Atención Consciente – Sati Extracto de “Mindfulness in Plain English” por el Venerable Henepola Gunaratana (Traducción al español: Miguel Ángel Piquero-Hidalgo) ‘Atención consciente’ es la traducción al español de la palabra Pāli ‘Sati.’ Sati es una actividad. ¿De qué se trata exactamente? Bien, ésta es una de esas preguntas sin una respuesta precisa, al menos no en palabras. Las palabras fueron ideadas por los niveles simbólicos de la mente y éstas describen aquellas realidades relacionadas con el pensamiento simbólico. Atención consciente (Sati) es pre-simbólica. No se halla encadenada a la lógica. No obstante, la atención consciente puede ser experimentada –con relativa facilidad— y puede ser descrita, siempre que mantengas en tu mente que las palabras son sólo como dedos que apuntan a la Luna. Éstas no son la cosa en sí misma. La experiencia real yace más allá de las palabras y por encima de los símbolos. Se podría describir la atención consciente en términos completamente diferentes de los que usaremos aquí y, aún así, cada descripción podría ser correcta. Atención consciente (Sati) es un proceso sutil que tú estás usando en este mismo momento. El hecho de que este proceso yazca por encima de –y más allá de —las palabras, no lo hace irreal, sino todo lo contrario. Atención consciente es la realidad que da lugar al origen de las palabras– las palabras que siguen son simplemente pálidas sombras de la realidad. Por tanto, es importante el entender que todo lo que aquí sigue es una pura analogía. No va a tener un perfecto sentido. Por favor, no te sientes rascándote la cabeza, tratando de darle sentido a todo. De hecho, la práctica de meditación llamada Vipassana (introspección), que El Buda introdujo hace unos veinticinco siglos, es un conjunto de actividades mentales específicamente destinadas a experimentar el estado de ininterrumpida atención consciente, o Sati. En el primer momento en que te haces consciente de algo existe un primer instante de fugaz y pura atención consciente, justo antes de que lo conceptualices, antes de que lo identifiques. Ése es el estado de atención consciente (Sati). En general, tal estado es muy breve. Es esa destellante fracción de segundo, justo antes de que enfoques tus ojos en un objeto, justo antes de que lo representes como un objeto, lo atenaces mentalmente y lo segregues del resto de la existencia. Tiene lugar justo antes de que comiences a pensar acerca de él, antes de que la máquina de ‘bla-bla-bla’ dentro de tu cráneo diga “Oh, es un perro.” Dicho momento, fluido y de ligero enfoque, de pura atención de consciencia es Atención Consciente (Sati). En ese breve destello mental momentáneo experimentas un objeto como no-objeto. Experimentas un momento del suave fluir de existencia pura que se halla entrelazada con el resto de la realidad, no separada de la misma. La Atención Consciente es muy similar a lo que ves con tu visión periférica, en contraposición a lo percibido por la visión central normal, con mayor enfoque. Aún así, este momento de suave y no enfocada atención consciente contiene una clase de conocimiento profundo, que se pierde tan pronto como enfocas tu mente e identificas tal objeto como algo concreto. En el proceso de percepción ordinaria, la atención consciente (Sati) es tan fugaz que se hace prácticamente imperceptible. Hemos desarrollado el hábito de despilfarrar nuestra atención en todos los restantes pasos –enfoque en la percepción, cognición de la percepción, etiquetado de la misma y, más que nada, involucrándonos en una larga madeja de pensamientos simbólicos acerca de ello. Así, ese momento original de Atención Consciente se desvanece en tal mezcla. El propósito de la meditación Vipassana (o de introspección), anteriormente mencionada, es el de entrenarnos para que podamos prolongar ese momento de consciencia. Cuando esta Atención Consciente (Sati) se prolonga, a través del uso de las técnicas adecuadas, entonces hallas que esta experiencia es profunda y que incluso cambia tu visión global del universo. No obstante, este estado de percepción ha de ser aprendido y ello requiere de una práctica regular. Una vez que aprendas la técnica, encontrarás que la Atención Consciente posee un número de interesantes características. CARACTERÍSTICAS DE LA ATENCIÓN CONSCIENTE (SATI) La Atención Consciente (Sati) es pensamiento-espejo. Refleja tan sólo lo que está ocurriendo en el presente momento y en la forma exacta en que ello está sucediendo, sin prejuicios. La Atención Consciente (Sati) es observación sin juicio. Es la habilidad de la mente de observar