Pueblo bendecido por el don de la fe Tacloban, corazón de la visita del Papa Una nación de misericordia y compasión Raquel Sánchez, 19 de enero de 2015 a las 16:47 Los filipinos ya le querían desde que fue elegido por el conclave, pero ahora aún le quieren más (Raquel Sánchez, Manila).- Cuando el Papa Francisco está ya en el avión, volviendo a Roma, con una mirada retrospectiva, podemos decir que su visita apostólica a Filipinas ha sido todo un éxito. Después de todas las preparaciones en que tanto el sector privado como el gobierno y la Iglesia supieron colaborar y trabajar juntos, todo fue bien y según lo previsto, sin grandes problemas. Pero si hay alguien a quien felicitar es sin duda al pueblo entero filipino, que ha mostrado al mundo entero su gran espíritu de fe y su devoción al Vicario de Cristo. Y por supuesto, al Santo padre, que una vez más se ha mostrado como el buen pastor que se preocupa de sus ovejas, y que quiere conocerlas, estar cercano a ellas. Los filipinos ya le querían desde que fue elegido por el conclave, hará cerca de dos años atrás, pero ahora, que han podido verle en persona, y sentir de una manera personal su presencia y cercanía, que han visto como se conmovía con sus testimonios personales de superación y de fortaleza, que han escuchado sus palabras de ánimo y consuelo, lo hacen aún más. Si yo tuviera que resaltar cual han sido los momentos más importantes y relevantes de esta visita, yo diría que a mí personalmente me ha tocado especialmente el corazón la Eucaristía en Tacloban. Tacloban era el verdadero motivo de la visita del Santo Padre a Filipinas, como él mismo confesó cuando en su homilía en el aeropuerto de la ciudad de la región de Visayas dijo que al enterarse del tifón y ver en las noticias la magnitud del desastre que había causado, pensó "yo tengo que estar allí", y así lo ha hecho. No son tanto las palabras de consuelo y esperanza que ha querido decir a todos los que sufrieron durante esa calamidad y también durante el terremoto que había sacudido la región central de Cebu y Buhol apenas hacia un mes, si no el gesto de venir, de hacerse presente, de querer escuchar sus historias, de compartir con ellos tanto la Eucaristía, como la comida a continuación, como el mismo Jesús que compartía la mesa con sus amigos y discípulos. El Santo Padre les ha recordado a los filipinos que es un pueblo bendecido por la gracia y el don de la fe, y que están llamados a ser testigos y testimonio de esa fe ante el mundo entero, especialmente en Asia, donde todavía hay muchos lugares a donde no ha llegado el anuncio del evangelio. Esperamos y oramos para que el fruto de la visita del Santo Padre a estas tierras sea una profundización y fortalecimiento en la fe de los católicos filipinos, y una renovación de su compromiso de vivir los valores del evangelio bajo la guía del Espíritu Santo, de dejarse amar por el Señor, de abandonarse a su gracia y misericordia, para poder así ser, como orábamos cada día mientras nos preparábamos para la llegada del Papa Francisco, una nación de misericordia y compasión.