DAVID M. NEUHAUS REENCUENTRO CON PABLO. ¿UN CAMBIO DE PARADIGMA? Desde el comienzo de la época crítica, la figura de Pablo ha sido objeto de un interés que va mucho más allá del marco meramente técnico o académico. El comienzo del siglo XX se llegó a preguntar si el cristianismo había sido fundado precisamente por Pablo, no por Jesús. Además, en las últimas décadas del siglo pasado aparecieron un buen número de obras sobre la figura de Pablo que han dado un verdadero vuelco a los planteamientos clásicos de la época crítica. Este artículo ofrece un resumen importante de nuevos enfoques en el estudio de la figura de Pablo, que llevan al autor a hablar de un nuevo paradigma en la reconstrucción de su realidad histórica en el marco de la cultura de su época, y de su significado en los comienzos del cristianismo. À la rencontre de Paul. Connaître Paul aujourd’hui – un changement de paradigme? Recherches de Science Réligieuse 90 (2002) 353376. La figura de Pablo jugó un papel esencial en el desarrollo del cristianismo primitivo. Marca el tránsito de Jesús de Nazaret, reconocido por sus discípulos, tras su muerte, como el Mesías resucitado, a la Iglesia universal que predica el Evangelio de la salvación a todos los pueblos. El NT conserva, al menos, siete cartas de Pablo; además, el libro de los Hechos de los Apóstoles narra el paso de Jesús a Pablo pasando por los apóstoles, y el paso de Jerusalén a Roma por medio de Antioquia. Pero la pregunta que surge es: ¿dónde hay que situar a Pablo en la cadena Jesús – los Apóstoles – la Iglesia Universal?, ¿qué papel jugó? Si la Iglesia primitiva, los Padres, Lutero y la Reforma dibujaron un retrato de Pablo bien conocido por muchos, no lo es menos que la exégesis histórico- crítica de los dos últimos siglos también nos ofrece numerosas imágenes de Pablo: algunos han visto en Pablo al verdadero fundador del cristianismo, un iniciador de la teología cristiana, un pionero de la misión cristiana, un ferviente pensador apocalíptico, un rabino fariseo convertido al cristianismo, un helenista culto, un gnóstico sincretista, un convertido bastante incoherente, y hasta un profeta de la reconciliación. Pero hoy día se reconoce que todas estas imágenes de Pablo nos hablan más de los lectores y sus ideas que no del mismo Pablo. ¿Podemos llegar a hacer un retrato de Pablo que no sea una interpretación deformada?, ¿de qué medios disponemos para obtener nuestro objetivo? Hacernos estas preguntas es lo mismo que preguntarse sobre la relación en277 tre la aproximación, sus modalidades y sus resultados; al final, veremos cómo ha cambiado el paradigma metodológico y, con él, nuestro conocimiento de Pablo. LA IMPORTANCIA DEL MÉTODO Hoy día nuestro conocimiento de la cultura y de la religión de Pablo ha avanzado mucho, gracias a la arqueología, los descubrimientos y estudios de los textos antiguos, gracias, también, a la exégesis crítica de los textos bíblicos, a la aplicación de las ciencias humanas para reconstruir la historia de ese período y a la relectura del judaísmo del primer siglo. Es importante situar a Pablo y sus escritos en un contexto que ha de ser comprendido mediante los instrumentos históricos y críticos de que hoy día disponemos. Fueron F.C. Baur y la escuela de Tubinga los primeros en apartarse de las lecturas tradicionales. Baur critica la lectura luterana que subraya la ruptura entre Pablo y el medio judío, ruptura debida a su experiencia de conversión; demuestra también que la Iglesia primitiva está menos unida de lo que la lectura católica decía, pues existían disensiones entre helenistas y judaizantes (Ac 6,1) y especialmente entre Pablo y Pedro; pone de manifiesto las contradicciones entre Ac 15 y Gal 1-2 para demostrar la existencia de un partido petrino y otro paulino que irían borrando diferencias para crear una sola Iglesia. A. Ritschl demuestra que el sistema bipolar de Baur es demasiado simplista, ya que el cristianismo primitivo es más bien una explosión de corrientes: gentiles, helenizantes, ju278 David M. Neuhaus díos de cultura griega, apóstoles y judaizantes. Pero, por más que se critiquen las tesis de Baur, no se puede negar que han influido notablemente en la lectura crítica de Pablo. Uno de los primeros en ensayar una biografía de Pablo sin presupuestos teológicos fue W.Wrede. Sitúa a Pablo en el mundo judío de su época. Las corrientes apocalípticas y la literatura intertestamentaria le sirven de matriz para comprender a Pablo. Coloca, como centro del pensamiento de Pablo, la cristología y, más concretamente, la encarnación, la muerte y la resurrección del Mesías. Las lecturas tradicionales de Pablo insisten en la ruptura entre el judaísmo y el cristianismo y, frecuentemente hacen de Pablo el héroe de dicha ruptura. Pero Baur, Schweitzer y, tras ellos, otros exegetas rechazan que Pablo sea “cristiano”. Dice Schweitzer:“Para Pablo sólo había una religión, el judaísmo (...). El cristianismo no es una nueva religión (...), sino que es el mismo judaísmo cuyo centro de gravedad