Misa de Gallo Homilía de Navidad 2008 por el Obispo Walter Hurley

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Misa de Gallo
Homilía de Navidad 2008 por el Obispo Walter Hurley
Catedral de San Andrés, Grand Rapids, Michigan
Mis Queridos Amigos:
La primera lectura del profeta Isaías comienza con un anuncio de rescate o liberación al pueblo
de Dios que vivía en la esclavitud y la servidumbre. Asimismo es un anuncio para nosotros que
nos reunimos aquí en la Catedral de San Andrés esta mañana de Navidad. Es un mensaje de
esperanza y de consuelo. Esto es el mensaje: “que el pueblo que caminaba en la noche divisó
una luz grande; ’’// habitaban en el oscuro país de la muerte, pero fueron iluminados.”
La oscuridad no fue simplemente producto de las nubes que ocultaban la luna o la oscuridad de
la noche antes del amanecer. Fue una oscuridad que parecía envolver la tierra, las vidas y las
almas de un pueblo que parecían sumergidos en su penumbra.
Fue al pueblo que vivía en tremenda oscuridad a quien la gran luz vino. La luz inicia un cambio
total en el destino del pueblo de Dios el cual es descrito en el resto de la lectura. //La luz trae
“abundante gozo” y “gran alegría”//“pues el yugo que soportaban fue….. Quebrado”. Es
importante entender que el pueblo no podía traer este cambio de destino sobre sí mismo. Fueron
receptores de la gracia y bendición de Dios.
De una manera aun más asombrosa, esta liberación vino a través del nacimiento de un niño.
Hoy en día en nuestra sociedad hay mucha oscuridad. Para aquellos que son desempleados hay
temor y oscuridad, así como para quienes han perdido seres queridos en este pasado año. Los
que han perdido sus hogares y cuyas familias están separadas por la guerra o las leyes de
inmigración están tentados a vivir en la oscuridad. Hay gente que ha visto evaporar los ahorros
de toda su vida y algunos que anticiparon su retiro ahora deben postergarlo. Aquellos cuyos
matrimonios están rotos o cuyas relaciones familiares están tensas o resquebrajadas están
tentados a vivir en la oscuridad.
Una mirada superficial a los diarios sugiere que hay una cierta oscuridad que envuelve nuestra
tierra y nuestro mundo—sea por la guerra, la economía o asuntos personales. Es como si también
nosotros viviéramos en una tierra de penumbra. Esa oscuridad nos afecta de muchas maneras.
La tentación por nuestra parte es tratar de arreglar la oscuridad y la penumbra (¡y por supuesto
todos sabemos lo que necesitamos hacer!) Vivimos en una sociedad y una cultura que promueve
la autosuficiencia y una actitud de “yo lo haré sólo”. En muchas familias los proyectos “hágalo-
usted-mismo” están siempre presentes. Para ayudarnos tenemos a Home Depot, Lowes, Menards
y un sinfín de lugares donde podemos comprar materiales para los proyectos, sea para la nueva
cocina, el piso de parqué o simplemente para reemplazar una lámpara. Frecuentemente no sale
bien y debemos buscar a otra persona para completarlo, o simplemente lo dejamos sin terminar.
Pero nos gusta hacerlo por nuestra cuenta. No podemos levantar la oscuridad.
En una declaración reciente de nuestro Santo Padre, el Papa Benedicto XVI, se nos advierte que
no busquemos nuestra luz o felicidad en nosotros mismos o en tales cosas como el éxito, una
carrera o el dinero. Cuando tenemos muchas cosas //y las cosas van bien //existe la tentación de
ver estos éxitos como la salvación y la luz que nos guía.
En estos tiempos difíciles en la economía también surge la tentación de mirar a otro para
“arreglar” sea cual sea la oscuridad. Hay aquellos que miran al gobierno--- al Departamento del
Tesoro (Ministerio de Hacienda) o a la Junta de Gobernadores de la Reserva Federal, al Senado o
al Presidente---para arreglar los problemas del desempleo//la crisis del crédito//la crisis
bancaria// el mercado de viviendas o la industria automotriz. En la iglesia cuando hay asuntos
tales como, como anunciar mejor el Evangelio// las crisis nacional que enfrentan nuestras
escuelas católicas, la escasez del clero y religiosas, nos vemos tentados a recurrir al pastor y a la
parroquia//al obispo y la diócesis// al papa y al Vaticano// para arreglar aquello en lo cual todos
hemos participado en crear y por lo cual todos compartimos una responsabilidad.
Al recurrir a nosotros mismos//al párroco//al Obispo o al Papa// a las cosas materiales O al mirar
al gobierno (o la parroquia/diócesis) para traer luz a nuestras vidas o a la nación y así poder
arrojar la oscuridad de nuestras vidas, de la iglesia y de la sociedad es un acto de fe equivocado.
Debemos arrojar lejos esa fe errada en nosotros mismos y en otros y recurrir a Dios que ha
venido y ha hecho Su morada entre nosotros—Cristo Jesús.
Hoy celebramos la luz prometida al recordar “hoy, en la ciudad de David, ha nacido para
ustedes un Salvador, que es el Mesías y el Señor……hallarán a un niño recién nacido, envuelto
en pañales y acostado en un pesebre.”
Pequeños niños, especialmente infantes, tienen la habilidad de traer luz a vidas que de otra
manera estarían oscuras; los infantes pueden derretir los corazones más fríos, y transformar
relaciones tensas en familias afectuosas. Suegros que una vez fueron solamente tolerados son
aceptados y unidos a través de un bebe. Todos hemos visto y algunos han experimentado lo que
los nietos hacen a los abuelos. Abuelos ecuánimes y bien controlados se hacen blandos y
sentimentales, se deshacen, ponen de lado sus costumbres y de pronto empiezan a actuar en
formas extrañas e inconsistentes cuando se encuentran con un nuevo nieto. Nos maravillamos al
ver lo que les ha sucedido. Nuevos nietos derriten nuestros corazones y traen luz en la
oscuridad//una luz que nos revela el generoso amor de Dios.
El niño cuyo nacimiento celebramos esta mañana no es un niño cualquiera. Él es “Consejero
admirable, Dios fuerte. Padre que no muere, Príncipe de Paz, Su imperio…no tiene límites.”
Al reunirnos en esta fiesta del nacimiento del salvador sabemos y experimentamos que “Somos el
pueblo que caminaba en la oscuridad (y) hemos visto una luz grande…. (Somos) un pueblo sobre
el cual “una luz ha brillado” pues “la gracia de Dios apareció salvándonos a todos.”
Que Dios nos bendiga a todos y continúe abriendo nuestros corazones para revelar el amor de
Dios---mientras recordamos: “Hoy ha nacido nuestro salvador, Cristo el Señor. Él y sólo Él
iluminará la oscuridad.” “Sobre los que habitaban en el oscuro país de la muerte, ha llegado la
luz.”
Así como los ángeles, hoy podemos y todos los días podemos también proclamar: “Gloria a
Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad.”
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