes. Decía Kennedy: “No seamos ciegos a nuestras diferencias, pero dirijamos también la atención a nuestros intereses comunes y a los medios que nos pueden permitir resolver esas diferencias”. Los latinoamericanos debemos estar claros que si gobierno, sociedad y fuerzas políticas trabajamos juntos, sobre la base del aprendizaje logrado estaremos dando el primer gran paso. Necesitamos convertir a nuestros países lo necesariamente flexibles para adaptarse al entorno y lo suficientemente incluyentes para devolverle la confianza que necesita para desarrollarse, invertir, generar empleos y crecer de manera sostenida. En nuestro continente, algunos de los países han sufrido constantes reformas políticas, sociales y económicas en el corto plazo. Con cada cambio de gobierno algunas de las reglas más básicas son modificadas y eso provoca efectos negativos que están a la vista. En este campo es donde se vuelve indispensable el accionar del poder político que tenemos, siendo coherentes, facilitando la creación y aprobación de estrategias justas que respondan a las necesidades y desafíos actuales, poniendo al frente el interés de las grandes mayorías sobre los intereses particulares o partidarios. El papel de los partidos políticos es vital en la canalización de las demandas de la sociedad, en la promoción de ideales sociales, en definitiva, se vuelven importantes para el sano desarrollo de la democracia y la gobernabilidad, así como para la articulación de intereses dentro de proyectos nacionales. La clase política debe recuperar el prestigio perdido durante las dos últimas décadas. Debemos reinventarnos todos los días para que, en vez de perder valiosos elementos, podamos llamar la atención de las nuevas generaciones que llegarán a fortalecer el trabajo básico para la conformación de cuadros jóvenes. No perdamos el rumbo, la clase política debe volver a estar de moda y dejar atrás el desprestigio en que, según la sociedad y lo que se transmite en los medios, se ha caído. El sistema de apertura y libertades al que aspiramos debe descansar en un modelo abierto, transparente y participativo, que nazca de la voluntad democrática de gobiernos que fomenten el estado de Derecho, condiciones de apertura económica y un clima de plenas e inequívocas libertades. Por eso es que los gobiernos democráticos debemos cuidar con recelo y sigilo la gobernabilidad y las libertades. Se puede hacer mucho cuando los gobiernos adoptan una visión humana, responsable, justa y más social, pero sin abandonar los principios de libertad y libre iniciativa. Debemos colocarnos del lado de la gente, sin injerencias, sin afectar las libertades, sin dañar un modelo abierto de libre empresa. Debemos saber diferenciar los dogmas ideológicos de los principios de justicia y equidad. Debemos saber ser justos, cercanos a las necesidades de los más desamparados, y solidarios con los que necesitan un apoyo del estado, pero siempre respetando el sistema de libertades y el Estado de Derecho. En nuestro actual mundo globalizado es indispensable que nuestros ciudadanos perciban el sólido papel de un estado solidario y subsidiario con quienes más lo necesitan. La pobreza no debe ser sinónimo de condena perpetua, sino verse como una condición de la que todos pueden salir con la ayuda oportuna y focalizada. Los principios liberales que sustenten las actuaciones de nuestros gobiernos, jamás deben excluir a la libertad y la solidaridad, al contrario, creo que el capitalismo basado en las libertades es más efectivo cuando más vocación social tiene, cuando más beneficios comparte, siempre bajo la necesaria supervisión del estado. Lo que hace falta es que renovemos con sensatez los compromisos solidarios con un modelo de apertura. Dentro del modelo de libertades, hay que darle un giro más humano a la inversión de los fondos públicos para alivio del alto costo de la vida sobre todo ante la crisis económica que viven nuestros países desde el 2008. Recordemos que en el mundo sobresalen los países que gozan de estabilidad, pujanza, los que son atractivos para la inversión, con una actividad económica saludable, con buenas