PIERRE BENOIT CUERPO, CABEZA Y PLÉROMA EN LAS EPÍSTOLAS DE LA CAUTIVIDAD El tema del «Cuerpo de Cristo» es uno de los principales en las epístolas de la cautividad. Se halla relacionado con los de «Cabeza» del Cuerpo y «Pléroma», que lo matizan y enriquecen. Estudiar todo este conjunto es introducirse en lo más profundo de la eclesiología paulina. Coros, Tête et Pléôme dans les épitres de la captivité,Revue Biblique, 63 (1956), 5-44. REALISMO DEL CUERPO DE CRISTO El realismo físico de nuestra unión con Cristo Entre las ideas fundamentales de Pablo y de la comunidad primitiva en general, se halla ciertamente la de la unión de los cristianos con Cristo. Por su vinculación a Cristo y a su obra redentora el pecador es justificado y recibe de Dios la salvación. Una de las fórmulas predilectas de Pablo para expresar esto es en Cristo. ¿Cómo se realiza esta unión? Por la fe y el bautismo. Dos cosas inseparables, como alma y cuerpo en el hombre. En Rom 6,1-11 Pablo explica cómo el rito bautismal sumerge en la muerte de Cristo para hacer participar luego en la vida del Resucitado. En la base de este pasaje capital se halla una concepción de la salvación de un realismo físico que nuestro modo moderno de pensar tiende demasiado a suavizar. Nuestro estilo de pensar de origen griego, particularmente platónico, concentra toda la atención en el alma, con detrimento del cuerpo -su instrumento, su cárcel- del que preferiría liberarla. Esta actitud intelectualista aplicada al problema del Cuerpo de Cristo lleva a considerar el cuerpo como una metáfora para designar la sociedad organizada que es la Iglesia; es de Cristo porque el Espíritu de Cristo lo crea y lo anima, sin necesidad de referencia alguna al cuerpo físico del Señor, muerto y resucitado, que es el canal por donde viene el Espíritu. El pecado nos ha hundido en la muerte, no sólo del alma, sino también del cuerpo. Y tengamos en cuenta que para el pensamiento semita y bíblico el cuerpo no es una parte del hombre, opuesta al alma, sino que significa el hombre entero en su realidad concreta de persona viviente. El retorno a la vida de salud no consiste, pues, en que el alma se libere de la materia sensible y mala del cuerpo. Por el contrario, exige el restablecimiento de la integridad human por la vuelta a la vida del mismo cuerpo. En el progreso de la Revelación, la creencia en una verdadera inmortalidad no se ha consolidado sino a través de la creencia en la resurrección de los cuerpos. Jesús el primero, según Pablo, ha vuelto a abrir la puerta de la salvación precisamente haciendo morir en su persona el cuerpo de Pecado que asumió por orden del Padre, padeciendo la justa condena de la ley, y haciéndolo revivir por el don del Espíritu en la Resurrección. Este cuerpo pneumático, vivificante, de Cristo resucitado, es portador de la vida regenerada de salud. Uniéndose corporalmente a él, el cristiano llevará la imagen del hombre celeste. Y esta unión del cuerpo del cristiano con el de Cristo, en la muerte y resurrección, se realiza por el rito del bautismo iluminado por la fe. PIERRE BENOIT Todo esto hay que entenderlo con gran realismo. Pablo no piensa ni un momento en una resurrección sólo espiritual de Cristo, sino que considera su cuerpo pneumático como muy real, con una realidad física, aunque transformada. Del mismo modo piensa en una unión. muy real, física, del cuerpo del cristiano con el cuerpo de Cristo como condición esencial de salud. Realidad física de un orden muy especial, nuevo, el de la era final, escatológica, iniciada ya, mientras continúa todavía la era antigua. Se trata cíe una paradoja. En el orden del mundo escatológico -comenzado en la persona de Cristonuestra muerte al Pecado, nuestra Vida en Cristo son de una soberana realidad; sin embargo el mundo viejo continúa hasta la parusía y en su orden se hace sentir una realidad muy distinta: ¡Todavía es necesario Morir y la vida plena no es todavía más que objeto de esperanza! Nuestro lenguaje humano está hecho para nuestro mundo y