REPORTAJE [03] FortApacheenSomalia Fueron unas horas que cambiaron la historia. Los soldados mejor armados del mejor ejército del mundo se vieron envueltos, en el centro de Mogadiscio, en una salvaje batalla que no esperaban. Ridley Scott lo ha contado en una película basada en un libro de Mark Bowden. Por Guillermo Altares. La política exterior estadounidense de los noventa no estuvo marcada por el síndrome de Vietnam, sino por el síndrome de Somalia, por lo que ocurrió el 3 y el 4 de octubre de 1993 en Mogadiscio, cuando 150 soldados de élite del Tío Sam, los tipos más duros y mejor armados del planeta, se metieron en la boca del lobo de un poderoso señor de la guerra y la Casa Blanca acabó humillada. Poco importa que su misión imposible fuese un éxito –capturar a dos lugartenientes de Mohamed Fará Aidid en el mismo corazón de su feudo–: 18 militares estadounidenses y casi un millar de somalíes murieron, decenas resultaron heridos, dos helicópteros de alta tecnología fueron derribados, y todo el mundo pudo ver las imágenes de los cadáveres de dos soldados estadounidenses arrastrados y 18 EPS mutilados por la turba. La Administración de Clinton decidió cerrar el grifo de las operaciones humanitarias: dejó de acudir con tropas a conflictos en los que no tenía intereses directos, como el de Bosnia. La historia de aquellos ‘rangers’ y miembros de la Fuerza Delta, un cuerpo tan poderoso y tan secreto que el ejército de EE UU ni siquiera reconoce oficialmente su existencia, se ha convertido en la última película de Ridley Scott, Black Hawk derribado, que ha contado con un presupuesto de 90 millones de dólares; a su vez es una adaptación del libro de Mark Bowden La batalla de Mogadiscio, que está a punto de ser editado en castellano por RBA. Publicado primero por entregas durante 29 días en el diario The Philadelphia Inquirer y luego como libro en 1999, el texto de Bowden es ya un clásico de ese género tan anglosajón llamado literatura militar. Es Salvar al soldado Ryan en las destartaladas calles de la ciudad más peligrosa del Cuerno de África, o sea, del mundo. Tiene los helicópteros y la fuerza de Apocalypse now, las luchas callejeras de La chaqueta metálica, el dolor y la soledad de los soldados de Uno Rojo: división de choque. Y ha recibido una aceptación unánime de la crítica, de la que también ha gozado la película de Scott, que el fin de semana de su estreno recaudó 29 millones de dólares, lo que no impidió que Black Hawk derribado fuese polémica incluso antes de su estreno, el 18 de enero. “El filme de Scott es un asalto a la confianza norteamericana, y a la idea, que parecía inalterable, de que el mundo necesita nuesFOTOGRAFÍA DE COLUMBIA TRISTAR MISIÓN EN SOMALIA. En la página de la izquierda, secuencia de la película. En esta página, arriba, desembarco de las tropas estadounidenses en Somalia, en diciembre de 1992; a la izquierda, el piloto Mike Durant en el vídeo que grabaron sus carceleros somalíes tras su captura, y a la derecha, el helicóptero de Durant sobrevuela Mogadiscio antes de ser derribado. tra libertad, nuestra democracia y nuestra coca-cola”, escribe Desson Howe en The Washington Post, en una crítica, por otra parte, muy favorable. No se puede olvidar que uno de los próximos escenarios de la Operación Libertad Duradera puede ser Somalia. De hecho, se cree que entre las tropas de Aidid que aquel día se enfrentaron a los soldados estadounidenses había militantes de Al Qaeda, la organización de Osama Bin Laden. “Ahora, Estados Unidos se prepara para otra misión en Mogadiscio”, ha escrito el cineasta Alex Cox en una crítica al filme en el diario británico The Independent. “Puede tomar la forma de un bombardeo o de acoso por parte de la CIA y del Departamento de Estado para lograr el sacrificio del primer ministro. El negocio del petróleo es muy poderoso y debe ser obedecido”, asegura Cox, quien, sin embargo, reconoce las virtudes del trabajo periodístico de Bowden, que en ningún momento oculta la devastación que provocó la potencia de fuego de las tropas de élite estadounidenses en la capital somalí. La otra polémica que ha envuelto a la película tiene que ver con el personaje principal, que interpreta Ewan McGregor. El ranger John Grimes en el filme es, en la realidad y en el libro, John Stebbins, Stebby, que fue condenado en junio de 2000 a 30 años de cárcel por la violación de una niña de 12. El Pentágono pidió al productor Jerry Bruckheimer que cambiase el nombre para evitar controversias, y éste aceptó. “Los productores van a ganar millones con esta película, en la que Stebby aparece retratado como el gran héroe americano que no es”, escribió en una carta a derrocamiento de la dictadura de Mohamed Siad Barre, en 1991, se desató una feroz lucha de clanes que sumió al país africano en el caos y en la hambruna. La operación de la ONU y de Estados Unidos –había cascos azules y soldados norteamericanos con mandos diferentes– para intentar mejorar las cosas fue un cúmulo de despropósitos. La idea, según han señalado numerosos analistas, no era sólo arreglar el terrorífico problema de la falta de alimentos, sino hacer más seguro un terri- Somalia puede ser escenario de la Operación Libertad Duradera. En la tropa de Aidid pudo haber militantes de Al Qaeda The New York Post la ex mujer del ranger, Nora. La idea de que un tipo puede ser un héroe en el campo de batalla y un violador es algo que Bruckheimer, productor de filmes como 60 segundos o Armageddon, prefirió ocultar al público. Pero en el salvaje país del Cuerno de África cualquier cosa, normalmente mala, es posible. Somalia es uno de los grandes agujeros negros de la política internacional. Tras el FOTOGRAFÍA DE ASSOCIATED PRESS / CABLE NEWS NETTWORK / SHAWN NELSON torio con unas inmensas reservas de hidrocarburos. Eso es lo que interesaba sobre todo a la Administración de Bush, padre, cuando empezó la operación, que continuó Clinton. El 7 de mayo de 1993, la prensa canadiense hizo estallar el primer escándalo al publicar que los cascos azules canadienses habían torturado y asesinado a un EPS 19 [03] Fort Apache en Somalia adolescente, Shidane Arone. Y tenían fotos. Luego llegó la batalla del Mar Negro, o, como la llaman los somalíes, Ma-alinti Rangers (El Día de los Rangers), nombre con el que se conoce lo que ocurrió en aquella tarde y noche del 3 al 4 de octubre, fruto del empeño de la Administración de Bill Clinton por acabar con el más poderoso señor de la guerra somalí, Mohamed Fará Aidid, al que consideraban responsable, con toda razón por otra parte, de gran parte del caos que padecía este país. Hasta la retirada de las tropas internacionales murieron 100 pacificadores, incluyendo los 18 estadounidenses, y los 4.000 millones de dólares que la comunidad internacional invirtió en Somalia apenas se notaron. Sólo en el año 2000, después de unas conversaciones de paz, se convocaron elecciones libres, de las que salió elegido Abidiqassim Salad Hassan, el primer presidente desde 1991. En este país de siete millones de habitantes los enfrentamientos entre clanes son habituales, y son ellos los que dominan una parte importante del Estado, que cuenta con dos países que de derribar un helicóptero o de destrozar a un hombre. Durante aquella noche, los somalíes dispararon cerca de mil RPG, y muchas dieron en el blanco. “El libro evita hacer cualquier declaración de intenciones política. En realidad trata sobre soldados, y sobre qué pasa por sus cabezas, y sobre la experiencia de combate”, ha dicho Bowden en una entrevista con motivo del estreno de la película. “Las tropas estadounidenses se enfrentaron a una misión muy peligrosa y la cumplieron, con un altísimo coste en vidas, de americanos y de somalíes. Creo que eso es lo que muestran tanto el libro como la película. La gente que llevó a cabo esta misión lo hizo de forma heroica y profesional. El hecho de que olvidasen llevar aparatos de visión nocturna o de que no tuviesen agua me remite al escenario de cualquier batalla de la historia. Cuando empiezan a disparar contra ti, las cosas siempre van mal. Los que creen que la misión fue una debacle porque mataron a soldados estadounidenses no entienden de qué va la guerra”, agregó. “Los fabricantes de armas equipaban a los ‘rangers’ de la misma forma que Nike a los deportistas”, dice Bowden reclaman su independencia en el interior, Somaliland y Puntland, mucho más estables que la propia Somalia. LA MUERTE. Arriba, un fotograma del filme de Scott. En el centro, la multitud arrastra por Mogadiscio el cadáver mutilado del oficial Bill Cleveland. Abajo, los ‘rangers’ Alan Barton, Ron Galliette y Rob Phipps antes de una misión. 