Tema N° 12/ Ciclo 1 YO, DIOS Y EL MUNDO / PRINCIPO Y FUNDAMENTO - I Objetivos de la reunión Reconocerse como creatura amada de Dios, fruto del amor de Dios. Motivación inicial - En el camino de las reuniones de comunidad hasta aquí tenidas, hemos podido profundizar el conocimiento de cada uno (“yo mismo”); procurar conocer mejor a Dios; y percibir como los verdaderos deseos de realización y felicidad armonizan con el sueño de Dios para nuestras vidas. - Se presenta ahora una síntesis que nos ayude a articular nuestra mirada sobre Dios, nuestra mirada sobre nuestras vidas y nuestra mirada sobre el mundo, de manera que unifique cada vez más todas las dimensiones de la vida, y alcancemos así la experiencia de libertad para vivir cada día. Oración Inicial: Salmo 139 Profundizamos el amor de Dios por nosotros. Le pedimos a Dios reconocer el modo como El acompaña nuestra vida con solicitud y como nos quiere llevarnos a vivir felices. Dejamos un momento para meditar la lectura del Salmo 139. ¿Qué son los Ejercicios Espirituales de San Ignacio? Los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola tienen ese objetivo: para nosotros es un proceso que nos lleva a ordenar la vida, identificando y separando los obstáculos que podamos encontrar, para poder alcanzar en nuestra vida una felicidad plena Como dice San Ignacio: EE .EE 1 “preparar y disponer el alma para quitar de sí todas las afecciones desordenadas, y después de quitadas buscar y hallar la voluntad divina en la disposición de su vida para la salud del alma.” Para ordenar la vida, o querer que así sea, es preciso saber distinguir muy bien los medios de los fines y tener una jerarquía de los fines. El Principio y Fundamento de los Ejercicios formula un método de ordenación de nuestra vida. Su lógica orienta para conocer los fines que nos definen como criaturas amadas por Dios, respetando su verdadera jerarquía, y usar los medios sólo como medios y siempre del modo más adecuado para servir al fin. De este modo se busca contar con la libertad necesaria para alcanzar la mayor felicidad. EL PRINCIPIO Y FUNDAMENTO DE SAN IGNACIO Hacemos lectura del texto del Principio y Fundamento tal cual lo escribió Ignacio. Sólo hemos modificado un par de palabras que, por estar en lenguaje antiguo, podrían no entenderse (ánima = alma; haz = faz). Tenemos un comentario actual sobre el texto original. TEXTO COMENTARIO “El hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor, y mediante esto salvar su alma; La persona (hombre o mujer) está llamada a privilegiar su relación con Dios sobre todas las demás, buscando amar a los demás a partir de Dios. “La salvación del alma”, es también la “salud del alma”, en palabras de Ignacio. Hoy diríamos: el sentido y la plenitud de la vida. Además, habría que ampliar el concepto de salvación también al aspecto colectivo de la “fraternidad”: nos salvamos, también como “comunidad de hermanos”. y las otras cosas sobre la faz de la tierra son creadas para el hombre, y para que le ayuden en la prosecución del fin para el que es creado. De donde se sigue, que el hombre tanto ha de usar de ellas, cuanto le ayudan para su fin, y tanto debe quitarse de ellas, cuanto para ello le impidan. Por lo cual es menester hacernos indiferentes a todas las cosas creadas, en todo lo que es concedido a la libertad de nuestro libre albedrío, y no le está prohibido; “Hacerse indiferente” es la actitud o disposición activa de estar libre, sin atarse o aferrarse a nada en forma “desordenada”. en tal manera que no queramos de nuestra parte más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta, y por consiguiente en todo lo demás, Vivir es vivir “deseando y eligiendo”, ningún bien por sí mismo, sino aquel que “más nos conduce” a Dios (el “magis”). Todo en nuestras vidas tiene que estar ordenado hacia “el fin para el que somos creados”: la relación íntima con Dios. De ella surgen la plenitud de la vida y la gestación de la hermandad. solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que somos creados.” Reflexión personal y compartir comunitario Compartimos en comunidad el significado que cada uno encuentra en el texto del Principio y Fundamento. Como dice el texto, si soy creado por Dios, permanentemente, en cada momento….