Todos los fenómenos de la sexualidad humana resultan sumamente complejos, pues son de índole psicosomática. Dicho de otra manera: Cualquier actividad erótica tiene un componente físico fundamental, pero que viene determinado por la acción cerebral y el complejo sistema nervioso. Y las funciones cerebrales no se pueden reducir a meras reacciones bioquímicas. El cuerpo influye sobre la mente, y la mente sobre el cuerpo, y mucho más en este caso. Los conocimientos científicos sobre la interrelación mente-cuerpo son todavía muy escasos y fragmentarios, lo cual hace más difícil aún su comprensión. De todas de formas, vamos a intentar exponerlos de forma accesible en sus grandes líneas generales, debido el gran interés que tienen para un mejor desenvolvimiento de la vida sexual individual y de la pareja. Las zonas erógenas (del griego éros, amor, deseo, y gennáo, producir, hacer crecer) del cuerpo humano son las que, mediante estímulos externos, especialmente el contacto físico con la pareja, aplicados en su superficie cutánea o mucosa, producen sensaciones eróticas. Estas zonas se hallan tanto en el organismo masculino como en el femenino, aunque son más abundantes en el segundo que en el primero. Las zonas erógenas se dividen en primarias y secundarias. Las primarias son las que tanto en la mujer como en el varón, al ser excitadas, pueden conducir al orgasmo, o sensación máxima de placer sexual. Las secundarias por el contrario, con excepción de los pechos, no son capaces de conducir directamente al orgasmo, aunque sí lo facilitan. Físicamente, pero sobre todo psicológicamente, el juego erótico comenzará con las caricias extragenitales, las cuales prepararán o desencadenarán la excitación de las zonas erógenas primarias, haciendo con ello posible el coito. Zonas erógenas primarias Las zonas erógenas deben su sensibilidad a unos corpúsculos nerviosos llamados de Krause-Finger, que reaccionan al contacto, a la presión, frente a la fricción y la temperatura, produciendo sensaciones inigualables de placer erótico; por eso reciben también el nombre de corpúsculos de la voluptuosidad. Estos corpúsculos, particularmente desarrollados en la región genital, se encuentran tanto en el clítoris femenino como en el pene masculino. Una vez excitados estos corpúsculos, los estímulos procedentes de las zonas erógenas secundarias pasan a un segundo plano, aunque también contribuyen a la erotización general y a desencadenar el orgasmo cuando el efecto acumulativo de la excitación de las zonas primarias es suficiente. El hombre posee una sola zona erógena primaria localizada en el glande pene-ano, sobre todo en su corona y zonas anejas al frenillo. En la mujer en cambio existen dos zonas erógenas primarias: la del clítoris y la vaginal. Las sensaciones logradas a través de ambas zonas femeninas con capaces de producir el orgasmo, cuando son excitadas por separado o bien simultáneamente. Es lo que suele ocurrir cuando la interrelación nerviosa y funcional entre ambas es perfecta. El coito con estímulo directo preponderante mediante el pene en la vagina, induce indirectamente el estímulo y excitación del clítoris, gracias a su conexión con los labios menores, por medio de los repliegues de su capuchón, que ejercen una especie de masaje del mismo en los movimientos coitales. Para que las zonas erógenas primarias puedan conducir al placer sexual, es preciso que mediante los mecanismos normales previstos por la naturaleza, los órganos sexuales se hallen en estado de intumescencia, que se manifiesta en el pene masculino y el clítoris femenino por la erección, y en la vagina de la mujer por su lubrificación y apertura, alargamiento y ensanchamiento de su fondo. Con el fin de que la excitación se mantenga, progrese y culmine en el orgasmo, es necesario que continúen presiones, fricciones o aspiraciones que la han provocado. Ahora bien el mejor estímulo es el frotamiento alternativo de vaivén, natural y propio del coito. Por el contrario, cuando la estimulación no es deseada, es insuficiente, o resulta inadecuada, se siguen sensaciones desagradables, o incluso dolorosas. Zonas erógenas secundarias El estímulo de las zonas erógenas secundarias tiene la propiedad de actuar como el iniciador o provocador del arranque (efecto “starter”) de estímulo sexual corporal directo, y de influir físicamente, mediante el desencadenamiento de una serie de reflejos, sobre las zonas erógenas primarias. Sin el estímulo directo de los órganos coitivos, que constituyen las zonas erógenas primarias, resulta muy difícil alcanzar, en la mayoría de los casos, las necesarias condiciones para culminar la relación sexual. La excitación de estas áreas secundarias no necesita, para ser eficaz, una preparación previa, como en el caso de las zonas primarias. Son superficies, que desde el punto de vista físico, siempre