20 EPS Pero el libro de Bowden, aunque lo trata, no intenta aclarar este complejo contexto. Es la historia de 150 soldados, los más preparados de la Tierra –“los fabricantes de armas los equipaban de la misma forma que Nike vestía a los deportistas”, dice–, los más duros, que de repente se encontraron sumergidos en la guerra de verdad. Es también la historia de los somalíes que vivieron la guerra desde el otro lado. La batalla de Mogadiscio, que fue finalista en 1999 del National Book Award y que estuvo durante semanas en las listas de libros más vendidos, aunque Bowden tardó meses en encontrar un editor, es el fruto de cientos de entrevistas con soldados y con miembros del clan Gidr, al que pertenecía Aidid, en Mogadiscio, y es un ejemplo perfecto del más potente y paciente periodismo estadounidense. Como en las mejores películas de guerra, cada personaje tiene una historia, un pasado y un futuro, que muchas veces acaba cercenado por un balazo o por un disparo de RPG, una potente granada lanzada desde un fusil capaz A sus 52 años, Bowden nunca ha sido soldado, ni siquiera hizo el servicio militar; pero conoce la guerra de cerca: como periodista y porque su hijo pequeño, BJ, es un cabo del cuerpo de los marines. Durante sus 20 años en The Philadelphia Inquirer ha tocado todos los géneros: cronista de deportes y de ciencia, reportero para el suplemento dominical, enviado especial… Fue finalista del Pulitzer y es autor de otros tres libros: Doctor dealer (1987), sobre un licenciado universitario que llegó a dominar el tráfico de cocaína en Pensilvania; Bringing the heat (1994), sobre una temporada del equipo de fútbol americano Philadelphia Eagles, y el más reciente, Matar a Pablo Escobar (2001), que fue publicado el año pasado por RBA. Dice que su larga experiencia como cronista deportivo le ayudó mucho a la hora de escribir La batalla de Mogadiscio: el fútbol americano es un juego muy táctico, en el que la preparación de cada movimiento conjunto es esencial, y eso es algo que los jugadores comparten con los soldados de élite. Están profundamente integrados y han estudiado miles de tácticas; pero luego, en el campo o en la batalla, todo puede cambiar en unos instantes. La diferen- FOTOGRAFÍAS CEDIDAS POR: COLUMBIA TRISTAR / PAUL WATSON / SHAWN NELSON [03] Fort Apache en Somalia cia está en lo que se juegan: unos arriesgan su vida; otros, un marcador. “Era la tarde del 3 de octubre de 1993. La Tiza Cuatro [escuadrón de 12 soldados que viaja en un helicóptero] de Eversmann [uno de los soldados] era parte de un cuerpo formado por rangers del ejército de Estados Unidos y operadores de la Fuerza Delta, y estaban a punto de saltar de forma inadvertida sobre un grupo de líderes del clan Habr Gidr en pleno corazón de Mogadiscio. El objetivo de aquel día eran los lugartenientes de Aidid. Era una misión de llegar, ver y vencer”, escribe Bowden casi en el arranque de su libro. “En mayor cantidad que de costumbre, los hombres se habían llenado de munición: tenían las recámaras cargadas, granadas en los bolsillos y cartucheras disponibles en los arneses. Habían dejado atrás cantimploras, bayonetas, gafas de visión nocturna, así como cualquier otro artefacto considerado un lastre para una incursión diurna. No les preocupaba la perspectiva de meterse en apuros. Les apetecía. Ellos eran era tan invencible como su país. No tenían miedo. Pero se equivocaban: deberían haberlo tenido. Estaban en el lugar adecuado en el momento equivocado; pero, aunque se lo creían, no eran ni John McClane, ni Rambo. Tanto la película como el libro han sido descritos como “los primeros 20 minutos de Salvar al soldado Ryan”, pero durante hora y media o más de 300 páginas. Al principio todo fue bien. Los soldados se desplegaron según lo previsto, tomaron los objetivos, y parecía que controlaban la situación, aunque los disparos eran cada vez más intensos y los somalíes quemaban cada vez más neumáticos, una forma de avisar a los miembros de su clan de que hay jaleo y necesitan refuerzos. Pero las cosas se torcieron. Un miliciano somalí llamado Aden (los detalles que proporciona Bowden en su libro son realmente alucinantes) apuntó el cañón de su RPG hacia arriba y disparó a un helicóptero por detrás. Dio de lleno. Las calles empezaron a llenarse de gente y los soldados disparaban contra todo lo que se movía. Otro helicóptero fue derribado, La diferencia estaba en que los estadounidenses tenían miedo a la muerte, pero los guerrilleros somalíes no unos predadores, unos vengadores duros, imparables e invencibles. Pensaban que, después de seis semanas de rutina, por fin iban a dar una patada de verdad a algún culo somalí”. Aquellos días de octubre, Mogadiscio era un violento caos: los miembros de los clanes, armados hasta los dientes, circulaban por sus calles imponiendo su ley. Los cuarteles de Naciones Unidas y de las tropas estadounidenses eran objeto, casi de manera constante, de fuego de mortero. Los potentes helicópteros Black Hawk y Little Bird de EE UU sobrevolaban la ciudad, y los enfrentamientos eran muy habituales. Los rangers y los chicos Delta iban a meterse en mitad de aquel infierno, en la zona que dominaba el clan de Aidid, para atrapar a sus lugartenientes y salir pitando de allí en menos de una hora. Se deslizarían con cuerdas desde los helicópteros, y unos se dedicarían a la caza y captura mientras otros aseguraban la zona. No tenían miedo. Nadie había sido capaz de derribar sus pájaros blindados. Tenían el mejor armamento. Habían sido entrenados para entrar en combate y sus oficiales les habían convencido de que eran los mejores. Creían que su fuerza 22 EPS un convoy que partió para rescatar a los supervivientes se perdió en el laberinto de Mogadiscio. Los soldados quedaron atrapados toda la noche en un auténtico Fort Apache mientras aumentaban las bajas y no se podía evacuar a los heridos. Tardaron más de doce horas en rescatarlos, con un convoy inmenso formado por decenas de vehículos; pero no lograron impedir que los somalíes, enfurecidos, arrastrasen los cadáveres de dos soldados por las calles. El piloto Mike Durant fue capturado, aunque Aidid acabó por soltarle 11 días más tarde. La diferencia estaba en que los estadounidenses tenían miedo a la muerte, pero los guerrilleros somalíes no. El sargento Eversmann relató una de las tácticas de combate del enemigo: para hacer emboscadas se colocaban a los dos lados de la calle y disparaban a saco contra los vehículos que pasaban por allí, con el peligro de alcanzar a los suyos. “Tuvo la sensación de que aquella gente no respetaba ni su propia vida. ¡Les importaba un bledo!”, escribe. Los rangers y los chicos Delta eran realmente duros –les arrancaban de un disparo un dedo (que quedaba colgando), se ponían una venda y seguían luchando–, su forma física era impresionante y sus equipos eran insuperables; pero los tipos que tenían enfrente se contaban por miles y estaban dispuestos a dejarse la piel. Estaban hartos de los helicópteros, que al volar a baja altura levantaban los tejados de hojalata de sus casas; de los extranjeros, y desde luego no iban a admitir que capturasen a sus jefes en el salón de su casa. Además del relato de las tácticas militares, de la sensación de peligro y de