IGLESIA DE DIOS Departamento de Correspondencia Estimado lector: Este material (folletos, cartas, libros y revistas) es una recopilación del material publicado por la Iglesia de Dios Universal bajo la dirección de Herbert W. Armstrong (1892 – 1986). Para garantizar el contenido auténtico de esta información hemos agregado este CERTIFICADO DE AUTENTICIDAD. Con ello, usted cuenta con la seguridad de que este material es una reproducción fiel del original. Puede imprimirlo y distribuirlo libremente siempre y cuando el contenido del mismo no sea alterado. 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PORTUNE E L PENSAMIENTO más destructivo y aterrador que puede entrar a la mente de un cristiano es el de que está completamente desconectado de Dios por haber cometido el pecado imperdonable. ¡Medite en ello por un momento! ¿Qué sentiría usted, después de haber conocido las profundidades de la sabiduría de Dios, después de haber visto la gloriosa recompensa de vida eterna dentro de la familia misma de Dios –ser su propio hijo—vivir para siempre, cumpliendo su propósito por las interminables extensiones del universo, al influjo del gozo y la sabiduría y servicio –habiendo sido glorificado como Jesucristo y hecho semejante a El—brillando como brilla el sol cuando aparece en todo su esplendor (Apocalipsis 1:16), y luego después de haber conocido todas estas cosas, caer en la cuenta de que lo HA PERDIDO TODO por haber cometido el pecado imperdonable? Separado de Dios PARA SIEMPRE Calcule lo que seria el estar cortado de Dios para siempre. El pecado NOS SEPARA DE DIOS (Isaías 59:1-2). El pecado imperdonable nos arranca, nos destituye de Dios para siempre. ¡No importa qué tanto o qué tan arduamente usted ore o clame a Dios con lagrimas, EL NUNCA MÁS LO OIRÁ! El temor de haber cometido el pecado imperdonable es muy real. Es el temor que mucha de la gente de dios ha tenido. Es una de las armas más poderosas de Satanás para hacernos creer que hemos perdido nuestro acceso a Dios –que hemos sido destituidos para siempre. El temor de esta naturaleza puede destruirnos totalmente, puede arrojarnos en tal paroxismo de desesperación, que lleguemos hasta el grado de no desear mas la vida. Para el verdadero cristiano no hay vida sino la de servicio a Dios, y si alguno siente que ha perdido su conexión con Dios, no le queda ya mas por qué vivir. Con tal idea en la mente Satanás puede superarnos con facilidad y destruirnos, que es precisamente lo que se propone –su meta. A fin de tener la seguridad de no caer en esta destructiva trampa, es necesario que entendamos plenamente qué es el pecado imperdonable. Necesitamos escudriñar la Biblia –la palabra de Dios— para hallar la respuesta. ¿Qué es el pecado imperdonable? Hay solamente un “pecado imperdonable”. Veamos cuál es. Jesucristo dijo, según Marcos 3:28, “De cierto os digo que todos los pecados serán perdonados a los hijos de los hombres, y las blasfemias cualesquiera que sean; pero cualquiera que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tiene jamás perdón, sino que es reo de juicio eterno”. El único pecado que el hombre puede cometer que es imperdonable, es blasfemia contra el Espíritu Santo; todos los demás pecados, siempre y cuando haya arrepentimiento, pueden ser perdonados – pero no así la blasfemia contra el Espíritu Santo. ¿Qué significa la blasfemia contra el Espíritu Santo? ¿Cómo se comete? En Mateo 12:22, recogemos la historia del mismo incidente mencionado en Marcos 3:28. un hombre fue traído a Cristo. Este hombre estaba poseído por un demonio que le tenia ciego y sordo. Cristo, por el poder del Espíritu Santo, reprendió al demonio, y libertó al hombre de su esclavitud. Inmediatamente todos los que se hallaban allí reunidos, dijeron: “¿Será éste aquel Hijo de David?” (versículo 23). Queriendo