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Radiología. 2014;56(5):463---471
www.elsevier.es/rx
HUMANIDADES EN RADIOLOGÍA
Epónimos en radiología del esqueleto: cuentos
de huesos, hombres y civilizaciones
A. Viteri Jusué ∗ , J.M. Eguidazu Elosua, J. Castillo de Juan y D. Grande Icaran
Servicio de Radiodiagnóstico, Hospital Universitario Basurto, Bilbao, Bizkaia, España
Recibido el 13 de noviembre de 2013; aceptado el 27 de abril de 2014
Disponible en Internet el 10 de julio de 2014
PALABRAS CLAVE
Epónimos;
Humanidades;
Radiología
convencional;
Músculo-esquelético
KEYWORDS
Eponyms;
Humanities;
Conventional
radiology;
Musculoskeletal
∗
Resumen Los epónimos reflejan la Historia de la Medicina, de las enfermedades y de los médicos, pero también de las sociedades en las que estos vivieron. Amados y odiados a partes iguales,
el interminable debate acerca de si los epónimos deben seguir empleándose o desaparecer ha
ganado vigencia desde que en los últimos años las sociedades científicas han despojado de sus
epónimos a los médicos ligados al nazismo. Si hay un campo de la medicina en el que abundan los epónimos, es la radiología convencional del esqueleto. En este trabajo no intentaremos
hacer una revisión exhaustiva de todos ellos, sino que emplearemos ejemplos significativos para
intentar ilustrar lo que los epónimos aportan a la medicina y a la historia de la medicina.
© 2013 SERAM. Publicado por Elsevier España, S.L.U. Todos los derechos reservados.
Eponyms in musculoskeletal radiology: Stories of bones, persons, and civilizations
Abstract Eponyms reflect the history of medicine, of disease, and of physicians, but eponyms
also reflect the history of the societies in which these physicians lived. Both loved and hated,
eponyms are at the center of an interminable debate about whether they should continue to be
used or whether they should disappear, and this debate has become more intense since some
scientific societies have purged their terminologies of eponyms related to Nazism. Eponyms
abound in conventional musculoskeletal radiology. In this article, rather than attempt an
exhaustive review of all these eponyms, we take a few representative examples to illustrate
the contributions of eponyms to medicine and the history of medicine.
© 2013 SERAM. Published by Elsevier España, S.L.U. All rights reserved.
Autor para correspondencia.
Correo electrónico: ainhoa.viterijusue@osakidetza.net (A. Viteri Jusué).
http://dx.doi.org/10.1016/j.rx.2014.04.007
0033-8338/© 2013 SERAM. Publicado por Elsevier España, S.L.U. Todos los derechos reservados.
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A. Viteri Jusué et al
Epónimo: se dice del nombre de una persona o de un
lugar que designa un pueblo, una época, una enfermedad,
una unidad, etc. Diccionario de la RAE1 .
Introducción
Los epónimos quizá sean la más alta distinción que se puede
conseguir en Medicina: la que colegas y discípulos otorgan a
quien ostenta el mérito de haber descrito una enfermedad
o ideado un procedimiento. Nos hacen recordar de dónde
venimos, quiénes nos precedieron y qué lograron. Aunque
no siempre el homenaje es justo, como veremos. Capaces
de provocar reacciones viscerales entre los médicos y los
estudiantes de medicina, hay quien los ama y quien los odia,
y probablemente en ambos puntos de vista haya parte de
razón.
Se ha dicho de ellos que son injustos, que no siempre el
nombre que perdura es el de quien describió la enfermedad
y que fomentan el culto al individuo en lugar de reconocer el esfuerzo cooperativo que habitualmente subyace en
los avances médicos. Se les acusa de etnocéntricos y androcéntricos, y probablemente lo son. Además de caprichosos,
con frecuencia son inexactos (cuando el mismo epónimo se
usa para varias enfermedades diferentes) y llevan a confusión (cuando nos referimos con diferentes nombres a la
misma entidad). Y carecen del valor informativo que las
nomenclaturas racionalistas sin duda incorporan2 . Damos
por buenos todos estos argumentos, pero nos preguntamos
si estos defectos son privativos de los epónimos o más bien
los comparten, o heredan, con la Historia, la Historiografía, la Medicina, y al fin, con nuestra civilización, que los ha
alumbrado.
