F. M. CROSS YAHVÉ Y EL DIOS DE LOS PATRIARCAS Israel, elegido y conducido por Dios desde niño, siguió siendo, no obstante, hijo de su contorno vital: un pueblo primitivo de lo que hoy llamamos Próximo Oriente. Desde la perspectiva del Nuevo Testamento podemos comprender mejor cómo Dios se «encarnó» de tal modo que la Encarnación no es sólo un hecho histórico, sino también una «pedagogía divina», que -desde su primera entrada en la historia de la humanidadasume todo lo humano, pero para darle un nuevo sentido.Con este enfoque, el autor, avalado por datos de última hora, intenta darnos a conocer cómo Israel pudo perfectamente reconocer a Yahvé en una selección progresiva de los rasgos del Dios supremo de los pueblos semitas. Yahweh and the God of the patriarcas, Harvard Theologicale Review, 55 (1962) 225259 Planteamiento Los primeros investigadores de la religión de los patriarcas no pudieron prescindir de los "a priori" ambientales del- idealismo decimonónico. Su método se basaba en reconstruir el estadio pre-yahvista descubriendo en las fuentes del yahvismo los rasgos de primitivismo religioso. Y esto, siguiendo consideraciones históricas de tipo general. Pero los trabajos de Gunkel suministraron las herramientas para un modo distinto de investigación y Albrecht Alt abría un nuevo sendero a las posibilidades de progreso. Consciente de las formidables barreras que obstruyeron el paso "histórico" a la era patriarcal e, incluso, a sabiendas de que una larga transmisión oral había llenado espacios de tiempo a los que no podemos acercarnos con fuentes escritas, se introduce decididamente, con su obra de 1929 El Dios de los Padres, en el nuevo camino: despojar a los nombres cúlticos y a los epítetos divinos de su secundaria -es decir, yahvísticacomplejidad. Así aparecerán los rasgos del Dios de los antiguos Patriarcas. Un grupo de epítetos de las leyendas patriarcales se caracteriza por el elemento El, apelación -a su entender- de númenes o divinidades locales cananeas. Estamos ante la "religión de El". Pero le interesa más analizar la tipología de otro grupo de epítetos en los que el dios es identificado con el nombre de un patriarca. Estamos ante lo que llama "los dioses de los patriarcas": el Dios de Abraham, el Temido de Isaac y el Fuerte de Jacob, que más tarde se unificarían en el Dios de Abraham, Isaac y Jacob. La identificación y la asimilación a Yahvé es obra de las tradiciones israelitas en evolución: El pasaje Ex 3, 13-15: "...Yahvé, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob me ha enviado a vosotros. Este es el nombre... con que me invocarán las generaciones futuras", señalaría la continuidad entre la religión de los Padres y la fe yahvista posterior de Israel. Y ambos constituirían dos estadios de un desarrollo histórico. El Dios de los Padres no está ligado a un santuario, sino más bien se relaciona con el nombre del patriarca, con el que tiene una relación especial, o, mejor aún, con el fundador de su culto. Es el patrón del clan al que guía en sus peregrinaciones, guerras y F. M. CROSS vicisitudes históricas y entra en alianza con él. El motivo de su elección es lo que da nacimiento a esta religión de los Padres. ¿En qué se fundaba Alt para mantener esta teoría,? Principalmente en un argumento de tipo histórico-analógico: Hay una serie de rasgos en la religión de los patriarcas, que anticipan características del culto de Yahvé, el señor de la alianza y la comunidad; rasgos que suministran un trasfondo históricamente verosímil para el yahvismo emergente y para el desarrollo de una unidad religiosa de clanes aparentemente distanciados, que se reunieron en la Liga Yahvista. El esquema evolutivo se basa en epítetos de la forma "el dios de N", procedentes principalmente de fuentes nabateas y de Palmira. Sin embargo, aunque la fórmula "el dios de N" es evidentemente análoga a primera vista a expresiones israelitas v. gr. "el dios de tu Padre", en este segundo caso no se trata de deidades anónimas, sino con nombre perfectamente conocido (cf. Gén 49,25). Con lo cual, la evolución en los epítetos divinos no sería de lo anónimo a lo nominado, como Alt postulaba, sino de un nombre a otro. Solamente en este plano admitimos, con otros autores, la evolución. Con todo, parece que no hay razón para dudar de que los dioses del clan eran dioses superiores y que, en razón de sus rasgos