Alejandro Cardona: Sensemayá, la culebra, Sensemayá Este análisis de Sensemayá, obra del compositor mexicano Silvestre Revueltas, es el último capítulo de un libro1 sobre música latinoamericana que busca introducir dos conceptos que considero útiles para su análisis: la expresión acumulativa y la polimetría. Así, antes de abordar la obra en cuestión, es necesario tratar brevemente dichos conceptos. 1 Las categorías analíticas que hemos heredado de la cultura musical occidental se edificaron sobre una producción específica (la occidental) y no tienen necesariamente aplicación en las expresiones de otras tradiciones. La misma cultura occidental lo reconoce, implícitamente, al hablar de musicología en relación al estudio de su propia música y de etnomusicología cuando se refiere a la de tradición no occidental. (Aunque se intentan otras explicaciones para esta diferenciación, en el fondo se trata de una epistemología generada en el "centro" y extendida a su "periferia".) Uno de los problemas que debemos enfrentar los latinoamericanos (y algunas otras culturas periféricas a la occidental) es que nuestra música "culta" y una porción de la popular pertenecen en parte (eso sí, marginal y exóticamente) a la cultura occidental. Pero esto genera algunas confusiones: se escucha lo nuestro como si fuera exclusivamente occidental y se cierra la posibilidad de abordar ésta con un oído y una lógica latinoamericanos. En la música europea, a partir del Renacimiento, empieza a dominar la estructuración seccional y monométrica. La forma es cerrada, producto de una organización basada en claras articulaciones periódicas. Así, los procesos musicales, temporalmente lineales y finitos, sólo tienen sentido para el oyente a partir del todo. El referente de organización métrica es casi siempre monolítico2, lo que posibilita, precisamente, este tipo de construcción periódico-seccional. Pero esto no aplica en muchas músicas latinoamericanas que se estructuran a partir de procesos abiertos y temporalmente circulares de intensificación acumulativa. También pueden tener más de un referente métrico que se combinan en una polifonía rítmica. Lo polimétrico, por extensión, también se manifiesta como superposición de diferentes estratos de actividad musical. Todo 1 2 Análisis musical, creación e identidad: redescubrir nuestro oído, todavía inédito. Lo que no cabe dentro de este referente se clasifica como síncopa. 1 esto se contrapone, en muchos aspectos, a la articulación periódico/seccional occidental. Se trata, pues, de dos polos de expresión musical: la acumulativa/polimétrica en donde la “obra” representa el proceso, y la seccional/monométrica en donde la “obra” contiene el proceso. Son, si se quiere, dos visiones de mundo. En el siguiente cuadro se contraponen las características fundamentales de estos dos polos expresivos: expresión acumulativa expresión seccional Su temporalidad es de carácter cíclico. Se priorizan construcciones sonoras de énfasis rítmico y melódico, así como la polimetría. Su temporalidad es de carácter lineal. Se priorizan construcciones armónicas (incluso en el diseño melódico) que estructuran los demás elementos. Es generalmente monométrica. Se establece, linealmente, un material temático que se expone, se contrasta y se desarrolla. Los temas (y su expresión armónica, explícita o implícita) producen límites en el mundo sonoro, en su conflictuación y en su resolución, que se expresan seccionalmente. Tiene una forma esencialmente "cerrada" en donde los límites temporales son absolutamente determinantes para que la experiencia musical sea significativa. La expresión se basa en una organización seccional que se edifica como mundo sonoro autocontenido en donde cada componente es parte de un engranaje totalizador. La "obra" contiene el proceso. El material musical es un conjunto de estímulos sonoros que evolucionan (en diversos procesos acumulativos de intensificación) sin que tengan una resolución definitiva. Tiene una forma esencialmente "abierta", en donde los límites temporales no son determinantes para que la experiencia sea significativa. Los procesos acumulativos se renuevan de manera permanente. Es como si se tratara de "enchufarse" a un torrente sonoro que existió y existirá siempre. El proceso trasciende la "obra" y ésta representa el proceso. En este cuadro la polarización es radical. Sin embargo, muchas músicas son, en la práctica, expresiones híbridas. Así, estos polos deben ser considerados como principios constructivos de sentido, algunas veces excluyentes, pero otras complementarios: la seccionalidad puede contener a la acumulación y viceversa. 2 Sensemayá, a mi juicio, es una de las obras más importantes de Revueltas y de la música latinoamericana. Esta pieza orquestal, inspirada en el poema homónimo del cubano Nicolás Guillén, ha sido analizada por un número importante de compositores y musicólogos, lo cual hace posible, por un lado, 2 realizar un trabajo complementario y, por otro, cuestionar algunas de las conclusiones a las que han llegado. Asimismo, es un excelente ejemplo de una música construida sobre principios acumulativos y polimétricos. Además, es hora de dejar atrás, de una vez por todas, la imagen de un Revueltas bohemio e inspirado, pero de deficiente técnica3. Su lenguaje está altamente estructurado y tiene una notable coherencia. En él integró, de manera original, tendencias predominantes de la época. 