resulta inadaptado cuando hay que expresar las realidades del orden escatológico. ¿Qué nombre se puede dar a esta realidad escondida (Col 3,3), cierta para la fe, con certeza superior a la de la razón y que, sin embargo, se nos escapa? Aquí ha hecho fortuna el término místico. Con todo, Pablo jamás lo emplea. La expresión Cuerpo místico, en concreto, es de aparición tardía en la Teología, aplicada primero al cuerpo eucarístico y luego a la Iglesia. Hoy, que la palabra místico evoca fácilmente fenómenos religiosos de otro orden, podría preferirse una formulación que ofreciese menos peligro de ocultar el realismo bien concreto que está en la base de nuestra unión con Cristo. Algunos autores hablan de Cuerpo eclesial. Sin embargo hay que reconocer que la expresión Cuerpo místico ha recibido de la tradición eclesiástica un valor expresivo y exacto que ha sido confirmado por la Mystici Corporis de Pío XII. La expresión paulina Cuerpo de Cristo conserva siempre una referencia básica al cuerpo personal de Jesús, este cuerpo muerto y resucitado al que se ha de unir el cristiano para participar en la salvación. En las epístolas de la cautividad veremos cómo se desarrolla toda la doctrina que encierra esta expresión. Pero toda esta riqueza del tema Cuerpo de Cristo se halla ya en los primeros textos paulinos donde hace su aparición. El Cuerpo de Casto en 1 Cor y Rom En 1 Cor 6,12-20, Pablo va a poner en guardia a los Corintios contra la profanación del cuerpo por la fornicación. Para lograr su objetivo recuerda al cristiano la sacralización de su cuerpo por la obra de Cristo; este cuerpo, antes esclavo del pecado ha sido comprado a precio por Cristo; desde entonces está consagrado a Cristo, no a la fornicación; será resucitado por Dios como el del Señor; ahora es ya el templo del Espíritu Santo y un miembro de Cristo. Clara insinuación del tema Cuerpo de Cristo y prueba de que ya se halla presente en el espíritu de Pablo. El contexto subraya su origen y realismo. El origen: los cristianos son miembros de Cristo porque sus cuerpos están unidos al de Cristo por la comunión en la muerte que les ha rescatado y la resurrección de la que tienen la prenda garantizada por el Pneuma que ya les santifica. El realismo: se trata de una unión muy real; física, ya que se puede comparar y oponer a la unión sexual que hace de dos cuerpos una sola carne. Cierto que Pablo señala la diferencia diciendo que el cristiano hace con el Señor un solo espíritu. Pero esta oposición del Espíritu -principio de vida del mundo nuevo- a la Carne -principio pecador del mundo viejo- no quita nada al realismo físico del Cuerpo (sóma) que es con el noús, el terreno neutro donde estos dos principios se enfrentan. Este Espíritu no es desencarnado, es el Espíritu que vivifica el cuerpo pnetanútico de Cristo resucitado y por él el cuerpo del cristiano regenerado. PIERRE BENOIT 1 Cor 10 17 nos presenta otro aspecto de este tema familiar a Pablo. En el v. 16 se trata de la Eucaristía y en el v. 17 se comenta así el efecto de comunión que produce: Porque el pan es uno, somos muchos un solo cuerpo, pues todos participamos de ese único pan. El contexto nos dice que no se trata meramente de un cuerpo metafórico. Evidentemente que este cuerpo es en primer lugar el cuerpo individual del Señor, muerto y resucitado, el cual comulgan los cristianos al recibir el pan eucarístico. La palabra sóma ha de tener el mismo sentido en los vv. 16 y 17. La ilación entre los dos versículos es clara: al recibir en sus cuerpos, por el rito sacramental, el cuerpo de Cristo, son todos juntos un solo cuerpo, es decir, este cuerpo, individual en primer lugar, pero que asume todos los cuerpos de los que une a sí. Pablo sabe y ha dicho ya que los cristianos están unidos al cuerpo resucitado de Cristo y forman un cuerpo con él. 1 Cor 12, 12-27 no es pues, la primera formulación de la idea del Cuerpo de Cristo: ni se puede explicar éste por la analogía entre la unidad de los individuos de una misma sociedad y la unidad de