Número 229 I MAYO - JUNIO 2009 Revista del Teléfono de l a Esperanza avivir www.telefonodelaesperanza.org LA MODA DE LA AUTOMEDICACION PASTILLAS PARA TODO ¿Por qué se drogan nuestros jóvenes? Fármacos, sí. Fármacos, no. Hablan un médico naturista y un psiquiatra La fuerza interior puede curar las enfermedades del cuerpo SUMARIO SUMARIO Carta del Director // La píldora milagrosa // 5 A fondo Los milagros de la farmacopea // 6 Historia y actualidad sobre el uso de las hierbas medicinales Por Herminio Otero La obsesión por las pastillas // 14 De la automedicación a la polifarmacia Por Alejandro Rocamora Cúrate a ti mismo // 20 El poder curador de la mente Por José María Jiménez Pastillas para ‘ser felices’ // 26 ¿Por qué se drogan nuestros jóvenes? Por José Luis Rozalén Entrevistas // 32 Con Antonio Carrillo, psiquiatra; y con Domingo Pérez León, médico y experto en medicina natural Por Gloria Díez Cine // 44 ¿Droga o terapia? Por Norberto Alcover A pie de calle // 52 A toda pastilla Por Antonio Saugar Comunicando // 56 En memoria de Manuel Leopoldo Director: Pedro Miguel Lamet Colaboradores: Herminio Otero Alejandro Rocamora Redactor jefe y Publicidad: José Mª Jiménez Fernando Alberca Gloria Díez José Luis Rozalén Diseño gráfico: Antonio Saugar José Luis Mendoza Coordinación: Edita: Impact 5 Teléfono de la Esperanza Tel.: 917 818 795 Depósito Legal: M-28.500-1973 Fotografías ©©: www.sxc.hu Dirección, redacción y administración: Francos Rodríguez, 51 (Chalet, 25) Con la financiación de: 28039 Madrid Tel.: 91 459 00 62 Fax: 91 459 04 50 e-mail: asites@telefonodelaesperanza.org 3 Carta del Director LA PÍLDORA MILAGROSA Un grupo de españoles acaban de encontrar el “elixir de la eterna juventud” o algo parecido. Es más, ya está en las farmacias. Según sus descubridores, científicos del CSIC, este producto representa claramente “un avance mundial” contra el envejecimiento y para la prevención de importantes problemas de salud; pues se ha demostrado que “la ciencia no sólo da años a la vida sino vida a los años”. La pildorita se llama Revidox, tiene un precio, cada una, ligeramente superior al euro, se vende en cajas de treinta, y, como siempre, debe tomarse como complemento de una dieta sana y equilibrada y ¡durante toda la vida! Aparte de prolongar la vida celular y actuar por ello como elixir contra el envejecimiento, este complemento alimentario no sólo rejuvenecería la piel, sino también actuaría en beneficio del resto de órganos (corazón, pulmones, estómago), reduciendo los problemas cardiovasculares y previniendo del cáncer. O sea, una maravilla. Parece que los efectos de estas cápsulas se consiguen gracias a la aplicación de un método descubierto por científicos del CSIC que incrementa hasta 2.000 veces los beneficios del resveratrol, una sustancia que está presente en la uva, y por tanto, en el vino. Dicen que equivale a ingerir 45 kilos de uva o lo equivalente a 45 botellas de vino, pero sin el alcohol, claro. Hace unos meses otros científicos británicos aseguraron tener casi lista otra píldora maravillosa contra los accidentes cardiovasculares. Por no hablar del prodigio sexual de la Viagra y otras pastillas menos científicas para adelgazar, aumentar la memoria, quitar la depresión, y de la fama que alcanzaron hace algún tiempo la jalea real o el ginseng. Desengañémonos, hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad, como ya decía don Hilarión, el boticario de la Verbena de la Paloma. Pero, seamos sinceros, esa portentosa tableta que nos devuelva al vigor y las ganas de juerga de los veinte años no existe. Ni el tranquilizante que te quite la angustia existencial de no haberte aceptado como eres o no haber perdonado a tus padres o vivir centrado en una culpabilidad pasada o cualquier frustración sea cual fuere. Me viene a la memoria uno de los versos de Ernesto Cardenal en su Oración por Marilyn Monroe: “Ella tenía hambre de amor y le ofrecimos tranquilizantes”. Para mayor abundancia hoy está de moda automedicarse. La gente quiere comprar felicidad en la tienda de la esquina, el herbolario o la farmacia. Piensa que la belleza y la alegría tienen un precio en el quirófano de la cirugía estética o se adquiere con un plan mágico de adelgazamiento o un frasco de Prozac. Y nadie puede negar que una aspirina a tiempo alivia el dolor de cabeza. Pero tampoco defender que haya un medicamente contra el dolor de estrellas, la pérdida de un ser querido o una enfermedad terminal. Sin embargo, despertar por dentro, vivir en el instante, disfrutar del don de la vida y sus pequeños regalos, mientras sigan a nuestro alcance, son “píldoras” al alcance de cualquier bolsillo que curan de la angustia e incluso de la muerte al descubrir que es parte de la vida. Nadie piense que hablo en contra de la ayuda impagable de médicos, psiquiatras, psicólogos, farmacéuticos, enfermeros, cuidadores y naturistas; ni contra el poder que nuestra mente atribuya a sus prescripciones, que en definitiva suele ayudar más que la virtualidad del medicamento. Pero, desengañémonos, al final el único remedio para liberarse de las enfermedades, carencia y padecimientos de esta vida no viene de fuera ni puede tragarse con un vaso de agua, que toda curación para que dure procede de dentro, de lo más profundo de nosotros mismos. Pedro Miguel Lamet 5 A Fondo 6 A Fondo LOS MILAGROS DE LA FARMACOPEA Por Herminio Otero HISTORIA Y ACTUALIDAD SOBRE EL USO DE LAS HIERBAS MEDICINALES Millones de personas en el mundo confían todavía en la ingesta de hierbas de todo tipo o de pastillas elaboradas a partir de ellas, para lograr la salvación corporal. Y lo hacen de una forma primitiva y ritual. Es el triunfo de la farmacopea, que hunde sus raíces en el origen del ser humano y sigue teniendo un éxito inesperado en el mundo actual. Ya hace varios milenios, los padres de la medicina científica, Hipócrates y Galeno, hablaban de sustancias que, en vez de ser vencidas por el cuerpo (y ser asimiladas como simples alimentos), eran capaces de vencer al cuerpo y, aunque se tomaran en dosis ridículamente pequeñas comparadas con otros alimentos, provocaban grandes cambios en el cuerpo o en el ánimo. Esa podría ser todavía una definición de las drogas. Antonio Escohotado resume que las primeras drogas aparecieron en plantas como resultado de una coevolución entre el reino botánico y el animal: los herbívoros de algunas zonas, por ejemplo, multiplicaron el marfil de sus molares para no quedar desdentados a los pocos años de pacer en ciertos pastos que comenzaron a absorber silicio. Y algunas plantas desarrollaron defensas químicas ante la voracidad animal, de modo que se convertían en venenos morales para especies sin papilas gustativas o sin un fino olfato. Y es probable que algunos seres humanos mutasen al probar sustancias psicoactivas: así cabe interpretar tantos mitos, presentes en todos los continentes, que relacionan la comida de algún fruto con el paraíso. Al margen de que eso fuera así o no, durante millones de años, gran parte de los vegetales y frutos fueron venenosos y pequeños hasta que “en la revolución agrícola del neolítico aparece un grano no tóxico y a la vez suculento en los cereales, así como muchas leguminosas comestibles y una amplia gama de frutos con abundante pulpa”. 7 A Fondo Esto dispara cambios de incalculable repercusión: el modelo de horda animal evoluciona a formas más afines a la colmena y al termitero: de las pautas de autosuficiencia se pasa a las de interdependencia, basadas en clases compartimentadas que se reflejan en élites hereditarias de poder. Las plantas, farmacia de la humanidad El mundo vegetal ha estado presente en el origen y evolución del ser humano hasta tal punto de que la evolución de ambos corre de alguna forma paralela. De hecho, las plantas han constituido la farmacia natural de la humanidad desde los albores de los tiempos. Los hombres del paleolítico hallaron en ellas los remedios necesarios para las enfermedades que padecían. el Éufrates prácticamente de nuestros métodos actuales de medicación. Recurrían a gárgaras, inhalaciones, supositorios, enemas, cataplasmas, decocciones, infusiones, píldoras, lociones, unturas y enyesados. En una tablilla de barro de esa época se escribió el primer catálogo de medicamentos y comenzó, pues, la farmacopea: escritos en caracteres cuneiformes, se conservan los nombres de docenas de drogas para tratar dolencias que todavía hoy nos afligen: “para hacer gárgaras, sal disuelta en agua; como desinfectante general para las heridas, vino agriado; como astringente, nitrato de potasio, obtenido a partir de los productos nitrogenados de la orina; y para reducir la fiebre, corteza de sauce pulverizada, que es el equivalente de la aspirina en la naturaleza.” Los egipcios ampliaron este antiguo botiquín. En el Papiro Ebers, del año 1900 a.C., se revelan los conocimientos de los antiguos médicos egipcios. El estreñimiento era tratado con un laxante a base de vainas de sen molidas y aceite de ricino; para la indigestión, se administraba una papilla de hojas de hierbabuena y carbonatos (hoy conocidos como antiácidos); y para aliviar los dolores de una extracción dental, los médicos egipcios anestesiaban parcialmente al paciente con alcohol etílico. El hombre primitivo consideraba la enfermedad como un castigo divino y la curación como una purificación. Por eso medicina y creencias religiosas estuvieron íntimamente vinculadas durante siglos: si alguien se ponía enfermo, era por haber perdido el favor de los dioses. ¿Cómo recuperaba ese favor y con él la salud? ¡Mediante una especie de purga física y espiritual! (La palabra farmacia tiene su origen en esta noción: en griego significa “purificación a través de la purga”.) ¿No sucede ahora un poco de lo mismo? No es de extrañar, pues nos acostumbramos durante siglos. Los griegos: mil especies vegetales El primer catálogo de medicamentos Un milenio más tarde, hacia el siglo VII a.C., los primeros médicos griegos adoptaban algo así como un enfoque holístico para tratar a sus pacientes: hacían el diagnóstico, prescribían el tratamiento de las causas físicas de la dolencia y neutralizaban las influencias sobrenaturales (se interpretaran como efectos de la cólera de los dioses) que actuaban sobre el enfermo. La preparación de los medicamentos estaba gobernada por Apolo, patrono de las curaciones, y Prometeo, un Titán que robó el fuego de los cielos para beneficiar a la humanidad. Charles Panatti nos recuerda en Las cosas nuestras de cada día cómo 3.500 años antes de Cristo, los sumerios disponían en el valle del Tigris y El médico y cirujano griego Discórides (40-90 a. C.) nos legó una obra en cinco volúmenes en la que se describen 1.000 especies vegetales, re- 8 A Fondo El consumo en España de productos homeopáticos, plantas medicinales o derivados se ha incrementado de un 10 a un 15% en el último año ferencia obligada de todos los estudiosos de las plantas medicinales a lo largo de toda la Edad Media (y todavía ahora). La farmacopea o el arte de preparar los fármacos La administración de sustancias fue paralela a la ciencia médica y las dos evolucionaron a la par durante siglos hasta que en 1397, en Florencia, surge la necesidad de una nueva ciencia, la farmacopea: el arte de preparar los fármacos. En un sentido amplio comprende el conocimiento del origen, fuentes, propiedades, acciones y usos de los medicamentos. Dos siglos más tarde, en el siglo XVI, cuando la lista de plantas curativas se vio enriquecida con el descubrimiento del Nuevo Mundo y las tradiciones de las civilizaciones que allí vivían, comienza la era moderna de la farmacología, precedida por los primeros grandes descubrimientos en el campo de la química. Comprender cómo actúan entre sí los productos químicos para producir ciertos efectos en el cuerpo contribuyó a eliminar gran parte de las supersticiones y la magia que todavía ensombrecían la medicina. En 1546 se publicó en Alemania la primera farmacopea moderna, con una lista de centenares de drogas y productos químicos medicinales, y con instrucciones explícitas para su preparación. Así, quedaron definidos sin equívocos medicamentos que hasta entonces habían variado ampliamente en sus concentraciones e incluso en sus elementos constitutivos. Los medicamentos entraron, pues, en una etapa de mayor exigencia científica, pero pasarían siglos antes de que la superstición se viera desplazada por la ciencia tal como hoy la entendemos. Una razón importante que explica la persistencia de concepciones erróneas es que los propios médicos desconocían la existencia de los elementos patógenos causantes de enfermedades, como las bacterias y los virus, y seguían atribuyendo causas imaginarias a los males. Y aunque aparecieran nuevos compuestos químicos, su efectividad en el tratamiento de las enfermedades todavía se basaba, ampliamente, en 9 A Fondo las pruebas por simple tanteo. Cuando una nueva droga daba buen resultado, nadie sabía realmente por qué o, lo que todavía era peor, cómo había dado aquella respuesta. En ese ambiente surgieron muchos medicamentos corrientes en el mundo actual: por pruebas por tanteo. Del olvido a la actualidad La Fitoterapia, que estudia la utilización de las plantas con finalidad terapéutica, ya sea para prevenir, para atenuar o para curar un estado patológico, no es cosa del pasado. Aunque Medicina y Botánica habían ido siempre de la mano, la llegada del Racionalismo en el siglo XVII hizo que la fitoterapia fuera relegada al olvido. Este exilio acabó de completarse en los siglos XVIII y XIX, cuando se empezaron a aislar y a sintetizar en el laboratorio los distintos principios activos que dieron lugar a los primeros fármacos de síntesis en detrimento de los remedios naturales. Pero en la actualidad la farmacopea natural experimenta un renovado interés. La gran industria farmacéutica ha encontrado un filón en la eficacia de numerosas plantas medicinales y las ha incorporado a sus medicamentos. Y sobre todo, ha aumentado el interés del público, conocedor de que las plantas ejercen sobre el organismo una acción menos agresiva que otras sustancias químicas. Las plantas no sirven para las urgencias, pero son de ayuda inestimable en la medicina preventiva o en las afecciones crónicas. Por eso han surgido laboratorios dedicados exclusivamente al desarrollo de nuevos preparados de plantas, sujetos a un control de calidad exhaustivo. Ello ha llevado al resurgir de una nueva fitoterapia. La medicina se vuelve bio En la actualidad, la medicina se ha vuelto bio: insomnio, estrés, dolores musculares..., todo parece tener cura si se busca un remedio en una terapia alternativa: crema de caléndula para calmar las irritaciones de la piel, suplementos de levadura de cerveza para el colesterol, soja para los sofocos... Andrea Arabia recuerda en Mujer hoy cómo desde la antigüedad, las plantas se han usado para tratar enfermedades. Y hoy, tras décadas de investigación, vuelven a estar en el punto de mira de una sociedad que apuesta por lo natural. De hecho, se estima que uno de cada tres españolas toma especialidades farmacéuticas derivadas de plantas para tratar o prevenir alguna afección de forma habitual. 