relaciones con el mundo, y con magnificas credenciales democráticas en el entorno internacional. Por ello, quienes creemos en la democracia y la respetamos, estamos llamados a cuidar el modelo de apertura y libertades que hacen a cualquier país atractivo a la inversión local y extranjera, siempre procurando que los beneficios sean incluyentes y que lleguen a las capas más vulnerables de la sociedad. También debemos mejorar las instituciones del Estado. Hay que reformarlas, hacerlas más eficientes, más confiables, apostar a la transparencia y a la permanente rendición de cuentas. Latinoamérica tiene que orientar sus liderazgos hacia la mejora de nuestras democracias. Latinoamérica tiene que perfeccionar el modelo que mejor funciona, que es el que se sustenta en las libertades y en estados firmes que dejan trabajar y que son solidarios con las mayorías. El liderazgo de Latinoamérica debe caminar hacia un modelo que no abrace ningún extremo: ni un modelo donde el gobierno se mete a hacer lo que le toca a los privados, ni un modelo donde se deja todo en manos de los privados y se renuncia a la necesaria regulación del Estado. Latinoamérica necesita un modelo de balances, donde la gobernabilidad y la libertad sean posibles. Esa es la invitación que les dejo ese día: Es fundamental que la nueva agenda de la región contemple en los primeros lugares la educación como columna vertebral del desarrollo; la seguridad y el combate del narcotráfico, las pandillas y el crimen organizado transnacional; la diversificación de la matriz energética; el diálogo entre sectores y acuerdos democráticos; la consulta permanente con la gente, economía, acuerdos comerciales e integración y la agenda social para el desarrollo, no solo para el combate a la pobreza, sino también otros desafíos y por supuesto el medio ambiente. ¿Qué debemos hacer? Cambiar las fórmulas de relación de la clase política y la gente. Demostrar a los ciudadanos que la democracia es la vía para cambiar sus vidas, genera bienestar y le da viabilidad a un país en el largo plazo. Cuidemos los estados democráticos donde pueda haber crecimiento económico que no esté divorciado de los valores humanos, que no se base en la injusticia, que no niegue las legítimas aspiraciones de superación y desarrollo humano de la gente. Organizaciones como la ODCA, que creen en los valores democráticos y las libertades, están llamadas a luchar para que nuestros pueblos dejen de ser engañados con plataformas fantásticas que venden paraísos pero construyendo infiernos. Nunca debemos olvidar que formamos parte de un continuo social que se despliega por más de 30 siglos, en esta región volcánica y luminosa, tierra de sueños y tradiciones, pero también de paradojas; territorio que con la pujanza de un pueblo generoso y creativo pudo arribar al siglo 21 como la región con más esperanza de crecimiento en el mundo. Estimados amigos: La historia contemporánea de nuestros países, por voluntad de la pluralidad y la vocación democrática de nuestros pueblos, obliga a una convivencia entre ciudadanos de distintos signos ideológicos y trayectorias diversas, que son integrantes de los poderes que fundamentan nuestras naciones. El mandato popular nos hace una convocatoria a enriquecer el diálogo y a la tolerancia, para que esta capacidad plural no devenga en parálisis o excesos, ante la hipotética imposibilidad de llegar a acuerdos. Tenemos un compromiso ético, que es el compromiso de todo demócrata: No traicionar a una sociedad que optó por la vía política para definir la composición de sus instituciones. Fieles, cada quien a sus orígenes, leales a las ideologías y proyectos históricos que a cada uno han dado sustento, sin renunciar a la crítica, al debate, al antagonismo legítimo y consustancial a toda democracia, debemos tener la capacidad de transitar el siglo 21. Transitarlo pero construyendo. La oportunidad existe, y existe también el riesgo. Dependerá de imaginación, consistencia y valor de nosotros mismos. Dependerá, en fin, de nuestro amor por cada uno de nuestros países y por el amor hacia nuestra gran patria latinoamericana. Muchas gracias