Y no podemos negarlo, ¡nos gustan los epónimos!, a pesar
de sus defectos o precisamente por ellos. Nos gustan por su
sonoridad, su colorido, su poder evocador de un tiempo y
una medicina que ya no volverán. Porque somos conscientes de sus defectos pero también de los valores perdidos
que encierran. Sí, en la edad de la medicina tecnificada,
desarraigada de la cultura y con frecuencia deshumanizada,
quizá queda algo de nostalgia en el uso de los epónimos.
Dejando a un lado nuestra debilidad por los epónimos,
lo cierto es que son prácticos, breves, fáciles de recordar
y, sobre todo, inextinguibles3 . Hay literalmente miles de
epónimos en la medicina, cerca de 8.000 recogidos por el
historiador de la medicina noruego Ole Daniel Enersen en
su diccionario de epónimos4 . Y si hay una especialidad que
sufra eponimofilia esa es la Radiología, especialmente el
estudio del sistema musculoesquelético, que posee más de
400 epónimos de radiología convencional; de ellos, más de
50 solo para las fracturas. Pero hoy no pretendemos revisar exhaustivamente todos ellos. Simplemente, a través de
algunos de los más universales, recorrer algunas de las luces
y las sombras de la Historia de la Medicina.
Anatomía del esqueleto y mitología clásica
Los epónimos llegaron a la Anatomía antes que a la Medicina,
pero fueron los personajes mitológicos, y no los anatomistas, los que quedaron para la eternidad. Entre los muchos
ejemplos, escogemos 2 mitos griegos que colorean la árida
nomenclatura anatómica. La primera vértebra cervical (C1)
Figura 1 Estatua romana representando a Atlas (s. ii d. C.).
Colección Farnese. Museo Arqueológico Nacional de Nápoles.
Tomada de Wikimedia Commons. Disponible en: http://
commons.wikimedia.org/wiki/File:MAN Atlante fronte
1040572.JPG.
lleva el nombre de Atlas, el titán condenado por Zeus a sostener sobre sus hombros el peso de la bóveda celeste (fig. 1).
Aquiles, el de los pies ligeros, fue sumergido por su madre
en la laguna Estigia para conferirle la inmortalidad. Le sostuvo por el talón, que quedó fuera del agua, y por tanto
resultó su único punto vulnerable, de tal manera que Héctor venció a Aquiles al dispararle una flecha en el talón.
De ahí viene la expresión coloquial «talón de Aquiles» para
referirnos al punto débil de alguien. Sin embargo, en anatomía hablamos del tendón de Aquiles. El nombre se lo dio
el anatomista Philip Verheyen en el siglo xvii. A causa de una
infección, sufrió la amputación de una pierna, que fue conservada «en licores», por lo que cuando empezó a padecer
«miembro fantasma», decidió disecarla él mismo para buscar la causa de su mal (fig. 2). Visto su punto débil, llamó
tendón de Aquiles (Chorda Achillis) al tendón del tríceps
sural5 .
Los cirujanos ortopédicos y las fracturas
Para angustia de los estudiantes de Medicina, hay
más de 50 epónimos solo para describir las diferentes
fracturas. La mayoría perpetúan el nombre del cirujano ortopédico que las describió, habitualmente en
los siglos xviii y xix, ¡antes del advenimiento de los
rayos X!, basándose en el mecanismo de producción y
la exploración clínica únicamente. El mérito, inmenso,
se veía reconocido con el correspondiente epónimo. La
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Epónimos en radiología del esqueleto
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Figura 2 A la izquierda, Thetis sumerge a Aquiles niño en la laguna Estigia, que corre a través del Hades. En el fondo,
vemos al barquero Caronte llevando a los muertos en su barco a la otra orilla, y en primer plano descansa Cerbero, el perro
de 3 cabezas. Peter Paul Rubens, aprox. 1630-35. Museum Boijmans van Beuningen. Tomada de Wikimedia Commons. Disponible en: http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Peter Paul Rubens 181.jpg. A la derecha, Philippe Verheyen disecando su
miembro amputado. Anónimo, 1715-1730. Óleo. Colección de Pieter Deheijde. Tomada de Wikimedia Commons. Disponible en:
http://commons.wikimedia.org/wiki/File:PhilipVerheyen.jpg.
lista completa de fracturas con epónimo ya ha sido
descrita por Hunter et al.6 , y no vamos a enumerarlas. Pero no nos resistimos a mencionar nuestras
3 favoritas:
--- Fractura de Don Juan o de Casanova: fractura (bilateral)
de calcáneo al precipitarse desde altura (fig. 3). Un favorito entre los epónimos. Por un lado, porque su nombre no
se debe a un médico del pasado, sino a un mito atemporal.
