E dipo y Electra Edipo Rey El mito de Edipo nos es conocido principalmente por la tragedia griega de Sófocles titulada Edipo rey. Según este relato, Layo, rey de Tebas, acudió al oráculo de Delfos a consultar a la pitonisa sobre su destino. Y esta fue la respuesta que obtuvo del oráculo: «Evita tener niños. Si tienes alguno, este matará a su padre y se casará con su madre». Pero Layo y Yocasta tuvieron un niño, al que luego decidieron dar muerte, por miedo a la nefasta predicción del oráculo. Ordenaron a un criado de palacio que lo aban- donara en el bosque, para que fuese devorado por las fieras. El criado lo dejó allí. Sin embargo, un pastor encontró al niño abandonado y fue a entregarlo a los reyes de Corinto, que lo acogieron como a un hijo propio y no le contaron en ningún momento que era un hijo adoptado. Ya crecido, también el joven Edipo fue a consultar el oráculo de Delfos sobre su destino. Y esta fue la respuesta del oráculo: «Matarás a tu padre y te casarás con tu madre». Edipo, aterrorizado, decidió no regresar jamás a Corinto, para evitar esta tragedia del destino. Pero, cuando salía del santuario de Delfos, un carro de caballos casi lo atropella. Eso produjo una disputa entre Edipo y el hombre que guiaba el carro, a quien Edipo dio muerte. Era Layo, rey de Tebas, el verdadero padre de Edipo (pero ninguno de ellos lo sabía). El enigma de la esfinge Después de tan trágico suceso, Edipo encaminó sus pasos a Tebas. Esta ciudad vivía aterrorizada por un monstruo que destruía los campos. El monstruo, mitad mujer, mitad león, salió al encuentro de Edipo y le retó con una enigmática pregunta: «¿Qué animal anda con cuatro pies por la mañana, con dos a mediodía y con tres en la tarde?». El enigma de la esfinge, ha sido un motivo de inspiración constante a lo largo de la historia del arte. A la izquierda, La victoria de la esfinge, obra de Gustave Moreau (1826-1893); sobre estas líneas, El enigma de la esfinge, recreación contemporánea de E. Laborda (1991). A la izquierda, fresco pompeyano con Orestes y Pylades en Tauris (siglo I d.C.). Sobre estas líneas, máscara de oro del rey Agamenón (1550 a.C.). el que comparte el cariño materno. Al madurar el niño, estas tendencias desaparecen. Edipo, que si erraba en la respuesta moriría a manos del monstruo, contestó: «El animal por el que me preguntas no es otro que el hombre» (que anda a cuatro patas en la infancia, cuando gatea; erguido en la juventud sobre sus dos piernas, y con un bastón en la vejez). Su respuesta acertada hizo desaparecer el monstruo, y Edipo, que con su ingenio había liberado Tebas, entró en la ciudad como un héroe salvador. Como premio y reconocimiento, le aguardaba la boda con Yocasta, viuda del rey Layo, a quien el propio Edipo había dado muerte. Y así fue como la profecía del oráculo se vio cumplida, a pesar de los esfuerzos de Edipo por evitarla. La obra de Sófocles, Edipo Rey, ha trascendido su dimensión literaria y ha servido para ilustrar comportamientos y fenómenos estudiados por otras disciplinas, como la psiquiatría. Los complejos de Edipo y Electra En psiquiatría, se conoce con el nombre de «complejo de Edipo» el conjunto de tendencias que hacen que el niño sienta atracción por la madre y repulsión por el padre. Según algunas teorías psicoanalíticas, el niño, hacia los tres años de edad, comienza a discriminar los dos sexos desde un punto de vista erótico y, al mismo tiempo que dirige toda su libido hacia la madre, ve en su padre el rival con El «complejo de Electra» es el fenómeno inverso; es decir, la atracción que la niña siente hacia el padre y la repulsión que experimenta hacia la madre. Es esta una interpretación que hace el psicoanálisis a partir de la tragedia de Sófocles y de la obra de Eurípides titulada Electra. Electra, hija de Agamenón y Clitemnestra, impulsa a su hermano Orestes a matar a su madre Clitemnestra y al amante de esta, Egisto, que habían asesinado a su padre, Agamenón. El deseo de venganza de Electra y el destino trágico de Edipo han quedado ambos inmortalizados en el «complejo de Edipo» y el «complejo de Electra», con el que suelen definirse determinadas actitudes de los hijos y de las hijas respecto a sus padres.