ha cambiado a causa de la nueva era”.J. Dunn, recientemente, reasume la misma tesis:“Es posible que Pablo rechazara el judaísmo en el que se había formado (Gal 1,13-14), pero lo rechaza en tanto que israelita, es decir, como alguien que busca mantener y promover el verdadero carácter de la elección de Israel”. Este exegeta añade que la actitud del mundo judío de entonces respecto al Templo y a la misión con los paganos estaba muy lejos de ser uniforme. Tres tesis marcan, hoy día, una lectura contextual de Pablo: 1) para comprender su pensamiento son preferibles sus cartas antes que los Hechos de los Apóstoles; 2) el Pablo de las cartas es ciertamente judío; 3) la ruptura entre judaísmo y cristianismo es posterior a Pablo. Si, por otra parte, se admite la necesidad de interpretar a Pablo en su contexto, no es menos cierto que el problema de la interpretación de las otras fuentes de su época sigue en pie: ¿cómo hay que utilizar el NT, las otras fuentes judías del primer siglo y las fuentes del judaísmo rabínico para poder leer y comprender mejor a Pablo? EL NUEVO TESTAMENTO El NT es la fuente primordial para el estudio de sus propios textos. Durante mucho tiempo los exegetas han intentado buscar puntos de apoyo en otros documentos. Pero hemos de reconocer la pobreza de las fuentes escritas del primer siglo de nuestra era. Así como Pablo es la personalidad central de los Hechos y de sus propios escritos, no encontramos trazas de él en los escritos de Josefo o de Filón, ni en los textos intertestamentarios ni en los de Qumran. Los exegetas admiten que es sólo partiendo de Pablo como se puede llegar a conocer su identidad, su vocación y su misión. Pero la pregunta es: ¿escribe Pablo un relato de su vida? De hecho sólo habla de sí, cuando lo juzga útil y con el objeto de fundamentar sus argumentos teológicos. Prácticamente no habla de su pasado de judío celoso (Ga 1), juzgándolo sin valor alguno en Flp 3. Y cuando nos habla de ese antes, lo hace siempre a la luz de un después. Por otra parte, ¿qué cartas podemos usar? Los críticos están generalmente de acuerdo en decir que sólo podemos apoyarnos en las siete que están reconocidas como auténticas por la crítica. Entre la primera y la última carta hay todo un proceso teológico: la teología de Tesalonicenses no es la misma que la de Romanos. También se ha de tener en cuenta el carácter polémico y contextual de las cartas, que no son tratados sistemáticos, salvo tal vez Romanos. Dicho todo esto, ¿la imagen de Pablo que surge de estos pasajes es una imagen unificada? En estos últimos decenios, la exégesis no subordina ya les cartas paulinas al relato de los Hechos, ya que está plenamente admitido que Lucas es tan buen teólogo como historiador. M. Hengel lo ha resumido en esta fórmula: “historiador teológico”. Esto no implica que Lucas sea menos fiable que los historiadores contemporáneos con los que se puede comparar, Tito Livio, Plutarco o Josefo. Con Hengel, Becker subraya la necesidad de una evaluación matizada de los Hechos, ya que Reencuentro con Pablo 279 testimonian “una cierta verosimilitud histórica, aunque su valor histórico puede ser discutido”. Tres temas muestran cómo el relato lucano y las cartas paulinas tratan de manera diferente la identidad de Pablo. a. La ‘conversión’ de Pablo Según diversos exegetas, la conversión de Pablo en el camino de Damasco, es la experiencia fundante del pensamiento y actividad de Pablo. Hallan correspondencias entre el relato lucano y los relatos de su visión. G. Lohfink subraya que, mediante la presentación de Pablo como un judío ortodoxo con un celo persecutorio hacia los cristianos, Lucas muestra que la misión de Pablo con los gentiles encuentra su origen en Cristo mismo. Por tres veces, Lucas describe la narración de este encuentro (cada vez con diferencias), pero sin utilizar el vocabulario propio de una conversión, cosa que también se da en Pablo. Becker nota que el apóstol usa verbos típicos de una visión para hablarnos de su encuentro con Cristo: lo ha visto (1Co 9,1), Cristo se le apareció (1Co 15,8), y el Hijo le ha sido revelado (2Co 4,5-6; 12,1-7; Ga 1,16). La visión y la aparición pertenecen al lenguaje pascual, y la revelación al lenguaje profético; Pablo se inscribe en una tradición ya presente; habla del suceso con el lenguaje típico de las vocaciones proféticas del AT: se ha comparado Ga 1,15-16 con la llamada de Jeremías (1,4-10) y de Isaías (6,1-13). Su lenguaje no es ni psi280 David M. Neuhaus cológico, ni existencial, sino que es más bien revelador de un horizonte teológico que indica el parecido entre su encuentro con Jesús y los de los profetas de Israel con el Dios vivo. En los Hechos, por el contrario, la revelación se sitúa en el orden de la escucha: Pablo oye la voz de Jesús. b. Pablo ‘apóstol’ A diferencia de los Hechos, donde la palabra “apóstol” siempre se usa en plural y reenvía a la colegialidad de los apóstoles escogidos por Jesús, las cartas paulinas destacan la identidad apostólica de Pablo, hasta el punto de que “aquéllos que osaban atacarle en este punto atacaban la comprensión más íntima que él tenía de sí mismo” (Lohfink). La misión recibida directamente de Cristo hace a Pablo digno de este título apostólico y forma un lazo esencial entre Jesús y la misión con los paganos. Pablo es apóstol por su encuentro con Cristo resucitado, y los doce lo son por su lazo histórico con Jesús de Nazaret. Pablo no se interesa por aquél a quien no ha conocido, Jesús según la carne. Del término “apóstol” subraya el conocimiento del Resucitado (2Co 5,16-17), de quien él da testimonio.