ACTO I - Escena III En la que Polonio y Laertes advierten a la joven Ofelia del peligro de sus amoríos con el bello Hamly. En la que Ofelia confiesa su amor por el joven Príncipe. ____________________________________________________________ Lugar: Salón principal de la casa de Polonio. En escena, éste y su hija. Después brevemente, Laertes. _________________________________________________________ Polonio: Hija, ¿es cierto que Hamly y tu os pasáis el día mariposeando por ahí? ¿Acaso os habéis hecho novios formales? Ofelia: Tal es, señor. Nuestro bello Príncipe me muestra su especial afecto y su singular ternura. Ayer me puso a cien, buen padre. Polonio: Aún eres una niña, Ofelia. No empieces como tu madre, hija. Recuerda la que montaste el año pasado en Marienbad con aquel conde francés que te prometió palacio, título y riquezas y, luego, resultó que el conde era el mozo de cuadras del Conde. Ofelia: No temáis, padre. Nuestro bello Príncipe es honesto y recatado cual danés en invierno. Polonio: Eso de “bello Príncipe” ya te lo puedes ir quitando de la cabeza. Que eres de las que no se enteran de nada hasta que se la dan. Ofelia: No os mostréis esquivo conmigo ni desconfiéis de mi hermoso doncel. Os lo ruego, buen padre. Polonio: Ten cuidado con el doncel, hija, no te vaya a montar antes de tiempo. Llevas la sangre de tu madre, criatura, y le estás saliendo clavada. A tu edad ya me había puesto cuernos hasta con el trompetero de la Corte. Ofelia: Lo mío es pasión propia de juventud y propia mía. Es puro fuego que me sale de dentro y sólo él tiene la manguera que puede apagarlo. Polonio: (Para sí) ¡Qué léxico! (Continua) Sed prudente ya que no os puedo pedir que seáis juiciosa. Elsinore no es París, que vuestro hermano con el Can-Can y la Fou-Fou os tiene trastornada, por no decir salida. Ofelia: No temáis, padre. Hamly me ama como si yo fuera española y no danesa. Polonio: Ten cuidado, hija de tu madre. Ofelia: Es tan tierno, tan recatado, tan caballeroso y tan irresistible, a la par que cachondo, padre, que no parece danés sino cubano, si no fuera por la blancura de su piel y su bello pelo amarillo, peinado a lo garçon. Todo al mismo tiempo. Polonio: Cuidado con lo del recato, Ofelia, que así empezó tu madre y siempre acababa en la cama. Lo del recato, con el tiempo, hija mía, acaba aburriendo hasta a los más recatados. (Entra Laertes, como si fuera a perder un barco) Polonio: ¿Todavía aquí, hijo? ¡Apresuraos o perderéis el barco! Laertes: Sólo vengo a despedirme de mi hermana. ¿Podéis dejarnos a solas un momento, padre nuestro? Polonio: (Asiente con la cabeza) Pero no le hables ni del Pigalle, ni del Can-Can ni de la Fou-Fou esa que ésta está muy salida, hijo. (Sale Polonio. Quedan a solas los dos hermanos) Laertes: Ofelia, tal vez nuestro padre ya te haya aconsejado sobre tu conducta con Hamly. ¿Es así? Ofelia: Lo es, Laertes. Laertes: Debo advertirte, hermana mía, que no era con las trenzas sino con las tetas de la bella Annette con las que Hamly jugaba en el “Rabbit´s Holiday Inn”. Ofelia: ¡No quiero saber nada, hermano mío! ¡Hamly está por mi que se sale y yo no veas! Normal: somos los únicos solteros de la comarca con menos de sesenta años. Laertes: Pero Hamly está ido. Que es para estarlo con la que le han montado. Ofelia: Lo es. ¡Vaya que si lo es! Laertes: Sin contar lo de la boda de su madre con su tío. ¡Cuándo lo cuente en Pigalle no se lo van a creer ni los