HOMENAJE AL DR. DINO JARACH A 70 AÑOS DE LA PRIMERA EDICIÓN DE SU LIBRO “EL HECHO IMPONIBLE” LUIS OMAR FERNÁNDEZ Nuestro blog “Los salieris de Jarach” que pretende constituirse en un afectuoso reconocimiento a la obra docente, académica y profesional del Dr. Dino Jarach, se adhiere con esta nota al homenaje que se le realizó el pasado 24 de octubre en la Facultad de Derecho de la UBA, organizado por el Centro de Estudios de Derecho Financiero y Derecho Tributario y la Carrera de Especialización de Posgrado de Derecho Tributario, de esa casa de altos estudios, conmemorando los 70 años de la primera edición de “El Hecho Imponible”. Por tal motivo, se desarrolló desde las 14 hasta las 20,30 horas, una Jornada académica con tres paneles sucesivos, integrados cada uno por cuatro destacados expositores que trataron distintos aspecto y temas de la vida y obra de nuestro autor. En esta oportunidad, como la obra intelectual de Dino Jarach es muy conocida y reconocida, deseamos exponer y divulgar para quienes no lo trataron directamente, sus condiciones humanas y personales y es por ello que hemos solicitado al Cont. Ruben Oscar Amigo, colaborador directo de Dino Jarach durante casi 30 años, tanto en la Revista LA INFORMACION, como en la cátedra, en las tareas profesionales y en su producción bibliográfica, que nos brinde una semblanza del homenajeado, debido a que -justamente- ese fue el tema que nuestro invitado trató en la Jornada en cuestión: Dino Jarach. El hombre: aspectos biográficos. RUBEN OSCAR AMIGO Dino A. A. Jarach, fue abogado, doctor en jurisprudencia, docente, autor de trabajos, proyectos, investigaciones y libros, juez de la Cámara Fiscal de la Provincia de Buenos Aires, consultor, asesor y profesional especializado, traductor y director periodístico, pero -por sobre todo- un verdadero y gran MAESTRO a través de su trayectoria y de su entera vida. Los MAESTROS con sus acciones e ideas nos cambian y mejoran profundamente, nos orientan y enseñan, y trascienden hacia los tiempos por sus obras, conductas y enseñanzas. Dino Jarach fue uno de ellos, no sólo en sus actividades académicas, docentes y profesionales, sino que más allá de todo ello, fue un verdadero MAESTRO DE LA VIDA. Agradecemos la oportunidad que nos brinda el colega y amigo Luis O. Fernández y la amable solicitud que nos ha efectuado y queremos señalar, primero, que respecto de las informaciones y datos estrictamente biográficos de Dino, se pueden consultar en este mismo blog, la Biografía Sintética que elaboramos hace unos años y también la conferencia homenaje a Dino Jarach, dentro 1 del Ciclo “Homenaje a los Maestros”, organizada por la Asociación Argentina de Estudios Fiscales el 24 de agosto de 2011, que dictamos con los Dres. Atchabahian, Bulit Goñi, y Damarco. También sugerimos leer el libro con doce trabajos editado en 1994 por la misma AAEF, en homenaje a los 50 años de la publicación de “El Hecho Imponible”. Recomendamos, asimismo, el excelente y documentado trabajo del Dr. Sabatino A. Forino, sobre la “Contribución del Dr. Dino Jarach a la Ciencia de las Finanzas Públicas”, premiado por la AAEF y publicado en la página 27 de sus Anales correspondientes a 1979/1980. Cabe agregar, que en este blog de “Los salieris de Jarach” se ha incorporado la “Ficha Docente” del Dr. Dino Jarach en la Universidad Nacional del Sur, así como el texto del reconocimiento en el año 2010, del Tribunal Fiscal de Apelación de la Provincia de Buenos Aires, al imponer a su Biblioteca el nombre “Maestro Dr. Dino Jarach”. Para completar todo ello, se debería consultar el detallado y exhaustivo trabajo del Sr. Oscar O. Pogliani, publicado a partir de la página 842 del Boletín de la D.G.I. N° 360, de diciembre de 1983 sobre la producción bibliográfica del Dr. Dino Jarach, que comprende todos sus libros, artículos, comentarios, traducciones, investigaciones, etc., publicados hasta 1982. A partir de ahora, nos centraremos en los principales aspectos que -en su conjunto- configuraban, en nuestra opinión, la personalidad rica, proteica y multifacética del Maestro Jarach, lo que por cierto resulta una tarea trabajosa, máxime si se intenta realizar en unas pocas páginas. Ello lo intentaremos con una gran y profunda emoción, producto del afecto, respeto y admiración que le profesamos a Dino durante tantos años. Con una muy completa, amplia, sólida y destacada formación académica y profesional, llegó en 1941 con su familia a la Argentina a los 26 años, huyendo de la