sin criticar. Con esta habilidad uno ve las cosas sin condenar ni enjuiciar. Uno no se sorprende por nada sino que toma un equilibrado interés por las cosas, tal como son, en sus estados naturales. Uno no decide ni juzga. Uno sólo observa. Es psicológicamente imposible que observemos, de manera objetiva, lo que quiera que acontece dentro de nosotros si, al mismo tiempo, no aceptamos la existencia de nuestros varios estados mentales. Ello es especialmente cierto con los estados mentales desagradables. Para poder observar nuestro propio miedo, debemos aceptar el hecho de que estamos asustados. No podemos observar nuestra depresión sin aceptarla por completo. Lo mismo se aplica a estados de irritabilidad y agitación, frustración y todos aquellos estados emocionales molestos. No puedes examinar algo de forma plena si te hallas ocupado en rechazar su existencia. Lo que quiera que sea que estemos experimentando, la Atención Consciente tan sólo lo acepta. Se trata simplemente de una ocurrencia más en nuestra vida, sólo algo más de lo que ser consciente. Sin orgullo, sin vergüenza, sin nada personal en juego –lo que hay es lo que hay. La Atención Consciente (Sati) es un vigilante imparcial. No toma partido. No se aferra a lo que es percibido. Tan sólo percibe. La Atención Consciente no se encapricha con las cosas buenas ni trata de evadir las malas. No se apega a lo placentero ni huye de lo desagradable. La Atención Consciente ve todas las experiencias como iguales, todos los pensamientos como iguales, todos los sentimientos como iguales. Nada es suprimido. Nada es reprimido. La Atención Consciente no tiene favoritos. La Atención Consciente (Sati) es consciencia no conceptual. Otro término en español para Sati es ‘atención desnuda.’ No es pensar. No se involucra con pensamientos ni conceptos. No se fija en opiniones o recuerdos. Tan sólo mira. La Atención Consciente registra las experiencias, sin compararlas. Observa todo como si ocurriera por vez primera. No se trata de análisis basado en reflexión y recuerdo. Se trata más bien de experiencia directa e inmediata de lo que está aconteciendo, sin mediación del pensamiento. Sucede ANTES del pensamiento, en el proceso perceptual. La Atención Consciente (Sati) es consciencia plena del momento presente. Tiene lugar en el aquí y ahora, en el momento presente. Permanece siempre en el presente, surgiendo de manera perpetua sobre la cresta de la ola del tiempo en transcurso. Si estás recordando a tu maestro de segundo año de primaria, eso es memoria. Cuando luego te percatas de que estás recordando a tu maestro de segundo año de primaria, eso es atención consciente. Si entonces conceptualizas el proceso y te dices a ti mismo: “Oh, estoy recordando,” eso es pensar. La Atención Consciente (Sati) es un estado de alerta sin ego. Sucede sin referencia al yo. Con Atención Consciente uno ve todos los fenómenos sin referencias a conceptos como “yo”, “mi” o “mío.” Por ejemplo, supón que hay dolor en tu pierna izquierda. La consciencia ordinaria diría “(yo) tengo dolor.” Usando la Atención Consciente uno simplemente nota la sensación como una sensación. Uno no añadiría el concepto extra del “yo.” La Atención Consciente nos previene de añadir nada a la percepción, o de sustraer nada de ella. Uno no realza nada. Uno no enfatiza nada. Uno simplemente observa lo que hay –sin distorsión. La Atención Consciente (Sati) es consciencia sin propósito. En la Atención Consciente uno no se esfuerza por obtener resultados. Uno no trata de conseguir nada. No hay nada que conseguir. Tan sólo hay observación. La Atención Consciente (Sati) es consciencia del cambio. Es el observar el flujo de la experiencia según ocurre. Es mirar a las cosas conforme están cambiando. Es ver el nacimiento, el crecimiento y la madurez de todos los fenómenos. Es observar cómo los fenómenos decaen y mueren. La Atención Consciente es mirar todas las cosas, momento a momento, de forma continua. Es observar todos los fenómenos –físicos, mentales o emocionales— cualesquiera que estén acaeciendo en el momento presente en la mente. Uno tan sólo se sienta y observa el espectáculo. La Atención Consciente es la observancia de la naturaleza básica de cada fenómeno que acontece. Es el observar las cosas surgiendo y desvaneciéndose. Es el ver cómo las cosas nos hacen sentir y cómo reaccionamos a ellas. Es el observar cómo afectan a otros. En la Atención Consciente, uno es un observador imparcial cuya única labor es la de mantener un registro del espectáculo constantemente transitorio dentro del universo interior. Al meditador que está