LA CIENCIA Y LA RELIGIÓN Alumno: PIÑERO, Santiago Escuela: Escuela de Educación Técnica Nº 696, "Padre Enrique Niemann", San Jerónimo Norte, Santa Fe Profesor Guía: CROATTO, Isabel María INTRODUCCIÓN Durante el desarrollo de este trabajo expondremos los principales argumentos dados a favor y en contra de la ciencia y la religión a manera de debate. Cada una dará a conocer las principales debilidades de la otra parte en base a distintos temas, como la explicación a los misterios naturales y el origen de la vida y el ser humano. La religión opinará sobre la ciencia y la ciencia acerca de la religión desde nuevos y diferentes puntos de vista, algunos tal vez nunca pensados, confeccionando otra visión de cada una. Finalmente, se tratará de establecer un acuerdo entre ambas para poder acabar con esta eterna confrontación, y ver si pueden convivir en paz o si están destinadas a ser rivales por siempre. LA CIENCIA SEGÚN LA RELIGIÓN La ciencia se concentra exclusivamente en sus intereses de progreso sin tener en cuenta otros aspectos que también forman parte del ser humano, los cuales hasta algunas veces menosprecia. Es fría y calculadora, ¿hasta qué punto está permitido realizar experimentos con humanos en pro del avance científico? Debemos recordar además que la ciencia no posee todas las respuestas, y que tal vez nunca las tenga, lo que deja un espacio vacío para que entre en juego la religión. Su capacidad es limitada, ya que se fundamenta exclusivamente en observaciones y hechos comprobables, y hasta algunas veces debe basarse en supuestos y que no puede comprobar de forma fidedigna. Hay veces en que se contradice a sí misma, y no podemos estar completamente seguros de que todo lo que ella afirme sea cierto. ¿Cuántas teorías e ideas que parecían irrefutables y se tomaban por verdaderas han sido descartadas? A pesar que la religión ha sido desplazada en muchos aspectos por la ciencia (como la creencia de que todos los seres humanos descienden de Adán y Eva, por mencionar uno de los más simples) las personas encuentran en la fe el sustento psicológico y espiritual que muchas veces necesitan para afrontar problemas y momentos difíciles (como el alivio que brinda creer que una persona fallecida tendrá una vida mejor en el cielo, por ejemplo) y hasta para dar sentido a sus vidas. Es una necesidad esencial para los hombres “saber” que sus esfuerzos serán recompensados, que hay alguien o algo más allá que se preocupa y vela por ellos; encontrar respuestas a las preguntas existenciales ¿de dónde venimos?, ¿hacia donde vamos?, ¿qué pasa después de la muerte? Llena un gran espacio vacío dentro de cada uno de nosotros, es el sustento de nuestra vida, nos da fortaleza y paz interior, lo que la ciencia no puede reemplazar. El universo como lo descubren los científicos es muy inestable, un lugar hostil para la vida; ésta no se podría haber desarrollado sin alguna ayuda. El cosmos es un caos, pero sin embargo parece haber un cierto orden en todo. Allí es donde la mano creadora hace su aparición. La ciencia, entre más trata de comprender los misterios de la creación, más dudas tiene. No es cierto que Dios* hace parecer las cosas complicadas sólo por propio capricho para que nosotros no las comprendamos: si Dios hubiese deseado eso, no nos habría dotado de inteligencia ni hubiera puesto tantos discursos a nuestra disposición. *DIOS: Creador del universo, en comunicación intelectual y afectiva con la humanidad, es decir con quien se puede interactuar por medio de la oración. Ser único, divino infinito, eterno, perfecto, omnisciente, omnipotente y bondadoso, dotado de infinitos atributos de manera tal que si le faltara sólo uno de ellos, disminución o contradicción deriva en que no pueda ser considerado Dios. LA RELIGIÓN SEGÚN LA CIENCIA Con respecto al planteo dado anteriormente, las dudas originadas por investigar son una consecuencia natural de este proceso. Al menos la ciencia se encarga de tratar de buscar una explicación a los misterios naturales, la religión da como “motivo” que la causa de los mismos está dada por un dios que rige nuestras vidas y todo lo que sucede a nuestro alrededor. Por un lado es fácil atribuir todo lo que ocurre y que todo es como es debido a un ser sobrenatural que creó el universo acorde a un plan divino “que sólo el comprende”: eso es buscarse la salida fácil, en lugar de inquirir y tratar de esclarecer los misterios de la naturaleza, culpar a un ente todopoderoso. Es cierto, si él no quisiera que descubramos su plan no nos hubiera hecho inteligentes, pero si también realmente quiere que creamos en él que dé una señal irrefutable de que está ahí. La religión surgió en tiempos antiguos cuando los humanos trataban de buscar una explicación a los fenómenos naturales del entorno que los rodeaba, así como su propio origen, razón de su existencia y futuro; nació para esclarecer los misterios que no tenían explicación… para ellos, que no poseían los métodos para descubrir las verdaderas respuestas. Este deslumbramiento producido por la observación de la naturaleza y su fascinación con su capacidad creadora