3 Casi todos los analistas de Sensemayá concuerdan, con diferentes palabras y enfoques, en que su lógica musical es acumulativa y polimétrica. Por ejemplo, Julio Estrada nos dice: Desde el punto de vista composicional, la estructuración musical a partir de obstinatos puede proceder, como es el caso de Sensemayá, por la superposición de patrones repetitivos. Casi sin requerir preparación, uno tras otro surgen aglomerándose y subsistiendo en una construcción de orden acumulativo cuyo sistema único parece ser la adición. (…) Las superposiciones de patrones rítmicos diferenciados en su cantidad de percusiones, ofrecen superciclos siempre equivalentes a la multiplicación del número de percusiones de un patrón por el del otro, lo que induce a sostener la repetición constante como modalidad de 4 observación de las relaciones entre las figuras. También Alejandro L. Madrid es elocuente al respecto: Como se ha señalado en múltiples trabajos analíticos, Sensemayá es una obra construida orgánicamente, mediante la continua yuxtaposición y sobreimposición de bloques, cada uno con sus propias cualidades interválicas y rítmicas. Mientras algunos de estos bloques son segmentos temáticos de duración bastante larga, otros son simples motivos rítmicos o armónicos. La mayoría de los eventos a lo largo de la obra se dan por combinación de estos bloques, en un proceso de estructuración similar al que Edward T. Cone ha llamado “construcción por bloques” en la música de Igor Stravinsky. La diferencia entre la aproximación “por bloques” del ruso y la del mexicano se da en que, mientras el primero utiliza estos bloques de manera yuxtapuesta, el segundo lo hace de manera superpuesta y por 5 acumulación. 3 En 1941, un año después de la muerte de Revueltas, Aaron Copland escribió en Our New Music lo siguiente: “(…) Revueltas era el tipo de compositor espontáneamente inspirado, cuya música era colorida, pintoresca y alegre. Desafortunadamente, nunca fue capaz de escapar un cierto dilentantismo que hace a su mejor obra sufrir de una confección superficial.” (Citado en “Más que buenos vecinos: la amistad de Aaron Copland con Carlos Chávez y Silvestre Revueltas”, de Howard Pollack, Diálogo de resplandores: Carlos Chávez y Silvestre Revueltas, Yael Bitrán y Ricardo Miranda, editores, Ríos y raíces, México, 2002.) 4 Estrada, Julio, editor, La música de México, I. Historia, 4. Período Nacionalista (1910 a 1958), Universidad Nacional Autónoma de México, 1984, pp. 134-135. 5 Madrid, Alejandro L., “¿Influencias o elementos de retórica?: Aspectos de centricidad en la obra de Silvestre Revueltas”, Heterofonía, Tercera época, Vol. XXXIII, No. 122, enero-junio 2000, 3 Sin embargo, a la hora de analizar lenguaje y aspectos formales de la obra, casi todos cometen el mismo "pecado": buscan explicaciones totalizantes a partir de una lógica armónica, que prioriza lo vertical6, parámetro analítico típicamente occidental. O bien, se reduce el análisis a señalar ciertas características, fundamentalmente retóricas. Si creamos estereotipos estilísticos (que únicamente sirven como referente general) o usamos modelos de análisis cuyos criterios no corresponden a las problemáticas expresivas específicas de las obras en cuestión, se producen, irremediablemente, distorsiones. En este sentido, me parece que lo que ocurre con el análisis de Sensemayá es que no se entienden las consecuencias últimas de la expresión acumulativa y, menos aún, las de una construcción polimétrica. Hablar, por ejemplo, de que Sensemayá tiene una base octatónica, como dice Hoag7 y repite, con un poco más de cautela y mejor contextualizado, Alejandro L. Madrid8 es, en el mejor de los casos, un error grave. Existen, por supuesto, elementos octatónicos en ella, pero éstos en ningún momento nos acercan al funcionamiento o a la organización sintáctica de la obra. A fin de cuentas, se quiere aplicar a Sensamayá (a mi juicio, de manera simplista y con una perspectiva acríticamente eurocéntrica) ciertas propuestas analíticas sobre Stravinski9, tal vez por el hecho de que éste haya sido (probablemente) uno de los referentes para Revueltas (como lo fue para muchos otros compositores de la época). ¿O será (como suele suceder) que se desestima la capacidad propia de Revueltas y Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información Musical, Centro Nacional de las Artes, México, pp.30-31. 6 Al hablar de lo vertical, me refiero a la necesidad de identificar un referente único o, al menos, dominante, que puede explicar lo que oímos en cada momento de una obra (dando prioridad absoluta a la organización y relación simultánea y sucesiva de las alturas por encima de cualquier otro parámetro). En el fondo, se trata de la búsqueda de un referente que tenga funciones similares a los acordes (la armonía) en la tonalidad-funcional. De hecho, muchas de las búsquedas composicionales no tonales del siglo XX han querido, de una u otra forma, sustituir a la tonalidad, proponiendo otras formas de encontrar “coherencia vertical” para el discurso musical. Es el caso del dodecafonismo de Schöenberg y, tal vez sin quererlo, de casi todas las propuestas de corte estructuralista que surgen en la segunda posguerra (aún cuando lo vertical se exprese como constelaciones móviles, cuya coherencia es veces inaudible), así como del espectralismo e incluso la tonalidad no funcional de muchas propustas neotonales, por mencionar sólo algunos ejemplos. 7 Hoag, Charles K., “Sensemayá: A Chant for Killing a Snake”, Latin American Music Review/Revita de Música Latinoamericana, Vol. 8, No. 2 (Autumn-Winter, 1987), Univeristy of Texas Press, pp. 172-184. Hoag, Charles K., “Algunos aspectos de las melodías de Revueltas”, Diálogo de resplandores: Carlos Chávez y Silvestre Revueltas, Yael Bitrán y Ricardo Miranda, editores, Ríos y raíces, México, 2002, pp. 109-117. 8 Madrid, Alejandro L., “¿Influencias o elementos de retórica?: Aspectos de centricidad en la obra de Silvestre Revueltas”, Heterofonía, Tercera época, Vol. XXXIII, No. 122, enero-junio 2000, Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información Musical, Centro Nacional de las Artes, México, pp.19-38. 9 El aporte pionero en este sentido fue el artículo de Authur Berger, “Problems of Pitch Organization in Stravinsky”, publicado en Perspctives of New Music, II, 1963, pp. 11-42. 