10 A Fondo Uno de cada tres españoles toma de forma habitual alguna especialidad farmacéutica derivada de plantas para tratar o prevenir alguna afección Aproximadamente, la mitad de la población de los países desarrollados utiliza productos homeopáticos, plantas medicinales o suplementos de este tipo de medicina, y en España su consumo ha aumentado de un 10% a un 15% en el último año. En toda Europa, los productos homeopáticos representan el 1% de las ventas del mercado farmacéutico y el 7% del de medicamentos sin prescripción. En Alemania, el 60% de las prescripciones médicas corresponden a productos fitoterápicos financiados, en parte, por la Seguridad Social. Hay más datos: “El auge de la medicina alternativa y la demanda de productos bajo la etiqueta de ‘cien por cien natural’ es imparable. Actualmente, 100 millones de europeos emplean la homeopatía, y sus compuestos se utilizan en más de 80 países, principalmente en Europa, donde el 66% de las madres la emplean para tratar a sus hijos, tanto de forma preventiva como curativa. En España, más de 7.000 médicos los prescriben y el 11 A Fondo número de especialistas que integra la homeopatía dentro de sus tratamientos va en aumento”. Y en países como Francia, Bélgica e Inglaterra la homeopatía está integrada en los sistemas públicos de salud. Terapias aliadas de la mujer La fitoterapia es noticia permanente, como puede verse en numerosos titulares en las revistas actuales. Pero la homeopatía (uso de remedios carentes de ingredientes químicos activos) y otras terapias alternativas como la macrobiótica (búsqueda del equilibrio físico y emocional a través de la nutrición), la musicoterapia, los masajes, la aromaterapia... empiezan a ganar terreno incluso en el campo de la pediatría y se han convertido en los grandes aliados de la mujer. El consumo de los medicamentos naturales y su prescripción ha aumentado en nuestro país, sobre todo, en las consultas de ginecología. Las mujeres embarazadas son las que más demandan alternativas naturales a algunos fármacos, por tranquilidad y para garantizar que, en ningún caso, se perjudica al feto. Pero se emplean también terapias fitoterápicas para tratar el síndrome premenstrual, la ansiedad, la obesidad y, sobre todo, para tratar los síntomas de la menopausia, que es donde se han constatado las mayores evidencias científicas, con la soja como planta estrella. El ginecólogo Javier Haya recuerda que “diversos estudios han demostrado que las japonesas no tienen sofocos durante la menopausia, sufren menos fracturas osteoporósicas y menor tasa de enfermedad cardiovascular. Y estas ventajas se deben a los beneficios clínicos de las isoflavonas consumidas a través de varios alimentos con soja”. Por eso, cada vez más personas, especialmente las mujeres, siguen confiando en los milagros de la farmacopea y, más sensibles que nadie el mundo natural, practican toda clase de dietas para curar enfermedades o como régimen adelgazante, a veces con el peligro de una automedicación inadecuada o de unas dietas que enferman en vez de curar: autodietas compulsivas (obsesión de seguir dietas desequilibradas sin atención médica: así comienza en la mayoría de los casos la bulimía y anorexia nerviosa), tratamientos con pastillas que contienen anfetaminas, laxantes y diuréticos, autodietas vegetarianas (sin control medico o sin conocimientos reales sobre el vegetarianismo), macrobióticas (la dieta de la cocina zen, si es muy rígida, puede alterar los valores proteínicos)... Con sentido de la realidad, habrá que asumir que los milagros de la farmacopea no son definitivos y que no hay dietas milagrosas. 12 A BENEFICIO DEL TELÉFONO DE LA ESPERANZA DE HUELVA MARÍA LÓPEZ Con una gran hondura, a veces para expresar el dolor, a veces para el amor, el libro de poesía de María López, editado por la Fundación El Monte, sorprende y prende desde la primera a la última línea. Arranca con su dedicatoria a las perdedoras, y desgrana en verso corto y afilado su lamento sobre el maltrato, sobre la huella indeleble de la violencia. Continúa con Coplillas para una boda, que cantan al amor y a la fecundidad, llenas de sonrisa y esperanza. Y concluye con Creando, donde expresa su personalísima visión sobre diversos temas, siempre desde una vivencia honda. Casada, madre y abuela, María López estudió, en su juventud, Empresariales y, en su madurez, Orientación y Mediación Familiar en la Universidad de Granada. Trabajó como directora de Caritas Diocesana y, en la actualidad, es la presidenta del Teléfono de la Esperanza en Huelva, su tierra natal. Escritora desde niña, ha publicado varios artículos en revistas especializadas en temas sociales. Los fondos recaudados con la venta de Inédita María irán destinados al proyecto “Nueva Sede del Teléfono de la Esperanza en Huelva”. El donativo mínimo es de 10 euros. Para conseguir el libro y para ampliar la información, estamos en el 959 281 515. Tu teléfono. A Fondo LA OBSESIÓN POR LAS PASTILLAS DE LA AUTOMEDICACIÓN A LA POLIFARMACIA Por Alejandro Rocamora Bonilla 14 A Fondo Si repasáramos cualquier botiquín de un hogar español encontraríamos, entre otros fármacos, los siguientes: pastillas para los dolores, la fiebre, la gripe, antibióticos en diversas presentaciones (sobres, comprimidos, jarabe), expectorantes, antitusígenos y varios termómetros y material de cura, (agua oxigenada, tiritas, algodón, etc.); en casos especiales podemos hallar hipotensores, píldoras para el colesterol, ansiolíticos, hipnóticos, antidiabéticos orales, antiácidos y un largo etcétera. Lo sorprendente no es que la lista sea tan extensa sino que en la mayoría de los casos los productos estén caducados, falte el prospecto o ni siquiera se sepa para qué sirven. Posiblemente casi siempre el medicamento fue prescrito por un médico, pero en muchos casos se compró por la recomendación de un amigo o porque se enteró por cualquier medio de comunicación o porque a un familiar le sentó bien y queremos probarlo. Ante este panorama, podemos preguntarnos: ¿usamos de forma correcta los fármacos? Algunos datos España parece estar a la cabeza en el consumo sin control de antibióticos y se calcula que dos mil personas mueren al año por la pérdida de eficacia de los medicamentos. Según los estudios recientes, el 6% de los medicamentos que necesitan receta se vende sin ella y un 9% de los españoles admite tomar antibióticos sin prescripción médica. Según el Instituto de la Juventud, el 11,1% de los jóvenes españoles se automedican. Los españoles somos los terceros consumidores de ansiolíticos en Europa por detrás de irlandeses y portugueses. El insomnio y los trastornos de ansiedad están disparando el consumo. En los EE.UU. domina el consumo de barbitúricos y las anfetaminas arrasan. Automedicación En los países ricos, la ansiedad, la obesidad, los dolores, el insomnio o la misma depresión, se suelen tratar por lo que dice un amigo o lo que le ha ido bien al vecino del quinto. Un ejemplo de esta situación es aquel paciente que al entrar en la consulta y como forma de presentación me dijo: “Mire, doctor, quiero que me recete la pastilla El 6% de los medicamentos que necesitan receta se vende sin ella y un 9% de los españoles admite tomar antibióticos sin prescripción médica verde de la depresión pues a mi vecina se la prescribió y le ha ido muy bien”. Me quedé perplejo pues no sabía ni que le pasaba, ni quién era su vecina y por supuesto a qué antidepresivo se refería con lo de “la pastilla verde”... La automedicación se ha definido de forma clásica como “el consumo de medicamentos, hierbas y remedios caseros por propia iniciativa o por consejos de otras personas, sin consultar al médico”. La automedicación constituye un hecho cotidiano y habitual en la mayoría de los hogares españoles. Se ha pasado de una actitud pasiva y sumisa ante el médico (éste es el que prescribía y al que no se le podía replicar: el enfermo era como un “cero a la izquierda”, “sin voz ni voto”, 15 A Fondo al que no se atendían sus indicaciones) a una actitud más autónoma pero también más arriesgada: “Yo sé lo que me pasa y conozco mi cuerpo y por lo tanto me tomo la medicación según considero oportuno”. Entre estos dos extremos existe un término medio: una relación médico-paciente responsable por ambas partes. El profesional médico es el que diagnostica y pone el tratamiento, pero teniendo en cuenta las sugerencias y las recomendaciones del propio paciente sobre tratamientos anteriores: intolerancia de algún fármaco, efectos secundarios, dosis, etc. Es decir, el paciente debe participar de forma activa e inteligente en las decisiones y en la gestión de las actividades terapéuticas que le atañen, pero siempre bajo la supervisión de un profesional de la medicina. Polifarmacia Es otro gran lastre de la medicina actual. Cuando acude, sobre todo una persona mayor, a la consulta es frecuente que, incluso antes de manifestar su dolencia, a modo de muestrario, extienda sobre la mesa del médico “los diferentes cartones”, para indicar los medicamentos que está tomando: para el colesterol, la hipertensión, la ansiedad, el insomnio, el mareo, los dolores de cabeza, para el estómago, etc. Entre otras razones, podemos afirmar que a esta situación se llega por dos caminos: una atención médica dirigida al síntoma (no a la persona como totalidad) y por parte del paciente una incapacidad para aceptar lo que mi abuela denominaba “las goteras de la edad” (dolores, insomnio, mareos, etc.). Ambas circunstancias cuando se cruzan se potencian y dan lugar a la polifarmacia en un intento por no sufrir (paciente) y en un deseo omnipotente de evitar todo sufrimiento (médico). A todo esto podemos agregar otro dato: vivimos en “la cultura de la pastilla”: existe un comprimido para adelgazar, otro para dormir bien, para estar mejor, para estar más alegre, etc. Nuestra sociedad es una sociedad medicalizada y donde se busca el remedio mágico para todo, incluso en la medicina no oficial. 16 Vivimos en “la cultura de la pastilla”: existe un comprimido para adelgazar, otro para dormir y otro para estar más alegre; nuestra sociedad es una sociedad medicalizada y donde se busca el remedio mágico para todo A Fondo Se ha extendido la idea de que los productos naturales son inofensivos, cuando la realidad es que tienen menos controles sanitarios y, por tanto, existe mayor riesgo de que sean nocivos para la salud Tipología del mal uso de los medicamentos En nuestra cultural actual todo ser humano, en algún momento de su existencia ha necesitado o necesitará una ayuda médica. Nacemos generalmente en el hospital y morimos casi siempre en un hospital. Nuestra existencia está jalonada por el calendario de vacunas en la infancia, las revisiones periódicas de la empresa y el control de colesterol o de la hipertensión en la ancianidad. Nuestra vida, pues, está entretejida con las puntadas de actos médicos y, aunque no tengamos una enfermedad grave, la visita al médico de familia o al dentista, y en algunas ocasiones al psiquiatra, es el pan nuestro de cada día. En este contexto el medicamento adquiere un valor significativo. Es más, algunas personas no pueden vivir sin las pastillas, azules o rojas, como dice un amigo mío. Pero no todas las personas tienen las mismas motivaciones profundas en la utilización de los fármacos, casi siempre necesarios, pero en ocasiones utilizados para tapar alguna deficiencia psíquica. Veamos algunas de ellas: alegre, menos introvertido. Pero en estas situaciones ocurre como en “la parábola del saco roto”, que la solución no está en llenarlo de piedras preciosas (todo se caía pues tenía un agujero en el fondo), sino en remendar, en reconstruir al sujeto para superar su sentimiento de inferioridad. La solución, pues, no está en la pastilla sino en la capacidad del sujeto para cambiar y tomar sus propias decisiones. Si no ‘remendamos’ nuestra propia existencia de nada servirán las opciones que tomemos, por buenas y sabias que sean. Concepto mágico del fármaco: en ocasiones el sujeto toma la medicación, como Popeye comía sus espinacas, esperando que por arte de magia, se convierta en el más guapo, más fuerte o más deseado. De aquí, surgen los productos maravillosos para reponer o evitar la caída del cabello o no ganar peso, entre otros. En estas ocasiones se olvida que todo ser humano tiene capacidad para cambiar y cambiar a los demás. La ley del mínimo esfuerzo: en el uso de los medicamentos a veces subyace la ley del mínimo esfuerzo. Estamos inmersos en una cultura en la que se prima los resultados (ganar más dinero, tener más salud...) no los medios y el esfuerzo que tenemos que poner para mantener la “línea” o tener un adecuado nivel de colesterol, etc. Los medicamentos pueden ayudar a mantener un adecuado nivel de bienestar, pero cada uno de nosotros debe esforzarse por mantener una vida sana y saludable. Sentimiento de inferioridad: existen personas que parten de una concepción muy negativa de su cuerpo, de sus capacidades para estudiar o para relacionarse con el otro sexo. Una solución fácil es tomar una pastilla para adelgazar o una anfetamina para conseguir un “mayor rendimiento intelectual” o un fármaco para ser más 17 A Fondo Bajo umbral de sufrimiento: tanto el dolor físico como psíquico (la angustia) es mal soportado por la mayoría de las personas. Huimos de todo lo que huela a malestar y rápidamente tomamos el analgésico para el dolor de cabeza o de espalda o un ansiolítico cuando nuestro hijo adolescente no ha llegado a su hora a casa, etc. En estas ocasiones los fármacos nos puede quitar el síntoma, pero nos pueden incapacitar para poder comprender mejor la situación y consiguientemente poner los remedios más oportunos. El uso racional de los medicamentos La actitud adecuada en la utilización de los fármacos es cuando existe sintonía con el médico o psiquiatra, se reflexiona sobre el “problema” y se toman las medidas que se creen más adecuadas. Bien puede ser la instauración de un tratamiento farmacológico o el realizar alguna prueba diagnóstica o determinar que no se precisa ninguna medida terapéutica. En este sentido, el día que se generalice el hecho de acudir al médico y finalizar la consultar sin ninguna receta ni prescripción de DECÁLOGO PARA EL USO RACIONAL DE LOS MEDICAMENTOS 1.