C o m al despacho de m i terrible maestro. es u n defecto lamentable. En sus demostracio- Otto Lidenbrock no era u n hombre malo, convengo en ello; pero como antes de morir no varie m u cho, lo que me parece improbable morira siendo el m^s terrible y original de todos los hombres. Era profesor de Johannaeum, donde daba leccioncs de minnralogi'a, encolcrizandose una o dos voces en cada una de ellas. Y no se area que le preocupase el deseo de tener discipulos aplicados, n i que diese importancia al grado de atencion con que le escuchaban, n i que se cuidaba de la ciencia que les imbui'a. Enseiiaba subjetiva- mente, segun la expresion de la filosofia alemana; ensenaba para el y no para los discipulos. Era u n sabio egoista, u n pozo de ciencia cuya garrucha rechinaba cuaiido de 61 se qucrfa sacar algo; en una palabra, era un avaro. En Alemania son bastante comunes los profesores de este genero. M i tio, dosgraciadamente, no estaba dotado de nes en Johannaeum balbu^'eaba con frecuencia: luchaba contra una palabra rBcalcitrante que no queria deslizarse entre sus iabios, contra una de esas palabras que se resisten, se hinchan y acaban por salir bajo la forma poco cientifica de unablasfemia. De aqui su colera. Y sab)do es que en mineralogia hay denominaciones semigriegas y semilatinas dificiles de pronunciar, nombres rudos que desollarian los Iabios de un poeta. Estoy m u y lejos de hablar mal de esta ciencia. Pero delante de las cristalizacioncs romboedricas, de las resinas relinasfaltas, de las gelenitas, de las fangasitas, de los molibdatos de plomo, de los tungstatos de manganesa o alabandina y de los titoniatos de circona, permitido esta a la lengua mas suelta equivocarse y tropezar. Julio Verne, Viaje al centra de la Tieira, Bogota, El Tiempo, 2005. Q—~~ Cloggdf) una gran faciiidad de pronunciacion, al menos imbuia: ensenaba, inculcaba. cuando hablaba en publico, lo que en un orador garrucha: polea. —. •- •- -