batalla que logra transmitir a los lectores, en el libro de Bowden hay dos cosas especialmente alucinantes: no hay un solo soldado anónimo y la minuciosidad con la que describe las heridas que sufrieron las tropas. Un ejemplo: “Kowalewski era nuevo en la unidad y discreto. Acababa de conocer a una muchacha con la que quería casarse y había expresado su intención de dejar el regimiento apenas finalizado aquel despliegue, al cabo de unos meses. Su sargento quería que se quedara. Minutos después de que Othic se deslizara junto a él recibió un balazo en el hombro. […] Othic forcejeaba en el reducido espacio para aplicar un vendaje al conductor cuando les alcanzó el RPG. Les llegó por la izquierda, cercenó el brazo izquierdo de Kowalewski y se incrustó en su pecho. No explotó. El misil, de más de sesenta centímetros de largo, se absorbió dentro del muchacho: las aletas le sobresalían por su costado izquierdo bajo el brazo perdido, la punta asomaba por el costado derecho. Estaba inconsciente, pero con vida”. Kowalewski nunca se casaría, Bill Clinton tardó unos pocos meses en retirar a sus soldados de Somalia, los responsables de las tropas estadounidenses fueron poco a poco retirándose de la carrera militar, los lugartenientes de Aidid fueron liberados. Muchos de los que participaron en la batalla del Mar Negro están ahora en Afganistán o preparando una nueva y desconocida intervención. Aquellas horas del 3 al 4 de octubre de 1993 quizá cambiaron la historia. Si Estados Unidos no hubiese salido con una sensación de derrota, tal vez las cosas, incluso el 11 de septiembre, hubiesen sido diferentes. Lo que sí cambió es la existencia de los 18 estadounidenses y cientos de somalíes que murieron aquel día. De eso es de lo que va la guerra. ● * La película ‘Black Hawk derribado’ se estrena en España el 22 de febrero. El libro de Mark Bowden ‘La batalla de Mogadiscio’ se publica la semana que viene por RBA. ASÍ MATA UN ‘NAVY SEAL’ Howard E. Wasdin es hoy un apacible médico que vive en una casa al sur de Georgia. Pero formó parte del Team Six de los Navy SEAL, el más mortífero comando estadounidense que hace un año acabó con la vida de Bin Laden en Pakistán. Por primera vez sale a la luz el testimonio de un miembro de esta unidad de élite. Esta es su vida. Por QUINO PETIT “LA DECISIÓN ES MÍA”. Ese es el lema de los francotiradores del Team Six de los Navy SEAL. “Yo decido cuándo debe caer un objetivo en la mirilla de mi fusil”. A la izquierda, Howard E. Wasdin en un entrenamiento a bordo de un buque y en un retrato actual. eso. En serio: ahora solo disparo a objetivos de papel de periódico”. La imagen del doctor Wasdin dista hoy mucho de la de aquel francotirador guaperas del Team Six de los SEAL que se encaramaba a los tejados de Mogadiscio con un lanzagranadas al hombro. No ha resultado fácil tenerlo al otro lado del teléfono. Tras varias tentativas que acabaron posponiendo la conversación, su voz retadora llega finalmente desde la consulta médica donde presta servicios. Entre la avalancha de libros (como Manhunt, del periodista Peter Bergen), documentales y películas (como Acto de valor, protagonizada por navy seals en activo, o la versión de Hollywood sobre la Operación Lanza de Neptuno, que ha contado con asesoramiento de la CIA y el Pentágono), de las que vamos teniendo noticia en el primer aniversario de la muerte de Bin Laden, el doctor Wasdin ha publicado ahora en caste- “NO CREO QUE NINGUNA MUJER PUEDA SUPERAR LAS PRUEBAS DE ACCESO. Y SERÍAN UNA DISTRACCIÓN” actual retiro en la vida civil, sigue estando fuertemente armado con todas las modalidades de pistolas y rifles que pueden custodiarse legalmente en una vivienda de Estados Unidos. Pero el único destinatario de los balazos de sus semiautomáticas Sig Sauer sería hoy algún despistado que osara pisar su jardín. “Bueno, ¡ja, ja, ja! No escriba Fotografía de John Moore (Getty Images) | Editorial Crítica E l 6 de mayo de 2011, cinco días después de que un comando del Team Six de los Navy SEAL acabase con la vida de Osama bin Laden en Pakistán, el presidente estadounidense, Barack Obama, viajó hasta la base del 160º Regimiento en Fort Campbell (Kentucky). Obama quería felicitar personalmente a los ejecutores de la Operación Lanza de Neptuno que él mismo ordenó para capturar o matar al líder de Al Qaeda. Cuando estuvo frente a los hombres que llevaron a cabo la misión, el mandatario y premio Nobel de la Paz dijo: “Son ustedes, literalmente, la mejor fuerza reducida de combate que jamás ha existido en el mundo”. Pero, como contó el periodista Nicholas Schmidle en The New Yorker, lo que el presidente no les preguntó fue quién había realizado el disparo mortal que acabó con el enemigo público número uno de Estados Unidos. Ellos tampoco se ofrecieron a decírselo. De no haberse retirado como francotirador del mismo Team Six de los Navy SEAL hace años, Howard E. Wasdin podría haber sido ese hombre que mató a Bin Laden. El señor Wasdin es hoy un apacible qui- ropráctico que atiende a 150 pacientes semanales y vive en una casa con jardín al sur de Georgia. Cuando era joven jamás imaginó que llegaría a celebrar su 50º cumpleaños hace unos meses. Su destino como miembro de la más mortífera fuerza armada de élite estadounidense parecía escrito bajo un sencillo esquema: vivir deprisa, morir joven y dejar como todo legado un lustroso cadáver. Estuvo a punto de cumplir ese guion en 1993, durante la infernal batalla de Mogadiscio (Somalia). A pesar de su SOBRE LOS TEJADOS DE ‘MOG’. Arriba, miembros del Team Six de los Navy SEAL en un tejado de Mogadiscio (Somalia). A cara descubierta y en la foto de abajo, Howard E. Wasdin. A la izquierda, un ‘seal’ realizando la puesta a punto para una operación. llano el relato donde plasmó con ayuda de Stephen Templin sus memorias como francotirador de la misma unidad de élite que liquidó al líder de Al Qaeda. Bajo el título de Seal Team Six (Crítica), Wasdin rememora con el vertiginoso ritmo de un thriller sus años en el cuerpo de los caballeros Jedi de los equipos de la Marina de Estados Unidos de Mar, Aire y Tierra (SEAL es acrónimo de Sea, Air, Land). Es la primera vez que sale a la luz el testimonio de un miembro de esta unidad, cuyo alcance sintetiza el propio Wasdin: “Cuando la Marina de Estados Unidos envía a su élite, manda a los SEAL. Cuando los SEAL envían a su élite, mandan al Team Six de los SEAL, el equivalente de la Marina a la Delta Force del Ejército de Tierra, que tiene encomendada la misión de antiterrorismo y antiinsurgencia”. Son la élite de la élite militar. Solo los mejores de entre los mejores han logrado integrar sus filas. Para ellos, el único buen día fue ayer. Hoy puede ser el último. Actúan siempre en secreto como una fuerza de ataque ultrarrápido que maneja el factor sorpresa como estrategia básica. Los coASÍ MATA UN ‘NAVY SEAL’ mandos especiales estadounidenses Navy SEAL nacieron como una apuesta de John Fitzgerald Kennedy a principios de los sesenta para acciones de contraterrorismo. Tras el intento fallido en 1980 de rescatar a unos rehenes estadounidenses de la Embajada de EE UU en Teherán, se creó el Team Six bajo mandato de Carter para seleccionar a los mejores entre los SEAL: el All Star Team, especializados en el rescate de rehenes en localizaciones marinas, complemento a la seguridad de bases militares y embajadas y apoyo de operaciones de la CIA. No admiten mujeres. Las especulaciones sobre el número de miembros son constantes, así como todo lo relativo a presupuesto, organización y operaciones. “No puedo hablar de nada relacionado con cifras o capacidades”, dice el doctor Wasdin desde Georgia. “Como sabe, es muy difícil superar el adiestramiento de los SEAL. En el Team Six, aproximadamente el 85% de aspirantes son descartados. Personalmente no creo que ninguna mujer sea capaz de superar las pruebas. E incluso si consiguieran entrar, supondrían una distracción en combate. Cuando entras en