Por otro, porque describe el mecanismo de producción,
al recordarnos al amante saltando desde el balcón ante
la llegada del esposo. Y, finalmente, por su relevancia
clínica, al recordarnos que ante ella debemos descartar
fracturas vertebrales dorso-lumbares, que se asocian al
tipo de traumatismo7 .
--- Las fracturas del mediopié, Chopart y Lisfranc: la
fractura-dislocación de Chopart afecta a las articulaciones mediotarsales (calcáneo-cuboidea y astrágaloescafoidea), también llamada articulación o línea de
Chopard, puesto que es la que él desarticulaba para
Figura 3 Fractura bilateral de calcáneo o fractura de Don Juan. Mujer de 17 años que se precipitó desde un tercer piso tras
consumir alcohol y hachís. Fractura compleja de ambos calcáneos (A y B). La TC mostró también fractura compleja de ambas alas
sacras, fractura de ambas ramas isquiopubianas y fractura no desplazada acetabular derecha no mostradas (C y D).
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amputar el pie, en el siglo xviii. Su procedimiento
era efectivo para los pacientes porque permitía cargar peso y resistía las infecciones mejor que otras
amputaciones de la extremidad inferior8,9 . La fracturasubluxación de Lisfranc es la de las articulaciones
tarso-metatarsianas, habitualmente de la segunda a
la quinta, con desplazamiento lateral de los metatarsianos. Cuando a principios del siglo xix los soldados
del ejército de Napoleón presentaban congelaciones en
los pies, Jacques Lisfranc de Saint Martin (1790-1847),
cirujano militar, amputaba a través de la articulación
tarso-metatarsiana para conservar parte del pie8,9 . «Se
necesitan varias páginas para describir la amputación que
realizaba [Lisfranc] a través de las articulaciones tarsometatarsianas, aunque a él le llevaba solo un minuto
realizarla, no era poco tiempo para el paciente sin
anestesiar»10 .
Los pioneros de la Radiología y las necrosis
avasculares
Si las fracturas son el reino de los cirujanos, las necrosis
avasculares (NAV) lo son de los radiólogos. Tras el descubrimiento de los rayos X, la mayoría de estas lesiones fueron
descritas y caracterizadas por radiólogos europeos a principios del siglo xx. Presentamos algunos ejemplos:
--- La enfermedad de Kienböck (NAV del semilunar), descrita
por Robert Kienböck (1871-1953), que fundó un instituto
de radiología privado en Viena en 1899 y fue uno de los
primeros profesores de radiología de la Universidad de
Viena desde 1917, donde centró su estudio en la radiología
del esqueleto4,11,12 .
--- La enfermedad de Panner (osteocondritis del capitellum),
típica del codo dominante en niños de 5-10 años, edad en
la que el capitellum se irriga exclusivamente a expensas de las arterias posteriores, y que suele curar sin
secuelas. Fue descrita por Hans Jessen Panner, 1871-1930,
radiólogo danés especialmente dedicado al estudio de las
enfermedades gastrointestinales y óseas4 . Es importante
distinguirla de la osteocondritis disecante del codo, más
frecuente en adolescentes y que suele presentar fragmentos intraarticulares13,14 .
--- Enfermedad de Köhler, NAV del escafoides también propia
de niños, descrita por el radiólogo alemán Alban Köhler15 .
Fue pionero de la radiología cardiotorácica y del esqueleto, y un abanderado de la integración del conocimiento
clínico y radiológico4 .
--- La excepción es la necrosis avascular de la cabeza del
segundo o tercer metatarsiano, enfermedad de Freiberg,
llamada así por Albert Henry Freiberg (1868-1940), que
fue profesor de cirugía ortopédica en la Universidad de
Cincinnati, Ohio4,16,17 .