los miembros del cuerpo humano. Con todo Pablo se servirá de la metáfora clásica del cuerpo social para ilustrar una consecuencia de su convicción cristiana: la unión de los cristianos, no sólo con Cristo sino también entre sí. El punto de partida es el problema de los carismas (vv. -1-11). La diversidad de carismas no es un principio de división, porque tienen un origen común, el mismo Espíritu. Para subrayar esta unidad de la diversidad, Pablo propone la imagen del cuerpo que es uno y al mismo tiempo se compone 1¡e diversos miembros (v. 12). Pero recurre a esta metáfora porque piensa en su concepción del Cuerpo de Cristo en el que aquella encuentra una nueva y sublime aplicación: las palabras finales del v. 12 -así es también Cristo- sugieren esta aplicación cristiana. Muchas han sido las interpretaciones dadas, pero parece que han de entenderse así: también Cristo es un solo cuerpo cuyos diversos miembros forman la unidad (cfr. 1 Cor 6,15). Este tema central del Cuerpo de Cristo se desarrolla en el v. 13. El bautismo ha sumergido a los cristianos en un mismo cuerpo que no es más que el cuerpo individual, escatológico, de Cristo. Como consecuencia de esta incorporación bautismal ya no hay entre los cristianos ni judíos, ni gentiles, ni siervos, ni libres. El mismo Espíritu del que todos han bebido ¿se refiere al Bautismo? Probablemente esta bebida evoca el otro gran rito de incorporación a Cristo: la Eucaristía. También en 1 Cor 10, 3-4, a propósito de la tipología del A. T., aparecen unidos el bautismo y el alimento eucarístico. Pablo ha recordado su idea fundamental de la pertenencia sacramental y real de los cristianos al Cuerpo de Cristo y ha puesto así la base para aprovechar la metáfora profana de los miembros unidos en un mismo cuerpo. Luego prosigue el desarrollo de la metáfora con más detalles (vv. 1426): se enumeran diversos miembros para hacer resaltar que ninguno de ellos es todo el cuerpo -pueden actuar con independencia- sino que el cuerpo tiene necesidad de todos ellos y requiere su acción concertada. Por fin Pablo vuelve al tema principal y propiamente cristiano que legitima la aplicación del apólogo clásico: vosotros sois el cuerpo de Cristo (v. 27). Expresión que sobrepasa el terreno metafórico del apólogo y que supone la idea de la unión real de los cristianos con el Cuerpo resucitado de Cristo. Pasemos a Rom 12, 4-5: Pues a la manera que en un solo cuerpo tenemos muchos miembros, y todos los miembros no tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo. A primera vista puede parecer que Pablo no supera el plano de la metáfora profana de donde saca la imagen de los cristianos que forman una colectividad cuyo lazo moral es Cristo. Pero no podemos aislar este texto. Se ha escrito poco después de 1 Cor 12, 12-28 y es paralelo a él. Un mismo contexto: la diversidad de carismas. La evocación del apólogo clásico de Rom 12,4 es un resumen PIERRE BENOIT de la exposición detallada de 1 Cor. Hay que entender, pues, Rom 12,4 a la luz de 1 Cor. Además el en Cristo no es la expresión de un mero vínculo moral. Esta fórmula, vaga en sí, tiene un sentido muy fuerte en Pablo: es como el slogan que resume todo su sistema de nuestra unión con Cristo, de la renovación de todo en Cristo, con todo el realismo que le atribuye Pablo. Este cuerpo único que forman los cristianos en Cristo es evidentemente el Cuerpo de Cristo. El Cuerpo de Cristo en Col y Ef En Col y Ef el tema del Cuerpo de Cristo adquiere más relieve. Su aparición no es ocasional, sino que ocupa un lugar central y sirve para indicar el objeto mismo de la Redención, el grupo de los que se salvan. La idea básica, la unión física, sacramental, de los cristianos al cuerpo resucitado de Cristo, es la misma que en epístolas anteriores. En Col 2, 11-13 se trata del bautismo, que es llamado circuncisión de Cristo; y esta circuncisión que no ha sido realizada por mano de hombre consiste en el total despojo del cuerpo de la carne. El mismo cuerpo de la carne por cuya muerte Cristo