acción, no quieres pensar EL PAÍS SEMANAL 57 en nadie salvo el enemigo. En cuanto al presupuesto, solo puedo decir que cuando yo servía en el Team Six se estimaba que el dinero empleado en balas de 9 mm durante un año superaba a todo el presupuesto balístico de los marines estadounidenses”. Como explica el doctor Wasdin, la mayoría de las misiones del Team Six permanecen ocultas al público en general, a sus propias familias y a los otros compañeros seals. No ocurrió así con la Operación Lanza de Neptuno, que acabó con Bin Laden en Pakistán durante la noche del 1 al 2 de mayo de 2011. Las informaciones al respecto revelaron que nueve años, siete meses y 20 días después de los atentados del 11-S, un miembro del Team Six tuvo a tiro al líder de Al Qaeda en una casa de la localidad paquistaní de Abbottabad. El primer balazo le alcanzó en el pecho. Mientras caía, el seal disparó por segunda vez, acertando en el ojo izquierdo. Acto seguido empuñó la radio e informó: “Por Dios y por mi país, Gerónimo, Gerónimo, Gerónimo… Gerónimo EKIA [Enemy Killed In Action, enemigo muerto en acción]”. tras liquidar a bin laden y a otros habitantes del complejo de Abbottabad, los seals se incautaron de más de 6.000 documentos, algunos de los cuales han sido recientemente publicados por el Centro de Lucha contra el Terrorismo de West Point. Las llamadas cartas de Abbottabad han revelado que los últimos días de Bin Laden no correspondían con los de un supuestamente avezado estratega del yihadismo mundial, si bien el capo de la organización terrorista Al Qaeda seguía planificando ataques contra Estados Unidos. Y ese es precisamente el objetivo principal de los SEAL. Un quehacer que el doctor Wasdin sintetiza desde su propia experiencia: “Cuando fui navy seal, ayudaba a mantener Estados Unidos libre de terrorismo. Ahora, como doctor, creo que sigo ayudando a la gente. Pero sin pistola”. Howard E. Wasdin llegó al mundo el 8 de noviembre de 1961 en Florida. Su madre le parió a los dieciséis años en una clínica pública y le llevó a casa en una caja de zapatos. Ella trabajó duro en una fábrica de costura para mantenerle a él y a sus hermanas mientras que su padre biológico tomaba las de Villadiego. Quien acabó siendo su padrastro, de nombre León, acostumbraba a abofetearle hasta hacerle comerse su propia sangre. Tras reclutarse en la Marina, acabó picando la puerta de un oficial y solicitó que le destinasen a las temibles pruebas BUD/S, 58 EL PAÍS SEMANAL el training de los SEAL, para reengancharse antes de que terminara su contrato. La respuesta del oficial al mando fue: “Coge el dinero, vuelve a casa y acaba tus estudios. No tienes ni idea de lo que hace falta para convertirse en un seal”. Finalmente le destinaron al BUD/S y superó todos los retos, cámara hiperbárica de presión incluida. Fue el único de cientos de candidatos en lograrlo. Entre las lindezas que tuvo que superar estaban desafíos con nombres como Prueba de ahogamiento y Semana del infierno. Hipotermias, espasmos, escalofríos… buceo, técnicas de navegación submarina y de sabotaje de embarcaciones… “¡Hooya!”. El grito de guerra estadounidense ruge en las memorias del doctor Wasdin, quien proclama en el libro Seal Team Six que todo ese adiestramiento tiene como fin convertirles en armas humanas que no conocen la palabra rendición. “El nuestro es un código no escrito: es mejor quemarse que apagarse, y hasta el último aliento nos llevaremos por delante tantos enemigos como podamos”. Para lograr tales propósitos, el doctor Wasdin recuerda la actitud convertida en tradición de los SEAL: “Dame una patada en los cojones, que lo puedo aguantar”. No está de más añadir enseñanzas como aprender a construir una cueva de nieve cuando la temperatura exterior ronda los 40 grados bajo cero o acumular experiencias de este tipo: “Si nunca has estado tumbado en un charco llevando un traje ghillie empapado, con la lluvia aporreándote y el viento aullando, mientras intentas concentrarte en tu mira y hacer tu trabajo, estás perdiéndote una de las mejores cosas de la vida”. Así fue como Wasdin se convirtió en WazMan, su apodo mientras perteneció a los comandos especiales estadounidenses. “El entrenamiento nunca acaba. Pasas el resto de tu vida haciendo de ti mismo un arma de alta precisión”. Mucho más casado con los SEAL que con su propia familia, Wasdin quiso convertirse en francotirador de la élite absoluta del Team Six tras formar parte del Team Two. “En mi búsqueda incesante hacia ser el mejor de los SEAL, decidí ingresar en la acade- MATAR A BIN LADEN. Los ‘navy seal’ que liquidaron a Bin Laden en una casa de Abbottabad (Pakistán, imagen del centro) destruyeron uno de los helicópteros accidentados durante la misión. Sobre estas líneas, Howard E. Wasdin. # 8 %PQ/ % , PPR ST2, % U SB-- - " 1 1 V,- S1%5 4 S - , 15 % ST % - UT' 5 U ST@ -UT,- -- &-- - 5 ( B *+, )&- /?E " ( 5 9 !)- ! 7 - ## LL< # 7 # - # , ! 1 &,( % %- )'7* 0M5 (%5 )-A # &- ( - 1 % % - ( - A 21UV,- SA- - ) 'T ,- 5 , # U S2WD- 23 ,- - % %( ( ST 1U S4 -1 )'" 2WD- ( $9 , - # < &%'($ 7&-( ( 6 %*+,N O % ,#%# < % 9 % - , 7* #, *6%)' ) ' B *+, - ,- 1 % % - , “EL ENTRENAMIENTO NO ACABA NUNCA. PASAS TU VIDA HACIENDO DE TI MISMO UN ARMA DE PRECISIÓN” El mal recuerdo de lo que pasó en Mogadiscio el 3 de octubre de aquel año permanece todavía en el imaginario bélico estadounidense. Las milicias del señor de la guerra Aidid lograron abatir dos helicópteros Black Hawk durante un enfrentamiento con las tropas de EE UU desplegadas en Somalia, que sufrieron 18 bajas. Clinton ordenó a partir de entonces la retirada total de la zona. A pesar de que Black Hawk derribado, la trepidante película MISIÓN NOCTURNA. Miembros de los Navy SEAL estadounidenses esperan la orden de comenzar una incursión para capturar líderes insurgentes en Fallujah (Irak). donde Ridley Scott recreó aquel combate de manera magistral, no menciona la presencia de los miembros del Team Six, el doctor Wasdin estuvo allí con otros soldados de esta unidad. Combatió codo con codo con los Delta Force y no duda en reconocer la extraordinaria valía de esta otra fuerza de élite estadounidense, “a pesar de que a muchos seals no les gustaría oír algo semejante”. Asegura que no le afectó personalmente que el Team Six quedara omitido en la exitosa versión hollywoodiense de la batalla de Mogadiscio. Tenía 32 años y le faltó poco para palmarla, cumpliendo el guion previsto desde que entró en los SEAL. Volvió a casa con tres balazos y estuvo a punto de perder una pierna. Nada volvió a ser lo mismo para él. wasdin afrontó el principio del fin con resignación. También admite la dificultad de estar más de un decenio sirviendo a ese nivel. Como muchos otros colegas que no murieron ni acabaron entrenando a los recién llegados o trabajando para el sector bélico privado, se recicló en la vida civil. En su caso, a través de la medicina. Padre de familia, casado en segundas nupcias, seguidor de la fe cristiana y políticamente declarado como un “independiente” que odia “a los medios de comunicación progresistas”, no se arrepiente de nada de lo que hizo en combate. Lo que más echa de menos de aquellos años como intrépido e implacable francotirador es la adrenalina. “Sobre todo extraño mucho saltar de un avión en plena noche a 27.000 pies de altura. Ya sabe, ese tipo de cosas que ningún ser humano en sus cabales haría. Somos los tipos mejor entrenados del planeta. Es algo muy superior a pertenecer al equipo que gana la Superbowl o la Copa del Mundo de fútbol. Podríamos cascar cualquier día. No hay ningún deporte profesional ni conozco ninguna otra sensación que se parezca a eso”. –Si mira hacia atrás, ¿cree que usted habría acabado convirtiéndose en francotirador del Team Six de los SEAL de no haber recibido toda aquella violencia y maltrato por parte de su padrastro cuando era niño? –Esa es una buena pregunta. No sé si tuvo algo que ver. Lo que está claro es que todo aquello, en vez de anularme, fortaleció mi actitud a la hora de soportar el dolor. Mi carácter se forjó a base de no abandonar jamás. Ni ante nada ni ante nadie. 