- El uso de cualquier fármaco deberá estar prescrito por un profesional de la salud (médico o farmacéutico) y por tanto se evitará tanto la información por Internet como la de un familiar o amigo. 2.-Se debe evitar la automedicación dado que cada paciente es irrepetible y cada fármaco puede producir efectos adversos, que solamente el profesional de la salud puede conocer. 3.-Todo medicamento debe ser adquirido en las farmacias, para evitar las falsificaciones y las posibles alteraciones y fraudes en la composición original. 4.-Conserve siempre el medicamento en su envase original y con su prospecto, para poder consultar cualquier duda sobre la posología, administración, etc. 5.-Siempre se debe consultar la fecha de caducidad. 6.-Es aconsejable la lectura del prospecto, pero siempre se deben seguir las instruccio- 18 nes de su médico ante cualquier duda sobre la posología o forma de administración del medicamento. 7.-No es aconsejable el almacenamiento de medicamentos ya usados. Sería conveniente realizar una revisión, al menos dos veces al año, para retirar los ya caducados. 8.-No es recomendable guardar fármacos junto a útiles de belleza, ya que pueden confundirse y causar efectos inesperados. 9.-Pregunte a su médico o farmacéutico cualquier duda que tenga antes de tomar la decisión de cambiar de fármaco o algún elemento de su tratamiento. 10.-Los medicamentos caducados o los que ya no se toman por finalización de tratamiento se deberán llevar a los puntos de reciclaje: las farmacias. Estos ‘diez mandamientos’ se cierran en dos: no te automediques ni tengas una polifarmacia en casa. A Fondo ninguna prueba (análisis, rayos X, etc.) ese día habremos conseguido que la relación médico-paciente sea perfecta. Es evidente que el uso de los fármacos es un medio que tenemos en el siglo XXI para favorecer nuestro bienestar. No obstante, debemos insistir que, para el uso conveniente de los fármacos, es necesario facilitar una información cualificada sobre los efectos de los mismos, por el profesional de la salud (médico o farmacéutico). Es un gravísimo error el tener como única fuente de información Internet para saber las aplicaciones de un fármaco y mucho peor el querer seguir un tratamiento encontrado en la red. Existen muchas razones para defender esta postura, pero solamente señalaré una: cada enfermo es irrepetible y por lo tanto el tratamiento debe ser individualizado. Como dice un viejo adagio médico: “no hay enfermedades sino enfermos”. El profesional de la salud deberá detectar las ideas irracionales que el paciente tenga sobre el fármaco prescrito (su poder extraordinario de eficacia, sus efectos secundarios, etc.) y situar en su justa medida las posibilidades terapéuticas, siempre contando con la colaboración activa del enfermo. A este respecto, es una buena praxis médica el preguntar sobre posibles efectos secundarios de anteriores tratamientos y hacer una relación detallada de la medicación que se está tomando en la actualidad para valorar las posibles interacciones. Los productos naturales, ¿son más inofensivos? La otra postura extremista del mundo civilizado es un rechazo total de la medicina oficial y una defensa a ultranza de la medicina natural (herbolarios, plantas medicinales, etc.), entre otras razones, por su proclamado carácter inofensivo. Hasta el extremo que se ha llegado a afirmar, de forma ingenua, que “la medicina oficial mata; la medicina natural cura”. salud. Es cierto que “los medicamentos oficiales” parecen que son más perjudiciales para la salud, pero es porque conocemos mejor sus efectos secundarios; “la medicina natural” no es que no tengan efectos nocivos sino que no se estudian, o no se conocen o no se publican. Además, los productos naturales también pueden ser tóxicos por sí mismos cuando no están bien dosificados o se mezclan con otras sustancias. Como ejemplos podemos señalar lo siguiente: el ginseng, que se utiliza para la fatiga, es frecuente su adulteración y puede producir desde hipertensión, hinchazón mamaria hasta hemorragia; la manzanilla puede producir inflamación de la mucosa de la boca y lengua; el muérdago es tóxico para el hígado; el poleo, que se utiliza como sedante, puede producir necrosis hepática y se debe evitar durante el embarazo. Y la lista de productos naturales con efectos indeseados es interminable. Conclusión Es evidente que la farmacopea ha salvado muchas vidas. También es evidente que gracias a las investigaciones farmacológicas nuestras vidas son más agradables. Hemos conseguido un mayor nivel de bienestar e incluso en ocasiones se puede mantener una cierta calidad de vida en los enfermos crónicos (un ejemplo manifiesto son los avances farmacológicos en el tratamiento del sida). Pero no podemos olvidar que el fármaco también se ha utilizado de forma inconveniente y que en ocasiones se abusan de los mismos. Una información cualificada sobre los mismos y el uso racional de los medicamentos son los pilares para conseguir una adecuada salud física y psíquica. La realidad es que los “productos naturales” tienen menos controles sanitarios y por lo tanto existe mayor riesgo de que sean nocivos para la 19 A Fondo CÚRATE A TI MISMO EL PODER SANADOR DE LA MENTE Por José María Jiménez La salud es, sin duda, uno de los bienes más estimados a los que aspira el ser humano. Siendo cierto que apenas sabemos apreciarla mientras disfrutamos de ella, tan pronto como la perdemos la buscamos con pasión y ponemos todo nuestro empeño y todos los recursos de que disponemos para recuperarla. Eso sí, para alcanzar este objetivo tendemos a mirar hacia el exterior: hacia los médicos a quienes atribuimos poderes terapéuticos ilimitados, a cambios de alimentación de los que pretendemos efectos milagrosos, a la ingesta de productos recomendados por los naturistas o, ¿por qué no?, al simple cambio del tiempo. Como el bueno de Antonio Machado, abatido por la enfermedad que llevaría a la muerte a su joven esposa Leonor, todos esperamos, aunque no sepamos expresarlo en poemas tan bellos como el que él dedicó al famoso “olmo seco”, uno de esos milagros del que son pródigas las primaveras, soñamos con que las lluvias de abril y los soles de mayo revitalicen nuestros cuerpos enfermos o fatigados. 20 A Fondo La fuerza interior Terapias holísticas No reparamos en que con nuestro modo de estar en el mundo, con la manera de pensar sobre nosotros mismos y sobre quienes nos rodean, con el manejo más o menos afortunado que hacemos de nuestras emociones nos convertimos en agentes absolutamente protagonistas de nuestra salud o de nuestra enfermedad. No reparamos en que, desde nuestra fuerza interior, estamos capacitados para superar las pruebas y las dificultades que irrumpen en nuestras vidas aunque éstas se nos antojen, en un primer momento, más fuertes de lo que cualquiera se creería razonablemente capaz de superar y se manifiesten, a veces, en forma de una salud quebrada. Por eso son muchos los autores que para afrontar el tema de la salud proponen terapias holísticas, terapias que parten del supuesto de que para buscar el bienestar orgánico es imprescindible contar con esos factores de índole espiritual. Los responsables únicos y últimos de nuestro equilibrio físico no son sólo los médicos con sus atinados diagnósticos, sus sabias prescripciones farmacológicas y los recursos técnicos cada vez más sofisticados y más eficaces de que hacen uso. Actualmente disponemos de pruebas serias y estudios fiables bien fundamentados que destacan el peso que tienen los estados emocionales tanto en el desarrollo como en la contención de la enfermedad. Para el psicólogo Antonio Blay, “cuando hay una actitud mental de miedo o de resentimiento, cuando no hay una paz, una armonía, una actitud correcta en nuestra mente o en nuestra afectividad es imposible esperar que el cuerpo funcione bien” En la actualidad existen estudios fiables bien fundamentados que prueban el peso que tienen los estados emocionales tanto en el desarrollo como en la contención de la enfermedad Eso es así porque el ser humano es fundamentalmente una unidad que integra elementos orgánicos y elementos psíquicos. Existe un término griego, holon, que hace referencia a una realidad que, constituyendo en sí misma un todo, es, a su vez, sólo parte de otra entidad más rica y compleja. Éste es exactamente el caso del hombre. Nuestro cuerpo es una totalidad articulada, perfectamente estructurada integrada por órganos, aparatos y sistemas varios que funcionan haciendo gala de una sincronización y armonía admirables. Pero lo que entendemos por persona no puede ser reducido al conjunto de sus elementos más puramente orgánicos o biológicos. Éstos forman parte de un todo más rico y complejo, el hombre, en el que tienen un peso fundamental los factores emocionales, mentales y espirituales. Incluso en el caso del cáncer, mal proscrito y en cierta medida aterrador dado el alto nivel de mortalidad de que va acompañado, existen trabajos que ponen de relieve la extraordinaria influencia que ejercen los estados anímicos de cara a su contención e incluso a su superación. Así lo ha demostrado el Dr. Pintagraf, presidente de la asociación americana contra el cáncer. Según este eminente galeno, en el interior de nuestro espíritu existe una energía, una fuerza poderosísima que puede frenar o, en caso contrario, activar la evolución de la enfermedad. Él mismo da fe de cómo conoció y trató a lo largo de su vida profesional a muchas personas que, con un adecuado tratamiento farmacológico y una disposición anímica positiva, lograron burlar durante decenas de años sus efectos devastadores. Sin embargo, esos mismos enfermos 21 A Fondo sometidos a situaciones de fuerte choque emocional como consecuencia de la muerte de un hijo, la infidelidad prolongada, la quiebra económica o la pérdida de horizontes y sentido para la propia vida, conocieron la reactivación de un proceso canceroso que les llevó finalmente a la muerte. Por eso cada vez parece haber más acuerdo en que no existen enfermedades, sino enfermos concretos que ante patologías idénticas ofrecen respuestas llamativamente diferentes. Son enfermos que expresan a través de sus cuerpos las informaciones de sus mentes, las heridas que, lejos de ser simplemente orgánicas, manifiestan el verdadero estado de sus almas. Sanar la mente ¿Habrá que dar por buenas las enseñanzas de quienes sostienen que la verdadera y profunda curación no es otra que la de la mente?, ¿deberemos admitir que en su interior se halla almacenada una poderosísima penicilina espiritual capaz de aniquilar infecciones y poner freno a nuestras enfermedades? Probablemente si modificáramos nuestra manera de pensar, si retocáramos nuestra visión de la vida, si controláramos las ideas irracionales que nos instalan en el estrés y en la angustia, nos colocaríamos, efectivamente, en la senda de la sanación. Porque los pensamientos negativos actúan como agentes corrosivos que, al debilitar las almas y al limitar sus capacidades de lucha y su hambre de superación, dejan nuestros cuerpos a merced de los múltiples errores y fallos que son propios de toda naturaleza limitada. 