Navarrevisca: La fábula del corregidor y la molinera

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Real Monasterio de Santa Maria del Burgo - Navarrevisca: La fábula del corregidor y la molinera
Navarrevisca, junto a la puerta que abre serranillos en la Sierra de Gredos, guarnece al
primitivo Concejo de Burgohondo en sus continuos pleitos con Mombeltrán. 1132 metros lo
separan del nivel del mar, lo que le hace ser a un tiempo centinela y estandarte de un territorio
áspero y desagradecido en que, tan sólo, unos cuantos ganados, contemplan, malviviendo, el
paso de los años. La belleza de su paisaje embelesa el alma de cualquiera que se acerque
a él con el ánimo atento y el espíritu del niño que no ha perdido la ilusión de dejarse sorprender
por lo inefable. Navarrevisca, que nos dejó vestigios del pueblo visigodo en las tumbas
excavadas en la roca del lugar de “La Mesa”, se sabe heredera de una rica historia. “Vesica” o
“vesca”, con el significado de laguna en la altura, en el marco de las montañas; si no “rovisca”
por “navarros”, nos habla de viejos moradores medievales que quisieron hacer de ella una de
las “navas de Ávila” que surgen en aquel momento. Hoy llega, con la fortaleza de los
siglos, con el sedimento una de las culturas populares más rica y variada del Valle alto del
Alberche.
El romance que recogemos a continuación, que publicamos en Alberche Mágico en 2003,
el del “corregidor y la molinera” según Schindler, en Navarrevisca se cantaba dando vueltas a
un tazón de barro boca abajo sobre una mesa de madera para imitar la rueda del molino. Con
la otra mano se cogía una navaja o un cacho de hierro para hacer el son de la jarabilla del
mismo molino. Este conocido antropólogo de principios de siglo pasado grabó algo parecido en
San Martín del Pimpollar y en Arroyo del Puerto, en Cáceres, aunque nos habla igualmente de
versiones en otros lugares de la vieja Castilla y Extremadura, así como en Canarias. La
connotación sexual que tienen los términos cernir, amasar, harina o molino está, en este
sentido, ampliamente difundida.
Hemos podido recuperar la versión que escuchó Kurt Schlinder de boca de Ignacio Hernández
el día 23 de septiembre de 1932 y que nos llega de manos de Eduardo Tejero. Por su
extensión y originalidad lo transcribimos sin comentario que dejamos a la mente del paciente
lector.
En cierto lugar de España
había un molinero honrado,
que ganaba su sustento
con su molino alquilado,
y era casado
con una moza
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como una rosa.
Y era tan bella
que le corregidor, madre,
se prendó de ella.
La visitaba
y le regalaba,
hasta que un día
le declaró el intento
que pretendía.
Respondió la molinera:
-vuestros favores admito,
pero temo que mi esposo
nos atrape en el
garlito
,
porque el maldito
tiene una llave
con la cual cierra,
con la cual abre,
cuando es su gusto.
Y si viene y nos coge,
tendremos un susto,
porque es un hombre
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muy vengativo,
cruel y altivo,
y si le agravian,
no se le hará ninguna
que no la paguen.
Respondió el corregidor:
-yo puedo hacer que no venga,
enviándole al molino
cosa que allí le entretenga.
Pues como digo,
será de trigo
porción bastante,
que lo muela esta noche,
que es importante,
para una idea
que tengo oculta
bajo una multa
de doce duros
y con esto podemos
estar seguros.
Consintió la molinera,
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y luego sin más porfía
el corregidor dispuso
todo lo que dicho había,
cuando aquel día
de acaso vino
a aquel molino
un pasajero
que tenía el oficio
de molinero.
Viendo la orden
le dijo airoso:
-si usted está ansioso
de ir a su casa,
váyase, amigo,
que esta noche sin falta
se muele el trigo.
Lo agradeció el molinero
y arrancó como un cohete,
y a las doce de la noche
llega a su casa y se mete
en su retrete,
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cuando en su cama
vio a la dama
con mucho empeño
y al corregidor entre ambos
están en sueño
y en una silla
muy recogido
todo el vestido
sin faltar nada,
reloj, capa y sombrero,
bastón y espada.
El molinero se puso
con contento y alegría
del corregidor el traje
y dejó el que él traía.
Tomó la guía
para su casa
por ver qué pasa.
Llamó a la puerta
le abrió el criado
que estaba alerta.
Y como iba
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tan disfrazado,
sin ser notado
se entró en la cama
con la corregidora
que es linda dama.
Despertó el corregidor,
y ver la hora procura,
pero al buscar el reloj
extrañó la vestidura.
Con amargura
la molinera
toda se alerta
y ha respondido:
-¡ay, señor, que esa ropa
es de mi marido!
Yo no sé ahora
dónde me oculte
o me sepulte;
que él no lo entienda
yo me voy a usía,
que me defienda.
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El corregidor temblando,
que el delito le acobarda,
por salirse de aquel sitio
en vestirse no se tarda.
Para volverse a su casa
con capa parda,
toda jirones,
chupa y calzones,
con mil remiendos,
las polainas atadas
con unos vendos
y unas albarcas
de piel de vaca.
Con una estaca
y una montera
se fue a su casa,
y detrás la molinera.
Llegó llamando a su casa
y nadie le respondía;
tanto llamó que, de dentro,
responden qué se ofrecía.
Y les decía
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a grandes voces:
¿no me conoces?
Que soy tu amo.
¿Cómo no abres la puerta
cuando te llamo?
Dijo el criado:
-¡calle y no muela!
Vaya a su abuela
con esa trama;
calle, porque mi amo
duerme en la cama.
Se estuvieron a la puerta
de buena o de mala gana
hasta las nueve del día
los dos toda la mañana.
¡Suerte tirana!,
pues el
cuitado
muy afrentado
con gran paciencia
sufrió tras de los cuernos
la penitencia.
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Y ella lo mismo
en compañía,
pues no sabía
dónde encubrirse
hasta que el molinero
quiso vestirse.
Viendo la corregidora
que aquel no era su marido,
se ha arrojado de la cama
cual león enfurecido.
-Dime, atrevido,
¿cómo has entrado
y has profanado
mi gran decoro?
Que me has perdido.
¿Quién te dio el traje
de mi marido?
Y él le responde
en alto tono:
-en saliendo a la calle
lo sabrás todo.
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Se salieron a la calle.
Cuando allí todos se vieron,
porque nadie lo notase
en su casa se metieron,
y dispusieron
como hombres sabios
que sin agravios
por el desquite
se celebre el suceso
con un convite.
Moraleja:
Porque en la corte
por el dinero
hay más corregidores
que molineros.
Éste es un molino
muy afamado
porque saca mucha harina
y poco salvado,
la harina suave,
el pan muy blanco,
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nunca verán cobrar
cueza
;
pero el molinero es tan borracho
que por un trago de vino
que le den
muele todas las fanegas que desén.
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