쎲 Fotografía de John Moore (Getty Images) lo. Llegados a este punto, nadie diría que Pakistán estuvo refugiándolo. Pero aceptando el hecho de que estaban ocultando al hombre más buscado del planeta, ¿por qué debería importarle a ellos o a cualquiera que fuéramos a Pakistán y lo trincásemos?”. El doctor Wasdin habla como si aún llevara los 45 kilos de equipo y el armamento de alta precisión de un seal del Team Six. Describe en primera persona del plural las acciones de esta unidad, acaso en un arrebato de añoranza por no seguir sirviendo en ella. Donde sí participó hasta las últimas consecuencias fue en la Operación Serpiente Gótica, que acabó convertida en la afamada batalla de Mogadiscio. De los recuerdos de aquella misión para capturar al señor de la guerra somalí Mohamed Farrah Aidid y a sus lugartenientes queda constancia en sus memorias con definiciones espeluznantes de apenas un par de renglones: “Mogadiscio olía a orín y excrementos humanos mezclado con ese olor tangible a hambre, enfermedad y desesperanza”. El 5 de septiembre de 1993, los miembros del Team Six desplegados en la capital de Somalia tuvieron a tiro al señor de la guerra Aidid. Pero la petición de disparar fue denegada. –¿Cree que si aquel día hubieran recibido la orden de disparar contra Aidid habría sido posible evitar la batalla de Mogadiscio un mes más tarde? –Sí, porque habría sido liquidado o capturado. Mi opinión personal es que, llegados a ese punto, el Gobierno del presidente Bill Clinton estaba desesperándose por sacarnos de allí. Desde ese día, el gran error que cometimos fue salir a patrullar a la luz del sol. tenían experiencia en operaciones a larga distancia, baja altura y con gafas de visión nocturna. Mientras, 100 pilotos del Ejército que estaban mucho más rodados se quedaron en tierra”. Tras Desert One, Beckwith fue apartado de Delta Force y del generalato. Abandonó el Ejército. Creó una empresa de seguridad, escribió un libro. Poco antes de su muerte, en 1994, le preguntaron para qué servía Delta Force: “Para pegarle dos tiros en la cabeza a un terrorista sin pensárselo dos veces”. montaña. Es lo peor: debes pasar como mínimo 10 días al mes viviendo en el campo. Instrucción y orientación nocturna; buceo, esquí, manejo de todo tipo de armas y explosivos. Lanzarte del helicóptero en rapel. La prueba de fuego es pasar 15 días en el monte sin nada que comer ni tienda de campaña. ¿De qué te alimentas? Caracoles, raíces, lombrices, pescas algo. Todavía no se ha muerto nadie. Pero son circunstancias en que el espíritu de equipo y las habilidades de cada uno son fundamentales Delta Force sirve, según su fundador, para “pegarle dos tiros a cada terrorista” Su discípulo favorito, el general Schoomaker, relataba en 1997 su experiencia en Irán: “Esa noche aprendí que en operaciones especiales debes ser capaz de hacer lo que dices que sabes hacer. Ni más ni menos. En un momento de crisis, si has mentido, todo se puede venir abajo. Siempre he desconfiado de los machos. Aquellos pilotos que decían que eran los mejores volando de noche y resulta que sólo habían entrenado 15 horas al año. La jodida diferencia es que hoy tengo gente con 4.000 horas de vuelos con gafas de visión nocturna; y aparatos especializados en volar por la noche; y un programa de entrenamiento; y los medios para llevarlo a cabo”. Solos, sucios, hambrientos. Rodeados por el enemigo. El entrenamiento es lo único que puede salvar la vida de un comando en acción. Un boina verde español habla de una fase de endurecimiento con marchas diarias de 30 kilómetros con 40 kilos a la espalda; gimnasia y natación. Un par de horas diarias de defensa personal hasta tener al menos cinturón rojo. “Luego te metes en la para sobrevivir. Por eso, siempre son bienvenidos a tu grupo los guarnicioneros, curtidores, carniceros…”. “Es imposible fabricar comandos en masa”, suele pregonar Peter Schoomaker. Según su teoría, cada soldado es único e irremplazable. Es demasiado caro en tiempo y dinero formar a un profesional de operaciones especiales. En Estados Unidos, la formación de las fuerzas especiales de cada Ejército se lleva a cabo en una base distinta. Los Rangers, Boinas Verdes y Delta Force, en Fort Bragg. Un micromundo polvoriento a las afueras de Fayetteville (Carolina del Norte). Creado al filo de la Primera Guerra Mundial, el segundo acuartelamiento más grande de Estados Unidos alberga 150.000 personas, a las que hay que añadir los profesionales de la vecina base aérea de Pope. Miles de hectáreas. Muchas adquiridas a los Rockefeller. Escasa vegetación. Tráfago de helicópteros. Todo tipo de instalaciones militares, incluyendo el acuartelamiento de Delta Force, rodeado de dos barre- ras de alambre de espino. Tiendas, iglesias, un campo de golf, cines, escuelas. Una unidad específica con la función de reforzar la moral de las familias cuando sus miembros entra en combate. Sin olvidar la universidad de las Operaciones especiales: la Escuela JFK de Guerra Especial, en la que se entrenan cada año 10.000 alumnos de todo el mundo. Por ella han pasado los profesionales de la Contra nicaragüense y fuerzas paramilitares de toda Latinoamérica. En Fayetteville viven tantos antiguos veteranos de Vietnam que la llaman fayettenam. Es el gran templo de las operaciones especiales. “Testosterona en bruto”, según la definición del periodista Tom Wolfe. Los comandos del Ejército del Aire son adiestrados en Hulburt Field (Florida); los Seal de la Marina, en la Base Naval Coronado (California). Entrenan seis meses en condiciones de dureza extrema. El adiestramiento de sus oficiales dura un año. Los aspirantes son sumergidos en agua helada hasta la hipotermia; arrastran lanchas de goma entre los rompeolas; sufren interrogatorios al borde la tortura, y llegan a ser disparados desde los lanzatorpedos de un submarino: una experiencia no apta para personas con claustrofobia perfecta para que los comandos alcancen por mar las líneas enemigas. Otra de sus habilidades es la infiltración con paracaídas HALO (high altitude, low opening). Saltos a 8.000 metros con caída libre hasta los 600 metros del suelo para no ser detectados, que se realizan con botellas de oxígeno y que en ocasiones acaban con la rotura del paracaídas y la muerte del comando. ¿Cuál es el fin de tanto entrenamiento? Según un oficial de operaciones especiales español: “Que adquieran fuerza y estabilidad emocional. Tan importante es lo uno como lo otro. Que piensen; que analicen. Que tengan disciplina y madurez. Que tomen decisiones sobre la marcha. No queremos un Guerrilleros españoles Aunque algunos oficiales de operaciones especiales españoles buscan las raíces de su actividad en Viriato y El Empecinado, la realidad es que los actuales guerrilleros del Ejército español nacen en 1956 en la Escuela Militar de Montaña de Jaca, Huesca. Hasta 1962, la formación de operaciones especiales sólo se realizaba con oficiales. Es a comienzos de los sesenta cuando el capitán Javier Calderón es encargado de organizar las primeras compañías. El modelo era el americano, aunque sin perder de vista el trabajo de los partisanos griegos. Hasta 1979 había en España 20 compañías (COE). Su trabajo era autónomo. Dependían directamente de los capitanes generales, que podían decidir, por ejemplo, que prestaran protección especial durante el juicio a miembros de ETA en Burgos, en 1970. En 1979, las compañías se disuelven y se organizan en tres grupos (GOE), con sede en Barcelona, Valencia y Ronda (Málaga). En 1999 sus 2.000 hombres se funden en un mando único (MOE), bajo la dirección de un general de brigada, en Rabasa (Alicante), y a las órdenes del jefe del Mando de Maniobra. El Ejército del Aire tiene una fuerza de operaciones especiales, la Escuadrilla de Zapadores Paracaidistas (muy activa en Bosnia y Kosovo), y la Armada, una