políticos! Ofelia: (Con tono pensativo pero resuelto) Algún día, Laertes, los reyes podrán casarse con campesinas rollizas, modelos suecas o presentadoras de televisión, pero de momento la corona es la corona. Laertes: (Tras un gesto de comprensión) Seguro, hermana mía, pero ahora debo apresurarme. Otro año hablaremos. Pero si Hamly te ama como dices, después de un padre como el que has tenido qué importa un marido como el que puedes tener. Ofelia: Hamly recuperará conmigo esa alegría que nunca tuvo. Mi amor será el bálsamo que ponga fin a sus dudas. Es que no se fía ni de su madre, oye. Claro que tampoco se fiaba de su padre. ¡Como para fiarse de su tío! Laertes: ¡Tu me dirás! (Entra Polonio) Polonio: ¿Aún aquí, hijo? Me sales ya pitando para París o te desheredo. Laertes: Pardonnez-moi, mon père. Je pars ensuite. Ofelia: C´est si bon. Montparnasse la nuit. Laertes: A tout à l´heure, Ofelie. Ofelia: Bon voyage, mon frère. Laertes: Adiós, padre. ¡Deseadme buena singladura! Polonio: ¡Que salgas zumbando ya, pijo! (Pijo, no hijo. No es un error de imprenta). (Sale Laertes. Quedan Polonio y Ofelia) Polonio: Ofelia, hija, ahora que tu hermano por fin se ha marchado, escúchame atentamente. Ofelia: Os escucho atentamente, padre. Polonio: Mira, hija, si hubieras nacido varón y no mujer, al pronto buscaría un acomodo para ti, bien en Londres, Copenhague, Estocolmo o en el mismo Marbella… Ofelia: ¿Mar… qué, padre? Polonio: Marbella, hija. Ofelia: Y ¿qué es eso, padre? Polonio: ¡Pero hija! Un resort en el Norte de Africa, lleno de gente inútil que sólo sabe vivir bien, aunque luego todos acaben en la cárcel. Ofelia: ¿Vendría Hamly conmigo, padre? Polonio: ¡No me saques a Hamly ahora, hija. Te he dicho si hubieras sido varon pero sois doncella… porque lo sois ¿no? Ofelia: Sí padre. Polonio: ¿Me lo creo? Mira que tu madre me juró que era doncella, cuando tenía dos amantes fijos en París, uno de fin de semana en Saint-Tropez y otro más todos los 25 de Julio en Santiago de Compostela. Dime, hija, ¿lo eres? Ofelia: Si lo creéis lo soy y si no lo creéis, como si lo fuera. Polonio: Bello juego de palabras. (Para sí) ¡El estilo Hamly! Déjame ahora proseguir. Ofelia: Proseguid, padre. Polonio: La mujer, hija, está expuesta a ciertos peligros de los que debe preservarse, si de guardar la honra se trata. Ofelia: ¿La hon… qué, padre? Polonio: ¿Estás sorda, hija? Antes que si Mar… qué y ahora que si hon… qué. Ofelia: Habláis padre de cosas tan extrañas para una niña como yo. Aún no he madurado y en el plan que está esto creo que tardaré en madurar, si no maduro yo por mi cuenta. Polonio: Escuchad, hija, el consejo de un padre viejo y cornudo que si como viejo es docto como cornudo es licenciado. Ofelia: Os escucho atentamente, padre. (Para sí) Después ya veré lo que hago. Polonio: Hija mía, no toméis el camino equivocado que es el camino que siempre se toma cuando no se sabe qué camino tomar. Ofelia: ¿No confiáis en mí, padre? ¿En mí que soy todo cariño para mí? ¿Yo que soy tu única hija? Polonio: Sí, hija, me fío de ti. Es de Hamly de quien no me fío. Temo que cualquier día te proponga una locura: la cabra tira al monte, Ofelia. Esto lo sabes, ¿no? Aunque estés empezando. Ofelia: ¡Bien veo qué poco le conocéis, padre! ¡Hamly es noble y sin doblez: es nuestro verdadero Rey y su tío un usurpador! Polonio: ¿Quién te ha contado eso, hija? Ofelia: Él, padre. ¿Quién me lo iba a contar? Polonio: Cuidado, hija, con