“La experiencia que Pablo tiene de Jesucristo comienza con su vocación. Se siente requerido (sic) para su servicio por Dios, quien le revela al Resucitado como la obra de su benevolencia. Desde entonces, Pablo se refiere a este Señor exaltado. A partir de este realidad del seño- río de Cristo, Pablo contempla la historia del Jesús terrestre y, ante todo, su muerte salvífica en la que reconoce igualmente la obra de Dios que revela a Jesús como el salvador de la humanidad” (Becker). El lazo entre Jesús de Nazaret y Pablo no nos habla de una historicidad contingente: nunca se han encontrado, pero Cristo como el Resucitado está siempre presente en el pensamiento de Pablo. El Jesús terrestre y el relato de su vida, como el de los evangelios, está ausente de las cartas de Pablo. c. Pablo enviado a los incircuncisos Una última diferencia entre las cartas paulinas y el relato de Lucas estriba en que Pablo habla de dos misiones, la suya, a los gentiles, y otra la de Pedro a los judíos (Ga 2,7). Por otra parte, en los Hechos, Pablo, aunque decepcionado por los judíos, continua anunciándoles la Buena Nueva hasta el final y en dicho libro nunca encontramos una división de la misión cristiana en dos, como en Ga 2,7-8. G Bornkamm intenta comprender esta división en términos geográficos y étnicos y concluye: “Más que tomar esta expresión a la letra, lo que hay que hacer es referirla a dos tipos de predicación misionera. Esto significa, sin duda, que la misión pagano-cristiana debía proseguir su camino sin obstáculos y que, tanto de una parte como de la otra, se renunciaba a toda rivalidad”. La llamada a creer en Jesús y el anuncio del Evangelio a los pa- ganos están fuertemente entrelazados en Pablo: predicar el Evangelio, y no transmitir una tradición, tal es la función propia de un apóstol. Por lo que hace a la universalidad de los destinatarios, la actitud de Pablo se parece a la del Jesús de los evangelios.Ambos intentan responder a la pregunta de la universalidad del designio de Dios y de la salvación ofrecida a todos los hombres. Dicha pregunta no era nueva en el judaísmo de la época. Pero sí que estaba lejos de ser resuelta y era un tema de crisis entre los diferentes movimientos que constituían la diversidad del mundo judío en los años 70. Para Jesús, la solución es explícitamente de orden escatológico: ¡El Reino de Dios ha llegado! Para Pablo, la misión a los paganos es la expresión formal de su Evangelio. Sanders señala que el punto de entrada en el Evangelio paulino reside en el hecho de que Jesucristo es el mediador de la salvación y que la misión de Pablo consiste en anunciar este suceso a los Gentiles: los paganos son llamados a la filiación adoptiva de la misma manera que Pablo es llamado a ser apóstol. En la misma perspectiva, Lyons afirma que Pablo habla de sí mismo para dar un ejemplo a los paganos. Contrario a muchos exegetas, para quienes Pablo sólo habla de sí mismo en contextos polémicos y apologéticos, Lyons asegura: “La presentación que hace Pablo de sí mismo en tanto que representante ideal del Evangelio es comparable a la reivindicación propia del filósofo de encarnar su filosofía... PaReencuentro con Pablo 281 blo presenta su propia vida como paradigma del Evangelio de la libertad cristiana que desearía ver afirmada por sus lectores”. Esto nos permitiría comprender por qué los numerosos rasgos autobiográficos de las cartas de Pablo están íntimamente enlazados con su vocación y con el Evangelio que él proclama y bajo cuya autoridad vive. A pesar de su identidad de apóstol de los Gentiles, Pablo siempre se interesa por la totalidad de la humanidad, Judíos y Gentiles: “No es sin razón que la palabra “todo”, con su referencia a la totalidad, es tan característica en Pablo” (Becker). El quiere que todos sean salvados en Jesucristo. Concluyamos. Todos admiten hoy día que para comprender a Pablo las cartas son las primeras. La mayoría de los exegetas están de acuerdo en este punto. Al mismo tiempo, no disocian a Pablo de su retrato lucano. Lohfink afirma: “No es necesario decir que por lo que se refiere a su vida el testimonio de las cartas paulinas es más seguro que el de los Hechos”, pero queda, con todo, con una cierta dependencia del relato lucano. Se comprende esta necesidad de usar los Hechos, ya que Pablo nunca ha contado su vida de una manera sistemática. Por otra parte, el problema de su “conversión” y de su vida antes de este acontecimiento permanecen enigmáticas.