unidad propia integrada en la Brigada de Infantería de Marina. ● V amos siempre por delante. Entre penumbras. Sin llamar la atención. Nuestro trabajo se inicia antes de que haya tiros. Cuando nadie prevé una crisis. Y cuando parece que empieza el conflicto, no es así: había empezado mucho antes… pero nadie se había dado cuenta”. Fort Bragg. Carolina del Norte. Abril de 1980. Cindy Petroski nunca olvidará el día que descubrió que su marido era un oficial de Delta Force, la unidad de combate más opaca y mortífera del Ejército americano. La élite de la élite. Un cuerpo cuya existencia el Pentágono nunca reconoce. De la noche a la mañana, Peter J. Schoomaker, un atractivo oficial de infantería de 34 años, 1,90 de altura y 120 kilos de peso, jugador de fútbol americano y veterano de Vietnam, se veía obligado a confesar a su mujer su verdadera ocupación: “Cariño, soy comandante de un escuadrón de las fuerzas especiales”. La revelación tenía sentido: horas más tarde, el mayor Schoomaker y su equipo partían con dirección a Irán para rescatar a 52 estadounidenses secuestrados en noviembre de 1979 por seguidores del ayatolá Jomeini. El último envite del presidente Jimmy Carter para despachar la crisis. “Nunca pensamos que Carter iba a tener cojones para seguir adelante”, declaraba años después el coronel Charles Beckwith, director de la operación y creador de Delta Force en 1977. Una misión suicida en la que muchos no creían. Con razón. Fue un completo fracaso. Madrugada del 25 de abril de 1980 en un punto indeterminado del desierto iraní denominado Desert One por los servicios de inteligencia. Una columna de fuego se eleva al cielo rompiendo la oscuridad de la noche. Explosiones. En aquel momento, Schoomaker llegó a pensar que ni los cuerpos de operaciones especiales ni su propia carrera podrían superar la tragedia que se desarrollaba ante sus ojos. Las llamas azules del queroseno consumían un helicóptero RH-53s del cuerpo de Marines y un avión de transporte Hércules EC-130. Minutos antes se habían estrellado. Ocho comandos carbonizados. Trece con quemaduras. Imposible llegar a Teherán en esas condiciones. Había que abortar la operación. A la carrera, los supervivientes ocuparon el otro Hércules. Mientras el avión se deslizaba sobre la pista de tierra, aún pudieron contemplar la chatarra humeante iluminando el perfil de los cuatro helicópteros abandonados intactos. 62 EPS Esa misma noche, la red de espionaje estadounidense aún existente en Irán era desarticulada. Y los rehenes, dispersados por todo el país. El fracaso le costaría a Carter la reelección con ocho millones de votos de diferencia. Y propiciaría la llegada de Ronald Reagan a la Casa Blanca. El 21 de enero de 1981, el mismo día de su juramento, los secuestrados eran liberados tras más de un año de cautiverio. Era el epílogo de la Operación Eagle Claw. “… Al morir sus hijos vendrán / llevarán Boinas Verdes / para luchar / por la libertad”. Diecisiete años más tarde. Patio de honor de Fort Bragg. Estados Unidos. Atruenan los acordes del lacrimógeno himno de las fuerzas especiales. Desfile de banderas. Botas como espejos. El jefe del Estado Mayor del Ejército inicia su arenga: “¿Quieren que les enumere las credenciales de este soldado? Todo lo que tienen que saber es que ha combatido en Desert One, Granada, Panamá, Irak, Haití…”. La hoja de servicios de un auténtico oficial de Operaciones Especiales. Protagonista en todas las crisis de los últimos 20 años. Octubre de 1997. Peter J. Schoomaker recibe más avezados en vuelo sin visibilidad. Treinta mil hombres. Treinta mil máquinas de matar por tierra, mar y aire. Veinte mil más en la reserva. Buceadores y paracaidistas. Médicos. Un presupuesto de 750.000 millones de pesetas al año. Equipos a medida. Aviones y helicópteros capaces de volar a baja altura evitando el barrido de los radares; con cañones mortíferos, blindajes especiales y depósitos de combustible de emergencia. Lanchas ultraligeras que alcanzan los 50 nudos. Motocicletas de montaña. Las mejores gafas de visión nocturna; equipos portátiles de transmisión y cifrado. Confidencialidad absoluta sobre sus adquisiciones. Efectivos desplegados en todo el mundo. Entrenamiento a fuerzas armadas en 90 países. Reconocimiento tras las líneas enemigas. Señalización de objetivos con láser para que sean destruidos por la aviación sin producir efectos colaterales. Localización y destrucción de armas nucleares, biológicas y químicas… Es un aperitivo. Las fuerzas de operaciones especiales son la punta de lanza de las nuevas misiones de los ejércitos actua- El Mando de Operaciones Especiales de EE UU tiene un presupuesto de 750.000 millones su cuarta estrella de general. El máximo grado al que puede aspirar un oficial en Estados Unidos. Y la dirección del poderoso Mando de Operaciones Especiales, situado en la base aérea MacDill, en Tampa (Florida). Su sueño hecho realidad. Un universo de posibilidades. Y de ambigüedad. Un manual del Departamento de Defensa define así las operaciones especiales: “Aquellas llevadas a cabo con medios militares no convencionales con el fin de conseguir objetivos políticos, económicos o psicológicos en terreno hostil. Se pueden realizar en guerra o fuera de ella, de forma independiente o coordinadas con fuerzas convencionales. Para su éxito requieren clandestinidad, encubrimiento o baja visibilidad. Difieren de las operaciones convencionales en el grado de riesgo físico y político que entrañan, en la forma de operar, en la independencia del soldado respecto a los apoyos clásicos y su mayor dependencia respecto a las fuentes de inteligencia y las fuerzas indígenas emplazadas tras las líneas enemigas”. Ésa es la teoría. Para llevarla a la práctica, Rangers, Boinas Verdes, Delta Force. Comandos Seal de la Armada, los pilotos les. Luchar contra la droga en Latinoamérica. Capturar al general panameño Manuel Noriega; destruir plataformas de misiles Scud en Irak; asesinar al narco colombiano Pablo Escobar. Acabar con el dictador Raoul Cedrás en Haití. Atrapar criminales de guerra en Bosnia. Acciones antiterroristas dentro y fuera de sus fronteras. Actuaciones encubiertas (en las que nunca se debe saber el promotor) en colaboración con la CIA. Para un teniente general español especialista en operaciones especiales (y que pide anonimato, como la mayoría de las fuentes de este reportaje): “Unidades para hacer todo lo que no puedes hacer con una unidad convencional”. –¿Al margen de la ética militar? –Cuál es la ética militar? Lo de guerra limpia es una ficción. Todas las guerras son sucias. ¿O es que la guerra convencional es limpia? ¿Fue limpio el bombardeo de Dresde? Eso sí, a la hora de intervenir en una guerra irregular puedes pisar el lodo intentando mancharte lo menos posible o ponerte a chapotear. Recuerde a los boinas verdes en Vietnam y sus atrocidades. En cualquier caso, este tipo de guerra irregular exige otro tipo de ética. Un comando no puede dejar prisioneros detrás FOTOGRAFÍA: REUTERS, AGENCIA FRANCE PRESSE Y CORBIS EN SILENCIO. El entrenamiento y el equipamiento son las armas del comando. En la imagen, adiestramiento con ametralladora. EPS 65 LA CAZA DEL HOMBRE Son el ejército del futuro. Han aprendido de guerrilleros y terroristas. Pocos, bien entrenados y con un equipamiento de ciencia-ficción, los comandos son máquinas perfectas de matar destinadas a las nuevas guerras irregulares. El conflicto mundial surgido el 11 de septiembre será su banco de pruebas. Por Jesús Rodríguez. LOS NÚMERO UNO. Los Rangers, o ‘boinas rojas’, son la unidad más numerosa de las fuerzas de operaciones especiales de Estados Unidos. En la imagen, durante un entrenamiento. 