22 La enfermedad como síntoma La enfermedad, como han expresado T. Deihlefsen y R. Dahlke en La enfermedad como camino, libro a mi modesto juicio absolutamente excepcional, es un síntoma que se hace presente en el cuerpo, pero que nos remite a algo que no es simplemente orgánico. Por eso, de la misma manera que constituiría una insensatez eliminar los indicadores luminosos que nos alertan del incorrecto funcionamiento de nuestro automóvil, en lugar de corregir el desperfecto oculto que provoca el encendido de la bombilla, resulta poco inteligente pretender hacer desaparecer determinados síntomas que nos están aconsejando una investigación más profunda sobre el estado real de nuestro yo como totalidad. A Fondo A pesar de formar parte de una cultura que aparentemente ensalza hasta el paroxismo el cuidado de los cuerpos, no se nos enseña verdaderamente a amarlos Evidentemente no estoy desacreditando, lo que sería por mi parte una oceánica muestra de ignorancia y de irresponsabilidad, los tratamientos farmacológicos y las intervenciones más específicamente quirúrgicas. Trato de subrayar, simplemente, la fuerza curativa de nuestra mente, trato de destacar que la enfermedad hunde sus raíces en lo más hondo de nuestro ser y no puede ser combatida únicamente con intervenciones que ignoren la fuerza sanadora o, por el contrario, patógena de nuestro espíritu. Por eso, la eliminación provisional de los síntomas no garantiza la terapia definitiva. Es preciso comprender que éstos no son el enemigo a batir, el foco infeccioso que destruir o los visitantes impertinentes a los que es preciso echar. Mucho mejor verlos como indicadores que nos alertan ante el precipicio o, más aún, como guías que nos conducen, aunque sea por caminos dolorosos e incómodos, hacia la auténtica sanación. Somos corresponsables de nuestra salud En El poder está dentro de ti, Louise L. Hay, autora también de Usted puede sanar su vida refiere el desconcierto que experimentó cuando le diagnosticaron un cáncer de vagina. Tras la sorpresa inicial fue tomando conciencia, nos dice, de las dosis de basura interior que, en forma de resentimientos y de emociones negativas incorrectamente expresadas, habían favorecido el despertar de su enfermedad. Su experiencia resulta extremadamente aleccionadora. Confió ciegamente en el cirujano que ha- bría de extirparle su tumor, pero, al mismo tiempo, comprendió que, si no trabajaba para sanar su universo interior, para curar las heridas de su alma, ella misma volvería a favorecer la aparición, de nuevo, del mal sólo provisionalmente extirpado. Inició así un programa de autocuración que la llevó a modificar su existencia entera. Trabajó para eliminar las numerosas telarañas que nublaban los cielos de su alma y para reconciliarse consigo misma. Comprendió que desde el desacuerdo o la sospecha respecto a su yo más profundo no sería posible nunca alcanzar la definitiva recuperación. Se propuso desterrar de su vida la desconfianza y el odio, se esforzó por entender las razones que hacían mínimamente explicables las conductas de quienes, en su día, pudieron haberla herido logrando así hacer más fácil el perdón. Y de este modo fue comprobando cómo, en la medida en que comprendía y perdonaba a los demás, se iba incrementando también su capacidad de autoperdón. Descubrió que cuando no tenemos fe en la vida y recelamos de los demás es, en realidad, en nosotros mismos en quienes no confiamos. No tenemos fe en el inmenso potencial de superación y de amor que mantenemos soterrados bajo pesadas losas de aprendizajes perversos o de experiencias negativas de las que no hemos podido o sabido desprendernos. Su conclusión no pudo ser más elocuente: sólo cuando vivimos en armonía con el hondón de nuestra propia alma, cuando creemos en nosotros mismos y nos aplicamos a la importante tarea de “cuidarnos” en el sentido más completo de esta palabra, sólo entonces estamos en la vereda de la curación verdadera. 23 A Fondo Acertaron los clásicos cuando proclamaron aquello de “mens sana in corpore sano”, una mente sana en un cuerpo igualmente saludable. No puede ser de otra manera. Alguna responsabilidad tenemos sobre nuestra salud: un corazón limpio, un alma liberada de culpas y de rencores, un espíritu reconciliado consigo mismo acaba convirtiéndose en el antibiótico más invencible y en el reconstituyente más eficaz para hacer frente a esas dolencias que a los médicos, sin nuestra colaboración, no les es fácil anestesiar. de miedo o de resentimiento, cuando no hay una paz, una armonía, una actitud correcta en nuestra mente o en nuestra afectividad es materialmente imposible. En tales condiciones no podemos esperar que el cuerpo funcione bien”. La enfermedad es un síntoma que se hace presente en el cuerpo, pero que nos remite a algo que no es simplemente orgánico Facilitar el flujo de la energía vital También A. Blay en Creatividad y plenitud de vida apunta en esa dirección y define la salud como la libre expresión de la vida divina a través del cuerpo y la enfermedad como la obstrucción de la circulación de esa energía a través del cuerpo o a través de la mente. No creo que sea necesario tener hondas creencias religiosas para estar de acuerdo básicamente con él, para entender que el camino que nos conduce hacia una vida saludable pasa por eliminar las barreras que dificultan el libre discurrir de las corrientes vitales. Combatir, pues, contra cualquier enfermedad atacando tan solo los agentes patógenos que la provocan nunca será definitivo. Previamente habrá que remover los obstáculos que dificultan la circulación de las energías naturales a través de nuestro cuerpo y de nuestro espíritu. Toda idea negativa en relación al mundo que nos rodea, a las personas con quienes convivimos o referentes a nosotros mismos puede provocar que nuestro cuerpo exprese su disconformidad y su protesta en forma de síntomas enfermizos. Cuando perdemos nuestra confianza en la vida, cuando nos miramos a nosotros mismos como sospechosos, cuando vivimos en estado de alerta permanente ante un entorno en el que percibimos más riesgos que posibilidades, cuando miramos a los demás con esa especie de desconfianza instintiva que es propia de las personalidades más timoratas e inseguras, estamos renunciado a poderosísimos instrumentos de sanación y dejando nuestro cuerpo a la intemperie de los múltiples factores negativos que pueden afectarle. “Pretender curar el cuerpo -dice Blay- cuando hay una actitud mental 24 Actitudes vitales positivas No es exagerado, pues, afirmar que somos, en buena medida, terapeutas de nosotros mismos, colaboradores necesarios para la sanación de nuestras enfermedades o para la conservación de nuestra salud. Lo somos en la medida en que generamos actitudes que expresan amor a la vida y disposición a que ésta se exprese con toda su fuerza y toda su pujanza a través de nuestro cuerpo. Me llamó la atención, hace ya bastantes años, la afirmación de un conocido escritor que defendía la idea de que nadie muere hasta que no lo decide, hasta que renuncia a la lucha y se rinde. Lo que entonces interpreté como una solemne boutade me ha ido pareciendo, con el paso del tiempo, una afirmación nada descabellada y ajustada, en buena medida, a lo que sucede en realidad. Porque, en definitiva, ese aserto, aparentemente tan pintoresco, se limitaba a destacar el peso que ejercen los estados emocionales o las disposiciones A Fondo Una mirada positiva de la realidad, la amable proximidad hacia los demás, la esperanza en el futuro, la confianza en las propias posibilidades, la alegría de sentirse vivo y amado constituyen una vacuna de eficacia comprobada para garantizar nuestra salud corporal anímicas en relación a los procesos más puramente corporales u orgánicos. Hoy nadie parece discutirlo porque hemos comprendido que hay talantes vitales que son portadores de gérmenes patógenos y otros, por el contrario, que son, en sí mismos, marcadamente terapéuticos. Conciencia de nuestra compleja identidad Esto nos pone ante el espejo de nuestra compleja identidad: no somos simplemente materia y nuestro ser no se reduce a nuestro cuerpo. No ignoro en momentos como los actuales tan groseramente “somatocéntricos”, devotos, por encima de todo, de las apariencias, esta afirmación pueda parecer sorprendente. Pero es la pura verdad. Tenemos un cuerpo, pero no somos sólo un cuerpo. Nuestro yo no se reduce a una materia que cambia, que envejece, que experimenta cada vez más limitaciones y más carencias y no puede sustraerse a los naturales procesos degenerativos que son propios de cualquier realidad material. En la medida que mantengamos la conciencia de una identidad que no se reduce a lo corpóreo nos sentiremos más independientes respecto a nuestras dolencias y podremos mirar desde cierta distancia y sin perder el control los distintos mensajes que nos llegan desde un cuerpo tantas veces doliente, tantas veces vencido. Y podremos incentivar en nosotros mismos actitudes generadoras de salud que pasan, en primer lugar, por mirar nuestro cuerpo con verdadero amor. Porque, a pesar de formar parte de una cultura que aparentemente ensalza hasta el paroxismo el cuidado de los cuerpos, no estoy seguro de que se nos enseñe verdaderamente a amarlos. Se jalea, más bien, su explotación, se trasmite por doquier una visión instrumental de los mismos, como fuente de placeres no siempre medidos, que casi nunca sale gratis. Amar verdaderamente el propio cuerpo es respetar sus necesidades naturales, atender sus exigencias y no violentar sus límites. Las tensiones, el forzamiento sistemático del ritmo vital se acaba pagando con el dolor, el sufrimiento y la enfermedad. Que no deja de ser, con harta frecuencia, más que el grito de protesta de un organismo que ha sido sometido a procesos de estrés y violencia que traspasan todas las barreras de lo racionalmente tolerable. Lo reitero, ya para concluir: somos, en buena medida, responsables de nuestra salud porque no existe una separación radical entre lo físico y lo psíquico. Un estado emocional equilibrado es un ingrediente fundamental de salud. La actitud constructiva que sabe integrar una mirada positiva de la realidad, la amable proximidad hacia los demás, la esperanza en el futuro, la confianza en las propias posibilidades, la alegría de sentirse vivo y amado constituye una vacuna de eficacia comprobada también para garantizar nuestra salud corporal. Tal vez no sea ocioso orientar nuestras vidas desde esta convicción. Nos ayudaría, cuando nos vemos confrontados con la enfermedad, a huir de las actitudes pasivas y fatalistas y a asumir el control de un proceso del que son parte esencial las actitudes mentales o las disposiciones anímicas. 25 A Fondo - PASTILLAS PARA ‘SER FELICES’ - ¿POR QUÉ SE DROGAN NUESTROS JÓVENES? Por José Luis Rozalén Medina 26 A Fondo ¿Cómo es posible, me pregunto, que haya jóvenes tan diferentes, jóvenes con nobles ideales, y jóvenes que, en palabras del profesor Valentín Martínez-Otero, “no saben crecer, que se muestran permanentemente inseguros, caprichosos, sin exigencias ni valores esenciales, sin capacidad de aguante, que sólo buscan el placer instantáneo y rápido en sus vidas, con comportamientos de alto riesgo, acechados constantemente por el alcohol, el tabaco, otras drogas más peligrosas aún, con una sexualidad inmadura e incontrolada?” Por los bancales abajo, brincando hasta el azul turquesa de la mar, baja esplendorosa la primavera de esta restallante mañana. Sube por los naranjales un olor intenso a azahar. Las rosas de la ladera de enfrente se han teñido de escarlata y blanco y la tersura ondulada y espumosa del Mediterráneo mece mi espíritu en un eterno vaivén... Aquí, frente al mar, como en un hermoso lienzo imaginario, empiezo a escribir para Avivir este artículo sobre “los jóvenes y las drogas”, empiezo a ‘pintar’ mis pensamientos y a plasmar mis ideas. ¿Por qué muchos de nuestros jóvenes-adolescentes consumen drogas, prohibidas o permitidas? ¿Por qué se van encadenando tristemente a un pobre destino sin libertad, sin alegría, sin racionalidad, sin coraje moral, sin ilusiones, sin futuro, aniquilando su mente y su salud? Nadie les enseñó a crecer Pienso que, seguramente, a estos jóvenes que no controlan sus actos nadie les enseñó a crecer: ni padres, ni educadores, ni maestros, ni la sociedad, ni los medios de comunicación, ni ellos mismos pusieron algo de su parte para “dar un sentido” a su existencia. Pienso que, seguramente, muchos de los padres de estos chicos (no olvidemos que la clave fundamental de la educación está en el hogar) se mos- traron con ellos sobreprotectores, permisivos, miedosos, alarmistas, ‘encogidos’, sin fuelle y sin arrestos para educar, quitándoles, de esta forma, la capacidad para afrontar los problemas con valentía y libertad, sin tener que agarrarse a las drogas y a la destrucción para seguir viviendo. Pienso que, seguramente, muchos padres de estos “jóvenes a la deriva” se han mostrado con ellos inestables, inmaduros, cambiantes, culpabilizadores, chantajistas, rígidos, severos, y han generado en sus hijos sentimientos reprimidos de rabia y rencor, sin capacidad de obrar por sí mismos: les han castrado su libertad y autonomía y los han arrojado en manos de cualquier esclavitud, de cualquier cadena, de cualquier sucedáneo de felicidad. Pienso que si hubiesen tenido la suerte de tener unos padres equitativos y democráticos, firmes, pero abiertos y dialogantes, los chicos hubiesen crecido con otros hábitos de conducta, con otras metas más nobles, con unos ideales dignos y excelentes. Estos padres, según la psico-pedagoga Marisa Magaña, “son poco proteccionistas, y animan siempre a sus hijos a afrontar las dificultades de la vida con fortaleza, a cumplir las normas y leyes de forma autónoma y libre, quedándose siempre ellos cerca de sus hijos, por si los necesitan, pero sin imponer irracionalmente nada”. 