“Pablo no describe jamás su experiencia de Damasco para relatarnos un acontecimiento que él ha vivido, sino sólo en función de los resultados y del sentido que para él sigue teniendo” (Becker). LAS OTRAS FUENTES JUDÍAS CONTEMPORÁNEAS Para comprender a Pablo hay que conocer el mundo judío de su época, que, como ya hemos dicho, no se ha tenido en cuenta ni comprendido hasta hace bien poco.A cada generación, el judaísmo para los lectores de Pablo ha sido, más bien, un punto de proyección y objeto de numerosos prejuicios. En su obra Paul and Palestinian Judaism, Sanders muestra hasta qué punto esas lecturas han estado marcadas por las preocupaciones teológicas, especialmente las lecturas luteranas y existencial (Barth y Bultmann). Uno de los problemas más arduos con el que se enfrenta la exégesis neotestamentaria y pau282 David M. Neuhaus lina, en particular, es el de hacer un retrato preciso de la religión judía, que era la de Pablo antes de su encuentro con Cristo. En sus cartas, se ve claramente cómo la llamada de Dios ha trastocado la idea que él tenía de la salvación, pero permanece en fuerte continuidad con su identidad judía. Y una conversión, como la que Lucas nos describe, supone la existencia de una religión cristiana a la que Pablo se habría convertido. Pero los exegetas han rechazado la idea según la cual el cristianismo y el judaísmo se habrían separado antes del año 70. Por el contrario, en la época de Pablo, “el judaísmo y el cristianismo no eran dos religiones separadas. En realidad, Pablo cambia de corriente, pero permaneciendo en el judaísmo, sustituyendo un judaísmo fariseo por otro cristiano”(Betz). Para quien quiere conocer el mundo de Pablo, la mayor dificultad es la escasez de fuentes escritas del primer siglo. A excepción hecha de Filón, Flavio Josefo, Qumran y algunos escritos paratestamentarios, las fuentes de las que disponemos son difíciles de datar y, más difícil aún, el usarlas. Desde hace tiempo, se estudió el mundo de Pablo a partir de las fuentes posteriores, rabínicas y eclesiales, de cuya lectura se desprende que los grupos existentes eran ya entidades formadas. Hoy ya se admite que el mundo judío contemporáneo de Pablo era mucho más complejo. Hemos dicho que, para comprender ese mundo, el NT ha de ser nuestra primera fuente. Pero, ¿hay otras? Para intentar comprender el contexto en el que Saulo se convierte en Pablo, Sanders ha hecho un resumen bastante completo de las fuentes judías del judaísmo de la época de Pablo. Constata que “probablemente, no poseemos ninguna literatura saducea y, apenas, literatura farisea, salvo algunos fragmentos del material rabínico”. En su investigación, examina tres tipos de fuentes: a) las fuentes tannaíticas (Misna y Tosefta); b) la literatura del Mar Muerto; c) la literatura intertestamentaria. Tras su análisis, concluye que es posible una visión objetiva sobre el judaísmo, siempre que se tengan en cuenta los tres tipos de fuen- tes. Según él, el judaísmo de esta época es un nomismo de alianza, es decir, el sistema mosaico como signo y sello de la alianza entre Dios y su pueblo. Y sólo manteniendo el marco fundamental del ‘nomismo de alianza’ se puede mantener el equilibrio entre el don y la exigencia de Dios. La Ley es observada hasta en sus pormenores en base a los grandes principios de la religión y en razón de un compromiso con Dios. Esto suscita una actitud de humildad ante Aquél que ha escogido a Israel y lo salvará” (Sanders). Dunn demuestra igualmente que el análisis crítico de las fuentes judías contribuye a la comprensión del mundo de Pablo y lo sitúa en su propio background. “Ahora es claro que el judaísmo del segundo Templo estaba constituido por numerosos grupos diversos y fragmentados.Todos participaban de una herencia común (...), pero expresaban esa herencia de varias maneras”. El descubrimiento de los manuscritos del Mar Muerto confirma esta diversidad. La toma de conciencia de la importancia de la literatura paratestamentaria y la historia del canon de las Escrituras llenan muchas lagunas en nuestra comprensión de esta época, y el estudio crítico de las fuentes tannaíticas ayuda a una cierta reconstrucción del mundo de Pablo. Una de las fuentes más utilizada para comprender el mundo judío del primer siglo son los escritos de Flavio Josefo.Todos asumen la disección del judaísmo del primer siglo establecida por F. Josefo con el fin de diferenciar los Reencuentro con Pablo 283 saduceos, los fariseos, los esenios y los zelotes. Pero hoy ha sido cuestionada por un conocimiento más profundo de la literatura de aquella época. Dicha disección da a entender que existían cuatro corrientes bien delimitadas en un mundo judío palestino poco helenizado. Estas distinciones, a veces necesarias, ignoran algún tanto el hecho de que en la época de Jesús, Palestina estaba ya bajo dominio helenístico desde hacía unos 360 años”. Hengel muestra lo mucho que estaba ya helenizado el judaísmo anterior a Jesús y a Pablo. Pablo piensa, habla y