ha obrado la reconciliación (Col 1,22), es decir, el cuerpo sometido a la tiranía de la Carne -del Pecado- con todas sus consecuencias. Por la unión bautismal con Cristo el cristiano se despoja totalmente del cuerpo de la carne, es sepultado con El y resucitado con El por la fe que da al rito físico su valor salvífico. En otras palabras, se despoja del hombre viejo y se reviste del nuevo recreado según la Imagen, Cristo, que es todo en todos (Col 3,9-11). De la idea de la incorporación física de los salvados en la muerte y la Resurrección de Cristo, fluye inmediatamente el tema del Cuerpo de Cristo. Porque este cuerpo único en el que los fieles han sido llamados (Col 3,15), los judíos y gentiles reconciliados (Ef 2,16) no es sólo un cuerpo moral o social según la metáfora clásica. Es en primer lugar el mismo Cristo; pero es también todos los que Él lleva en sí como Nuevo Adán que obra, muere y resucita por todo el género humano. El cristiano al revestirse de Cristo se reviste del Hombre Nuevo (Col 3,10; Ef 4,24). Cristo es el Cuerpo resucitado, primicias y única realidad del mundo escatológico (Col 2,17); al unirse a Él, los cristianos se convierten todos en el único cuerpo (Col 3,15; Ef 2,16), Cuerpo de Cristo. El único Espíritu que anima este Cuerpo es el Espíritu Santo que ha vivificado su cuerpo resucitado la mañana de Pascua y que penetra a todos los que se le acercan concediéndoles el poder de ir juntos al Padre (Ef 2,18). Esos temas fundamentales reaparecen en Ef 4, 4-6 en una fórmula densa en la que se destaca el carácter bautismal. Como no hay en definitiva más que un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos, y como no hay más camino que un señor (Cristo) al que hay que unirse por una sola Fe y un solo Bautismo, así también para ir hacia este término y por este camino, según la misma vocación y la misma esperanza, no hay más que un solo Cuerpo y un solo Espíritu. El cuerpo individual de Cristo aumentado con todos los cristianos que se le unen aun corporalmente por la fe y el bautismo; el Espíritu que llena el cuerpo individual de Cristo y a través de él todos los miembros de su gran Cuerpo. PIERRE BENOIT Rasgos nuevos del Cuerpo de Cristo en las epístolas de la cautividad En Col y Ef aparece la misma doctrina fundamental del Cuerpo de Cristo, quizás iluminada por expresiones nuevas, pero substancialmente la misma que en las cartas anteriores. Sin embargo, hay rasgos realmente nuevos que la modifican y desarrollan. Pueden resumirse en dos capítulos principales. Primero, el Cuerpo de Cristo parece personificarse y distinguirse más del Cristo individual; lo cual aparece en la combinación del término sóma (cuerpo) con los de ekklesía y kefalé. Segundo, aparece situado en un horizonte de salud más cósmico; se manifiesta por la asociación con el término pléroma. El uso de la palabra ekklesía en singular para designar a toda la asamblea de los cristianos no es totalmente nuevo en Pablo. Aparece en varios pasajes cuando el apóstol dice que ha perseguido la Iglesia de Dios y principalmente en 1 Cor 12,28 claramente vinculada por su contexto al tema del Cuerpo de Cristo. Pero hay que reconocer que ordinariamente en las epístolas anteriores esta palabra designa las comunidades locales. También se da este sentido en Col 4, 15.16, pero el sentido ecuménico de la palabra ekklesía es corriente en Col y Ef y su identificación con el Cuerpo de Cristo es claramente explícita (Col 1, 18. 