27 A Fondo Una sociedad inmadura Tenemos una sociedad desequilibrada, con un alto poder tecnológico, pero con graves carencias en el campo de la ética; la educación, en muchas ocasiones, no está a la altura de los tiempos y de esta forma podemos observar a chicos y chicas desnortados, sin rumbo, con una conducta inercial arriesgada, masificada, irreflexiva, expuesta a ser arrollados por cualquier moda, por cualquier adicción o droga, por cualquier opinión o violencia gratuita. En la actualidad, las drogas cada vez están más vinculadas a la cultura del ocio, aunque también (menos que en los años 80) aparecen unidas a los focos de marginalidad, delincuencia y pobreza Hay que enseñarle al joven (sobre todo con el ejemplo), en la familia y en la escuela, que no se debe venir nunca abajo ante cualquier adversidad, que hay que seguir luchando “siempre hacia el horizonte”, que no se puede refugiar continuamente en la evasión, en las drogas de cualquier tipo, en el aturdimiento; hay que recalcarle que todo lo que realmente tiene valor, cuesta mucho esfuerzo y tiempo, que una educación integral y armónica dura toda la vida, y no sólo trata de desarrollar las facultades intelectuales, sino también las vertientes volitivas (ejercicio de la voluntad libre), afectivas, éticas, estéticas, sociales... para que, de esta manera, su personalidad en crecimiento pueda formarse adecuadamente. El otro día leí unas manifestaciones del genetista molecular Mario Capechi, Premio Nobel de Medicina (2007), que me impactaron de manera muy positiva: “Todo lo que me fue adverso y duro me sirvió para crecer; existe ahora una sensación, sobre todo entre la gente joven, de que la gratificación tiene que ser inmediata, y esto no es así. La gratificación es algo que lleva mucho tiempo, mucho esfuerzo, mucha renuncia, mucha dedicación y paciencia”. Drogas que acechan Y hace unas semanas, visitando la espléndida Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia, en una Exposición sobre Ramón y Cajal y sobre Severo Ochoa, pude observar que, en muchos de sus escritos y consideraciones, estos dos ilustres sabios españoles hacen continuamente hincapié en la necesidad de que nuestros jóvenes deben estudiar, leer, esforzarse, sacrificarse, dominar sus impulsos, “tonificar su voluntad”, no dejarse llevar por el aturdimiento y la molicie, por el rápido y ficticio placer de lo efímero, por las drogas que entontecen, si quieren llegar a ser hombres y mujeres de provecho. Efectivamente, no cabe duda de que en tiempos de confusión y hedonismo galopante el consumo de drogas y sus consecuencias representan un grave problema social y sanitario que afecta especialmente a los jóvenes. Las estadísticas que publican los organismos especializados de las Naciones Unidas y de la Unión Europea corroboran que un número importante de la población de jóvenes-adolescentes consume sustancias como el alcohol, el tabaco, el cannabis y, en menor medida, la cocaína, la heroína y otras drogas de síntesis (pastillas) con los efectos demoledores que todos conocemos. 28 A Fondo Aunque parece que hoy la sociedad española ha empezado a tomar conciencia del riesgo que para la salud y el bienestar social suponen las drogas, el peligro sigue ahí. Aunque nuestro país cuenta con una Estrategia Nacional sobre Drogas y con un Plan de Acción que intenta prevenir, sensibilizar, diagnosticar, tratar, rehabilitar, disminuir el daño en las personas consumidoras, ayudar a los padres a superar el grave problema en que están metidos sus hijos, sin embargo, no hay que bajar la guardia, porque falta mucho por hacer. dad y se drogan puramente con fines recreativos, de ocio, de evasión, ‘socializantes’, masificadores (“los findes me pillo un pedo que mola mazo”) y desdeñan irresponsablemente los riesgos físicos y psicológicos a que claramente se exponen. Los padres deberían estar “ojo avizor” y prevenir ya en la pre-adolescencia posibles situaciones que después pueden desembocar en graves e irreversibles problemas a través de un diálogo franco con sus hijos sobre los peligros de las drogas, hablándoles y escuchándolos, conociendo a los amigos de sus hijos, poniendo en práctica un amor y una paciencia sin límites, formulando en casa unas normas de conducta razonables y razonadas, predicando con el ejemplo, alentando alternativas de ocio saludables desde que los hijos son muy pequeños, potenciando la autoestima, la responsabilidad, la autonomía de sus hijos... Los ambientes familiares caóticos, la carencia de vínculos afectivos entre padres e hijos, los antecedentes en el hogar de alcoholismo y drogadicción, y el fracaso escolar son algunos de los principales factores que influyen en el consumo de drogas Hay que tener en cuenta que el fenómeno de las drogas ha experimentado últimamente una profunda transformación, en paralelo con la evolución de las sociedades desarrolladas y de consumo. En general, podemos decir que las drogas están fuertemente vinculadas a la cultura del ocio, aunque también (menos que en los años 80) aparecen unidas a los focos de marginalidad, delincuencia y pobreza. La heroína, por ejemplo, ha sido sustituida en muchas ocasiones por el cannabis, la cocaína o el éxtasis, combinadas entre sí o mezcladas con alcohol y tabaco. Hoy día los consumidores, cada vez más jóvenes, están muchas veces perfectamente integrados en la socie- Factores que pueden incitar a la droga Aunque es imposible resumir aquí los posibles y variados factores que pueden influir en el consumo de drogas: sólo citaremos algunos. Los ambientes familiares caóticos, en donde existe abuso de alcohol o drogas, en donde se producen graves trastornos psiquiátricos, son sin duda un buen caldo de cultivo de este fenómeno. La carencia de vínculos afectivos entre los padres y los hijos, la falta de cariño (niños rechazados, divorcios conflictivos, falta de expectativas e ideales, conductas infantiles no corregidas) pueden influir decisivamente en la adicción 29 A Fondo a las drogas de los hijos. Por otra parte, existen algunos estudios serios que afirman que los hijos de padres alcohólicos y drogadictos tienen mayor probabilidad de desarrollar esas dependencias que quienes no tienen esos antecedentes familiares. También en la escuela, cuando se producen repetidos fracasos escolares, cuando el alumno carece de toda motivación o estímulo y se convierte en un radical “objetor escolar” que no quiere saber nada de estudio ni de esfuerzo, cuando se dan amistades con otros chicos/as que tienen comportamientos peligrosos al borde de la ley y las normas, cuando se minimiza el riesgo de consumir las llamadas ‘drogas blandas’, o se aplaude el ‘uso responsable de drogas’, cuando aumenta paulatinamente el consumo de alcohol y tabaco, cuando se asiste alocada y asiduamente a los llamados “botellones”..., es el momento de pensar que se está desencadenando un alto riesgo de consumir drogas cada vez más peligrosas: marihuana, cocaína, síntesis... Hay algunos investigadores que hacen hincapié en que las drogodependencias, la delincuencia, el seguimiento de sectas, las actitudes patológicas, en general, son producto inevitable del sistema social en que estamos estructurados, efecto indeseable de las relaciones traumáticas del individuo con su entorno: la “despersonalización” de la existencia humana, la trivialidad, la frialdad y el vacío que encuentran los jóvenes a su alrededor, el querer hacer “lo que hacen los demás”, el “estar en la honda”, el aburrimiento y la curiosidad (“a ver qué se siente”), la cultura consumista del “use y tire”, la no identi- 30 ficación con el papel que les ha tocado en suerte, la muerte del espíritu y el materialismo envolvente, su falta de identificación con el medio y la cultura de su tiempo, la desigualdad e injusticias reinantes, el tedio del presente, la oscuridad del futuro, la carencia de una voluntad fuerte y creadora..., hacen que algunos jóvenes se “vengan abajo” y se refugien en el “paraíso artificial de la droga”, renunciando de esa forma a la búsqueda de su propia integridad psicológica y personal, a la valiente construcción de sí mismos. Vuelta al principio Sigo sentado frente al mar. La brisa juguetona del mediodía ha rizado un poco las aguas de la bahía, pero todo sigue en calma, en su sitio. Una luz líquida y transparente transforma el horizonte en hermosura. He de ir acabando mi artículo. Si lográramos fuertes y profundos lazos familiares que favorecieran una comunicación sincera y una disciplina razonada dentro del hogar; si procurásemos que nuestros hijos y alumnos se relacionasen con otros jóvenes sanos y realizasen actividades saludables; si mejorásemos el ambiente y la textura espiritual de la comunidad en que vivimos; si hiciésemos de la escuela un centro de exigencia, estudio, dedicación, entrega y cooperación sin reservas entre padres, alumnos y profesores; si dispusiésemos de equipos especializados que atendieran, en caso de necesidad, a los jóvenes con problemas de drogadicción; si enseñásemos a nuestros chicos y chicas que crecer y ser felices no es triunfar rápidamente y de cualquier manera, no es conseguir fama o éxito efímeros, no es buscar la satisfacción de los instintos más bajos y elementales, no es evadirse de la realidad arrojándose en brazos de las drogas, sino luchar por mejorarla. Si consiguiésemos que nuestros jóvenes y adolescentes mantuviesen su espíritu en tensión permanente hacia la excelencia, que buscasen la armonía interior consigo mismo y con los demás, que luchasen pacífica y racionalmente por mantener los valores éticos y estéticos en los que creen, entonces aún cabría la esperanza. ENTREVISTA “Enfermedades muy graves, antes casi incurables, pueden ser ahora controladas con psicofármacos” ANTONIO CARRILLO PSIQUIATRA Por Gloria Díez Fotos: Cristina Bezanilla 32 ENTREVISTA El Doctor Antonio Carrillo es un psiquiatra de amplia experiencia tanto en el terreno asistencial como en el docente. A lo largo de su carrera ha prestado especial atención a los recursos farmacológicos para hacer frente a los trastornos mentales. En el Hospital Quirón de Madrid, en una consulta de paredes impecablemente blancas, después de despedirse de los últimos pacientes, habla para Avivir con una voz pausada y profesional que da paso, de vez en cuando, a un rasgo de ironía o a una leve sonrisa. En su amplia relación de artículos publicados o de comunicaciones científicas, aparecen aquí y allá ansiolíticos, antidepresivos, neurolépticos y de eso se trata, de analizar el uso y el potencial abuso de los psicofármacos. Vamos a hablar de psiquiatría y de fármacos. Verá, doctor, nos parece normal que una pastilla nos alivie un dolor de cabeza, pero nos parece más raro que nos pueda aliviar una pena. ¿Es porque creemos que el cerebro es físico, pero nuestros sentimientos no? Bueno, eso tiene que ver con la dualidad cartesiana mente-cuerpo, hay un orden de lo biológico y un orden de lo psicológico o lo mental. Yo creo que es una distinción un poco artificiosa, que es difícil separar esas dos realidades del sujeto, que ambas coexisten. Por lo tanto puede haber maneras de intervenir con psicofármacos sobre el mundo de los pensamientos, de los sentimientos, de las emociones. ¿Diría usted que la psiquiatría actual se dirige a resolver síntomas más que conflictos? “Que los nuevos antidepresivos tengan menos efectos secundarios ha producido un aumento en la prescripción y una sobreutilización de estos fármacos, no ya para patologías graves, sino como alivio ante los conflictos de la vida” No. En absoluto. Depende del contexto asistencial en que nos movamos. ¿Puede ampliar eso? En gran parte es así. Los trastornos, tal como están definidos en estos momentos, las clasificaciones, son listas de síntomas. Se desconoce en gran parte, a pesar de los grandes avances de las neurociencias, cuáles son las bases últimas de los trastornos mentales. Con frecuencia lo que se trata son grupos de síntomas. El concepto de conflicto pertenece al ámbito de lo psicológico. Los medicamentos no tratan conflictos. ¿Cuáles son las técnicas más empleadas? ¿El psicoanálisis está abandonado? Sí. En el contexto asistencial de lo público, en los centros de salud mental, se intenta dar una atención integral, que recoge los aspectos biopsico-sociales del sujeto. Los biológicos a través de los tratamientos farmacológicos, los psicológicos con psicoterapia y algunas intervenciones sociales. Dentro de esas opciones psicoterapéuticas hay distintas escuelas, una de ellas es la psiquiatría dinámica, cuyos fundamentos parten del psicoanálisis, y hay profesiones que trabajan con este paradigma. Otros psicoterapeutas siguen la 33 ENTREVISTA orientación cognitivo conductual, que probablemente sea la mayoritaria en este momento. No es un psicoanálisis ortodoxo, porque no se incluye en las prestaciones de la sanidad pública, pero sí intervenciones de orientación psicodinámica. ¿Habla de terapias breves? Terapias breves por las exigencias de tiempo, del volumen de población a la que se atiende. Suelen ser terapias focalizadas en conflictos concretos, o terapias grupales con ese mismo objetivo. ¿Usted diría que básicamente somos química? No, hay un sustrato químico, ahí se registran cosas; las emociones se registran en el cerebro, sin duda alguna, pero explicar el ser humano como exclusivamente neuroquímica es una simplificación. ¿La enfermedad mental tiene siempre un fondo físico, fisiológico? La enfermedad mental tiene, de nuevo, un registro ahí, aunque depende de qué entendamos por enfermedad mental. Si hablamos de las enfermedades mentales graves, de la psicosis, de la esquizofrenia, hay notables avances neurobiológicos que indican que algo no funciona bien en el cerebro de esos pacientes, pero eso no agota la complejidad de la enfermedad mental en el sujeto concreto, ahí intervienen también otros elementos de orden más psicológico, más social. Pero mediante la química podemos controlar la sintomatología. Así es. Y en ese sentido ha sido un gran avance de la terapéutica farmacológica en psiquiatría. Enfermedades muy graves, que antes tenían un tratamiento difícil, a partir de mediados del siglo pasado, han podido ser controladas con fármacos. Es decir que estamos en deuda con la farmacopea. En algunas enfermedades graves desde luego; tampoco se trata de una euforia farmacológica excesiva. Cierto que ha habido avances y hay síntomas que se controlan bien con medicación, 34 “El riesgo de pasividad, que implica el medicalizar situaciones de conflicto que tendrían que ser abordadas a través de la palabra, evidentemente puede hacer esos conflictos crónicos” pero queda todavía un amplio recorrido y las patologías siguen estando ahí a pesar de los fármacos y los avances. Cuando una enfermedad tiene su base en un conflicto, el hecho de que se controlen los síntomas, ¿permite mantener adormecido el conflicto, de forma permanente? ¿No es necesario buscar la solución? Ése es un gran riesgo, efectivamente y más con los nuevos fármacos, que han disminuido los efectos secundarios, lo que ha producido, a mi juicio, una sobreutilización, como medida para aliviar el sufrimiento, no ya de patologías graves, sino ante los conflictos de la vida. Y probablemente ahí