El Temor de Cometer el Pecado Imperdonable

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IGLESIA DE DIOS
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Publicación ID: 0308TCPI
El Temor de Cometer el
Pecado Imperdonable
Por ALBERT J. PORTUNE
E
L PENSAMIENTO más
destructivo y aterrador
que puede entrar a la mente
de un cristiano es el de que
está
completamente
desconectado de Dios por
haber cometido el pecado
imperdonable.
¡Medite en ello por un
momento! ¿Qué sentiría
usted, después de haber
conocido las profundidades
de la sabiduría de Dios,
después de haber visto la
gloriosa recompensa de vida
eterna dentro de la familia
misma de Dios –ser su
propio
hijo—vivir
para
siempre, cumpliendo su
propósito
por
las
interminables
extensiones
del universo, al influjo del
gozo y la sabiduría y servicio
–habiendo sido glorificado
como Jesucristo y hecho
semejante a El—brillando
como brilla el sol cuando
aparece
en
todo
su
esplendor
(Apocalipsis
1:16), y luego después de
haber conocido todas estas
cosas, caer en la cuenta de
que lo HA PERDIDO TODO
por haber cometido el
pecado imperdonable?
Separado de Dios
PARA SIEMPRE
Calcule lo que seria el
estar cortado de Dios para
siempre. El pecado NOS
SEPARA DE DIOS (Isaías
59:1-2).
El
pecado
imperdonable nos arranca,
nos destituye de Dios para
siempre. ¡No importa qué
tanto o qué tan arduamente
usted ore o clame a Dios
con lagrimas, EL NUNCA
MÁS LO OIRÁ!
El temor de haber
cometido
el
pecado
imperdonable es muy real.
Es el temor que mucha de la
gente de dios ha tenido. Es
una de las armas más
poderosas de Satanás para
hacernos creer que hemos
perdido nuestro acceso a
Dios –que hemos sido
destituidos para siempre.
El
temor
de
esta
naturaleza
puede
destruirnos
totalmente,
puede arrojarnos en tal
paroxismo
de
desesperación,
que
lleguemos hasta el grado de
no desear mas la vida. Para
el verdadero cristiano no hay
vida sino la de servicio a
Dios, y si alguno siente que
ha perdido su conexión con
Dios, no le queda ya mas
por qué vivir. Con tal idea en
la mente Satanás puede
superarnos con facilidad y
destruirnos,
que
es
precisamente lo que se
propone –su meta.
A fin de tener la
seguridad de no caer en
esta destructiva trampa, es
necesario que entendamos
plenamente qué es el
pecado
imperdonable.
Necesitamos escudriñar la
Biblia –la palabra de Dios—
para hallar la respuesta.
¿Qué es el pecado
imperdonable?
Hay
solamente
un
“pecado
imperdonable”.
Veamos cuál es. Jesucristo
dijo, según Marcos 3:28, “De
cierto os digo que todos los
pecados serán perdonados
a los hijos de los hombres, y
las blasfemias cualesquiera
que sean; pero cualquiera
que blasfeme contra el
Espíritu Santo, no tiene
jamás perdón, sino que es
reo de juicio eterno”.
El único pecado que el
hombre puede cometer que
es
imperdonable,
es
blasfemia contra el Espíritu
Santo; todos los demás
pecados, siempre y cuando
haya
arrepentimiento,
pueden ser perdonados –
pero no así la blasfemia
contra el Espíritu Santo.
¿Qué
significa
la
blasfemia contra el Espíritu
Santo? ¿Cómo se comete?
En
Mateo
12:22,
recogemos la historia del
mismo
incidente
mencionado
en
Marcos
3:28. un hombre fue traído a
Cristo. Este hombre estaba
poseído por un demonio que
le tenia ciego y sordo.
Cristo, por el poder del
Espíritu Santo, reprendió al
demonio, y libertó al hombre
de
su
esclavitud.
Inmediatamente todos los
que
se
hallaban
allí
reunidos, dijeron: “¿Será
éste aquel Hijo de David?”
(versículo 23). Queriendo
decir: ¿no es éste el Mesías
prometido que había de ser
el Hijo de David? (Isaías
11:10).
Ellos
estaban
convencidos
de
que
solamente el Mesías podía
hacer tan grande milagro,
mediante el poder del
Espíritu Santo en Él.