4 se busca una explicación teórica en un referente europeo? El resultado es la sustitución de un análisis de fondo por una simple etiqueta (por más que ésta se justifique con elaboradas explicaciones y esquemas). ¿Aceptaríamos que alguien explicara una obra de Bach diciendo simplemente que está en do mayor o que se parece, en sus rasgos generales, a la demás música del barroco tardío? Y en el caso de Revueltas es todavía peor, porque ni siquiera podemos explicar elementos fundamentales de Sensemayá (incluyendo algunos de los más importantes materiales temáticos) a partir de lo octatónico. Y las explicaciones que encontramos para las “anomalías”, como por ejemplo los elementos cromáticos o pentatónicos, no son satisfactorias (porque las tales “anomalías” son producto de una teoría deficiente y no de la música de Revueltas). De hecho, estas teorizaciones parecen hacerse al margen de lo que se escucha. La lógica discursiva de Sensemayá se basa en la presentación de cada elemento temático de manera absolutamente clara, para que el oído pueda ir integrando y relacionando adecuadamente los materiales (fundamental para poder asimilar auditivamente los complejos tejidos texturales de la obra). Podríamos decir que el material temático constituye un conjunto de "capas", una serie de lineas horizontales interrelacionadas. Incluso, casi todas las sonoridades armónicas funcionan con esta lógica horizontal. Estamos, pues, ante un discurso contrapuntístico que, como tal, funciona como una red de relaciones y procesos lineales. Su material temático es, como veremos, fundamentalmente de carácter modular (incluso en el caso de los dos temas principales), y su lógica interna y relacional tiene que ver con pequeñas colecciones interválicas y el desarrollo de una serie de motivos rítmicos. Tiene, asimismo, una cuidadosa estratificación tímbrica. Son precisamente estas características que permiten que lo acumulativo de Sensemayá se dé tanto en el plano diacrónico como en el sincrónico. En este sentido, nunca se escucha una lógica armónica o vertical que nos ubique, incuestionablemente, en un determinado terreno (por ejemplo, el octatónico). Y los pocos empastes orquestales más verticalizados están localizados estratégicamente en momentos climáticos, producto de procesos acumulativos anteriores, y casi siempre responden a una densificación vertical a partir de contenidos interválicos derivados del diseño melódico. Aunque estoy de acuerdo con Alejandro Madrid en los aspectos de centricidad (no funcional) en la música de Revueltas (particularmente en Sensemayá), creo que la percepción de centro tonal no se debe a un referente de tipo octatónico, sino, al igual que en el primer Stravinski y, antes que él, en Debussy (y, mucho antes que ellos, en incontables manifestaciones de música popular), a la simple reiteración de ciertas notas que se imponen al oído por insistencia. 5 El artículo de Arturo Márquez, "Sensemayá: Análisis comparativo de la versión orquestal con la de cámara"10, me parece acertado en su señalamiento de cómo unos pocos núcleos interválicos (segundas y terceras) se expresan sistemáticamente en el conjunto del material tematico. Sin embargo, su categorización de los componentes temáticos, tanto melódicos como rítmicos, es demasiado extensa (subdivide el material temático en 4 ostinatos, 2 temas y 17 motivos temáticos). Esto produce la impresión de una proliferación grandísima de materiales, y se tienden a desdibujar las relaciones entre ellos, aun cuando él las señala. El análisis de Julio Estrada arriba citado11 tiene muchos aciertos, aunque el cuerpo del trabajo es más descriptivo que analítico. Su mención del uso sistemático del contorno ascendente-descendente en mucho del material temático es importante para entender la consistencia del lenguaje de Revueltas. El trabajo de Ricardo Zohn-Muldoon, "The Song of the Snake: Silvestre Revueltas’ Sensemayá"12, es de interés por su cuidadoso análisis de la relación entre la música de Sensemayá y el poema de Nicolás Guillén en que se inspiró. Nos permite entender, hasta cierto punto, una dimensión del proceso creativo de Revueltas. Sin embargo, el legítimo entusiasmo por sus descubrimientos le hace olvidar que se trata de una obra de música instrumental y que la coherencia del discurso existe independientemente de estas referencias literarias. Esto es muy evidente en sus conclusiones en el terreno de lo formal: plantea, por ejemplo, que la obra tiene una estructura ternaria. Y para hacerlo se basa en criterios más literarios que musicales13. 10 Márquez, Arturo, “Sensemayá: Análisis comparativo de la versión orquestal con la de cámara”, Heterofonía, Tercera época, Vol. XXXIII, No. 122, enero-junio 2000, Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información Musical, Centro Nacional de las Artes, México, pp. 46-65. 11 Estrada, Julio, editor, La música de México, I. Historia, 4. Período Nacionalista (1910 a 1958), Universidad Nacional Autónoma de México, 1984, pp. 133-161. 12 Zohn-Muldoon, Ricardo, “The Song of the Snake: Silvestre Revueltas’ Sensemayá”, Latin American Music Review/Revita de Música Latinoamericana, Vol. 19, No. 2 (Autumn-Winter, 1998), Univeristy of Texas Press, pp. 133-159. Entiendo que un trabajo similar fue desarrollado, casi simultáneamente, por Roberto Kolb. 13 Creo que él mismo no sabe bien cómo empatar su análisis literario-musical con los aspectos puramente musicales de Sensemayá. Inicialmente (p.140) dice que la obra tiene una “evidente construcción ternaria” en donde hay dos secciones más largas que encierran una sección más corta (números de ensayo 22-25). Luego (pp. 144-145) hace una subdivisión de su tercera sección en dos partes, pero insiste que la forma es “esencialmente ternaria (ABA)”. 