24; Ef 1, 22-23; 5, 23-30). Este hecho indica una personificación notable del Cuerpo de Cristo. Al llamarlo la Iglesia, subraya la existencia colectiva del grupo de los que se salvan como la de una sociedad organizada y unificada, como la de una persona viva que se distingue del Cristo personal, aunque no vive sino por Él (en Cristo). Con todo no es idéntica a Él; es objeto de su obra redentora, de su amor, de su influencia vivificante. Aparece claro en Ef 5, 23-32, donde la ekklesta aparece frente a Cristo como su Esposa -ciertamente unida estrechamente a él, pero en definitiva distinta- a quien Él ama, se entrega, purifica y santifica. CRISTO CABEZA DE LAS POTESTADES Y CABEZA DEL CUERPO La distinción entre Cristo y su Cuerpo semipersonificado aparece particularmente en el tema de Cristo Cabeza del Cuerpo, Cabeza de la Iglesia. Porque si el cuerpo está unido a su cabeza por un vínculo indisoluble, no es con todo idéntico a ella. La cabeza es el jefe del cuerpo, su principio vital. Este debe obedecerla, recibir su influjo vivificante, crecer bajo su impulso y en cierto modo hacia ella. La imagen Cabeza en su combinación con el tema Cuerpo es un elemento nuevo, exclusivo de las cartas de la cautividad. Anteriormente, en 1 Cor, la cabeza aparece en un sentido bien distinto. No es Cristo, que es el Cuerpo total, sino sólo uno de los miembros, más digno, pero del mismo orden que los demás. ¿Cómo se explica, pues, la aparición de la idea de Cristo Cabeza del Cuerpo Iglesia? La explicación creo que es la que sigue. La imagen de Cristo-Cabeza aparece primero, no en relación al Cuerpo-Iglesia, sino a las potestades celestes, para subrayar su supremacía sobre ellas: Cristo es su Cabeza en el sentido de jefe, de autoridad, que es el sentido bíblico de esta metáfora. En una segunda etapa esta imagen se combina con el tema del Cuerpo gracias a otro valor de la metáfora: Cristo es Cabeza del Cuerpo, puesto que es su principio vital. Esto no excluye por otro lado que desempeñe un papel de autoridad. Veamos esta evolución en los mismos textos. PIERRE BENOIT Sentido primitivo de Cabeza en San Pablo ¿Cuál es el sentido metafórico normal de kefalé para Pablo? Esta noción no aparece en los pasajes anteriores sobre el Cuerpo de Cristo sino sólo en 1 Cor 12,21. Su significado es simplemente el de uno de los miembros del cuerpo. Pero en 1 Cor 11,3 se halla claramente en el sentido de jefe, de principio de autoridad: la cabeza de todo varón es Cristo y la cabeza de la mujer el varón, y la Cabeza de Cristo Dios. Pablo establece una jerarquía de dignidad y mando. Este sentido de cabeza es el normal en el mundo semita y particularmente bíblico, es por tanto, probable a priori que este término se tome en el mismo sentido cuando aparece por primera vez en las epístolas de la cautividad. En efecto, en Col 2,10 tiene claramente este significado: Cristo es la cabeza de todo Principado y Potestad. No lo es ciertamente como principio nutritivo, sino como jefe y soberano. Los vv. que siguen hablan con claridad de la autoridad que han perdido los Principados y Potestades. El mismo pensamiento se descubre en Ef 1, 20-22: la resurrección y la entronización celeste de Cristo le han colocado por encima de todo Principado, Potestad, Virtud, Dominación, y Dios ha sujetado todas las cosas bajo sus pies y le ha puesto por cabeza de todas las cosas. Col, 2, 18-19.nos muestra también la misma acepción del tema: es completamente reprobable rendir culto a los ángeles - las Potestades inferiores- y prescindir de la Cabeza -su jefe- Cristo. La imagen de Cristo Cabeza no aparece pues en Ef y Col como deducción del tema del Cuerpo de Cristo. El valor metafórico de la palabra cabeza, enraizado ya en el lenguaje bíblico, es empleado por Pablo para expresar la autoridad de Jefe que Cristo tiene sobre las Potestades angélicas. Pero esta noción nueva de Cristo Cabeza había de acabar por combinarse con el tema anterior del Cuerpo de Cristo. (Ya en los versículos siguientes a los dos últimos textos citados se insinúa esta evolución). Cabeza y Cuerpo son dos nociones íntimamente relacionadas. La combinación se introduce aprovechando el sentido de autoridad por el que la imagen de cabeza había sido escogida. ¿No es la cabeza la que manda y dirige al cuerpo? Pablo, después de haber dicho que Dios puso a Cristo por cabeza de todas las cosas, añade té ekklesia: Cristo no es sólo Jefe de las Potestades Celestes, sino también y principalmente de la Iglesia, su Cuerpo. También en Col 1,18, en un contexto de supremacía, Cristo es llamado cabeza del Cuerpo