decir: ¿no es éste el Mesías prometido que había de ser el Hijo de David? (Isaías 11:10). Ellos estaban convencidos de que solamente el Mesías podía hacer tan grande milagro, mediante el poder del Espíritu Santo en Él. Pero note lo que dijeron los fariseos cuando oyeron lo ocurrido: “Este no echa fuera los demonios sino por Belcebú, príncipe de los demonios” (en otras palabras, Satanás). Aquellos fariseos no atribuyeron tan grandioso milagro al Espíritu Santo, sino a Satanás – acusaron al mismo Jesucristo de tener un demonio. Llamaron al sublime Espíritu de Dios, espíritu inmundo, repugnante satánico. BLASFEMARON contra el Espíritu Santo. Estos judíos fueron los que más tarde crucificaron a su Salvador y le clavaron en el madero – exponiéndole al vituperio— al Hijo de Dios que había venido a redimirles. Así pues, aquí tenemos la clave fundamental. Todo aquel que haya cometido el pecado imperdonable, ha hecho exactamente lo que aquellos judíos hicieron… pero prosigamos. Cómo se blasfema contra el Espíritu Santo El apóstol Pablo, inspirado por el Espíritu Santo, nos dice: “Si pecaremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda mas sacrificio por los pecados” (Hebreos 10:26). El pecado voluntario es imperdonable. El pecado voluntario es blasfemia contra el Espíritu Santo. El sacrificio que se hizo por los pecados originalmente, fue la vida de Cristo derramada por causa nuestra (Romanos 5:10). Y si pecamos voluntariamente, deliberadamente, de propósito, entendiendo en nuestras mentes que de toda intención estamos cometiendo exactamente los pecados que pusieron a Jesucristo sobre el madero, estamos consintiendo en su crucifixión –sabiendo plenamente que Él es el Hijo de David, el Hijo de Dios. Somos tan culpables como aquellos fariseos que le acusaron y le crucificaron. Hacemos eco de las palabras con que ellos le condenaron: “¡Fuera, fuera, crucifícale! No tenemos mas rey que Cesar” (Juan 19:15). Estamos exponiendo a nuestro Salvador a la afrenta publica –blasfemando— menospreciando al Espíritu Santo que está en Él. Por eso Pablo concluye diciendo que a causa de esto no queda sino una horrenda expectación de juicio y de hervor de fuego que ha de devorarlos (versículo 27). ¿Es imperdonable el pecado cometido bajo tentación? Muchas veces, como cristianos, estamos muy lejos de corresponder a la perfección que Cristo, nuestro ejemplo nos marcó. Nos debilitamos ante la tentación y hacemos decisiones o selecciones erróneas, para descubrir mas tarde –quizás al siguiente instante– que hemos pecado contra Dios. ¿Es imperdonable este tipo de pecado? Note que en Romanos 5:10 dice que nuestras culpas pasadas son perdonadas por la muerte de Cristo nuestro Salvador, pero que SEREMOS salvados (en el futuro) por su vida. Cristo es ahora nuestro Sumo Sacerdote, y se halla sentado a la diestra de Dios intercediendo por nosotros. El sabia que nosotros tropezaríamos y haríamos errores. Pero cuando reconocemos que hemos cometido pecado y nos arrepentimos, Él vive siempre para hacer intercesión por nosotros por su sacrificio ÚNICO (Hebreos 7:25). Por medio de ese sacrificio Él ganó acceso a Dios el Padre. Así pues, la llave para el perdón de nuestros pecados es nuestro arrepentimiento. ¿Pecó Pablo? El apóstol Pablo tuvo sus deficiencias y pecó como nosotros. Él comprendió la debilidad de la carne humana. Declara en Romanos 7:15: “Porque lo que hago no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago”. Si, aunque Pablo conocía el camino bueno, algunas veces hizo lo que no era recto. Cuantas veces nosotros –sabiendo en lo íntimo de nuestro corazón que lo que hacemos es malo, permitimos que nuestras mentes nos engañen, que nos persuadan que lo malo es bueno, sólo para descubrir mas tarde que hemos pecado contra Dios. ¿Cometió Pablo el pecado