6 4 Analizaré14 por separado los diferentes aspectos de la obra y luego superpondré las distintas "capas", para construir una visión más integral de ésta. El proceso tendrá cuatro fases: • • • • Identificar los materiales temáticos principales; Analizar éstos en detalle (sobre todo a nivel interválico y rítmico) y establecer las relaciones entre ellos; Ubicar los materiales temáticos en el contexto del desarrollo formal de la obra; Abordar la obra en detalle, de principio a fin, para ver la evolución de los materiales temáticos y sus diversas derivaciones en los planos rítmico, melódico y armónico. 5 Creo que es importante identificar los materiales temáticos de tal manera que se puedan establecer claramente las relaciones que existen entre ellos y, asimismo, entender que casi todo lo que suena en la obra se puede derivar de relativamente pocos elementos germinadores, tanto en el terreno interválico como rítmico. Esto también tiene sentido desde una lógica puramente auditiva, porque, como ya hemos mencionado, en la primera parte de la obra se hace una paulatina y cuidadosa exposición de los materiales, precisamente para que podamos darles seguimiento en su trayectoria a través de un proceso relativamente prolongado de intensificación acumulativa. Mi categorización del material temático es: • • • • • Un ostinato (OST), con varios componentes melódicos, texturales y rítmicos; Dos temas principales (T1 y T2); Tres motivos rítmicos (MR1, MR2 y MR3); Dos elementos secundarios: la contestación (C) al T1 y un tema secundario (TS) derivado en parte de C; Un elemento “sostendido” de carácter textural/espacial (S), que se manifiesta de distintas maneras y que tiene implicaciones estatégicas en el desarrollo de la sonoridad de la obra, relacionándose, en determinados 14 El análisis y los ejemplos musicales se basan en la edición de G. Schirmer, Inc. (derechos reservados) 7 momentos, con otros materiales temáticos. 8 6 En relación a S, se requiere una explicación más elaborada. No es posible simplemente citar unos compases de la partitura para identificarlo o para poder entender su función en la obra. De hecho, S no es lo que comúnmente entendemos como un “tema” ya que no tiene un perfil melódico/rítmico. ¿Por qué entonces incluir este elemento como parte del material temático? Dentro de la tradición occidental la textura y el color instrumental o armónico no tienen un claro perfil temático, al menos que produzcan un contorno melódico, un motivo rítmico explícito, o estén inseparablemente ligados a un tema en particular. El “bajo Alberti”, por ejemplo, convierte texturalmente una sucesión de acordes en “armonías melódicas”, aparte de generar dinamismo rítmico. En el período clásico fue una fuente importante para el desarrollo motívico (sobre todo con motivos basados en la tríada o notas repetidas) que, de alguna manera, sustituyó al contrapunto en el contexto de las nuevas texturas predominantemente homofónicas. Otro ejemplo son las figuraciones de acompañamiento en Chopin que, a veces, crean contornos que introducen o nos recuerdan el tema principal (un clásico ejemplo es el Nocturno en reb mayor opus 27 no. 2). Pero precisamente en Chopin encontramos casos en donde el manejo de la sonoridad misma se convierte en un elemento netamente temático (como en la Balada en sol menor en donde la sonoridad aumentada re/fa#/sib se utiliza y se desarrolla independientemente, incluso en pasajes transitorios de figuraciones aparentemente no temáticas. Podríamos decir que se trata de un motivo colorístico derivado del primer tema). Posteriormente, y sobre todo a partir del siglo XX, encontramos que la textura y el color surgen como elementos que muchas veces tienen igual o mayor peso que lo melódico/rítmico. Sin embargo, la tendencia dominante en el análsis sigue siendo bastante conservadora respecto a lo temático. En parte, el problema reside en que el comportamiento expresivo de los elementos texturales y de color no concuerdan con las formas tradicionales de desarrollo que encontramos en lo melódico/armónico (al menos en occidente y, sobre todo, en la tradición centroeuropea). Estos elementos, sonoramente de una mayor abstracción, son altamente maleables y pueden relacionarse flexiblemente con otros parámetros del discurso musical. Su lógica puede trascender las articulaciones periódicas que producen, por ejemplo, la estructura de frase, el contorno melódico o la estructura armónica. Si bien en la música anterior al siglo XX estos elementos son posiblemente “subsidiarios” (aunque no por eso sin importancia), en Sensemayá cumplen una función temática estratégica al producir procesos de intensificación que generan continuidad y conexiones a largo plazo dentro de la lógica acumulativa, así como las articulaciónes formales más importantes de la obra. Pero S no está directamente “condicionado” por los otros elementos 9 temáticos de carácter melódico o rítmico. Constituye un proceso más dentro del desarrollo textural polifónico y polimétrico de la obra. Es por eso que considero necesario hacer una breve descripción de su dinámica, adelantándome a un análisis más detallado, para mostrar la importancia temática de este elemento y cómo se procesa sistemáticamente a lo largo de la obra, especialmente en relación a las articulaciones que permiten relanzar cada uno de las olas acumulativas. Asimismo, vemos cómo un elemento netamente colorístico va cobrando peso estructural. Su primera manifestación es dual y se da al comenzar la obra: el golpe del gong (elemento que produce una apertura sonoro/espacial en la cual se inscribe el ritmo del ostinato), y el trino del clarinete bajo (que de alguna manera es como una prolongación de la sonoridad de gong, agitada rítmicamente: un murmullo disonante que se mantiene como un trasfondo en casi toda la obra; en este sentido, es también una parte integral del ostinato). El golpe del gong vuelve a