de la Iglesia en el sentido de Jefe. Una vez iniciada ya la combinación, podía desarrollarse y enriquecerse gracias a otro valor de la noción de cabeza: principio vital, motor, nutridor. Significado fisiológico de cuño helenístico. En Col 2,19 y Ef 4,16 vemos a Cristo Cabeza desempeñar la funció n de animación, y no sólo de autoridad, en el Cuerpo. Por Cristo el cuerpo entero, alimentado y trabado por las coyunturas y ligamentos, crece por crecimiento divino. Así se realiza de modo total y perfecto la combinación del tema Cabeza de las Potestades con el tema Cuerpo de Cristo. La introducción de la noción de Jefe establecido en el cielo podría producir una separación entre Cristo y su Cuerpo, desastrosa para su intima unión. Pero por el camino de la vinculación fisiológica que une Cuerpo y Cabeza, esta unión se reafirma y de algún modo se precisa más. Por un lado se evita la identidad absoluta, que sería falsa, entre el Cristo individual y los cristianos que se unen a Él; es el Jefe que ya está en el cielo donde ellos han de unírsele. Por otro lado se establece una unión muy íntima entre Cristo y los cristianos por medio de este influjo vital. PIERRE BENOIT Esta fusión de temas que acabamos de analizar aparece en síntesis en Ef 5, 22-32. Hallamos la idea fundamental de Cuerpo de Cristo cuyos miembros son los cristianos (v. 30) a quienes Cristo ha incorporado a sí por la acción purificadora y santificadora del bautismo (v. 26). Pero ésta acción se presenta de modo colectivo: es el Cuerpo lo que salva Cristo (v. 23) y la Iglesia lo que santifica (v. 26). Por más unida que esté la Iglesia a Cristo, por ser su Cuerpo, no se identifica con Él. Se distinguen como Cuerpo y Cabeza: La Iglesia está sometida a Cristo, modelo de la obediencia que la mujer ha de tener con su marido (vv. 23-24); pero la imagen de Cabeza-Jefe implica alguna separación y Pablo no se satisface con ella, pues Cristo es también el Salvador que ha amado la Iglesia y se ha entregado por Ella. Para hacer resaltar esta unión estrecha en el don de sus padecimientos y su vida, no usa Pablo el valor de principio vital en la imagen de cabeza. Prefiere otra imagen más viva, que halla en el A. T.: el esposo no es sólo el jefe a quien ha de obedecer la esposa, es sobre todo su compañero intimo que ama a su esposa como a su propia carne y se entrega por ella. Cristo ha obrado así con su Esposa, la. Iglesia (vv. 25-25). En esta unión - modelo del matrimonio humano y de no menos realismo físico- se realiza plenamente y queda aclarado definitivamente el misterio del texto del Génesis: Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán dos en una carne (vv. 31-32). En estas líneas extraordinariamente ricas se puede observar el último desarrollo del pensamiento paulino sobre la Iglesia Cuerpo de Cristo. PLÉROMA El interés primordial de Pablo son los hombres. El Cosmos es sólo para él -como para toda la tradición bíblica- el marco de la humanidad. No habla de él más que desde el punto de vis ta del hombre y su salvación. Con relativa frecuencia habla Pablo de las Potestades angélicas, pero siempre en la medida que obran a favor o en contra del reino de Cristo sobre sus hermanos los hombres. La carta a los Colosenses es un testimonio de ello. Estos muestran tal interés por las Potestades cósmicas que se hallan en peligro de postergar a Cristo. Pablo afirma categóricamente la supremacía absoluta de Cristo sobre las Potestades y el Cosmos antiguo que gobernaban. Cristo glorioso es cabeza de las Potestades. Pero como hemos visto, Pablo reserva el término sóma para la parte central del mundo nuevo - la humanidad regenerada, la Iglesia-. ¿ Cómo designar el marco cósmico de esta humanidad, que sin estar íntimamente vinculado como ella a Cristo, particip a con todo indirectamente de su obra de salvación? Pablo lo hace con la palabra pléroma. Esta palabra se halla en Pablo en diversas construcciones, incluso en contacto literario con el término sóma. Este hecho indica un posible complemento del