escribe en griego. “La lengua griega de Pablo está exenta de pesados semítismos y, sin duda, no es una lengua aprendida como lengua extranjera”. Fitzmyer piensa igual: “la utilización que él hace de la lengua griega demuestra no sólo una buena formación helenística y una cierta dependencia respecto a los filósofos y retóricos de su época, sino también respecto a su formación judía (...). Su escritura no está parcheada de semitismos (arameos o hebraicos)”. Por lo demás, no hay pruebas, en sus cartas, de que haya hablado el hebreo ni tan siquiera el arameo. Pablo, Josefo, Filón y sus contemporáneos son tan judíos como helenistas, y el judaísmo de su medio es un judaísmo helenizado. Lo que se ventila no es simplemente la identidad judía o griega de Pablo; si el judaísmo de Pablo estaba ya helenizado, ¿no habría que replantearse las tesis sobre la ‘helenización’ del cristianismo? Siempre estamos tentados de in284 David M. Neuhaus sistir en una ruptura entre una raíz judía del cristianismo y un desarrollo helenístico posterior. O. Cullman, en una crítica a la tesis de J. Daniélou sobre dicha ‘helenización’, muestra que, con el reconocimiento de los varios judaísmos, tanto el helenismo como el judaísmo están ya presentes entre los primeros discípulos de Jesús, bastante antes de Pablo El judaísmo del primer siglo estaba también fuertemente preocupado por la universalidad de su mensaje. El mundo judío del tiempo de Pablo se configura de una manera muy compleja, no sólo por la multiplicidad de sectas, sino también porque muchos paganos se sentían atraídos por la religión judía y eran animados por misioneros judíos: iban desde los conversos totales (circuncisos) que practicaban toda la Ley, hasta los simples simpatizantes que frecuentaban a veces el Templo y las sinagogas.Ya en tiempos de Pablo la circuncisión era un tema de debate dentro del judaísmo. Esta acción misionera y universalista del judaísmo la hemos olvidado con bastante frecuencia, llegando a oponer frente a un judaísmo cerrado y particularista la universalidad cristiana. La literatura judía en lengua griega (la traducción griega llamada de los Setenta, los apócrifos y la literatura exegética y filosófica del judaísmo helenístico) es la fuente más importante para comprender a Pablo y sus cartas. Hoy se puede afirmar que Pablo sólo utilizó traducciones griegas del AT. Este uso exclusivo de las traducciones griegas se da también en otros contemporáneos judíos de Pablo como F. Josefo y Filón. El AT en su traducción griega juega un papel esencial en el paso del judaísmo bíblico al cristianismo. La traducción de los Setenta revela ya influencias del pensamiento griego en la traducción de términos hebreos. Una lengua, en efecto, es inseparable del pensamiento de esa cultura: el judaísmo expresado en griego muestra ya un pensamiento helenizado. Según J. Murphy-O’Connor, Pablo no solamente se desenvolvía fácilmente hablando el griego, sino que había leído los escritos de Filón, personaje bien conocido en las sinagogas de la Diáspora y por tanto habría conocido “la tradición del judaísmo helenístico del que Filón, contemporáneo de Pablo, era la gran figura. La influencia de esta tradición en su pensamiento aparece en los paralelismos entre sus cartas y la obra del filósofo judío, no obstante sus personalidades distintas y la diferencia de sus preocupaciones”. ¿Influyó en Pablo la filosofía del judaísmo helenístico? Es un punto discutido. Una de las pocas citas filosóficas del NT se atribuye a Pablo en su discurso a los filósofos griegos (Act 17,28). Pero este discurso es una creación literaria de Lucas. Los exegetas admiten que Pablo, en este discurso, no demuestra conocimiento alguno de dicha filosofía griega. En esto se aparta ostensiblemente de su contemporáneo Filón que es tan judío como platónico. Es claro que el pensamiento de Pablo está impregnado de conceptos surgidos de la filosofía de su tiem- po. Bornkamm encuentra influencias estoicas en el pensamiento paulino, bajo formas muy vulgarizadas; según él, Pablo domina “el arte de la retórica antigua y las formas didácticas”. A. Malherbe también dice que los cínicos han influido en la manera que Pablo tiene de enfocar su misión. Lyons muestra que la autobiografía en Pablo adopta las normas de la literatura greco-romana, aunque “sus ideales dan una expresión peculiar de sus compromisos teológicos cristianos”. En general, las cartas paulinas están todas ellas construidas según las normas en vigor en la Antigüedad. Posee, como todos sus contemporáneos, un conocimiento del estoicismo y del platonismo populares. La comprensión que los exegetas tienen de este background cultural está a menudo marcada por la preocupación de demostrar la novedad del pensamiento de Pablo tras su conversión, frente a su religión judía y a su propia cultura griega. Según Sanders, la idea de un judaísmo estéril y seco en tiempo de Pablo viene de la Reforma. Sería una pura proyección: “lo que tenemos es la proyección del debate protestantecatólico sobre la