El beso de despedida Transcurría el año de mil novecientos ochenta y cinco, tiempo en el que inicia esta historia. Mony, era la más pequeña de una típica familia, que vivía en la famosa colonia Obrera, en el Distrito Federal. La familia estaba conformada por Fidencio, que era el papá, Eva que era la mamá y los demás hermanos Raúl, Rocío, Francisco, José Luis y Carina. Mony era una niña flaquita, de cabello güero, de verdes ojos. Ella era muy especial, era linda, su cara irradiaba dulzura y felicidad, lo que la hizo ser la consentida de su papá desde pequeña. La convivencia diaria de ambos era muy estrecha, ya que él se encargaba de llevarla a la escuela y de ir por ella sin fallar. Mony disfrutaba mucho la compañía de su papá. Su padre, siempre, a pesar de su trabajo, se daba tiempo para estar con la familia y, en especial con ella, el mayor tiempo posible. La gente que los conocía decía que ellos siempre se veían muy felices, ya que cuando caminaba a su lado ella brincaba de alegría y platicaba con gran emoción. La noche del quince de mayo Mony estaba muy angustiada porque a pesar de que había visto a su papá a la salida de la escuela, él aún no llegaba del trabajo, por lo que a cada momento crecía su intranquilidad y fue hasta las cuatro de la mañana que terminó su angustia, cuando escuchó el ruido de la puerta que anunciaba la llegada de su papá. La pequeña de inmediato se levantó, abrazó a su papá y le preguntó - ¿Dónde estabas papá?, estaba muy preocupada por ti. Su papá, aún con los efectos que le dejaron las cervezas que se tomó, le contestó – fui un rato con mis amigos, pero ahora quiero que vayamos todos a cenar a Garibaldi. Él no se había percatado lo tarde que era. La pequeña Mony, saltó de alegría e inmediatamente contestó –sí papi, yo sí quiero ir contigo. Mamá, la contuvo -No ya duérmete, tú no vas, ya es muy tarde y te tienes que levantar para ir a la escuela. Ella tristemente agachó su cabeza. Mamá le dijo a su esposo –No, mi amor, es peligroso, ya descansa, tienes que trabajar mañana. Él movió la cabeza en señal de negación y le dijo a Mony –vamos “huesito”. La niña insistió –yo si quiero ir mamá, déjame ir. La mamá con voz enérgica le dijo –No Mony, ya te dije que no. Al mismo tiempo, la tomó del brazo y la llevó a acostar a su cama. La pequeña se quedó llorando y con la incertidumbre de qué pasaría con su papá. Ella solamente escuchó que salió acompañado de su hermano Francisco. Al irse ambos, se respiró un ambiente de intranquilidad e inseguridad. Página 1 de 5 A la mañana siguiente, la pequeña Mony se sorprendió cuando se dio cuenta que no estaba su papá, que no la llevaría a la escuela, como todos los días. Ese día, la llevó mamá, quien trataba de disimular la angustia que tenía porque no habían llegado a dormir su esposo y su hijo, sospechando que quizá, algo malo les hubiera podido pasar. Más tarde, para asombro de todos, Paco regresó sin su padre. De inmediato le preguntaron que dónde estaba su papá. Él por un momento se quedó mudo, enseguida soltó en llanto y corrió a abrazar a su mamá. Ella le insistió - ¿Qué pasó hijo? Paco por fin contestó –Mamá, mi papá, mi papá se murió. Las sospechas de su mamá, eran ciertas y confirmaban lo peor. –Hijo, pero cómo fue. Él casi no podía hablar y cuando al fin se pudo controlar un poco les dijo –papá sufrió un accidente, un accidente absurdo, pero nadie se percató de lo que le estaba pasando en realidad… Mamá, mi papá se asfixió, cuando estaba cenando, de repente, se llevó las manos a la boca, se levantó de la mesa, caminó unos cuantos pasos y se cayó al piso. Yo corrí, lo tomé en mis brazos y sentí como su cuerpo desfallecía, pesaba cada vez más, mi papá se murió en mis brazos y me dolió no poder hacer nada para salvarlo. Una vez practicada la autopsia, se confirmó, la causa de la