Prohibición de ensayos nucleares

Anuncio
“La prohibición de ensayos nucleares” se publicó en el periódico
LA VANGUARDIA, Barcelona, 30 julio 1996, pág. 15.
Miguel Marín Bosch1
Prohibición de ensayos nucleares
Tras un receso de un mes, la Conferencia de Desarme (CD) reanudó ayer sus trabajos en
Ginebra. Este hecho no sería noticia si no fuera que la CD debe concluir cuanto antes un
tratado que prohíba todas las pruebas nucleares. En 1963, con el tratado de Prohibición
Parcial (TPP), Estados Unidos, el Reino Unido y la entonces Unión Soviética pusieron fin a
sus ensayos en la atmósfera y debajo del agua. Pero no se prohibieron los ensayos
subterráneos. Y esa es la finalidad del tratado que desde 1994 se ha venido negociando en
Ginebra y que se conoce por sus siglas en inglés CTBT.
Desde 1945 se han realizado más de dos mil ensayos nucleares con el fin de perfeccionar el
diseño de las bombas y de predecir mejor sus efectos. De ahí que un CTBT sea considerado
como la condición para detener el desarrollo cualitativo de los armamentos nucleares.
A partir de 1993, sin embargo, las cosas evolucionaron de manera positiva. EE.UU. y la
Federación Rusa declararon sendas moratorias de sus ensayos. El presidente Mitterrand
también decretó una moratoria, mientras que el Reino Unido no tuvo opción. Por su parte,
China anunció que en 1996 dejaría de ensayar armas nucleares.
A raíz de esas decisiones, la CD pudo emprender en 1994 la negociación de un CTBT y de
inmediato identificó las tres principales cuestiones por resolver: el alcance de la
prohibición, el sistema de verificación y la entrada en vigor del futuro tratado. Más aún, la
CD decidió que lo concluiría “a más tardar en 1996”. Sin embargo, algunas potencias
entorpecieron las negociaciones.
De las tres cuestiones básicas, las dos primeras ya están acordadas. El futuro tratado amplía
al ámbito subterráneo la prohibición de “cualquier explosión de ensayo de armas nucleares
o cualquier otra explosión nuclear”, completando así la prohibición “parcial” del TPP. Es
obvio que a través de un CTBT no se reducirían los arsenales nucleares. Lo que buscan las
potencias nucleares es la manera de mantener en buen estado sus armas nucleares sin
ensayarlas en la forma tradicional. Pero no tienen la intención de cerrar los campos de en
sayo ni de permitir que otros los inspeccionen. Más aún, quieren seguir obteniendo, por
otros medios, los beneficios y datos que antes les proporcionaban los ensayos: los
experimentos hidrodinámicos; las pruebas hidronucleares; la fusión inercial de
confinamiento; otras fuentes de radiación; las explosiones no nucleares de gran magnitud;
los experimentos de alta temperatura y de alta presión y los modelos por computación. De
1
Cónsul General de México en Barcelona.
hecho, las potencias nucleares han logrado repetir en el CTBT lo que habían logrado en el
TPP, a saber, que la comunidad internacional acepte prohibir únicamente la explosión en sí.
A diferencia del TPP, en cambio, el CTBT sí contempla un sistema internacional de
verificación bastante completo que servirá para detectar oportunamente e identificar
rápidamente cualquier explosión nuclear. Habiendo definido el alcance de la prohibición y
la forma de verificar su cumplí- miento, a los sesenta países representantes en Ginebra sólo
les queda acordar las condiciones de su entrada en vigor. Un CTBT estará abierto a la firma
de todos los estados. Pero la casi to talidad de ellos está ya comprometida —en el tratado de
No Proliferación (TNP) o en acuerdos regionales como el tratado de Tlatelolco— a no
adquirir armas nucleares ni mucho menos ensayarlas. De hecho, las disposiciones del
CTBT afectarán las actividades de muy pocos países: las cinco potencias nucleares
reconocidas y los tres países “en el umbral nuclear” —India, Israel y Pakistán— que, sin
declararlo, ya tienen (o podrían fabricar) armas nucleares y que no se han adherido al TNP.
De ahí el interés de asegurar que estos ocho países se adhieran al CTBT y la insistencia de
algunos de condicionar su entrada en vigor a la ratificación de todos ellos. Esta es la
cuestión que ha venido a complicar la negociación.
Los ensayos ciertamente desempeñaron un papel central en el mejoramiento de los
arsenales nucleares (su miniaturización y precisión) y en las tecnologías relacionadas con
las armas nucleares como la simulación por computadora. Y debido a esto último, entre
otras razones, Estados Unidos y Rusia decidieron descontinuar las explosiones, de ensayo.
De ahí sus moratorias unilaterales y su aceptación de negociar un CTBT.
Lo anterior es típico de lo que ha venido pasando durante años en el campo del desarme: las
naciones tecnológicamente más avanza das llegan a un punto en el que pueden descartan
una determinada arma o actividad militar y luego tratan de prohibir esa arma o actividad
para el resto del mundo con un tratado multilateral. Ese fue el caso de las armas biológicas
a finales de los sesenta y de las armas químicas tras la guerra del Golfo. EE.UU. llegó a la
conclusión de que no necesitaba armas químicas y el corolario era obvio: nadie más debía
poseerlas. Repentinamente en 1 99 1, y tras años de impedirlo, Estados Unidos propuso que
la CD concluyera cuanto antes las negociaciones sobre la convención de armas químicas, lo
que ocurrió en menos de un año.
Hacia principios de los años sesenta, Estados Unidos, el Reino Unido y la Unión Soviética
habían perfeccionado en tal grado la técnica de ensayan bajo tierra, que pudieron suspender
los ensayos en la atmósfera y rápidamente codificaron ese paso en el TPP. Francia y China
nunca firmaron el TPP y durante años siguieron ensayando en la atmósfera. Sin embargo,
una vez que también adquirieron una capacidad de ensayos subterráneos, declararon que
observarían las disposiciones del TPP.
A principios de los años noventa se está repitiendo ese patrón. Las potencias nucleares
están dispuestas a prohibir los ensayos subterráneos tradicionales, pero insisten en mantener
tanto “una capacidad de ensayos subterráneos” en caso de que deseen reanudarlos como la
posibilidad de ensayos de muy bajo nivel y otras actividades relacionadas.
Es lógico que las cinco potencias nucleares quieran que el CTBT entre en vigor
simultáneamente para ellas. Pero China, el Reino Unido y Rusia, así como Pakistán,
insisten en que su entrada en vigor esté condicionada también a la adhesión de todos los
países que tienen una capacidad nuclear reconocida. Y la lista de estos supuestos
“proliferadores en potencia” abarca no sólo a decenas de países que han firmado el TNP y
otros tratados parecidos, sino muy especialmente a India, Israel y el propio Pakistán. Lo
que deben procurar los delegados en Ginebra es un CTBT cuya entrada en vigor no esté
sujeta a condiciones caprichosas de uno u otro Estado.
En 1994, cuando se iniciaron las negociaciones en Ginebra, me cupo el honor de
presidirlas. Al término de mi mandato algunos colegas me entregaron una botella de vino
para abrirla una vez concluido el CTBT. Con un poco de suerte pronto habrá descorche.
Descargar