aparecer para cerrar la introducción del ostinato y preparar la primera exposición de T1. Antes de seguir, es importante hacer un señalamiento acerca del trino15. Éste generalmente se toca re#-mi, como si el clarinete bajo estuviera anotado en do16. Sin embargo, al examinar con cuidado la parte del clarinete bajo, sobre todo en los lugares en donde no está tocando el trino17, vemos que está escrita, sin lugar a dudas, en sib con la llamada notación alemana (muy usada en la época para los pasajes graves en el clarinete bajo). Así, en sib, el trino inicial es do#-re. A partir del número de ensayo 5 (NE-5), el trino es duplicado por el clarinete en sib y posteriormente encontraremos duplicaciones en las flautas y el fagot, pero todas ellas son, ahora sí, con las notas re#-mi. Lo que queda en duda, según Luis Jaime Cortez, es si las demás duplicaciones son erratas, si la parte del clarinete bajo tiene erratas, o si se trata de un doble trino do#-re/re#-mi. Cortez argumenta que el doble trino es muy “sucio” y no parece ser la opción de un compositor con el oficio orquestal de Revueltas. Sin embargo, hay un hecho contundente: el trino do#-re no puede ser duplicado un 15 La utilización de la palabra trino tiene que ver con su función en la obra. El trino, en términos generales, representa una disonancia (choque/oscilación entre dos notas específicas con una relación interválica de segunda) que busca resolución. En este caso, se trata de un trino rítmico que produce una disonancia en torno a los dos polos tonales de la obra. 16 Este problema es abordado por el artículo “Especulaciones analíticas en torno a Sensemayá” de Luis Jaime Cortez (Diálogo de resplandores: Carlos Chávez y Silvestre Revueltas, Yael Bitrán y Ricardo Miranda, editores, Ríos y raíces, México, 2002, pp. 15-30). Sin embargo, me parece que el enfoque es, a veces, confuso y reduccionista (no analiza, en realidad, este trino a la luz de la totalidad de la obra), y el apunte de Revueltas que muestra no es contundente. 17 Por ejemplo entre el NE-22 y el NE-25 es evidente que está duplicando el fagot. La misma situación se da entre el NE-34 y NE-36. A partir del NE-42 duplica el tercer trombón. 10 octava más arriba por el clarinete en sib (cuya nota más grave es re)18. Esto, conjuntamente con el hecho de que la parte del clarinete bajo, visto en su conjunto, parece estar anotada en sib y que las notas do# y re son, como veremos, estratégicas en la obra, hace pensar que hay que tocar la partitura tal y como está escrita y que las duplicaciones producen efectivamente un doble trino. Por otro lado, el trino casi nunca se toca más duro que p, y casi siempre pp. Y en los únicos lugares donde se toca más fuerte el clarinete bajo toca solo. Además, los trinos son, de por sí, disonancias prolongadas, así que no veo como inconsistente o “sucio” el hecho de que haya una duplicación a la segunda mayor. Finalmente, la segunda menor inicial, al ser duplicada, se convierte en dos segundas menores separadas por una segunda mayor, cuya extensión total (del do# al mi) es de una tercera menor. Esta interválica, como veremos más adelante, es estratégica en toda la obra, y esta configuración de cuatro notas cromáticas es parte integral de la morfología del ostinato, de C y del TS. La densificación del trino es, entonces, interválicamente consistente y, además, concordante con los procesos generales de densificación del material temático que forma parte de la lógica acumulativa de la obra. Pero sigamos con el desarrollo de S. La siguiente aparición de un elemento sostenido son los acordes (cornos y trompetas) en el NE-9 y 10. Estos hacen resaltar los dos picos melódicos de T1. Pero también se trata de una sonoridad aumentada (mib-sol-dob-mib), y luego escuchamos esta misma sonoridad con el tritono agregado por el reb. La tríada aumentada es de gran importancia en otros momentos de la obra, precisamente en relación al elemento S. (Asimismo es destacable la relación entre S como elemento articulador de los picos melódicos de T1 y su función posterior como articulador de los picos climáticos de la obra en su conjunto.) Al final de la primera ola acumulativa (NE-16 a 17) regresa S como una sonoridad cuartal en un largo crescendo que intoduce el pentafonismo del T2. Significativamente, este acorde largo se inicia con un platillazo (sff) que retoma el color de los golpes de gong del comienzo para cerrar esta primera parte de la obra. En el NE-22 repentinamente emerge S con un empaste armónico más denso, y articula el primer climax fuerte de la obra (que recoge toda la energía de las acumulaciones previas). De nuevo, estos empastes están acompañados por golpes de gong y platillo, así como por redobles en el bombo a partir del NE-23. 18 Esto sí es posible en el clarinete bajo que se construyó con una llave adicional para permitir, precismente, llegar hasta el re bemol (o do sostenido) grave indicado en la partitura de Revueltas. 11 En el NE-25, comienzo de la segunda parte de la obra, queda un leve resabio del elemento sostenido en las notas largas de los fagotes que desaparecen cuando arranca de nuevo el ostinato. A partir del NE-27, expesándose otra vez como tríadas aumentadas, S se empieza a dinamizar con subidas rápidas en glissando y anacrusas cortas, también ascendentes. Esto se intensifica por disminución en la duración del efecto hasta el ascenso climático del NE-29+2 (que prepara la entrada del T2). En el NE-35, nuevamente en un punto climático estructural, S se convierte en unos glissandos piramidales, siempre acompañado de los golpes de gong y platillo. (La sonoridad retoma la interválica del NE-22.) S aparece por última vez como “remate” de la obra. En el NE-42 tenemos la subida con glissando (el mismo momento climático del NE-29+2). Luego en el NE-42+3 aparece una sonoridad de cuarta fff que hace un crescendo y nos