desarrollando Atención Consciente (Sati) no le concierne el universo exterior. Éste se halla allí, pero en meditación nuestro campo de estudio es nuestra propia experiencia, nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y nuestras percepciones. En meditación, uno es su propio laboratorio. El universo interior tiene una enorme fuente de información, conteniendo la reflexión del mundo externo y mucho más. Un examen de este material conduce a la liberación total. La Atención Consciente (Sati) es observación participativa. El meditador es, al mismo tiempo, participante y observador. Si uno mira sus emociones o sensaciones físicas, uno las está sintiendo en ese mismo momento. La Atención Consciente no es una conciencia intelectual. Es simplemente consciencia. La metáfora del pensamiento-espejo se derrumba aquí. La atención consciente es objetiva, pero no es fría o insensible. Es la alerta experiencia de la vida, una vigilante participación en el continuo proceso de la vida. La atención consciente es un concepto extremadamente difícil de definir con palabras –no porque sea complejo sino porque es muy simple y abierto. El mismo problema surge en cada área de experiencia humana. El concepto más básico es siempre el más difícil de identificar. Echa una ojeada al diccionario y verás un claro ejemplo. Las palabras largas tienen, por lo general, definiciones concisas, mientras que para palabras cortas, como por ejemplo “el” “es” o “pero” las definiciones pueden ser más extensas. De forma análoga, en física las funciones más difíciles de describir son las más básicas –aquellas que tratan de las realidades más fundamentales de la mecánica cuántica. La atención consciente es una función pre-simbólica. Puedes pasarte el día entero jugando con palabras símbolos, sin que llegues a una identificación completa. No podemos nunca expresar por completo qué es. No obstante, podemos decir lo que hace. TRES ACTIVIDADES FUNDAMENTALES Existen tres actividades fundamentales de la Atención Consciente (Sati). Podemos usar estas actividades como definiciones fundamentales del término: (1) la Atención Consciente nos recuerda lo que se supone que debemos estar haciendo; (2) ve las cosas como son en realidad; y (3) ve la naturaleza profunda de todos los fenómenos. Vamos a examinar estas definiciones en mayor detalle. Atención Consciente (Sati) te recuerda lo que se supone que debes estar haciendo. En meditación, pones tu atención en un objeto. Cuando tu mente vaga fuera de ese objeto, es la Atención Consciente la que te recuerda que tu mente está vagando y lo que se supone que debes estar haciendo. Es la Atención Consciente la que lleva tu mente de vuelta al objeto de la meditación. Todo esto sucede de forma instantánea y sin dialogo interno. Meditación no es pensar. La práctica repetida de meditación establece esta función como un hábito mental que entonces se lleva por el resto de la vida. Deberías estar prestando atención desnuda a lo que ocurre todo el tiempo, día tras día, ya sea que te halles sentado en meditación formal o no. Este es un ideal muy elevado hacia el que los que meditan pueden tener que estar trabajando por periodos de años o incluso décadas. Nuestro hábito de quedarnos estancados en el pensamiento tiene años de antigüedad y tal hábito permanecerá de la forma más tenaz. La única forma de abandonar tal hábito es a través de ser igualmente persistente en el cultivo constante de la Atención Consciente (Sati). Cuando la Atención Consciente está presente notarás cuándo te estancas en tus patrones de pensamiento. Es ese mismo ‘notar’ el que te permite desvincularte del proceso de pensamiento y liberarte de él. La Atención Consciente retorna entonces tu atención a su foco apropiado. Si estás meditando en ese momento, entonces tu foco será el objeto de la meditación formal. Si no te hallas en meditación en ese momento, será una pura aplicación de la atención desnuda en sí misma, simplemente notando lo que quiera que acontezca sin involucrarse en ello –sin el “Ah, ésto surge ahora…y ahora ésto otro…y ahora ésto…y ahora ésto.” La Atención Consciente (Sati) es una y al mismo tiempo ambas –atención desnuda en sí misma y la función de recordarnos el prestar atención desnuda si hemos cesado de hacerlo. La atención desnuda es el notar. Ella se restablece simplemente al notar que no ha estado presente. Tan pronto como estés notando que no has estado notando, entonces, por definición, estarás notando y entonces habrás vuelto a prestar atención desnuda. Bien, tal vez todo esto parezca muy complicado pero en realidad no lo es. Son