comunes con los dioses adorados bajo diversos títulos en otros tantos santuarios locales, quedaban rápidamente identificados con ellos. En el caso de Israel, con los dioses superiores de Canaán; en el caso de los Nabateos, el "dios de los Padres" quedó relacionado con el dios DuSara. A veces, estos dioses de tipo patriarcal quedaron como dioses menores o mediadores; otros, como primeras figuras del panteón. En cualquier caso el tránsito es de una cultura antigua a otra nueva, del viejo al moderno panteón, no de dioses anónimos a dioses con nombre; ni de una cultura confusa a los primeros contactos con la civilización. Los epítetos de El A lo largo de las narraciones patriarcales del Génesis hay una serie de apelaciones de la divinidad que comienzan con el elemento el olam (21,33), el elyon (14,18), el sadday (17,1), el elohe yisrael (33,20) y el bet-el. Estas expresiones son susceptibles de una doble lectura, según el valor que se dé a diferentes consideraciones generales sobre la religión patriarcal y cananea. Por ejemplo, el olam puede leerse en un caso "el dios Olam" o "Dios de la eternidad" y en otro, "Él, el Eterno". Las tablillas descubiertas en Ugarit, al iluminar nuestros conocimientos de la religión amorrita y cananea, evidencian que El era, hacia el segundo milenio a. C., la figura central del panteón y su culto, extraordinariamente popular. Esto nos induce a pensar que olam, sadday, cte., representan diversos nombres o títulos bajo los que era adorado el rey de los dioses en los santuarios palestinenses. Nos inclinamos, pues, por la segunda lectura de las expresiones anteriores. Pero es claro que la identidad o unicidad del dios debe ser establecida a base de las pruebas extrabíblicas y, además, por la fórmula bíblica misma. F. M. CROSS El olam (Gén 21,33) Aparece en varios pasajes bíblicos tales como Dt 33,27 y Jer 10,10, en los que es más verosímil traducirlo por "el Eterno, el Antiguo", por razones estilísticas o de significación. Fuentes extrabíblicas de los siglos VII y ix a. C. sugieren también la lectura de olam como un apelativo de la divinidad, sobre todo desde que los textos ugaríticos mostraron claramente que los epítetos descriptivos se usaban solos o acompañados con el nombre de la divinidad. Pero cuando en 1958 fue descifrada una lectura protocananea del siglo XV a. C., que no admitía absolutamente ninguna otra lectura fuera de "Él, el Eterno", olam quedó clasificado como un apelativo del dios El. A esta luz, la lectura del epíteto bíblico el olam, como un título litúrgico de El, resulta altamente probable, si no cierta. El elyon (Gén 14,18) La expresión, de una manera paralela, puede traducirse por "el dios Elyon, creador...", "El, el Altísimo" o "El- Elyon, creador..." Es muy claro que "El" era el creador por excelenc ia tanto en Ugarit como en Canaán, donde era invocado en el s. VIII a. C. como "creador de la tierra", título primitivo en que se omite la palabra "cielos". Invocaciones semejantes y aun idénticas aparecen en un papiro arameo y en epítetos acádicos e indican que se trata de un epíteto litúrgico. No es, pues, temerario concluir, sobre la base de estas pruebas extrabíblicas, que al menos tres epítetos en las narraciones patriarcales bíblicas relacionan los Patriarcas con el culto de El cananeo. El sadday (Gén 17,1) Es el más frecuente pero, desgraciadamente, el más enigmático de los calificativos del Dios de los patriarcas. Es también la designación favorita de los círculos sacerdotales, que Ex 6,2 identifica explícitamente con el Dios de Abraham, Isaac y Jacob. Además, aquí se resalta que el nombre de Yahvé fue introducido por vez primera en la era mosaica. Su significación, según nuestra lectura, sería "El, el de la montaña", tal vez con referencia a la montaña cósmica. Esto último más bien representaría una dificultad para que Israel lo use como epíteto ortodoxo de Yahvé, sobre todo teniendo en cuenta la facilidad con que el panteón cananeo asocia las deidades a las montañas. Más fácil sería suponer que se trata de la designación de alguna vieja deidad amorrita. A la pregunta ¿el apelativo el sadday es un nombre cúltico del El cananeo? no podemos, pues, dar una respuesta cierta. Los textos de Ugarit permiten mantener la esperanza de su pertenencia, como los anteriores, a Canaán. Por otro lado, el saber bíblico no permite relacionar sadday con ningún