estos locos que, haciéndose el loco, siempre se salen con la suya y la suya, ahora, eres tú. Ofelia: (Tras un largo y tierno suspiro afectivo, exclama) ¡Hamly, mi amor! Polonio: ¿Qué es eso de “Hamly, mi amor”? Ofelia: Lo repito tan a menudo, padre, que a veces se me escapa. ¡Hamly, mi amor! ¿Véis cómo se me escapa? (Como dándolo por imposible, Polonio se dirige a la salida del salón) Polonio: Por hoy ya tengo bastante, hija. Tu piensa en lo que te he dicho que veo que te la vas a pegar antes de lo que yo creía, porque de que te la vas a pegar, de eso nunca he dudado. Eres muy fresca, criatura. Pero ahora piensa en los consejos que te he dicho. Ofelia: Perdonad mi sinceridad, padre, pero no puedo pensar en los consejos que me habéis dicho, pues no me acuerdo de lo que me habéis dicho pero, como no quiero contrariaros, me acordaré de los consejos que no me habéis dicho. Yo sólo me acuerdo de lo que me dice mi Hamly. Polonio: Tú sigue así y acabarás como tu madre y Hamly como yo. Ahora, hija, voy a dejarme caer por los salones de la Reina que me ha llamado para hablarme de su hijo. Que tema, desde luego, hay. (Saliéndole al paso) Ofelia: ¿Le ocurre algo a mi bello Príncipe? ¿Puedo hacer algo por ayudarle, cuidarle, mimarle? Polonio: No, hija, es lo de siempre. La Reina quiere saber por qué su hijo hace lo que hace, aunque él no sepa por qué ella hizo lo que hizo. Ofelia: ¡Cuán cruel injusticia para mi bello Narciso, padre! ¡Con lo majo que es! Polonio: Hija, ¡ya vale! Tened cuidado que los príncipes daneses son muy falderos. Y luego no cumplen como hacen en España los reclutas con sus novias que las embarazan durante un permiso pero luego se casan con ellas en cuanto acaban la instrucción. ¡Esos son hombres, aunque no sean príncipes! Ofelia: (Insistente, tirando a cabezona) Respetad mis sentimientos, padre. Mi amor por Hamly está y estará por encima de todo y por debajo de nada. Polonio: Ni por encima ni por debajo, hija. Para eso estoy aquí yo. ¡Menudo yerno que no me puede ni ver! ¡Como para tenerlo a comer en casa todos los domingos! (Ahora sí, Polonio se dirige a la puerta, pero aún se vuelve un momento). Polonio: Que me da que te veo en un convento, hija. Ofelia: ¿Yo? ¿Padre? ¿A mi tierna edad y sin conocer varón? Polonio: ¡Si estuviera aquí tu madre! ¡Con lo que ella sabía de amores furtivos! ¡Yo, aunque Lord, no llego a tanto! Ofelia: Estáis tan pasado, padre, que más que un Lord parecéis un Sir. Pero, quedaos tranquilo. Polonio: No sé cómo, hija. Ofelia: Con un Ribera de Duero, padre, os quedaréis como nuero, digo como nuevo. Polonio: Atinado tu consejo, hija. Lo seguiré más tarde. Ahora me espera la Reina. Ofelia: Saludad a mi suegra. Polonio: ¿Ganas de bromear como está el Reino, hija? Ofelia: Perdonadme, padre. Adiós. Sólo os pido comprensión para que me dejéis hacer lo que me dé la gana y poder irme en primavera a jugar con mi Príncipe a la campiña, como jugaban los novios de antes. Polonio: ¡Pena de criatura! (Sale Polonio bastante enfadado. Queda sola en escena Ofelia) Ofelia: Padre, jamás os desobedecí y siempre os respeté, que no era fácil. ¡Hamly! ¡Príncipe mío! Aprovechemos el vespertino sol del ocaso y retocemos en el bosque. ¡Cómo me tienes, ladrón! Sólo contigo soy tierna y cariñosa. ¡Poséeme pronto, bello Príncipe, para que conozca los placeres de la carne que me da que no va a ser tanto como se dice! (Sale decidida pero sin saber muy bien hacia dónde)