La enfermedad de Legg-Calvé-Perthes y las
peculiaridades de los epónimos
A principios del siglo xx, 4 médicos describieron casi a la
vez la misma entidad. Arthur Legg pensó que se debía a una
deficiencia en el aporte sanguíneo a la epífisis femoral18 ,
Jacques Calvé supuso que era una forma de raquitismo19 y
A. Viteri Jusué et al
Georg Perthes la consideró una artritis degenerativa secundaria probablemente a una infección20 . Un americano, un
francés y un alemán, como en los chistes. El cirujano
sueco Johann Henning Waldenström también describió esta
enfermedad en 1909, atribuyéndola equivocadamente a la
tuberculosis, aunque su descripción no pasó a la historia21 .
Y curiosamente la primera descripción de esta enfermedad en realidad la había hecho en 1897, años antes, el
cirujano bohemio Karel Maydl4,22 . Así, la enfermedad de
Legg-Calvé-Perthes sirve para ilustrar varios de los fenómenos que rodean a los epónimos, que han llevado a varias
voces a pedir su eliminación:
1. El epónimo no siempre hace justicia a la persona que
describió la enfermedad en primer lugar o con mayor
precisión. Esto es especialmente cierto cuando dicha
persona ejerce en un país «periférico», lo que ha llevado
a muchos a tildar a los epónimos de etnocéntricos2 .
2. La misma enfermedad lleva el nombre de varias personas, con frecuencia de diferentes países. Hay que
recordar que muchos de los epónimos que hoy conocemos fueron acuñados en las últimas décadas del siglo xix
y las primeras del xx, unos años en que las viejas potencias europeas (Inglaterra, Francia, Prusia) y las nuevas
de ultramar (principalmente Estados Unidos y Canadá)
luchaban por la hegemonía económica, comercial, cultural y militar. En la misma línea, los avances médicos
servían para demostrar la fuerza o la importancia de
un país, y los médicos «competían» por ser los primeros o los mejores, lo que confería honor no solo a la
persona, sino también a su institución académica y a
su país. Pero al mismo tiempo, la medicina mantuvo
cierta fraternidad entre los médicos, que colaboraban
en sus trabajos científicos, y un talante «universal» del
que derivan dichos epónimos con varios apellidos, que
habitualmente son los de varios médicos de países diferentes que describieron el mismo fenómeno a la vez, y
en lugar de pelear por el mérito se reflejaron conjuntamente en él. Más ejemplos de esto son la enfermedad
de Pellegrini-Stieda23,24 o la de Osgood-Schlater25,26
(fig. 4).
3. El epónimo se emplea en distinto orden según los países. Así, la misma enfermedad se llama Legg-Calvé en
muchos países, pero en nuestro medio con frecuencia
nos referimos a ella simplemente como enfermedad de
Perthes.
Valor patriótico de los epónimos
Otra característica de los epónimos es su valor reivindicador del legado científico de una nación. El mejor ejemplo lo
encontramos en la fractura de Colles, llamada así en todo
el mundo excepto en Francia, donde se conoce a la misma
lesión bajo el epónimo de fractura de Pouteau. Claude Pouteau (1725-1775) fue un cirujano francés, de los primeros
abanderados de la limpieza, el lavado de manos y el uso de
vendajes desechables, además de un excelente litotomista4 .
Fue el primero en describir la fractura distal del radio, a
una pulgada del margen articular, con desplazamiento dorsal
del fragmento distal y acortamiento con angulación volar27 .
Abraham Colles (1773-1843) fue el mayor profesor irlandés
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Epónimos en radiología del esqueleto
Figura 4 A) Radiografía de rodilla de una mujer de 73 años que
un año antes había sufrido una caída casual con traumatismo en
la rodilla izquierda, lesionándose el ligamento colateral interno.