conduce al remate final de la obra. 7 Para poder analizar en detalle las características interválicas del material temático de Sensemayá debemos respetar la configuración particular de las clases de altura que utiliza Revueltas. De otra manera, no se entiende cabalmente su cuidadoso trabajo composicional y se distorsiona lo que oímos. Aplicaré un análisis interválico basado en colecciones de clases de altura, pero no siempre con una reducción a su forma índice. Por otro lado, las colecciones mismas, como veremos, son casi siempre de pocas notas y funcionan modularmente, como ya hemos señalado. Para establecer los conjuntos no parto de una teoría preestablecida, sino de la manera concreta en que Revueltas va exponiendo su material temático. En este sentido, es fundamental tomar en cuenta la estructura de frase, la conducción de voces que resulta de la particular configuración tesitural de los intervalos y la estratificación tímbrica, muy importante para que el oído pueda percibir claramente la interrelación de las diversas líneas temáticas. Antes de entrar específicamente al análisis de cada componente temático en su orden de aparición, veamos los 4 principales conjuntos interválicos que encontramos a lo largo de la obra. Éstos, con sus inversiones, cubren todos los intervalos posibles. Los dos conjuntos fundamentales son el [0,1,4] y el [0,3,5], así como sus respectivas inversiones. El primero contiene la segunda menor y las terceras mayor y menor. El segundo tiene a la tercera menor en común con el anterior, pero incluye la segunda mayor y la cuarta justa. Entre ambos se genera un 12 contraste interválico que es fundamental en el desarrollo de la obra, basado en el eje común de la tercera menor. Luego hay un conjunto que combina terceras mayores y tritonos, con distintas configuraciones y que también contiene la segunda mayor. Finalmente encontramos la combinación de quinta justa y tritono, y también la segunda menor: [0,6,7] así como su inversión. Los intervalos comunes son aprovechados hábilmente por Revueltas para crear ciertas relaciones estructurales en su material. Esto le permite generar contrastes y una polarización temática (sobre todo entre T1 y T2) sin perder organicidad en la sonoridad general y, sobre todo, sin sacrificar la necesaria continuidad que ocupa para desarrollar su estética acumulativa. También aprovecha diseños melódicos y armónicos que son juegos de espejo o transposiciones con base en el eje de la segunda mayor. Finalmente, hay derivaciones armónicas de estos conjuntos básicos que enfatizan sonoridades de los intervalos predominantes: la ya mencionada tríada aumentada (dos terceras mayores superpuestas), la tercera menor con séptima mayor (que se basa en el conjunto [0,1,4]), las armonías cuartales (derivadas del conjunto [0,3,5]) y, con menos frecuencia, la disminuida (dos terceras menores superpuestas). En ocasiones también encontraremos una combinación de dos conjuntos para generar ciertas sonoridades más complejas, sobre todo en relación al material S en los puntos climáticos. En los siguientes ejemplos podemos ver las características interválicas y rítmicas de los principales temas, así como las relaciones entre ellos: 13 14 15 16 17 18 Como complemento al análisis de los aspectos rítmicos, debemos mostrar el uso de la semicorchea. Es uno de los elementos más relevantes de relacionamiento del material temático, y tiene además una función de intensificación rítmica al interior del proceso acumulativo de la obra. Aparece inicialmente como un movimiento anacrúsico en el T1 (cuatro semicorcheas –tres repetidas- que conducen a un sonido largo, acentuado). Se trata del motivo rítmico más sobresaliente de este tema, sobre todo porque se repite en cada frase. A partir del NE-12, este elemento se empieza a desarrollar: como parte de C e inmediatamente después se convierte, por expansión, en el MR2. Del NE-13+2 en adelante, en los metales, aparecen figuraciones de semicorcheas, basadas interválicamente en T1, que se van intensificado hasta el NE-16 (en donde arranca, con acento, la sonoridad cuartal (S)). Al final de este acorde cuartal, un compás antes del NE-17, las semicorcheas rematan la primera ola acumulativa de la obra. El desarrollo de esta figura, por contraste, pone en relieve los tresillos (otro elemento rítmico derivado del T1) que encontraremos a partir del NE-17 en el MR3. La semicorchea regresa, otra vez en función anacrúsica y de intensificación rítmica como climax y resolución del T2 (NE-20+1 hasta el NE-22). Un compás antes del NE-23, una modificación rítmica de la figura original del T1 aparece en forma disminuida: un tresillo de semicorcheas que llevan al pulso fuerte del compás. Esta “figura de remate” es la que utiliza para culminar la segunda y la tercera ola acumulativa, así como, al final, para “rematar” la obra. 19 A partir del NE-25, el MR2 se incorpora como parte del ostinato. Esto produce una mayor complejidad rítmica y densidad textural de fondo, y también un sentido de continuidad e intensificación. Pero lo más significativo es la introducción de los compases de 7/16 (NE-27+2), una disminución del 7/8 original. Aquí se funden tres cosas: la interválica del T1 (tercera frase), la disminución rítmica del ostinato, y el tipo de figuración en semicorcheas que había introducido Revueltas en el NE-13+2. Estos compases, que interrumpen el flujo rítmico original en 7/8, constituyen en sí mismos un movimiento anacrúsico que conduce al acento en la última semicorchea del compás. También son semicorcheas las que llevan al clímax de S en el NE-29+2 (junto con una cita rítmica del T1 en la tuba). El uso de esta figura encuentra un nuevo nivel de intensificación al final de la tercera ola acumulativa entre el NE-32 y el 36. Aquí se da un grado mayor de densificación de los procedimientos que ya hemos oído, y