sólo las palabras. Es algo que aprenderás a hacer a través de sentirlo, de igual forma que juegas al fútbol. La Atención Consciente crea su propio y diferenciado sentido en la consciencia. Tiene sabor –un ligero, claro y enérgico sabor. El pensamiento consciente es, en comparación, pesado, reflexivo, y quisquilloso. Pero, de nuevo, esto son sólo palabras. Tu propia práctica te mostrará la diferencia. Entonces probablemente encontrarás tus propias palabras y las palabras aquí usadas resultarán superfluas. Recuerda, lo importante es la práctica. La Atención Consciente (Sati) ve las cosas como en realidad son. No añade ni sustrae nada a la percepción. No distorsiona nada. Es atención desnuda y tan sólo mira lo que quiera que surja. Al pensamiento consciente le gusta añadir cosas a nuestra experiencia, sobrecargándonos con conceptos e ideas, sumergiéndonos en un agitado vórtice de planes y preocupaciones, miedos y fantasías. En la Atención Consciente no juegas ese juego. Simplemente notas lo que quiera que surja exactamente en la mente, entonces notando lo siguiente: “Ah, ésto…y ésto…y ahora ésto.” Es realmente simple. La Atención Consciente (Sati) ve la verdadera naturaleza de todos los fenómenos. La Atención Consciente, y sólo ella, puede percibir que las tres primeras características que el Budismo enseña son las verdades más profundas de la existencia. En Pāli estas tres características se denominan Annica (impermanencia), Dukkha (insatisfacción) y Anattā (no yo –ausencia de una entidad permanente e inmutable que llamamos alma o ser). Estas verdades, por cierto, no se presentan en las enseñanzas Budistas como dogmas sujetos a fe ciega. Los Budistas sienten que estas verdades son universales y evidentes por sí mismas para cualquiera que se preocupe en investigar de un modo apropiado. La Atención Consciente es ese método de investigación. La Atención Consciente, por sí misma, tiene el poder de revelar los niveles más profundos de la realidad disponible para la observación humana. En este nivel de inspección uno ve lo siguiente: (a) Todas las cosas condicionadas son inherentemente transitorias; (b) cada cosa mundana es, al fin y al cabo, insatisfactoria; y (c) no hay en realidad entidades inmutables o permanentes, sino tan sólo procesos. La Atención Consciente funciona como un microscopio electrónico. Esto es, opera en un nivel tan fino que uno en realidad ve directamente esas verdades que son las mejores construcciones teóricas del proceso de pensamiento consciente. La Atención Consciente ve en realidad el carácter no permanente de cada percepción. Ve la naturaleza transitoria y pasajera de todo lo que es percibido. También ve la naturaleza inherentemente insatisfactoria de todas las cosas condicionadas. Ve que no tiene sentido el aferrase a ninguno de estos espectáculos pasajeros. La paz y la felicidad no pueden hallarse de esa forma. Y, finalmente, la Atención Consciente ve la inherente carencia de ser de todos los fenómenos. Ve cómo hemos seleccionado, arbitrariamente, un cierto puñado de percepciones, las hemos separado del resto del flujo surgente de la experiencia y, entonces, las hemos conceptualizado como entidades separadas y duraderas. La Atención Consciente en realidad ve todas estas cosas. No piensa acerca de ellas, las ve directamente. Cuando es plenamente desarrollada, la Atención Consciente ve estos atributos de la existencia directamente, instantáneamente, y sin la intervención del medio del pensamiento consciente. De hecho, incluso los atributos que acabamos de cubrir son inherentemente arbitrarios. Ellos no existen como entidades separadas. Son puramente el resultado de nuestra lucha por tomar este proceso, fundamentalmente simple, llamado Atención Consciente, y expresarlo en el engorroso e inherentemente inadecuado pensamiento simbólico del nivel consciente. La Atención Consciente es un PROCESO que no sucede en etapas separadas. Es un proceso holístico que ocurre como una unidad: tú notas tu propia falta de Atención Consciente; y ese notar, en sí mismo, es un resultado de la Atención Consciente; y la Atención Consciente es atención desnuda; y atención desnuda es el notar las cosas como en realidad son, sin distorsión; y el cómo éstas son es Annica, Dukkha y Anattā (impermanencia, insatisfacción y no yo). Todo ello sucede en un destello. Ello no significa, sin embargo, que obtendrás la liberación de forma instantánea (libertad de todas las debilidades humanas) como resultado de tu primer momento de Atención Consciente. Aprender a integrar este material en tu vida consciente es un proceso