Se aprecia una calcificación proyectada sobre la localización
teórica de dicho ligamento característica de la enfermedad de
Pellegrini-Stieda. B) Radiografía de rodilla de un adolescente
deportista de 15 años, que consultó por dolor y tumefacción
en la cara anterior de la rodilla. Se observa fragmentación y
avulsión de la tuberosidad tibial anterior con aumento de partes
blandas en la zona de inserción del tendón patelar, típica de la
enfermedad de Osgood-Schlater.
de cirugía del siglo xix, y completó la descripción de Pouteau con la observación de que la parte distal del cúbito
se proyectaba únicamente hacia la palma, para diferenciar
esta fractura de la dislocación dorsal del carpo28,29 . Hay que
recordar que diagnosticar esta lesión antes de disponer de
los rayos X entrañaba gran dificultad, ya que debido a la
impactación ósea no había crepitación (fig. 5).
Titanes que coleccionan epónimos
Algunos gigantes de la Medicina abarcaron tanto en tantos campos que acumulan epónimos de síndromes, signos,
procedimientos, tríadas, etc., en cantidades asombrosas.
El paradigma es, sin duda, Sir William Osler, que pasa a la
eternidad con el signo de Osler (presión sistólica artificialmente elevada en la arterioesclerosis por la calcificación
de las arterias), la maniobra de Osler, los nódulos de Osler
que aparecen en los pulpejos de los dedos en la endocarditis bacteriana subaguda, la tríada de Osler (asociación
de neumonía, endocarditis y meningitis neumocócicas),
el tremátodo Sphryanura osleri, y varios síndromes: la
telangiectasia hemorrágica hereditaria (enfermedad de
Rendu-Osler-Weber), la policitemia vera (enfermedad
de Osler-Vaquez) y la endocarditis de Osler-Libman-Sacks
que aparece en el lupus sistémico eritematoso. Merece
ser citado en este artículo de Humanidades por su
formulación de la regla de Osler, que viene a ser la expresión médica de la navaja de Ockham, y por ser el padre de
la «medicina osleriana».
Pero sobre todo es el caso de Jean-Martin Charcot (18251893), el fundador de la neurología moderna. En ese campo,
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Figura 5 Radiografías de la muñeca de una mujer de 66 años
que, tras caída casual, presenta dolor y deformidad de la
muñeca derecha. Se observa una fractura distal del radio sin
afectación articular con angulación dorsal e impactación del
fragmento distal, o fractura de Colles.
ha dejado numerosos epónimos: la enfermedad de Charcot
(esclerosis lateral amiotrófica), la de Charcot-Marie-Tooth
(neuropatía periférica hereditaria motora y sensitiva), el
síndrome de Charcot-Wilbrand (agnosia visual y pérdida de
la capacidad de rememorar imágenes). Abarcó otras áreas
de la medicina, como la anatomía (arteria de Charcot o
lentículo-estriada), la semiología (fiebre hepática intermitente de Charcot; tríada de Charcot de la colangitis; tríada
de Charcot de la esclerosis múltiple), y la anatomía patológica (los pequeños aneurismas de Charcot-Bouchard en
las ramas penetrantes de la arteria cerebral media de los
pacientes hipertensivos, y los cristales de Charcot-Leyden
en el esputo de los pacientes con asma alérgico). Y en lo
que a nosotros nos ocupa, da nombre a la artropatía neuropática o de Charcot (fig. 6), cuya causa más frecuente en
aquellos tiempos era la neurosífilis, aunque actualmente es
la polineuropatía diabética30 .
Para la posteridad por un mérito menor
En ocasiones, un médico genial realiza grandes y variadas
aportaciones a la medicina pero no es ninguna de ellas la
que lleva su nombre, sino alguno de sus trabajos menores.
Es el injusto caso de Sir Percival Pott (1714-1788), quien
fuera el mejor cirujano de Londres durante décadas. Entre
sus numerosos descubrimientos, muchos de ellos de gran
trascendencia y vigentes hoy en día, se encuentra la descripción de la primera asociación entre exposición ambiental y
cáncer, observando la alta tasa de incidencia de carcinoma
de escroto en los deshollinadores causada por la exposición
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A. Viteri Jusué et al
Figura 6 A) Jean-Martin Charcot demuestra los efectos de la hipnosis sobre una paciente «histérica» a la que sujeta el también célebre Dr. Joseph Babinski. Charcot fue el primero en postular que los llamados trastornos «histéricos» tenían una base
orgánica y afectaban a hombres y mujeres. Una lección clínica en la Salpetriere. Tomada de Wikimedia Commons. Disponible en:
http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Une le%C3%A7on clinique %C3%A0 la Salp%C3%AAtri%C3%A8re.jpg. B) Artropatía neuropática o de Charcot en un paciente bebedor con diabetes mal controlada de larga evolución. Se observa la amputación previa del
cuarto dedo, lesiones líticas e irregularidad de contornos y aplanamiento de la cabeza de los metatarsianos.