guerra, del nazismo y de las leyes raciales italianas que lo afectaban especialmente por su condición de judío, lo que fue retratado muy acertadamente por el Profesor Camilo Viterbo cuando en 1943 en el prólogo de “EL HECHO IMPONIBLE” escribió: “….la planta criada en Europa en los mejores viveros y trasladada aquí, ya joven árbol, ha demostrado saber aclimatarse perfectamente, hundiendo en el nuevo suelo raíces seguras. Y está bien y es justo, porque el país que supo mantener libre y pura su atmósfera, merece gozar de los frutos que en ésta maduran, aunque la planta haya sido criada en otro lugar…”. Jarach no sólo era abogado y doctor en jurisprudencia, sino que dominando más de cinco idiomas, era un humanista de formación universal. La historia, la literatura, la sociología, la filosofía, las bellas artes, la música, la geografía, en fin: el saber humano en general, lo ocupaba, lo preocupaba y lo apasionaba. 2 Resulta válido afirmar que poseía un saber enciclopédico pero que, a la par, era un gran pensador, sumamente creativo, innovador y original y, por sobre todo, absolutamente generoso en la transmisión de sus ideas. De convicciones y acciones profundamente democráticas, privilegiaba la libertad y la justicia, con una personalidad llamativa, vigorosa y atrayente, pero a la vez, muy sencillo, amistoso y amable. Sumamente educado y gentil, nos recibía y despedía siempre personalmente, acompañándonos hasta la puerta de su estudio o departamento, según el caso. Era de las personas que el afecto al saludar, se le notaba especialmente en el brillo de los ojos cuando veía gente que mucho apreciaba. Expresivo y comunicativo, escuchaba atentamente las opiniones ajenas y era muy tolerante con todas las expresiones y posiciones. No alzaba su voz, más bien hablaba -por lo general- en un tono bajo, no sermoneaba o discurseaba, ni pontificaba, expresaba sus reflexiones u opiniones fundándolas y exponiéndolas en forma racional y a veces, si era necesario, elocuentemente. Dino Jarach, realmente, hizo honor a la muy feliz expresión de Tulio R. Rosembuj, cuando éste autor lo caracterizó con sólo tres palabras: “la calidad cálida”, al así definirlo en la nota que “In Memoriam” publicó en oportunidad del fallecimiento del Maestro. Sus clases universitarias o en cursos para graduados, por ejemplo, tenían un contenido, desarrollo y nivel tal, que volcadas directamente al papel se constituían en verdaderos textos de estudio. Así nacieron algunos de sus libros más importantes. La calidad de su lenguaje, de la sintaxis y del vocabulario, la rapidez y la absoluta falta de palabras o expresiones innecesarias o de relleno, complicaban seriamente las tareas de los taquígrafos que no podían seguirlo. Pero, en forma paralela, era muy claro, preciso, su discurso resultaba lógico y desarrollado con las mejores reglas de la exposición u oratoria. Nunca leía texto alguno, cumplía el programa, no se distraía, ni divagaba, las dos horas de sus clases resultaban ser un ejercicio intelectual complejo, arduo y apasionante. En modo alguno era monótono, por momentos muy serio, a veces sonreía, otras insinuaba y adelantaba temas que después trataba, también los recapitulaba cuando correspondía y reiteraba lo que era necesario. En congresos, seminarios y jornadas muy pocas veces tenía necesidad de discutir, ya que cuando terminaba de exponer sus ideas, por lo general eran aceptadas y aprobadas. No obstante, si resultaba necesario, era un excelente polemista y argumentaba con una lógica clásica difícilmente rebatible. Dino Jarach fue sin dudas un excelente autor, expositor y orador. Trabajar con Dino, fue otra experiencia inolvidable. Entregaba sus cuartillas manuscritas, con una letra muy pequeñita y abigarrada, que parecían hormiguitas desfilando, pocas personas se la entendíamos. Textos sólidos, precisos, con una excelente trama expositiva, casi sin correcciones. 