historia antigua, en el que el judaísmo tendría el papel del catolicismo y el cristianismo el del luteranismo”. Para estos exegetas, la ruptura con el judaísmo que Pablo anuncia, acentúa la naturaleza legalista del judaísmo: oponen judaísmo a cristianismo, pero tal antítesis es pura creación de ellos, como bien ha señalado Sanders. Para la Reforma, Pablo articula su predicación Reencuentro con Pablo 285 a partir de una teología del cumplimiento; desde esta perspectiva, “el judaísmo no tenía ningún medio de acceso al Dios lejano fuera de la obediencia a la Torá. Esta situación lleva, por un lado, a una religión de angustia (¿somos capaces de ganarnos el favor de ese Dios?) y, por otro, a la arrogante confianza en sí mismo (¡para los que sí son capaces!)”. La religión judía viene a ser, por tanto, una degeneración de la religión bíblica tal como la expresaban los profetas: la antigua y noble idea de una alianza ofrecida por la gracia de Dios y de una obediencia como consecuencia de este don gratuito, ha degenerado en la idea de un legalismo de pequeños detalles, según el cual tendríamos que ganarnos la misericordia de Dios mediante la observancia de ordenanzas insustanciales” (Sanders). Esta lectura deja entrever la necesidad teológica que los exegetas cristianos han tenido de definir el judaísmo como una religión del pasado, incompleta, encontrando en el mensaje cristiano su cumplimiento en la novedad. Esta misma necesidad teológica se manifiesta en la valoración de la cultura griega de Pablo: “Pablo guarda su libertad de pensamiento. No se deja dominar por una filosofía y utiliza los métodos de enseñanza propios del helenismo o de la sinagoga (...). La lectura de sus escritos se hace difícil por la multiplicidad de los procesos a los que recurre y nos puede inducir al error si leemos esos textos, buscando en su trasfondo ideas filosóficas que podrían sugerir los términos empleados, 286 David M. Neuhaus cuando en verdad no tienen nada que ver” (Reynier). Otros exegetas llegan a decir que paulinismo y pensamiento griego no tienen nada en común. Para ellos, se oponen el uno al otro. Definen al judío por oposición al griego. Dicen que los únicos antecedentes de la doctrina de Pablo son los escritos rabínicos y apocalípticos. Más aún, señalan pretendidos arameísmos y hebraísmos en el lenguaje de Pablo. Esta opinión, según la cual Pablo fue un rabino, totalmente extraño a la cultura griega, ha sido, durante mucho tiempo, dogma en ciertas escuelas exegéticas, como dice N. Hugedé. Se ha de reconocer que la preocupación por mostrar que la figura y el pensamiento de Pablo son totalmente nuevos, viene más de una preocupación teológica que no de un análisis objetivo. Que Pablo estuviera empapado de helenismo no va en contra de su identidad judía; lo mismo digamos del uso que hace de la traducción de los Setenta, o que su griego sea el de la koiné de su tiempo; lo único que logra todo esto es situarlo entre los judíos cultos de su época. Pero solamente recurriendo a los estudios socio-históricos podemos profundizar en nuestro conocimiento del mundo de Pablo, por más que los teólogos sigan mostrándose recelosos ante la aplicación de los estudios socio-históricos a la Iglesia primitiva y, en particular, a Pablo. Un uso crítico de los mismos se muestra notablemente útil, por no decir necesario, si queremos leer a Pablo en su contexto religioso, social y humano. Los parámetros que se proponen tienen su importancia, ya que nos ayudan a captar el tránsito de un Jesús “provinciano”, originario de una aldea de Galilea al igual que sus apóstoles, a un Pablo oriundo de una ciudad. Resumiendo, Pablo representa un mundo donde el judaísmo está todo él impregnado de helenismo. Sus contemporáneos son Josefo y Filón, no los rabinos que vivieron mucho después o recha- zaron la cultura griega. En su persona, el cristianismo se muestra el heredero de un mundo judeohelenístico, con su Biblia, la traducción de los Setenta, con su lengua, el griego, y con su preocupación por la difusión universal del mensaje divino. A este respecto, la apertura insoslayable de Pablo hacia las Naciones, cuyo apóstol será, confirma ampliamente todos estos datos. LAS FUENTES RABÍNICAS Uno de los campos a los que apela la exégesis histórico-crítica para conocer y comprender el mundo de Pablo es el de la literatura rabínica (la Misna y la Gemara, las dos partes del Talmud, forman la Torá oral que con la Torá escrita forman el conjunto de las escrituras rabínicas). Según las tradiciones judías, esta vasta literatura se deriva de las fuentes fariseas del primer siglo, recopiladas más tarde por los rabinos. Este mundo del judaísmo rabínico, como fuente para comprender el mundo judío del primer siglo, fue descubierto por los exegetas cristianos en los primeros balbuceos de la exégesis crítica. Richard Simon (s. XVII) hizo estudios muy precisos sobre las costumbres judías de la Sinagoga para comprender el ambiente de la Biblia. En el siglo XIX, los estudios realizados sobre el judaísmo