santuario. F. M. CROSS Yahvé y El Yahvé es un nombre divino primitivo. Aparece en documentos extrabíblicos de Lakish (s. VII), estela de Mesa (s. IX) e incluso en Egipto (s. XIII). Un gran número de paralelos del oeste semítico muestra que los nombres divinos son el primer elemento, a menudo elemento verbal, de una frase o letanía litúrgica. En nuestro caso se puede afirmar que se trata de un imperfecto causativo del verbo "ser" (a algunos autores les parece este verbo demasiado abstracto para una mentalidad primitiva y prefieren hablar de "crear, formar, hacer"). Su significado sería aproximadamente, "el que hace ser o existir", "el que crea". Examinemos brevemente la expresión de Ex 3,14, cuando Dios, desde la zarza ardiente, revela su nombre. A pesar de las numerosas traducciones que lo vierten "Yo soy el que soy", lo correcto es ponerla en tercera persona: "Yo soy el que hace ser o existir".:. Pues bien, cambiando el nombre Yahvé ("Yo soy") por el apelativo El, el versículo del Ex se convierte en una expresión (El Yahvé) paralela a las que hemos estudiado más arriba (El Olam, El Sadday, El Elyon). Por otro lado, conviene notar que la sustitución contraria, es decir, la de Yahvé en vez de El debió resultar obvia cuando Yahvé se convirtió en el principal nombre de culto. Esto es lo que atestiguarían la tradición elohísta y la sacerdotal (Ex 6,2) cuando identificaron "el sadday" y Yahvé. Por si esto no bastase, resulta que un buen número de circunstancias se explican mucho mejor si aceptamos que Yahvé es originariamente una derivación cúltica de El y si suponemos que el dios Yahvé se diferencia de El en la radical diversidad de su culto; que arroja por fin a El de su sitio en el concilio divino y condena a la muerte a los poderes antiguos (Sal 82). Esbocemos solamente alguno de estos elementos: 1. El, Elyon, Sadday, y Olam fueron considerados, a lo largo de toda la historia de Israel, nombres adecuados para Yahvé, permaneciendo la fiera animosidad hacia Baal, el principal dios de Siria durante el primer milenio a. C. Esto es una base fundamental que no cabe discutir. 2. La popularidad del culto de El en la comunidad semítica de Sinaí, Egipto, etc., hace plausible el que Yahvé fuera una figura de El. Más aún, para explicar la rápida unificación del culto de los diversos pueblos que se unieron en la liga de las doce tribus alrededor del santuario de Yahvé, nos inclinamos a favor de una cierta unidad de culto, que conectase el pueblo palestino de estirpe patriarcal y la diversidad de elementos que invadieron Canaán desde el desierto. 3. Si, como hemos sugerido, El y Yahvé están relacionados, se explicaría mucho mejor el pecado de Joroboam (1 Re 12,26 ss), considerado por las fuentes deuteronómicas como el principal pecado de Israel. Este no consistiría en introducir un culto nuevo, a base de un dios extranjero o un ídolo pagano, sino en establecer un santuario rival del de Jerusalén: por eso, Joroboam escogió el famoso santuario de El, en un intento de empalmar con la ancestral tradición de los Patriarcas. Así se explicaría también la falta de oposición que sin duda se hubiera presentado en caso de querer introducir un culto distinto o extranjero, y que, por añadidura, hubiera hecho tambalear el incipiente reino. F. M. CROSS Muchos de los rasgos y funciones de El aparecen como funciones y rasgos de Yahvé en las tradiciones israelitas más antiguas: papel de juez en el tribunal de El (Sal 82); dignidad real de Yahvé.(Ex 15); su sabiduría, eternidad, compasión y, sobre todo, el Yahvé creador y padre (Gén 49, 25; Dt 32,6). Conclusión Nuestra intención se ha dirigido a marcar la continuidad entre el dios de los Padres y Yahvé, Dios de Israel. Estamos de acuerdo con Alt en que la religión patriarcal presenta algunos rasgos especiales: las divinidades tutela res entraban en relaciones íntimas con el grupo social, establecían sus normas de justicia, dirigían sus batallas, guiaban su destino. Este fue el camino por el que se introdujo el yahvismo. Yahvé era el soberano de una comunidad histórica y se reveló a Sí mismo al patriarca Moisés. Fue el líder de Israel en las guerras santas de conquista; el que sacó a Israel de Egipto; su salvador. Y éste es también el camino por el que entró la primitiva religión de Israel, la del Altísimo y Eterno, la de El, creador de cielos y tierra. Tradujo y condensó: LUIS ANORO