completamente diferente. Y aprender a prolongar este estado de Atención Consciente es incluso otro. No obstante, se trata de procesos gozosos que bien merecen el esfuerzo. ATENCIÓN CONSCIENTE (SATI) Y MEDITACIÓN DE INTROSPECCIÓN (VIPASSANA) La Atención Consciente es el núcleo de la meditación Vipassana y es la llave del proceso entero. Es, al mismo tiempo, la meta de esta meditación y el medio para tal fin. Alcanzas Atención Consciente a través de estar siempre más atento conscientemente. Otra palabra Pāli que se traduce al español como Atención Consciente es Appamāda, que significa no negligencia, o ausencia de locura. Aquél que presta atención de forma constante a lo que está ocurriendo en su mente alcanza el estado de razón definitiva. El termino Pāli ‘Sati’ conlleva también la connotación de recordar. No es memoria en el sentido de ideas e imágenes del pasado sino más bien conocimiento claro, directo y sin palabras, de lo que es y lo que no es, de lo que es correcto y lo que es incorrecto, de lo que estamos haciendo y cómo hemos de proceder acerca de ello. La Atención Consciente (Sati) le recuerda al meditador que aplique su atención al objeto apropiado, en el momento apropiado, y que aplique precisamente la cantidad de energía necesaria para llevar a cabo esa tarea. Cuando esta energía es aplicada de forma correcta, el meditador permanece de forma constante en un estado de calma y alerta. En tanto se mantenga esta condición, aquellos estados mentales llamados ‘estorbos’ o ‘irritantes psíquicos’ no pueden surgir –no hay codicia, ni odio, ni lujuria o pereza. Pero todos somos humanos y todos metemos la pata. La mayoría de nosotros somos muy humanos y metemos la pata de forma repetida. A pesar de los esfuerzos honestos, el meditador deja resbalar a su Atención Consciente de vez en cuando, y se encuentra así estancado en algún desagradable, aunque humano, fallo. Es la Atención Consciente la que nota ese cambio. Y es la Atención Consciente la que le recuerda que ha de aplicar la energía requerida para salir de tal sopa. Dichos deslices ocurren una y otra vez, si bien su frecuencia disminuye con la práctica. Una vez que la Atención Consciente ha empujado fuera a estos engaños mentales, más y más estados mentales saludables pueden tener lugar. El odio deja paso al amor amable, la lujuria es reemplazada por el desapego. Es la Atención Consciente la que nota este cambio también, y la que le recuerda al meditador de Vipassana que ha de mantener la agudeza mental extra necesaria para sostener estos más deseables estados mentales. La Atención Consciente hace posible el crecimiento de la sabiduría y de la compasión. Sin Atención Consciente éstos no pueden desarrollarse hasta su plena madurez. Profundamente enterrado en la mente existe un mecanismo, el cual acepta lo que la mente percibe como experiencias bellas y placenteras y rechaza aquellas experiencias que percibe como feas y dolorosas. Este mecanismo da paso al surgir de aquellos estados mentales que nos entrenamos en evitar –cosas como la codicia, la lujuria, el odio, la aversión y los celos. Elegimos evitar estos obstáculos, no porque ellos sean malos, en el sentido estricto de la palabra, sino porque ellos son compulsivos; porque ellos invaden la mente y atrapan la atención por completo; porque ellos continúan yendo alrededor, en círculos de pensamientos; y porque ellos nos previenen el vivir la realidad. Tales estorbos no pueden surgir cuando la Atención Consciente está presente. La Atención Consciente es atención a la realidad del tiempo presente y, por tanto, es la antítesis del aturdido estado mental que caracteriza los impedimentos. Como meditadores, es sólo cuando dejamos escapar nuestra Atención Consciente que los profundos mecanismos de nuestras mentes toman el control –apego, enredo, y rechazo. Entonces la resistencia emerge y obscurece nuestra consciencia. No notamos que el cambio está aconteciendo – estamos demasiado ocupados con un pensamiento de venganza, o de codicia, o lo que quiera que sea. Mientras que una persona sin entrenamiento permanecerá en este estado indefinidamente, un entrenado meditador pronto se dará cuenta de lo que está ocurriendo. Es la Atención Consciente la que nota el cambio. Es la Atención Consciente la que recuerda el entrenamiento recibido y la que enfoca nuestra atención, de manera que la confusión se desvanece. Y es la Atención Consciente la que entonces intenta mantenerse indefinidamente, de forma que la resistencia no pueda surgir de nuevo. Por tanto, La Atención Consciente es el antídoto específico contra los