muerte, en efecto, se asfixió. Sin duda, una noticia estremecedora que consternó a la familia. Todos estaban presentes, excepto Mony que estaba en la escuela, esperando que papá fuera por ella a la hora de la salida, sin saber, que él ya no llegaría. La mamá y Raúl, fueron a la secundaria a recoger a Mony, pensando de qué manera le darían la noticia. Ella al no ver a su papá, les preguntó de inmediato - ¿Y mi papá donde está mamá? Ella conteniendo las lágrimas le dijo –llegando a la casa te explico. La pequeña se percató de los ojos llorosos de los dos. –Mamá ¿Qué pasó con mi papá?, por favor dime ¿Qué le pasó? Mony insistía -mamá ¿Estás llorando? Su Mamá se contuvo y le respondió – no pasa nada hija. El silencio que reinaba y la negativa de su mamá a responderle hicieron crecer más la angustia de la pequeña Mony. Ella intuía que algo malo estaba pasando. Al llegar a casa, donde estaba toda la familia reunida, la mamá se sentó en el sillón frente a Mony, la miró a los ojos, la tomó suavemente de sus brazos y le dijo –hija tu papá ya no va a estar con nosotros, él estará en un lugar mejor, desde donde nos cuidará a todos, él estará en el cielo, pero siempre en nuestros corazones. Página 2 de 5 Mony se negaba a creer la noticia que le dieron, que su papá ya no iba a estar con ella, cómo es eso de que estaría en el cielo, ¿Por qué su papá?, si era tan bueno. De inmediato, gruesas lágrimas rodaron por las mejillas de Mony. Ella se quedó inmóvil, sin decir palabra. Después de unos minutos gritó – ¡Yo también me quiero morir, yo también me quiero morir! Yo me quiero ir con mi papá. Quiso salir corriendo, pero Raúl la detuvo y la abrazó. Mony con voz realmente triste musitó –Mi papá no se pudo ir sin despedirse de mí, sin darme un beso, no puede estar en el cielo, no puede dejarme aquí sola. Se arrodilló frente a su mamá y juntando sus manos como en señal de plegaria le imploró –por favor dime mamá, dime que no es cierto, que mi papá no se murió. Su mamá levantó a su hijita y la abrazó. Todos trataron de consolarla, sin poder conseguirlo. Sin duda, uno de los momentos más tristes y amargos para la familia, pero en especial para la pequeña Mony, que durante el velorio y el sepelio no paró de llorar y de gritarle a su papá con desesperación, parada frente a su ataúd -yo me quiero ir contigo papá, papito, llévame, no quiero estar aquí sin ti, ¿Qué voy a hacer si no estás conmigo?, ¡Noooo así no quiero vivir!, te fuiste sin decirme adiós, sin darme un beso de despedida. Mony le reclamó a su mamá el hecho de no haberla dejado ir con su papá. -Mamá, tú no me dejaste ir con mi papá y ahora ya nunca jamás voy a verlo, ni podré estar con él. Durante los días siguientes a la muerte de papá, la pequeña Mony se despertaba cerca de las cuatro de la mañana, sobresaltada, sudando, temblorosa y llorando, porque extrañaba mucho a su papá. Rocío y mamá, siempre trataban de consolar y tranquilizar a Mony, preocupadas le preguntaron - ¿Qué te pasa?, ¿Por qué te despiertas llorando todas las noches? Mony les contestó –me despierto llorando porque mi papá viene todas las noches, se sienta en la cama y está conmigo, no se ha ido, yo lo veo y platico con él, pero después se va y me deja, yo le digo que me lleve, que me quiero ir con él, le reprocho que se haya ido sin despedirse de mí, sin siquiera haberme dado un beso, que me hubiera dejado sola. Se dice que, desde que murió el señor Fidencio, todas las noches aproximadamente a las cuatro de la mañana, se veía la sombra de un señor caminar por el obscuro pasillo hasta llegar a la vivienda en donde habitaba con su familia, se perdía la silueta. Las personas escuchaban su sollozo desgarrador y aseguraban que se trataba del señor Fidencio, que su alma no podía descansar ni encontrar la paz, por haber muerto de manera accidental y no