los fármacos, si bien nos sirven en situaciones muy puntuales para aliviar síntomas muy agudos, también corremos el riesgo de darles un poder que no tienen y de bloquear, incluso, la exploración de cuáles son los mecanismos subyacentes a ese sufrimiento psicológico. ENTREVISTA ¿Se corre el riesgo de no permitir la maduración emocional? El riesgo de pasividad, que implica el medicalizar situaciones de conflicto que tendrían que ser abordadas a través de la palabra, evidentemente puede hacer esos conflictos crónicos y sobre todo condicionar todos los posibles encuentros futuros con el médico. Si pones un medicamento de entrada, es muy difícil sustraerse a todo lo que se relaciona con él en encuentros futuros, es muy probable que todo gire en torno al medicamento, si le sentó bien, mal, los efectos secundarios. Y de nuevo, probablemente, lo interesante, lo que originó el síntoma, siga quedando oculto. Estoy hablando de determinadas patologías, claro. “Frente al ‘Prozac’, cuidado con recetar sólo ‘Platón’, porque tampoco es la única solución” profesional se convierte en un acto de prescripción. Un acto de prescripción que, a su vez, implica otras muchas cosas, porque hay algo más que los efectos farmacodinámicos de un fármaco que está presente en la relación con el médico y que se añade a los efectos puramente bioquímicos del medicamento. ¿A qué se refiere? En una relación interpersonal, en una relación con un médico, ocurren muchas cosas, se producen relaciones transferenciales y contratransferenciales que deben ser tenidas en consideración. ¿Se crean así enfermos muy dependientes de los fármacos? ¿Se produce un acto terapéutico? Claro. Se llega a una manera de afrontar los problemas, los conflictos, el sufrimiento psicológico que gira alrededor del fármaco. La consulta con el Claro, el acto de prescripción, de extender una receta, de entregársela al paciente, eso le añade unos elementos que no son estrictamente la 35 ENTREVISTA macos tenían muchos efectos secundarios, eran difíciles de administrar. Se ha avanzado en crear fármacos mejor tolerados y eso ha supuesto también un aumento en la prescripción. ¿Ése es el origen del aumento, el que sean más inocuos? pastilla en concreto. ¿Cómo me cayó el médico? ¿Qué me pareció? ¿Me entendió bien? ¿No me entendió? ¿Inmediatamente me dio algo, o esperó a escucharme? Para algunas personas salir de una consulta sin una receta puede significar: “No me ha hecho caso”; para otras personas que se les prescriba una receta sin apenas hablar es: “No me ha hecho caso”. El fármaco posee también un significado simbólico muy importante. Porque al médico siempre se le ve como algo más que una persona con un determinado conocimiento técnico. Sí, del médico se espera comprensión, escucha. También depende de las especialidades y en ese sentido ésta nuestra es distinta a la de un radiólogo, por ejemplo, del que se espera que interprete una radiografía de la forma más objetiva posible. Frente al psiquiatra uno debe desnudar pensamientos, sentimientos y eso exige tener enfrente alguien que sea capaz de entender. Frente al psiquiatra que se deja... Ésa es una buena puntualización. Vayamos a otro tema, cada vez se emplean más las pastillas y cada vez se emplean antes, me refiero a la prescripción de psicofármacos para niños. Yo no soy especialista en niños, pero a mí me parece que lo mismo que está ocurriendo con adultos, y eso me parece más preocupante, está ocurriendo también con los niños. Yo creo que muchas veces el fármaco es un atajo. Hace unos años, quizá esto no era tan así, porque los fár- 36 Yo creo que sí, antes, el médico de cabecera, para poner un antidepresivo, se lo pensaba o directamente no los prescribía y el psiquiatra también se lo pensaba dos veces. Ahora mismo, son fármacos relativamente libres de efectos secundarios, son seguros, y por lo tanto yo creo que ése es un factor que ha contribuido a su mayor uso. “Para algunas personas salir de una consulta sin una receta puede significar: ‘El médico no me ha hecho caso’; para otras personas que se les prescriba una receta sin apenas hablar es: ‘No me ha hecho caso’. El fármaco posee un significado simbólico muy importante” ¿Usted estaría de acuerdo con esa recomendación de “más Platón y menos Prozac”? Se trataría de explorar mejor los recursos propios antes de apoyarse en una muleta. Yo diría que sí, sobre todo diría que sí frente a ese “Prozac” entendido como un fármaco que resuelve de una forma rápida conflictos, que le hace a uno más activo, más atractivo, con más capacidad para trabajar, que le dota con una energía estupenda, que evita los pensamientos negativos, ¿no?, a esa utilización un poco cosmética del “Prozac”, diría que, sin duda, “Platón”. Pero, si por “Prozac” se entiende psicofarmacología en general y patología psiquiátrica en general, diría también que cuidado... ¿...con recetar demasiado “Platón”? Sí, porque “Platón” tampoco es la única solución. Concédenos tres deseos La Asociación Internacional Teléfono de la Esperanza (ASITES) ha presentado este año tres proyectos sociales y de Cooperación Internacional a la Caja de Ahorros de Navarra (CAN). Esta entidad ha establecido la iniciativa “Tú eliges, tú decides”, de modo que sean sus propios clientes quienes decidan qué proyectos sociales serán financiados. Los clientes pueden elegir hasta un máximo de tres opciones. Para aquellos que disponéis de cuenta en la CAN y queréis votar por nuestros proyectos os facilitamos los detalles de los mismos: Título: Atención psico-familiar para población desfavorecida en Buenos Aires-Argentina Número de proyecto: 13266 Título: Atención en crisis y promoción de la salud emocional Número de proyecto: 15590 Título: Atención telefónica a personas en crisis Número de proyecto: 17070 Tú eliges, tú decides ENTREVISTA DOMINGO PÉREZ LEÓN MÉDICO NATURISTA Por Gloria Díez Fotos: Cristina Bezanilla 38 ENTREVISTA “La salud está en el intestino, ese ‘segundo cerebro’” El doctor Pérez León, después de seguir una carrera convencional como médico y obtener una plaza en la Seguridad Social, descubrió que sus pacientes se curaban mejor con métodos naturales. Entonces decidió crear el Instituto Biológico de la Salud y hoy ofrece a quienes le visitan lo mejor de ambos mundos. En la pared derecha de su consulta, el título de licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad Complutense de Madrid está acompañado por otra docena larga de diplomas que reconocen sus estudios de Fitoterapia, Sofrología, Medicina Ortomolecular o Microscopía de fondo oscuro. Sin renunciar a los fármacos, reconoce que los emplea en un porcentaje mínimo y hace suya la máxima hipocrática: “Que tu medicina sea tu alimento”. Dice usted que tener una buena salud es imprescindible para poder disfrutar de la vida, pero ¿qué es eso que llamamos salud? La salud sería un estado de bienestar tanto físico como psíquico y social. Para conseguir ese estado, el organismo necesita una química y esa química la obtenemos a través de la alimentación. Sabemos que todo lo que comemos, todo lo que bebemos, tiene un efecto químico directo en el organismo. Ya lo decía Hipócrates: “Que tu alimento sea tu medicina y que tu medicina sea tu alimento”. Debemos elegir el mejor medicamento, el mejor alimento, para que nuestro cerebro, nuestro hígado, nuestro corazón, nuestros músculos funcionen correctamente. Y eso colabora a mantener un estado óptimo de salud. ¿Usted se considera dentro de la medicina oficial, la que llamamos alopática? Bueno, yo soy un médico que se ha formado a nivel universitario dentro de lo que es el concepto alopático, pero he elegido la vía natural, la vía en la cual contemplamos al paciente de una forma holística, porque sabemos que un problema que tiene en el ojo, por ejemplo, puede ser un problema hepático o de otra parte del organismo, que hay que armonizar para solucionar ese problema del ojo. Yo me di cuenta cuando empecé a ejercer la medicina. Entonces trabajaba en la Seguridad Social y tenía pacientes que trataba con los medicamentos de la Seguridad Social. Después, en mi consulta privada, los trataba con productos naturales, bajo el 39 ENTREVISTA “La raíz de la mayoría de los males está en el intestino. Y ¿qué es lo que hace que el intestino no funcione bien? Todo lo que comemos y bebemos porque tiene un efecto químico directo” concepto de la medicina natural. Llegó un momento en que se me creó un conflicto mental, porque vi que los pacientes que trataba con medicina natural evolucionaban y mejoraban no solamente a nivel físico, sino psíquico, de sus dolencias. Entonces dejé la plaza que tenía en la Seguridad Social y me dediqué plenamente a la medicina natural. ¿Es posible actuar sobre todas las enfermedades sin recurrir a fármacos? Dentro de la medicina natural no hay enfermedades sino enfermos. Hay muchísimos síntomas que suelen tener un origen común. Le puedo decir que la raíz de la mayoría de los males está en el intestino y en el hígado. Y ¿qué es lo que hace que el intestino no funcione bien? Todo lo que comemos y bebemos, lo que ingerimos tiene un efecto químico directo sobre nuestro intestino y esta perturbación intestinal puede afectar al hígado, 40 el hígado al tiroides, y así a toda una serie de cadenas importantes, cuya raíz está en el intestino. El intestino ocupa una superficie aproximada de unos 400 metros cuadrados y en esta superficie viven y conviven con nosotros del orden de un kilo a kilo y medio de bacterias. En la actualidad se sabe que este kilo y medio de bacterias se comporta prácticamente como un órgano, pero también sabemos más cosas: sabemos que el 80% del sistema inmunitario está en el intestino, lo que denominamos placas de Peyer, que son unas estructuras que están implicadas en el reconocimiento de todo lo que entra a nivel intestinal. En la actualidad estamos padeciendo muchísimas enfermedades de naturaleza autoinmune. Sin embargo, la medicina está ciega, no sabe localizar de dónde vienen, aunque la base principal es esa alteración de la permeabilidad intestinal que afecta a las placas de Peyer, produciendo estos fenómenos autoinmunes. Es impresionante la presencia y la función de esa enorme colonia de bacterias. ENTREVISTA “Descubrí que los pacientes que trataba con la medicina natural mejoraban, no sólo a nivel físico, sino también psíquico; entonces abandoné mi plaza como médico de la Seguridad Social” ¿Nunca usa fármacos? Como le decía, se comportan básicamente como un órgano, tenga en cuenta que cuando nosotros digerimos alimentos tienen que ser primero triturados a nivel de la cavidad bucal, después en el estómago, pero la digestión final la tienen que realizar las bacterias intestinales. Una buena flora intestinal equivale a un buen estado de salud, incluso salud mental, porque también sabemos que la propia flora intestinal fabrica por ejemplo vitamina del grupo B. Y la vitamina del grupo B, sobre todo la vitamina B12, es muy importante para los neurotransmisores cerebrales, entonces vemos cómo desde el intestino estamos actuando a nivel global. Fíjese que estamos hablando del intestino, donde tenemos lo que se llama “el segundo cerebro”. Este segundo cerebro tiene sus neurotransmisores, su serotonina... Una vez le preguntaron a Buda: ¿Qué es un hombre sabio? Y Buda respondió que un hombre sabio es un hombre que tiene el aparato digestivo en perfectas condiciones. ¿Y por qué decía esto? Porque si el aparato digestivo funciona bien, absorbemos bien los nutrientes, los aportamos al hígado y al cerebro y entonces la mente funciona bien. Fármacos, en sí, puedo utilizarlos en un 1%. El 99% de los tratamientos que realizamos son todos de tipo natural, entre otras cosas, porque el paciente que nos viene a nosotros ya viene pidiendo este tipo de medicina y lo que quiere es una opción más natural, más biológica para recuperar su salud. Tampoco hay que ser extremos. Sabemos que un corticoide a un paciente con una crisis asmática aguda le puede salvar la vida, pero si continuamos tratando a ese paciente con ese corticoide, se la puede quitar. Los corticoides debilitan el sistema inmunológico, afectan a los huesos, es decir crean una serie de alteraciones. Entonces, estoy de acuerdo en aplicarle el corticoide durante esa crisis aguda, pero después, en una segunda fase, tomaría el relevo la medicina natural para llevar a ese paciente al camino de la salud. La medicina biológica ¿cómo se comporta si hablamos de la psique, cómo trataría una depresión, una fobia, la ansiedad, los miedos? Me gusta la pregunta porque estamos obteniendo muy buenos resultados con estos problemas. Si a nosotros viene el paciente y nos dice que está tomando cuatro o cinco cafés al día, ya sabemos que el café es un estimulante de las glándulas suprarrenales y esto produce catecolamina, que estimula, a su vez, el sistema nervioso simpático y eso hace que el paciente esté con ansiedad, que se irrite por nada. En la historia clínica inicial ya le indicamos al paciente una dietética adecuada para que regule ese tono nervioso neurovegetativo, pero, en la actualidad estamos realizando también análisis especiales para determinar los aminoácidos periféricos sanguíneos, que son los que se van a transformar en neurotransmisores a ni- 41 ENTREVISTA “Sólo utilizo fármacos en casos extremos y crisis agudas; después, paso el relevo a la medicina natural” vel cerebral. Con este tipo de analítica, podemos ver, entre otras cosas, cómo está el triptófano, y sabemos que el triptófano es el que regula la serotonina. Sabemos también que la serotonina es la que fabrica melatonina. Si en el organismo de ese paciente determinamos que no hay triptófano, o que los niveles de triptófano están bajos, pues ya sabemos que no va a fabricar serotonia y que va a tener problemas de ansiedad, de nerviosismo, de irritabilidad. Y también va a tener problemas con el sueño. Porque si no hay serotonina tampoco hay melatonina que es la molécula responsable de que podamos dormir. Pues bien, mediante este tipo de analítica, nosotros vamos a determinar si tiene carencia de ese aminoácido o de otros y el tratamiento que nosotros propondríamos sería dar a ese paciente triptófano, y con eso lo que vamos a hacer es que ese paciente fabrique más serotonina y que sus problemas de tipo nervioso, depresivo, de ansiedad, desaparezcan, gracias a que ha regulado, de una forma nutricional, sus niveles de serotonina. ¿Qué es lo que hace la medicina oficial? Hace algo similar pero que no es lo mismo, y además tiene efectos secundarios. Lo que hacen los psiquiatras es recomendar inhibidores de la recaptación de la serotonina y el psiquiatra sabe que cuando los niveles de serotonina aumentan, el paciente se encuentra mucho mejor a nivel anímico, pero yo digo: 42 ¿No es mucho más lógico si el triptófano está bajo, darle triptófano para que él mismo fabrique serotonina y no tenga ningún efecto secundario? A diferencia de los psicofármacos, como los IRS, que son los inhibidores de la recaptación de la serotonina que tienen sus efectos secundarios y están actuando de una forma antifisiológica. Éste es un ejemplo de todo lo que podemos hacer con las enfermedades de tipo mental. ¿Con una buena salud uno sería capaz de enfrentarse de una forma más natural y más activa a un problema? Claro, porque según está tu química, así estás tú. Por ejemplo, hay matrimonios que se separan y la mujer, ante la reacción emocional de la separación, desarrolla un tumor mamario; en cambio, a otras mujeres, no les pasa nada. ¿Qué tienen distinto? Pues su química. Nuestra química, si está fuerte, nos permite responder mucho mejor frente a problemas externos y ésa es nuestra misión, el dar un apoyo nutricional para que la química interna sea adecuada y la persona pueda responder frente a los estímulos externos. A Fondo CINE EL CINE COMO FASCINACION DROGA O TERAPIA? ¿? 