al hollín4 . Esta fue también la primera descripción del cáncer como enfermedad profesional. Sin embargo, su nombre
ha pasado a la posteridad ligado a la tuberculosis de columna
como enfermedad de Pott (fig. 7) y a las fracturas bimaleolares del tobillo, como fractura de Pott31,32 .
Borrando de la Historia a los médicos nazis
Hasta ahora, únicamente el uso dictaba la aparición y la
desaparición de los epónimos, sobre los que no existía ningún
esfuerzo normativo. Esto ha cambiado muy recientemente,
ya que en los últimos años las sociedades científicas han revisado y eliminado los epónimos que recuerdan a los médicos
ligados al Tercer Reich.
Figura 7 Radiografías de tórax y abdomen de una paciente de
59 años con dolor crónico y deformidad. Angulación brusca
de la columna en la transición dorsolumbar que condiciona que
el platillo vertebral superior de L1 se articule con la parte
anterior de los cuerpos vertebrales dorsales de D10 y D11. La
vértebra D12 se encuentra colapsada y fusionada con D11. Se
trata de una espondilitis tuberculosa o enfermedad de Pott.
Nótense las adenopatías calcificadas en la raíz del mesenterio y los granulomas hepatoesplénicos calcificados que indican
enfermedad granulomatosa crónica.
El primero en perder su epónimo fue Hans Reiter
(1881-1969), que participó en programas de eutanasia, esterilización y experimentación con prisioneros del campo de
concentración de Buchenwald. Cuando esta parte espeluznante de su biografía salió a la luz en los años 70, hubo un
movimiento para abandonar el uso eponímico de la artritis reactiva que llevaba su nombre33 . Incluso el médico
que había propuesto el reconocimiento décadas atrás se
retractó públicamente de haberlo hecho34 . Comparado con
sus fechorías, palidece el hecho de que fuese él mismo el
que denomino la artritis «enfermedad de Reiter», a pesar de
haber sido descrita 25 años antes por Fiessinger y Leroy4,35 .
Friedrich Wegener (1907-1990) fue el patólogo alemán
que describió la vasculitis autoinmune36,37 que ha llevado su
nombre hasta 2011, cuando el American College of Rheumatology, la American Society of Nephrology y la European
League Against Rheumatism decidieron cambiarle el nombre
a granulomatosis con poliangitis (Wegener), en un intento
por racionalizar la nomenclatura de las vasculitis pero indudablemente influidos por el pasado de Wegener, que militó
en las juventudes del partido nazi y fue reclamado como
criminal de guerra por su relación con el genocidio nazi38 .
La bibliografía recoge incluso la petición de los pacientes
para que se abandonara este epónimo que consideraban
ofensivo4 .
Y, por ahora, el último médico ligado al nazismo despojado de su epónimo ha sido el anatomista austríaco Max Clara
(1899-1966), quien gracias a sus estudios con los cadáveres
de los prisioneros ejecutados por el régimen nazi describió las células pulmonares que han llevado su nombre hasta
que las revistas de neumología han decidido referirse a ellas
como «club cells» desde el 1 de enero del 201339,40 .
El tiempo dirá si las nuevas nomenclaturas propuestas para estas entidades permanecen. Está claro que sus
horripilantes prácticas no merecen ser recordadas con
honor, pero, ¿es lo más prudente borrar las partes de la
Historia que no nos gustan, que nos espantan? ¿Deseamos
olvidarlos, y con ellos a sus víctimas? ¿Borrar sus nombres de
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Epónimos en radiología del esqueleto
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Figura 8 A) Terry Thomas en la fotografía promocional de Where were you when the lights went out? (1968), mostrando al
sonreír su característica diastema. Tomada de Wikimedia Commons. Disponible en: http://commons.wikimedia.org/wiki/File:
Terry-Thomas in Where Were You When the Lights Went Out.jpg. B) Radiografía de muñeca de un varón de 63 años con aumento
de la distancia entre escafoides y semilunar secundaria a lesión ligamentosa previa (dorsal intercalated segment instability [DISI]).
