LA LIBRERÍA DE DON QUIJOTE I.-INTRODUCCION Todo el mundo sabe que don Quijote o don Alonso Quijana estaba loco. Pero el hidalgo manchego habla con tanta claridad y entendimiento al corazón que nos parece un loco entrañable y cercano. Sin embargo tenemos que plantearnos de dónde le viene a este caballero de la Triste Figura la sinrazón y la locura; pues de la lectura, la lectura de todos esos “descomulgados” libros, como diría el Ama, “que bien merecen ser abrasados como si fueran herejes”. Así que de esta forma los libros, el saber o la cultura, en general, son la causa de la rara enfermedad de nuestro héroe, y su librería, lo que hoy es la biblioteca. El Ama, la Sobrina , el Cura, el Barbero y Pedro Alonso se proponen muy seriamente como avezados inquisidores, organizar una quema indiscriminada de libros, una purga arbitraria y con alevosía, pues en ausencia del dueño organizan su peculiar terapia contra la locura: el fuego. Muerto el perro se acabó la rabia. Y... ¿cuántos libros tenía don Quijote? En palabras de Cardenio cien grandes y doscientos pequeños, sin embargo en el escrutinio se citan treinta y dos libros: El Caballero de la Cruz, l Palmerín y sus secuaces, Amadís de Gaula, uno de los indultados, Tirante el Blanco, etc… También dispone la biblioteca de don Quijote de libros de poesía, que el cura prefiere indultar pero la sobrina entiende que los libros de poesía hablan de pastores y eso es bastante sospechoso: El pastor de Iberia, al fuego, sin dudarlo. Ninfas y pastores de Henares, al corral. La lectura es un endemoniado vicio que produce enfermedad mental y una vez extirpado el mal procedieron a tapiar el aposento donde se encontraban los libros. Y la Sobrina decide contar a su tío que todo ha sido obra de un encantador; el sabio Muñatón. La ficción y la realidad se encuentran y don Quijote acepta sin dudar la mutilación de su casa porque no es obra de ese tal Muñatón que él no conoce para nada, sino de su enemigo Frestón. Todo queda solucionado. Los vecinos y familiares de don Quijote entran en la esfera de su fantasía y corroboran uno de los encantamientos de los que ha sido víctima. Esta dramatización del episodio de la quema de libros es bastante divertida para hacerla en la clase, es corta y se presta a movimiento en su ejecución. Apreciamos el carácter vulnerable y soñador del protagonista y como no ironizamos sobre el valor de la cultura y la importancia de la lectura y el conocimiento. Rechazando al mismo tiempo las posturas de intolerancia y de imposición cultural. Así mismo aportamos a nuestra puesta en escena algunos títulos de libros reales o imaginarios que están cercanos al alumnado, contextualizando la obra para aproximarlos todo lo posible a la esencia de este episodio fundamental en la novela de Cervantes. También al final trabajaremos con un glosario o vocabulario mediante el que veremos los conocimientos previos que tiene el alumnado sobre el Quijote y su mundo léxico. II.- Dramatis Personae DON QUIJOTE PEDRO ALONSO AMA SOBRINA CURA BARBERO SANCHO III Texto Por las ventanas del piso de arriba DON QUIJOTE: Cobardes, canallas, infames...! Ay!... Que mi Dulcinea no es tuerta, ni concorvada, sino derecha como un huso de Guadarama. ¡Ay!.. Mirad, que soy caballero. Non fuyáis, gente cobarde, non fuyáis.¡ Ay! ¡Malandrines¡ ¡Ay!...¡ Follones!...,! Ay! ... ¿Dónde estás, Señora mía, que no te duele mi mal? ¿O, no lo oyes, señora, o eres falsa y desleal? PEDRO ALONSO: Señor Quijana, ¿Que hacéis aquí? ¿Quién ha puesto a vuestra merced de esta suerte? DON QUIJOTE: !Oh, noble marqués de Mantua, mi tío y señor carnal! P.ALONSO. ¿Qué dice vuestra merced? DON QUIJOTE: ¡Todo el mundo se tenga, si todo el mundo no confiesa, que no hay en el mundo doncella más fermosa, que la sin par Dulcinea del Toboso!. PEDRO ALONSO: Señor Quijana...! vamos a vuestra casa! DON QUIJOTE: Sepa vuestra merced señor Don Rodrigo de Narváez, ¡que por la Emperatriz de la Mancha, he hecho, hago, y harè los más famosos fechos de caballerías que se han visto en el mundo! PEDRO ALONSO: ¡Mire vuestra merced, señor!... ¡Pecador de mí!, Que no soy yo Rodrigo