Pero note lo que dijeron
los fariseos cuando oyeron
lo ocurrido: “Este no echa
fuera los demonios sino por
Belcebú, príncipe de los
demonios”
(en
otras
palabras, Satanás). Aquellos
fariseos no atribuyeron tan
grandioso milagro al Espíritu
Santo, sino a Satanás –
acusaron
al
mismo
Jesucristo de tener un
demonio.
Llamaron
al
sublime Espíritu de Dios,
espíritu
inmundo,
repugnante
satánico.
BLASFEMARON contra el
Espíritu Santo. Estos judíos
fueron los que más tarde
crucificaron a su Salvador y
le clavaron en el madero –
exponiéndole al vituperio—
al Hijo de Dios que había
venido a redimirles.
Así pues, aquí tenemos
la clave fundamental. Todo
aquel que haya cometido el
pecado imperdonable, ha
hecho exactamente lo que
aquellos judíos hicieron…
pero prosigamos.
Cómo se blasfema
contra el Espíritu Santo
El
apóstol
Pablo,
inspirado por el Espíritu
Santo,
nos
dice:
“Si
pecaremos voluntariamente
después de haber recibido el
conocimiento de la verdad,
ya no queda mas sacrificio
por los pecados” (Hebreos
10:26). El pecado voluntario
es imperdonable. El pecado
voluntario
es
blasfemia
contra el Espíritu Santo.
El sacrificio que se hizo
por
los
pecados
originalmente, fue la vida de
Cristo derramada por causa
nuestra (Romanos 5:10). Y
si pecamos voluntariamente,
deliberadamente,
de
propósito, entendiendo en
nuestras mentes que de
toda
intención
estamos
cometiendo exactamente los
pecados que pusieron a
Jesucristo sobre el madero,
estamos consintiendo en su
crucifixión
–sabiendo
plenamente que Él es el Hijo
de David, el Hijo de Dios.
Somos tan culpables como
aquellos fariseos que le
acusaron y le crucificaron.
Hacemos
eco
de
las
palabras con que ellos le
condenaron: “¡Fuera, fuera,
crucifícale! No tenemos mas
rey que Cesar” (Juan 19:15).
Estamos
exponiendo
a
nuestro Salvador a la afrenta
publica
–blasfemando—
menospreciando al Espíritu
Santo que está en Él. Por
eso Pablo concluye diciendo
que a causa de esto no
queda sino una horrenda
expectación de juicio y de
hervor de fuego que ha de
devorarlos (versículo 27).
¿Es imperdonable el
pecado cometido bajo
tentación?
Muchas veces, como
cristianos, estamos muy
lejos de corresponder a la
perfección
que
Cristo,
nuestro ejemplo nos marcó.
Nos debilitamos ante la
tentación
y
hacemos
decisiones o selecciones
erróneas, para descubrir
mas tarde –quizás al
siguiente
instante–
que
hemos pecado contra Dios.
¿Es imperdonable este tipo
de pecado?
Note que en Romanos
5:10 dice que nuestras
culpas
pasadas
son
perdonadas por la muerte de
Cristo nuestro Salvador,
pero
que
SEREMOS
salvados (en el futuro) por
su vida. Cristo es ahora
nuestro Sumo Sacerdote, y
se halla sentado a la diestra
de Dios intercediendo por
nosotros. El sabia que
nosotros tropezaríamos y
haríamos
errores.
Pero
cuando reconocemos que
hemos cometido pecado y
nos arrepentimos, Él vive
siempre
para
hacer
intercesión por nosotros por
su
sacrificio
ÚNICO
(Hebreos 7:25). Por medio
de ese sacrificio Él ganó
acceso a Dios el Padre. Así
pues, la llave para el perdón
de nuestros pecados es
nuestro arrepentimiento.
¿Pecó Pablo?
El apóstol Pablo tuvo
sus deficiencias y pecó
como
nosotros.
Él
comprendió la debilidad de
la carne humana. Declara en
Romanos 7:15: “Porque lo
que hago no lo entiendo;
pues no hago lo que quiero,
sino lo que aborrezco, eso
hago”.
Si,
aunque
Pablo
conocía el camino bueno,
algunas veces hizo lo que
no era recto. Cuantas veces
nosotros –sabiendo en lo
íntimo de nuestro corazón
que lo que hacemos es
malo,
permitimos
que
nuestras
mentes
nos
engañen,
que
nos
persuadan que lo malo es
bueno, sólo para descubrir
mas tarde que hemos
pecado contra Dios.