60 EPS FOTOGRAFÍA: AGENCIA FRANCE PRESSE superman que se líe a bofetadas en un bar. Lo que buscamos es un soldado que piense que en ese bar puede tener problemas y le conviene no entrar. Esa es la clave. Un comando no está para enfrentarse con nadie. Tiene que infiltrarse, actuar y huir. Y así es como tendrán que operar en Afganistán. Como decía Mao (junto a Che Guevara, el gran maestro de la guerrilla), la huida es parte de su estrategia. Su actividad es dispersa y descentralizada. Tiene que explotar las vulnerabilidades del enemigo. Y rehuir Otra forma de luchar. Su objetivo, crear una opinión positiva en el territorio enemigo a favor del bando propio. Difundir noticias sobre los cambios beneficiosos que está efectuado la potencia invasora en el territorio ocupado. “Así logras atraer al enemigo a tus filas o, por lo menos, que deserte. En el caso de Irak, el leitmotiv que se transmitía a los iraquíes era el inmenso poder de la coalición a la que se enfrentaban, el aislamiento internacional en el que estaban sumidos y las sanciones que les espera- Según la doctrina de Mao, la huida del guerrillero tras actuar es parte de su trabajo el combate porque está en inferioridad de condiciones”. ¿Cuáles son las condiciones para que una operación tenga éxito? Según un mando de Infantería de Marina: “Simplicidad, seguridad, sorpresa, rapidez y un propósito claro”. La cuestión no es pegar tiros. “De hecho, cuando hay tiros es que algo ha ido mal”, explica un coronel español. Seguramente la parte menos conocida de las operaciones especiales son las denominadas “operaciones psicológicas”, una materia que también se imparte en la Escuela JFK de Fort Bragg. ban. Las fuerzas de operaciones psicológicas lanzaron 29 millones de octavillas y realizaron retransmisiones de televisión y radio durante 40 días. Consiguieron que unos 70.000 soldados iraquíes se rindieran sin presentar batalla”, afirma un oficial español. Dos jefes del Ejército español coinciden en alabar la forma en que EE UU está tratando a la Alianza del Norte de Afganistán con envíos de material humanitario: “Repartir alimentos en vez de armas es un buen ejemplo de guerra psicológica. Estás premiando zonas afines y aislando focos rebeldes. Estás creando un efecto psicológico, igual que hace el terrorismo. No derrotas al enemigo, pero le desestabilizas. Y, al mismo tiempo, le aterrorizas destrozando sus centros de mando, control y comunicaciones. La tercera pata es entrenar a un ejército nativo que se enfrente a sus compatriotas. La cuestión es atraer a una facción del país a tus filas, o, por lo menos, que entiendan tu posición y te ayuden. Y, sobre todo, te presten información. Es imposible una guerra de guerrillas sin nativos ni información”. “Y eso no lo han sabido hacer los americanos nunca”, analiza un teniente general español. “Ni en Vietnam, donde se granjearon la enemistad de la población que les veía como invasores, ni en Centroamérica. Ahora veremos si han aprendido algo de Mogadiscio (Somalia), donde entraron en 1993 en plan sheriff (el almirante Howe ofreció 20.000 dólares por la cabeza de Aidid) y salieron con 18 miembros de las fuerzas especiales en bolsas de plástico. Les faltó la información y el ganarse a la gente”. “Sobre el terreno, los comandos americanos son impresionantes”, explica un coronel español. “Máquinas muy precisas. Yo he trabajado con los boinas verdes en medio de la montaña. Y tener previsto un suministro por vía aérea a las 00.00. Encender luces químicas para orientarles a las 23.55. A las 23.59 comenzar a escuchar los motores SEIS HOMBRES SIN PIEDAD. La historia de las operaciones especiales: de izquierda a derecha, coronel David Stirling, coronel Charles Beckwith, general Hugh Shelton, general Peter Schoomaker, general Michael Rose y general Pervez Musharraf. Comandos con historia Todo empezó con David Stirling, un oficial británico que en la convalecencia tras un accidente en paracaidas ideó una fuerza pequeña, rápida y que utilizara el factor sorpresa para debilitar al mariscal Rommel en el norte de África. Era 1941. Había nacido el Special Air Service (SAS). Su primer éxito, destruir 61 aviones alemanes en diciembre de 1941. En 1990 fue nombrado caballero por la reina. En 1962, un oficial americano estuvo un año entrenando con esta unidad británica. Era Charles Beckwith. Tras pasar por Vietnam como boina verde, se empeñó en crear una unidad antiterrorista en Estados Unidos Asesinos sin contemplaciones. Lo logró en 1977 con Delta For- ce: seleccionados entre los mejores rangers y boinas verdes. Tras el fracaso de la operación para liberar a los rehenes de Irán, en 1980, Beckwith fue apartado del mando. Sus discípulos fueron Hugh Shelton y Peter Schoomaker. Los dos llegarían a la cima del Ejército de EE UU. El primero, como presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor, y el segundo, como jefe del Mando de Operaciones Especiales. De su nivel en el Reino Unido, el general Michael Rose, que mandó el SAS en el conflicto de las Malvinas. Sin olvidar a Pervez Musharraf, hoy jefe de Estado de Pakistán, que siendo general de brigada dirigió el Special Services Group en la guerra de Afganistán. ● EPS 61 tubre de 1997, como presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor fue la evidencia de que las acciones de las operaciones especiales cotizaban al alza. En la carrera hacia el cargo, Shelton pasó por encima de generales de la brillantez intelectual de Wesley Clark o Joseph Ralston. Casi dos metros, perfil pétreo, ex jugador de fútbol profesional; boina verde en Vietnam; paracaidista en combate, Shelton ha ocupado todos los puestos a los que un militar de acción puede aspirar en EE UU. Sin embargo, en este general de cuatro estrellas también se adivina un nuevo perfil de soldado-diplomático consciente de la importancia política de cada acción militar y de la fiscalización de los medios de comunicación. Lo demostró en 1994 al mando de la Operación Uphold Democracy, destinada a depoSoldados autosuficientes. La organizaner al general Raoul Cedrás, jefe de la sanción básica de los boinas verdes americagrienta junta militar de Haití. nos son los A-Team: grupos de Shelton convirtió un previsible 12 hombres en los que cada baño de sangre en una operauno de sus miembros cumple ción humanitaria: “Lo último una misión concreta: armas, que pude pensar es que nuescomunicaciones, explosivos, tras fuerzas especiales acasanidad. Cada puesto está dubarían trabajando con el Ejérplicado ante posibles bajas en cito de Haití en la pacificación campaña. Sus operaciones dudel país en un ambiente de resran entre tres días y tres meses peto mutuo”. Lo hizo bien. El y exigen una profunda inmerpresidente Clinton tomó nota. sión en territorio enemigo. (Sin embargo, Hugh ShelUna vez localizado el objetivo y ton no dirigirá la campaña de ejecutada la acción, la cuestión Afganistán. El 1 de octubre, en es escapar. Se suele llevar a plena crisis, pasó a la reserva y cabo mediante helicópteros ráfue sustituido por el general pidos y fuertemente armados. del Aire Richard Myers. Pese a Sus grandes rivales, los todo, George W. Bush le ha conSeal de la Armada, creados por servado como consejero: su exJohn F. Kennedy en 1963, están periencia militar y política y EQUIPOS A. La autonomía de cada grupo de comandos es una de destinados a objetivos más rásu sangre fría serán básicas en sus características. En la imagen, a bordo de un Black Hawk. pidos. Más cercanos a las opeuna guerra irregular). raciones antiterroristas. Sus Los restos carbonizados de Desert One misiones duran de tres horas a tres días y teligencia que les proporcionen Pakistán y fueron su trampolín. De Shelton, Schoola infiltración de sus pelotones de 16 soldaRusia”. maker, Delta Force y del concepto de fuerdos suele hacerse desde el mar. Su compo–¿Están preparados los americanos? zas especiales como pieza clave del ejércisición es secreta. Alrededor de 2.000 hom–En una fuerza irregular lo importanto del futuro. Había que reactivar las opebres que habrían actuado en Granada, golte es la moral; la disposición al sacrificio. raciones especiales. Hacía falta un mando fo Pérsico, Panamá, Haití y Bosnia. Nuestros guerrilleros pasaban días