obstáculos. Es, a la vez, la cura y la medida preventiva. La Atención Consciente plenamente desarrollada (Sati) es un estado total de no apego, de total ausencia de apego a nada en el mundo. Si podemos mantener este estado, no necesitamos ningún otro medio o dispositivo para mantenernos libres de obstrucciones, para alcanzar la liberación de nuestras debilidades humanas. La Atención Consciente es consciencia no superficial. Ve las cosas de manera profunda, al nivel más básico de conceptos y opiniones. Este tipo de observación profunda conduce a la certeza total y a la ausencia total de confusión. Se manifiesta primariamente como una constante e inquebrantable atención que nunca desfallece y que nunca nos da la espalda. La Atención Consciente neutraliza a los contaminantes de la mente. El resultado es una mente que permanece impoluta e invulnerable, completamente inafectada por los altibajos de la vida. [California Buddhist Vihara Society, 4797 Myrtle Drive, Concord CA 94521, USA] MEDITACIÓN EN LAS TREINTA Y DOS PARTES DEL CUERPO Por Dhamma Viro (Traducción al español: Miguel Ángel Piquero-Hidalgo) Esta meditación tiene un lugar especial en el Dhamma. Es uno de los pocos sujetos de meditación que contiene ambos, un aspecto de tranquilidad y un aspecto de introspección. También es una práctica muy útil, proveyendo de un poderoso antídoto contra el obstáculo de la lujuria. Tomada como meditación de tranquilidad, cualquiera de las treinta y dos partes que comparecen ante el meditador se puede desarrollar como un objeto de concentración, directamente hacia Jhana. En el Visuddhimagga se cuenta la historia de un monje que desarrolló Jhana en treinta y dos formas, tomando cada una de las partes, una a una, como objeto de la meditación. Puede parecer extraño que algo tan mundano como “sudor” u “orina” puedan ser indicios para estados elevados de consciencia, pero tal es el poder de la meditación sobre las treinta y dos partes de transcender tanto el apego como la aversión hacia el cuerpo. El tratamiento detallado de la meditación de tranquilidad conducente a Jhana no es el sujeto de este artículo. Al lector interesado en ella se le refiere aquí al “Camino hacia la Purificación” (Visuddhimagga), VIII-42f. Mientras que tendremos razón para retornar brevemente al aspecto introspectivo de esta meditación, nuestro asunto principal aquí es la práctica de las treinta y dos partes como una práctica o meditación “secundaria” con el propósito especifico de contrarrestar la lujuria sensual. PRELIMINARES: ACTITUD, MÉTODOS Y FRUTOS. Mientras que un nombre alternativo para esta práctica es el de “Meditación en lo Repulsivo” el meditador no debería cultivar una actitud de repulsión hacia el cuerpo, lo cual sería meramente intercambiar apego por aversión. Más bien, al ver de forma clara la repulsión inherente en los objetos (p. ej., piel, pelo, carne) que anteriormente eran vistos como deseables, el hábil yogui desarrollará una actitud de ecuanimidad hacia el cuerpo. Tal actitud es conducente a ni lujuria ni disgusto sino que más bien promueve una atención consciente equilibrada y ecuánime. Si a veces se hace énfasis en el aspecto repulsivo en los textos, ello es probablemente debido a que nuestra actitud usual hacia el cuerpo (tanto el nuestro propio como el de otros) se halla teñida por el deseo, y para alcanzar el punto de equilibrio de ecuanimidad debemos trabajar para hacer oscilar el péndulo en la dirección opuesta. El desarrollo práctico de esta meditación se puede enfocar de diversas formas. Lo que sigue es una técnica que el escritor ha encontrado ser efectiva y además viable como una meditación secundaria para aquél cuya práctica es la Atención Consciente de la Respiración. Cada yogui, de forma individual, ha de adaptar los detalles que mejor se acomoden a sus características y requisitos. Sentado de forma confortable, como para la meditación de introspección, el yogui debería dirigir su atención hacia cada una de las treinta y dos partes, de forma sucesiva. Se considera el orden de las partes como importante y se deberá conservar el mismo. Conforme se nombra cada parte mentalmente, dirige tu atención consciente hacia esa parte e intenta visualizarla. Algunas partes aparecerán más claramente que otras, de una forma natural y las partes específicas que resaltan pueden no ser las mismas cada vez que practiques. No te esfuerces en visualizar las partes que no surjan con fuerza de forma natural. En su lugar, procede hacia la siguiente parte. Cuando una parte no aparezca con la suficiente fuerza, persiste sobre ella en tanto