Conclusiones de la sesión del 20 de junio de 2013 Comenzó la sesión con el debate sobre los dos conceptos de Bioética que se emplearon en los años 70. Así, existió una primera definición de Van Rensselear Potter plasmada en su obra “Bioética un puente hacia el futuro” que tenía más que ver con una preocupación por la supervivencia humana frente a los graves impactos de la ciencia y de la industria sobre el medio ambiente, y una segunda, que es la que apareció años más tarde con la publicación de la obra “Enciclopedía de Bioética” del Instituto Josep y Rose Kennedy (Universidad de Georgetown en Estados Unidos) como una disciplina centrada en la vida, el cuidado de la salud y los principios morales que han de presidir la actuación sanitaria. Por parte de alguno de los intervinientes se apuntó que su creación podía ser mucho anterior, como demuestra la existencia de obras como “Ética a Nicómaco”, pero se concluyó que era necesario distinguir entre la ética en sentido estricto, y la Bioética como fenómeno que surgió en los años 70 en el que influyeron diversos factores, tales como: las atrocidades que se cometieron en la investigación con personas durante la 2ª guerra mundial; las nuevas cuestiones éticas que plantearon los constantes avances médicos del siglo XX (transplante de órganos, descubrimiento del ADN, etc….); los escándalos de la talomida, el informe Tuskegee, el caso del hospital Willowbrook, o la desconexión del respirador de Karen Ann Quinlan; así como la existencia de sociedades modernas multiculturales con pluralidad de valores, todos estos factores pusieron de relieve la necesidad de tener en cuenta aspectos éticos en la atención sanitaria, dando lugar a una nueva ciencia denominada “bioética”. Como consecuencia de todo lo anterior apareció el Informe Belmont en el que se enumeraron una serie de principios que se deben respetar en la actuación médica y sanitaria: beneficencia, no maleficencia, autonomía, justicia. En la mesa se debatió sobre si en el momento presente existe una preeminencia del principio de autonomía, o incluso, en ocasiones una preeminencia de una supuesta autonomía mal entendida, fruto de una sociedad actual carente de valores en el que se potencian los deseos individuales por encima de las demás cuestiones éticas que pueden verse involucradas en cada actuación sanitaria, poniéndose de relieve algunas peticiones “caprichosas” que se están solicitando en las clínicas de reproducción asistida en el momento presente (selección de embriones, petición de selección de donantes, etc. …) De la misma manera, se puso en evidencia que las nuevas exigencias de la vida actual y los avances médicos nos han cambiado los esquemas tradicionales, de tal manera que han surgido nuevas preguntas e interrogantes a aspectos que hasta el momento ni si quiera eran objeto de planteamiento. También se advirtió sobre un nuevo cambio en la medicina en un futuro inmediato con las nuevas expectativas que los avances en materia de ADN están revelando, tal es así, que en breve la medicina actual pasará a ser una medicina más predictiva y personalista, lo que sin duda va a poner de relieve nuevos aspectos éticos en la relación sanitaria. Sin embargo, este aspecto no haría cambiar la preeminencia social del principio de autonomía, según manifestaron la mayoría de los intervinientes de la mesa. Se debatió también sobre la necesidad de la fundamentación ética de las normas de derecho que suponen el límite de lo permitido, y como alternativa al esquema principialista tradicional se apuntó por alguno de los intervinientes el mejor acomodo, a su forma de entender, del límite impuesto por el respeto a los derechos humanos, concretando que cuando pudiera surgir algún tipo de enfrentamiento entre ellos, la solución vendría determinada por la aplicación del clásico principio de proporcionalidad atendiendo a las circunstancias de cada caso en concreto. Esta proporcionalidad además no es estanca, ya que como demuestran los conflictos entre la libertad religiosa y el derecho a la vida en los casos de pacientes mayores de edad, capaces y libres, que rechazan algún tratamiento médico, ha variado desde una concepción tradicional de preeminencia del derecho a la vida sobre los demás (considerándolo como una especie de derecho cuasi-absoluto), o una cierta preeminencia de la autonomía y voluntad del paciente, como se pone de relieve en la evolución jurisprudencial de los pronunciamientos en materia de testigos de Jehová. Cuestión bien distinta ocurre cuando nos encontramos ante menores de edad. También se pusieron de manifiesto aspectos concretos de actualidad informativa, como lo relativo a los planteamientos éticos implicados en la maternidad subrogada, así como las dificultades y vaivenes que han influido en las últimas resoluciones que se han producido sobre esta materia en nuestro Ordenamiento Jurídico. O incluso, la recurrente y trascendente cuestión de si debe y puede existir un pretendido “derecho a la muerte” comprendido dentro del propio derecho a la vida. Por último, se concluyó con la indicación de que era necesario la recuperación de valores en nuestra sociedad, el humanismo y la empatía como elementos que debían de presidir la actuación sanitaria, y la necesidad de la existencia de leyes fundamentadas en la ética para el establecimiento de límites (no todo lo científicamente posible será éticamente admisible). En todo caso se insistió en que esas leyes deberían de ser claras, precisas (un ejemplo de esa falta de precisión se pone de manifiesto en la regulación vigente sobre el consentimiento informado del menor maduro) y no excesivas, y que éstas se cumplan y no sean objeto de interpretaciones torticeras. .