y destructora conllevó a divinizarla, es decir, se atribuyeron a “dioses” esas manifestaciones. Como la explicación racional no les funcionó (por los pocos recursos para esos tiempos), optaron por la otra parte integrante del ser humano: la creatividad. Diseñaron un ser superior con una sabiduría suprema, de modo tal que nadie sabía realmente por qué hacia lo que hacía, pero estaba correcto. Lo dotaron de inmortalidad y lo hicieron todopoderoso, entre otras cualidades infinitas atribuidas. Él hizo todo, creó todo lo que nos rodea e incluso a nosotros mismos, nos otorgó alma e inteligencia para poder venerarlo, y los acontecimientos que suceden son obra de él. Nuestro destino él lo controla, debemos hacer lo que él quiere, cualquier acto que vaya en contra de su voluntad es castigado (principio que se contradice con la infinita bondad atribuida). Aunque ame a todos los seres humanos por igual de todos modos nos suceden cosas malas, hay injusticia, sufrimos. Hasta hay algunas de sus propias creaciones que ni siquiera creen en él. ¿Por qué va a querer un ser todopoderoso e omnipotente crear un mundo miniatura con criaturas réplicas de sí mismo? Juega con ellas, se divierte viéndolas sucumbir ante su propia voluntad, y si no les gusta lo que hacen, las castiga. ¿Cuál es su finalidad? ¿Estaba aburrido un día sin saber qué hacer y se le ocurrió esto? “Dios lo quiso así y él sabe por qué…” ¿Por qué, si nos creó a su imagen y semejanza, somos tan imperfectos? Porque él también lo es. Pero es así porque no es un ser divino, sino porque es creación de hombres, y los hombres somos imperfectos. Muchos se ríen cuando se habla acerca de la existencia de los monstruos, las hadas o los OVNIS, pero estas ideas no son menos ridículas que la creencia en un Dios. Sin embargo no nos parecen tonterías porque son las creencias que nos inculcaron desde pequeños, cuando éramos niños impresionables. Nos llenaron la cabeza con historias fantásticas, teorías incorrectas e ideas absurdas sobre el infierno. Richard Dawkins, biólogo evolutivo y profesor de Oxford, hace alusión a esta idea de creer en relatos maravillosos: “Citando al filósofo Bertrand Russell, imagine que existe una tetera de porcelana en órbita alrededor del Sol. No es posible refutar la existencia de la tetera porque es demasiado pequeña para ser vista por nuestros telescopios. Pero ahora suponga que todo el mundo dentro de nuestra sociedad, los maestros, los jefes tribales, los políticos… todos tuvieran fe en la tetera. Las historias acerca de la tetera han ido pasando de generación en generación, son parte de la tradición y, por lo tanto, quienes no creen en ella son tratados como lunáticos”. Y continúa: “Hay un número infinito de cosas que no pueden refutarse, como los unicornios, los dragones y las hadas. Pero no creemos en ellos en la misma forma en que creemos en la existencia de Afrodita o en la de Osiris. Hoy, todos somos ateos a la mayoría de los dioses en los que las sociedades antiguas han creído. Es sólo que algunos de nosotros vamos un dios más allá”. Para terminar con esto, Steven Weinberg convoca a la racionalización de pensamiento, diciendo que “el mundo necesita despertar de esta larga pesadilla de las creencias religiosas”; a lo que el biólogo evolucionista y antiguo sacerdote español Francisco J. Ayala responde que “hay 6.000 millones de personas en el mundo; si creemos que vamos a persuadirlos para que vivan una vida racional basada en el conocimiento científico no sólo estamos soñando, es que creemos en el hada madrina”. Si todos dejaríamos de creer en Dios –cosa imposible, según Ayala-, éste automáticamente dejaría de existir, a menos que dé prueba inequívoca de su presencia. Por el momento, depende de nosotros para “vivir”, y no al revés. Dios sólo existe en nuestras mentes, es nuestro invento. NOSOTROS HEMOS CREADO A DIOS, NO ÉL A NOSOTROS. ¿Esta relegada la religión estrictamente al ámbito de la moral en nuestros días? Es una de las pocas funciones que aún le pertenecen actualmente, aunque la moral no necesariamente es un atributo de creyentes sino de los seres humanos en general, sea cual fuere su religión. El ser ateo, por Ej., a pesar de que no se es adepto a ninguna teoría religiosa, no justificaría actuar de mala manera. Y aunque todas las religiones promulgan el bien como base de su filosofía, muchas veces son las causantes de enfrentamientos entre personas. “La religión es la causa de un gran número de males. Es destructiva y abusadora de la infancia”. Así la califica Richard Dawkins, y también agrega: “No hay ninguna otra idea en el mundo capaz de conseguir que una persona se autoinmole asesinando inocentes o que lleve pueblos a la guerra promoviendo el odio religioso”. Hubo y hay cientos de religiones, cada una de ellas afirma que está en lo cierto, que su enfoque sobre el mundo y la naturaleza es el correcto -como explicaba anteriormente Dawkins-, por supuesto no necesariamente de manera explícita. ¿Justo la nuestra va a ser la acertada? ¿Y si no lo es ninguna? LA PELEA POR EL ORIGEN DE LA VIDA Uno de los principales puntos de