que la mente pueda mantenerse en el objeto sin vagar. Trata de permanecer consciente de que cada parte es tan sólo eso (p. ej., corazón es sólo corazón, etc.) y no un ser, una entidad substancial real, o un componente de ella. Es también importante el tener atención consciente de la naturaleza repulsiva de cada parte. Este aspecto puede no ser obvio para algunas de las tradicionales treinta y dos partes. El Visuddhimagga analiza una valiosa técnica para resaltar este aspecto donde éste no sea aparente. El ejemplo usado es el pelo. Muchas personas encuentran el pelo como una deseable y decorativa característica que provoca lujuria. Y aun así, considerado en sí mismo, como tan sólo pelo, es sin lugar a dudas, repulsivo. Como Buddhaghosa dice, imagina que una deliciosa comida te es servida, con un largo pelo negro en la salsa. ¿No pondrías tu plato aparte, en señal de disgusto? Debo añadir otra consideración con respecto a la piel. Envuelta en carne y huesos, la piel es, para la mayoría de las personas, un objeto de lujuria. Pero, considerada en sí misma, es tan sólo piel y su repulsión es obvia. Imagina el despellejar una pechuga de pollo. ¿Podrías ver esa cosa viscosa y sin forma como un objeto de lujuria? ¡Y aun así, eso también es piel! Repitiendo un aviso previo, no permitas que esta repulsión desemboque en aversión. Úsala simplemente para contrarrestar el apego. Aquellos meditadores que tienden hacia la aversión con respecto al cuerpo deberían esforzarse por ver las partes de forma neutral. Bilis es tan sólo bilis, defecación es sólo defecación, etc. Viendo las partes como compuestos de los cuatro elementos puede ser de ayuda para este tipo de personas. Cuando la defecación se observa como un “elemento sólido de tierra” su naturaleza repugnante queda eliminada. Esta práctica en particular se trata en detalle en el Visuddhimagga, XI-47f. Volviendo la práctica sistemática: Tras completar las treinta y dos partes, repítelas en orden inverso, visualizando cada una de ellas. Continúa durante tanto tiempo como hayas separado para esta práctica, alternando hacia adelante y hacia atrás y revirtiendo el orden para cada repetición de la lista. Una nota sobre la memorización: Algunos maestros recomiendan el ejercicio preliminar de simplemente memorizar la lista, repetido hacia atrás y hacia adelante, en orden inverso. Personalmente no lo creo necesario. La lista sigue una secuencia natural, en general, y pienso que la mayoría de las personas encontrarán que la memorización sucede de forma rápida. Comienza a trabajar con la lista escrita en un papel, remitiéndote a ella con la frecuencia requerida. Pronto serás capaz de deshacerte del papel. Los beneficios de la práctica deberían ser aparentes de forma inmediata. El cuerpo será visto de una forma nueva, como una colección de extrañas e indeseables partes. ¿Dónde queda lugar para que la lujuria surja? Ninguna de las treinta y dos partes, considerada de forma de forma aislada es conducente a la lujuria, por tanto ¿Cómo puede un cuerpo compuesto por su colección, convertido en un “saco de dos bocas”, resultar deseable? Cuando hablamos de lujuria en este contexto nos referimos, en particular, a una lujuria sexual hacia el cuerpo humano, ya sea por el placer de poseerlo o de que otros lo posean. Pero eso no es todo lo que se significa por lujuria. Los fuegos más generales de todo tipo de codicia por los deseos de los sentidos son debilitados por la meditación sobre el cuerpo, raíz de todos los deseos de los sentidos, en su verdadera naturaleza, como una colección de partes. Además, el miedo a la muerte y la preocupación por el bienestar del cuerpo son también contrarrestados por esta meditación. En algunos casos esto puede resultar más importante que la superación de la lujuria. A través de ver el cuerpo como una entidad compuesta, sin una naturaleza substancial, nos liberamos del miedo enraizado en el apego. Este último punto nos lleva a la consideración de las treinta y dos partes como una meditación de introspección. Practicada como se describe arriba, esta meditación es realmente un tipo de meditación de introspección y tiene muchos beneficios que se continuarán en la práctica metódica. Para empezar, gran parte de la tediosa, y con frecuencia difícil tarea, de “dejar de lado el cuerpo” se consigue aquí, haciendo las etapas preliminares de la introspección más fáciles. También, hay beneficios que se continúan en etapas superiores. En particular, el ver el cuerpo como compuesto de partes separadas, supera la ilusión de “algo compacto” que es el principal obstáculo