¿qué significa esto para mí? Reflexión……… Ni yo estoy fuera del mundo, ni Dios está alejado del mundo. La relación de Dios conmigo implica siempre la mediación de “cosas” (cosas materiales, personas, relaciones, acontecimientos, etc….) Por lo tanto: no puedo querer llegar a Dios aislándome del mundo, de las “cosas”. Mi respuesta a Dios pasa también por la respuesta que doy al mundo, por como me relaciono con el mundo, como uso y me responsabilizo por las “cosas”. Las “cosas”, el mundo, no son sólo medios para ayudarme a alcanzar el fin de realización o de encuentro último con Dios. Son también un llamado para mí, para colaborar con Dios. Me comprometen en la transformación del mundo, en la ordenación de todas las cosas para que el mundo cumpla su designio de estar al servicio de la felicidad de todos los hombres y mujeres. Ser creatura de Dios significa también dejarme amar por Dios y también servirlo por medio trabajo en el mundo. Mi vida se hace así colaboración con la creación de Dios, a favor de todos, especialmente de los más desfavorecidos. ¡Somos colaboradores indispensables de la obra de Dios! Preguntas para profundizar el compartir comunitario ¿Cómo me pienso a mi mismo como creatura amada por Dios? ¿Cómo me veo como colaborador en la obra de Dios? ¿Qué es el mundo para mí como Creación de Dios? Preguntas para examinar en los días que vienen antes de la próxima reunión de comunidad ¿Cómo hice hoy la experiencia de ser amado por Dios? ¿Cómo colaboré con Dios en la transformación del mundo? ¿Fui fiel a los fines y viví ordenadamente, usando las cosas como medios? Para terminar la reunión Hacemos un momento de oración. Se invita a pedir y dar gracias a Dios. Se invita a hacer una evaluación de la reunión. Se pide a cada integrante de la comunidad que medite un momento las siguientes preguntas. Luego se comparten: - ¿Me ayudó la reunión? ¿Qué aprendí? ¿Qué es lo que me llevo como enseñanza? - ¿Qué fue lo mejor logrado de la reunión? - ¿Hay algo de la reunión que no me haya gustado? ¿Hay algo que mejorar para la siguiente reunión? - ¿Cuáles son los desafíos que me deja la reunión para el tiempo que viene, desafíos hasta la próxima reunión de comunidad? Se reza un Padre Nuestro. MI FIN ES AMAR Y SERVIR A DIOS. - Alberto Hurtado SJ Mi vida es pues, ¡un disparo a la eternidad! El fin del hombre: ¡la divinización de su vida! La muerte no es sino el momento de entrar en la posesión descubierta de ese Dios que velado estaba vivificando mi vida. No dependo sino de Dios, del único, y nada me esclaviza. ¿Cuál es pues mi fin? No puede ser otro que Dios. Tender a Él con todo mí ser: inteligencia, amor, voluntad. Conformar mi ser a la perfección divina a la que representa. La gloria de Dios consiste en el perfeccionamiento de este yo, obra divina, entregándome del todo a Dios. Nos puso en este mundo para que fuésemos santos, resplandor de su divinidad: “Para que seamos santos e inmaculados”. Sed vosotros santos... “Sed perfectos como el Padre celestial es perfecto” (Mt 5,48). Y la venida de Jesús al mundo que no tuvo por objeto sino reafirmar el sentido de la creación, fortalecernos en al voluntad de realizarlo y darnos medios para ello, se resume en