discusión de la religión con la ciencia es el hecho de que toda la vida y, consecuentemente, el ser humano, haya surgido de la combinación accidental de sustancias simples y su existencia sea una mera casualidad, que nos encontramos aquí sólo por pura suerte. El biólogo molecular pero ferviente cristiano Francis Collins opina: “¿en tan sólo 150 millones de años las macromoléculas se unieron de manera que fueron capaces de autorreplicarse? Creo que ni la más osada y optimista de las propuestas se acerca a explicar lo ocurrido”. No pueden aceptar el hecho de que un ser dotado de grandiosa sabiduría, racionalidad, sentimientos, creatividad y tantas otras cualidades pueda haberse creado a partir de la unión aleatoria de simples elementos químicos, afirman que no es suficiente como para explicar nuestra compleja naturaleza, por qué somos como somos. Rechazan la idea de que surgimos de materia inanimada por pura suerte, que somos un subproducto de un proceso que sucede casualmente en el universo, una insignificancia sin importancia en la enormidad del cosmos, al que le da igual si estamos o no. Esta idea de trascendencia, es decir que estamos aquí para algo, que no estamos solos y que le importamos a alguien, es alentadora y esencial para los humanos. Tal como afirma el famoso médico y neurólogo Sigmund Freud, el sentido religioso es un “mecanismo inconsciente que proyecta en el mundo exterior el deseo de eternidad y trascendencia, frente a la finitud y los temores que su falta genera en el sujeto”. ¿HACIA UN ACUERDO? Desde Copérnico y Galileo Galilei hasta los actuales debates sobre bioética, ha habido muchos puntos en donde la ciencia y la religión se confrontaron de manera chocante. ¿Son, realmente, enemigas hostiles sin forma de conciliación? ¿Son contrarias, complementarias, o simplemente distintas? Muchos científicos afirman que los enfoques científico y teológico son herméticamente opuestos, y se encuentran tan distantes que no puede influir uno en otro. Esto provoca un continuo enfrentamiento nada fructífero para ninguna. Quizá por esta diferencia tajante, ante la pregunta de un estudiante del City College de New York “¿se puede ser un buen científico y creer en Dios?”, el Premio Nobel de Química Herbert A. Hauptam respondió con un sonoro “NO”. Pero en cambio hay otros que afirman que estas dos actividades pueden interaccionar mutuamente intercambiando datos útiles entre sí, y hasta fusionarse dando una hibridación entre ambas en la que los sucesos del universo son en base de leyes físicas diseñadas por ente inteligente. Partidario de esta postura es el cosmólogo y ex – sacerdote francés Georges Lamaître: “Había dos vías para llegar a la verdad, y decidí seguir ambas”, declara. “Nada en mi trabajo, nada de lo que aprendí en mis estudios científicos o religiosos me hizo modificar este punto de vista. No tengo que superar ningún conflicto. La ciencia nunca quebrantó mi fe y la religión nunca me llevó a interrogarme sobre las conclusiones a las que llegaba por métodos científicos”. Sin embargo, de esta postura se cuestiona el uso de dios como el causal de aquellos fenómenos que aún no están del todo esclarecidos, por lo que éste no ofrece una verdadera explicación a las manifestaciones naturales sino que es utilizado a modo de “parche”. Finalmente, existe un tercer modelo que establece un diálogo indirecto entre ciencia y religión mediante la intervención de una tercera disciplina: la filosofía. Este se basa en que la ciencia se enfrenta recurrentemente a problemas de índole moral o ético, los cuales la superan, por lo que la filosofía puede intervenir recurriendo a tradiciones religiosas para ofrecer respuestas adecuadas. A su vez, la religión puede aprovechar el trabajo filosófico suscitado por la ciencia, aunque la comprobación o rechazo de hechos religiosos por métodos científicos no sería acorde con la fe en la que se basa la religión. Por el momento, esta es una de las posturas mejor aceptadas y la más prometedora a ser la solución al eterno conflicto. CONCLUSIÓN Si tanto la ciencia como la religión se crearon hace mucho tiempo atrás y han permanecido hasta nuestros días es porque son realmente necesarias para el hombre. Cada una se creó para explicar el mundo a su manera, no para contradecirse mutuamente ni para pelearse en “cual tiene razón”. No son opuestas, son sólo diferentes; y lo que tienen en común es su origen: ambas nacieron como necesidad del ser humano de explicar los fenómenos de la naturaleza, los misterios de su origen y destino, y comprender del vasto universo donde viven, cada una a modo propio. En lugar de confrontar en disimilitudes, deberían ponerse de acuerdo en el fin común de llevar adelante a la raza humana en una evolución tanto racional como espiritual, ayudándose entre sí. Como dijo el mismísimo Albert Einstein, “la ciencia cojea sin la religión, la religión es ciega sin la ciencia”. FUENTES: • Revista “Muy interesante” Nº 260. Junio 2007. Editorial García Ferré. Págs. 44 a 53. • Autores varios. “Biología. El origen de la vida”. CONICET, Buenos Aires, 1997. • http:// www.unesco.org