Sacamuelas que quería concluir con la herramienta de una boca ¡Oh, tú, que me comes con ajenas muelas, mascando con los dientes que nos mascas, y con los dedos gomias y tarascas las encías pellizcas y repelas; tú, que los mordiscones desconsuelas, pues en las mismas sopas los atascas, cuando en el migajón corren borrascas las quijadas que dejas bisagüelas; Romance de la Luna Luna La luna vino a la fragua con su polisón de nardos. El niño la mira mira. El niño la está mirando. En el aire conmovido mueve la luna sus brazos y enseña, lúbrica y pura, sus senos de duro estaño. Huye luna, luna, luna. Si vinieran los gitanos, harían con tu corazón collares y anillos blancos. por ti reta las bocas la corteza, revienta la avellana de valiente, y su cáscara ostenta fortaleza! Quitarnos el dolor, quitando el diente, es quitar el dolor de la cabeza, quitando la cabeza que le siente. Niño déjame que baile. Cuando vengan los gitanos, te encontrarán sobre el yunque con los ojillos cerrados. Francisco de Quevedo Huye luna, luna, luna, que ya siento sus caballos. Niño déjame, no pises, mi blancor almidonado. Las cosas El bastón, las monedas, el llavero, la dócil cerradura, las tardías notas que no leerán los pocos días que me quedan, los naipes y el tablero, un libro y en sus páginas la ajada violeta, monumento de una tarde sin duda inolvidable y ya olvidada, el rojo espejo occidental en que arde una ilusoria aurora. ¡Cuántas cosas, láminas, umbrales, atlas, copas, clavos, nos sirven como tácitos esclavos, ciegas y extrañamente sigilosas! Durarán más allá de nuestro olvido; no sabrán nunca que nos hemos ido. Jorge Luis Borges El jinete se acercaba tocando el tambor del llano. Dentro de la fragua el niño, tiene los ojos cerrados. Por el olivar venían, bronce y sueño, los gitanos. Las cabezas levantadas y los ojos entornados. ¡Cómo canta la zumaya, ay como canta en el árbol! Por el cielo va la luna con el niño de la mano. Dentro de la fragua lloran, dando gritos, los gitanos. El aire la vela, vela. el aire la está velando. Federico García Las cosas Por que duermas, hijo mío, el ocaso no arde más: no hay más brillo que el rocío, más blancura que mi faz. La bicicleta La bici sigue la cleta por una ave siempre nida y una trom suena su peta… ¡Qué canción tan perseguida! Por que duermas, hijo mío, el camino enmudeció: nadie gime sino el río; nada existe sino yo. El ferro sigue el carril por el alti casi plano, como el pere sigue al jil y el otoño a su verano. Se anegó de niebla el llano. Se encongió el suspiro azul. Se ha posado como mano sobre el mundo la quietud. Yo no sólo fui meciendo a mi niño en mi cantar: a la Tierra iba durmiendo el vaivén del acunar... Gabriela Mistral Detrás del hori va el zonte, detrás del ele va el fante, corren juntos por el monte y a veces más adelante. Allá se va el corazón en aero plano plano y con él va la canción escrita en caste muy llano. Eduardo Polo A un olmo seco Sonetos I Al olmo viejo, hendido por el rayo y en su mitad podrido, con las lluvias de abril y el sol de mayo algunas hojas verdes le han salido. Inmóvil en la luz, pero danzante, tu movimiento a la quietud se cría en la cima del vértigo se alía deteniendo, no al vuelo, sí al instante. ¡El olmo centenario en la colina que lame el Duero! Un musgo amarillento le mancha la corteza blanquecina al tronco carcomido y polvoriento. No será, cual los álamos cantores que guardan el camino y la ribera, habitado de pardos ruiseñores. Luz que no se derrama, ya diamante, detenido esplendor del mediodía, sol que no se consume ni se enfría de cenizas y fuego equidistante. Espada, llama, incendio cincelado, que ni mi sed aviva ni la mata, absorta luz, lucero ensimismado: Ejército de hormigas en hilera va trepando por él, y en sus entrañas urden sus telas grises las arañas. Antes que te derribe, olmo del Duero, con su hacha el leñador, y el carpintero te convierta en melena de campana, lanza de carro o yugo de carreta; antes que rojo en el hogar, mañana, ardas en alguna mísera caseta, al borde de un camino; antes que te descuaje un torbellino y tronche el soplo de las sierras blancas; antes que el río hasta la mar te empuje por valles y barrancas, olmo, quiero anotar en mi cartera la gracia de tu rama verdecida. Mi corazón espera también, hacia la luz y hacia la vida, otro milagro de la primavera. Antonio Machado tu cuerpo de sí mismo se desata y cae y se dispersa tu blancura y vuelves a ser agua y tierra oscura. Octavio Paz Madre Naturaleza Ella va moribunda por el daño que ese cáncer del hombre le provoca y le extingue la vida cuando toca con letal polución algún peldaño. Si se muere se lleva su rebaño; su futuro nefasto desemboca: desolado planeta de agua y roca por cenizas surgidas del engaño. ¿Por qué escribe usted? Porque el fantasma porque ayer porque hoy porque mañana porque sí porque no Porque el principio porque la bestia porque el fin porque la bomba porque el medio porque el jardín Porque Góngora porque la tierra porque el sol porque san juan porque la luna porque rimbaud Porque el claro porque la sangre porque el papel porque la carne porque la tinta porque la piel Porque la noche porque me odio porque la luz porque el infierno porque el cielo porque tú Porque casi porque nada porque sed El efecto letal de lluvia ácida: pulmonía de bosques sin respiro, y de ríos, leucemia que envenena. Madre naturaleza luce flácida por el hombre sediento cual vampiro que desangra a su víctima sin pena. José Luis Calderón ¿Es un imperio esa luz que se apaga o una luciérnaga? porque el amor porque el grito porque no sé Porque la muerte porque apenas porque más porque algún día porque todos porque quizás Oscar Hahn Jorge Luis Borges Tiembla el rocío y las hojas moradas y un colibrí Mario Benedetti