Reseñas de libros MAHNKEN, W inifred, M i vida en los cafetales. Tapachula ( 1882-1992). México, Gobierno del Estado de Chiapas, 1993, 83 pp. A partir del porfiriato el Soconusco atrajo a empresarios extranjeros y nacionales quienes desarrollaron la cafeticultura en las tierras templadas y frías situadas en la frontera de México con Guatemala. Los caminos de herradura y más tarde las brechas y terracerías comunicaron la zona cafetalera con la franja costera por donde siempre ha transitado el café. Primero salía por el puerto de San Benito, desde 1908 por ferrocarril, y a partir de 1965 por la carrete­ ra Panamericana. Siempre con rumbo a los mercados de Estados Unidos y Europa. En la actualidad el Soconusco está comunicado por vías asfaltadas y terracerías que parten de Huixtla y Tapachula, o bien, de la Panamericana que comunica la región con el resto del país, une ambas ciudades y envuelve la zona cafetalera. Las fincas cafetaleras ocuparon tierra deslindada y vendida por la Chiapas Land Company en lotes de unas mil hectáreas. Los pioneros iniciaron la explotación agrícola con un socio capitalista y uno industrial quien fungía como administrador al frente del trabajo. El padre de la autora de Mi vida en los cafetales, fue uno de los pioneros. Acerca de su llegada en 1882 dice la señora Winifred: Mi padre, Frederick Mahnken, ciudadano americano descendiente de alemanes y holandeses, llegó a Tapachula a fines de el siglo XIX, porque había leído en un periódico de San Francisco, California, que una compañía vendía terrenos baratos en Chiapas. Salió desde San Francisco con destino a Puerto Angel, donde conoció a un alemán que tenía una finca de café y lo invitó a visitarla. Mi padre que jamás había visto una mata de café, se enamoró de los cafetales desde ese instante. Con esta nota inicia el texto de Mi vida en los cafetales, historia de una mujer y su familia que se suma a la literatura sobre el Soconusco, región de Chiapas importante por su agricultura de ex­ portación y su historia fronteriza. La obra ocupa un lugar destacado entre libros de memorias como Soconusco y su Perla, Tapachula de mis recuerdos y San Antonio Nexapa. Comparte con este último ser los recuerdos de una mujer, de una pionera del Soconusco. De hecho ambos libros cuen­ tan una misma historia: la del iniciador, la del fundador que tiene la posibilidad de ser artífice de la nueva sociedad, cuyo espíritu aven­ turero e innovador moldea las normas sociales y la vida en general, al tiempo de crear nuevas formas de explotación de la naturaleza. El lector común como el historiador y científico social, estudio­ sos de la región, el cambio, los grupos sociales y la vida doméstica tienen en esta obra un libro ágil, que reúne brevedad, riqueza de contenido y belleza de edición. En 83 páginas cuenta una vida de más de ochenta años. La señora Winifred recuerda la vida en los cafetales para conmemorar cien años de la llegada de su padre a Tapachula, pero fundamentalmente, en palabras de la autora, para que las nuevas generaciones aprecien lo que la vida les ha dado y no permitan se destruya la tierra. La obra está dividida en siete apartados que van desde la instala­ ción de la familia pionera durante el porfiriato, su viaje al exilio por causa de la Guerra Mundial, el regreso a Tapachula para volver a empezar y la estancia de la autora en diferentes ciudades extranjeras y del país, hasta su viaje a la nostalgia. La intención de diálogo con los jóvenes, bien lograda por lo demás, es la preocupación del pionero en su amor por la tierra, es la preocupación de quien vio y tiene presente los grandes cambios acaecidos durante el siglo XX, a la par del desconocimiento u olvido de las formas de vida en sus albores. Sobre todo, de parte de los más jóvenes, acostumbrados al confort urbano que dan las moder­ nas comunicaciones, la electrificación y los avances en ingeniería sanitaria y servicios domésticos. Mi vida en los cafetales. Tapachula (1882-1992), publicación que ahora nos entrega el Gobierno del Estado de Chiapas, va más allá de lo que evoca su título. La señora Winifred nos lleva al seno de su familia; de su mano conocemos la vida doméstica, la siembra del primer huerto familiar, el nacimiento, la enfermedad, el matri­ monio, la fiesta, el trabajo, los paseos, la preparación de los alimen­ tos y la muerte. Con ella viajamos en muía, automóvil, buque, avión y tren para ir a Venezuela, Alemania, Guatemala, Nueva York, Oaxaca y la ciudad de México. Nos lleva a un viaje por la historia urbana de Tapachula y el cambio tecnológico en la cafeticultura. Nos hace evocar los cafeta­ les con sombra de “ montaña” , la ausencia de abonos químicos, la madera y el adobe de las casas antiguas, los caminos de barro transitados por carretas, la construcción del ferrocarril y el inicio de la era del automóvil y los caminos asfaltados. En las páginas de este libro conocemos la alegría y sufrimiento del pionero. Nos sorprende que en una casa de la ciudad de México el combustible único sea el carbón; no siempre hubo gas butano, el fogón en el hogar antecedió a la misma estufa de leña que precedió a la de petróleo, electricidad y gas. Mi vida en los cafetales es un libro humano, muestra la necesi­ dad de que la mujer deje a su esposo por largas temporadas para estar cerca del hijo que ha de asistir a la escuela de la ciudad, o bien para atender a sus nietos en auxilio de la hija casada. Ante la enfermedad paterna vemos a la mujer-hija al frente de la empresa familiar en las tareas agrícolas y de beneficio del café, asistimos al desamparo de la viuda, a la muerte del esposo mal administrador. Con el individuo vivimos la emoción del primer vuelo en avión, el regreso, la nostalgia; y sobretodo, el gusto de contar que muestra este volumen. A través de las memorias de la señora Winifred cono­ cemos la vida de una familia y de un grupo social, los cafetaleros del Soconusco, empresarios pioneros venidos durante el porfiriato al feraz trópico mexicano. Más allá de la fría conceptualización acadé­ mica se descubre el grupo humano. Este es un libro de fácil lectura, ojalá que todos podamos cono­ cerlo, que los padres se lo den a sus hijos, los profesores a sus alumnos. A través de él los niños podrán pensar en la diferencia de vivir en el campo y la ciudad, de cómo se viaja ahora y cómo se hacía antes, cómo se cocina y cómo se cocinaba. En fin, si tuviéra­ mos que definirlo en pocas palabras estas serían: Mi vida en los cafetales documenta el cambio a través de la vida de un grupo social y los ojos de una de sus representantes. Gabriel Ascencio Franco Instituto Chiapaneco de Cultura Depto. Patrimonio Cultural e Investigación VIQUEIRA ALBÁN, Juan Pedro, María de la Candelaria, india natural de Cancuc, México, Fondo de Cultura Económica, 1993, 94 pp., (Colección Popular, 478). Tan breve como apasionante, para leerse de una sentada, es la historia de una de tantas rebeliones en Chiapas, centrada en María de la Candelaria, muchachita tzeltal de principios del siglo XVIII. Singular rebelión de los Altos de Chiapas, que buscaba la indepen­ dencia. El historiador Juan Pedro Viqueira hubiera podido escribir un libro largo con aparato crítico y consideraciones teóricas, pues disponía de los elementos y tiene las capacidades para ello. Mas uno de los méritos del opúsculo estriba precisamente en su brevedad. Dice mucho en poco y no se necesita ser un lince para echar de ver el trabajo de verdadera síntesis que está detrás.