¿Cometió
Pablo
el
pecado imperdonable? ¡No,
ciertamente! Algunas veces
se rindió ante la tentación
del pecado que nos es
común a todos (versículo
23). Pero lo que más
debemos de considerar es la
actitud de Pablo. Note lo que
dice en el versículo 24.
pablo se ARREPIENTE por
esta miserable debilidad de
la carne: “¡Miserable de mí!
¿quién me librara de este
cuerpo de muerte?” Y luego
da gracias a Dios porque
Jesucristo es su Libertador
(versículo 24).
¿Cuándo es imposible
el arrepentimiento?
La clave para entender
la comisión del pecado
imperdonable está en la
actitud de Pablo. Su actitud
era de arrepentimiento. En
Hebreos 6:4-6 él nos dice
que los que han apostatado
de la verdad de Dios –que
han pecado voluntariamente
y rechazado la verdad de
Dios, revelada por medio del
Espíritu Santo– no pueden
arrepentirse. “Porque es
IMPOSIBLE que los que una
vez fueron iluminados… y
fueron hechos participes del
Espíritu
Santo…
y
recayeron, sean otra vez
renovados
para
arrepentimiento”. Los que tal
hacen,
no
pueden
arrepentirse –toda su actitud
ha cambiado. En lugar de
estar arrepentidos, contritos
y sujetos al Espíritu Santo
de Dios, ahora rechazan la
verdad y aborrecen al
Espíritu de verdad. Ahora
crucifican a Cristo –el Hijo
de Dios– dentro de sí
mismos. En lo profundo de
sus mentes toman al Hijo de
Dios, el único por medio de
quien pudieran alcanzar
perdón, y lo clavan una vez
mas
en
el
madero,
exponiendo su preciosa vida
a la afrenta publica. Léalo en
el versículo 6: “Crucificando
de nuevo para sí mismos al
Hijo de Dios y exponiéndole
a vituperio”.
¡Los que han cometido
el pecado imperdonable no
tienen
Redentor!
Han
crucificado a su Redentor y
Salvador,
blasfemando
contra el Espíritu Santo, por
medio del cual
acceso a Dios.
tenían
La prueba
El cristiano que se
siente culpable de pecado y
que piensa que ha cometido
el pecado imperdonable,
sufre
terrible
angustia
mental, porque comprende
el espantoso destino que le
espera al que es destituido
de Dios para siempre. Se
siente en la mas completa
miseria
y
tremenda
pesadumbre.
Pero
aquellos
que
tengan tal temor, pueden
tener la doble seguridad de
que los que han cometido el
pecado imperdonable jamás
pueden experimentar tal
pesar. Porque ellos no
quieren nada con Dios ni
sus
obras.
Ellos
han
atribuido las obras de Dios a
Satanás –han blasfemado y
clamado contra el Espíritu
Santo– y en su interior han
crucificado al Hijo de Dios.
¡Ellos
no
pueden
arrepentirse!
En
su
concepto, no tienen nada de
que arrepentirse.
El verdadero cristiano
engendrado, comprendiendo
su pecado, clamará con
súplicas y lagrimas –
arrepintiéndose
de
su
transgresión.
Si
nos
hallamos en esta actitud de
arrepentimiento por temor
de haber desobedecido a
Dios, tenemos la absoluta
seguridad de que no hemos
cometido
el
pecado
imperdonable.
Esa
es
nuestra prueba.
Debemos tener mucho
temor de cometer el pecado
imperdonable.
Debemos
estar en guardia para no
albergar
sentimientos
antagonistas
hacia
los
ministros que Dios ha
escogido y no dejar que
poco a poco otros afanes
nos aparten del hábito de la
oración, del estudio de la
Biblia y el servicio a Dios –
no sea que un día lleguemos
a estimar en poco el
sacrificio de Cristo y su
verdad,
y
cometamos
blasfemia contra el Espíritu
Santo. Nuestra vida debe
estar siempre ávida de
perfección. Tenemos que
continuar
venciendo
y
creciendo en la gracia y el
conocimiento de nuestro
Señor y Salvador Jesucristo.
Recuerde que Dios es
un Dios de amor ( I Juan
4:8). El es extremadamente
paciente para con nosotros,
y desea que cada día nos
arrepintamos de nuestros
errores ( II Pedro 3:9). No
seamos pues presa del
infundado temor de que
hemos cometido el pecado
imperdonable. Si se siente
apesadumbrado y se ha
arrepentido, eleve su vista a
Jesucristo su Salvador y
crea que su palabra es
verdad (Juan 17:17). Porque
El dijo: “No temáis, manada
pequeña, porque a vuestro
Padre le ha placido daros el
reino” (Lucas 12:32).
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