Carlos Serrano de Osma El cine español, siempre que uno esté dispuesto a mirarlo sin anteojos (ideológicos, culturales) ofrece un panorama de obras y personas que no podemos dejar en el olvido cuando no en el rincón del menosprecio que supone tratarlos como meras sombras iluminadas. Y si Serrano de Osma se coloca, de lleno, en el rincón de lo que podríamos llamar los "raros" del cine español, no es menos cierto que su "rareza", debidamente auscultada y sometida a la pertinente batería de buenas preguntas, permite arrojar luz sobre algunas de las peripecias e incomprensiones que han tenido que vivir, entonces y ahora, todos aquellos cineastas que han pensado, quizás ingenuamente, que el invento de Lumière era no sólo una máquina industrial sino también, a poco que se les dejase hacer, un artefacto capaz de producir esos objetos supuestamente inútiles que llamamos obras de arte. A la hora de la verdad, la carrera de Carlos Serrano de Osma aparece como una muestra de los límites que un ambiente cinematográfico tan pacato como el español (lo mismo hablemos de la industria, de la creación propiamente dicha, de la crítica o del público) coloca ante cualquiera que tenga, como era el caso de Serrano de Osma, un "concepto platónico del cine español", es decir, una concepción del mismo que,"ante tanto film perfecto, académico y pulido" no haga ascos a las películas imperfectas pero atrevidas, que deje de lado los "guiones con fórmula" (por cierto, una de las enfermedades más graves del cine español de hoy) y "desate la imaginación ante las cuartillas y prescinda de la lógica". Por tanto, nadie debería extrañarse de que la obra terminada de Serrano haya sido relativamente escasa y de que los seis largometrajes que firmó en solitario a lo largo de su carrera formen un conjunto tan diverso como poco apreciado, pese a que contienen abundantes elementos de un extraordinario interés. (...) Preguntado en 1982 por la valoración que hacía de sus propias películas, con la perspectiva del tiempo transcurrido desde su realización, Serrano se expresaba con gran claridad: "mis películas, una a una, son pura experimentación". Y aunque, para no llamarnos a engaño, podríamos precisar que "experimentación" aquí nada tiene que ver con vanguardismos desaforados, también es útil señalar que, en sus propias palabras, el cineasta apuntaba hacia el hecho de que para él lo más importante del cine residía en "el conocimiento de la expresión de la imagen". De la misma manera hay que señalar la lógica perfecta que anuda en el desarrollo vital de Serrano de Osma el que, junto a su carrera de cineasta propiamente dicho, encontremos sus trabajos como crítico y estudioso o sus labores como profesor de Teoría y Técnica de la Dirección en la Escuela Oficial de Cinematografía. De hecho, él mismo se refirió a esta dimensión de su trabajo como "mi segunda vocación", demostrando así la estrecha vinculación que veía entre el amor al cine expresado en el terreno propiamente creativo y una pedagogía que tuvo la virtud de servir de crisol a lo que alguien denominó la "gente que tiene que decir algo en el cine español". (...) Santos Zunzunegui, prólogo a Asier Aranzubia Cob, Carlos Serrano de Osma: historia de una obsesión, Cuadernos de la Filmoteca Española, Madrid, 2007.