se hallan aptas para el estímulo y, en el acercamiento amoroso, deben ser las primeramente estimuladas: de modo que actuando de “starter” faciliten la puesta en tensión de las zonas primarias fundamentales. Obsérvese que en muchas especies animales se da una previa preparación a cargo del macho, como es el caso tan conocido de las palomas. Un asalto por sorpresa o brutal, además de peligroso, resulta incompatible, tanto en los animales como en los humano, con un perfecto acoplamiento; sobre todo en el de éstos, en el que entran en juego factores psicoespirituales de gran trascendencia. Veamos cuáles son las zonas erógenas secundarias y algunas de sus principales peculiaridades: Zona genital. En el varón, son la capa deslizante externa del pene, sobre todo en su parte inferior a nivel de su unión con la bolsa testicular o escroto. En la mujer son las dos caras, interna y externa, de labios menores o ninfas, el vestíbulo vaginal, la papila uretral, la cara interna de los labios mayores y el cuello del útero en su porción vaginal. Zona para y perigenital. Conforme nos vamos alejando de las zonas primarias la capacidad erógena va disminuyendo, pero todavía es elevada en las regiones anejas a la genital. En el varón son el tegumento cutáneo que reviste la zona perineal detrás de la inserción del escroto. En la mujer son el tegumento perineal y la parte superior de la región interna de los muslos, que corresponde al hoyuelo que mira hacía la vulva. Zona extragenital. Aunque al principio la excitabilidad erótica de las zonas extragenitales sea bastante relativa, no por eso hay que olvidarlas. Cuanto mayor sea la participación en el acto sexual, cuantas más áreas físicas, y también psíquicas, de cada uno de los miembros de la pareja entren en juego, más completo, abarcante y placentero será dicho acto, y más confirmado será su valor de culminación íntima, personal e intransferible de la relación efectiva conyugal. Las zonas erógenas extragenitales son, en el varón, la región inguinal, el bajo vientre, la piel de la parte anterior del tórax que es particularmente excitable al contacto con los senos femeninos en el cara a cara efusivo. En la mujer los pechos, en su totalidad, y más aún el pezón, son una zona muy particular, cuya excitación, por sí sola, puede desencadenar incluso el orgasmo. En el cuerpo femenino hay una zona tan sensible, que se ha llegado a considerar como genital: la región interna de los muslos, justo por encima de la rodilla. Parecer que este punto es conocido, de manera más o menos consciente, por la mujer, que lo utiliza para presionar sobre su amado en el momento del coito. En el rostro son más sensibles los labios, los párpados superiores y las orejas, el cuello y la nuca. En el tórax las zonas más sensibles son las laterales. En el vientre es una zona normalmente bastante sensible. En la espalda, el vacio de los riñones, el pliegue interglúteo y la parte culminante de las nalgas son las regiones más excitables. En las extremidades: palma y plantas, comisuras interdigitales, cara anterior de la muñeca e interna de los brazos y axilas. Se podría pues decir que prácticamente toda la superficie corporal de la mujer es excitable físicamente. Si a ello se añade que psicológicamente siempre está conectada con lo sexual _ lo cual no es el caso del hombre_, nos encontramos con que la mujer es mucho más apta y está más predispuesta para el amor que el varón. Y en esto no intervienen ni su voluntad ni su conciencia. El punto G. Recientemente se ha estado hablando mucho del punto de Grafenburg o punto G. Tal punto se hallaría constituido por una zona particularmente excitable. Quienes hablan de ella la sitúan en la pared vaginal anterior, correspondiente a la zona que ocupa la próstata bajo la vejiga en el varón. Parece también que su estímulo resulta altamente erótico. Diferencias entre el hombre y la mujer El varón siente y concentra toda su sexualidad y placer erótico en sus órganos genitales, en donde todo se fija y fulgura un instante. En la mujer por el contrario, es su cuerpo entero el que participa, y aunque un foco potente se alumbre en sus genitales y bajo vientre, todo su cuerpo se convierte en fuente de placentera voluptuosidad, pudiendo gozar de uno o incluso varios orgasmos prolongados y repetidos en cortos intervalos de tiempo; todos dentro de un mismo acto sexual, aunque por lo general, con un solo orgasmo se sienta satisfecha. Una vez logrado el orgasmo los receptores sensitivos manifiestan un cansancio, del que solo la fase de recuperación con su periodo refractario – durante el cual ningún estímulo es eficaz – , vuelve a ponerlos en disposición de poder empezar de nuevo. Tomado del libro: “Vida, Amor y Sexo Tomo I” del Dr. I. Aguilar y Dra. H. Galbes. Capítulo 12. Titulado Las Sensaciones eróticas y sus Vías nerviosas. Primera parte.