44 Por Norberto Alcover A Fondo Cuando hablamos del fenómeno cinematográfico, estamos hablando del fenómeno lingüístico en cuanto específico de un caso concreto, el audiovisual. Y en este sentido, hablar de cine es hablar de todas aquellas sutilezas y contradicciones que conlleva la creación lingüística, inevitable en todo ese conjunto de realidades que solemos agrupar bajo el nombre de arte. Por ello mismo, si no escarbamos un tanto en la relevancia del lenguaje en cuanto tal como creador de universos artísticos variados y plurales, es imposible acceder a cualquier análisis cinematográfico serio y seguro. Tal sucede en nuestro caso, cuando pretendemos introducirnos en una cuestión tan apasionante como la que titula estas líneas: la fascinación del cine. El arte como terapia y como dominio Todo obra de lenguaje, desde una novela como Mío Cid a una de las creaciones picassianas de la época rosa, la más bella del artista español, cumplen una función terapéutica (casi medicinal), pero inevitablemente conjugada con otra dominante (casi relacionada con ese mundo complejo y a su vez atractivo de la drogadicción). Sus autores sin lugar a dudas, jamás pretendieron ni curar ni drogar el espíritu de sus consumidores, pero la realidad es que la lectura del clásico castellano y la contemplación del texto pictórico picassiano producen efectos curativos en las personas que los asumen sin poder evitar, a su vez, caer en una cierta dimensión de drogadicción interior, causada por el tremendo efecto dominio que produce el lenguaje con que ambas obras fueran elaboradas. No solamente caer en la cuenta de un fenómeno tan sutil, pero así es, y en él reside el poder infinito de cualquier producto artístico: curarnos de los males de esta perra vida en la medida que nos fascina en una suerte de drogadicción muy difícil de precisar. Pero volvamos a la cuestión inicial que tenía que ver con el protagonismo lingüístico. Toda posibilidad de fascinación, ese efecto dominio antes El poder infinito de la obra artística consiste en curarnos de los males de esta perra vida en la medida que nos fascina en una suerte de drogadicción muy difícil de precisar citado, depende del lenguaje utilizado en la elaboración de la obra de arte, además de su punto de partida, que suele ser alguna narración/descripción al uso. Es la forma de comunicarnos lingüísticamente esa narración/descripción lo que nos domina, nos fascina, nos droga, y en tal medida acaba por convertirse en un correspondiente efecto curativo, reconciliándonos con esta o aquella dimensión vital. Un ejemplo es suficiente: cuando contemplamos una de las maravillas de Antonio López, el mejor pintor hiperrealista del mundo entero, no nos subyuga lo que representa (la Gran Vía madrileña), antes bien esa forma pictórica, el lenguaje cromático y su correspondiente dibujo, o sea, la representación de la Gran 45 A Fondo Vía, el toque inconfundible de su pintura, de su lenguaje, en fin. Porque todo artista habla desde su obra, y al hablarnos de ella como lo hace, la rehace y contribuye a una mejor comprensión de la misma. Lleva la realidad mucho más allá de una visión inmediatista al uso. El caso específico cinematográfico En el caso del cine, las cosas se suceden exactamente igual: una historia narrativa (el guión) encuentra su específica traducción lingüística audiovisual en función del estilo del cineasta, quien, de esta manera, le confiere una ulterior naturaleza, la propia del arte cinematográfico, y de esta manera, nos seduce y sumerge 46 en una especie de efecto dominio que conlleva su correspondiente efecto curativo. A no ser que (y esta posibilidad nos la teníamos guardada en la bocamanga hasta el momento) el dominio sea tan absoluto que, sin poder evitarlo, nos drogue la voluntad e impida, entonces, tipo alguno de curación. Incluso, produzca algún tipo de fractura enfermiza. En tal caso, al lenguaje cinematográfico se convierte en una auténtica droga perjudicial, hasta el punto de que la posibilidad del arte aparece como realidad destructiva del espíritu de quien contempla el film. Pongamos dos ejemplos del todo conocidos de los lectores. Cuando Sydney Pollack rueda Memorias de África en 1985, desarrolla artísticamente un adulterio sin trampa ni cartón: esa historia de amor enloquecido entre los personajes de Meryl Streep y Robert Redford en plena naturaleza africana, y lo hace con una sutileza estilístico/lingüística tal que, en momento alguno, somos drogados por las imágenes, antes bien nos permite asistir libremente a cuanto acontece hasta formarnos nuestra opinión respectiva. Pollack ha utilizado el lenguaje de forma fascinante pero sin llevarlo a tal punto que nos resulte imposible contemplar sus imágenes libremente. Y de esta manera, Memorias de África es un film curativo de tantas realidades interiores del ser humano: desde la fidelidad a la pasión más exacerbada. Por el contrario, El último tango en París, esa obra tan compleja de Bernardo Bertolucci de 1972, alcanza un punto del todo diferente: la fotografía de Vittorio Storaro es conducida por el maestro italiano con tal grado de intensidad naturalista en determinados momentos sexuales que, sin poder evitarlo, A Fondo El buen cine droga al espectador, precisamente para llevarle hasta una mejor comprensión de cuanto sucede en pantalla la visualización genital deviene dominante del espectador y le priva de la libertad interpretativa para concluir la intencionalidad del film. El lenguaje droga al espectador hasta el punto de que obnubila el significado de la narración en cuanto tal. Una historia tremenda de soledad deviene una relación sexual agresiva detonante. De esta manera, accedemos a un punto de vista muy diferente a la hora de juzgar la fascinación cinematográfica. Todo cine de calidad fascina, porque de lo contrario distrae al espectador de la pantalla, y éste acaba por evadirse de las imágenes. Y en este sentido, como venimos escribiendo del arte en general, el buen cine droga al espectador, precisamente parar llevarle hasta una mejor comprensión de cuanto sucede en pantalla. Mientras que si tal drogadicción alcanza cotas exageradas, en tal caso la narración cinematográfica deviene solamente lenguaje vaciado de sentido, puro esteticismo o, por el contrario, un esteticismo al servicio del antihumanismo. Tal es el caso de tanto cine erótico que acaba en un porno más o menos evidente, o en el otro caso no menos llamativo y preocupante que es el cine de la violencia, en muchas ocasiones solamente cine de la destrucción sin pura intencionalidad que golpear los sentimientos menos nobles del espectador. En ambos casos, la drogadicción se adueña de la pantalla en virtud de un lenguaje mezquinamente utilizado pero aparentemente respetable. Estas dos posibilidades inundan últimamente las series televisivas de mayor audiencia, desde Herederos a Mujeres desesperadas. Otra cosa es que resulten entretenidas para el gran público, que es su preocupación dominante. La drogadicción a ultranza o el carácter curativo de las series en cuestión, para nada están sometidos a duda: se trata de drogar con el lenguaje, puesto al servicio de historias narrativas no menos deleznables. Pero mandan las audiencias. Y las audiencias son la ‘gasolina’ de una cultura que es también negocio. Y carísimo negocio. Todo un drama. 47 A Fondo Seis películas que fascinan para curar Se trata de una selección desde la perspectiva que venimos analizando: películas que, precisamente porque desarrollan un lenguaje fílmico capaz de fascinar/drogar al espectador, consiguen curarle de alguna patología tanto presente como ausente en su persona y personalidad humanas. Dicho de una manera un tanto diferente, películas que en virtud de una dramatización de guión y de lenguaje de alta calidad, alcanzan el hondón del ser humano que las visiona y llegan a hacerse una sola cosa con él. Estamos, por lo tanto, ante una drogadicción positiva, como sucede con tantos medicamentos que llevan la justa proporción de material drogante pero que, en tal medida, es curativo. Y ésta es la cuestión, el equilibrio en la utilización de tales materiales, que en el caso del cine llamamos materia narrativa y lenguaje audiovisual. Ni más ni menos. 1. Casablanca (Michael Curtis, 1942). Realizada en plena Guerra Mundial, se ha convertido en auténtica droga fílmica para todas las generaciones posteriores tanto por su material narrativo, esa extraordinaria historia de amor entre la Bergman y un Bogart en estado de gracia, pero además por el tratamiento dramático del blanco y negro, que consigue comunicarnos a la perfección el ambiente de tensión y de ambigüedad dominante en el momento histórico del film. Y junto a tal fotografía de Arthur Edeson, la banda musical del maestro Max Steiner, uno de los mejores especialistas al respecto de los años 40/50. Casablanca, aparentemente tan sencilla, es lenguaje en estado puro, hasta construir un sistema de fascinación/drogadicción absoluto. 2. El Padrino (Francis Ford Coppola, 1972, 1974 y 1990). Uno de los mejores bloques fílmicos norteamericanos de la historia del cine. Lo escrito de Casablanca, alcanza en este caso proporciones estelares por la ambiciosa producción y dirección de Coppola, por la interpretación de Marlon Brando, siempre dirigido, y además por la música de Nino Rota y la fotografía de Gordon Willis, conformando un universo narrativo que, en cuanto tal, se hace con tu voluntad pero sin negarle su capacidad reflexiva. El Padrino es dramaturgia neorrealista en estado puro y duro, lenguaje eficaz donde los haya, y sobre 48 todo, esa rara habilidad de Coppola para filmar con un lenguaje que parece del todo normal y casi chato pero que traduce la realidad en un texto audiovisual fascinante. También tenían tal capacidad Ford o Kazan o Huston, entre tantos maestros yanquis. Narrar como si nada sucediera. Elaborar una panorámica sin énfasis aparente alguno. Cine que se nos cuela más allá de lo visible y nos cura de tantas cosas. Como los medicamentos, la obra cinematográfica tiene un poder curativo si lleva la justa proporción de material drogante; si la drogadicción alcanza cotas exageradas, la narración deviene lenguaje vaciado de sentido, como en tantas películas violentas o erótico-pornográficas 3. Babel (González Iñárritu, 2006). Una de las mejores películas de los últimos años del director mexicano, con guión de su compatriota Arriaga, realizada con capital francés, yanqui y mexicano. Una de las cuatro historias entrelazadas, abundante en la utilización de los recursos lingüísticos (según cada historia los exige), pero sobre todo capaz de comunicarnos un temblor interior inexplicable que, sin poder evitarlo, nos sumerge en la fragilidad sentimental humana, y nos produce estupor, dolor y pena hasta las lágrimas. Babel droga y cura en la misma proporción. Y de eso se trata. 4. Memorias de África (Sydney Pollack, 1985). Uno de los casos más populares de cuanto venimos comentando. En este caso, Pollack reunió un equipo que no podía fallarle, lo que no siempre sucede a nivel de producción. En la fotografía, David Watkin, en la música (absolutamente clave) John Barry y la adaptación de la novela de Isak Dinesen, obra de Kart Ludtke, además del duetto Streep/Redford, y todo el paisaje africano, utilizado hasta la saciedad. Así, Pollack nos fascina hasta límites pocas veces conseguidos, porque el trípode imagen, banda sonora A Fondo y actuaciones consigue organizar un mundo propio que nunca será capaz de olvidarlo. Memorias de África se instala en la misma dinámica que la excelente Los puentes de Madison, del maestro Eastwood (1995) otro film que nos llega a fascinar desde una historia contada como los mismísimos ángeles. Y es que los realizadores norteamericanos saben fascinar como pocos en el complejo mundo del cine. 5. Orden/La Palabra (Carl Theodor Dreyer, 1955). Puede que la mejor obra cinematográfica de naturaleza religiosa, ambientada en una comunidad luterana rural de antaño, donde un loco muy cuerdo introduce la auténtica fe en la rigidez de las normas dominantes. Con una secuencia de verdadera resurrección que te pone los pelos de punta, hasta tal punto está realizada con una sencillez lingüística y cromática (en blanco y negro perfecto) que produce una de las fascinaciones más intensas que podamos experimentar ante una pantalla. Cine en estado perfecto, con poquísimos medios, capaz de crear un ambiente en que el misterio se hace posible. Un film para visionar a efectos de comprender lo que venimos propugnando de la drogadicción curativa. 