Figura 9 Mujer de 61 años de talla baja y con antecedentes de fracturas múltiples. Tanto ella como su hermano presentaban
un fenotipo peculiar y fueron diagnosticados de picnodisostosis. A) La radiografía de cráneo muestra suturas amplias y abiertas,
huesos wormianos, senos hipoplásicos, huesos faciales pequeños y discontinuidad de la rama mandibular derecha. B) En las manos
se observa segmentación e hipoplasia de las falanges distales, con aumento difuso de la densidad y acortamiento de los huesos
tubulares. C y D) En la pierna y la pelvis se pueden ver fracturas múltiples con aumento de la densidad ósea, engrosamiento cortical
diafisario y acortamiento de los huesos tubulares. Además, hipoplasia de los huesos ilíacos, coxa valga y genu valgo.
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A. Viteri Jusué et al
diastema (separación de los incisivos) que exhibía el famoso
cómico41 . En Estados Unidos llaman enfermedad de Lou Gehrig a la esclerosis lateral amiotrófica, por el jugador de
fútbol americano que la presentó42 . Y en el viejo continente,
elegimos como paciente ilustre a Toulouse Lautrec para dar
nombre a la picnodisostosis, osteopetrosis acro-osteolítica
o enfermedad de Toulouse Lautrec (fig. 9). El celebérrimo
pintor nació en una familia noble y sufrió desde niño fracturas frecuentes que le acarrearon dolores, deformidad y
corta estatura. Se cree que el suyo es el primer caso descrito de picnodisostosis43 y con frecuencia se alega que fue
su enfermedad la que, al impedirle realizar las actividades
deportivas y cinegéticas propias de su origen familiar, le
llevó a evadirse con el alcohol y la compañía de las prostitutas en los cabarets, y a dedicarse a actividades menos
físicas, como la pintura (fig. 10).
Conclusión
Creemos que detrás de los epónimos se esconden las grandezas y las miserias de la Historia de la Medicina y de nuestra
civilización. Hemos recogido arbitrariamente solo un puñado
de ejemplos, nuestros favoritos, para ilustrar algunos aspectos curiosos de la Historia de la Medicina. Seguro que el
lector tiene su propia selección, en muchos casos condicionada por aspectos más emotivos que racionales. Apreciados
por unos y denostados por otros, lo cierto es que conocer los
epónimos nunca está de más.
Conflicto de intereses
Figura 10 A) Mr. Toulouse paints Mr. Lautrec. Fotografía de
Maurice Guibert, circa 1891. Tomada de Wikimedia Commons.
Disponible
en:
http://commons.wikimedia.org/wiki/File:
Guibert 2.jpg. B) At the Moulin Rouge, the dance. Óleo sobre
lienzo, Henri-Pierre de Toulouse-Lautrec, 1890. Museo de Arte
de Philadelphia. Tomada de Wikimedia Commons. Disponible en:
http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Henri de ToulouseLautrec 005.jpg.
los libros hace menos terribles sus actos? No siempre la Medicina se ha regido por los principios deontológicos actuales,
y convendría no olvidarlo.
Las sociedades se reflejan en los epónimos
que alumbran
Queremos acabar con uno de los fenómenos más divertidos
que rodean a los epónimos. Hasta ahora nos hemos referido
a las entidades que recuerdan a uno o varios médicos, y de
las que evocan a un personaje, pero hay un tercer tipo de
epónimo, quizá el más chocante: enfermedades que llevan
el nombre del personaje que las padeció.
Como ya hemos visto, con un epónimo no solo se le rinde
homenaje a una persona y se le reserva para siempre un
lugar en la Historia de la Medicina. También encontramos
mucha información sobre la historia de la civilización en la
que se originaron. Y con los pacientes ilustres, ¿nos dice
algo sobre una cultura qué personajes son los elegidos? El
humor británico nos deja el signo de Terry Thomas (fig. 8),
el aumento de la distancia escafo-semilunar que recuerda la
Los autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.
Bibliografía
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Madrid: 22.a ed.; 2001.
2. Woywodt A, Matteson E. Should eponyms be abandoned? Yes.
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