imperdonable? ¡No, ciertamente! Algunas veces se rindió ante la tentación del pecado que nos es común a todos (versículo 23). Pero lo que más debemos de considerar es la actitud de Pablo. Note lo que dice en el versículo 24. pablo se ARREPIENTE por esta miserable debilidad de la carne: “¡Miserable de mí! ¿quién me librara de este cuerpo de muerte?” Y luego da gracias a Dios porque Jesucristo es su Libertador (versículo 24). ¿Cuándo es imposible el arrepentimiento? La clave para entender la comisión del pecado imperdonable está en la actitud de Pablo. Su actitud era de arrepentimiento. En Hebreos 6:4-6 él nos dice que los que han apostatado de la verdad de Dios –que han pecado voluntariamente y rechazado la verdad de Dios, revelada por medio del Espíritu Santo– no pueden arrepentirse. “Porque es IMPOSIBLE que los que una vez fueron iluminados… y fueron hechos participes del Espíritu Santo… y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento”. Los que tal hacen, no pueden arrepentirse –toda su actitud ha cambiado. En lugar de estar arrepentidos, contritos y sujetos al Espíritu Santo de Dios, ahora rechazan la verdad y aborrecen al Espíritu de verdad. Ahora crucifican a Cristo –el Hijo de Dios– dentro de sí mismos. En lo profundo de sus mentes toman al Hijo de Dios, el único por medio de quien pudieran alcanzar perdón, y lo clavan una vez mas en el madero, exponiendo su preciosa vida a la afrenta publica. Léalo en el versículo 6: “Crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio”. ¡Los que han cometido el pecado imperdonable no tienen Redentor! Han crucificado a su Redentor y Salvador, blasfemando contra el Espíritu Santo, por medio del cual acceso a Dios. tenían La prueba El cristiano que se siente culpable de pecado y que piensa que ha cometido el pecado imperdonable, sufre terrible angustia mental, porque comprende el espantoso destino que le espera al que es destituido de Dios para siempre. Se siente en la mas completa miseria y tremenda pesadumbre. Pero aquellos que tengan tal temor, pueden tener la doble seguridad de que los que han cometido el pecado imperdonable jamás pueden experimentar tal pesar. Porque ellos no quieren nada con Dios ni sus obras. Ellos han atribuido las obras de Dios a Satanás –han blasfemado y clamado contra el Espíritu Santo– y en su interior han crucificado al Hijo de Dios. ¡Ellos no pueden arrepentirse! En su concepto, no tienen nada de que arrepentirse. El verdadero cristiano engendrado, comprendiendo su pecado, clamará con súplicas y lagrimas – arrepintiéndose de su transgresión. Si nos hallamos en esta actitud de arrepentimiento por temor de haber desobedecido a Dios, tenemos la absoluta seguridad de que no hemos cometido el pecado imperdonable. Esa es nuestra prueba. Debemos tener mucho temor de cometer el pecado imperdonable. Debemos estar en guardia para no albergar sentimientos antagonistas hacia los ministros que Dios ha escogido y no dejar que poco a poco otros afanes nos aparten del hábito de la oración, del estudio de la Biblia y el servicio a Dios – no sea que un día lleguemos a estimar en poco el sacrificio de Cristo y su verdad, y cometamos blasfemia contra el Espíritu Santo. Nuestra vida debe estar siempre ávida de perfección. Tenemos que continuar venciendo y creciendo en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Recuerde que Dios es un Dios de amor ( I Juan 4:8). El es extremadamente paciente para con nosotros, y desea que cada día nos arrepintamos de nuestros errores ( II Pedro 3:9). No seamos pues presa del infundado temor de que hemos cometido el pecado imperdonable. Si se siente apesadumbrado y se ha arrepentido, eleve su vista a Jesucristo su Salvador y crea que su palabra es verdad (Juan 17:17). Porque El dijo: “No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino” (Lucas 12:32). 170