del tiempo de Pablo y de Jesús, como los de Schürer y Weber, así como las compilaciones de la literatura talmúdica de Billerbeck y Strack, marcaron la exégesis paulina. La novedad de Pablo era resaltada en relación con los rabinos de la Misna, frecuentemente presentados como encerrados en el legalismo. La Misna, libro de leyes, ha sido utilizado para estigmatizar dicho legalismo estrecho. Era el tipo de exégesis que, como ejemplo, seguía J. Bonsirven, para quien Pablo era un “rabino convertido en evangelizador cristiano”. Otros, como W. D. Davies, mostraron lo que Pablo debe al ambiente judío y presentan su trabajo como una tentativa “para enmarcar aspectos centrales de la vida de Pablo y de su pensamiento en la matriz del judaísmo rabínico de su tiempo. Todo esto para demostrar cómo Pablo, a pesar de su apostolado con los Gentiles, ha permanecido, en la medida de lo posible, hebreo entre los hebreos, y cómo ha sido capaz de bautizar su herencia rabínica en Cristo”. El mismo autor insiste en los paralelismos entre Pablo y los rabinos de la Misna, concluyendo así:“Tanto en su vida como en su pensamiento, ha quedado demostrada la íntima relación existente entre Pablo y el judaísmo rabínico. No podemos inReencuentro con Pablo 287 sistir demasiado en el hecho de que para él su aceptación del Evangelio no era un rechazo del judaísmo antiguo y el descubrimiento de una nueva religión totalmente opuesta a él (...), sino más bien el reconocimiento de la venida del verdadero judaísmo cumplido”. ¿Quiénes son esos fariseos del NT, entre los que Pablo se cuenta? Durante largo tiempo se creyó que los rabinos después del año 70 eran fariseos o, al menos, sus herederos. Los trabajos de Jacob Neusner sobre el Talmud cuestionan dicha afirmación, obligándonos a cambiar profundamente nuestra comprensión del mundo de Pablo.Aunque este hecho había sido ya admitido por algunos, Neusner estudió la primera parte del Talmud, la Misna, recopilada hacia el 220, con un enfoque histórico-crítico, demostrando que la creación del judaísmo rabínico fue el proyecto de los rabinos después de los 70, con mucho posteriores a Pablo y que las fuentes rabínicas fueron redactadas desde la primera mitad del siglo III hasta el siglo VII. Concluye Neusner que no podemos usar a la ligera las fuentes rabínicas para comprender el mundo de Pablo, ya que dichas fuentes se redactaron en un mundo que es muy posterior y que manifiesta una transformación radical del judaísmo. Neusner muestra cuán incierto es que la Misna, el NT o los escritos de Josefo nos hablen de los fariseos de la historia. Al final de su investigación sobre los fariseos del primer siglo, concluye:“Se nos escapan los fariseos de la his288 David M. Neuhaus toria. Nuestro estudio nos lleva siempre a la problemática del judaísmo antiguo después de la destrucción del Templo”. J. Becker, por su parte, y tras un estudio de las fuentes rabínicas, concluye:“Pablo no ha sido el alumno asignado a un rabino y formado en la interpretación farisea de la Ley para ejercer él mismo, más tarde, la profesión de rabino; pero sí que fue educado en la línea farisea por lo que respecta a su actitud ante la vida”. Efectivamente, para Pablo y Jesús el mismo título de “rabbi” no puede utilizarse con el sentido concreto que tendrá después en el judaísmo rabínico. Es en Juan, evangelio más tardío, donde el título adquiere un sentido unido al del contexto rabínico, el de maestro de enseñanza. El judaísmo rabínico fue luchando contra la interpretación cristiana de las Escrituras y contra la impregnación griega de la cultura judía. En un primer momento, los rabinos solamente rechazaron la traducción de los Setenta, pero autorizaron otras traducciones griegas para mantenerse unidos con los judíos helenizantes. Después, en un segundo momento, hasta la misma traducción de la Escritura fue desacreditada. En su tentativa por reconstruir los fariseos de la historia, Neusner no ha utilizado las cartas paulinas. Hoy en día, se cree que dichas cartas son necesarias para redescubrir el medio fariseo estudiado durante mucho tiempo a la sombra de un judaísmo rabínico posterior. A. Segal ha demostrado la importancia de Pablo para una reconstrucción del fariseísmo, ya que Pablo es el único fariseo de antes del año 70 que nos ha legado sus escritos. Actualmente, alumnos de Neusner, como Segal y Boyarin, creen que es más lógico, de cara a leer la Misna, utilizar el NT y, especialmente, los escri- tos de Pablo. La perspectiva ha sido totalmente trastocada. La novedad ya no es de Pablo respecto a los rabinos, sino, más bien, la novedad es la de los rabinos respecto a Pablo, y esta manera de ver es, cronológicamente hablando, mucho más lógica. CONOCER A PABLO HOY Si analizamos el mundo de Pablo anterior a los períodos rabínico y eclesial, no podemos seguir manteniendo la dicotomía entre judeo-cristianismo y pagano-cristianismo. Esta distinción separadora, creada por Baur, fue adoptada por Bultmann y Daniélou, pero hoy día parece que las fronteras