3 Pese a ello, revisaba sus trabajos ya fueren artículos o libros hasta el último momento, no por inseguridad sino por un exceso de perfeccionismo y responsabilidad. Cuando le planteábamos o acercábamos posibles ideas o trabajos, siempre nos aconsejaba que los pusiéramos por escrito en una o dos carillas a lo sumo, los dejáramos dos o tres días en una carpeta, luego que los releyéramos y si nos seguían pareciendo interesantes, los pusiéramos a consideración del grupo de trabajo. Sus reflexiones, análisis y autocríticas eran demoledores y pese a sus convicciones firmes y arraigadas, más de una vez no titubeó en cambiar de posición, incluso respecto de temas publicados y algunos ya clásicos como, por ejemplo, el análisis de los distintos supuestos doctrinarios de no gravabilidad, exención o exclusión de objeto. En tales oportunidades y ante los cuestionamientos que le hacíamos por sus nuevas y distintas opiniones, simplemente expresaba: todos tendremos que volver a estudiar el tema y primero que nadie, yo mismo. Otro caso muy ilustrativo de esta temática lo presentó la propia expresión “Hecho Imponible”, la que además de su significado doctrinario y técnico determinó el nombre del libro cuya publicación estamos celebrando. En efecto, las propias reflexiones y análisis de Dino, sumados a los cuestionamientos de algunos autores, lo hicieron dudar respecto de la justeza y precisión lexicológica de la misma, tal como lo expresara en 1957, en su “Curso de Derecho Tributario”. Donde reconoció que el “ble” de “imponible” le puede otorgar una idea de posibilidad o eventualidad a la expresión bajo análisis, cuando -por el contrario- si se configura efectivamente el hecho imponible, corresponde sin duda la aplicación efectiva del tributo. Sáinz de Bujanda años después con un detallado y enjundioso estudio fue disipando todos los reparos de Jarach, reconociendo expresamente la validez y utilidad científica de la expresión “Hecho Imponible”. Otros especialistas, por nombrar sólo a dos, como Ataliba y Luqui, coincidieron con la procedencia de la expresión originaria de nuestro homenajeado, lo que se vió ratificado por la doctrina, la legislación y la jurisprudencia tanto de nuestro país, como de otros países latinoamericanos y España, por ejemplo. Como consecuencia de ello, Jarach en 1980 reconoció que sus anteriores reparos fueron refutados por Sáinz de Bujanda, “quien se preocupó de disipar mis escrúpulos y dar razón de la amplia aceptación del término cuestionado”. A la seriedad con la que Jarach trabajaba se unía un trato personal encantador y, por momentos, intercalaba pasajes de humor que nos permitían recomponer nuestra atención. No recordamos, casi, haberlo visto enojado, sí a lo sumo, alguna vez molesto con ciertos abusos de confianza vinculados con la impresión y edición ilegítima o pirata de sus cursos o conferencias. El 4 colmo en esta materia estuvo representado, por la visita de un “autor” de un libro que compilaba las clases universitarias de Jarach, quien le quiso entregar un ejemplar y solicitarle la firma dedicada de otro. Dino sin recibir ni firmar nada, simplemente le dijo “Buenas tardes” y lo despidió sin más trámite. Sumamente tolerante, como ya lo hemos dicho, con las opiniones ajenas, o diferentes, o contrarias a las suyas, era muy respetuoso, respetado y respetable. En lo profesional era sumamente coherente con sus opiniones y su trayectoria y, más de una vez, se negó a escribir artículos o notas comentando decisiones judiciales con las que ganaba sus casos, pero que no compartía doctrinariamente. Ante nuestras solicitudes para que escribiera sobre esos temas, él nos decía que les informaba a los potenciales clientes que el caso se podía ganar, pero que pensaba diferente desde el punto de vista académico y doctrinario. Ante nuestra refutación en el sentido que una cosa era prestar un adecuado servicio jurídico para asesorar o defender un caso y otra muy distinta escribir fundamentando y sosteniendo una posición doctrinaria propia y diferente, simplemente, nos respondía: soy una sola y misma persona. Esa situación se presentó, por ejemplo, en los últimos años de la vigencia del viejo impuesto a las ventas, con la discusión de la gravabilidad o no de las locaciones de obra, por medio de las cuales se elaboraban a pedido cosas muebles, las que en los casos de su fabricación en serie estaban ciertamente gravadas. Ese “hueco” en la legislación motivó infinidad de controversias doctrinarias, técnicas, administrativas y judiciales, las que -finalmente- tuvieron que ser zanjadas con el dictado de dos leyes “aclaratorias”, que confirmaron la gravabilidad de la venta de las cosas muebles alcanzadas por el impuesto, ya fueren elaboradas a pedido o en serie. Esta era la tesis doctrinaria de Jarach, pero en forma contraria a ello él ganó numerosos juicios sosteniendo la no imposición en los casos de la elaboración de las cosas muebles a pedido, utilizando los vacíos de la misma ley del impuesto, además de argumentos apropiados y la jurisprudencia favorable. Privilegiaba la vigencia de una