de Narváez, ni el marqués de Mantua, sino Pedro Alonso, Vecino de usted... Ni vuestra merced es Valdovinos, ni Abindarráez, sino el honrado hidalgo del señor Quijana. DON QUIJOTE: !Yo sé quien soy! Y sé qué puedo ser, no solo los que habéis dicho, sino todos los doce Pares de Francia, y aun los nueve de la Fama. Desaparecen de las ventanas. Suena la música y en el patio aparecen el Ama, la Sobrina, el Cura y el Barbero AMA: ¡Ay! ¿Qué le parece a vuestra merced, señor cura, la desgracia de mi señor? ¡Ay! Tres días hace que no aparecen ni él, ni el rocín, ni adarga, ni la lanza, ni las armas. ¡Ay! ¡Desventurada de mí! Ay! Que agora mismo me doy a entender, que estos malditos libros de caballerías le han vuelto el juicio. Que agora mismo me acuerdo de haberle oído muchas veces entre sí, que quería hacerse caballero andante, e irse a buscar aventuras...!Encomendados sean a Satanás y Barrabás tales libros! SOBRINA: Sepa, señor Maese Nicolás que muchas veces le aconteció a mi señor tío, estarse leyendo en estos desalmados libros de desventuras dos días con sus dos noches, al cabo de los cuales arrojaba el libro de las manos, y ponía mano a la espada, y andaba a cuchilladas con las paredes; y cuando estaba muy cansado decía que había muerto a cuatro Gigantes, como cuatro torres, y el sudor que sudaba, decía que era sangre de las feridas que había recibido, y luego bebía un gran jarro de agua, diciendo que era una bebida que le había traído el Sabio Meñiquetre o Mequetrefe, un grande encantador y grande amigo suyo...¡ Ay!... ¡Ay!... ¡Ay! ...¡Malditos libros! CURA: Eso mismo digo yo también, y a fe que no se pasa el día de mañana sin que se haga Auto de Fe, y sean condenados a la hoguera... ! A la hoguera!... ¡A la hoguera! Entra Don Quijote triste y derrotado junto a Pedro Alonso DON QUIJOTE: Abran paso Vuestras Mercedes al señor Valdovinos, y al señor marqués de Mantua. BARBERO: Parece que aquí viene gente de cuenta. DON QUIJOTE: Ténganse todos, que vengo malferido, pero sólo por la culpa de mi caballo... Llévenme a mi lecho, y llámese si fuere posible, a la sabia Urganda. AMA: ¡Mirad, en hora mala!!Mala puñalá le den a esa fulana! ¡Ay!... ¡Si me decía a mí bien el corazón, del pie que cojeaba mi señor!... Ande vuestra merced, suba a su cuarto sin que venga por aquí esa Hurgada, que nosotros le sabremos curar... Malditos, malditos, digo, sean todos estos libros. El Ama empuja a Don Quijote a una sala y vuelve a escena, trayendo agua bendita. CURA: ¡A la hoguera! ¡A la hoguera! ¡A la hoguera! AMA: Tome Vuestra Merced señor licenciado, rocíe este aposento, no sea que esté aquí algún encantador de los muchos que tienen estos libros. SOBRINA: ... Y nos encanten en pena de la que les queremos dar, echándolos del mundo. CURA: ¡A la hoguera! ¡A la hoguera! ¡A la hoguera! SOBRINA: No hay que perdonar a ninguno, porque todos han sido los dañadores... Los quemaremos en el patio y si no, en el corral y allí se hará la hoguera y así no ofenderá el humo. AMA Y CURA: ¡A la hoguera! ¡A la hoguera! ¡A la hoguera! Empiezan a amontonar los libros en el suelo. BARBERO: (Cogiendo un libro del montón) Parece cosa de misterio, porque según he oído decir, que yo no lo sé ciertamente, este libro fue el primero de caballerías que se impresionó en España: El Amadís de Gaula. CURA: ¡A la hoguera! BARBERO: No, señor que es el mejor de todos ellos y creo que como único en su arte se debe perdonar. (Coge otro libro)... Las Sergas de Esplandián,... hijo legítimo de Amadís de Gaula. CURA: (Quitándole el libro y tirándolo de nuevo al montón) Pues en verdad, no le ha de valer al hijo la bondad del padre. ! A la hoguera con él! TODOS: ¡A la hoguera! Empiezan a bailar alrededor de la supuesta hoguera y a tirar libros. Suena la música BARBERO: Don Olivante de Laura TODOS: ¡A la hoguera! CURA: Forismarte de Hircania TODOS: ¡A la hoguera! BARBERO: El pastor de Iberia. TODOS: ¡A la hoguera! CURA: La Ratita Presumida. TODOS: ¡A la hoguera! SOBRINA: Palmerín de la Oliva. TODOS: ¡A la hoguera! Risas. AMA El Libro gordo de Petete TODOS ¡A la hoguera! BARBERO: ¡Harry Potter y la piedra