entre los múltiples grupos del judaísmo del primer siglo y el cristianismo naciente son bastante más complejas. (se llega a hablar hasta de un “cristianismo judeo-pagano”). Sólo después del 70 llegan a definirse las ortodoxias institucionales judías y cristianas y es entonces cuando desaparece la diversidad que marca al mundo de Pablo. Estas ortodoxias se definen la una en referencia a la otra, utilizando ambas a Pablo en un contexto que ya no es el suyo. En segundo lugar, Pablo permanece judío en un mundo en el que no hay ninguna dicotomía entre pertenencia judía y cultura griega. Si E. P. Sanders afirma que existe una verdadera ruptura entre Pablo, que presenta una religión diferente, y el judaísmo, con todo insiste en que esa diferencia no nos permite juzgar el judaísmo. Según Sanders, el reproche más grande de Pablo al judaísmo sería el de no ser cristiano. Según mi opinión, es mejor decir que Pablo no se interesa ni por el judaísmo, ni por el helenismo, ni tan siquiera por el cristianismo, sólo se interesa por el Evangelio. Para Becker, no importa que Pablo haya o no comprendido el judaísmo de su época, lo esencial es que haya querido anunciar el Evangelio de Jesús a los Gentiles y a los Judíos, marcando así una continuidad real entre el AT y el NT. Para comprender cómo el cristianismo llegó a diferenciarse del judaísmo, hay que analizar el período en el que se dio la separación entre la Sinagoga rabínica y la Iglesia post-apostólica. A los ojos de Pablo, el judío, la fidelidad a la alianza de Israel pasa, para los hombres de su tiempo, por la continuidad de Jesús resucitado, anunciado a todos los pueblos; los judíos que no aceptan esta apertura hacia los paganos le parecen a Pablo infieles a los designios de Dios. En este sentido, podemos decir que para Pablo no hay ninguna ruptura entre el judaísmo del AT y la continuidad de Jesús en el NT: siguiendo a Cristo, Pablo no cambió de religión, sino que fue llamado a una mayor fidelidad. En tercer lugar, una vez desReencuentro con Pablo 289 cubiertas las exigencias de la fe, Pablo está convencido de que el rechazo de Cristo por los judíos era temporal: la ceguera judía desaparecerá (2Co 3,14-16). Sin embargo, tras la desaparición de Pablo se impone una nueva situación. Durante el período que va del 70 al 250, el judaísmo rabínico se constituye sin Templo, sin sacerdocio, sin Jerusalén, sin poder político, mientras que va creciendo el éxito del cristianismo entre los paganos. El judaísmo rabínico instaura otra lectura del “Antiguo” Testamento, que, ignorando absolutamente a Cristo, para quien los cristianos reivindican el Señorío fundado en el AT, insiste en la unidad de las antiguas Escrituras (excluyendo algunos libros griegos) y las define como Torá escrita indisociablemente unidas a la Torá oral; de esta forma se opone a la unidad entre el AT y el NT, reconocida por la Iglesia. Añadamos que la teología rabínica se desarrolla bastante después que la de Pablo. Si las cuestiones que Pablo plantea respecto de la Ley, de la revelación divina y de la elección de Israel, conciernen directamente a sus contemporáneos judíos, las que plantean los rabinos son de otra época.Así se ve cómo hay que comprender a Pablo con la novedad que representa su descubrimiento de Cristo y la continuidad que él establece entre esta novedad y la revelación de Dios. En cuarto lugar, en este contexto, podemos preguntarnos teológicamente: ¿puede considerarse el judaísmo contemporáneo como el único heredero en con- tinuidad con el judaísmo bíblico, y el cristianismo como una ruptura? Esta problemática fue suscitada con mucha virulencia durante los siglos siguientes, cuando judíos y cristianos se han considerado el uno y el otro como los herederos exclusivos de la Alianza. De hecho, es en el período que sigue a la destrucción del Templo, en el año 70, y la expulsión de los judíos de Jerusalén en el 135, es decir, bastante después de Pablo, que la problemática de la ruptura queda claramente expuesta: “¿Cuál de los dos hijos surgidos del judaísmo del Segundo Templo es el más fiel al origen y al impulso característico de la llamada de Dios y sus dones?” (J. Dunn). El retrato del judaísmo de la época de Pablo que hemos trazado, contradice a otros que subrayan el legalismo, la hipocresía y la casuística de esta religión. Para Pablo y su mundo , la distinción entre Judío y Pagano no es ni cultural ni filosófica; sólo atañe a la relación con el Dios de Israel y su alianza, pues se trata de saber si la totalidad de la humanidad puede ser integrada en el plan de un mismo Padre y Creador. Si esta problemática de la universalidad del plan divino está ya formulada por el judaísmo del tiempo de Pablo, la novedad que aporta este último consiste en ver el Señorío de Jesucristo resucitado como lo único capaz de integrar todos los pueblos en un mismo cuerpo. En este sentido, podemos comprender la misión universal de Pablo como la actualización de la escatología de Jesús. Tradujo y condensó: GERMAN AUTE 290 David M. Neuhaus