estas palabras: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”... “Para que nos llamemos hijos de Dios, y lo seamos de verdad”. La gloria divina, palabra que hemos oído tantas veces ¿qué quiere decir?, nada más que esta realización del plan de Dios, aquí en la tierra por la participación que el hombre recibe de la divinidad por la gracia, y en el cielo, por la participación en la gloria. Este ideal de la santidad sobrenatural es la única flor que Dios quiere recoger del universo para regalarse... Es la razón de ser del mundo y de los inmensos mundos que nos rodean. La gloria de Dios es la santificación del hombre participando de la divinidad. El sentido de mi vida: La mayor gloria de Dios, sacrificando a este ideal todos los otros: honra, aplauso, corona humana, formación de un círculo en torno mío… Mi tiempo, mis iniciativas, todas empleadas hacia allá: mayor gloria de Dios. ¿En qué consiste la gloria de Dios? En la realización de su voluntad. La voluntad de Dios se manifestó por Cristo Nuestro Señor. Él predicó una doctrina en la que expuso sus quereres. Los quereres divinos respecto al hombre, lo que Cristo desea que el hombre realice. En la realización de este querer de Cristo está, pues, la gloria de Dios; en su realización la más íntegra y cabal, está la mayor gloria de Dios. Mi trabajo consistirá por tanto en ahondar este querer divino: en investigar el plan de Jesucristo respecto al mundo, a las almas, para ir con toda lealtad a realizar lo que Cristo quiere; a instaurar el ideal de Cristo. Mi felicidad no consiste en otra cosa que en hacer la voluntad de Dios, con alegría o sin ella, sea cual fuere el juicio de los hombres. Salvar el alma es conocer el tesoro que oculto llevábamos en nosotros: la vida de la Trinidad, “vendremos a él, y haremos morada en él” (Jn 14,23). Salvar el alma es por consiguientes la felicidad. El deseo de ser felices es en nosotros tan connatural como la respiración. Aquí no encontramos sino granitos de felicidad; allá, en el cielo, la felicidad sin sombras ni atenuaciones ¡La bienaventuranza eterna! ¡La vida eterna! ¡El cielo! Tres bellísimas expresiones del pueblo cristiano con las cuales hace profesión de su destino eterno: “Creo en la vida eterna”. SALMO 139 Señor, tú me sondeas y me conoces. Me conoces cuando me siento o me levanto, de lejos percibes mis pensamientos. Disciernes mi camino y mi descanso, todas mis sendas te son familiares. No ha llegado la palabra a la boca, ya, Señor, te la sabes toda. Me estrechas detrás y delante, apoyas sobre mí tu palma. Tanto saber me sobrepasa, es sublime y no lo abarco. ¿Adónde me alejaré de tu aliento?, ¿adónde huiré de tu presencia? Si escalo el cielo, allí estás tú; si me acuesto en el abismo, ahí estás. Si me traslado al ruedo de la aurora o me instalo en el confín del mar, allí se apoya en mí tu izquierda y me agarra tu derecha. Si digo: que me sorba la tiniebla, que la luz se haga noche en torno a mí, tampoco la oscuridad es oscura para ti, la noche es clara como el día: da lo mismo tiniebla o luz. Tú has creado mis entrañas, me has tejido en el seno materno. Te doy gracias porque te has distinguido con portentos y son maravillas tus obras. Conoces perfectamente mi aliento, no se te oculta mi osamenta. Cuando me iba formando en lo oculto y entretejiendo en lo profundo de la tierra, tus ojos veían mi embrión. Se escribían en tu libro, se definían todos mis días, antes de llegar el primero. ¡Qué admirables, Dios, tus pensamientos, qué densos sus capítulos! Los cuento: son más que granos de arena; lo desmenuzo: aún me quedas tú. Sondéame, Dios, y conoce mi corazón, ponme a prueba para conocer mis sentimientos: mira si mi conducta es ofensiva y guíame por el camino eterno.