tema Cuerpo de Cristo y por tanto conviene examinarlo. Empecemos por precisar el sentido de pléroma en Col 1, 19 y luego veremos cómo se halla el mismo significado, con algunas matizaciones, en otros pasajes. PIERRE BENOIT Interpretaciones no satisfactorias Los exegetas no están acordes en la interpretación de Col 1,19. Unos ven en la palabra pléroma la Iglesia, que completa a Cristo como el Cuerpo a la Cabeza. Este punto de vista tiene algo de verdadero. La epístola a los Efesios significa el culmen de una evolución en la que Pablo identifica prácticamente el Pléroma con la Iglesia. Pero este sentido no puede admitirse para Col 1, 19, pues esta evolución no ha llegado a su término. Otros intérpretes, la mayor parte de los exegetas antiguos y modernos, ven en el pléroma la Plenitud de la Divinidad, de la vida divina. Pero la argumentación histórica en este sentido no es convincente. Además, si pléroma significa aquí plenitud de la presencia divina, la expresión plugo al Padre que en Él (Cristo) habitase toda la plenitud (Pléroma) tiene resabios de nestorianismo y contradice la doctrina de Pablo. Para éste, Jesús -Hijo de Dios- es Dios por naturaleza, no se hace Dios. El sentido paulino de pléroma Rechazadas las interpretaciones anteriores del Pléroma, aceptamos la que lo identifica con el Cosmos. La idea del universo, como una Plenitud en la que Dios está presente en todas las cosas, la halló ya Pablo -en sentido panteísta- en el vocabulario estoico e incluso -adaptada a la trascendencia del monoteísmo bíblico- en los libros de la Escritura. El pléroma abarca todas las cosas, as¡ las de la tierra como las del cielo. En otras palabras, el mundo terrestre y el celeste, incluido el mundo divino que Cristo lleva ya en sí por naturaleza, como Hijo de Dios. Así se comprende como la presencia del pléroma en Cristo es objeto de una habitación y el resultado del beneplácito divino. Esta incorporación del universo constituye una nueva etapa, gratuita por añadidura, en el plan divino de salud. Esta etapa comienza en la Encarnación y tiene su realización completa en la Redención. En el contexto de Col 1, 191o que le preocupa a Pablo es la integración de las Potestades celestes y el mundo material que ellas rigen en el mundo nuevo en Cristo. Cristo glorioso es su Jefe y por ellas el Jefe de todo el universo, como es de modo especial el Jefe - la cabeza- del Cuerpo que ha salvado. Así habita verdaderamente en Cristo toda la Plenitud: de Dios, que lo es por naturaleza, y del Mundo, que él ha reducido definitivamente a su obediencia. Esta misma exégesis puede verificarse en Col 2,9: en Cristo habita toda la plenitud de la divinidad corporalmente. Es decir, el Pléroma tal como lo hemos interpretado: la Plenitud del ser, de Dios y del Mundo. En este texto, los dos componentes del Pléroma se expresan explícitamente: Dios (Tés theóletos) y el Mundo (somaticós). Es legítimo, en efecto, dar al sóma que es raíz del adverbio somaticós una extensión mayor que el solo cuerpo individual de Cristo. En la filosofía estoica, conocida de Pablo, sóma indica corrientemente todo el Cosmos en su diversidad unificada. Este sentido es el que hay que aplicar en el presente texto paulino. En Cristo la divinidad habita de modo corporal en primer lugar por el cuerpo individual en que se encarnó, pero también por toda la humanidad regenerada que Él incorpora a sí y finalmente por todo el marco de la humanidad, el Universo renovado que Él lleva en germen en su ser de Nueva Creatura. PIERRE BENOIT Pléroma en la epístola a los Efesio La misma línea de interpretación del pléroma puede seguirse en Ef. Pero debido al contexto distinto del de Col la aplicación difiere algo. Se da una cierta identificación entre el pléroma y el Cuerpo-Iglesia. El Pléroma-Plenitud cósmica que comprende Dios y el Mundo, no interesa ya por sí mismo a Pablo. La Iglesia ocupa por completo su pensamiento. Consecuentemente restringe a ella la idea de Plenitud, o, dicho de otro modo, amplía la Iglesia hasta las