termina con la “figura de remate”. En la última ola acumulativa encontramos una presencia casi constante de la semicorchea, densificada instrumentalmente, como si el murmullo del trino hubiera, al fin, tomado confianza para expresarse como un elemento dominante. Este última expresión intensificada de la semicorchea nos lleva, por insistencia, hasta el remate final de la obra. Aunque de nuevo nos adelantamos en el análisis, era útil señalar el tratamiento de este elemento rítmico, mostrar cómo Revueltas “desarrolla” y relaciona su material temático, basado en técnicas más o menos tradicionales (como la fragmentación o la extensión), pero dentro de una lógica acumulativa. El uso de la semicorchea como movimiento anacrúsico (que relaciona T1, T2 y MR2) es la expresión temática de los grandes movimientos acumulativos que se dan a través de la obra. Éstos también son, en sentido estructural, gigantescas anacrusas “en busca” de su pulso fuerte. 8 Hemos hablado de olas acumulativas sin ofrecer mayor explicación. Es que para comprender este concepto, más metafórico que técnico, es necesario abordar el dinamismo procesal del material temático en el marco formal de la obra. Puede parecer extraño que hayamos comenzado por el material temático y no por la forma, como sucede muchas veces en el análisis tradicional. Sin embargo, en Sensemayá, la estructura formal no es un simple envase que se llena con materiales temáticos, sino que surge de la dinámica particular de éstos. Hay que destacar, además, la peculiar mezcla de procedimientos tradicionales, típicos de las formas seccionales, ubicados en un contexto 20 acumulativo. El siguiente ejemplo es una síntesis de la forma de Sensemayá, con la ubicación temporal del material temático. 21 El proceso acumulativo general se expresa a través de cuatro olas. El sentido de intensificación continua tiene varias explicaciones, pero la más evidente es la aceleración estructural que se logra acortando significativamente la duración de la segunda parte de la obra. (De hecho, la reducción en la duración periódica de la segunda y cuarta es aproximadamente de un 50% y un 66%. La tercera ola, como veremos, tiene características especiales, sobre todo por el “injerto” de los compases de 7/16.) Tomando como base el compás de 7/8 que domina la obra, podemos cuantificar este proceso de aceleración: • • • • Primera ola: 68 compases. Segunda ola: 31 (con 7 de 9/8 que alarga en 14 corcheas la duración total, lo que equivale a 33 de 7/8). Tercera ola: 50 (con 15 compases de 7/16, 3 de 5/8+1/16 y 1 de 9/8, lo que produce una duración real de 42 compases + 2/16). Cuarta ola: 23. Así, las primeras dos olas tienen 99 compases y las últimas dos 65 + 2/16. La intención de intensificar por este medio se hace muy evidente al analizar las culminaciones climáticas de las tres últimas olas, que se conectan auditivamente por estar basadas en material similar (sobre todo por la presencia de la “figura de remate”): • • • Primera sección climática: el equivalente a 13 compases de 7/8. Segunda sección climática: el equivalente a 5 compases de 7/8 + 2/8. Remate final (puesto en relieve por dos gestos fragmentados): 1 compás + el pulso fuerte del último. Pero estas olas no son únicamente movimientos intensificadores abstractos. También encierran un proceso temático que es casi clásico en tanto refuncionaliza en este nuevo contexto acumulativo aspectos formales de las formas de sonata. Las dos primeras olas son expositivas. Del comienzo hasta el NE-11 tenemos la exposición (tres veces) de T1 con su respectiva contestación (C). A partir del NE-11, hasta el NE-17 tenemos un “desarrollo” (por fragmentación y expansión motívica) de T1 y C (que produce, como subproducto, el tema secundario, TS), junto con la introducción de MR1 y MR2. La segunda ola, que arranca en el NE17, introduce MR3 y expone el T2. Hay un elemento de continuidad con la anterior ola por la presencia del MR1 que aparece con un desplazamiento rítmico de 4 semicorcheas un compás antes del NE-19. Así, entre las dos primeras olas se expone paulatinamente todo el material de la obra, con una polarización temática estructural entre T1 y T2. Esta polarización se da por el contraste de semitono entre los centros tonales de cada tema (re y do# respectivamente), así como por el contraste en el carácter de cada uno: el 22 primero, con posibilidades de tratamiento motívico (cosa que Revueltas pone en evidencia de una vez en la segunda mitad de la primera ola); el segundo de carácter melódico (siempre se expone íntegramente, sin ningún tratamiento motívico). El trino del clarinete bajo, que oscila permanentemente entre estos dos centros tonales, sólo hace más evidente los niveles de polarización mientras, por otro lado, genera una continuidad necesaria para la lógica acumulativa. Además, T2 es, grosso modo, la inversión de T1. Y su primera frase es una inversión exacta de la primera de T1, basada en las dos notas “disonantes” finales de T1 (mi y do#) que quedan a un semitono del binomio refa. La culminción climática de la segunda ola no llega linealmente, sino que es destacada por un repentino diminuendo que empieza un compás después del NE-21. Así, este clímax surge repentinamente. Sin embargo, recoge la energía acumulada hasta el momento. Pero el hecho de que surja de una repentina retención de la energía produce, al interior del proceso acumulativo de largo plazo, una articulación estructural en la obra, separando las dos primeras olas expositivas de las siguientes, que tienen funciones, como veremos, de desarrollo y reexposición. Pero no se trata de una articulación seccional tradicional, sino fundamentalmente de un recurso para relanzar la energía acumulativa a través de las últimas dos olas. Asimismo, permite una conexión a largo plazo en los procesos de aceleración periódica. La tercera ola es de