6. La vida secreta de las palabras (Isabel Coixet, 2005). Puede que estemos ante el film español más ungido, emocionalmente hablando, de los últimos diez años: cauteloso, recatado, implacable, medidísimo, nunca exasperado y siempre intenso en su descubrimiento del dolor moral precisamente oculto en el dolor físico. Una frágil Sarah Folley y un comunicador nato como Tim Robbins, perdidos en una plataforma petrolífera en el Mar del Norte, recorren el camino que les llevará desde la extrañeza hasta la unión más íntima posible, la de sus memorias más ocultas, la de sus humillaciones más definitorias. Un lenguaje sobrio hasta el extremo. Una cámara capaz de escribir los gestos más recónditos. Unos diálogos breves pero rotundos. Pocas películas me han fascinado como ésta, que se ha convertido en auténtica droga desde que la visioné por vez primera. Pero nos permitimos añadir unos autores que, en su obra conjunta, resultan del todo maestros de la fascinación curativa, y que recomendamos sin lugar a dudas: Woody Allen y sus periplos femeninos, Federico Fellini y sus aproximacio- 49 A Fondo nes adolescentes, Roberto Rossellini y su expresividad popular, Alain Resnais y sus juegos memorísticos, Clint Eastwood y su penetración de la fragilidad humana, Charles Chaplin y esa capacidad innata para mostrarnos al débil malherido, Lars von Trier y su medición del lenguaje, Theo Angelopoulos y sus historias espléndidas de belleza y redención, Mario Camus y sus personajes perdidos, John Ford y sus discreción lingüística permanente, además de muchos otros que, todos a una, son capaces de filmar como si nos estuvieran lanzando un discurso entre lógico y emocional mediante los signos lingüísticos hasta fascinarnos/drogarnos oportunamente y llevarnos hasta la gloria de la modificación subterránea de conductas y efectos. Y cerramos este ensayo con los nombres de unos actores y actrices que, en general, son la punta de lanza visual de tales realizadores, llegada la hora de metérsenos en las entrañas: la soberana belleza de Ingrid Bergman, la grandeza del rostro de Jean Gabin, el gesto absolutamente dominante de Marlon Brando, el humor irónico de Clark 50 Gable, la presencia un tanto fatigada de Paul Newman, el cuerpo perfecto de Marilyn Monroe, la cadencia interpretativa de Meryl Streep, esa mirada del mejor Redford, la fortísima fragilidad de Carmen Maura, toda la carga latina del eminente Marcelo Mastroianni, y en fin, la delgadez omnipotente de James Dean, siempre imitado y jamás reproducido. El cine como arte nos fascina/droga y en su medida nos cura o nos hunde. No hay posibilidad de remedio porque en tal hecho reside su grandeza. La misma grandeza que las catedrales góticas, que la pintura Hooper, que los volúmenes de Moneo, que una composición de Dylan, que El Pequeño Príncipe de Saint Exupery, que los dibujos de Rafael, que los poemas de García Montero, y que, en fin, los graffitis de cualquier urbe moderna. Todo arte auténtico fascina y cura. Todo arte que sea tal nos droga mientras nos permite contemplar libremente. Y de esta manera aumenta nuestra humanidad y mejora la colectividad en donde estamos insertos. Una maravilla, la drogadicción curativa. A Fondo A PIE DE CALLE A TODA PASTILLA Por Antonio Saugar Cuando decíamos que una persona iba a toda pastilla, nos referíamos a que se movía a alta velocidad. Quizá estemos ante un nuevo significado de esta frase, y debamos referirnos con ella a aquellas personas que toman pastillas para todas y cada una de las funciones de sus organismos y para tratar de curar innumerables males. 52 A Fondo En la sociedad actual, estar más delgado, ser más musculoso, evitar la caída del cabello, eludir los efectos del estrés cuesta un gran esfuerzo físico y monetario. ¿Se imaginan que con una sola pastilla pudiéramos lograr que nuestro cuerpo rozase las medidas del canon de belleza de la Grecia clásica, o mitigar los nervios producidos por la ansiedad del trabajo o los estudios? Esto, de momento, no parece posible. Por eso el consumo de pastillas y píldoras para todo está a la orden del día. Permanecer siempre jóvenes ha sido y es uno de los anhelos de los seres humanos a lo largo Según el Ministerio de Sanidad, en cinco años, el consumo de ansiolíticos en España ha aumentado casi en un 40 por ciento; se ha pasado de consumir 23 millones de envases al año a 33 millones en la actualidad Los investigadores que han realizado este descubrimiento afirman que prolongar la vida celular repercute en tener una piel más joven y, lo que es más importante, en la regeneración de todos los órganos, incluyendo cerebro, sistema cardiovascular o el hígado. Además, se comercializa como un complemento alimenticio natural y no como medicamento. Pero ser eternamente joven cuesta. Cada una de estas pastillas tiene un precio superior a un euro, y se venden en cajas de 30 comprimidos. Alguno puede pensar que no es tan caro. Que sepa que hay que tomar una pastilla cada día, durante toda la vida. Así que, recuerde su edad y multiplique. de la Historia. La búsqueda del elixir de la eterna juventud ha recorrido todas las civilizaciones. Pues ahora, el elixir se ha convertido en pastilla, gracias a un grupo de investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, que han presentado una nueva pastilla de resveratrol, sustancia antioxidante de la uva que ayuda a que las células vivan más tiempo, y que tendría los beneficios de comer 45 kilos de una o 45 botellas de vino. Siempre jóvenes Los efectos de estas cápsulas rojas, llamadas Rividox, se han descubierto al tratar de mejorar la calidad de las frutas. Se aplicó luz ultravioleta a las uvas, lo que incrementó hasta 2.000 veces los beneficios del resveratrol. Esta sustancia estimula la acción de unas proteínas relacionadas con la supervivencia celular. Quienes quieran mantener controlada la aguja de la báscula también tienen su pastilla: “Alli”, primer fármaco antiobesidad que no necesita receta médica. Comercializado en botes de 42 o 48 cápsulas, el bolsillo también adelgazará al mismo tiempo que las personas que las consuman, ya que el precio rondará los 55 euros para el tratamiento de un mes, teniendo que tomar tres píldoras al día (una en cada comida). Eso sí, quien quiera sacar el máximo rendimiento a estas pastillas deberá seguir una dieta baja en grasas y hacer ejercicio físico. Y es que, con o sin pastilla, para adelgazar hay que sudar la camiseta. El 15,5 por ciento de los españoles consume tranquilizantes 53 A Fondo Ansiolíticos contra la crisis Y la crisis económica que sufrimos también puede paliarse con alguna pastilla. Al menos eso se desprende de los datos que señalan que la crisis provoca un importante aumento en el consumo de ansiolíticos, fármacos que son los segundos más demandados. Curar la ansiedad de los españoles cuesta 231 millones de euros. Las estadísticas dicen que el 15,5 por ciento de los españoles consume tranquilizantes. Según la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés, Francia lidera el consumo de estos medicamentos, con el 19,2 por ciento, seguida de España, Italia (13,7%) y Bélgica, con el 13,2 por ciento. La media europea es del 12,3 por ciento. El Ministerio de Sanidad señala que, en cinco años, el consumo de ansiolíticos ha aumentado casi en un 40 por ciento. Se ha pasado de consumir 23 millones de envases a 33 millones en ese mismo período de tiempo. 54 Para ponerse las pilas también hay pastillas. El 13 por ciento de los españoles dice tomar vitaminas y suplementos dietéticos para ayudar al sistema inmunológico, por seguir una dieta equilibrada o por prescripción facultativa, según un estudio realizado por The Nillsen Company. En otros países, el consumo de este tipo de sustancias es mayor. En nuestro televisor podemos ver innumerables anuncios que explican los efectos beneficiosos de pastillas que levantan el ánimo de quienes las toman, mejoran su estado de ánimo, su memoria, etc.; todo para enfrentarse a una dura jornada laboral. El insomnio es otro de los problemas que llevan al consumo de pastillas. Un buen número de personas logra conciliar el sueño gracias a los somníferos, las pastillas estrella en los botiquines de muchos domicilios. Lo mismo se puede decir de los fármacos contra el colesterol, que se A Fondo encuentran entre los más recetados, y a los que hay que unir los distintos preparados que se anuncian en la televisión y que ayudan a bajar los niveles de colesterol. Y qué decir de la famosa píldora azul: la Viagra, con la que se trata de aumentar la potencia sexual de quienes la consumen. Eso sí, cuidado con comprarla por Internet, ya que los medicamentos para tratar la disfunción eréctil están entre los más falsificados. El 13 por ciento de los españoles toma vitaminas o suplementos dietéticos Abuso de antibióticos Adelgazar, ganar músculo, dormir, aparentar menos edad, salir de la crisis... Parece que la sociedad actual se basa en el consumo de pastillas de colores variados para poder solucionar sus problemas. Quizá llevar una vida más sana, con dietas equilibradas, práctica deportiva y ejercicios de relajación que saquen a la población de esa vorágine que día a día mina su salud sea la receta mágica que permita abandonar el consumo de tanta píldora y pastilla. El medicamento del que más se abusa en España es el antibiótico; es el segundo país europeo donde más antibióticos se consumen Pero del medicamento del que más se abusa en España es del antibiótico. España es el segundo país europeo donde más antibióticos se consumen. En nuestro país se toman casi 20 dosis diarias por cada 1.000 habitantes, cifra sólo superada por Francia. El uso de antibióticos se concentra en los meses de noviembre a febrero, justo cuando más prevalencia tienen las infecciones respiratorias. No es de extrañarse de que en España se consuma tanta pastilla, pues los ciudadanos guardan una media de 12 fármacos en sus hogares, de los que cinco o seis son utilizados de forma habitual. Un estudio realizado por el Sistema de Recogida de Envases de Fármacos Sigre señala que el número de medicamentos que se guardan en el botiquín está directamente relacionado con la edad de los miembros de la familia y con la mala costumbre de guardar el sobrante de los medicamentos al acabar un tratamiento. Algunos se almacenan incluso hasta superada la fecha de caducidad. El peligro de guardar tantas medicinas en casa es la automedicación. Tres de cada cuatro ciudadanos cree que esta práctica realizada con restos de medicamentos de anteriores tratamientos puede llevar riesgos para la salud. 55 Comunicando MANUEL LEOPOLDO, UNA VIDA DEDICADA AL TELÉFONO DE LA ESPERANZA ENTRE ESPAÑA Y PORTUGAL El pasado 12 de marzo el Teléfono de la Esperanza de Extremadura y Portugal se vistió de luto con el inesperado fallecimiento de nuestro compañero Manuel Leopoldo Rufino. “Manolo”, como lo conocíamos cariñosamente todos, fue uno de los pioneros de la psicología en Extremadura y Badajoz, hace más de 40 años. De origen portugués, cuyas raíces nunca perdió, a pesar de vivir afincado en Badajoz casi toda su vida, donde se casó y formó su numerosa familia, a la que desde aquí nos unimos en su dolor. Casi desde sus orígenes se vinculó al proyecto del Teléfono de la Esperanza, siendo el artífice de su fundación en Badajoz en 1973, junto con Pedro Madrid, haciendo por primera vez realidad la creación de un centro del Teléfono en una ciudad pequeña, Badajoz. Sería el cuarto centro en toda España después del de Sevilla, Madrid y Valencia. Durante 9 años dirigió el Centro de Badajoz y en todos estos años se distinguió, de manera incansable, por su espíritu generoso y optimista, llevando a tantas personas necesitadas de esperanza y horizontes en sus vidas el maravilloso placer de poder saborearla de nuevo, como recordó el secretario general de ASITES, José Mª Sánchez Orantos, en el entrañable acto de homenaje que celebramos en la sede de Badajoz. A la misma hora se celebraba un homenaje paralelo en la sede del Teléfono de la Esperanza de la ciudad de Oporto. En los últimos años de su vida había dedicado sus esfuerzos a extender el Teléfono a su que- 56 rido Portugal, viendo su sueño convertido en realidad unos meses antes de su fallecimiento. Supo entender que la obra de Serafín Madrid no nos la podíamos quedar solo para nosotros y había que llevarla más allá de nuestras fronteras con espíritu generoso. En sus planes inmediatos figuraba crear otros centros del Teléfono en Portugal, en cuyo empeño ya había comenzado a trabajar. Seguro que ya habrá creado, como nos recordaba el presidente de ASITES, Jesús Madrid, un centro del Teléfono de la Esperanza en el cielo, junto con Serafín Madrid, para llevarnos la esperanza a los que desde aquí continuaremos su camino emprendido. Como muestra de su entrega a la causa de la esperanza en todos estos años, sirvan estas líneas que nos fueron remitidas con motivo de su fallecimiento por un ex-toxicómano portugués: “Manolo fue para mí un ‘padre virtual’. En el primer curso que hice en el Teléfono de la Esperanza, fue mi coordinador en el grupo pequeño. En un momento determinado quise desistir. Manolo supo animarme a seguir. Ya han pasado 3 años y mi fiesta de la Libertad de las drogas continúa. Lo maravilloso que hoy me espera por vivir también se lo debo a él”. Descanse en Paz nuestro entrañable Manolo. Su saudade seguirá presente en nuestros corazones. A Fondo 57 Directorio 58 Directorio 59