dimensiones del Pléroma y le da así una extensión cósmica. Esta identificación de la Iglesia-Cuerpo y del Pléroma se halla ya en la primera aparición del término. En Ef 1,23 tó pléroma está a continuación de tó sóma, que se refiere a la Iglesia. La misma identificación podemos ver en 4,13: el pléroma loú Chrisloú figura en un contexto que trata de la construcción del cuerpo con el que coincide claramente. Sin embargo en este contexto de crecimiento, expresa un matiz de realización. Puede decirse que el Cristo individual Ira llegado ya como Cabeza a la perfección del muevo orden en el cielo, pero su Cuerpo -todos los hombres que se salvan-está todavía en construcción sobre la tierra. Creciendo así completa la Plenitud de Cristo. Este pensamiento de Cristo que se realiza en su plenitud se halla también en 1,23: la plenitud del que lo acaba todo en todos. Cristo llena el mundo nuevo tomando posesión de él por su influencia renovadora de extensión cósmica, pero también es llenado por el mundo en la medida en que es progresivamente completado, realizado, en su Plenitud total por el crecimiento de la Iglesia y del mundo que ella arrastra tras sí en Cristo. En estas palabras finales del v. 23 intérpretes antiguos vieron la Plenitud, no de Cristo, sino de Dios. El contexto inmediato no avala esta exégesis; pero enlaza con un pensamiento que no es falso y se halla expresado en Ef 3,19. Este v. es el término de una oración iniciada varias veces (1,16; 3,1) y que se expresa finalmente (3,14-19). Se dirige al Padre en la acepción cósmica de este título, de quien viene toda paternidad en el cielo y en la tierra (3,15), para pedirle que llene con su riqueza gloriosa el espíritu y corazón de sus fieles, por el don de su Espíritu y la habitación en ellos de su Cristo para llevarles al conocimiento que supera todo conocimiento, el del amor de Cristo. Pablo ha acumulado aquí lo más fuerte, intenso y cósmico de su vocabulario. La cunibre es toda la Plenitud, no de Cristo, sino de Dios. Aquí ha de acabar todo. Dios es el término de la obra de Cristo. Dios la ha dirigido enviando a Cristo, Haciéndole morir resucitándole y glorificándole. A Él plugo que en Cristo Habitase toda la plenitud (Col 1,19). F1 es su origen y fin último El llena a Cristo de la Plenitud de su vida divina y de su universo renovado. En El, pues, en su Plenitud Total, se realiza la salud: es el Último término al que llegan los salvados llenándose de una plenitud que les integra en toda la Plenitud de Dios. En este texto que apunta a una plenitud lo más vasta posible, hay que tomar las expresiones en su máxima amplitud. Al término de todo está la plenitud total, no sólo del cosmos, sino de la vida divina; no sólo de Cristo, sino de Dios. Los cristianos, constituyendo esta plenitud, como llenándose de ella, son consumados, Aquí se halla la eclosión total de un pensamiento básico de San Pablo y de las expresiones que ha puesto a su servicio. Unión sacramental de los cuerpos de los cristianos con el cuerpo resucitado de Cristo. Como resultado, constitución de un Cuerpo de Cristo que es la Iglesia y que se construye sin cesar. Gobierno y vivificación de este Cuerpo por Cristo concebido como Cabeza-Jefe que manda y principio vital. PIERRE BENOIT Extensión de esta influencia de Cristo a todo el universo que lleva en si con la divinidad en un Pléroma en el que se reconcilia todo en la unidad. Finalmente plenitud del mismo Dios que, por Cristo, está en el origen y término de toda esta obra de nueva creación. Esta es la doctrina de admirable coherencia que hemos podido contemplar en su elaboración. Sus múltiples elementos se han organizado, amalgamado, fusionado por un pensamiento extraordinariamente poderoso, genial. En esta visión tan rica de Cristo y su salud cósmica se halla todavía la primera intuición que derribó a Pablo en el camino de Damasco: Jesús ha resucitado, vive en los suyos, ha empezado la era escatológica, en adelante sólo cuenta Cristo todo en todos. Tradujo y condensó: JOSÉ M.ª RAMBLA