para el correcto entendimiento de la verdad de Anattā (no yo). Elaborando, la persona mundana ve su cuerpo como una “cosa-compacta-ensí-misma”, una realidad substancial. Ello le anima a creer en un “yo”, bien sea como el cuerpo o como un “alma” que reside en el cuerpo. A la luz del claro entendimiento, sin embargo, el cuerpo es visto como algo compuesto, una colección de partes, sujeto a disolución. No hay un yo o un alma que puedan ser encontrados en ninguna parte. No sólo Anattā sino también Dukkha es claramente vista a través de este ejercicio. Con frecuencia traducida como “sufrimiento,” Dukkha podría ser mejor descrita como “insatisfacción.” Ahora ya debería resultar obvio que el aspecto repulsivo del cuerpo revelará esta característica. Para concluir esta sección, nota que el yogui que desarrolla esta meditación por un periodo de tiempo también será capaz de usar su fruto de forma rápida, si surge la necesidad para ello. Lo que quiero decir con ello es que, una vez que los trabajos preliminares se hayan llevado a cabo, a través de larga práctica, el yogui no necesitará repetir la lista entera para combatir los pensamientos lujuriosos que puedan surgir. Un grupo selecto de partes, contemplado de forma breve, con frecuencia servirá para asentar el tono desapasionado y de desapego, peculiar de la meditación sobre las treinta y dos partes. LISTA DE LAS TREINTA Y DOS PARTES Hay algunas variaciones en esta lista. Las diferencias son pequeñas, y con frecuencia consisten en tan sólo el nombre. En líneas generales, las diferencias surgen de las dificultades en la traducción, sin duda en combinación con el imperfecto entendimiento de eruditos modernos con respecto a antiguos conceptos de fisiología y anatomía. La lista que sigue toma prestada algunas variaciones, para adaptarla mejor a la mente moderna. Además, en la elección de los nombres para las partes, en general he preferido el lenguaje llano al sonido estéril y médico del griego o del latín (p. ej., “excremento,” en lugar de heces, etc.) Aquellos puntillosos pueden hallar objeción aquí, pero yo diría que el impacto emocional de las palabras escogidas es correcto para el propósito que nos ocupa. Las partes están ordenadas (en su mayoría) en grupos naturales, lo que facilita su memorización. Hay unas notas, a continuación de la lista, sobre aquellos términos más obscuros. Cabello de la cabeza, cabello corporal, uñas, dientes, piel Carne, tendones, hueso, tuétano, riñones Corazón, hígado, membranas, bazo, pulmones Entrañas, intestinos, garganta, excremento, cerebro Bilis, flema, pus, sangre, sudor, sebo Lágrimas, grasa, mocos, saliva, aceite de las articulaciones, orina Notas: Piel – El Visuddhimagga detalla un método específico para visualizar esta parte. En breve, el meditador debería “insertar su conocimiento” entre piel y hueso y seguir un camino, comenzando en el labio superior, alrededor de la parte posterior de la cabeza, bajando por la espalda y alrededor de la entrepierna, arriba hacia el torso y la cabeza, retornando al labio inferior, con salidas para cada extremidad, cuando se requiera. Para una descripción completa, ver Visuddhimagga VIII-95. Dientes — Los yoguis sin dientes pueden trabajar, o bien con el recuerdo de los dientes, o quizás substituirlos por “encías.” Carne — Músculos. Membranas — Se refieren a todo el resistente tejido conjuntivo del torso, tal como diafragma, mesenterio y los tejidos uniendo tripas y órganos en su lugar. Entrañas — Intestino grueso, incluyendo colon y recto. Intestinos — Intestino delgado y estómago. Garganta — La comida no digerida en el estómago. Cerebro — Una nota de interés: La lista canónica, según El Buda la expuso en el Sutta Satipatthana (M. Sutta #10) y otros consistía de sólo treinta y una partes. El cerebro fue añadido por los comentaristas. Grasa — Se refiere a los aceites hallados en la piel, especialmente en las palmas de las manos, las suelas de los pies, etc., … “De igual manera que si un saco, con aberturas en ambos extremos, se llenase con granos varios —trigo, arroz, soja, habichuelas, semillas de sésamo, arroz con cáscara— y un hombre con buen ojo, vertiéndolo, reflexionase: ‘Esto es trigo. Esto es arroz. Esto es soja. Esto son habichuelas. Esto son semillas de sésamo. Esto es arroz con cáscara.’, del mismo modo el monje reflexiona sobre este cuerpo, desde las suelas de los pies hacia arriba, desde la coronilla de la cabeza hacia abajo, rodeado por piel y lleno de varios tipos de cosas no limpias [como se identifica en la enumeración de los órganos y fluidos del cuerpo]…” Sutta Satipatthana