PALABRAS DE JUAN MANUEL DAZA IGUARAN, COLEGIAL ORADOR, EN LA CEREMONIA DE CONSAGRACION. Señores miembros de la Honorable Mesa Directiva, apreciados compañeros de Colegiatura, invitados especiales, queridos familiares y amigos, directivos, funcionarios y estudiantes de este Colegio Mayor, señoras y señores Hace algún tiempo, durante una clase, un profesor de este maravilloso Claustro me dijo unas palabras que considero pertinentes para la ocasión. “Los cargos no hacen a los hombres, son los hombres los que hacen los cargos”. La Colegiatura es un órgano creado hace 358 años por nuestro fundador Fray Cristóbal de Torres, al cual encomendó la responsabilidad de co-gobernar y regir esta Institución. Esta labor, consignada en las Constituciones de nuestro Colegio Mayor, debía recaer en 15 estudiantes de las más altas cualidades académicas, personales y morales. Es por ello que traigo a colación las palabras de mi maestro, puesto que no es el hecho de ser colegiales lo que nos da la distinción que hoy ostentamos. Todo lo contrario, son nuestras cualidades personales, nuestras actuaciones ejemplares, lo que le da a la Colegiatura la importancia y distinción por que reviste. La apuesta casada en la fundación del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario por los jóvenes estudiantes fue muy controvertida en su época. ¡La idea de que quince estudiantes becados rigieran el Colegio Mayor era algo impensable! Pero fueron ellos mismos y sus sucesores, quienes con su actuar, ejemplo para todos, se encargaron de demostrar que el fundador tenía razón. Le han demostrado al país que no sólo eran capaces de regir este Colegio Mayor, sino que, además, interiorizaron la misión de nuestro fundador e ilustraron a la Patria y aportaron a las discusiones que contribuyeron a la construcción de un mejor país. Pues bien, hoy esa responsabilidad, porque más que un honor, es eso, una responsabilidad, recae en nosotros. Al igual que muchos de los colegiales que han pasado por este Claustro, ahora está en nuestras manos seguir su ejemplo. Resaltar que somos capaces de cumplir con los deberes que esta responsabilidad implica y contribuir a la construcción no sólo de una mejor Universidad, sino de un mejor país. Debemos ser realistas y conscientes del estado actual de nuestra Nación. Reconocer que Colombia ha avanzado y mejorado en muchos campos, pero al mismo tiempo reflexionar sobre el camino que falta recorrer, pues es este camino el que nosotros como colegiales, y desde nuestra Universidad, podemos empezar a construir. Lyndon Jhonson dijo que no se podía tomar a alguien que había estado encadenado por años, liberarlo, ponerlo en línea de arranque, decirle que podía competir con los demás y creer sinceramente que con eso se actuaba con justicia. Todos, hombres y mujeres, nacemos con las mismas capacidades, pero estas se ven ampliadas o impedidas según el contexto. La familia con que se vive, la escuela a la que se asiste y el grado de pobreza o riqueza que a uno lo rodea son algunos elementos que influyen. Nosotros somos el producto de todas estas fuerzas invisibles que actúan sobre cada persona, desde su infancia hasta su vejez. Es claro que nos sentimos y somos privilegiados. Hemos crecido en ambientes familiares favorables, que nos han enseñado que las dificultades, que están presentes en todos los momentos de la vida se pueden sortear fácilmente. Hemos recibido, por parte de nuestros padres, de nuestros colegios y de este hermoso Claustro, la mejor formación que alguien puede recibir. Pero estas ventajas no debemos usarlas para menospreciar a los demás ni como excusa para evadir nuestro deber de ayudar. Todo lo contrario, esas circunstancias favorables nos generan la obligación de asistir y servir a quien así lo demande, de transformar este mundo para asegurar una mejor calidad de vida para todos. ¿Cómo podríamos vivir tranquilos si nuestros hermanos, colombianos, tienen necesidades insatisfechas? Necesidades que sólo con la ayuda de personas como nosotros, que han contado con la suerte de tener mucho más de lo que ellos tienen, pueden superar. Es precisamente aquí cuando debemos demostrar lo que significa ser ROSARISTAS. Somos profesionales preparados y capacitados de la mejor manera. Los Rosaristas hemos recibido todas las herramientas para ser los mejores; para movernos como pez en el agua, desde cada profesión, en este mundo cada vez más convulsionado. Pero sobre todo somos personas con un gran sentido social y altos valores éticos y morales. Es por ello que nuestra misión se extiende más allá de las aulas, los valores inculcados en este hermoso claustro nos hacen personas con vocación de servicio, que sin importar desde donde nos ubiquemos, estamos dispuestos a ayudar a quien lo necesita, a aportar nuestro grano de arena en la construcción de un mejor país. Estamos seguros de que la excelente formación que recibimos y los valores que nos caracterizan ayudarán a la formación de la COLOMBIA que todos soñamos. Es precisamente la calidad humana y ese compromiso social lo que nos distingue a los Rosaristas. Es nuestro sello, es ese valor intrínseco que lleva la marca del Rosario. Nos llego la hora, la hora de actuar. Ahora somos nosotros quince los encargados de ser ejemplo para nuestros compañeros y los jóvenes del país. Debemos poner manos a la obra, a ejecutar proyectos que beneficien a toda la comunidad rosarista, a promover los espacios propicios que reúnan ideas y opiniones que enriquezcan debates nacionales acerca de temas claves de nuestro país. Llego la hora de ser creativos y poner, ahora más que nunca, nuestra imaginación a volar y llevar nuestras capacidades al máximo, para que todos esos sueños se conviertan en realidad. Nadie ha dicho que el camino es fácil. Lo más probable es que sea arduo, culebrero y lleno de obstáculos. Pero tranquilos, que aferrados a nuestros conocimientos, a nuestros valores y trabajando juntos superaremos cualquier dificultad. Pues obrando con la moralidad, el respeto, la honestidad que forjamos en esta Institución, y siendo perseverantes y dedicados, no habrá impedimento o traba alguna capaz de detener nuestra marcha hacia la cima. Esta no es una meta, es un punto de partida. El camino no está trazado. El camino se hace al andar, y cuando miremos atrás veremos las huellas que mas nunca se han de volver a pisar. Demos todo de nosotros. Exijámonos más de lo usual y pongamos todo nuestro empeño en la construcción de una mejor Universidad, y como todo rosarista, de la mano de Dios, ilustremos esta patria, aportemos para que cada día sea mejor, PORQUE TRABAJANDO EN EL PRESENTE ES COMO CONSTRUIMOS EL FUTURO. Muchas Gracias.