desarrollo. El ostinato incorpora al MR2. La primera parte pone mayor énfasis en el T1 que es tratado con técnicas de fragmentación y ciertos procesos de verticalización derivados de su interválica. La segunda se concentra en el T2. Los compases de 7/16, que ya hemos discutido, funcionan como un especie de “coro” y son una expresión fundida de la tercera frase del T1 y el ostinato. Este rompimiento en el flujo rítmico, hasta este momento basado en el compás de 7/8, es también un importante recurso de preparación para la última ola. Genera expectativa y mayor tensión, sin romper con la intensificación acumulativa. La cuarta ola, una reexposición, presenta los temas T1, T2 y el MR1 de manera simultánea generando la máxima densificación de la textura. El final de la obra tiene tres gestos: la subida climática de S que ya hemos mencionado, La figura melódica principal del ostinato combinada con sonoridades cuartales (relacionadas con T2), y la “figura de remate”. La forma, por un lado, se compone de olas acumulativas que impulsan la pieza hacia adelante en una especie de crescendo anacrúsico de largo plazo, pero por otro, hay un tratamiento temático que funciona con una lógica de exposicióndesarrollo-reexposición, característica de la expresión seccional. El eje central de la obra, en relación a este planteamiento, está en el primer gran clímax del NE-22. Pero éste, precisamente, relanza el proceso de intensificación. Una forma muy peculiar. 23 La lógica acumulativa en esta obra, a largo plazo, se expresa en varios niveles, todos interrelacionados: • La paulatina complejización rítmica y contrapuntística. • La paulatina densificación de la textura orquestal. • El tratamiento temático. La complejización rítmica y contrapuntística está directamente relacionada con la cuidadosa estratificación tímbrica. Se asigna el material temático a determinados instrumentos para después generar sonoridades más complejas a través de duplicaciones (agregación tímbrica). Esto es fundamental para el seguimiento de los diversos componentes y para entender auditivamente su relación. La densificación orquestal se expresa en varios niveles. Tendencialmente se ubica dentro del contexto de un movimiento de pp a fff. Incluso los pocos diminuendos en la pieza están sólo para hacer más efectivas las llegadas a los momentos climáticos. Como ya se mencionó, los principales temas y el ostinato se densifican a partir de la agregación tímbrica (esto se ve desde el primer momento con las tres presentaciones del T1, pero es aplicado a todos los componentes temáticos). En cuanto al tratamiento temático, aparte de lo ya mencionado, podemos encontrar varios procesos que permiten la acumulación estratégica: • Se pasa de la yuxtaposición o exposición diacrónica del material a su superposición (la cuarta ola es la máxima culminación de esta tendencia). • En relación con los dos niveles anteriores, se mantienen en la textura elementos temáticos ya expuestos, y se introducen, superpuestos, otros nuevos. • El contenido interválico del material temático pasa de horizontal (líneas melódicas o figuraciones rítmicas) a vertical y, entonces, se generan manifestaciones más densas, sobre todo del material rítmico (ostinato, MR1-2-3), y del elemento S, aunque también de T2 en la última ola. Según avanza la obra, esta verticalización sonora (líneas densificadas) permite que no se agoten los procesos intensificadores. En este sentido hay una dosificación muy cuidadosa. Todos estos elementos, junto con los ya analizados en los apartados anteriores, constituyen una compleja red de relaciones y procesos que le dan profundidad a la expresión acumulativa. Ésta nunca se reduce a un gesto genérico, porque los procesos globales están edificados sobre otros “locales” de una gran riqueza y 24 variedad, sin sacrificar nunca el sentido de unidad. He aquí el gran oficio de Revueltas. 9 Finalmente, veamos unos esquemas que nos permiten apreciar cómo el conjunto del discurso sonoro de Sensemayá se deriva consistentemente del material temático que hemos analizado. 25 26 27 28 29 Termina la obra con el intervalo si-mi. Esta cuarta aparece al final de cada una de las olas acumulativas. Aunque el gesto de esta figura es de cierre, queda siempre el sentido de apertura hacia la próxima acumulación. Incluso al final de la obra, el cierre es más formal que real. Lo que produce la sensación de que la obra terminó es el hecho de que se rompa la continuidad rítmica y haya tres gestos aislados por silencio. Las dos notas elegidas son disonantes en relación a los centros tonales re y do#. Estos se explicitan en medio de una textura sonora más compleja cuando se oyen los temas T1 y T2, pero también están presentes como un trasfondo, permanentemente en pugna, a través del trino en el clarinete bajo. Mi es la nota de mayor tensión en el T1, resolviendo primero a fa y luego a re. En el T2, si es igualmente la nota de mayor tensión (las bajadas al final del tema llevan implacablemente a esta nota hasta que finalmente se resuelve en el do#). Así, 30 esta cuarta “encierra”, a una seguna mayor de distancia, los dos centros tonales de la obra que tienen una relación de semitono (un nuevo juego de espejo). T1 y T2 están claramente establecidos en nuestros oídos a lo largo de la obra. Por eso esta cuarta nos sugiere la posibilidad de regresar a cualquiera de ellos: mi quiere bajar a re y si quiere subir a do#. Ej. 39. A partir de esta cuarta se puede comenzar un nuevo ciclo, incluso al final de la obra. Sensemayá, en sentido estricto, no termina: se interrumpe. Recrea sonoramente el rito de matar una culebra, y al igual que éste, su sentido no está en la descripción de un acontecimiento aislado, sino en su capacidad de proyectarse cíclicamente para siempre en el tiempo y el espacio, como todos los actos rituales, como todas las músicas acumulativas. 31