filosofal! TODOS: ¡A la hoguera! SOBRINA: El diccionario de la real academia TODOS: ¡A la hoguera! Risas y después toman asiento para descansar de la fatiga del baile. Entra Don Quijote buscando sus libros. AMA: (Burlona)... ¿Qué aposento, o qué "nada" busca vuestra merced? ... Aquí ya no hay libritos... ¡Todo se lo llevó el mismísimo Diablo! El barbero y el cura asienten con la cabeza. SOBRINA: No, señor tío, ¡no! Que no era el Diablo, sino un encantador que vino sobre una nube: Dijo que se llamaba el sabio Muñatón. DON QUIJOTE: Frestón, diría. AMA: No sé si se llamaba Frestón o Fritón, solo que acabó en ton su nombre. DON QUIJOTE: Así es, que ese es un sabio encantador, grande enemigo mío, que me tiene grande ojeriza. SOBRINA: (tierna) ¿Pero, quién le mete a V.M., señor tío, esas pendencias?... No será mejor estarse pacifico en su casa y no irse por el mundo a buscar pan de trastrigo, sin considerar que muchas veces, quien va por lana vuelve trasquilado. DON QUIJOTE: ¡Oh, sobrina mía! ¡Primero que a mi me trasquilen, tendré yo peladas y quitadas las barbas a cuantos imaginaren tocarme en la punta de... un solo pelo! Sancho tose entre el publico. SANCHO: Por cierto... Señor caballero andante... Mire vuestra merced ¿Que hay de lo mío? ... Que no se le olvide lo de la ínsula que me tiene prometida... Que yo la sabré gobernar por muy grande que sea. DON QUIJOTE: Has de saber, amigo Sancho, que fue costumbre muy usada de los caballeros antiguos hacer gobernadores a sus escuderos de las ínsulas o reinos que ganaban. SANCHO: ¡Ay! ... De esa manera, si yo fuese rey por algún milagro de los que Vuestra merced dice, por lo menos, mi Juana Gutiérrez, vendría a ser reina, y mis hijos infantes. DON QUIJOTE: Pues, ¿Quién lo duda? SANCHO: Yo lo dudo, porque tengo para mí, que aunque lloviese Dios reinos sobre la tierra, ninguno asentaría bien sobre la cabeza de la Mari Gutiérrez.... Sepa, señor, que no vale dos maravedíes para reina; condesa le caerá mejor y aún así Dios y ayuda. DON QUIJOTE: Encomiéndate tú a Dios, Sancho que él dará lo que más convenga. SANCHO: No haré tal, señor mío, me encomiendo a vos; que teniendo yo tan principal amo en vuestra merced, me sabréis dar todo aquello que me esté bien y yo pueda llevar... No estaría mal el gobierno de una ínsula, no,... no estaría nada mal.... fin IV.- GLOSARIO Dulcinea Amada imaginaria de don Quijote Tuerta Mujer con un sólo ojo Concorvada Mujer que tiene un defecto en la espalda Huso Instrumento para hacer hilo de algodón Non fuyáis Voz arcaica. Imperativo de huir, correr. Vuestra Merced Usted De esta suerte De esta manera Todo el mundo se tenga !Cuidado! !Atención! Doncella Muchacha joven y virgen Sin par Única Hidalgo Hombre de cierta importancia social Pares de Francia Doce personas muy importantes. Rocín Caballo muy delgado Volver el juicio Volverse loco Entre sí Para sí mismo Acontecer Pasar. Ocurrir Desalmados Malos. Sin alma Feridas Heridas. Sangre Sabio. Encantador Persona que tiene poderes mágicos Auto de Fe Inquisición Gente de cuenta Gente importante Lecho Cama Mala puñalá, En hora mala Expresiones para maldecir Cojear del pie Tener un defecto Hurgada Manoseada. Rociar Acción de echar agua u otro líquido Corral Patio trasero donde viven los animales Impresionar Imprimir Hoguera Fuego Amontonar Poner cosas en un lugar, sin orden Fritón Que fríe mucho con aceite Tener ojeriza No querer a una persona Pendencias Luchas. Conflictos Trasquilar Cortar el pelo mal Pelar Cortar el pelo o la barba Ínsula Isla. Fantasía Escudero Persona que va con un caballero Infante Hijo o hija de rey Asentar Quedar bien o mal algo. No valer dos maravedíes No valer nada Dios y ayuda Expresión. Es muy difícil de conseguir Encomendarse Pedir con mucha fuerza V.- BIBIOGRAFÍA MANTOVANI, Alfredo: El teatro, un juego más, Madrid, Nuestra cultura. 1981. MAINE, Marie Colette: Escenificar un cuento. Barcelona, Vilamala 1974. MARÍN IBAÑAEZ, Ricardo: La creatividad, Barcelona, CAC, 1984. CASALDUERO, J., Sentido y forma del Quijote. Madrid 1966. COTARELO Y VALLEDOR, A., El teatro de Cervantes, Madrid 1967 Antonio Cabello Reyes