Experiencias exitosas en medio del conflicto Por: Carlos Armando Uribe F Director de Asuntos Gremiales Rogelio Barbosa es un joven cafetero del municipio de La Uribe, en el departamento del Meta, y fue uno de los seis invitados al panel llamado “Historias cafeteras exitosas desde la experiencia de los productores”, en el marco de la novena versión de ExpoEspeciales Café de Colombia “Tierra de Diversidad” que acaba de terminar. Y sin duda son exitosos, así hayan vivido en medio del conflicto. USAID (Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional), la Federación Nacional de Cafeteros y Colombia Responde, que es una estrategia del Gobierno Nacional para la implementación de la política nacional de consolidación territorial y que trabaja en pro del desarrollo rural integral, han contribuido a que muchas familias cafeteras hayan salido adelante por medio del café y del valor agregado. Rogelio hace parte de una asociación llamada ASOCAFEURMET, asociación de cafeteros de La Uribe, Meta, y en el panel mencionado resumió, con la convicción propia de quien cambia para bien, lo que para él ha significado tener hoy un predio cafetero rentable en comparación con el cultivo de antes, el de la coca. Rogelio fue breve pero contundente. “Hemos perdido la oportunidad de ser libres”, dijo. Y a renglón seguido manifestó que “ganaban pero perdían la libertad” y “la sobriedad en nuestra vida es una gran ganancia”. Rogelio trajo a mi memoria un caso parecido del cual fui testigo, cuando Weimar Sánchez, cafetero también del Meta, del municipio de Lejanías para ser más exacto, al recibir el premio en Trieste, Italia, como ganador de un concurso de alta calidad organizado por la Empresa ILLY, expresó: “Yo soy cafetero, pero antes tenía un cultivo que no me merecía”. Rogelio contó su historia de vida y cómo con criterio habían generado en la comunidad profundas reflexiones para pasar de cultivos ilícitos a lícitos. Al final del panel derramó unas lágrimas, sin duda de emoción por la satisfacción de sentirse tranquilo y libre. Luego concluyó en tres palabras su modo de vida: “Orden, liderazgo y libertad”. Aldemar Rengijo, de la asociación Aromo del municipio de Miranda, Cauca, también compartió sus reflexiones sobre los cultivos ilícitos. “No hay más dolor que cuando a uno lo tocan”, expresó. Se refería a que no podían admitir el encontrar jóvenes de su vereda consumiendo droga. Ese solo hecho los hacía facilitadores de un vicio que empezaba a generalizarse y entonces con firmeza tomaron la decisión: “arrancar la coca”. Contó que el pago de la hoja del ilícito era por medio de un vale para hacerlo efectivo a los 6 meses. Era un pedazo de papel, sin sellos, sin validez, sin garantía, sin institucionalidad. “La coca nos volvió haraganes”, manifestó. Aldemar cuenta que a los niños de la escuela los ha puesto a transportar colinos de café y recuerda el día en que un pequeño le dijo: “Yo sé sembrar coca”. Aldemar dice que el programa Escuela y Café ha sido definitivo para crear conciencia de la legalidad. Muchos niños hoy tienen 200 o 500 árboles de café, los administran, los cuidan y ahorran, así se potencializa la identidad por el café. Seguramente cuando un niño de una escuela se retira de ella para trabajar en la coca, nunca más regresa al centro de estudios y mucho menos a los caminos de la legalidad. Aurora Noscué, de la Asociación Sicet de Toribío, Cauca, y Amparo Arias, de la Asociación Café Macizo, de Planadas, Tolima, contaron de la construcción de la confianza, del relevo generacional y de la equidad de género en sus regiones. Aurora dice que “los hombres han creído en ellas”. Yo creo que esa expresión se debe a que ella con su ejemplo y su trabajo ha generado lo que describe; precisamente esa opinión la han luchado y se la han ganado. Ella es sinónimo de entrega, disciplina y equipo con su esposo. Tiene una indiscutible claridad sobre la importancia del valor agregado en el café y lanzó una expresión que me llamó la atención: “Hace 10 años era una mantenida de mi marido”. Entiendo su opinión, pero apuesto 100 a 1 a que eso de mantenida era que por aquella época Amparo cumplía con todos los roles propios de las grandes mujeres: el rol de mamá, esposa, administradora del hogar. Lo que pasa es que ahora le adicionó el de trabajar para agregar valor al café y el de Empresaria Cafetera. Ella también resumió con una frase su intervención: “La pasión es un valor agregado de mi vida”. Finalmente Leónidas Montilla, de la Asociación Corposantafé, en Rioblanco, Tolima, y Libia Epe, de Cafemasu, en Mesetas, Meta, contaron sus experiencias sobre la sostenibilidad y la descontaminación. Libia tiene a su esposo desaparecido, pero su coraje ha hecho que haya levantado a sus tres hijos y que hoy su conciencia ambiental la haya convertido en una empresaria sostenible. Es ejemplo de poner en práctica acciones de descontaminación en la finca, en el beneficio y en el lavaplatos, y gracias a “Dios y a la autonomía que poseo, soy mucho más fuerte”. Leónidas, además de contar sus acciones ejemplares en el manejo de su predio en relación armónica con el medio ambiente, habló de factores de éxito en las organizaciones. Por eso señaló el trabajo en equipo y la eficiencia y transparencia en el manejo de los recursos. Su frase final fue: “Me empleo al ciento por ciento para mi familia y mi región, todo esto para salir adelante”. Resalto de esta experiencia algunas conclusiones. La alianza USAIDFederación ha dado destacados resultados. Peter Mattiello, director de USAID en Colombia y presente en el panel también lo confirmó. Sin duda se aprende siempre de cafeteras y cafeteros luchadores. Subrayo de sus intervenciones la indiscutible importancia de la asociatividad, su expresión fluida y apasionada, la firmeza en sus conceptos y, pese a lo vivido, la mirada optimista de la vida. Con personas así, no hay que temerle al presente y mucho menos al futuro.