absoluta honestidad intelectual, acompañada por una irrestricta libertad académica, todo ello con la mayor excelencia profesional, fundamentándose para ello en sus sólidos valores y principios. Esas libertades académicas, intelectuales y profesionales las defendía y ejercía con su ejemplo personal, ya que cuando era una regla común que ninguna autoridad de alguna revista publicara trabajos en otras de la competencia, Dino Jarach lo hacía efectivamente, tanto en el extranjero como en nuestro país. Debemos también señalar, que ser humano al fin, a Dino Jarach, pese a ser generalmente reconocido y respetado en sus actividades académicas y docentes, había quienes por distintos motivos (intereses afectados o lesionados, celos o envidias, diferencias varias, etc.) no lo querían o 5 lo cuestionaban, a veces duramente. Como ejemplo de ello, pueden mencionarse las diversas opiniones y controversias que generó su anteproyecto de impuesto a la renta normal potencial de las explotaciones agropecuarias. En esos casos, su reacción consistía en ignorar los aspectos puramente personales y si la importancia del asunto lo justificaba, responder con argumentos formulados únicamente en los planos doctrinarios y técnicos. Sucedió también, en algunos casos, que seguidores de sus opiniones y trabajos polemizaran con partidarios de otros con posiciones distintas, lo que podría hacer suponer que los autores principales estaban enfrentados o disgustados. No obstante, por lo general, las diferencias doctrinarias entre ellos no los afectaban absolutamente en lo personal. Un ejemplo, del que somos testigos privilegiados, debido a nuestras excelentes relaciones durante muchos años con el Dr. Carlos María Giuliani Fonrouge, a la par de nuestra amistad especial con Dino, es el total reconocimiento mutuo que ellos se brindaron a lo largo de su vida. Por algún tiempo, hubo quienes pensaban y consideraban que ambos Maestros no sólo discrepaban o no concordaban doctrinaria o teóricamente, sino que -además- existía entre ellos algún tipo de resquemor. Por el contrario, nosotros siempre apreciamos y escuchamos del uno hacia el otro y viceversa, el máximo respeto y consideración personal, pese a que no coincidieran en diversos temas. Y ello fue así ya desde los primeros tiempos de Jarach en la Argentina, como lo prueban las cartas intercambiadas en los años 1942 y 1944 sobre el “Anteproyecto de Código Fiscal” de Giuliani Fonrouge primero y, después, respecto de la publicación de “El Hecho Imponible” de Jarach. (Véanse en “Estudios de Derecho Tributario”, Dino Jarach, pág. 439, Ediciones Cima Profesional, Buenos Aires, 1998). Como nota al pie en dicha página de su trabajo, Jarach escribió: “Sirvan estas páginas como un modesto y sincero homenaje al jurista recientemente fallecido. La circunstancia de que muchos de los temas tratados por Giuliani Fonrouge me hayan encontrado en disidencia con él, no debe ni puede empañar dicho propósito”. En el mismo sentido, debemos destacar que en 1972, tuvimos la oportunidad y la enorme distinción de organizar una jornada académica en el CIET (Centro Interamericano de Estudios Tributarios) sobre el principio de legalidad, a la que convocamos a Giuliani Fonrouge y a Jarach, con el Dr. Manuel Rapoport como moderador. Nuestros dos autores no plantearon ninguna condición, no establecieron ningún requisito, no exigieron absolutamente nada, fueron, se sentaron con Rapoport en el medio y desarrollaron dentro de la mayor cordialidad, una reunión antológica, una conferencia verdaderamente magistral, que nos ha quedado en el recuerdo como un modelo de doctrina, talento e ilustración académica. 6 Finalizando ya esta semblanza de nuestro Maestro, nos remitimos a su entera obra doctrinaria y en lo estrictamente personal queremos reiterar el aprecio, respeto y admiración que atesoramos en nuestro corazón respecto de su vida y conducta, complementado ello por la amistad, distinción y consideración que siempre nos dispensó muy especialmente. Dino Jarach, como los verdaderos y grandes MAESTROS, continúa hablándonos y enseñándonos a través de sus trabajos y de sus libros y así nos brinda el ejemplo de su vida y de sus obras. Sus ideas han marcado surcos y abierto caminos en las finanzas públicas y en el derecho tributario, conformando una verdadera escuela de pensamiento que -como corresponde- continúa sus aportes, los respeta pero, que deberá perfeccionarlos y, si cabe, superarlos, como debe ocurrir con los buenos discípulos. 7