enteros único para enfrentarse a situaciones miliTodo apunta a que Afganistán será el bajo tierra; solos; sin moverse, comiendo y tares distintas a las de la guerra convengran banco de pruebas de este tipo de unihaciendo las necesidades allí mismo para, cional. Una fuerza aérea propia, rápida y dades. Sin embargo, la guerra de helicópllegado el momento, ejecutar su parte del mortífera. Y miles de profesionales bien seteros, surgida en Vietnam y que se adapta plan. Eso lo haces por motivación. Y los leccionados, entrenados y equipados. En perfectamente a las operaciones especia6.000 muertos de las Torres Gemelas pue1987, el Pentágono creaba el Mando de Opeles, puede pinchar en Ásia Central. Estreden proporcionar a los soldados americaraciones Especiales, de los tres ejércitos. El chos cañones y tormentas de arena. Nieve nos esa motivación que les ha faltado tanmítico coronel Charles Beckwith, creador y ventiscas. Cordilleras de 4.000 metros. Un tas veces. Por ejemplo, en Vietnam, donde de Delta Force en 1977, analizaba así el frateatro de operaciones donde sus sofisticaperdieron la guerra en la retaguardia. caso de Irán: “En 1980 no estábamos predos Little Bird y Black Hawk difícilmente Operaciones baratas, ambiguas, opaparados. La coordinación fue un desastre. podrán volar. Ese es el duro escenario de la cas ante la opinión pública, sin efectos coNo era un equipo: era un rompecabezas. primera guerra del siglo XXI: “La primera laterales. Pocos ataúdes propios y cero Había mandos de distintos cuerpos. El serguerra irregular de la historia”. imágenes de niños muertos por los bomvicio de meteorología no previó la tormenAsí la define Joaquín Villalobos, ex cobardeos. La herramienta perfecta para enta de arena en la que se perdieron nuestros mandante del Ejército Revolucionario del frentarse a los nuevos conflictos no conhelicópteros. Y, sobre todo, los pilotos (una Pueblo, de El Salvador. Villalobos combavencionales. El nombramiento del general mezcla de marines, marinos y del Ejército tió como guerrillero contra el ejército orHugh Shelton (un auténtico duro), en ocdel Aire) no sabían repostar en vuelo. No ganizado en su país por Estados Unidos ende él porque pondrían en peligro su huida. Un comando tiene autonomía absoluta. La propia del soldado que pasa semanas en territorio enemigo lejos de la cadena de mando. Sin órdenes. Sin reglamentos. En la operación Tormenta del Desierto, en Irak, hubo comandos aislados de cualquier contacto con el exterior durante un mes. “Utilizan métodos de ataque similares a los de los terroristas. Y tienen esa capacidad de minar la moral de sus víctimas. Ése es su poder”, explica un coronel español. Un ejército dentro del ejército. En el campo de batalla suplen su desventaja numérica con su preparación y equipamiento. Su arma es la sorpresa: tiempo, lugar y procedimiento. Y la movilidad. FOTOGRAFÍA: REUTERS tre 1981 y 1992. Sabe cómo luchan los boinas verdes. “Va a ser una guerra irregular, sin frentes ni gran masa de fuerza. Una guerra de fuerzas irregulares. Eso lo aprendió EE UU en El Salvador: no puedes combatir a un ejército irregular con un ejército regular. Es la trampa en que cayeron, en Afganistán, el Reino Unido en 1839 y Rusia entre 1979 y 1989. Los rusos no abandonaron Afganistán por las bajas ni por falta de medios. Tenían de sobra. Pero los muyahidin les hundieron la moral. Lo mismo que el Vietcong a los americanos. Los yanquis aprendieron la lección en El Salvador. Al final, combatían a nuestra guerrilla con guerrillas. Ésta va a ser una guerra de guerrillas contra el Estado afgano, en la que EE UU tiene la ventaja de su impresionante tecnología y para la que necesita el imprescindible suministro de in- EPS 63 A LA CARRERA. La guerra de helicópteros surgida de Vietnam es pieza clave en las operaciones de comandos. Arriba, gurjas en Yugoslavia. Abajo, comandos británicos operando en el Congo. del avión y a las 00.01 tener el paquete en el sitio exacto. Increíble. Pero luego les falta sensibilidad. No saben moverse entre la población civil. Tienen una tecnología portentosa, cascos de kevlar con vídeo; navegadores GPS; pero eso no puede sustituir al hombre. No entienden más símbolos que los suyos. Y dudo que sepan lo que supone el islam. Un montón de rambos sueltos pueden meter mucho la pata”. De sus derrotas, los generales americanos han aprendido algo: el comando do pasará un examen si, además de a Afganistán, las fuerzas especiales son enviadas contra otros supuestos santuarios del terrorismo islámico en Sudán, Libia, Indonesia o Yemen. En esta táctica regional, las fuerzas de operaciones especiales americanas van a la zaga de los británicos. “Los ingleses del SAS son los expertos”, explica un militar español. “¿Su principal cualidad? Pasar largos periodos detrás de las líneas enemigas sin ser detecta- Según los expertos, los comandos del SAS son el ejemplo a seguir por EE UU no puede operar en Somalia igual que en Panamá. Tiene que seguir la recomendación de Mao: “El guerrillero tiene que moverse en territorio enemigo como pez en el agua”. Hoy toda la infraestructura de fuerzas especiales del Ejército estadounidense está organizada de forma regional. Cada grupo de operaciones especiales está especializado en una zona del mundo. Su entrenamiento y equipamiento es específico respecto al terreno y condiciones que va a encontrarse. Además, reciben clases de idiomas y cultura de la zona del mundo que les es asignada. Por ejemplo, el Primer Grupo de Boinas Verdes está destinado al Pacífico; el Tercero, a África; el Quinto, a Ásia Central; el Séptimo, a Suramérica. Todo este entrama- dos. Se camuflan perfectamente. Y tienen una sensibilidad especial para adaptarse, quizá por haber tenido muchas colonias y conocer territorios distintos y muchas razas y religiones. Saben ganarse a la gente. Se quitan la gorra se ponen una kufiya y se echan a andar. En Afganistán pueden llevar meses infiltrándose y exfiltrándose”. Según los expertos, el SAS (Special Air Service Regiment) y su unidad acuática (Special Boat Section) son el ejemplo a seguir. Disciplinados y mortíferos. Sesenta años de vida. Una trayectoria que va desde los primitivos comandos de sir David Stirling contra el mariscal Rommel en el norte de África, en la II Guerra Mundial, hasta perseguir criminales nazis. Y de allí, a las sel- vas de Malaisia y Borneo; las llanuras de Omán; las desoladas islas Malvinas, donde volaron un campo de aviación con 11 aparatos argentinos en Pebble Island; Bosnia o Irak, donde su misión fue destruir plataformas de misiles Scud. El SAS fue el modelo del coronel Charles Beckwith a la hora de crear Delta Force y la primera unidad en entrenar fuerzas antiterroristas tras el secuestro y posterior carnicería de atletas israelíes en Múnich, en septiembre de 1972. El SAS comenzó a patrullar intermitentemente en Irlanda del Norte a finales de los sesenta y a partir de 1974 de forma continuada. Entre 1976 y 1987 ejecutaron a 25 miembros del IRA. Y fue sangrienta la operación que llevó a cabo un equipo de 16 hombres del SAS el 6 de marzo de 1988, eliminando a tres activistas desarmados del IRA en Gibraltar. La primera ministra, Margareth Thatcher, que había dado en persona la orden de actuar, les felicitó. Los expertos consultados coinciden en que en una guerra irregular, donde prima la calidad sobre la cantidad, los británicos van a tener un papel estelar. Conocen bien el terreno. Conocen a los muyahidin, a los que entrenaron a finales de los setenta. Conocen a las fuerzas especiales paquistaníes, a las que amamantaron desde su creación. Para un coronel español: “Van a tener un papel protagonista en este tipo de operación”. Puede ser la primera guerra irregular de la historia. Las fuerzas especiales parten con ventaja. La sentencia es de un general ruso que luchó en Vietnam: “En una guerra irregular, el ejército regular, si no gana, pierde. En cambio, el guerrillero, si no pierde, gana”. ●