Página 3 de 5 tener tiempo de poderse despedir de sus seres queridos y además como la pequeña Mony le lloraba tanto, su alma se encontraba penando por la vecindad. Esas apariciones, provocaron temor entre los vecinos. Pasaron tres meses y el alma del señor Fidencio seguía penando por la vecindad. Fue tanto el miedo, que un día llevaron a un cura, quien bendijo cada rincón de la vecindad. La salud de Mony era delicada, casi no comía, extrañaba mucho a su papá, lloraba con gran pesar y ya no sonreía. La familia temía que algo le pudiera pasar, que se dejara morir por irse a reunir con su papá. La noche que bendijeron la vecindad, Mony, como todas las noches, se despertó como a las cuatro de la mañana, temblorosa y pálida. Rocío también se despertó la abrazó con fuerza y la estrechó contra su pecho. Mony llorando le dijo -ayúdame por favor, vino mi papá con un señor de ojos rojos y me quiere llevar, pero yo no me quiero ir con ese señor, me da mucho miedo. La pequeña temblaba. –Ya le dije a mi papá que con él si me voy, pero con el otro señor no. Rocío trató de tranquilizarla, sacó un rosario y le dijo –mejor vamos a rezar, tú aquí te debes quedar, recemos por el alma de papá, para que encuentre el camino y la luz y su alma pueda descansar. Ambas rezaron los misterios y varias oraciones, que aliviaron un poco su pena. Rocío, abrazó a su hermanita más fuerte y pudo sentir su cuerpo más flaquito, la sintió tan pequeña, tan frágil y sintió miedo, no quería perderla, la besó en la frente, le acarició su cabello con delicadeza y al mismo tiempo le dijo –cuentas conmigo y también con mi papá, ya deja de llorar, mi papá ya no está aquí, pero está en tu corazón y desde el cielo siempre te va a cuidar, piensa en él y lo encontrarás, no te vayas, te necesitamos aquí, no te vayas, sólo despídete de papá. Mony se quedó dormida y Rocío cerró sus ojos, dejando que fluyeran sus pensamientos en voz alta, quizá su papá pudiera estar en ese lugar y la escucharía –papá, vete tranquilo, tenemos a mamá, ella nos va a cuidar y no te preocupes por mi hermanita ella va a estar bien, no te la lleves, ella es muy chiquita y sé que quieres su felicidad. De pronto… sucedió algo que la hizo estremecerse, poniéndole la piel “chinita”. Todo se quedó en completo silencio, un silencio sepulcral. Se escuchó como un viento frío y suave entraba por debajo de la puerta y el ambiente se puso helado, como si en ese momento el invierno hubiera llegado. Rocío no pudo abrir los ojos, se quedó inmóvil, su cuerpo no respondía, no podía articular palabras. Ella sintió una presencia junto a ella, enseguida supo que era su papá, Página 4 de 5 sintió un beso en la mejilla, era un beso helado, era la despedida. En unos segundos, todo volvió a la normalidad, Rocío abrió sus ojos, no había nadie, se preguntó si había sido real ese beso o fue solamente su imaginación y al tocar su mejilla, ésta aún estaba fría, entonces supo que fue real. Miró a su hermanita, en su rostro se dibujaba una sonrisa, pero ella dormía y ya no pudieron platicar. En la mañana Mony se despertó muy temprano –Rocío, Rocío, mi papá vino y me dio un beso de despedida, me dijo que ya no va a volver, pero que no me preocupara porque él siempre va a estar conmigo, él desde el cielo me va a cuidar, encontró el camino y la luz que lo va a llevar, le prometí que ya no voy a llorar. Ambas se abrazaron. Rocío, con el pensamiento, le agradeció a su papá. Después de lo ocurrido, Mony dejó de despertarse en la madrugada, dejó de llorarle a su papá, poco a poco recuperó su salud y volvió a ser la niña dulce y sonriente, aunque seguía extrañando a su papá, pero cuando eso sucedía, miraba al cielo y sabía que ahí siempre lo iba a encontrar. El alma de su papá al fin pudo descansar y en la vecindad, ya no se veía su alma penar. Pytus Página 5 de 5